El instante viajero XXIV: El Monte Everest desde la ventanilla del avión
Entre las incontables razones existentes para viajar a Bután hay una fundamental referida al trayecto de ida o de regreso en avión desde Katmandú en Nepal. Se trata de un vuelo de alrededor de una hora y media donde si te sientas en el lado correcto puedes regalarte las mejores vistas aéreas de toda tu vida. Por eso cuando realizamos a cabo la ruta aérea hacia tierras butanesas llevábamos bien aprendida la lección y nos encargamos de facturar el equipaje lo antes posible con el objeto de recibir tan solicitados asientos, algo que lograríamos. A escasos minutos del despegue se desplegó al otro lado de la ventanilla lo que tanto veníamos esperando. Nada menos que la cordillera del Himalaya, el tesoro que cubre de nieve las montañas más elevadas del planeta. Incluido, por supuesto, el Monte Everest, coloso de colosos, cuya afilada cúspide logramos apreciar y retratar de forma nítida. Sin duda lo mejor de alcanzar estas vistas tan inmensas es que no hacen falta permisos, ni pernoctar en el Campo Base Sur, ni sherpas o extenuantes ascensos reservados para seres de otro planeta. Tampoco se requiere superar el traicionero escalón de Hillary encargado de endurecer aún más si cabe la posibilidad de pisar la cima del techo del mundo.
Nuestra Ítaca era Bután pero, como en el poema de Kavafis, deseábamos que nuestro camino fuera largo para asimilar muy lentamente todo lo que se sucedía al otro lado de la ventanilla. Aquella tarde los cielos eran azules y completamente nítidos, lo contrario a las grises jornadas donde el monzón tan sólo unas semanas antes se había encargado de empañar de nubes y niebla perenne un corredor plagado de ochomiles y sietemiles de los que casi todos nosotros llevábamos oyendo hablar toda la vida. Annapurna, Manaslu, Cho Oyu, Lhotse, Everest, Makalu, Kangchenjunga son algunos de los nombres míticos de las montañas que nos iban acompañando al otro costado. En mi caso no era la primera vez que miraba al Monte Everest a la cara. Apenas un año antes había tenido la oportunidad de contemplar su figura desde el Campo Base Norte situado en el Tíbet a unos 5.200 metros sobre el nivel del mar.
La última gran montaña del Himalaya que divisaríamos en aquel vuelo sería el Jomolhari, en territorio butanés y sagrada para los locales de un país que prohíbe los ascensos a los lugares más altos porque consideran que son el refugio de dioses y dragones y estos no deben ser molestados en ningún caso. A partir de ahí lo que tocaba era el considerado como aterrizaje más difícil para los pilotos en el diminuto aeropuerto de Paro, ya que debe hacerse tras enrevesadas maniobras en las montañas para descender a un valle situado a más de 2.000 metros de altitud.
Todos quienes emprendemos un viaje de Nepal a Bután, y viceversa, nos olvidamos por completo del lugar de destino. ¿Qué más da? No todos los días se tiene tan cerca la cordillera del Himalaya. Tan diminuta que se puede posar en la palma de la mano durante unos minutos. En aquel vuelo memorable fue posible sentir ese inmenso privilegio.
¿Qué lado es el mejor para ver el Everest y otros Himalayas desde el avión?
- Vuelos Katmandú – Paro: Las mejores vistas se obtienen desde la ventanilla del lado izquierdo (Asientos con letra A).
- Vuelos Paro – Katmandú: Las mejores vistas se obtienen desde la ventanilla del lado derecho (Asientos con letra F).
Un instante que se me ha quedado grabado en la memoria para siempre. Y el cual espero repetir algún día.
José Miguel Redondo (Sele)
+ En Twitter @elrincondesele
* Podéis ver aquí más fotografías correspondientes a la sección El Instante viajero. Y todos los artículos recopilados sobre el viaje a Bután, el país del Nido del Tigre (y el Yeti).
