Viajar a Benín y Togo es un sueño hecho realidad para los amantes de la fotografía. Y más aún para quienes profesen verdadera pasión por el retrato y, en definitiva, sacar a la luz escenas humanas cargadas de matices. Se capturan instantes para congelarlos en el tiempo, recordarlos, mimarlos y llevarlos con nosotros, pero también para que cada gesto, cada mirada y cada arruga en la piel se encargue de narrar su propia historia. Es justo reconocer que casi en cualquier calle, poblado o sendero de estos países de África Occidental situados en las costas del Golfo de Guinea se gozan de estampas dignas de fotografiar. La sonrisa contagiosa de un grupo de niños que dan patadas a un balón desinflado, esa campesina que camina con un cántaro de leche sobre su cabeza y portando a su bebé a la espalda, los entresijos de un ritual vudú, un rostro ajado por las escarificaciones y los tatuajes. Pedacitos de vida y cultura, de antropología pura. Y es que son más de cincuenta las etnias que comparten territorio en esta parte del mundo. Un ejemplo de la diversidad étnica, religiosa y cultural que abarca posibilidades extraordinarias para quienes que se deciden llegar hasta aquí.
Os he contado muchas cosas sobre el último viaje a Togo y Benín. Tanto momentos inolvidables como recomendaciones a nivel práctico. No es mi intención, ni mucho menos, daros hoy la lata con datos o información densa. La cuestión es que de allí me traje algunos rostros y escenas humanas que me hace ilusión compartir. Pero no a todo color, que en África rebosa, sino en blanco y negro, dentro de una pequeña y modesta serie fotográfica en la que he estado trabajando estos días. ¿Os apetece verla? Leer artículo completo ➜