Crónicas de Tierra Santa (1): Esto empieza…a pesar de los controladores
4 de diciembre: RAZONES POR LAS QUE ODIAR A LOS CONTROLADORES AÉREOS
Un titular duro, seco y al pié. Esta vez el balón lo pongo en el tejado de a quienes juzgo como responsables de que el viaje a Tierra Santa no comenzara de la mejor manera. Los Controladores aéreos españoles que se ocupan de «controlar», valga la redundancia, los movimientos de los aviones en tierra y aire que pasan por nuestro territorio, son esos privilegiados seres de los que todo el mundo habla pero que nadie conoce. Yo diría que son entes escondidos en búnkeres a cien metros bajo tierra, con carnets de identidad falsos, que cuando salen a la calle cuentan a sus amigos que son camareros, oficinistas, electricistas o fontaneros. Todo menos controladores aéreos. El único momento en el que se quitan el disfraz es cuando miran cómo su cuenta bancaria se incrementa 350.000 euros cada año. Estamos hablando de 75 millones de las antiguas pesetas. Los españoles son con diferencia los que más cobran de todo el mundo por ejercer la profesión de controlador. Mucho más que un inglés, un estadounidense, un japonés, un francés. Ninguna nacionalidad es tan dichosa con ellos como la nuestra.
Y con todo y con eso los controladores aéreos se quejan. Lo hacen por stress, porque quieren cobrar más, porque les piden hacer horas extras. Así que cuando alguien desoye sus peticiones o amenaza con turbar sus divinos privilegios se enfadan y se ausentan del trabajo con dudosas justificaciones. Saben que si faltan dos a sus puestos los aeropuertos se colapsan y los retrasos hacen mella a la patronal y a los pasajeros. El recurso de la huelga encubierta está a la orden del día, sobre todo cuando se acercan los días festivos y esas fechas señaladas en la que podemos permitirnos viajar, en los que rompemos la hucha y nos dejamos caer a cualquier lugar del mundo. Pero eso no importa a un duro y recio controlador aéreo. Su beneficio personal está por encima de los problemas, necesidades y sueños de los demás. Sus quejas las pagan con esa señora que va a ver a la hija que trabaja fuera, con esa familia que va a abandonar su rutina para marcharse juntos unos pocos días, con ese inmigrante que vuelve a casa por Navidad… Nada importa. Nadie importa.
La amenaza velada de huelga encubierta que revoloteaba en el ambiente la semana previa del viaje nos hizo sospechar que nuestro vuelo con Alitalia a Tel Aviv con escala de dos horas en Roma podía tener problemas. Aún así confiamos en la buena voluntad y en la buena suerte de que llegáramos a tiempo a nuestro destino. El avión de Madrid Barajas estaba en hora, es más parecía que íbamos a salir puntuales. Rebeca y yo estábamos felices de comenzar nuestras vacaciones. La gente estaba feliz de pasar el Puente de la Constitución en Roma, en Israel, en Brasil, en China… Los había para todos los destinos habidos y por haber. Pero cuando la voz del capitán sonó en megafonía para anunciar que los controladores aéreos no les daban pista para el despegue comenzaron los nervios. Al rato dijo que no habría noticias en los próximos noventa minutos, y que al haber embarcado no podíamos marcharnos del avión. Hora y media sin saber nada! Casi lo que dura el trayecto a Roma sentados en los incómodos y verdes asientos de Alitalia temiéndonos lo peor, que no llegábamos al vuelo de las diez de la noche a Tel Aviv. Al final la gracia antes de despegar duró dos horas y veinte minutos.
Cuando llegamos al Aeropuerto de Roma Fiumicino nos dio la impresión de que el vuelo Roma-Tel Aviv iba con retraso, pero nuestro gozo cayó en un pozo después de ir corriendo de las Puertas A a la H y comprobar que definitivamente nos quedábamos en tierra esa noche. Y todo gracias a los Controladores Aéreos y a sus 350.000 euros al año.
En un mostrador del aeropuerto conseguimos que atendieran nuestro caso, junto a muchos otros que habían perdido sus conexiones, y nos dieron billetes a Tel Aviv para las 10:30 de la mañana del día siguiente y un hotel para esa noche donde poder cenar y descansar. Con nosotros iba un aliado húngaro cuyo nombre no recuerdo que también marchaba a Israel. Perdimos un día de viaje, nuestra llegada a Tierra Santa se veía pospuesta durante una horas. Esto afectaba a nuestros planes que tuvimos que tocar para solventar dicha pérdida. Contábamos con un día comodín durante el viaje (el miércoles) donde no había nada previsto. Corta y pega de aquí y de allá. No podíamos ponernos a llorar y sí actuar para que esto no nos afectara para nada.
Quien nos iba a decir a nosotros que la primera noche de viaje la íbamos a pasar en Roma. Hacía tan sólo tres semanas que habíamos estado en la Ciudad Eterna. Pero habíamos sustituido la Fontana de Trevi por un hotel de las afueras de Fiumincino. No era lo mismo. Jerusalén debía esperar…otra vez. Al menos un día más.
5 de diciembre: AL FÍN PISAMOS TIERRA SANTA
Un autocar-lanzadera nos sacó del hotel de Roma para ir hasta el Aeropuerto de Fiumicino. Hora prevista de salida: las 10:30. Hora real de salida: las 11:30. Sea como fuere la puntualidad de los vuelos, aunque todo el mundo esté sentado y con los cinturones abrochados, es una quimera. La duración de nuestro vuelo que atravesó el Mediterráneo por Italia, Grecia y Chipre fue de apenas tres horas. Al parecer teníamos el viento a favor. Cuando en cambio golpea de cara el tiempo de duración aumenta fácilmente en treinta minutos.
El capitán anunció el inminente aterrizaje. De pronto sobrevolamos una playa secundada por numerosos edificios altos en los que prima el color blanco. Tel Aviv se desplegó ante nosotros y con ella un páramo llano donde estaban las pistas del gigantesco Aeropuerto Ben Gurion, el principal del país. Eran las tres y media de la tarde (en Israel hay una hora más que en España) y el Sol ya comenzaba a esconderse en el mar. De hecho en invierno es de noche antes de las cinco. Para compensar las horas de luz, amanece más temprano, razón por la cual nuestros planes pasaban por madrugar y así aprovechar más los días.
Para ir a la recogida de equipajes pasamos por dos controles, el primero en el que nos sellaron los pasaportes y nos preguntaron los motivos de nuestro viaje a Israel, y el segundo en el que nos realizaron cuestiones más a fondo del tipo: ¿De qué os conocéis?, ¿Desde cuándo salís juntos?, ¿Qué váis a hacer en Israel?, ¿Tenéis amigos aquí?, ¿Váis a estar juntos todo el tiempo durante el viaje? Este es el procedimiento más normal, e incluso corto por lo que tengo entendido después de escuchar otras experiencias de «entrada y salida» del país. En Israel la sombra de la amenaza terrorista es muy alargada y después de décadas sangrientas las medidas de seguridad son extremas. Y ciertamente en los últimos años se ha notado un descenso muy profundo de los atentados, cosa que celebro. Aunque sea a costa de preguntas personales, de ser muy insistentes y de tener un control de metales en cada esquina. La seguridad tiene un precio.
NOTA IMPORTANTE SOBRE LO QUE SUPONE TENER UN SELLO ISRAELÍ EN EL PASAPORTE
Numerosos países musulmanes no reconocen a Israel como Estado y por ello además tratan de llevar a cabo lo que muchos han definido como «boicot al sionismo». Eso implica que un sello o un visado de Israel en un pasaporte es motivo suficiente para denegar la entrada al país en cuestión. Actualmente esto ocurre con Siria, Líbano, Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Kuwait, Libia, Pakistán, Yemen y Sudán.
Las autoridades israelíes, conscientes de este problema, permiten estampar el sello en un papel aparte para no tener marcado el pasaporte y no crear inconvenientes a los viajeros que después quieran utilizar este documento para entrar a estos países árabes. Hay que pedirlo expresamente y suelen aceptarlo en la mayoría de las ocasiones, aunque puede ocurrir que el policía de frontera de turno haga caso omiso y ponga el sello en una de las hojas del pasaporte. Ahí sólo cabe hacerse un pasaporte nuevo y limpio de sellos.
La cosa se enrevesa si la entrada o salida de Israel es terrestre con Jordania o Egipto. Los guardias israelíes pueden sellarte en un papel aparte pero siempre vendrá reflejada la salida de estos dos países desde los respectivos puestos fronterizos que comunican con Israel (Taba en Egipto y Allenby Bridge, Hussein Bridge o Wadi Arava en Jordania). Esa será interpretada como una señal inequívoca de que se ha estado en Israel, por lo que la entrada denegada está asegurada.
Si en un mismo viaje se tiene previsto visitar los países musulmanes que boicotean los sellos israelíes lo más adecuado es dejar a Israel para el final.
TRANSPORTE DEL AEROPUERTO BEN GURION A JERUSALÉN
Tras recoger el equipaje y hacernos con shekels (Pincha aquí para ver el cambio actual con otras monedas) en el mismo aeropuerto nos buscamos la manera de llegar a Jerusalén. Hay varias formas de hacerlo:
+ Autobuses de Egged núms 405, 423, 945 y 947. Invierten para llegar a Jerusalén (Central Bus Station de Jaffa Road) en torno a 60-80 minutos en función del tráfico. Se pagan a bordo. No funcionan en Sabath.
+ Tren (pero no directo): El Aeropuerto cuenta con su propia Estación de trenes. Una opción de llegar a Jerusalén por esta vía pasa por ir desde aquí a Tel Aviv Railway Station y después tomar otro tren que ya sí que deja en la Estación Sur de Trenes de la capital israelí. Los servicios en sabath se ven disminuídos drásticamente.
+ Sheruts: Estos taxis compartidos son una opción económica de llegar directamente no sólo a Jersusalén sino también al lugar donde se dispone el alojamiento en el caso de estar en el área de la ciudad vieja y alrededores. Están a la salida y arrancan cuando se llenan. El coste aproximado por persona para un trayecto a Jerusalén es de 50 shekels (9€ al cambio en diciembre de 2009). Funcionan en sabath.
+ Taxis privados: El transporte más costoso aunque sí el más rápido. La carrera se negocia directamente con el conductor. Funcionan en sabath.
Tratándose de sabath no tuvimos ninguna duda de subirnos a uno de los varios sheruts que había a la salida del Aeropuerto. Cuando ya estábamos en uno de ellos a punto de salir nos dimos cuenta de que Rebeca llevaba su maleta pero no su mochila de mano, por lo que después de unos instantes un tanto tensos, ya que tenía cámara, móvil y muchas más cosas importantes, fuimos a buscarla al interior del aeropuerto. Al final la mochila se había quedado olvidada en un cuarto de baño. Me imagino la cara del policía al encontrarse una mochila abandonada. Poco debió faltar para que llamaran a los de los explosivos. En un país tan sensibilizado con la amenaza terrorista cualquier despiste puede ser motivo de alarma.
Finalmente tomamos el siguiente sherut. Ya se había hecho totalmente de noche. Todos los ocupantes éramos extranjeros, aunque sólo nosotros dos éramos los primerizos en Israel. La autopista de Tel Aviv a Jerusalén es bastante buena, lo que hizo que los 50 kilómetros de distancia la cubriéramos en un santiamén. Las infraestructuras israelíes son sobresalientes en todos los sentidos y eso es algo que se nota a la legua. Durante los primeros minutos era complicado asimilar que estábamos en Oriente Medio cuando ya había conocido todos los países con los que limita Israel. Era algo totalmente distinto, al menos hasta llegar a Jerusalén donde la magia puramente oriental compondría definitivamente el escenario habitual.
El conductor fue dejando uno por uno en su hotel respectivo. Desde las ventanillas del sherut ya vimos a los clásicos judíos ortodoxos de traje, sombrero negro y barba larga. Cuando se adentró a la zona del Monte de los Olivos y penetró un poco más en Jerusalén Este, en la rotonda de Ras al Amud, nos advirtió que los siguientes en bajar éramos nosotros. No había hablado durante todo el trayecto pero justo al final se arrancó y charló con nosotros en un castellano muy limitado pero que se comprendía perfectamente. El hombre era sefardí (Los Sefardíes son los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España en la época de los Reyes Católicos) y gracias a sus abuelos, que hablaban ladino (lengua que deriva del castellano de finales del Siglo XV) podía chapurrear un poco y entender parte de lo que nosotros le decíamos. Las comunidades judías más importantes de Israel son las sefardíes y las askenazíes, estas últimas aglutinan a los procedentes de países de Europa Central y Oriental (Alemania, Polonia, Rusia, Ucrania, etc…). Pero sorprendentemente son muchos los que sus antepasados provienen de los españoles expulsados por el edicto de los Reyes Católicos de 1492 y que tuvieron que buscar la vida en otros países. Estoy deseando poder escuchar hablar a alguien en ladino. Sería como leer la Celestina en voz alta.
VISTAS QUE QUITAN EN ALIENTO EN LA HABITACIÓN 514
Nos esperaban en el Jerusalem Panorama Hotel. En la recepción había dos personas a quienes no tuvimos que decir ni quienes éramos. Parecía que no hubiera demasiados clientes en el hotel ya que el hall estaba totalmente vacío. Con mucha simpatía y buen humor nos comentaron que nos habían dado la mejor habitación del hotel, la 514, ya que según ellos disponía de las mejores vistas. Eso era precisamente lo que estaba buscando y esa referencia fue la que me llevó a reservar ese hotel y no otro. Ras al-Amud, que es el barrio donde está el Jerusalem Panorama Hotel, se encuentra situado en lo alto de una colina junto al Monte de los Olivos y por encima del Valle de Kidrón. De frente la Ciudad Vieja amurallada. Pertenece al área de Jerusalén Este, es decir, al lado árabe. De hecho uno de los mayores desencuentros entre israelíes y palestinos se encuentra en este punto, ya que es el área oriental de la ciudad la que aspiran estos últimos para tener la capital de su soñado Estado. Estuvo bajo administración árabe hasta 1967 cuando Jordania se hizo con ella en 1948. Pero tras la guerra de los Seis días pasó a formar parte de Israel de forma irrevocable. Y así sigue hasta ahora, aunque es completamente diferente a lo que se ve tanto en el lado oeste, judío en su práctica totalidad. Comercios palestinos, autobuses palestinos, infinidad de mezquitas, carteles en árabe y casas apiñadas y de apariencia menos arreglada que las judías. Realmente Jerusalén Este es otro universo.
La habitación 514 era un cuarto muy sencillo y frugal. No había parafernalia decorativa alguna ni representaba al lujo oriental en absoluto. Pero contaba con dos ventanales que albergaban el mejor tesoro del hotel. Juntos, Rebeca y yo corrimos la cortina y alzamos la mirada a la vez ante una iluminada Ciudad Vieja rodeada de murallas. De todos los edificios de piedra de Jerusalén sobresalían los ubicados en el Monte del Templo como eran la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al Aqsa. En ese momento pensé que toda espera, que todo contratiempo, que todo retraso…valió la pena. Sólo por ese instante en el que presencié por primera vez aquel panorama sentí que había cumplido otro sueño, que no había ni nada di nadie que pudiese quitarme esa imagen de la cabeza. La cúpula negra de Al Aqsa y la cúpula dorada de la Roca formaban una de las más hermosas siluetas que jamás he presenciado. Únicamente la luz del día colocaría todas las fichas en su lugar para poder contemplar con mayor nitidez la ciudad más tristemente hermosa del mundo. Y tan antigua que allí el tiempo no se mide en años, se mide en milenios.
DEMASIADO PESO DE LA HISTORIA PARA UNA SOLA CIUDAD
Puede que haya ciudades más antiguas que esta, aunque sean muy pocas. Pero en lo que a Historia se refiere, Jerusalén bate todos los records habidos y por haber. Durante miles de años ha vivido un sinfín de capítulos que han marcado el devenir de varias Civilizaciones y Pueblos. Los Jebuseos ya la habitaban hace cuatro mil años e incluso se han recuperado cartas enviadas al Faraón egipcio Akhenatón (El primer monoteísta reconocido, que adoraba al Dios Atón y estableció la capital en Tel el Amarna) pidiendo ayuda ante incursiones enemigas. Doce siglos antes del nacimiento de Cristo los Jebuseos impidieron la entrada de los israelitas (con Josué a la cabeza) a su Ciudad Estado, Yebus, que era como se le conocía a la actual Jerusalén. Tuvieron que pasar doscientos años más antes de que los propios israelitas establecieran allí su capital después de conquistarla para su pueblo el Rey David (nacido en Belén), quien según la Biblia ya había acabado con la vida del gigante Goliat tiempo atrás. La ciudad pasó a llamarse Yerrushalayim, que etimológicamente viene a ser según las distintas hipótesis algo así como «Casa de la Paz» o «Ciudad de Paz». Nunca un lugar ha hecho menos honor a su nombre.
El propio David trajo el Arca de la Alianza, que contenía las Tablas de la Ley, a Jerusalén, pero fue su hijo Salomón el que se ocupó de construir un Templo con objeto de custodiarlas en el Sancta Sanctorum. El Primer Templo, levantado sobre el Monte Moria (actual Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas) en el Siglo X a.C. estuvo en pie quinientos años más (586 a.C.) hasta que el Rey Nabucodonosor II de Babilonia lo mandó destruir, llevando además al exilio a la población del Reino de Judá (la unión de las 12 tribus de Israel se había roto antes). Tuvo que ser el gobernador persa de Jerusalén, Ciro el Grande, el que permitiera volver a los ciudadanos de Judá (conocidos ya como judíos) a la que había sido su casa en los últimos siglos (538 a.C). No tardan en levantar un Segundo Templo (518 a.C), aunque ya sin el Arca de la Alianza, desaparecida, así como otros objetos sagrados que para los judíos certificaban la unión entre Dios y su Pueblo.
Durante los siglos siguientes hay una serie de idas y venidas, de guerras y de proclamaciones, que sacan a escena a Alejandro Magno (332 a.C), a su General Tolomeo y a los seleúcidas (descendientes de Seleuco, otro general de Alejandro), que profanan el Templo modificando su función original para adorar al Dios Zeus. Los macabeos, considerados héroes y libertadores nacionales por los judíos, vencen a los seleúcidas (164 a.C) devolviendo al Segundo Templo a su Pueblo. Este hecho se conmemora todos los años en la Fiesta de las Luces, la célebre Hanukkah (Janucá en castellano) que recuerda que cuando los macabeos retornan al templo y se encuentran con la menorá (candelabro de 7 brazos), la encienden con una cantidad de aceite tan pequeña que valía única para un día pero que permaneció milagrosamente encendida durante ocho días seguidos.
El Imperio romano anexiona el Reino de Judá a sus designios en el 63 a.C cuando toman la ciudad de Jerusalén. Herodes I el Grande es nombrado Rey por Roma y se encarga de aumentar la extensión del Templo y de promover la reconstrucción de la ciudad, abatida por los últimos siglos de conflictos. Herodes es judío practicante pero su condición de extranjero (Palestino, hijo de un idumeo y de una nabatea), su amistad con la invasora Roma y sus despiadadas maneras (mandó matar a la antigua Dinastía reinante, acabó con la vida de su mujer y llevó a cabo la Mantanza de los Inocentes, niños menores de dos años nacidos en Belén, después de que fuera profetizado el nacimiento allí del Mesías, y por tanto, Rey de los Judíos) le llevan a ser un Rey extremadamente odiado.
Durante esos años tiene lugar la «vida y milagros» de Jesús de Nazaret hasta que con 33 años es arrestado, juzgado y crucificado en lo alto del Monte Gólgota de Jerusalén. Nace, por tanto, el cristianismo, que admite a Jesucristo como el Mesías que iba a redimir al mundo según la Biblia. Su palabra es transmitida con énfasis por sus seguidores, generándose un movimiento cada vez más influyente. A partir de este momento la vida de la ciudad vuelve a dar un nuevo giro hacia el desastre. Y es que desde los tiempos de Jesús es conquistada once veces y arrasada por completo en cinco ocasiones.
El el año 66 d.C se produce la Primera Revuelta de la Guerra Judía contra el Imperio Romano, pero el Emperador Tito responde drásticamente destruyendo Jerusalén y dejando el Segundo Templo en Ruinas (el Muro de las Lamentaciones son restos conservados de éste). Siete décadas después (Segunda Revuelta) es Adriano el que convierte la ciudad en cenizas para levantar Aelia Capitolina y prohibir la entrada a ella de los judíos. Muy propio de este Emperador fue evitar posibles «peregrinajes» a los lugares santos de otras religiones, por lo que edifica templos paganos para evitar esta clase de visitas. En parte gracias a eso se identifican posteriormente muchos de estos lugares, afortunadamente, ya que de otra manera hubieran quedado escondidos en el olvido.
El cristianismo se convierte en la Religión Oficial del Imperio Romano en tiempos de Constantino (313 d.C). Su madre, Elena, viaja a Tierra Santa desde Bizancio, para conocer Jerusalén y en su estancia se descubre el Santo Sepulcro donde Jesús fue enterrado según la tradición y tres cruces enterradas en lo que debía ser el Gólgota. Históricamente hay muchas teorías al respecto, pero sea como fuere, este se convirtió en el lugar más sagrado de la Cristiandad, motivo de lucha constante.
Después de tres siglos de dominio cristiano fue destruida por los persas (614 d.C.) y conquistada por el Califa Omar treinta y tres años después. Comienza en ese momento un largo período musulmán aunque con varias dinastías como los omeyas, los abasíes o los selyúcidas. Es el califato omeya precisamente el que levanta sobre la explanada del Monte Moria, donde en su día estuvo el Primer y el Segundo Templo de los judíos, un Santuario sobre la Roca sobre la que Mahoma ascendió a los cielos en su viaje de una noche a Jerusalén (para el judaísmo marca el lugar del sacrificio de Abraham a Isaac que un enviado divino evitó en el último momento) conocido como «La Cúpula de la Roca», que aún sigue dominando la ciudad. A unos metros más alejado se levanta la Mezquita de Al Aqsa. Para el Islam aquí se encuentra el tercer lugar más sagrado de su religión, sólo después de La Meca y Medina. Y también el más controvertido, por la importancia que tiene para judíos y musulmanes. Y es que la Explanada de las Mezquitas sigue dando mucho que hablar en pleno siglo XXI.
En el año 1099 los Primeros Cruzados tomaron Jerusalén con objeto de proteger al Santo Sepulcro y otros Lugares Santos del radicalismo selyúcida que impedía el paso de los Peregrinos cristianos, aunque ciertamente detrás había un grandísimo interés del Papado que sobrepasaba los meros intereses religiosos. Los caballeros cristianos se establecieron en el Monte del Templo (este fue el origen de los «Templarios») hasta 1187 cuando regresó el Islam de la mano de Saladino, quien pareció ser más tolerante permitiendo la convivencia con los cristianos y el regreso de los judíos que así lo deseasen.
Con los ayyubíes y mamelucos comenzó una decadencia que parecía hacer dormir a Jerusalén en el tiempo. Los otomanos de Turquía, de la mano del Emperador Suleyman el Grande (también llamado Solimán el Magnífico) hicieron a la ciudad parte de su Imperio, levantando las murallas que aún la rodean (1537-1541). Jerusalén permaneció varios siglos durante la sombra turca hasta su inevitable decadencia. El 1917 en el marco de la I Guerra Mundial los británicos que estaban en Egipto entraron casi sin resistencia a Jerusalén y la hicieron capital de su Mandato (Palestina y Transjordania, la actual Jordania). En la ciudad vivían mayoritariamente árabes palestinos, pero con el comienzo de los movimientos sionistas que soñaban con el regreso del Pueblo Judío a la Tierra prometida tras su diáspora.
Después de la II Guerra Mundial y del Holocausto judío, las Naciones Unidas alentaron los deseos del sionismo de la creación de un Estado Judío. En 1948 nace Israel con una resolución de que dividía el territorio dos Estados. Para los judíos correspondía un 53% y para los árabes palestinos, que ya residían allí (y que conformaban el 70% de la población), el resto, algo menos de la mitad.Esta decisión nunca fue aceptada por el Pueblo palestino que se vería absolutamente agraviado. Jerusalén quedaría dividida en Oeste (israelí) y Este (jordano). La Legión Árabe de Jordania disponía además de la Ciudad Vieja. Entre medias una línea verde pasto para los tanques y las alambradas. Pero este armisticio fue suspendido en 1967 durante la Guerra de los Seis días cuando Israel invade unilateralmente el Este de Jerusalén, de población unánimamente árabe palestina. En ese tiempo se anexiona Cisjordania, Gaza, el Sinaí (Egipto) y los Altos del Golán (Siria).
Jerusalén, castigada durante las décadas siguientes por Intifadas y atentados multitudinarios, permanece actualmente bajo el mandato israelí. Separada de Cisjordania (gobernada por la Autoridad Nacional Palestina) por kilómetros de un Muro declarado ilegal por el Tribunal de Justicia de la Haya atrae las pasiones religiosas y nacionalistas de dos posiciones enraizadas que ven muy difícil una situación política. Si etimológicamente su nombre significa Ciudad de Paz, la ironía verdaderamente se ha reído del destino.
NOCHE FRÍA EN JERUSALÉN ESTE
Bajamos un rato a cenar algo a la calle. Nos abrigamos bien porque las noches de invierno en Jerusalén son gélidas. El viento golpeaba fuerte los toldos de las tiendas, aunque eso no fue óbice para que no hubiera trasiego de gente gente. Finalmente escogimos un pequeñísimo bar en el que pedimos dos shawarmas (nombre árabe de los Döner Kebabs) que parecían brazos de gitano. Eran tan grandes y tan llenos de todo (llevaba dentro hasta patatas fritas) que no pudimos ni terminárnoslos. Y eso que para mí fue el mejor SHAWARMA que me he comido en mi vida. Cuando estábamos sentados en la barra entró un niño con la bufanda del Real Madrid cubriendo su cuello. Y otro le dijo algo así como Barça, Barça. Descubrí entonces que allí la afición al fútbol y, sobre todo, a los dos clubes con más rivalidad de la Liga española, es superlativa. Como en Israel y sobre todo Palestina, nunca he visto tantas banderas, banderolas, bufandas y camisetas del Madrid y el Barcelona. No se pierden ni un solo partido.
La noche se cerró cada vez más y nos llevó a la habitación 514 donde velaríamos armas antes de llevar a cabo la Toma de Jerusalén. En la madrugada, a eso de las cuatro y media, sonaron con fuerza las llamadas a la oración desde los minaretes que teníamos más próximos. Se apreciaban incluso los cánticos desde Al Aqsa, los cuales iluminaron melodiosamente un cielo estrellado a punto de ser capturado por el Sol del Este. Creo que los cantos de las mezquitas conforman la más hermosa Banda Sonora Original de un viaje. Por mucho que los escuche sigo emocionándome con ellos como la primera vez.
* Puedes ver el Álbum correspondiente a este capítulo pinchando aquí.
9 Respuestas a “Crónicas de Tierra Santa (1): Esto empieza…a pesar de los controladores”
Mereció la pena el imprevisto, tuvo que ser muy emocionate la llamada de los Muecines.
Saludos
M.Eugenia
Buenas Sele,
Me alegro mucho que al final te hayas quitado esa espinita que tenias desde 2006. Ya hable contigo ayer por telefono, pero tenemos que quedar para ponernos al dia de nuestras respectivas aventuras, ok??
Cuidate y nos vemos.
Desde luego Sele, eres único. Te gusta la Historia y se nota, menuda lección nos has dejado. No hay país en el mundo que tenga una Historia tan apasionante como la de ese pequeño pedazo de Tierra. Confiemos en que lo antes posible se cierre el triste capítulo que se está viviendo.
En cuanto a las fotos, debió ser una gozada alojarse en un lugar tan privilegiado. Si alguna vez vuelvo a Jerusalén, ya sé donde reservar habitación.
Besos
M.Teresa
Me uno al comentario anterior de M. Teresa. Ya estoy al fin en casa, instalado, ubicado de nuevo tras el gran viaje, y no he podido evitar ponerme a recuperar el tiempo perdido con los relatos de los mochilines, de yadnakis y el tuyo.
Es un lujo poder contar con unos relatos que, además de bien relatados y que te introducen en el viaje con vosotros, tengan una contextualizacón histórica tan excepcional. Son verdaderos documentales.
Para un apasionado a la historia como yo es un placer poder leerte.
Un abrazo muy grande compañero
Isaac
Después del cautivador relato sobre tu viaje a Africa, ya vuelvo a estar de nuevo engachado a tus relatos…ahora ISRAEL Y PALESTINA…..ya tengo ganas de más…que sigas!!!!!
Hola Sele,
Menuda faena perder el vuelo de Tel Aviv, con las ganas que tenías tú de pisar suelo israelí, pero como tú dices una vez que te pasa hay que ser prácticos, no queda otra.
Siempre me gustan los apuntes históricos que introduces en tus relatos y con Jerusalen te has superado .
Un beso.
Con estas vivencias merece la pena un mal trago, al que, por otra parte nos tienen acostumbrados las CIAS aéreas, controladores, y todo lo que rodea.
Imagina al estres que estoy sometido con mi silla de ruedas, cuando me la rompieron y perdieron en aeropuertos argentinos… en fin, que serían nuestros viajes sin estas anécdotas que dan chispa a nuestras vivencias.
Coincido con Eugenia, tuvo que ser espectacular la llamada a la oración de los muecines.
Felices Viajes en 2010.
Abrazos
Felicitaciones Sele por tan didáctico relato, no puedo creer que estabas en el mismo hotel que yo. Yo estuve en Agosto pasado, la vista panorámica espectacular, pero no puedo decir lo mismo por el servicio.
Saludos
[…] Puedes paralizar el tráfico y mejor dicho, sería una locura. Eso ya lo había leído en una de las crónicas de Sele sobre Tierra Santa, pero no habíamos caído en cuenta cuando nos […]