Aventura en Marruecos I (La Ruta a las dunas de Merzouga)

Blog

Aventura en Marruecos I

Aventura en Marruecos por ti.

Hacía mucho tiempo que se me había puesto entre ceja y ceja hacer mi primera incursión a Marruecos en un momento especial como es el Fin de Año. Pensé que sería ideal hacer ese paso en un lugar diferente, con otras tradiciones, con otra forma de ver la vida. Y poniéndonos a ello, qué mejor que en la lejanía e inmensidad del Desierto.

Camellos en el desierto (Merzouga, Marruecos) por ti.

En las fechas navideñas en que estaba previsto el viaje marcharse tenía un gran inconveniente de carácter familiar. Nadie, absolutamente nadie de mi gente, veía comprensible irse en esta época. Y menos solo… Porque esa era la siguiente parte. Quería hacerlo en solitario, estar conmigo mismo y utilizarlo para «probarme» y saber si doy la talla viajera.Y ese momento llegó y hace escasos días que finalizó. Desde el 28 de diciembre hasta el 7 de enero del recién comenzado año he vivido una aventura en solitario que ha sobrepasado con creces todas mis expectativas.

No te pierdasEsta es una de las zonas que aparecen en la selección de «20 lugares fascinantes que ver en Marruecos».

Mi objetivo estaba enmarcado en la zona central de Marruecos, aunque quizás la misión más importante era llegar a las Dunas de Merzouga (que hacen frontera con Argelia) para pasar allí tanto la nochevieja como el fin de año. Esto fue algo que logré en compañía de un Renault Kangoo que me llevó no sólo al desierto sino también a inhóspitas villas del Atlas, a preciosos palmerales y cañones que esconden mil y un secretos, a un paisaje quasi-marciano en que las kasbahs y antiquísimas casas de adobe aguantan el paso de los siglos, a perdidísimas aldeas de montaña en que convive el pueblo bereber…

El inicio tuvo lugar en la ajetreada ciudad de Marrakech aunque quizás lo mejor pasó al otro lado del Atlas, en lugares como Ouarzazate, Ait-BenHaddou, Tamedaght, Agdz, Aslim, Nekob, Tazzarine, Alnif, Rissani, Merzouga, Goulmima, las Gargantas del Todra, el Valle del Dadès e incluso Essaouira, la perla blanquiazul de la costa atlántica. Ha sido un itinerario difícil de forjar, teniendo que prescindir de otros rincones mágicos que deberé dejar para otra ocasión como son las ciudades de Fez, Chaouen, Meknés, Tánger, Casablanca o Rabat. Aquí podéis ver un mapa con el recorrido (pincha sobre él para ampliar):

Mapa recorrido Marruecos 1 por ti.

Pongo a vuestra disposición una breve descripción de cada día. Un planning mitad preparado, mitad improvisado:

DÍA 28 DE DICIEMBRE: Avión Easyjet Madrid-Marrakech que aterriza en tierras marroquíes a las siete y media de la tarde (hora local). Taxi en dirección a la Plaza Jma el Fna, centro neurálgico de la ciudad. Como alojamiento de primera noche había escogido un Riad en la medina (Riad Al Mamoune), a escasos 5 minutos de la célebre Plaza. Aún así necesité que alguien me guiara hasta allí (con compensación de 20 dirhams por la ayuda) porque las callejuelas de la parte antigua son realmente laberínticas. Aún no existe un mapa concienzudo de la ciudad, donde se omiten gran parte de las vías. Tras mi acomodo salí a cenar algo a la Plaza donde hay decenas de puestos en que preparan todo tipo de platos típicos de la gastronomía del país. Hizo falta poco tiempo para sentir que en dos horas había llegado a un mundo completamente distinto. El bullicio y la música de la humeante Jma el Fna choca desde el primer momento en que se ve. Es el corazón y late con fuerza desde las primeras horas de la mañana hasta lograr una noche cerrada.

P1080060 por ti.

 

DÍA 29 DE DICIEMBE: Visita a algunos de los principales puntos de la ciudad de Marrakech. Me dedico sobre todo a la medina-sur y a los siguientes monumentos: Mezquita de la Koutoubia, Tumbas Saadíes, Palacio el Badi, Palacio Baha. En la Plaza disfruto del ambiente en el que hay encantadores de serpientes, quiromantes, echacartas y demás adivinadores, cuentacuentos, tragasables, vendedores de toda clase de artículos y especias, falsos guías, bailarines, músicos, aguadores, portamaletas, adiestradores de monos, puestos de zumos y de frutos secos, tatuadoras de henna y un largo etcétera de ingredientes que componen el verdadero corazón de Marrakech. Las excelencias de las mil y una noches a un tiro de piedra. Me dejé fotografiar con dos serpientes en los hombros mientras las cobras bailaban al son de la flauta y los timbales. Lo mismo con un mono que se me posó con grandes ganas de orinarme encima.
Paseo por algunos de los zocos del norte en el que se comercia con absolutamente todo lo comerciable. En este sector son unos auténticos genios, sobre todo si nos referimos a artesanía tradicional.

Por la tarde tomo un autobús de la CTM en su exclusiva un nueva estación (no confundir con la Gare Routiere de la Bab Doukala donde operan las demás compañías) para dirigirme a Ouarzazate donde al día siguiente tenía que recoger un coche de alquiler. El precio del billete es de 100 dirhams (10 euros) y en aproximadamente 5 horas hice el tortuoso trayecto lleno de curvas y frío en que se cruza el Atlas. Lo hice en compañía de una pareja gerundense que se iba de trekking al Jebel Saghro. Llegada a la moderna Ouarzazate, escenario de no pocas películas en sus Estudios de Cine, que suele servir de puerta para excursiones al sur, sobre todo al desierto.

Me hospedo en el Hotel Palmeraie (35 euros la individual).

DÍA 30 DE DICIEMBRE: El primer día con coche. Recojo una Renault Kangoo del concesionario Europcar (próximo a la Plaza del 3 de Mayo) que me cuesta 232 euros utilizarlo seis días. Ahí comienza el verdadero viaje. Durante la mañana visito la impresionante Kasbah de Ait-Benhaddou (a 30 km de Ouarzazate), Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO donde se rodaron varias tomas de Gladiator, entre otros filmes. A 5 kilómetros de allí hay otra Kasbah más modesta pero más solitaria como es la de Tamedaght, la cual tampoco requiere demasiado tiempo. El paisaje rocoso es alucinante que parece estar sacado de Marte con evocadoras vistas de las cúspides nevadas del Atlas. Almuerzo en Ouarzazate y posteriormente visito la Kasbah de Taourirt, una de las más bellas de todo Marruecos. Tomo la carretera hacia Zagora y hago un recorrido apasionante en el que subo el puerto de montaña Tizi n´Tinififft (1600 m.) desde el que se ve un impresionante cañón natural que llega hasta el palmeral de Agdz, uno de los primeros lugares que conforman el hermoso Valle del Draa. Me hospedo en un antigua Kasbah de Asslim (Casbah Caid Ali), a dos kilómetros de esta población, rodeado de palmeras y vetustas construcciones de lo que me pareció una de las zonas más auténticas de Marruecos.

P1070249 por ti.

DÍA 31 DE DICIEMBRE (Nochevieja): Un día señalado en el calendario con letras de oro y que no defraudó en absoluto. La misión principal del viaje era llegar al Desierto para pasar tranquilamente el fin de año. Lo haría tomando la carretera Nekob-Tazzarine-Alnif-Rissani-Merzouga, que pasa por el sur del Yebel Saghro. Un trayecto fascinante que cruza por antiguas Kasbahs, que dibuja preciosas montañas y que deja a los lados pequeñas poblaciones datileras que parecen no haber sufrido el paso del tiempo. En Alnif disfruto de un delicioso té en compañía de unos marroquíes con los que tuve una inolvidable conversación. En este país la hospitalidad es algo más que una forma de ser y no hay nada mejor que compartir una buena charla tomándose un delicioso té a la menta del que es imposible cansarse. A partir de Rissani y tomando la carretera a Merzouga avisté por primera vez un mar de dunas a las que el sol estaba coloreando de tonos rojizos. Un par de kilómetros de pistas fue necesario recorrer en mi Kangoo para llegar al Auberge du Sud justo a los pies de las dunas. No tardé demasiado en calzarme unas buenas botas y caminar en solitario por el inmenso desierto de Erg Chebbi para ubicarme en una duna a suficiente altura para divisar un paisaje del que no bastan todas las palabras para describirlo. Lo había conseguido, estaba allí como quería desde hacía tanto tiempo. A pocos kilómetros de la frontera con Argelia en un mar de arena viendo cómo el atardecer coloreaba a su antojo un paraíso desértico. En el Auberge du Sud conozco a João Leitão, un portugués de 27 años con el que me une esta afición viajera y escritora de la que os he dado sobrada cuenta. Con una amiga de Fátima (Portugal) comparto mesa y mantel en una cena especial de fin de año en el que múltiples músicos amenizan una velada en la que un cielo más estrellado que nunca da paso al 2008. Estaba lejos de mi casa pero sentí a mi gente más cerca de lo que se puedan pensar.

DÍA 1 DE ENERO: Inaugurar un año adentrándose en el Desierto es algo tan diferente como excitante. Hice dos marchas (una de mañana y otra de tarde) en profundidad a las Dunas de Merzouga para disfrutar de la tranquilidad, el sosiego y el silencio en ocasiones interrumpido por el paso de un grupo de camellos o de alguna moto saltarina recién salida de la nada. Viene muy bien dedicar un día a la contemplación y a la meditación más solitaria imposible en que tuve la oportunidad de reflejar esa visión por medio de no pocas fotografías. Aunque el paso del calor de mediodía al frío nocturno me trajó un buen constipado que me acompañó durante el resto del viaje.

Ya durante la tarde noche mi amigo João Leitão y yo estuvimos tratando el tema de las webs viajeras a las que ambos dedicamos sobrado tiempo. Intercambiamos decenas de rutas posibles e imposibles que quien sabe si realizaremos algún día. Por intentarlo que no quede.

P1070622 por ti.

DÍA 2 DE ENERO: La sorpresa de la mañana fue encontrarme una de las ruedas de mi vehículo casi desinflada. Gracias a la gente del Auberge du Sud y a unos aventureros españoles que recorrían Marruecos en 4×4 logramos dejarla en las mejores condiciones para continuar con mi camino. Por tanto, más tarde de lo previsto, pude llevar a cabo otro tramo más del recorrido. Comencé en Rissani, la cuna de la dinastía Alauíta, en su «circuito turístico» que se inicia en las ruinas de la ciudad muerta de Sijilmassa, que llegó a tener a más de 100000 habitantes durante el Imperio Romano. Apenas hay restos que se mezclen con los palmerales y los muchos ksares y viviendas humildes a las que no me pude resistir echar un vistazo. A costa de alguna anécdota desagradable pude tomar algunas fotos del lugar. Ya desde Rissani tomé la carretera a Erfoud y Er-Rachidia que va bordeando el Valle del Ziz, que junto a los del Todra, el Dades y el Draa, ha alcanzado buena fama en el turismo del país. Me detuve tiempo en el Mirador Zouala (totalmente recomendable) para disfrutar de las vistas comiéndome dulcísimos dátiles y en el Manantial de Meski (poco antes de llegar a Er-Rachidia) en que unas lavanderas frotaban la ropa a la piedra mientras los bereberes subidos en burros recorrían los fértiles palmerales. En Er-Rachidia, ciudad carente de todo encanto, tuve que parar a comer y a descansar ya que el resfriado me había dejado totalmente tocado. Tras el almuerzo me trasladé a la localidad de Goulmima para visitar el antiguo Ksar Aït Goulmima junto a un guía llamado Yussef. En esta villa fortificada hecha de adobe, compuesta de estrechísimas callejuelas y puertas con cerraduras touareg, aún siguen viviendo cerca de 70 familias. Tiene incluso un mellah (barrio judío), actualmente sin signos de vida hebraicos.

Ya de noche llegué al Hotel Les Roches ubicado en el mismo corazón de las Gargantas del Todra (a 17 km de Tineghir), aunque por la poca luz no me di cuenta hasta la mañana siguiente de lo maravilloso que era el lugar.

DÍA 3 DE ENERO: A pesar de no encontrarme nada bien físicamente fue uno de los mejores días del viaje. Seguro el más aventurero, arriesgado y recordado, quizá por haberme dejado llevar por la improvisación. Nada más levantarme y mirar por la ventana me di cuenta de que estaba justo dentro de un desfiladero rodeado de escarpadas montañas que apenas dejaban penetrar el sol. Una «grieta» en medio de la tierra… Fue ahí donde tomé el coche para hacer un recorrido fascinante en el interior del cañón. No sabía dónde me iba a llevar la carretera pero me daba absolutamente igual. Había más de un pastorcillo descendiendo las rocosas y frías cumbres con su ganado que parecía no haber visto turista en su vida. Tamtattouche es uno de los primeros pueblos de montaña del Atlas yendo desde la carretera del Todra. Allí hay una pista en la que muy pocos coches pueden superar los obstáculos para dirigirse al Dadès. Y a partir de allí la cosa fue a mejor. Los pueblecitos bereberes del Atlas son algo así como un viaje a un mundo antiguo y paralelo en el que las cosas no han cambiado nada, o lo han hecho muy poco. Un paisaje pelado y rodeado de montañas en cuyas laderas se alzan solitarios ksour (plural de ksar) y aparecen todo tipo de personas trabajando el campo como se hacía en tiempos del medievo. Escenas costumbristas que parecían haberse perdido en viejas fotografías hechas en blanco y negro..

De Tamtattouche fui a Ait-Hani donde ingenuamente tomé una pista llena de baches para intentar hacer los 70 km que lo separan de Imilchil. Pero tras 2 km tuve que dar media vuelta porque podía cargarme el coche por mil sitios diferentes. La gente me miraba extrañadísima de mi presencia allí. Paré en un café-mirador a tomar un té mientras consultaba el mapa de carreteras para decidir dónde ir. Allí conocí a Ahmed y a una cuadrilla que estaba acondicionando un pequeño hotel de 3 habitaciones. Eran bereberes de la zona y fueron muy amables conmigo, invitándome a comer Tajine de cordero al modo tradicional, es decir, con las manos. Eso sí, siguiendo los ritos previos (lavarse las manos los unos a los otros con agua caliente, rebañar la comida con el pan y las manos, partir la carne a partes iguales, eructar como símbolo de estar saciado y un buen té a la menta para después lavarse de nuevo las manos, esta vez con jabón). Me recomendaron seguir por la carretera de Ait-Hani, pero no en dirección a Imilchil, sino a Assoul y Amellago para después volver hacia Goulmima, donde había estado la vez anterior. Les hice caso y me supusieron 3 ó 4 horas en un recorrido tan salvaje como complejo por el estado de las carreteras. Hubo que cruzar más de un río temiendo quedarme tirado allí. Pero valió la pena porque fueron algunas de las mejores horas de mi vida. Me sentí único en un mundo único. Allí contemplé imágenes que supuse olvidadas.

P1070823 por ti.

Tras una imprevista tormenta de arena llegué justo al anochecer a Ait-Oudinar en pleno Valle del Dadès donde me alojé en el Auberge des Gorges de Dades, que tenía una comodísima y hermosa habitación, además de un acogedor Salón de Té donde cenamos unos cuantos.

DÍA 4 DE ENERO: No me podía creer que en el Valle del Dadès me fuera a caer la primera nevada de la temporada. Fue asomarme a la ventana y ver un manto blanco cubriendo toda la zona. Lo malo vino cuando tuve que dar la vuelta con el coche justo antes de llegar a las Gargantas porque había zonas en que quedaba atrancado. Por tanto recorrí el Valle en dirección Boumalne du Dadès, la ciudad principal de la zona. La carretera serpenteaba a la par que el río que iba saludando restos de fortalezas cuales castillos inmemoriales vigilaban uno y otro lado de un precioso valle. La nieve que descendía su intensidad a medida que se avanzaba pintó de merengue un terreno rocoso y árido a excepción de las riberas en que crecían espigadas palmeras. Mezquitas de barro y empinadas callejuelas reunían la mirada de los extrañados habitantes fuera de contexto en una imagen un tanto extraña. Chilabas en la nieve, capuchas hasta arriba y velos veraniegos cubiertos de copos. El trayecto lo hice muy lentamente con infinitas y duraderas paradas donde había millones de buenas fotografías que estaban y siguen estando por hacer. Ya en el pueblo de Boumalne la nieve se había tornado en lluvia y en un viento castigador que había transformado la tierra en chocolate. No fue hasta la capital del Valle de las Rosas, El-Kelaa M´Gouna, cuando el cielo dio un respiro y pude tomarme un té tranquilamente en Rosa d´Amaskina, que hace honor a esta célebre flor. En mayo emergen cientos de millones de rosas, con las cuales se obtiene una esencia de olor delicioso que sustenta la vida comercial de la zona. Mil kilos de pétalos se necesitan para obtener tan sólo un litro de riqueza olfativa.

El siguiente paso fue Skoura, a 39 km de Ouarzazate. De un suelo pedregoso y estéril aparece resplandeciente un vastísimo palmeral en que se refugian kasbahs como las de Ben Moro o Amerdihl, la cual no pude visitar por haberse desbordado el río y ser necesario cruzarlo con el agua más arriba que las rodillas. Y con mi lamentable estado no era cuestión de agravar las cosas. Me dio pena no poderle dedicar más tiempo a este lugar. Llegué más pronto de lo previsto a Ouarzazate, aunque con algunas décimas de fiebre que me impedían dar más de sí. Aunque me resistí y fui antes a visitar dos Estudios de cine (Dino de Laurentis y Atlas) donde se rodaron películas como «La Joya del Nilo», «Gladiator», «El Reino de los Cielos», «La Momia», «Cleopatra» e incluso alguna saga del mítico James Bond.

P1070946 por ti.

Después de eso tocó devolver el coche a la compañía de alquiler, los cuales hicieron un minucioso reconocimiento para ver que no le había hecho nada malo en los casi 1300 km de recorrido. Afortunadamente el chequeo fue bien aunque menos fueron las palabras del dependiente que me alertaron sobre el día siguiente.. «Me han dicho que el Puerto de Montaña para cruzar a Marrakech está cerrado…» Fue algo que la gente de CTM me confirmó posteriormente encomendándome a la mañana siguiente en que las cosas podían haber cambiado. «¿Y si no es así?» pregunté. Un mecer de hombros fue la preocupante respuesta. La solución en el siguiente día…
Me hospedo nuevamente en el Hotel Palmeraie en que me toca sudar toda la noche en la cama para recuperarme de algo más que un resfriado.

DÍA 5 DE ENERO: «Le Col de Tizi-n-Tichka est fermé» fue la frase utilizada por el personal de CTM para decirme que no salían buses ese día. Me fui por tanto a la Estación de buses de demás compañías en que había un desbarajuste bestial. Nadie atendía y todos preguntaban cómo pasar a Marrakech si estaba cerrado. La opción de Agadir (costa) y retornar no era mala del todo aunque sí más pesada y larga. En cuanto vi a la primera persona extranjera me adobé rápidamente porque dos mentes piensan mejor que una sola. Se llamaba Sara y era suiza de Basilea, ciudad que había visitado tan sólo un mes antes. Ella iba a perder su avión de la tarde si no lograba llegar a Marrakech. Ambos terminamos tomando un Grand-Taxi con 4 personas más sin contar al conductor. Siete en total apretujados en un medio de transporte cuyo coste sube como la espuma cuando cortan el puerto y los autobuses no se atreven a intentarlo (150 DH por persona). Nuestro taxista tenía buenas fuentes y sabía que se iba a abrir esa misma mañana. De lo contrario retornaría devolviéndonos la mitad de la carrera. Al final hubo suerte y pasamos, aunque con un tráfico y unas retenciones desmedidas. La capa de nieve de gran grosor que bañaba el Atlas hacía muy dificultosa la conducción, aunque con paciencia y buen humor sobrellevamos como pudimos el trayecto que duró lo mismo que el bus de la ida (5 horas). Sara y yo, que hicimos buenas migas lo celebramos dándonos un homenaje de pizza en Marrakech. Estábamos hartos de Tajine, Cuscús y Brocheta. Necesitábamos comida basura occidental para volver a ensuciar nuestro organismo. Ella se fue al Aeropuerto y yo me adentré en la medina norte. Visité (gracias a un falso guía y a 20 Dirhams) el Barrio de los Curtidores, tan perdido como insólito. No es tan llamativo como el de Fez pero sí se puede ver bien todo ese proceso que viven las pieles desde que se pudren hasta que se colorean para hacer todo tipo de artículos artesanales e inclusos cotidianos. Eso sí, me vino de perlas la ramita de menta en la nariz para protegerme del olor a podredumbre y putrefacción.. Yamal, un madridista de pro, me acompañó a otra de los lugares de imprescindible visita: La Madrasa de Ali ibn Yusuf, una escuela coránica en cuyo interior alberga una joya de la arquitectura islámica con un patio resplandeciente y unos techos trabajados con precision. A su lado está la Mezquita, la Kouba Ba´adiyn y el Museo de Marrakech. Por lo que se entiende y recomienda toda visita a esta parte, aunque para encontrarla haga falta ayuda.

P1080008 por ti.

De noche me dejé llevar una vez más por el bullicio exótico de Jma el Fna la cual retraté de la mejor manera tomando un zumo de naranja en lo alto del Café de France. Mi hospedaje de esa noche era más céntrico y económico (Hotel CTM, en la misma Place, 20 euros con baño privado).

DÍA 6 DE ENERO: En 3 horas un bus de la CTM (85 DH) me dejó en una de las perlas del Atlántico marroquí. Essaouira, la antigua Mogador portuguesa, ciudad amurallada de paredes blancas con puertas y ventanales azul celeste, es hoy día un reclamo turístico de primer orden. En sus calles, puerto y playa es posible ver numerosos hippies y bohemios sin oficio ni beneficio que se creen herederos espirituales de Bob Marley, que visitó este lugar décadas atrás dejando toda su impronta.

En Essaouira convive el aroma del Océano Atlántico, el cotidiano trasiego de una medina un tanto occidental a la vez que desgastada, el sabor a pescado fresco en el puerto, un toque de película shakesperiana de Orson Welles y un ir y venir de música reggae que se confunde con la llamada a la oración desde los alminares de las blancas mezquitas.

Sus murallas y bastiones defensivos (Skala du la ville y Skala du Port) donde Orson Welles rodó Otelo son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Menos oficial pero igual de patrimonial son sus puestecillos de madera junto al Puerto en que te preparan al instante un delicioso y económico manjar de pescado y/o marisco. Las calles y casas tienen la pintura ajada muy al contrario que su gemela tunecina Sidi Bou Said.

P1080082 por ti.

En Essaouira me hospedé en la misma Plaza Moulay Hassan, en un confortable y limpio Hotel Beau Rivage que había reservado por internet (27 euros). Las plazas de bus para volver a Marrakech se llenan con facilidad por lo que tuve que comprar un ticket para las 6 de la mañana del día siguiente. Un palizón para mi última jornada en Marruecos.

Un increíble atardecer desde el Puerto desde donde se ve la Isla de Mogador en que crían los Halcones de Eleonora cerró un día de calor y de contrastes. Bueno, más concretamente lo cerraron dos goles de Van Nistelrooy y Robinho al Zaragoza, que tuve la suerte de ver junto a los aficionados marroquíes.

DÍA 7 DE ENERO: Madrugón para volver a Marrakech en un día que sirvió de despedida a muchos sueños e inquietudes hechos realidad. Debía decir adiós a los paseos por la medina, los muchos tés y zumos naturales que me bebí, el olor a especia y el ruido de la música, los claxon, el almuhedín, las alfombras decorando los colores rosáceos de los laberínticos callejones, el humo que sale de las brasas, el pesadísimo pedigüeño, los infinitos esquives a motocicletas, bicis, carros y burros, el fondo nevado del Atlas…y un sinfín de recuerdos de una ciudad diferente y de un país maravilloso. ¡Qué difícil es salir de un sueño! ¡Qué difícil es volver!

Este fue un viaje completamente por libre y en solitario, pero si queréis que os lo organicen todo y llevar guía podéis hacerlo también desde Marrakech o Fez:

3 días de ruta al desierto de Merzouga en minibus o 4×4 con guía de habla española. Desde Marrakech.

+ 4 días de tour privado en 4×4 al desierto de Merzouga con guía de habla española.  Desde Marrakech (posibilidad de acabar en Fez).

+ 3 días de ruta al desierto de Merzouga con guía de habla española. Desde Fez.

+ 4 días de tour privado en 4×4 al desierto de Merzouga. Desde Fez con final en Marrakech.

Esta prueba en solitario supuso un antes y un después en mi idea de concebir los viajes. Fue una de las mejores decisiones que pude tomar en mi vida. Y que me haría regresar muchas más veces a este país. Y es que hay mucho que ver en Marruecos

Saludos cordiales de vuestro amigo,

Sele

+ En Twitter @elrincondesele

+ Canal Facebook

+ Canal Instagram @elrincondesele

PD: No te pierdas todos los artículos sobre Marruecos publicados en este blog.

25 Respuestas a “Aventura en Marruecos I”

  • Deja un comentario