El síndrome de Vietnam
Han pasado apenas unos días desde que hemos regresado de nuestro viaje de novios a Vietnam y a la provincia laosiana de Luang Prabang y todavía me golpean las imágenes y los sonidos que han formado parte de esta aventura nupcial por el Sudeste Asiático. Supongo que es lo normal cuando la experiencia te ha marcado, pero en esta ocasión creo haber sufrido un síndrome que es similar al de Estocolmo, pero en una versión propia de este peculiar país. Se denomina “El síndrome de Vietnam”, y aunque no está descrito por los facultativos, estoy convencido de que muchas de las personas que han viajado a la Bahía de Halong, Hanoi, Hoi An y compañía lo han padecido y saben perfectamente a qué me refiero.
Me he percatado de que padezco el síndrome de Vietnam cuando han aparecido los primeros síntomas tan sólo después de llegar al aeropuerto de Madrid. No nos venían a buscar los taxistas o merodeadores para llevarnos a nuestro destino. Y ha sido salir por la puerta y encontrarnos un clima suave que no nos ha pegado las camisetas a la piel en tan sólo segundos. Las cosas han cambiado… Esto es Madrid y no Saigón, me he repetido a mí mismo con tono agridulce, como si echara de menos los 30 grados a un 90% de humedad. Loco de mí…
Una vez superados los obstáculos del jet lag y dormir como si no hubiera un mañana me he levantado poco más tarde de las siete del día siguiente. Apenas había luz en la calle y unos pocos coches iban hacia sus respectivos trabajos. En Vietnam, en cambio, amanece cada día minutos después de las cinco de la mañana y a las seis hay tanta actividad que uno se siente en una auténtica hora punta. La vida de los ciudadanos va con la del sol y eso es algo que echo de menos en un país como el nuestro con los horarios totalmente extremos y atravesados. No me gusta comer a las tres, acostarme poco después de la cena y que el prime time en televisión se extienda hasta la madrugada. ¡Qué le vamos a hacer!
Puedo abrir las ventanas en la casa de Aluche, mi barrio, y me siento extrañado de no escuchar una sinfonía de claxons o una hilera infinita de motocicletas abriéndose paso en medio de la anarquía circulatoria. O las obras ininterrumpidas que se dejan oír estés donde estés y que son muestra de un país que se está construyendo las 24 horas del día, con prisa y sin pausa, símbolo de un crecimiento exponencial que va a traernos una Vietnam diferente cada vez que la visitemos. Aquí silencio y un despertar muy cadencioso y progresivo, con los primeros rayos de sol suavizando el frío matutino.
Me he bajado a por unos churros (a falta de rollitos, dim sum o el pho, esa sopa de noodles que en Vietnam comen desde el desayuno a la cena) y he cruzado las calles utilizando todo menos los pasos de cebra. Sin darme cuenta me he visto atravesando lentamente la carretera esperando que el coche frenara o me esquivara. Obviamente me han pitado y alguno ha abierto la ventana para mandarme a tomar vientos (sin acritud, eso sí). Quizás cuando se aprende a cruzar la calle en Vietnam con autoconfianza llegas a creerte que te van a saltar los camiones o que eres transparente a las motocicletas. Pero eso no funciona en esta parte de Europa y en apenas unos días seré yo quien toque el claxon y le grite al temerario de turno que espere a ver el muñequito en verde en el semáforo para cruzar. Porque si algo es seguro es que los síntomas irán disminuyendo con el paso de los días.
Con el churrero ha aparecido otro de los síntomas de esta curiosa enfermedad, y es que me ha parecido haberle visto con el típico gorro de paja vietnamita. He tenido que frotarme los ojos varias veces para darme cuenta que no era así. Nada mejor que volver a casa y darme una ducha de agua fría, que la cosa parecía grave.
Cuando he tenido que salir de nuevo de mi realidad hogareña me ha entrado otra vez el síndrome. Me he escapado a una tienda de informática para comprar un disco duro externo donde poner a buen recaudo un buen pico de fotografías y vídeos tanto de la boda como del viaje. Ha sucedido que he sentido la extrema necesidad de regatear al dependiente. Y no me refiero a lo que hacen los futbolistas con el balón sino a intentar que el precio fijo que marcaba la etiqueta bajaste hasta la mitad. Tú dices cien, yo te doy cincuenta y después de sacar a relucir una calculadora de teclas gigantes acabas pagando setenta y cinco y todos tan contentos. Qué más hubiera querido… al final he pagado exactamente el precio fijado de antemano. A pesar de lo desesperante que es regatear absolutamente todo en Vietnam terminas viéndolo como un juego divertido en que la empatía con los dueños de la tienda o el puesto es definitiva para decidirte. Y, parece que no, pero te marchas más contento cuando crees haber llegado a un acuerdo justo. Otra cosa es que, iluso de ti, crees que has salido ganando cuando te la han metido doblada. Lo de no dar duros a pesetas es tanto aquí como en Ho Chi Minh.
Caminando por la calle me parece todavía escuchar en susurros si quiero un masaje en los pies, comprar un lienzo de la Bahía de Halong o entrar a comer a un restaurante. Y antes de montar en metro para ir al centro de la ciudad me planteo mirar a algún motorista a ver si me acerca por unos cuantos Dongs vietnamitas. Aunque los síntomas van remitiendo poco a poco aún me siento que estoy en la tierra en la que muere en Mekong y los arrozales parecen haber sido bosquejados por un genio. No puedo evitarlo, me vuelve loco Vietnam.
Los paisajes me resultan ahora demasiado monocromáticos. Echo de menos comprobar que hay más de un millón de tonalidades verdes tras el cristal del autobús e incluso que no emerja del agua una colina rocosa tras otra. Añoro las sonrisas que me atrapaban en cada calle y los picos de los tejados en los que sobrevolaban fieros dragones escupefuego.
Busco por las noches los faroles de papel iluminados de Hoi An… la bella Hoi An. Nuestra habitación de madera que repetía cada uno de nuestros pasos en la noche y los pajarillos que madrugaban aún más que los propios vietnamitas. Soy torpe con el cuchillo y el tenedor y hago el gesto de atrapar la comida con palillos de madera.
¿Es grave el síndrome de Vietnam? En absoluto, se cura con reposo, paciencia y recordar que existe un lugar en el mundo que se sobrepone a todas las adversidades y que te recibe con una sonrisa gigantesca en un día de lluvia torrencial. Y sobre todo, se cura regresando allá donde has sido feliz. Por eso sé que aunque me afecte esta dulcísima enfermedad aún quedan momentos y escenas esperándome ahí fuera. Siempre nos quedará Halong Bay y esos simpáticos sombreros cónicos que nos llevan a la vieja Indochina.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Ya está a vuestra disposición: 50 consejos útiles para viajar a Vietnam, Guía práctica del viaje a Vietnam y Luang Prabang I (La ruta) y Guía práctica del viaje a Vietnam y Luang Prabang II (El alojamiento).
22 Respuestas a “El síndrome de Vietnam”
Muy bonito el artículo, la verdad es que Vietnam es un lugar que no se olvida. En el tema del tráfico, al principio es horrible cruzar las calles, pero cuando te acostumbras, es hasta divertido jejeje. Saludos ¡¡¡
Excelente documento. Te informo que no estas solo, Rosa y yo también sufrimos el síndrome. Lo intentamos mitigar con Pho bos caseros y bocadillos de pato picante, pero claro, no es lo mismo. Hasta nos hemos agenciado una scooter de 15 años para intentar imitar nuestro road trip en moto desde Hanoi hasta Sapa..pero sin los cerdos vietnamitas corriendo alrededor de la carretera como que no…Te informare si descubro cura…pero hoy por hoy creo que el único remedio conocido es volver y disfrutar de nuevo de ese maravilloso país.
No estás solo, ese síndrome lo tenemos nosotros desde hace años. Salir a correr por los campos de arroz y no por el asfalto, la comida con exceso de cilantro, el bosque de sombreros cónicos y las sonrisas… todo eso y mucho más echamos de menos desde hace años.
Bienvenido al club de vietnadictos anónimos
Vaya! Vietnam nunca me ha llamado la atención pero leyendote hablando así de ese país ya me han entrado ganas de conocerlo!!
Besos!!
Un síndrome que me suena haberlo vivido al volver de otros rincones de Asia. Curiosamente no suele ser tan intenso (por lo que a mi me refiere) al volver de África o América. Aunque es habitual que otros viajeros les ocurra igual, sbt al volver de África.
La pregunta: puedes avanzar como entraste a Laos. Si fue, via aérea, con que compañía y a que precio, y si fue vía terrestre, por donde. Muchas gracias. Por cierto, tus consejos sobre la Costa Azul me fueron de gran utilidad.
Acabo de volver del Alentejo, en Portugal, y todavía padezco el síndrome vietnamita. Mañana continuaré preparando los escritos de este viaje para aliviar los síntomas…
Jordi, contesto tu pregunta. Entré por avión con Vietnam airlines. Había pocas plazas y me costó más caro de lo normal (más de 100€). El visado se puede sacar on arrival por unos 36€ (lleva foto). Me alegra te sirviera lo de la Costa Azul.
Voy a programar el post de mañana. A ver con qué salimos..
Un abrazo a tod@s!
Sele
Sin duda es normal volver con ese síndrome, más siendo un viaje especial, ya después de haberos casado, todo influye, y más en un destino como Vietnam.
Algunas de tus sensaciones las tuve yo al volver de India, eso de pasar por una tienda y que nadie se te acerque parece raro, aunque creo que Vietnam conectaría conmigo mucho mejor, de lo que lo hizo India, es por eso que tengo unas ganas enormes de comenzar a recorrer el sureste asiático, algún día… 😀
¡Un abrazo fuerte amigo!
Que hermosa entrada Sele… otra vez lograste transportarme a ese lugar soñado…!!!
Hola Sele!!
Que bonita entrada! Vais a publicar igual que hiciste con el viaje a Indonesia la ruta y que ver día a día?? Estoy empezando a buscar vacaciones para el proximo año y me sirvieron mucho los otros posts!!!
Un abrazo y a pasarlo bien en Quito!
Wao! Excelente articulo…. Muy identificado con lo que escribes…. También pronto a volver a Vietnam! Extraño tanto ese hermoso pais!
Desde aquí de Venezuela comenzaré a seguir tu pagina que la acabo de encontrar y me parece fabulosa.
Mucho gusto Jose! Me permitiría compartir este relato en mi pagina de facebook y recomendarte a mis amigos?
Hola!! estamos preparando viaje de novios a Vietnam y eres guía de cabecera. Necesitamos una ayuda, ¿cual es la mejor opción para desplazarnos de Hoian a Hue??? es que he leído de todo.
Gracias
Buenos días Lola,
Yo te digo cómo lo hicimos nosotros, pero al contrario, ya que fuimos de Hué a Hoi An. Contratamos una excursión en un hotel que incluía las montañas de mármol en Dan Ang y alguna parada intermedia. Salía muy barato y lo ofertaban en todas partes. Lo mismo sucede si lo haces entre Hoi An y Hué. En Vietnam el «sobre la marcha» funciona a la perfección. Cuando estés en el destino pregunta en tu hospedaje sobre esta posibilidad. Y te van a ofertar transportes directos u otros que hagan paradas intermedias para visitar.
Vietnam es fácil, ya verás. Cualquier cosa ya sabes dónde estoy!! Un saludo y enhorabuena por la boda!
Sele
Gracias!!!!
Cómo entiendo tus impresiones al volver a España tras un viaje a Asia! Por cierto yo también soy de Aluche! ( qué curioso, verdad! ) . Viajaremos en breve a Vietnam y ya siento que a la vuelta vamos a experimentar ese mismo síndrome. Nos ha pasado ya más veces con otros viajes, sin ir más lejos tras nuestro reciente viaje a India. Tras volver de Asia se echan mucho de menos los olores, los sonidos, el bullicio en general. Es un sentimiento que tarda en desvanecerse, verdad? . Gracias por este bonito post. Me ha transmitido mucho. Un abrazo viajero. Olga
Muchas gracias por tu mensaje, Olga!!
Aluche es el barrio con mayor concentración de viajeros de toda España. ¡Viva Aluche!
Que disfrutéis del síndrome viajero que tendréis en Vietnam.
Saludos,
Sele
Estoy preparando un viaje a Vietnam y al leerte me has emocionado al punto de lagrimas . Gracias, en febrero voy p`allá
Muchísimas gracias por tu mensaje, de verdad… La verdad que traje un recuerdo buenísimo de este viaje.
Un saludo,
Sele
[…] El síndrome de Vietnam […]
[…] de Luang Prabang, por lo que me hace especial ilusión escribir sobre él. Con los efectos del síndrome de Vietnam aún intactos me despido hasta nuevas aventuras. Que las […]
[…] + El síndrome de Vietnam […]
[…] de Luang Prabang, por lo que me hace especial ilusión escribir sobre él. Con los efectos del síndrome de Vietnam aún intactos me despido hasta nuevas aventuras. Que las […]