Kakku, el bosque de las estupas milenarias en Myanmar
Myanmar está inundado de lugares asombrosos, muchos de los cuales se van descubriendo poco a poco en un país que no deja de abrirse al mundo tras décadas de oscuridad y manos de hierro. Además de nombres como Mandalay, Bagan o Yangón surgen escenarios que sólo creíamos escondidos en ciertas novelas de aventura e incluso en nuestros propios sueños. De eso modo nace Kakku como un inmenso bosque de estupas budistas ubicado en la tierra de los Pa-O, una minoría étnica que habita desde antiguo el Estado Shan. Se calcula que son más de 2500 las estupas o chedis las que se amontonan en un recinto de aproximadamente un kilómetro cuadrado. Y que forman no sólo un lugar sagrado desde hace casi tres milenios sino uno de los mayores símbolos religiosos de este pueblo.
El bosque de estupas de Kakku se encuentra a algo menos de tres horas desde Nyaungshwe, la ciudad principal a orillas del Lago Inle. Durante nuestro viaje a Myanmar nos regaló uno de los mejores momentos vividos en el país asiático. Y es que en la que hace algún tiempo fuera llamada Birmania aún quedan rincones por los que soñar despiertos.
¿Tienes pensado irte de viaje a Myanmar? Pues no te pierdas estos 50 consejos útiles para viajar a Myanmar por tu cuenta o los lugares más asombrosos que ver en Myanmar durante un viaje (de dos y tres semanas de duración).
Kakku, el corazón sagrado de los Pa-O
Viajar por el mundo me ha demostrado una y otra vez que esa máxima de que la realidad suele superar a la ficción es totalmente cierta. Y que todos esos escenarios mágicos de los libros o películas de fantasía están basados en lugares que ya existen o existieron hace mucho tiempo. La imaginación no es otra que una composición de realidades surgidas a partir de un folio en blanco. Porque sólo de ese modo se podrían entender localizaciones de ensueño tipo los templos de Bagan a vista de globo, la gran Shwedagon Paya de Yangón o la silueta alargada del Monte Popa. Myanmar está regado por un buen número de iconos que justifican por sí solos acercarse a conocerlo. Y lo mejor es que muchos de ellos aún no forman parte de muchas guías de viaje que tienen al país surasiático como protagonista.
El bosque de las estupas
Cuando contemplé Kakku por primera vez desde la lejanía sonó en mi cabeza esa música solemne y pegadiza que viene implícita en los filmes de aventuras. Tras la llanura verde se arremolinaban, casi sin dejarse espacio entre sí, cientos y cientos de agujas de piedra. Las estupas que existen en el Estado Shan son muy diferentes a las de otras zonas de Asia e incluso de la propia Birmania, mucho más gruesas y de un tamaño muy superior. Serían algo así columnas afiladas que guardan en su interior figuras de Buda así como las plegarias de esos fieles que viven plenamente su espiritualidad.
Durante esta incursión al mundo mágico de Kakku nos acompañó una joven Pa-O con un característico pañuelo naranja cubriéndole el cabello. Su rostro denotaba humildad y, sobre todo, timidez. Pero ni mucho menos éramos los primeros a los que enseñaba una de las grandes maravillas arqueológicas que existen en la comarca. Es usual que sólo los miembros de esta etnia muestren su territorio a los visitantes. Curiosamente los Pa-O son pueblo que no se sintió nunca a gusto bajo el gobierno shan, ni tampoco favorecido un ápice por el birmano. Si algo tiene esta tierra es que hay más tribus y culturas de las que cualquiera podría imaginarse. Y en Myanmar durante el último siglo ser una minoría ha sido sinónimo de dificultad. Aunque con el tiempo las cosas se están calmando en algunas zonas como de la que estamos hablando, en la que un turista extranjero no podía acceder ni comunicarse con una población que se mantuvo aislada durante los años más duros del régimen militar.
Dejamos atrás un improvisado mercado de vegetales, así como dos carros de bueyes que mostraron cierta impaciencia cuando fuimos a cruzar el camino. De pronto nos vimos en el interior del bosque de estupas junto a nuestra acompañante Pa-O. Fue entonces cuando la música mutó en silencio absoluto. Un silencio que no duró demasiado, puesto que del mismo surgió de manera instantánea el chismorreo repetitivo de cientos de campanas que se dejaban mecer por el viento de aquella mañana soleada. Timbrecillos minúsculos de latón que brotaban de la cima de no pocas estupas puntiagudas que jamás dejarían de tañir mientras allí estuviéramos. Como si cada paso que dábamos era secundado por ese tímido repicar. No había apenas nadie en el complejo religioso, salvo algún monje budista de túnica color azafrán o varias devotas que paseaban desorientadas susurrándose a sí mismas mientras la yema de sus dedos acariciaban de soslayo aquellas piedras.
Cuentan que Kakku nació en año 300 antes de Cristo. Sería en los tiempos en los que el Emperador Ashoka reinaba en todo el subcontinente indio y el budismo tendría una expansión intensa que incluiría otros territorios vecinos. Pero no hay documentación existente, por lo que ha sido la tradición oral la que se perpetuó en este lugar en el que buena parte de las estupas presentes son del siglo XVII en adelante. Quizás porque en estas tierras los elementos religiosos cuando se estropean se renuevan o se demuelen, a pesar de que suponga un daño artístico e histórico. Y de ahí que muchas estructuras sean reconstrucciones realizadas con mayor o menor éxito.
Caminando por Kakku, saliéndonos de los caminos despejados y dejándonos perder por aquellas hileras infinitas de estupas, comprobamos cómo se mezclaba lo antiguo con lo que ya era menos viejo. En buena parte de las mismas el tiempo, la dejadez y la soledad había hecho mella. Los insectos parecían sus únicos valedores, cubriendo las grietas con gruesas telas de araña. Daba la sensación de que muchas de las figuras de Buda que se hallaban en el interior de las estructuras religiosas fueron puestos allí para que nadie, salvo los arácnidos, los miraran jamás. Después alguna vela apagada que había derramado su cera sobre la piedra se ocupaba de desmontar nuestra teoría. Simplemente aquello es demasiado grande como para que todos los recovecos reciban su correspondiente visita.
Kakku es un lugar extremadamente curioso. Las construcciones más grandes dejan a la vista ciertas originalidades. Una de ellas, que fue la que más me llamó la atención, fue la de una enorme escultura que representaba a Buda muerto. No se trataba de su figura meditando en posición de flor de loto o reclinado a punto de alcanzar el Nirvana como en tantas ocasiones se ha plasmado sino muerto boca arriba. Y esto es algo increíblemente extraño en la escultura budista (no así tanto en la pintura).
Nuestros pies descalzos, puesto que en ningún lugar religioso del país se puede pasar con el calzado puesto (ni tan siquiera con calcetines), buscaban la sombra o, al menos no salirse demasiado de la improvisada alfombra de plástico con la que evitar pisar la piedra caliente. Pero a veces no podíamos evitar saltar al sol para observar de cerca una estatua que nos llamaba la atención, o para buscar un ángulo diferente desde el cual tomar fotografías a uno de esos sitios en los que es difícil sacar una sola imagen errónea. Nos movíamos sin rumbo fijo, habiendo perdido la noción del tiempo hacía mucho. Era como si nada más que aquello existiera. Como si no hubiera más mundo que aquel bosque de estupas del que no había oído hablar más que en la víspera de nuestro viaje por Myanmar.
Y así las horas pasaron sin apenas darnos cuenta. No importaba que el día anterior hubiese estado en la cama con fiebre alta y toallas mojadas bajándome la temperatura (Rebeca se convirtió en mi Ángel de la Guarda con tantos cuidados). O que ninguno de los dos hubiésemos dormido una sola hora en toda la noche. En Kakku encontramos el remedio a todos nuestros males. Y uno de los caminos a la explicación de por qué viajar puede ser lo más maravilloso de esta vida.
CONSEJO PARA FOTÓGRAFOS: Si miramos la entrada desde fuera, y vamos a mano derecha, nos encontraremos con un estanque minúsculo, apenas un acuífero sin importancia, en el que se pueden tomar preciosas fotos de las estupas reflejándose en el agua. Si no lo encontráis por cualquier casual preguntar a vuestro guía, que seguro sabrá llevaros hasta ese punto.
Escenas rurales en tierra de los Pa-O
Tanto en la ida como a la venida pudimos parar varias veces en el camino a contemplar distintas escenas de la vida rural en el territorio de la etnia Pa-O. Los campesinos recogiendo hortalizas o arando la tierra con bueyes, tal cual se hacía miles de años atrás, forman parte de una visión demasiado bucólica como para no bajarse del coche.
Regresando, aún lejos de Taunggyi, nos detuvimos en una aldea y entramos durante unos minutos a la casa de una anciana que nos recibió con mucha amabilidad. En aquel hogar separado suficientemente del suelo por pilotes de madera sin apenas muebles nos tomamos un té reconfortante acompañado por pastas de arroz que terminaron por ponernos a tono para volver a Nyaungshwe y hacer un largo recorrido en autobús hasta esa ciudad de nombre inmortal como es Mandalay.
Cómo llegar a Kakku desde el Lago Inle
Llegar a Kakku, el bosque de las estupas de los Pa-O, es cuestión de proponérselo e ir con la lección aprendida, puesto que tendremos mucho ganado. Al hallarse en un enclave hasta hace no muchos años cerrado en el Estado Shan, siempre daba la sensación de ser un destino dificultoso. Pero hoy día no es así. Las facilidades son máximas y basta con incluirlo en el itinerario de viaje para saber que podrás poner tus pies en uno de los rincones más espectaculares en ese país que camina descalzo.
La opción predominante, y que nosotros utilizamos, fue conseguir un coche con conductor en el mismo Nyaungshwe. Durante los días que pasamos en el Lago Inle fuimos haciendo las cosas sobre la marcha consultando a la gente del hotel donde nos hospedábamos (Hotel Inle Inn, situado en Yone Gyi Street). Dado que habíamos estado muy a gusto con el barquero que nos habían recomendado y que nos llevó cada día a disfrutar de las aguas quietas del lago, nos pareció bien acordar precio de antemano con una de las personas que trabajaban en dicho hotel. Además teníamos que estar de vuelta por la tarde sí o sí puesto que nuestro bus nocturno a Mandalay no podía esperar. También es cierto que si no nos hubiesen ayudado en nuestro hotel hubiera bastado con salir a la propia Yone Gyi Street donde hay tantas agencias de viajes locales que lo raro es volver sin conseguir una transporte que nos llevara hasta Kakku.
No te pierdas el reportaje Lago Inle, un espejo de agua en Myanmar con el que os contamos al detalle esta etapa del viaje y cómo sacarle el mejor partido a una zona imprescindible para quien hace Birmania.
Acordamos, tras un largo negociar y poca rebaja obtener, un precio de 45.000 kyats, que entonces (año 2015) correspondía a 32€ aproximadamente. Incluía ida y vuelta, parando en Taunggyi, la capital del Estado Shan, ya que existe la obligatoriedad de abonar allí mismo en una oficina unas tasas para abonar de 3$/persona y otros 5$ (esto por coche) con las que se obtiene el permiso de entrada a Kakku así como la compañía de un guía local Pa-O que se ocupa de mostrar un recinto arqueológico vetado al turismo durante décadas. Por tanto, es un trámite sencillísimo para el que no son necesarios ni cinco minutos. Sólo basta planificar de antemano un día más en la zona del Lago Inle y así aprovechar para realizar una de las excursiones de media jornada más recomendables desde allí.
No todos los días se tiene la suerte de admirar un bosque que en vez de árboles tiene estupas…
Sele
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PD: No te pierdas la recopilación de 50 consejos útiles para viajar a Myanmar. Y para ver todo lo publicado hasta ahora sobre el país en El rincón de Sele pincha en la imagen:
9 Respuestas a “Kakku, el bosque de las estupas milenarias en Myanmar”
Hola Sele! Fuiste el primer blog de viajes que empecé a leer ya hace varios años. Hoy llevo 2 semanas con mi propio blog, y seria un honor para mi que lo visites y me digas que te parece, ya que vos trenes un poco de culpa de que yo metiera en este hermoso mundo de los viajes.
respiroviajes.com
Un abrazo grande!!!!
Hola Leandro,
Te deseo mucha suerte en tu nueva andadura. He entrado al blog y tiene muy buena pinta. Ahora te toca ser constante y transmitir la pasión por los viajes que tienes.
Por cierto, te acabo de seguir en twitter. Un fuerte abrazo!
Sele
Muchas gracias Sele!!! Me honras con tu comentario. Tendré en cuenta tus consejos. Un abrazo grande!!!
Me encantó descubrir este lugar!!
Excelente informe..Felicitaciones..
Kakku es una pasada. Gracias Patricia!
Sele
Hola Sele por los días que nos vamos ahora en octubre, tengo que escoger entre Kakku o ir a realizar una ruta a Hsipaw, que me recomiendas?
Gracias
Laura
Hola Laura,
Difícil elección. Si te gusta el senderismo, dicen que la zona de Hsipaw mola bastante. Pero es una ruta que requiere de varios días. Kakku se visita en una mañana si andas por la zona del Lago Inle. Si puedes haz las dos, pero no te pierdas Kakku. La experiencia te encantará.
Un saludo,
Sele
Muchas gracias Sele
Al final nos hemos decidido por Kakku, y pasar un día más en Lago Inle.
Me puedes decir con quien habéis hecho el recorrido en barca por el Lago Inle y la visita a Kakku?
Y otra pregunta, sabes si todas las tasas (entrada lago Inle, Kakku, … salida de Myanmar, …) podemos realizarlo en kyats en vez de en $
Muchas gracias
Hola Laura,
Bien por Kakku. No os arrepentiréis.
Todo lo fui reservando en mi hotel, el Inle Inn, sobre la marcha. Allí trabajaban con un tipo para estas cosas y, la verdad, la experiencia fue buena. Podréis montároslo sobre la marcha, ya veréis.
No recuerdo bien lo de las tasas, pero si llevas de las dos monedas mejor.
Un saludo y mucha suerte!!!
Sele