Viaje al Sur de África en 4x4 (1): La gran escala en Dubai

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Viaje al Sur de África en 4×4 (1): La gran escala en Dubai

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31 de julio: UN DELICIOSO CODILLO A ORILLAS DEL RHIN MARCA EL INICIO DE SALIDA

La llegada a Johannesburgo estaría tildada de anarquía total si tenemos en cuenta que cada uno viajó hacia allá como pudo, dependiendo de si podía tener un día más de vacaciones, si el precio del billete había subido por no comprarlo con la necesaria antelación o si se deseaba ir por la vía rápida para no dar tantas vueltas. Ese desbarajuste se resume en:

Grupo 1: Alberto, Chema, Pilar, Rebeca y Sele–> Avión a las 21:20 horas del 31 de julio Dusseldorf-Dubai y a las 04:40 del 2 de agosto Dubai-Johannesburgo (Escala de 24 horas en Dubai el 1 de agosto).

Grupo 2: Juanra y Ana–> Avión el día 31 de julio a Johannesburgo vía Londres con South African Airlines. Serían los primeros en llegar a Sudáfrica el 1 de agosto.

Grupo 3: Bernon–> Avión directo de Iberia la noche del 1 de agosto que tenía prevista su llegada a Johannesburgo a las 11:30 horas del día siguiente.

Pero el grupo 1 a su vez tenía otro pequeño lío, y era la forma de llegar a Dusseldorf desde Madrid aquel día. Rebeca y yo pedimos ese viernes de vacaciones en el trabajo para no apurar demasiado y no jugarnos el no llegar al Aeropuerto Internacional de Dusseldorf a tiempo, por lo que nos marchamos a la ciudad alemana por la mañana temprano. En cambio Chema, Alberto y Pilar, después de trabajar unas pocas horas (o mejor dicho, hacer acto de presencia en las respectivas oficinas), tomarían un vuelo RyanairMadrid-Frankfurt Hahn a las 14:00 para después utilizar un taxi hasta la Estación de Coblenza donde poder tomar un tren al Aeropuerto de Dusseldorf. De locos, ¿no creéis?

El que os habla, por tanto, comenzó su viaje con su novia Rebeca pasando un día entero en una ciudad que ya conocía de antes, Dusseldorf, de la que se dice, con razón, que es la barra de bar más larga de Europa. Y es que su Altstadt (casco viejo) está compuesto predominantemente de tabernas, terrazas, restaurantes y pubs que abren todo el año y que sea cual sea la época del año tienen un público bastante fiel.

Hasta que llegara la tarde para marchar al Aeropuerto, en cuya consigna habíamos dejado todo el equipaje, recorrimos de este a oeste y de norte a sur la animada ciudad bañada por las aguas del Rhin, traspasado constantemente por embarcaciones tanto de carga como de paseo. En el mismo momento en que salimos de la Estación de Metro Heinrich-Heine-Allee para tomar la Bolkerstrasse, Rebeca comprendió a la perfección lo que le había contado acerca de «la barra de bar más larga de Europa» porque no había un solo espacio que no tuviera que ver con la bebida o la gastronomía. Dicen los que más conocen Dusseldorf que hay aproximadamente 300 locales (que engloban bares, restaurantes, pubs, cervecerías, etc..) en apenas un kilómetro cuadrado.

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El sonido del cristal de las jarras de cerveza se fusionaba con ese olor a salchicha, a chucrut y a codillo, convirtiéndose en lógica melodía pasadas las doce de la mañana. Era imposible no sentir la atracción de ir y sentarse para formar parte de un jolgorio que no parece tener fin. Semanas antes de embarcarnos en este viaje, le había prometido a Rebeca que celebraríamos su inicio con un buen codillo, sino a orillas del Rhin, lo más cerca posible. Y eso se haría realidad después de pasear tranquilamente por el Altstadt, por la preciosa Plaza del Ayuntamiento invadido por verdes enredaderas y tras sentir la brisa de un río que es Europa en sí mismo.

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Dusseldorf quedó arrasado en un 85% tras finalizar la II Guerra Mundial, pero se supo levantar más que ninguna y conformar un centro histórico lleno de vida, absolutamente hecho por y para los ciudadanos, que son quienes pueden pasear por sus kilométricos paseos peatonales. Esa decisión es muy acertada, alejar los vehículos del centro para convertirlo en propiedad, uso y disfrute de las personas.

Y por supuesto terminamos disfrutando de un buen codillo alemán y brindando ante lo que se nos venía encima, lo que llevábamos tanto tiempo, un soñado viaje a África para disfrutar de uno de los últimos resquicios que se conservan de Naturaleza Salvaje. Es bastante chocante comenzar nuestra andadura así, pero sin duda pasamos un día muy agradable en Dusseldorf, donde incluso nos permitimos echar una pequeña siesta en un jardín lleno de gente disfrutando de un Sol que  no suele ser muy agradecido el resto del año.

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Marchamos con tiempo al Aeropuerto, donde estuvimos esperando a Chema, Alberto y Pilar, cuyo apurar se aproximó a los últimos veinte minutos antes de cerrar los stands de facturación de Emirates Airline. Muy justos pero llegaron. Ya éramos cinco. A los otros tres los veríamos el domingo por la mañana…en Sudáfrica.

El precio pagado por facturar tan tarde fue no estar juntos en el gigantesco y equipadísimo avión de Emirates que nos llevaría durante la noche a Dubai. Pero no hay nada que no hicieran un par de películas y una cabezadita para que al despertar nos asomáramos por la ventanilla en la ciudad más lujosa del Golfo Pérsico, de la que tenía exagerada curiosidad por conocer.

1 de agosto: UN CUMPLEAÑOS DE SIETE ESTRELLAS EN LA CIUDAD DE DUBAI

Es extraño despertarse el día de tu cumpleaños a las cinco de la mañana. Pero más extraño aún es hacerlo en Dubai. Cuando el piloto anunció que se iba a proceder al aterrizaje ninguno de nosotros pudo evitar mirar con curiosidad a través de las ventanillas del avión, donde millones de lucecitas alumbraban de forma artificial las calles de la ciudad-emirato. No se apreciaba con claridad nada más, como si estuviésemos inmersos en una gran nube o la bruma hubiese invadido el aire que traspasábamos.

Lo primero que sentimos nada más descender las escalerillas del avión fue un extremo e insoportable golpe de calor, que a esas horas de la mañana hacía arder el aire superando con creces los treinta grados. Y es que por muy Dubai que fuera no había que olvidar que nos encontrábamos en un desierto puro y duro.

El inmenso aeropuerto era absolutamente grandioso, compuesto por infinidad de detalles que daban brillo a una opulencia de la que se desea presumir. Palmeras, fuentes, altísimos techos levantados por los arquitectos más prestigiosos. No es secreto que se pretende hacer de Dubai la capital mundial del lujo y es precisamente el aeropuerto la primera visión que los viajeros tienen de un país o una ciudad determinada.

Funcionarios ataviados con el traje típico compuesto por chilaba y pañuelo blanco en la cabeza, agrupado por un grueso círculo negro sobrepuesto al nivel de la frente, sellaron nuestros pasaportes preguntándonos si estábamos de tránsito o si veníamos de negocios. Representaban la imagen que muchos tenemos en la cabeza de los acaudalados jeques árabes. Pero como pudimos comprobar en no pocas ocasiones, esa vestimenta «de jeque» es más que común en los ciudadanos árabes del emirato.

En el aeropuerto dejamos las maletas en consigna (20 dirhams la pieza, aprox 4 euros), no sin antes sacar dinero para pasar el día. Y es que teníamos hasta el vuelo a Johannesburgo de las 4:40 de la mañana del día 2 de agosto. Veinticuatro horas para una primera visita a la ciudad (la segunda sería a la vuelta) de la que queríamos ver en primera persona hasta qué punto es real todo lo que se hablaba.

Dubai es protagonista de miles de power points y correos electrónicos debido a que se están haciendo unas inversiones multimillonarias que tienen por objeto lograr hacer de un inadvertido y desértico pueblo del Golfo Pérsico, una megalópolis que agrupe lo más alto, lo más caro y lo más moderno.

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El porqué de la fama de Dubai

En 1966 se encontró en los dominios costeros de Dubai un importante yacimiento petrolífero. Hasta ese momento no era más que un emirato sin importancia perteneciente al Protectorado británico en el Golfo Pérsico. Pero en plena crisis del Petróleo durante 1971 supieron de su fuerza y se fusionaron a otros emires rivales para crear el estado actual de los Emiratos Árabes Unidos.

En 1990 un proyecto de locos planteaba la creación de una gran urbe capaz de fascinar al mundo entero. Y así comenzó a fundarse la nueva Dubai, pasando de ser una extensión de arena de imposible aprovechamiento, a un lugar de negocios de primer orden y a promocionarse como una ciudad con viviendas y hoteles de lujo, sólo aptos para ricos. Comenzó a llegar un gran número de inmigrantes de muchos países, sobre todo de India, para gozar de las numerosas ofertas laborales que requería la industria de la construcción.  Si se hacía real la décima parte de lo planteado, habría trabajo para todos.

Había barra libre de petrodólares para invertir lo que fuese necesario. Y las únicas cortapisas creativas que se dieron a los arquitectos estaban en su propia imaginación. El emir y los inversores querían lo más grande, los mejores materiales de construcción y los diseños más vanguardistas. Querían ser la capital mundial del futuro, y los proyectos se fueron sucediendo hasta unos niveles que todavía cuestan trabajo asimilar. Pero el sueño está cada vez más cerca y hoy en día Dubai cuenta con una serie de particularidades capaces de dejar con la boca abierta a propios y extraños:

– Actualmente (2009) se encuentra en Dubai el 20% de las grúas de todo el Planeta.
– En 1969 el emirato contaba con 59.000 habitantes. En diez años se cuadriplicó superando los 200.000. En 1990 ya tenía medio millón de habitantes. Actualmente ya hay más de dos millones y medio.
– Menos de un 10% de los residentes en Dubai han nacido son ciudadanos nacidos en la misma.
– A finales de 2009 se estrenará el edificio más alto del mundo (más de 800 m.) , tiene el hotel más alto del mundo (más de 300 m.) y con más estrellas (El Burj al Arab cuenta con siete), posee el Centro comercial más grande del mundo (The Mall), se está construyendo el Parque de Atracciones más grande del mundo (Dubailand, que duplicará en tamaño al Disney World de Florida), al igual que el mayor complejo deportivo del mundo o el lago artificial más grande del mundo, sin olvidarnos de la fuente más grande del mundo y a punto de terminarse está la Urbanización más grande del mundo (con 40 bloques de viviendas).
– Será la primera ciudad del Planeta en tener un hotel bajo el agua (con una extensión que duplica a Hyde Park, en Londres).
– Cuenta con tres islas artificiales con forma de Palmera que son las más grandes hasta ahora creadas por el hombre. Y casi terminado está el proyecto «The World» consistente en un conglomerado de islas artificiales con formas de todos los países del mundo. Y no son una utopía, ya que se aprecian perfectamente desde las alturas.
– Hoy cuenta con casi 200 rascacielos construídos, pero están proyectados casi 600.
– En los últimos diez años se ha multiplicado por seis la cantidad de rascacielos existentes en la ciudad.
– A pesar de que cuenten actualmente con el edificio más alto (Burj Dubai con 818 m.) ya están los cimientos del que en la próxima década será la mayor construcción realizada por el hombre, un edificio que superará los 1150 metros de altura (cuatro veces el Empire State Building de Nueva York).

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Dubai desde el aire

Con estos datazos es imposible que esta ciudad pase desapercibida para nadie. Está claro que no se ha planteado para ser un lugar de mochileros y viajeros de bajo coste, pero toda esta inmensidad teníamos que verla con nuestros propios ojos.

Paseando a 46 grados a la sombra

Con una pequeña Guía de Dubai (City Pack del País Aguilar, con un utilísimo mapa desplegable) escogimos una serie de áreas o lugares a recorrer durante el día. Teníamos el grave condicionante de un calor insportable, pero la curiosidad y la determinación iban bastante por delante.

En una ciudad tan grande, donde aún el metro estaba construyéndose (se esperan inaugurar los primeros kilómetros en el invierno de 2009) y la red de autobuses no es demasiado buena, la mejor opción es sin duda utilizar el taxi para los desplazamientos. Al contrario de lo que se pueda pensar, los taxis en Dubai son bastante asequibles (3 dirhams la bajada de bandera, aprox 60 cts de euro; 1´6 dirhams el kilómetro recorrido, aprox 30 cts de euro), tienen aire acondicionado y en muchas ocasiones los conductores entienden bien el inglés. Si se toma un taxi desde el aeropuerto hay que incluir un suplemento de 20 dirhams (4 euros), 5 dirhams más si se trata de un taxi rosa, conducido por y para las mujeres/familias.

Nosotros, que no teníamos ni idea de cómo podía funcionar allí  el tema de los taxis, se nos ocurrió negociar la carrera, por lo que el conductor tuvo que clarificar con una sonrisa que utilizaba un taxímetro y que no nos preocupáramos. Nos preguntó con curiosidad dónde íbamos y le señalamos en el mapa el Distrito Financiero / Downtown de Dubai, y más concretamente las Emirates Towers, la versión dubaití de las Torres gemelas. Estas son el corazón y símbolo de la avenida/autopista más importante de la ciudad, la Sheikh Zayed Road, y quizás la mejor parte donde comprender el desmesurado crecimiento de los últimos años. Ese sería pues el comienzo de un itinerario que nos llevaría a lo más granado de Dubai en las 24 horas de que disponíamos.

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Ya desde el propio taxi apreciamos que el cielo estaba muy gris y que había una especie de neblina que no permitía vislumbrar los muchos edificios que había hasta que estuviésemos relativamente cerca. Y es que tal y como nos contó el conductor, en los últimos cinco días se había desplegado una fuerte tormenta de arena y esas eran sus consecuencias. Realmente lamentamos la mala suerte pero confiamos en que cuando el Sol se pusiera más arriba, pudiera aclararse un poco. En esa aseveración estaba claro que podía más lo probable que lo posible y que las ganas eran demasiado grandes como para llevarnos ese chasco así de primeras. En realidad el polvo del desierto nos acompañaría durante todo el día, pero no era tan cerrado como para no apreciar lo bastante de la ciudad-emirato.

Sheikh Zayed Road, pasarela de rascacielos

El taxi se detuvo a las puertas de las Emirates Towers, algo así como el World Trade Center dubaití con sus propias Torres gemelas (o casi), las cuales sorprenden tanto por la altura (355 m. y 309 m.) como por su diseño vanguardista. Fueron los primeros rascacielos de Dubai que en 1999 superaron la limitación que existía hasta ese momento en lo que altura pemitida se refería. Ubicadas en un complejo de cascadas, lagos y vastos jardines decorados con hormigas de metal, tienen un gigantesco corredor subterráneo utilizado como Centro comercial llamado The Boulevard, que sirve de nexo entre ambas.

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Acercándonos a la Gran avenida Sheikh Zayed Road no podíamos hacer más que forzar el cuello para admirar la grandiosidad no sólo de las Emirates Towers sino de lo que parece una «pasarela de rascacielos», muchos de ellos en construcción, que superan con creces en no pocas ocasiones los 200 metros. Hoteles y edificios de oficinas flanquean mayoritariamente la que pretende ser Arteria principal de la ciudad.

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Numerosos operarios de la construcción y grúas en todas partes demostraban que aunque ya había mucho hecho, todavía restaba aumentar y perfeccionar la obra. Sólo hay un cruce subterráneo en más de un kilómetro, y parecen haberse olvidado de los semáforos, por lo que aún no está preparado para los peatones, quienes supongo serán los que llenen las calles aún vacías.

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Era temprano pero eso no era óbice para que el calor comenzara a hacer mella y necesitáramos refrescarnos e incluso aprovechar para desayunar. Lo hicimos en el restaurante de un hotel, donde afortunadamente los precios no eran «cinco estrellas». Rebeca vió que ese era el mejor momento para darme un regalo de cumpleaños, la camiseta del Real Madrid con el nombre y número de Cristiano Ronaldo, flamante fichaje de la temporada 2009-2010. La última vez que había celebrado mi cumpleaños fuera de casa fue en el año 2005, encerrado en el Aeropuerto de Moscú. Afortunadamente las diferencias eran favorables en esta ocasión.

Después caminamos bastante por la Avenida hasta tratar de conseguir dos de nuestros objetivos, ver la ciudad desde las alturas y entrar a un hotel de esos de más de quinientos euros la noche. Así que fuimos probando con el truco de hacerse el turista despistado y cruzar la puerta, haciendo pensar a los vigilantes de seguridad que éramos clientes suyos. No están acostumbrados a recibir otra clase de turismo que no sea el millonario, por lo que no están maleados para prever este tipo de jugadas. Es más, son partícipes de una amabilidad casi enternecedora y están siempre dispuestos a que estés satisfecho y salgas encantado de estar en Dubai.

P1070388Probamos suerte en varios edificios pero fue en el Fairmont Dubai, uno de los hoteles 5 estrellas más prestigiosos del Distrito Financiero donde logramos encauzar el camino al ascensor para subir hasta la planta más alta. Es probable que haya algún restaurante panorámico o una sala vacía con ventanales, pensamos. Pero no, en la última planta no había ni restaurante, ni bar, ni salas. Sólo había suites, mobiliario de lujo, alfombras persas. Probamos una planta más abajo y apareció un hombre con traje que nos preguntó si deseábamos algo. Le dijimos que buscábamos el restaurante panorámico, que… oh, casualidad, no había. Así que directamente le contamos que habíamos subido a lo alto para poder disfrutar de bonitas vistas, tomar alguna foto y de paso ver en primera persona las particularidades de un Cinco Estrellas en una ciudad acostumbrada a recibir a las mayores fortunas del Planeta.

Y la verdad nos llevó a disfrutar de todo eso. Nos dirigió a una Sala de Reuniones que iba a parar a la Avenida pero donde la niebla de arena estaba haciendo de las suyas, y a un salón en el que podíamos ver las viviendas de los que de verdad sudan la gota gorda, los trabajadores de Dubai, la gente corriente y moliente, inmigrante en su mayoría que se fue a buscar el Dorado. Casas bajas en calles cubiertas de arena y blanquecinas mezquitas brotando al son del almuédano. Una visión interesante de la Dubai no artificial, sin colorantes ni conservantes.

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Nos presentó al encargado del gimnasio y de las piscinas. Y digo bien el plural de piscinas porque tienen dos, una P1070398para las mañana y otra para la tarde en función de donde esté incidiendo el Sol. Así quien quiera ponerse moreno/a, tan sólo tiene que irse a un lado o al otro. Pasando, eso sí, por el spa, el gimnasio que ya quisiera para sí un equipo de fútbol de Primera División, y un restaurante japonés que daba miedo asomarse a la carta. Todo el lujo oriental dirigido a unos pocos, porque a pesar de las casi 200 suites, en ese Hotel no había ni la mitad de ocupación. Y de ahí salen las preguntas cuando se sabe que la capacidad hotelera de Dubai multiplica la de una ciudad normal, ¿Esto con qué lo llenamos? ¿Hay de verdad tantos ricos? No sé la respuesta ni quiero imaginármela, pero si algo me quedó claro de Dubai es que tiene una capacidad fuera de toda duda para lograr acomodar a los grandes magnates sin que les falte de nada. Y no digo nada cuando acaben de construirla…

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Una ciudad donde las paradas del autobús son cerradas y tienen aire acondicionado, donde en los supermercados encuentras cualquier producto del mundo, donde la gente se compra islas para ellos solos…se puede esperar cualquier cosa. Aunque siempre fuera del alcance del 99,9% de los seres vivos de este planeta llamado Tierra.

Burj Dubai, un rascacielos de 818 metros que pulveriza todos los Records

Nos subimos a otro taxi y le pedimos que nos llevara lo más cerca posible del Burj Dubai, la espigada torre de 818 metros que estaba a punto de inaugurarse y que marcaba un hito en las construcciones realizadas por el Ser Humano hasta el momento. Normalmente se ve casi desde cualquier parte pero con el espesor de la tormenta de arena había que estar bastante más cerca para poder apreciarla mejor. El taxista dudó respecto al lugar que le dijimos, ya que hay confusión entre Burj Dubai, la torre, y Bur Dubai, uno de los barrios tradicionales de la ciudad, por lo que lo mejor fue señalárselo en el mapa.

Nos dejó en menos de cinco minutos a las puertas de un Centro Comercial (The Mall, el más grande del mundo), desde donde tendríamos acceso a la mejor vista del edificio. Mientras transpasábamos unas galerías repletas de tiendas de todo tipo, alucinábamos con la decoración y con que no reparaban en gastos. Tenían dos grandes paredes por las que caía agua en las que figuras humanas de metal parecían lanzarse al vacío.

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Fue entonces cuando salimos por una puerta corredera y tuvimos nuestra primera visión del descomunal edificio. Contemplar la estructura más alta del mundo construida por el hombre no es algo que se haga todos los días ni que se asimile con facilidad. A todos nos dejó literalmente con la boca abierta cuando nos acercamos a una escultura de Botero (un caballo) centrada en en gran lago artificial que muestra el vasto reflejo del edificio.

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La base tiene forma de «Y», algo que tiene que ver con la inspriración que los arquitectos tuvieron de una flor del desierto que se encuentra tanto en los Emiratos como en India (Hymenocallis blanca de seis pétalos), y se agranda hasta que pasado el primer tercio comienza a estrecharse, finalizando en una puntiaguda antena luminosa que según los datos se puede apreciar a más de 80 kilómetros.

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Chema, entusiasmado con el invento, no dejó de repetir una y otra vez «Se les ha ido la cabeza, se han pasado», ni de tomar fotografías. Debe tener un book del Burj Dubai que ya quisieran muchos, sin contar con que volveríamos tres semanas después (sin tormenta de arena) para inmortalizar de la mejor forma posible algo que va a dar mucho que hablar durante largo tiempo. No es para menos teniendo en cuenta los siguientes datos:

– Si el Taipei 101 era el edificio más alto del mundo hasta el momento con 508 metros, para llegar a tener la altura del Burj Dubai habría que ponerle encima la Torre Eiffel.
– Duplica practicamente al Empire State Building de Nueva York
– Proyecta en el suelo una sombra de un kilómetro y medio.
– Necesitará casi un millón de litros diarios de agua
– Pesa 7 millones de toneladas

¿Y qué meter en 818 metros? El primer hotel de Giorgio Armani, apartamentos privados que se agotaron ocho horas después de salir a la venta y oficinas para empresas que buscan una sede especial y casi «espacial». En la planta 124 habrá un mirador desde donde tiene que haber unas vistas increíbles.

Sin duda esta construcción no responde a una necesidad de espacio como pueda suceder en ciudades de rascacielos como Hong Kong, Shanghai, Nueva York o Tokyo. Que se hayan levantado 818 metros de edificio tiene que ver más con el querer impresionar al mundo, poner a la ciudad de Dubai en el mapa, decir que el futuro ya está aquí. Y creo que lo han conseguido.

Además está ubicada en un entorno más que acertado. Un gigantesco lago artificial rodeado de apartamentos posee la fuente más grande del mundo (cómo no). Pertenece a lo que se empieza a conocer como Distrito Downtown Burj Dubai, que contará con lo más granado de la riqueza mundial. El petróleo tiene estas cosas…

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Una visita a los zocos, una visita a la tradición

Dubai no sólo se basa en esbeltos edificios de cristal de formas futuras ya que aún conserva esos lugares especiales propios de las ciudades árabes. Me estoy refiriendo sobre todo los mercados al aire libre donde se vende comida, vestidos, artilugios de cocina, alfombras, joyas, juguetes o especias. Y es que en Dubai queda hueco, y mucho, para los zocos, para el bueno, bonito y barato y para el «hola hola, coca cola, pasa y compra».

En los distritos más viejos de la ciudad, Bur Dubai (que no Burj) y Deira, a ambos lados de una ría natural (Dubai´s Creek) donde se detienen los barcos de los comerciantes, se encuentran diversos e interesantes zocos, algunos de ellos temáticos como el del oro, las especias o la electrónica, y otros menos especializados donde es posible encontrar absolutamente todo.

La verdad que al taxista que nos llevó no le dejamos demasiado claro qué era lo que queríamos visitar porque no venía muy bien indicado en el mapa dónde estaba cada uno de los mercados. Le dijimos «Llévanos al viejo zoco» e hizo lo propio dejándonos en la orilla este del Dubai´s Creek, en el barrio de Deira. Allí se agolpaban las tiendas de electrónica, aunque había en realidad comercios de todo tipo. El espeso y ruidoso tráfico iba a la par de la costumbre de aquellos países de no mirar al cruzar la calle. Por primera vez desde que pisamos suelo emiratí sentimos que estábamos en un país musulmán. Gotas de aire acondicionado cayendo a la acera ardiente, un sinfín de chilabas paseantes, mujeres con velo yendo a la compra, miradas curiosas y la sentida llamada a la oración a las fieles procedente de las pequeñas mezquitas que se esconden entre callejones.

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No encontramos el Zoco del oro, cosa que sí haríamos a la vuelta en tres semanas, y nos limitamos a caminar por Deira sin rumbo fijo bajo la atenta mirada de los transeúntes que poco o nada tenían que ver con los millones y el petróleo. Como tampoco era un lugar que nos entusiasmara demasiado (no habíamos encontrado el verdadero zoco) nos dirigimos a la orilla de la ría donde sí se podía apreciar un paisaje urbano más acorde con lo que esperábamos. Una silueta dibujada por construcciones más bajas y minaretes sobresaliendo empapados de un tono amarillo casi blanco forma parte del barrio de Bur Dubai. Apostadas en el agua están los dhows, que es como se les conoce a las grandes embarcaciones comerciales.

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Para cruzar de un lado al otro no hay un puente ni nada que se le parezca. Son las abras los medios que se llevan utilizando desde hace siglos traspasar ambas orillas. Dichas abras no son más que meros botes de madera que trasladan pasajeros entre Deira y Bur Dubai. Un viaje en estas barquitas cuesta tan sólo 1 dirham por persona, por lo que si se puede no hay que perderse la experiencia de cruzar la ría, disfrutar de un Dubai diferente y aminorar por unos breves instantes el ardor del termómetro gracias a una brisa que hace muy buen servicio.

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Nosotros cuando tomamos el abra no sabíamos ni por asomo qué nos deparaba el otro lado. Veíamos mezquitas y nos pareció apreciar una galería cubierta. Afortunadamente era un zoco tradicional, que aunque no estaba muy concurrido, respondía más otros mercados vistos en distintas ciudades musulmanes del mundo. Era el lugar acertado para hacernos con algunas gangas y recuerdos tales como camisetas, palestinas e incluso billetes de la Irak de Sadam Hussein. En aquel zoco donde se podía regatear aceptaban dirhams, dólares e incluso euros. Y reconozco que el cambio lo hacían bien sin tratar de engañar al turista como en otros sitios.

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Bajo la frescura de unos muros que parecen de adobe y una cubierta de madera que no dejaba entrar los agresivos P1070448rayos de sol nos sentíamos lejos del Siglo XXI de Sheikh Zayed Road o Burj Dubai. Incluso Chema y Alberto aprovecharon para entrar a una barbería tradicional y darse el que probablemente haya sido el mejor afeitado de sus vidas. En los países árabes acudir a las barberías puede ser lo más parecido que hay a un tratamiento de antistress. Y es que no se limitan a afeitar con la cuchilla las barbas de sus clientes, sino que se cumple un rito que incorpora masaje y limpieza de cutis que te baja todas las tensiones de un plumazo. Con ellos probaron incluso un aparato que hicieron vibrar tanto en la cabeza como en la espalda y que les dejó prácticamente dormidos.  Y todo por menos de cinco euros.
Yo no pude unirme a la sesión de afeitado debido a que tengo menos barba que un niño de diez años. La verdad que ha sido la única vez que la he echado de menos.

Aprovechamos a comer en un minúsculo local donde servían hamburguesas y kebabs. No era precisamente el colmo de la limpieza, teniendo un aspecto exterior que dejaba bastante que desear. Pero como hemos toreado en plazas mucho peores, disfrutamos de nuestra comida como si de un carísimo mesón se tratara. Rebeca al asomarse a la cocina y ver la roña que no dejaba saber de qué color era el fregadero, prefirió omitir el almuerzo de aquel día. Todo era cuestión de acostumbrarse. Para la próxima vez no se lo pensaría tanto,  aunque nos sirvieran la comida en un cubo de basura ella comería. O eso o el hambre.
Por cierto, salimos a 10 euros los cinco. Esa sí que es una buena inversión.

Fue el momento de tomar el cuarto taxi del día para llevarnos al emblema de Dubai, al lugar que todo el mundo ha oído hablar alguna vez, o más bien ha visto alguna vez en uno de esos repetitivos e-mails que nos enviamos los unos a los otros.  ¿O acaso no se conoce que el único Hotel de 7 estrellas está en Dubai? Si es que no podía ser en otra ciudad…

Burj al arab, un Hotel para soñar

Su nombre significa Torre de los árabes y representa la ambición de un jeque emprendedor que deseaba romper todos los esquemas para ofrecer una clase de lujo asumible tan sólo por los más privilegiados. Dubai debía imponerse a todo lo hecho hasta el momento y necesitó de cinco años de obra (1994-1999) para deslumbrar a propios y extraños con el que sería su emblema.

Probablemente aquella fuera su presentación al mundo, el golpe definitivo que marcaría una nueva era de una ciudad apenas conocida por sus yacimientos petrolíferos y su desierto. Burj al arab, para algunos realidad, para otros ciencia ficción, es el único hotel de siete estrellas del mundo (cabe decir que ninguno tiene seis) por estar compuesto de excepcionalidades que le catalogan como el mejor, el sueño que cualquiera podemos tener.

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Lo primero que hay que decir de él es que se encuentra en una pequeña isla artificial a 280 metros de la costa. Bañado por las claras aguas del Golfo Pérsico se alza un edificio de 321 metros con forma de vela que hasta el año 2009 fue clasificado como hotel más alto del Planeta (Dicho título se lo ha arrebatado el Rose Rotana Hotel con 333 metros, también en Dubai y que preveía inaugurarse en apenas unas semanas de nuestro viaje).

Tiene 202 suites capaces de satisfacer las exquisiteces de los más ricos. La menor tiene 169 metros cuadrados mientras que la mayor supera con creces los 700. Por cada suite hay como mínimo un mayordomo, aunque en realidad son 1500 los trabajadores del hotel que hacen que la estancia sea lo más grata posible. En lo más alto hay un helipuerto (9.000 euros el trayecto desde el Aeropuerto) que cuando no se utiliza cumple una función más deportiva, la de cancha de tenis. Circula por la red un video de un partido entre Federer y Agassi que pone verdaderamente los pelos de punta.

Tienen nada menos que diez Rolls Royce a disposición de los clientes, servicio que se paga a base de bien, y los mejores restaurantes de la ciudad tienen allí su sede, siendo el Al Mahara y el Al Muntaha los más importantes. El primero se encuentra bajo el agua y sus mesas rodean un imponente acuario. El segundo se encuentra a 200 metros de altura desde donde se aprecia una panorámica sin igual de la ciudad, incluyendo las Islas Palmeras y el ya avanzado Archipiélago del mundo (The World).

Los mortales como nosotros no podemos entrar así como así a no ser que seamos clientes o tengamos reserva en alguno de sus restaurantes. Cosa bastante improbable si uno observa precios que van desde los 3000 euros la noche hasta los 20000. Si queréis probar a reservar y saber cuánta pasta os piden, os recomiendo visitéis su página web y dar los primeros pasos en su formulario. Es lo más cerca que podemos estar de comprar una de las cosas más exclusivas a la vez que caras que uno puede hacer en su vida. Si me toca la lotería que me vayan haciendo un huequecito…

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Mientras tanto los cinco nos tuvimos que conformar en ir hasta allí en taxi e intentar entrar hasta dentro fingiendo haber reservado en el Restaurante panorámico. Pero no coló. Quizás nuestro atuendo no fuera el más acertado para dar el pego. Asi que con resignación y un poco de envidia nos fotografiamos a la puerta esperando ser algún día quienes puedan ser los afortunados que disfruten del único Hotel 7 estrellas del mundo.

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Un bañito en el Golfo Pérsico

El mismo taxi que nos llevó al Burj al arab nos esperó para dejarnos en otro destino ubicado apenas a dos minutos de allí, una de las pocas playas públicas (Jumeirah Beach) de la ciudad. Queríamos probar darnos un baño en las verdes aguas del Golfo Pérsico y si era posible aliviar un calor que nos tenía adosados a nuestras ropas por el sudor. Pero la sensación encontrada tras la experiencia no fue la esperada.

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El agua estaba extremadamente caliente. Poco más que quemaba sin saciar en absoluto las ganas de refrescarse que teníamos todos. Éramos los únicos foráneos dándonos un chapuzón y apenas estábamos acompañados por cuatro o cinco personas que siguiendo los hábitos musulmanes se bañaban en calzoncillos y con la camiseta puesta. De fondo el Burj al Arab y el Jumeirah Beach Hotel, ambos con playa privada. Se nos ocurrió preguntar el precio que había que pagar por utilizar las piscinas y el trozo de playa del Jumeirah Beach Hotel y nos encontramos con que pedían 50 dólares por persona. Inasumible se mire donde se mire.

Adentrándonos en una Isla Palmera

La decepción nos hizo pedir otro taxi (menos mal que eran baratos) para ir hasta otro sitio. Quizás aquí el grupo comenzó a pagar el esfuerzo de una noche entera en avión y haberse despertado sobre las cuatro de la mañana, sin olvidarnos de la mella que nos estaba haciendo el calor.

Con ganas de un poco de chute de aire acondicionado nos dirigimos a la primera gran isla artificial que se construyó en Dubai, The Palm Jumeirah, una de las tres existentes en la ciudad con forma de palmera y la única concluida por completo hasta ahora.

¿Cómo ganar terreno al mar?, se debió preguntar el jeque en un día de resaca. Y de una ensoñación se proyectaron tres imponentes islas, las más grandes hechas por el hombre de forma artificial, las cuales nada más y nada menos debían ser palmeras que se vieran desde el cielo. Otro proyecto de ciencia ficción con la firma de los Emiratos Árabes Unidos, capaces de hacer realidad la traviesa imaginación de gobernantes, empresarios, ingenieros y arquitectos de todo el mundo.

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Las tres Islas Palmera ya están construídas, aunque sólo la Jumeirah tiene desarrollada practicamente la totalidad de la infraestructura hotelera, residencial y comercial, contando incluso con un monorail y autopistas. Y si el jeque quería más mar lo consiguió, porque se ganaron 120 kilómetros de costa para la ciudad, cifra que se dice pronto.

Entramos al tronco de la palmera por una gruesa autopista. De dicho tronco van sobresaliendo las frondas u hojas (17 en total) hasta acabarse en un arco que sirve de rompeolas. Entre medias uno sobrepasa magníficos complejos hoteleros, urbanizaciones privadas donde los Beckham, Cristiano Ronaldo, Angelina Jolie, Brad Pitt y el malogrado Michael Jackson tienen (o tenían en el caso del último) grandiosas mansiones para sus estancias en Dubai, las cuales no son demasiado habituales por otra parte.

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Desde el sur hasta el norte de la isla hay 5 kilómetros, distancia similar entre el extremo este y el oeste. Si uno no tiene la suerte de tener allí el hotel o la casa, habrá que conformarse a recorrerla como nosotros, en taxi, aunque realmente no se llega a apreciar que estés en una isla con forma de palmera. Para eso lo mejor es subirse al Burj al arab o al Burj Dubai cuando se inaugure o conformarse con la panorámica fotografiada de Google maps.

Helados y batidos frente a la Mezquita Jumeirah

El sopor, la batalla contra el calor e incluso la tormenta de arena pudieron con nosotros definitivamente. No teníamos fuerzas para más, solo para decirle al taxista que nos dejara en la Mezquita Jumeirah, la más grande y representativa de los Emiratos Árabes, y la única a la que pueden entrar también los no musulmanes.

El trayecto que superó los treinta minutos sirvió para dormir e incluso producir serios ronquidos. Denominado como el taxi-siesta de Dubai, estoy seguro que el conductor tenía que alucinar con nosotros. Yo de vez en cuando abría un ojillo para mirar que el taxímetro tuviera las cuentas en su sitio. A ver si al despertar nos íbamos a encontrar una cifra rica rica en dirhams.

Cuando llegamos a la Mezquita, ohhhhh, estaba cerrada. Y es que al parecer sólo abre a las visitas los sábados, domingos, martes y jueves a las diez de la mañana. Por 10 dirhams hacen una visita guiada de más de una hora en la que además de conocer su interior es posible realizar preguntas sobre el Islam, e incluso según se comenta, les gusta que se les apriete las tuercas con cuestiones difíciles de donde saben salir bien parados.

La fachada es realmente hermosa. A pesar de ser de construcción relativamente reciente (1975) se aprecia fuertemente la influencia del estilo utilizado por los fatimíes que gobernaron el Norte de África entre los siglos X y XII. En El Cairo hay más de una mezquita con aspecto muy similar a esta.

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Alrededor del templo había varios restaurantes, pero a esa hora y con ese calor lo que más nos podía apetecer era algo frío, un helado. Y allí estaba para nosotros solos un local bastante grande de Häagen-Dazs. Si es que no falta de nada en Dubai… Bueno, sí, falta gente para llenar todo lo que están haciendo.

En la heladería pasamos un mínimo de dos horas. Incluso anocheció mientras charlábamos de nuestras impresiones de la ciudad, unas más favorables que otras. Algunos mascaban la decepción mientras que a otros simplemente nos pareció algo inmenso que aún está por concluirse. Queda mucho por hacer pero hay que reconocer que lo que hay tiene muy buena pinta. Si en algo estuvimos 100% de acuerdo es que hay que volver dentro de diez años, porque no le va a conocer a la ciudad ni su madre.

Espectáculo de fuentes, cenita junto al Burj Dubai y otra colada en un cinco estrellas

A mediodía cuando habíamos estado visitando el Burj Dubai y The Mall nos fijamos en los carteles que anunciaban los espectáculos agua, luz y sonido en las fuentes del Lago artificial, las mismas que ya han logrado arrebatar al Bellagio de Las Vegas el honor de ser las más grandes del mundo (otro record más). Según pudimos leer, entre las seis y las doce de la noche el espectáculo se repetía cada veinte minutos, por lo que nos emplazamos a volver y ya quedarnos allí a cenar.

Y a eso me recordó el show, a los enormes chorros de luz bailando al compás de una música sugerente. La melodía era la responsable de crear formas que se suspendían en el aire, se estremecían con la delicadeza de una bailarina y desaparecían en el fondo del lago. Apenas dura cinco minutos cada actuación, pero es bastante recomendable.

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Eso sí, aún tienen que seguir trabajando para llegar a las del Bellagio, que habrán dejado de ser las más grandes pero me siguen pareciendo insuperables. Digamos que mueven mejor el agua, con más estilo… Y es que siempre diré VIVAN LAS VEGAS!!

Señores y señoritas de gala paseando en The Mall, copando los restaurantes, echando alguna que a otra foto de un Burj Dubai en obras. Nosotros con un cansancio demoledor, un calor que no desaparecía, la sal pegada al cuerpo… merecíamos un homenaje. Vaya, era mi cumpleaños, así que había que celebrarlo de alguna manera, por lo que terminamos entrando a una pizzería con bastante buena pinta donde saciamos nuestro apetito, nos refrescamos y animamos nuestro espíritu. Necesitábamos esa cena a pesar del aire acondicionado con efecto congelador de supermercado con que contaba el restaurante. De verdad que la disfrutamos y la pagamos muy a gusto. Ya tendríamos varias semanas para ahorrar preparándonos la comida que compráramos en el camino.

Y como último acto con el que cerrar el telón de Dubai antes de retornar al aeropuerto y pasar la madrugada nada mejor que entrar a un hotel de cinco estrellas con una fachada realmente hermosa, el Burj Dubai Lake Hotel & Serviced Apartements, con la nimiedad de 306 metros, que al lado de tanta bestialidad no parece sobresalir tanto. Pero es una maravilla, asemejándose también una vela como el Burj al Arab y contando con un interior hecho enteramente de mármol de una delicadeza pasmosa. Entramos igual que al Fairmont por la mañana, haciéndonos los clientes, a pesar de que nuestro aspecto era aún más lamentable que el que teníamos horas antes. Con los bañadores, despeinados y con una buena capa de sal. Modelo vagabundo dubaití en un Palacio donde los dineros se movían que daba gusto (o disgusto mejor dicho).

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Bye bye Dubai! Nos vemos a la vuelta!

El último taxi de la jornada y de la noche, después de atravesar la Sheikh Zayed Road, que a esas horas parecía sacada de una película del año 3000, nos terminó dejando en la terminal 3 del magnífico aeropuerto. Pero este taxista en particular se llevó su ronda de vaciles. Fue como jugar al vamos a contar mentiras para meterle un lío en la cabeza sobre España que no se lo creyera nadie. Escuchad lo que el hombre va contando a sus clientes gracias a lo que le dijimos que era la verdad más absoluta:

<< Ferrari era español pero se lo vendimos a los italianos. Lo mismo hicimos con Nokia, que tenía la sede en Logroño, y que acabamos traspasándola a Finlandia. >>

El hombre se fue convencido de que nuestras palabras eran ciertas. El día que se encuentre a un finlandés le dirá <<Bueno, tanto Nokia tanto Nokia y resulta que era de La Rioja, como los vinos>>

Esa historia de Nokia logroñesa es obra de Alberto, riojano de nacimiento, que hace todo lo posible por hablar de su tierra allá donde va.

En el aeropuerto dormimos un par de horas tirados en el suelo con las esterillas. Las caras de la gente, poco acostumbradas al movimiento mochilero, eran un poema. Allí nosotros éramos poco más que vagabundos invandiendo la estación. Y la respuesta era, «Sí, sí, pero nosotros nos vamos tres semanas de safari a África y eso no hay quien nos lo quite«. Pocas cosas había más ciertas que esa.

Un avión de Emirates aún más grande que el que nos trajo de Dusseldorf sería el que traspasara durante casi nueve horas el espacio aéreo africano para dejarnos a las 10:30 de la mañana en Aeropuerto Internacional O.R. Tambo de Johannesburgo, el extraño escenario punto de encuentro de los ocho viajeros que íbamos dispuestos a pasar en el Sur de África nuestras vacaciones más esperadas.

Sele

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