Viaje a Japón y las 2 Coreas: Capítulo 10
17 de Julio: REGRESO VIRTUOSO A LA DINASTÍA JOSEON
El cielo soleado y limpio de la mañana del jueves me hizo levantarme de la cama como un resorte. No hay nada mejor que un buen Sol para despertarse con ánimo, ganas e ilusión. Estaba exultante y feliz de poder disfrutar de una ciudad como Seúl, que tenía aún mucho que ofrecerme. El plan tenía suficientes alicientes como para no aburrirse y además no faltaban ni 24 horas para lograr uno de los retos viajeros más importantes de mi vida, entrar por un día a la impenetrable Corea del Norte. Eso si nada ni nadie lo impedía, por supuesto, porque de lo único en que podía confiar era en que estábamos a 17 de julio.
La ruta que había pensado constaba de tres fases bien diferenciadas para primera hora de la mañana, mediodía y tarde respectivamente: 1ª Colina Inwangsan (barrio chamanista) + Cárcel Seodaemun (Prisión japonesa), 2ª Monumentos de la Dinastía Joseon y 3ª Compras en Insadong. Lugares distintos de índole religiosa, política, histórica y puramente comercial, que componen un eje más que interesante que define de forma certera una completa excursión de un día por la Seúl más tradicional. Vamos allá.
* 1ª FASE–> COLINA INWANGSAN + CÁRCEL SEODAEMUN: Aunque no tengan absolutamente nada que ver ambos lugares, los he unido en una misma fase porque tanto uno como otro tienen el mismo punto de partida, la estación de metro Dongnimmun (Línea 3). Para visitar la colina Inwangsan abandoné la estación por la Salida nº 2, ya que las demás quedan al otro lado de la carretera y son más apropiadas para ir a la vieja prisión Seodaemun. Deseaba ir a Inwangsan por estar considerado como uno de los núcleos más importantes de chamanismo en Corea del Sur, sino el que más. Si en Japón se comparte el budismo absorbido de India y China con el sintoísmo originario de las islas niponas, en la Península de Corea, de tradición también budista, se conservan los antiquísimos rituales llevados a cabo por chamanes. Ambas creencias, a pesar de sus diferencias, no parecen solaparse en estar región del Planeta (al igual que en otras del continente americano o africano), y numerosísimos coreanos se consideran a la par fieles del Budismo y del Chamanismo.
Para los creyentes de esta vieja filosofía o práctica nuestro mundo está dominado por un gran número de espíritus invisibles, tanto buenos como malos, que intervienen en nuestras vidas y en todo lo que nos rodea. Dichos espíritus sólo pueden ser contactados por los chamanes, que actúan como mediadores para comunicarse con ellos y así influirlos para bien, y quien sabe si también para mal. Oficiando variopintos rituales logran entrar en trance y de esa forma interactúan con el más allá ostentando un conocimiento de las fuerzas sobrenaturales y una capacidad única y milagrosa de interactuar con esas almas flotantes y omnipotentes que sobreviven a la muerte. El chamanismo en cada región del mundo posee distintas tradiciones, distintas funciones y distintos instrumentos para la comunicación con los espíritus. No es igual en India que en Cuba o en Costa de Marfil. En Corea, en concreto, los chamanes suelen ser mayoritariamente mujeres (Mudang), quedando muy pocos hombres (Baksoo Mudang) para llevar a cabo estas prácticas.
Estos personajes, generalmente de baja clase social, para llegar a ser chamanes han tenido que heredar el conocimiento de sus ancestros, o haber sido elegidos por los espíritus, además de poseer una serie de complejísimas características vitales tales como:
> Haber sufrido una larga enfermedad de tintes psicológicos que les haya llevado incluso dejar de comer e incluso vagabundear sin rumbo ni razón. Su mal, originado supuestamente por los espíritus, debe haberse curado sin intervención de la medicina. Posteriormente deben haber acudido a aprender a la casa de una Mudang o Baskoo Mudang que les mostrara cómo llevar a cabo los ritos. Este caso no es para nada obligado para quienes hayan llegado a ser chamanes «por herencia».
> Tener la capacidad de oficiar rituales de contacto con el más allá. Consecuencia directa de haber convivido con chamanes.
> Gozar del reconocimiento del pueblo ser líder religioso e interceder entre ellos y los espíritus.
A través de ritos en los que interviene la danza, la música de percusión y la ayuda de alguna planta alucinógena, los chamanes, ataviados con trajes de colores, logran el éxtasis con el que invocar a las almas flotantes para demandar el bienestar y la felicidad del pueblo, curar enfermedades originadas por los espíritus o incluso velar el alma de un difunto en su tránsito al más allá.
El chamanismo, existente en Corea desde la antigüedad, persiste hoy en día con bastante fuerza y, diariamente, en las más pequeñas aldeas o en las más pobladas ciudades donde se realizan rituales de lo más variopinto y exótico desde una mirada occidental
En el Monte Ingwangsan existen lugares donde es posible ver o escuchar las ceremonias, aunque como normalmente se llevan a cabo por la noche, no son demasiado fáciles de presenciar. Ingwangsan, además, no parece ser un vecindario demasiado acogedor, y andar por allí a altas horas de la madrugada debe, cuanto menos, imponer. Y más si se va solo. Por la mañana, en cambio, el silencio es sepulcral y se apelmaza en el cogote. Al abandonar del metro (salida 2) hay que tomar la primera calle en cuesta de la izquierda. En este barrio el desnivel es bastante notable y, ya sea en escaleras o caminos, la subida es cansada, y más en verano cuando el sopor y la humedad intervienen demasiado. El comienzo del «barrio chamanista» se puede considerar la puerta de un viejo templo budista.
El camino, con un suelo mezclado de cemento y arcilla, serpentea hasta llegar a unas estrechas y empinadísimas escaleras desde las que uno va haciéndose acreedor de unas asombrosas vistas de la megalópolis de Seúl, pero desde un lugar sin apenas el ruido de unos pasos lejanos o el cierre de una puerta. Al llegar a una la bella campana de un pequeño templo budista llamado Bongwonsa (889 D.C) se aprecia perfectamente que el barrio que puebla Inwangsan es otra cosa muy diferente a una ciudad.
Cuenta con una atmósfera especial, en ocasiones impone respeto a la vez que una gran serenidad. En medio de la nada hay relicarios, o unas velas que se mantienen encendidas, o primitivos altares con agua y platos. Aquí tanto Buda como los espíritus flotantes parecen ir a la par. Ambas entidades son invocadas por doquier. Pero a esas horas de la mañana tan sólo me acompaña el silencio, las postrimerías de una noche en que el sonido de un tambor y el estremecimiento de un chamán se convirtieron en el eco de una montaña mágica.
Se dice de Inwangsan que siempre fue un lugar poblado de tigres (Durante el peíodo Joseon fue llamada Montaña del Tigre Blanco), aunque ahora los únicos rastros existentes de los voraces felinos son algunos dibujos realizados en las finas paredes de madera de los templos o las casas. Aquí todo es espiritualidad, y más cuando se continúan subiendo las agotadoras escaleras que no terminan nunca. Desde la campana, si se invierten tres o cuatro minutos de ascenso ininterrumpido, se accede a una explanada que puede considerarse el corazón de este peculiar vecindario nacido en una colina. La razón, que allí se ubica Guksadang, un Santuario Chamanista construido en 1395 a varios kilómetros de Inwangsan, en el Monte Namsan. Después de su eliminación por parte de los invasores japoneses en 1925 y su posterior reconstrucción, se trasladó a este lugar donde permanece bajo los estrictos cuidados de los moradores de las viviendas aledañas. Se dice que aquí pulula el espíritu del Rey Taejo, primer monarca de la longeva Dinastía Joseon, y de algunos de sus generales. En lo poco que me pude fijar de su interior, me percaté de la existencia de varios altares con ofrendas en forma de bebida y alimento. Dicha consideración se debe a la creencia de que los espíritus se nutren de ellas. A tenor de la gran cantidad de altares que había tanto en el interior como en los exteriores del santuario, los espíritus no deben pasar ni hambre ni sed. Qué no les falte de nada, que si no se enfadan!!
Este lugar me pareció un tanto inquietante. Tenía una sensación de intranquilidad y desconfianza bastante peculiar. Por un lado era el único extranjero occidental que estaba visitando la zona, y por otro me imaginaba escenas muy peliculeras de ritos con chamanes invocando a los espíritus. Ingredientes básicos para darle a la cabeza y fantasear con pensamientos poco tranquilizadores que, en realidad, no tenían ni sentido ni razón.
Seguí subiendo las escaleras y me percaté de dos rocas que apuntaban al cielo con extrañas formas. Con la guía en la mano supe al instante que de forma inequívoca eran las Zen Rocks, que también son objeto de veneración y respeto por parte de la población local. En coreano se las conoce como Seonbawi, y sus siluetas recuerdan a dos monjes. La tradición popular habla de la figura petrificada del primer Joseon, el Rey Taejo, junto a su mujer. Otros dicen que son meros monjes budistas que pueden hacer cumplir los deseos de quienes los soliciten. Es por ello que también hay restos visibles de peticiones de buena fortuna.
Las Zen Rocks marcaron mi límite hacia las alturas. Se puede continuar hasta arriba del todo y caminar alrededor de las murallas, pero eso podía llevarme toda una mañana y aún tenía más cosas que ver, por lo que di marcha atrás. A escasos minutos de comenzar mi descenso por un camino diferente al de la ida y poco recomendado para los patosos de fácil caída, me encontré a un hombre absolutamente concentrado en orar ante una figura tallada en la roca que no había visto nunca. No me dio la impresión de que fuera una divinidad del Budismo, sino más bien la representación de un ente o deidad propia del chamanismo coreano. Sea como fuere, al hombre se le veía absorto en los rezos y cantos que dirigía hacia la extraña escultura.
PRISIÓN SEODAEMUN
Retorné a la estación de metro Dongnimmun donde había iniciado mi camino al Monte Inwangsan para marchar al lado opuesto de la carretera (salidas 4 y 5 de metro) y visitar la vieja prisión japonesa de Seodaemun, convertida en algo más que un símbolo de la Resistencia e Independencia coreana. Así que…a la cárcel que nos vamos.
Seodaemun fue una cárcel made in Japan que abrió sus puertas allá por 1908 para albergar presos políticos coreanos que abogaban por una Corea libre e independiente en un tiempo en que Japón ocupaba la totalidad de la Península (aún no se habían separado Norte y Sur). Hasta el fin de la II Guerra Mundial en 1945 miles de activistas y algunos miembros considerados posteriormente como Padres de la Patria fueron hacinados en celdas para cumplir duras condenas y mantenerles en silencio con objeto de no provocar revueltas incómodas para el poder colonialista. Los castigos y la tortura estaban a la orden del día, así como las rutinarias ejecuciones en la horca. Cuando los japoneses fueron derrotados y expulsados del país y Corea se convirtió en un País de Hecho y de Derecho el funcionamiento de la prisión no se detuvo, aunque lo hizo desde un prisma surcoreano. Cerró en 1987 cuando fue convertida en un Museo Memorial de la Resistencia coreana para enseñar al mundo las atrocidades cometidas por los japoneses en aquel lugar y honrar a todas las personas que lucharon por la Independencia de la Nación. Actualmente abre sus puertas (o sería mejor decir que abre sus celdas) diariamente, exceptuando los lunes, a las nueve y media de la mañana, por un módico precio de 1500 Wones.
Son profusas las explicaciones de cada uno de las estancias así como de muchas de las historias personales de los líderes independentistas coreanos. Como si de una casa del terror se tratara, muestra escenas en movimiento de las torturas con muñecos a tamaño real de los prisioneros y de los malos malísimos japoneses, representados siempre con el ceño fruncido y un gesto diabólico en sus rostros. Se pueden escuchar grabaciones con gritos o asomarse a una celda y ver una cara de cera ensangrentada. Pero quizás uno de los espacios más inquietantes se encuentra en un cuarto creado a imagen y semejanza de la sala de las ejecuciones (la real también se puede visitar). Allí hay muñecos de jueces junto a soldados y un verdugo haciendo lectura de una sentencia condenatoria en la horca. Justo debajo de la cuerda te puedes sentar como si fueras un acusado a punto de morir. Yo lo hice y me dí uno de los sustos de mi vida cuando el malvado juez japonés golpeó la mesa con el mazo y la butaca de madera pareció venirse abajo (un amago hecho aposta para vivir los últimos segundos de un reo). Una atracción más de este museo del horror donde es posible pasear libremente por pabellones y celdas conservadas en perfecto estado.
Caminando por el patio se puede observar cómo una gigantesca bandera de Corea permanece enganchada por las ventanas del pabellón central. La cabaña de la horca, donde se ejecutaban a los desafortunados condenados, permanece inalterable e intacta en uno de los rincones de la prisión. La misma cuerda que rompió decenas de cuellos se balanceaba ligera por un casi inexistente golpe de viento.
Seodaemun es una inquietante y atemorizadora prisión que recuerda días de dolor, sangre y sufrimiento del pueblo coreano ante su sed de independencia. Se incide en el incumplimiento de los Derechos Humanos en aquel tiempo, cuestión que ochenta años después de la fundación de esta cárcel de Seúl sigue plenamente en numerosos países del mundo.
Y si no, no hace falta más que retomar la terrible historia de los Guantánamo o Abu Ghraib de turno. Mismos Auschwitz con distintos collares. Nadie está a salvo.
* 2ª FASE–> MONUMENTOS DE LA DINASTÍA JOSEON: En Seúl hay cinco importantes Palacios bajo la misma impronta de los Joseon, monarquía que reinó en Corea desde 1392 hasta 1910. Eso son algo más de quinientos años sosteniendo el cetro de una Nación desde un mismo trono. Sobra decir que es mucho tiempo para que la huella de esta familia esté presente en todo tipo de construcciones, tanto civiles como religiosas en Seúl y en toda Corea. Y los Palacios, que aglutinaban funciones tanto de índole residencial como política, han llegado hasta nosotros en un estado mejor o peor según los casos, ya que tuvieron que soportar guerras e incendios, con lastimosos efectos. Los «cinco grandes» son Gyeongbokgung, Changdeokgung, Changgyeonggung, Deoksugung y Gyeonghuigung, y tienen en común, además del sufijo -gung que significa «Palacio», que sirvieron durante algún momento del Período Joseon como Residencia fija o temporal de los principales miembros de la realeza coreana.
Por importancia, tamaño y mayor tiempo de utilización cabría destacar a Gyeongbokgung y Changdeokgung. Gyeongbokgung fue el primer Palacio Joseon, construido en 1395 y sirvió de sede real hasta la primera invasión japonesa de 1592 cuando fue hecho cenizas. Hasta que volvió a ser reconstruido 273 años después, fue Changdeokgung, situado apenas unos kilómetros más al este, el que se llevó todos los honores. Ya en 1865 el Rey Gojong, uno de los últimos Joseon, regresó a un Geongbokgung que poco se parecía al original, y que tampoco tuvo la fortuna de ser librado de los ataques nipones ya comenzado el período colonial allá por 1910. Los demás Palacios nunca gozaron de la relevancia de estos dos primeros y quedaron relegados para otras funciones u otros períodos donde fueron utilizados con cortas estancias. Changgyeonggung era más bien un jardín y lugar de esparcimiento de las féminas Joseon, y Deoksugung y Geonghuigung fueron meras villas de carácter secundario o temporal que apenas fueron habitadas.
No hay que negar que Corea goce de una agitada Historia, marcada por las invasiones japonesas de los Siglos XVI y XX además de su guerra fraticida con el Norte, y que eso se note en la conservación de los monumentos Joseon. Todos los Palacios son visitables en mayor o menor medida, pero de todos ellos hay uno que mantiene su espíritu intacto, y por ello fue inscrito en 1997 en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Es Changdeokgung, que en castellano significa «Palacio Ilustre de la Virtud», el lugar más hermoso de cuantos moran por la capital de Corea del Sur. Si el viajero tuviera que escoger uno de los cinco palacios, ésta debería ser la única elección posible. Los demás pueden gozar de un interés relativo para estancias más largas, pero quien no penetre en los muros de Changdeokgung y en su jardín secreto, no podrá decir que ha estado en Seúl y que ha visto con sus propios ojos uno de los monumentos más hermosos e impactantes de todo el continente asiático.
Yo escogí para aquel jueves tanto Changdeokgung como Changgyeonggung, juntos pero divididos ambos por un muro gris. A tan sólo cinco minutos caminando de Anguk, la estación de la línea 3 muy próxima a mi hotel, llegué a las puertas de Changdeokgung y me informé de los horarios de visita así como de los precios. Tengo que decir que la fama y la belleza de este lugar está en consonancia con las estrictas limitaciones de la visita así como de una tarifa más alta de lo normal. Mejor lo explico más detenidamente para que así tomen nota las personas que tengan previsto viajar a Seúl (Información recopilada en enero de 2009):
– El recinto abre sus puertas todos los días excepto los lunes. Las visitas al Palacio son siempre guiadas salvo una excepción que comentaré al final. Hay tours de 80 minutos en coreano (cada media hora), en japonés, en chino y en inglés que se ajustan a distintos horarios. En inglés, que al fin y al cabo son los que más pueden interesar al lector, son durante todo el año a las 11:30, 13:30 y 15:30. La excepción que decía al comienzo, y a la que yo me acogí por fortuna, porque no lo llevaba tan preparado como para saberlo, es que los jueves de abril a octubre se puede visitar el Palacio sin necesidad de guía, aunque a un precio mucho mayor que en los tours organizados.
Las tarifas de las visitas guiadas normales (ya que hay específicas para los jardines y para los cuartos reales) son 3000 Wones para adultos de 19 a 64 años, 1500 Wones para jóvenes de 7 a 18 años, y sin coste alguno para niños de 0-6 años y mayores de 65 años, así como para minusválidos. En cambio el precio se multiplica por cinco para las visitas sin guía quedando una tarifa de 15000 Wones para adultos y 7500 para jóvenes de 7 a 18 años.
* NOTA IMPORTANTE: Los horarios, tarifas y condiciones de entrada aquí mostradas fueron tomadas en enero de 2009, por lo que las mismas pueden haber sufrido modificaciones. Para obtener la información más actualizada recomiendo visitar la versión inglesa de la página web de Changdeokgung (http://eng.cdg.go.kr)
Como yo ya no paso por un chaval menor de 18 me tocó acoquinar la no desdeñable cantidad de 15000 Wones, que recuerda a lo que se paga en los monumentos de ciudades caras como Roma o París. Pero por otro lado me pareció casual y magnífico tener la posibilidad de caminar a mis anchas por el Palacio y sus vastos jardines traseros. No me gustan las ataduras propias de las visitas guiadas en las que vas corriendo por los sitios, escuchando datos que en ocasiones son de escaso interés, y no pudiendo ni siquiera sentarte un rato para disfrutar de lo que tienes alrededor.
A Changdeokgung se le conoce como «Palacio del Este», en referencia a su ubicación respecto primogénito y principal Gyeongbokgung. Fue contruido en 1405 durante el Reinado de Taejo, el primer Joseon, como Palacio Auxiliar. Ambos no tuvieron demasiado suerte durante la invasión japonesa de 1592 y fueron pasto de las llamas. Mientras Geongbokgung quedó en ruinas durante tres siglos, Changdeokgung se reconstruyó en 1609 sin disminuir su extensión para ser utilizado como Residencia Principal de la Realeza y su corte.
Se accede a través de la majestuosa Puerta Donhwamun, de dos pisos, que se está considerada como la estructura más antigua de todo el Palacio Changdeok (1ª construcción en 1412 y 1ª y última reconstrucción en 1609). Donhwa en coreano quiere decir «Enseña e influye a la gente». Raramente se abría para las entradas y salidas de los Reyes Joseon o de importantes dignatarios recibidos en audiencia por el monarca. Detrás de ella hay una larga avenida que se debe recorrer hasta llegar a un viejo y hermoso Puente de piedra (Geumcheongyo) que antecede a otra Puerta (Jinseonmun) por la que hay que adentrarse para comenzar el viaje a lo más profundo del Reino Joseon.
Changdeokgung es un vasto conjunto monumental y paisajístico que podría dividirse en varias áreas, entre las que destaca:
– La Sala del Trono (Injeongjeon). El edificio de mayores dimensiones del Palacio, aquel en el que los Reyes Joseon recibían bajo un halo de majestuosidad y poder, a Embajadores o emisarios de otros países o regiones. El pabellón está rodeado de un enorme Patio que da muestra, una vez más, de la grandiosidad del lugar. Sin duda es el corazón del conjunto.
– Los cuartos administrativos (Seonjeongjeon). De paredes y tejados de color verde esmeralda, este pabellón resalta por su belleza y su capacidad de no pasar desapercibido para nadie. Seonjeong viene a significar «Llevar a cabo buenas políticas». Y no es un nombre dado al azar porque la función de este lugar era esa, gobernar y departir con sus consejeros acerca de las decisiones que se debían tomar en el Estado.
– Los aposentos reales (Heuijeongdang y Daejojeon). Los apartamentos donde dormía el Rey y la Reina estaban separados el uno del otro. Las estructuras originales no sobrevivieron a las llamas de la última invasión japonesa, por lo que los que las existentes actualmente fueron trasladados de Gyeongbokgung.
– El jardín secreto (Huwon). El Palacio Changdeok fue levantado siguiendo los principios geománticos que buscaban optimizar la disposición de espacios en consonancia con la Naturaleza y sus flujos de energía vital. Esta sintonía entre la vegetación se aprecia continuamente a cada paso que se da por el empedrado. Más notable aún es a partir del momento en que se abandonan los edificios principales y se accede al Jardín Trasero o Secreto donde el Arte paisajista oriental visible en otros países como China o Japón se viste en forma de bosque, estanques y lindísimos pabellones de madera donde los monarcas y su corte pasaban largos ratos de reflexión, meditación y, por supuesto, ocio.
El entorno, exuberante y a su vez delicado, goza de unas dimensiones realmente notables donde es sencillo perderse por los estrechos y silenciosos senderos. Algunas áreas merecen más atención que otras, como por ejemplo Buyongji, un delicioso estanque cuya elaboración no fue baladí. Se diseñó de forma rectangular para representar la percepción oriental de cuál era la forma del mundo. En el centro una pequeña isleta circular simboliza el cielo. Y en este Todo universal cubierto de flores de loto y nenúfares se reflejan preciosos pabellones que sirvieron de archivo y biblioteca, entre otras cosas.
Otro lugar que visité con interés fue Ongnyucheon, en el extremo noreste del Jardín, donde los Reyes y sus oficiales se daban baños «zen» y leían poesía. El rumor del arroyo, tan incesante como relajante, es fiel compañero de este antiquísimo y monárquico spa.
Abandoné Changdeokgung por la Puerta principal en busca del otro recinto palaciego aledaño que se veía al otro lado de un estrecho muro. Pero hay que dar un rodeo tal que parece imposible que estén tan cercanos. Changgyeonggung (Entrada general: 1000 Wones, cierra los martes. Más info de horarios y precios pinchando aquí) es algo así como el hermano pequeño del Palacio Changdeok. Construido como Palacio de verano fue en ocasiones residencia de las concubinas del monarca. Durante el período colonial japonés fue relegado a Jardín Botánico, instalándose además un zoológico (inexistentes hoy en día). Pero hoy día vuelve a gozar de una exquisitez que hace que valga la pena añadir una pizca más de atracón de Monumentos Joseon.
Y no es la última, ya que desde aquí un puente elevado de piedra llegué al célebre Santuario Jongmyo, dedicado a los espíritus de los antepasados Joseon, y que atrae a muchísima gente que pasea por allí como si fuese un parque urbano más. Pero en realidad es otro importante retazo de Historia y Tradicionalidad porque los ritos ceremoniales que honran a los antiguos Joseon se siguen llevando a cabo allí año tras año desde que los Joseon trasladaron la capital de Gyeongju a Seúl (1394). Veneran sus acentros porque los consideran en bloque sobre el que se basa la Nación coreana. Música, orquestas, bailes y oraciones que honran a los más antiguos Padres de la Patria.
Y es que a los más modernos Padres de la Patria, quienes lucharon por una Corea independiente de Japón, se les venera de una forma menos solemne y más social, acorde a nuestros tiempos, en el Parque Tapgol. Fue allí donde se leyó la Declaración de Independencia el primero de marzo de 1919 y por ello es considerada como un símbolo nacional. Allí permanecen erguidas varias estatuas que corresponden a algunos de los personajes que sufrieron en Seodaemun, la terrorífica prisión que «acogió» y exterminó a centenares de activistas políticos anti-Japón, y que había visitado horas antes. Tapgol viene a significar «Parque de la Pagoda», y es que en este lugar que otrora fuera un templo budista, se conserva acristalada una Pagoda de piedra de diez pisos que se alzó allí mismo en el Siglo XV.
* 3ª FASE–> DE COMPRAS EN INSADONG: A la salida del Tapgol Park me detuve a comer algo tranquilamente. Era algo tarde para hacerlo y además estaba literalmente «destrozado». Las empinadísimas y escalinatas de Inwangsan y mis andares por dos de los Palacios más bellos de la Dinastía Joseon habían sido demasiada traca para ese día. Estaba tan cansado que ya no quise exigirme nada más para ese jueves, a excepción de cosas tranquilas como por ejemplo, mirar tiendas y comprar algunos regalos para llevar a España. Ese, el tema de las compras, es algo que voy dejando muy para el final con objeto de no cargar con una maleta pesada durante todo el viaje. Y siempre me acaba pillando el toro… Apenas me había hecho con algunos detalles en Japón, y Seúl tenía que ser mi «Corte inglés» particular. Además, tan sólo debía desplazarme unos metros para hacer esas compritas rutinarias, porque es la primera gran avenida que tuerce a la izquierda desde el Tapgol Park y que llega casi hasta Anguk Station (Línea 3) la más indicada para estos menesteres. Nos encontramos en el Distrito de Insadong (se puede leer así o Insa-dong), donde se localiza la mayor concentración de tiendas de arte, antigüedades y souvenirs de la capital coreana. Y ahí, amigos, es imposible no hacerse con nada entre miles de objetos de todo tipo que evocan la tradición coreana.
El barrio de Insadong, visto en un mapa o desde el aire, se asemeja a un enorme árbol de cuyo tronco salen decenas de ramas. El tronco sería la Avenida de Insadong, y las ramitas corresponden a estrechas calles donde también se respira un profundo olor a bolsa de plástico y papel de regalo.
Durante la ya más que recurrente época Joseon aristócratas y miembros pertenecientes al Gobierno residían en el barrio de Insadong. Pero a partir de la última invasión japonesa estas personas fueron marchándose de aquí, apareciendo numerosas tiendas de venta de antigüedades, poseyendo muchas de ellas objetos que hasta entonces habían estado en estas casas de alcurnia. Y así, poco a poco, se fue convirtiendo en un lugar tradicional para esta clase de transacciones, incorporándose además marchantes de arte que levantaron galerías donde vender cuadros y objetos de colección de alto valor. Actualmente, según datos de la Oficina de Turismo de Seúl, el 41% de las tiendas de Antigüedades de Corea del Sur se encuentran en este distrito. Y junto a ellas han crecido como la espuma los comercios de artesanía local y souvenirs en los que uno puede hacerse con un hanbok (vestidos tradicionales coreanos, algo así como los kimonos en Japón), con máscaras típicas de Hahoe o Andong utilizadas en el teatro y en la danza, con un juego de té, o con un Buda de más de cien años. Se venden como rosquillas las porcelanas y lacados de la más diversa índole y precio. Y souvenirs, los que uno quiera. El merchandising made in S. Korea no tiene nada que envidiar al de otros muchos países más conocidos y turísticos.
Se hace especialmente interesante pasear por Insadong los sábados por la tarde y los domingos durante todo el día porque se corta el tráfico, peatonalizando por completo esta más que popular zona comercial. Yo no me hice de rogar y apuré mis regalos tanto el jueves como el sábado-tarde, con esas clásicas compras de última hora en las que me quedé casi sin un mísero Won ni espacio para la maleta.
Después de desempolvar la cartera no tuve más remedio que acostarme un rato si no quería quedarme dormido en plena calle. Agradecí un rato de habitación con mini-siesta y ducha reponedora. Consulté las últimas noticias en internet para corroborar que seguía el lío acerca de la turista asesinada por un soldado norcoreano. A falta de muy pocas horas para mi incursión «al otro lado» no estaba del todo seguro de que se pudiera llevar a cabo. En principio nadie me había indicado lo contrario ni por e-mail ni por teléfono, por lo que debía estar en el punto acordado a la hora acordada.
Ya de noche me fui a cenar al barrio de Jongno que tanto me gustaba, e incluso para asegurar, me acerqué al lugar donde tenía que esperar al vehículo de la agencia Gonsee con el que cruzaría a Corea del Norte, no fuera a ser que al día siguiente no lo encontrara. Me extrañó ver gran cantidad de policía y una vez más un gran número de autobuses blindados. Estaban cortando la calle y me estaban pidiendo que me marchara de allí. Había prensa, por lo que me dirigí a uno de los periodistas para saber qué es lo que ocurría. Era una de las manifestaciones multitudinarias que se estaban llevando a cabo las últimas semanas en contra de la medida del Gobierno de aprobar la importación de carne de vaca de Estados Unidos. Puede parecer una tontería, pero allí este tema estaba generando una gravísima crisis política, y los antidisturbios se estaban teniendo que emplear a fondo contra los manifestantes.
No tuve más remedio que darme la vuelta para no meterme en líos. Me fui, por tanto, al Holiday In Korea, aunque antes compré algo de bebida y comida para el desayuno de la mañana. Había quedado con la gente de la agencia a las seis menos veinte de la mañana en un punto que se encontraba a 25 minutos a pie del hotel. Y como a esas horas podía ser que las calles ni estuvieran puestas, más valía prevenir que internarse al Eje del Mal sin desayunar. Bajo ningún concepto..
Mentiría si dijera que dormí bien aquella noche. Estaba próximo a uno de mis más soñados retos y, para ser honestos, no tenía ni la menor idea de lo que me iba a encontrar después de cruzar la Zona Desmilitarizada sin, ni siquiera, un mísero teléfono móvil. Exigencias del guión, o mejor dicho, de la que probablemente es la Dictadura más hermética del Planeta. Y en mi casa nadie estaba al tanto de mis planes. ¿Para qué preocuparles? Ya se lo contaría si todo salía bien…o no.
18 de Julio: VIAJE AL EJE DEL MAL. UN DÍA EN COREA DEL NORTE
Este día merece un capítulo aparte. Pincha aquí para leerlo.
19 de Julio: UNA ÚLTIMA JORNADA PASADA POR AGUA
El preludio de un tifón que se acercaba a Seúl impidió que pudiera llevar a cabo cualquier plan digno de cerrar este viaje. Se pasó lloviendo muy copiosamente durante todo el día. Era inviable salir del hotel hasta que escampara por lo que me pasé el día escribiendo el guión de las Historias del Lejano Oriente: Viaje a Japón y las 2 Coreas, que hoy estáis leyendo. Había que empezar a recopilar información, notas y todos los papeles que tenía mal guardados en la mochila. Estaba dispuesto a llevar a cabo un trabajo amplio y exhaustivo de todo lo que pasó durante aquellas tres primeras semanas del mes de julio. La ocasión lo merecía.
Arriesgándome con un paragüas inútil me fui a comer a Jongno. Desde la segunda planta de un restaurante semivacío veía pasar estragos a algunos incautos e incautas que paseaban por allí a pesar del aguacero y el viento que llevaba el agua directamente a sus caras. Presencié más de una escena digna de videos de primera, con caídas y todo. Lástima que no me dio tiempo a grabar un video con la cámara.
Donde sí que tuve la ocasión de grabar videos fue por la noche cuando, ya sin lluvia, me metí de lleno en una de las Manifestaciones diarias en contra de la importación de carne americana. Me mezclé entre la prensa coreana para poder inmortalizar aquellos momentos de tensión. Lo más impactante, además las carreras para evitar ser arrollado y de ver algún que otro golpetazo muy de cerca, era sin duda la mecánica y marcial actuación de la Policía Nacional. Parecía un ejército perfectamente organizado que se colocaba en distintos puntos estratégicos para controlar que nada sucediera. Se insuflaban ánimo ellos mismos gritanto distintas frases al unísono como si fuera un equipo de fútbol americano o haciendo sonar sus escudos contra el suelo. Siempre se movían de un lado para el otro todos juntos a la vez. Incontables y perectamente organizados en grandes escuadras, marcaban los pasos de la Manifestación, y enganchaban a los activistas que se pasaban de la raya. En la vida había visto tanta policía junta, ni cuando en las celebraciones ligueras del Real Madrid en Cibeles los antidisturbios dan la nota para mitigar la fiesta.
20 de Julio: SAYONARA, BABY…VOLVERÉ
Una mañana también lluviosa enmarcó el final del viaje. Cabizbajo y con ninguna gana de retornar a casa tomé el bus al Aeropuerto Internacional de Incheon, donde me esperaba un larguísimo vuelo a París con Air France. Tuve un pequeño problema en el Aeropuerto coreano porque había sobrepasado los 20 kilos permitidos para facturar y me querían cobrar…300 euros!!!! Como no estaba ni loco, ni borracho ni tonto para hacer tal cosa me busqué la vida a falta de unos minutos para embarcar y compré una bolsa de viaje para poder repartir el equipaje y que así quitarle peso a la grande. Y todavía me pusieron pegas porque el equipaje de mano superaba los límites aceptados por Air France. Así que cuando ya estaba a un paso de la desesperación me hice con cinta adhesiva para plegar más la bolsa que debía ir en cabina. Sólo de esa forma conseguí pasarla al avión..
Ahí terminó todo, con pena, mucha pena. En tan sólo un día se culminaría mi regreso a la rutina y tanto Japón como las dos Coreas pasarían a ser parte de un recuerdo lleno de imágenes y anécdotas apasionantes. En el avión me formulaba una única pregunta capaz de calmar mi pesadumbre, ¿Cuál es el próximo viaje?
Sele
One Reply to “Viaje a Japón y las 2 Coreas: Capítulo 10”
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