Crónicas de Tierra Santa (4): Masada y el Mar Muerto
8 de diciembre: EN EL MAR MUERTO SALIMOS A FLOTE
Había dejado de llover e incluso el cielo estaba prácticamente despejado a primeras horas de la mañana. Esa era una noticia estupenda para nuestras pretensiones en el Mar Muerto. El autobús a Masada salía a las nueve, por lo que a las ocho ya habíamos dejado nuestra habitación. El equipaje se quedó guardado en recepción a la espera del retorno a la noche siguiente ya que dejamos reservado el cuarto número 514, que se había convertido en nuestra más especial base de operaciones durante el viaje. Nos fuimos caminando a Jaffa Gate, a la primera parada del bus de línea nº 20, atravesando las resbaladizas callejuelas de la ciudad vieja, en las que aún había agua de la noche anterior. Éste tardó no más de veinte minutos en hacer el trayecto a la Estación Central porque no había demasiado tráfico a esas horas. Con nosotros viajaban varias niñas que iban leyendo la Torá, que bien parecía que se aprendían de memoria. Algunas de ellas cubrían su pelo con pañuelos bien ajustados a la cabeza, que mecían suavemente como acompasando su lectura. La religión en Jerusalén es una constante que nunca falta.
Llegamos diez minutos antes de que saliera nuestro autobús y ya había gente esperando para entrar en la dársena correspondiente a la línea 486 que hace diariamente la ruta Jerusalén CBS (Central Bus Station) – Neve Zohar (al sur de Arad, pasado ya el Muerto) y que se detiene en destinos turísticos como Qumrán, el Oasis de Ein Gedi, el Kibbutz Ein Gedi, Ein Gedi Spa, Masada Center o Ein Bokek, todos en la orilla del Mar Muerto. A las nueve en punto el bus abrió sus puertas. Creo que de todos los que nos subimos a él, nosotros fuimos los únicos que teníamos comprado los billetes con antelación porque los demás fueron pagando directamente al conductor. Igual que si fuera un transporte metropolitano más. Cierto es que siendo Israel tan pequeño, la duración de los trayectos no son demasiado largos. El más largo es el que va a Eilat (el el Mar Rojo), de unas cuatro horas, pero normalmente no se suelen superar las dos horas a otros destinos.
Varios militares armados nos acompañaron en este trayecto. Turistas había bien pocos, en su mayoría norteamericanos. El bus iba a menos de la mitad de su ocupación posible, debido probablemente a que estábamos en temporada baja. Nuestro viaje a Masada, de una hora y cuarenta minutos, atravesaría de lleno por autopista el Desierto rocoso de Judea hasta llegar al Mar Muerto y recorrerlo por la carretera nº90 de arriba a abajo. Hasta ahí todo lo normal, pero yo me hacía varias preguntas cuando entramos a Territorio Palestino, por el que hay que pasar sí o sí para ir a Masada o a Ein Gedi. ¿Dónde está el famoso muro de Palestina?, ¿Dónde está la separación entre Cisjordania e Israel?. Las respuestas pasan simplemente en que si se viaja en vehículo con matrícula israelí, público o privado, se pueden utilizar las autopistas, carreteras y vías de comunicación que vayan a un destino que forme parte de Israel, aunque pasen por el medio de los Territorios Palestinos. De hecho en todo el trayecto apenas nos cruzamos con las características matrículas amarillas de palestina. Si nos fijamos bien en el mapa de la derecha, veréis que atravesamos gran parte de Cisjordania, pero doy fe que en ningún momento nos sentimos que nos encontrábamos fuera de Israel. Los mismos carteles, los mismos vehículos e incluso las mismas banderas. No hubo símbolo o indicación alguna que indicara que atravesábamos los territorios palestinos. Incluso el autobús para en lugares como Jericho Junction, donde hay transportes palestinos que llevan a la ciudad de Jericó, o en Qumrán, que está en el lado palestino del Mar Muerto. La carretera nº90 es una rectilínea vía por la que tan sólo circulan vehículos con matrícula de Israel. A lo largo y ancho de todo el Territorio Palestino hay dispuestas numerosas carreteras de uso puramente israelí. Es como si en Francia se construyese una carretera «exclusivamente para españoles y turistas no franceses» y se vetara el uso a los nacidos en dicho país. Afortunadamente en los últimos años está habiendo sentencias favorables para aquellos por cuyas tierras pasan estas carreteras, puedan también utilizarlas. Aunque aún queda mucho trabajo que hacer para disuadir los movimientos segregacionistas tan visibles en la zona.
A sólo unos minutos de abandonar Jerusalén se hizo evidente un cambio de paisaje extremo. Desde la ventanilla del autobús pudimos ver cómo nos encontramos de repente inmersos en un Desierto de colinas pétreas que se desvanecen definitivamente en el Mar Muerto. Era el Desierto de Judea, el corazón del bíblico Reino de Judá, cuyas durísimas condiciones fueron protagonistas en muchos de los episodios del Antiguo y Nuevo Testamento. No es un mar de dunas sino más bien un mar de montañas rocosas teñidas de ocre y amarillo azotadas por un Sol intenso que en los veranos desgasta el aire hasta convertirlo en fuego. Esta tierra de ermitaños me llevó a recordar a los esenios que escribieron y conservaron en tinajas los Manuscritos del Mar Muerto. Precisamente una de las paradas que hace el bus 486 es Qumran, donde éstos se hallaron dos mil años después de ser guardados. Las ruinas de la comunidad esenia se pueden visitar, aunque no las incluímos en nuestro itinerario en un primer momento, ya que para ese martes tenímos a Masada como referente arqueológico. Israel y Palestina están llenos de alusiones históricas, pero en un viaje de una semana por estas tierras es fácil dejarse muchas cosas en el camino. Aunque duela.
25 kilómetros de la orilla norte del Mar Muerto forman parte de Cisjordania, aunque en ningún momento nos dimos cuenta de cuándo los superamos para volver a territorio israelí. Al otro lado de las aguas calmadas y salinas del mar que no es mar más famoso del mundo, se distinguían perfectamente las montañas de Jordania. Áridas y ocres como las del Judea, y también partícipes de mil historias bíblicas. Jordania es también de pleno derecho, Tierra Santa. No obstante desde lo alto del Monte Nebo, exactamente al otro lado, Dios le mostró a Moisés la Tierra prometida. Aunque éste es sólo uno de los lugares santos con que cuenta este increíble país que visité en el verano de 2006. La señal de red del teléfono móvil nos indicó incluso que estábamos en Jordania durante un buen rato. Debe ser que no entiende tanto de fronteras como los políticos.
Los ocupantes del autobús se fueron bajando en el Oasis de Ein Gedi (Parque Nacional desde 1972), en el Kibbutz Ein Gedi (un kibbutz es una comuna agrícola sionista) en el que se suelen alojar muchos turistas que visitan la zona, en el Ein Gedi Spa (un balneario con porción de playa del Mar Muerto, con piscinas y fuentes de barro), que nos apuntamos para ir más tarde, y finalmente en Masada Center, nuestro destino. El bus se detuvo a tan sólo unos metros del alojamiento que habíamos reservado en internet, el Massada Youth Hostel & Guesthouse. Por 29€ (habitación doble con baño privado y desayuno incluído) teníamos nuestra base en el Mar Muerto a dos pasos del acceso a las Ruinas de Masada y comunicado por autobuses directos con el Ein Gedi Spa, Ein Bokek o Jerusalén, que pasan con una periodicidad entre una y dos horas como máximo. Este hostel es de categoría, con unas instalaciones modernas, enclavado en el desierto en plena soledad, con habitaciones inmensas, piscina y comedor (para desayunos y cenas). Para muchos lo peor que está literalmente aislado de otras formas de vida, aunque yo eso lo veo una oportunidad de estar más tranquilos y disfrutar del silencio del desierto. Creo que su mayor inconveniente está en que no permiten hacer el check-in hasta las 15:00 horas (sin excepciones), aunque esté la habitación preparada, y que sólo sirvan comidas a los socios. Aunque para ello lo mejor es acudir al comedor del Acceso a la Fortaleza de Massada, que sirven distintos platos a un precio no muy elevado.
MASADA, LIBERTAD O MUERTE
Después de informarnos en recepción de los horarios de los autobuses a Ein Gedi Spa (había uno a las 14:30 que nos interesaba), donde teníamos pensado bañarnos por la tarde, decidimos ir en primer lugar a visitar la Fortaleza de Masada. Contábamos con algo más de tres horas para ver las ruinas y comer tranquilamente antes de marcharnos a probar las saladas aguas del Mar Muerto. El Centro de Recepción de Visitantes de Masada no tiene pérdida porque se encuentra a dos minutos literalmente del hostel. Es desde allí por donde se accede tanto a pie (Snake Path, el original) como en funicular a la cima de la colina donde están las ruinas, y también donde se compran las entradas, por lo que es un paso ineludible para poder visitar a este otro miembro honorífico de la Lista del Patrimonio de la Humanidad que elabora la UNESCO.
En la taquilla nos hicimos con un ticket para cada uno que combinaba ida y vuelta con funicular + entrada a las ruinas por un precio de 49 shekels por persona. Hay precios distintos si se sube o se baja por el sendero de la serpiente (25 shekels), o se utiliza el funicular. Se pueden combinar incluso ambas opciones (ver precios y horarios actualizados). Lo más cómodo ciertamente es el funicular, aunque muchos se preparan para subir a pie desde una hora antes del alba con objeto de ver salir el Sol tras el Mar Muerto y las Montañas del Moab de Jordania. Los horarios de apertura y cierre son los siguientes:
+ Abril – Septiembre: 08:00 – 17:00 (en viernes y festivos el recinto cierra una hora antes)
+ Octubre – Marzo: 08:00 – 16:00 (en viernes y festivos el recinto cierra una hora antes)
+ Horarios funicular: 08:00 – 16:00 (en viernes y festivos el último funicular es a las 14:00 horas)
Antes de tomar el funicular accedimos a una sala que proyecta un documental de aproximadamente cinco minutos que explica la apasionante Historia de Masada y del Primer Suicidio colectivo del que tenemos información escrita.
Masada es para el Pueblo judío algo más que meras ruinas de más de dos mil años. Siempre se le ha considerado un baluarte de su resistencia y reticencia a la dominación. No obstante es el símbolo de la obstinación y del morir de pie antes que vivir arrodillado. Y es que en lo alto de esta colina se ubica una de las más importantes e inaccesibles fortalezas, a 450 metros de altura, en la que Herodes el Grande, por miedo a los ataques de sus enemigos, que venían de muchas partes (sobre todo de sus propios súbditos), planteó un enorme Palacio (aproximadamente en el 40 a.C.). Con objeto de ser refugio en épocas de guerra, mandó construir un perfecto sistema de canales y cisternas con las que estar siempre provistos de agua en un medio hostil como lo era el Desierto de Judea. Amuralló la ciudadela, levantó torreones, y también distribuyó en tres plantas su Palacio en la cara norte de la colina, aunque en el oeste levantó otro en el que disfrutaba de suculentos banquetes y recibía a sus huéspedes. Masada estaba preparada además para albergar a mil personas que verían cubiertas sus necesidades durante años en caso de asedio. Se accedía por un camino estrecho y sinuoso denominado «El sendero de la serpiente», porque serpentea en la colina para salvar los 450 metros de altura de la colina rocosa. Precisamente este sendero, que aún sobrevive y por el que suben los más aguerridos que niegan la mayor al moderno funicular, fue uno de los mayores impedimentos que tuvieron los romanos en la Primera Revuelta Judía del año 70 después de Cristo para conquistar el último reducto zelote (los zelotes eran Nacionalistas judíos) una vez destruído el Segundo Templo de Jerusalén. Sus dimensiones no eran las más adecuadas para que muchos hombres pudieran ascender y penetrar en las gruesas murallas defendidas por los irreductibles zelotes liderados por Eleazar Ben Yair. El asedio duró en torno a tres años y participaron más de diez mil hombres de Roma bajo las órdenes de Lucio Flavio Silva. Éstos ingeniarion una vasta rampa de unos 150 metros de altura que pudiera romper las defensas judías de forma irreversible. Sabían que era cuestión de tiempo, por lo que cuando los zelotes esperaban la definitiva conquista decidieron no plegarse ante los invasores llevando a cabo un Suicido colectivo.
Flavio Josefo. La Guerra de los Judíos (Libro VII, Capítulo XXVIII): «Muramos libres, y partamos de esta vida con nuestros hijos y mujeres (…) Démonos prisa, pues, y por el deseo que de gozar de nosotros tienen, dejémosles causa para que se espanten por habernos dado nosotros mismos la muerte, y memoria y ocasión de maravillarse por nuestro atrevimiento.»
Primero los hombres mataron a sus mujeres y a sus hijos. Después se sortearon qué diez hombres debían matar a todos los demás y finalmente quién acabaría con la vida de estos últimos, suicidándose para cerrar la masacre. Cuando los romanos consiguieron entrar se encontraron con un silencio que no esperaban. Novecientos sesenta cadáveres eran la muestra más clara de la obstinación a no ser sometidos. Definitivamente cayó el último bastión. Por ello, tras la creación del moderno Estado de Israel, Masada es un símbolo de unión y resistencia del Pueblo judío que ningún israelí deja de visitar.
Depués de la entretenida proyección que nos fue realmente útil para comprender el significado de Masada fuimos a parar directamente al funicular, que en tres minutos nos dejó en la cima. Éste era bastante grande, abarcando a más de veinte personas en su interior. Sobrepasamos velozmente las curvas del Sendero de la Serpiente, por el cual había gente caminando, y comenzamos a preparar bien los ojos ante las espléndidas vistas que se nos venían encima.
Una vez llegamos a la cúspide de Masada, en la cual ondeaba una bandera de Israel, lo primero que hicimos fue asomarnos al maravilloso paisaje de otro Planeta que desemboca en el Mar Muerto, el cual mostraba prácticamente toda su longitud. Porque Masada no es sólo Arqueología pura, sino que también es un balcón que contiene las mejores panorámicas de Judea.
La cumbre de Masada es una planicie con forma de rombo que cuenta con 600 metros de longitud y 300 de anchura. Sobre esta superficie se conservan restos fabulosos tanto de la época de Herodes como los monjes bizantinos que vivieron allí a partir del siglo V d.C. El ocre de los muros que han vencido a la historia es el mismo que el de las rocas de Masada y el de las montañas aledañas. Y es que la materia prima con que se levantó esta fortaleza fue la que yace en los suelos y laderas de todo lo que se puede atisbar alrededor. Es más, en la cara norte, previa a los almacenes, se encuentra una de las canteras más importantes de donde se tomó la piedra para realizar las diversas construcciones.
Fue precisamente éste nuestro sentido de la visita. Comenzamos bordeando el lado oriental dirigiéndonos al norte y después marchamos por el lado occidental hasta el sur. Ya de vuelta nos dedicamos más a las zonas interiores para salir definitivamente de la Fortaleza por el funicular. En total estuvimos un par de horas visitando el inmenso yacimiento arqueológico, aunque es probable que pueda necesitarse una más para hacerlo de una forma bastante más sosegada.
Allí arriba hacía calor. El clima en Masada es seco y sus inviernos son fríos únicamente de noche. Quienes suben a Masada en verano, lo hacen preferentemente durante las primeras horas de la mañana porque el calor puede hacer bastante mella a partir de mediodía.
La cara norte es para mi gusto la más completa de todo el yacimiento ya que cuenta con casas, almacenes, las Termas y el imponente Palacio de tres niveles de Herodes. Una vez pasada la cantera de la que se extrajo la piedra hay a la derecha una vivienda de un alto cargo. Se observa bien la distribución de las habitaciones e incluso en alguna de ellas hay parte del estuco de las paredes, sobre el cual se pintaron distintos motivos ornamentales. En Masada muchas de las construcciones tienen una línea de color negro que parece que divide a muros, paredes y puertas. Esa linea es moderna y en realidad sirve para delimitar las ruinas originales de lo que se ha restaurado en los últimos años. Dicha técnica, que impera en muchos yacimientos arqueológicos en el mundo, se llevó a cabo por primera vez en esta Fortaleza.
Los almacenes que preceden al Palacio Norte son realmente inmensos y capaces de albergar tanta comida y bebida como fuese necesario. En éstos se encontraron tinajas que guardaban vino e incluso raspas de pescado, lo que indica que nunca faltó de nada a pesar de encontrarse en un lugar tan aislado como aquel.
Más adelante nos asomamos desde el nivel superior del Palacio de Herodes, en el cual se encontraba la residencia privada. Los otros dos niveles se encuentran aferrados a la roca desafiando la gravedad. Hay caminos preparados que llevan hasta ellos aunque la grandiosidad del conjunto se aprecia más bien desde arriba. Este palacio, del que hay una completa maqueta junto al mirador, fue una magnífica obra de ingeniería, muy avanzada en aquellos tiempos, y sobre todo muy arriesgada porque da vértigo sólo mirar cómo se abraza a lo alto del precipicio.
Los Baños o Termas tienen un estado de conservación ejemplar, conservándose también el estuco de las paredes. Se entra a ellos de pocos en pocos porque no cabe demasiada gente en las pasarelas de madera instaladas para el paso de turistas. Los grupos organizados además se inmovilizan en todo el medio no dejando pasar a los demás, por lo que se suele montar una larga fila de gente esperando para entrar.
La ladera oeste comienza con los restos de una sinagoga. En ésta precisamente nos encontramos con una madrileña que ejercía de guía turística y que llevaba nada menos que treinta años viviendo en Israel. La reconocimos por el inglés que hablaba con su grupo. Nada más escuchar a esta mujer, Rebeca y yo dijimos: «Fijo que es española«. Y es que inglés pronunciado por los españoles es muy reconocible. Son señas de identidad procedentes de nuestras escuelas en la que la mayoría de los profesores controlan mucho de gramática pero no enseñan bien a hablar, que es lo que hace falta de verdad. Cuando le preguntamos que de dónde era, ella se asombró que hubiésemos sabido que era de España. Le dijimos que era por su inglés y nos contestó que lo aprendió en Australia. Los dos pensamos: «Pues ya puedes haberlo aprendido en el mismo Oxford que se parece mucho al que se habla en Carabanchel.» La mujer fue realmente amable con nosotros y dado que tenía un gran conocimiento de Arqueología nos explicó muchas curiosidades no sólo de Masada sino también de Israel. Todas esas dudas que se tienen cuando uno va y no comprende muchas cosas, nos las solucionó en un momento. Algunas de estas cosas las estoy explicando precisamente en estas crónicas.
Desde el lado occidental de la Fortaleza, donde se levantó el segundo Palacio, las montañas son verdaderas olas de piedra que parecen tener la intención de engullir las ruinas. Es por ello que este sitio no sólo gusta a los aficionados a la Historia y a la Arqueología, sino a todo aquel que se estremece con los paisajes más extremos y vertiginosos.
Había multitud de grupos que venían de excursión con el colegio o el instituto. Entre los chavales había alguno que otro que había empezado ya el servicio militar y que visitaba las ruinas con su metralleta o su fusil tan ricamente, como si nada. A ver a quien se le ocurre gastarles una broma o quitarles la novia. Es tan importante la Fortaleza para los israelíes que el Ejército obliga a jurar bandera con estas palabras: «Masada no volverá a caer».
Después de asomarnos al extremo sur de la Fortaleza y de ver más yacimientos en los cuales se sigue trabajando hoy en día, nos dimos cuenta que se nos habían pasado las dos horas previstas. Teníamos aún que bajar a almorzar y preparar la mochila para ir al Mar Muerto, por lo que tomamos el funicular en sentido bajada. Ya en el centro de recepción de visitantes de Masada aprovechamos para comer (falafel, para no variar), aunque antes nos pasamos por el hostel donde no quisieron darnos aún la habitación (si es a las tres, es a las tres). Después nos fuimos a la parada del autobús para esperar el que a las 14:30 que iba a Ein Gedi deteniéndose en el Ein Gedi Spa.
EL MAR MUERTO MIL DÍAS DESPUÉS
Diez minutos fue lo que tardó el autobús en ir de Masada Center a Ein Gedi Spa, el bien promocionado balneario en el que muchos turistas acuden a disfrutar de las saludables aguas del Mar Muerto. En Israel sólo está permitido el baño en zonas habilitadas y estas son muy limitadas, pertenecientes en su mayor parte a los Spas y a los hoteles que poco a poco han ido invadiendo la orilla, sobre todo en Ein Bokek, al sur.
El Ein Gedi Spa cuenta con instalaciones preparadas para aprovechar los beneficios para la piel de las aguas del Mar Muerto. Cuenta con piscinas interiores (con azufre) y exteriores, baños de barro, su pequeña porción de playa, masajistas (coste extra), lugares de descanso y un largo etcétera. El precio base es de 65 shekels (70 los sábados), aunque por algo más te dan toalla y te habilitan una taquilla.
Nosotros teníamos interés de ir directamente a la playa por lo que nos cambiamos rápidamente, pasando olímpicamente de piscinas y demás servicios. Como la orilla del Mar Muerto está alejada a unos 200 metros del edificio principal del balneario, habilitan un trenecito que transporta a la gente de un lado al otro. Ya digo que este es un sitio muy turístico y se nota en cosas como esta.
El trenecito nos dejó en una pasarela de madera que atraviesa todo el suelo de sal, que corta como el cristal si no se va con cuidado. Ya en la orilla vimos que tenían habilitada una zona para los baños, extremadamente pequeña para mi gusto y con menos libertad de movimientos que los que disfrutamos en Jordania años antes. Incluso había un socorrista corroborando que nadie se pasase de la línea que habían marcado. Allí mismo tenían duchas y sillas de plástico en las que sentarse cuando no se esté en el agua, ya que uno en el mar muerto no puede bañarse como en una playa normal o una piscina cualquiera. Son las cosas que tiene que el agua tenga diez veces más sal que cualquier mar, que hay que tomárselo con calma y racionar los baños, sobe todo al principio.
Antes de meternos en el agua me vino a la mente aquella primera vez en el Mar Muerto de 2006, en pleno mes de julio. Aún recuerdo muy bien cómo lo viví:
«Describir la sensación es algo complicado, pero yo siempre digo que me sentí como un mosquito cuando cae al agua. Seguro que alguna vez habéis probado echar aceite en un vaso de agua. Ocurre, que al tener el agua más densidad que el aceite, éste último se queda flotando en la superficie. Lo mismo ocurrió con nosotros cuando nos zambullimos en las aguas del Mar Muerto.» Capítulo 13 del Diario del Viaje a Oriente Medio y los Balcanes.
También recordé los picores que nos dieron a los cinco, pero iba con la lección aprendida de que los baños deben ser espaciados y cortos al principio. La primera vez estar unos minutos, ir a la ducha, después entrar otra vez, volver a la ducha, y así sucesivamente. Estar en el agua durante tiempos prolongados no tiene un efecto positivo y provoca que los picores sean aún más fuertes. Ni que decir tiene que el día que se vaya al Mar Muerto hay que evitar ir recién afeitado o depilado porque notará las consecuencias. Y si se lleva una buena herida, lo mismo digo.
Sin más dilación Rebeca y yo caminamos por el agua hasta que nos cubrió cerca de la cintura. Y entonces nos dejamos caer hacia atrás para convertirnos en simples mosquitos incapaces de hundir nuestros cuerpos. El agua nos empujaba hacia arriba por su excesiva salinidad permitiéndonos permanecer inmóviles boca arriba o hacer posturas imposibles en cualquier otro mar.
De cada diez litros del Mar Muerto hay tres kilos y medio de sal que se debe al clima seco y caluroso de la zona, ya que la evaporación es mayor. Gracias a esa gran cantidad de sales y minerales los cuerpos flotan y la posibilidad de vida acuática es nula salvo para pequeñas bacterias resistentes a estas condiciones. Son bien conocidas las propiedades y beneficios de estas agua, que alivian y previenen numerosas enfermedades de la piel, reumáticas e incluso respiratorias. Sus efectos son realmente positivos, y por ello proliferan aquí los balnearios y la creación de múltiples productos cosméticos con los que proteger la piel. El fortalecimiento del organismo y la revitalización de los tejidos hace que hayas gente de todo el mundo que acude al Mar Muerto al menos una vez al año para hacerse un tratamiento rejuvenecedor lo más natural posible.
Aunque la mayoría de las personas que vienen aquí son como Rebeca y como yo, experimentadores natos de sensaciones y experiencias únicas como esta. Leer un periódico o un libro tranquilamente, hacerse una bola, esparramarse con el pecho en el agua y no hundirse son sensaciones divertidas que hacen que valga la pena llegar hasta este lugar, que por cierto es el punto más bajo de todo el Planeta. Cuatrocientos metros por debajo del nivel del mar.
En esta ocasión, por fortuna, no sentí los picores del pasado. Debe ser que el cuerpo ya quedó inmune de la otra vez. De una forma u otra reconozco que los dos lo pasamos muy bien haciendo el tonto, tomando fotografías del uno y del otro, riéndonos de los turistas japoneses que se metían hasta con calcetines y disfrutando en sí de un paraje inimitable como aquel. De fondo las montañas jordanas y detrás, las rocosas colinas de Judea, y los dos jugando como niños.
El problema fue después que no pasaba ningún autobús en dirección Masada. Los que lo hacían iban en sentido contrario, a Jerusalén. Y nadie fue capaz de informarnos de cuándo pasaría el nuestro, por lo que estuvimos bastante tiempo en una parada solitaria. En pleno desierto, diría yo. Se nos hizo de noche y ahí no pasó autobús alguno en casi una hora. De repente una furgoneta blanca con los cristales tintados se detuvo a nuestro lado. De ella se bajó un hombre que nos preguntó dónde queríamos ir. Cuando le dijimos que a Masada nos ofreció llevarnos por 150 shekels. Al final le dije que la mitad porque no teníamos ningún problema en seguir esperando. La cosa se quedó en 80 y aceptamos. La verdad que subirse a un coche de un desconocido por la noche no es algo que haga todos los días, pero era nuestra salida. A Rebeca no le hizo ni puñetera gracia, pero el temor se le fue al instante cuando vimos que en el interior del vehículo había un matrimonio extranjero que sobrepasaba los 70 años. Al parecer el personaje también les había recogido de a saber dónde y quedó en llevarles a Ein Bokek. Las luces que teníamos dentro eran fucsias. Más que una furgoneta parecía un prostíbulo con ruedas.
Finalmente nos dejó a las puertas del hostel aunque también recogió a otra pareja, a la que aseguró llevar mucho más lejos. Allí dejamos a los viejecitos con cara de no saber dónde se habían metido. Menudo negocio tenía montado el hombre aquel.
Ya en el hostel estuvimos tranquilamente en nuestra habitación con balcón desde donde se escuchaba tan sólo el silencio y el viento. Cenamos allí mismo y vimos una película en inglés que hacía siglos no echaban en la televisión, Robocop. Antes de dormir nos asomamos una última vez a la terraza y estuvimos contemplando las luces de Jordania, otro mundo a dos pasos. En esta ocasión me había tocado estar al otro lado…
Si todo iba bien al día siguiente nos iríamos a Hebrón, una de las ciudades palestinas más importantes tanto por su historia antigua como por su historia actual, duro reflejo de la situación actual de desencuentro entre el Estado israelí y los Territorios Palestinos.
* Puedes ver una Selección de fotos de este capítulo. * Mi máxima solidaridad con las víctimas del Terremoto de Haití. Realmente es una catástrofe donde lo peor está por llegar. Si alguien quiere ayudar con cualquier cantidad, por muy pequeña que sea, dejo un enlace a la página de la Cruz Roja donde se pueden hacer donativos.
5 Respuestas a “Crónicas de Tierra Santa (4): Masada y el Mar Muerto”
Cada vez me parece más impresionante el curro que hay en tu página; el nuevo Rincón es impresionante, sobresaliente … Y los cambios que vas haciendo día a día, está claro que a los lectores, nos parecen estupendos. Como siempre digo, sigue así; es muy difícil llegar a lo más alto, pero creo que aún lo es más, continuar ahí …
Si te digo que yo fui un 25 de junio con una ola de calor en Israel…te puedes imaginar el calor hacía allí arriba. Yo me derretía.
A mi me pareció increíble el sistema que se ingeniaron para abastecerse de agua en esas condiciones. La maqueta que tienen para derramar el agua y ver cómo circula el agua es impresionante.
Un saludo.
Hola Sele,
Lo primero, no me olvido de los cambios que has introducido en la página. Creo que actualizar , mejorar en lo posible e incluir nuevas posibilidades en la página, es positivo . A mí , como que me gustaban más los colores de antes, pero ya me voy acostumbrando a los nuevos.
Me ha gustado la visita a Masada, sobre todo por la historia que hay detrás de esas ruinas.
Lo de flotar en el agua con las chanclas puestas, éso tengo que probarlo yo!!
Un beso.
OTRO CAPÍTULO SENSACIONAL!
Tiene que ser tan chulo poder flotar en el mar Muerto! Uf Sele, qué ganas de ir para allá, eh! jeje!
Pobre Rebeca, a mi también me hubiera dado bastante «yuyu» meterme en una furgoneta de alguien desconocido en plena noche y pleno desierto… jeje!
Voy a seguir, que esta tarde estoy tranquilo en casa xD
[…] dorados del Gran Cañón del Colorado, por otro la forma caprichosa de las montañas que miran al Mar Muerto e incluso algún que otro áspero escenario del Death Valley californiano. Pero a su vez […]