Kharanaq, ciudad fantasma en el corazón de Irán
Una ciudad fantasma de barro se rasga día a día en algún lugar del centro de Irán. A 85 kilómetros de Yazd se asoma a las montañas la siempre calurosa Kharanaq consciente de que sus desgastadas calles jamás volverán a estar vivas. Deambulante y ondulante quiebra puertas, ventanas y pasadizos desde un antiguo caravasar hasta un minarete impoluto a pesar de los siglos y el abandono. Nadie sabe el porqué de las ruinas de Kharanaq y la huida de sus habitantes que se alejaron de una urbe sasánida que contaba con más de mil años de antigüedad, pero aún así continúa siendo uno de los lugares de Irán más interesantes para los viajeros que gustamos, y mucho, de esos rincones olvidados en los que el tiempo se erige como el único culpable de su decadencia.
Kharanaq es una de las ciudades fantasmas que jalonan la antigua Persia y que merece la pena no pasar por alto y hacerle una visita. Es la excursión de un día más perfecta que se puede hacer desde Yazd. Tras sus muros sólo quedan calles vacías, el viento soplando por las oquedades de las ventanas y un paisaje árido que se entremezcla con campos de cultivo. Sin duda hablamos de un lugar «hermosamente» abandonado.
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Kharanaq es una de las ciudades abandonadas más interesantes de Irán
El centro de Irán, desde Yazd a muchos kilómetros a la redonda, construyó desde siempre sus ciudades con adobe, tradición que se ha mantenido hasta hoy día en muchas poblaciones del país. Con adobe se modelaron grandes y laberínticas urbes como la propia Yazd, por lo que en las localidades más cercanas es del todo obvio que esto también fuera así. Kharanaq supero el milenio hace ya muchísimo tiempo y, como le pasó a otras, no sobrevivió al tiempo, las guerras y los terremotos. Por razones que se desconocen esta ciudad sasánida fue dejada en abandono, trasladándose sus habitantes a zonas más seguras y alejadas de lo que parece un desfiladero. Y es que Kharanaq es uno de esos municipios colgados que desafían al vértigo.
En un día de viaje en el que preparamos una ruta en coche desde Yazd a Meybod y Chak Chak (el templo zoroástrico más importante de Irán), dejamos a Kharanaq para la tarde. Habíamos comido en un sucio restaurante junto a una gasolinera en el que sólo tenían pollo y arroz, como costumbre, y le dedicamos el que a priori creíamos tiempo suficiente para explayarnos en la ciudad fantasma. Que no es que tuviera una lista de monumentos que ver, ni mucho menos, sino que pretendíamos perdernos y husmear por viviendas deshabitadas, graneros o dónde fuera necesario hacerlo. Porque desde un principio ese era el objetivo en un lugar abandonado como aquel, recorrer sus ruinas, jugar un poco a ser pequeños y hacer muchas, pero muchas, fotografías.
Quien, como Isaac y como yo, protagonistas en este viaje a Irán que no hacía más que sorprendernos, tenga predilección por los lugares abandonados, tengo que decir que Kharanaq es su sitio. Si bien es cierto que lo visita gente desde Yazd (en excursión organizada normalmente desde los hoteles) y la probabilidad de encontrarse con turistas es bastante remota. Nosotros no nos encontramos absolutamente con nadie, por lo que callejeamos por el pueblo (se habla de ciudad pero tiene dimensiones de pueblo) a nuestras anchas, buscando escondrijos, casas que se sostuvieran en pie y nos permitieran recorrer las habitaciones, las cocinas o asomarnos a los vanos por los que se colaba el viento.
En Kharanaq tuvimos tiempo de vagabundear sin otra dirección que la de la intución, nuestros pies o la llamada de Hussein, el amable conductor que habíamos conocido en Yazd apenas un día antes y que se había convertido en uno de los personajes más queridos de nuestra aventura persa. Se notaba que el propio Hussein no había debido estar hacía mucho tiempo allí porque caminaba sorprendido, deteniéndose a admirar edificios, portones desvencijados o panorámicas desde ángulos que parecen mágicos. Aunque fue él quien nos mostró la manera de entrar furtivamente a los adentros de un minarete de ladrillo y madera de esos que todavía quedan en algunas ciudades de Irán y que están preparados para soportar seísmos y toda clase de temblores. De hecho recuerdo que en Isfahán había una mezquita a las afueras (Menar Jonban) en la que era típico que un hombre se subiera a uno de sus minaretes para hacer tambalear toda la estructura y demostrar que el edificio estaba capacitado para resistir terremotos.
El alminar de Kharanaq está impoluto y se puede entrar abriendo una ventana interior de madera sobre la que hay que colarse a oscuras y tratar de dejar fuera mochilas y cosas que estorben. Porque de ahí aparecen escaleras de caracol tan estrechas que no son aptas para claustrofóbicos y en las que es muy complicado avanzar sin rasparse pecho y espalda. Arriba está el premio de unas buenas vistas del casco histórico pero aseguramos el esfuerzo es titánico para no quedarse encajado en mitad del trayecto.
De todas formas no es necesario subir al viejo minarete para disfrutar de espléndidas panorámicas tanto de Kharanaq como de los campos y montañas que lo circundan. Hay suficientes miradores, balcones y ventanales como para agrupar la ciudad fantasma en una fotografía o deleitarse con tan sólo mirar alrededor. No es el único sitio ni probablemente el mejor. Hay tantos rincones favoritos para las fotos como viajeros que visiten el lugar. Lo más divertido es buscar ángulos más o menos ideales con los que retratar esta hermosísima especie en extinción como son los pueblos de barro abandonados.
Descubrir un antiguo hammam, las casas más nobles, las balconadas con paisajes más elegantes… esos eran, a priori, los objetivos de dos viajeros que tan sólo queríamos sentirnos «pequeños» en Kharanaq. No fue ni una ni dos las veces que amenazamos con quedarnos a dormir en mitad de la nada, pero el frío gélido de la noche y tener los sacos en nuestra habitación-cuadra de Yazd nos echó para atrás dicha idea. Para otra ocasión, quizás.
Lo que sí vimos que estaba habilitado para pasar la noche era un antiguo caravasar que estaba cerrado al princpio y alguien nos abrió después de llamar insistentemente a su portón delantero. Estas fondas típicas de la ruta de la seda, en la que comerciantes, sus animales y las mercancías, encontraban un merecido descanso tras una jornada en camello (lo que vienen siendo de 30 a 40 kilómetros), se están rehabilitando poco a poco para volver a ser hospederías, aunque con un tipo de viajeros bien distintos. A 60 km al este de Yazd y camino a Kerman, en Zein-o-Din, nos quedamos maravillados con el más hermoso y preparado de todos, de estilo circular, pero era demasiado caro para nuestro presupuesto. Aún así el 99% están esparcidos y totalmente abandonados, siendo una de las siluetas más reconocibles en las rutas por carretera en Irán. Realmente encantadores…
Cómo ir a Kharanaq
En realidad a Kharanaq se puede llegar el coche o taxi desde Yazd, que lo tiene a 85 kilometros (aprox 1 hora y media). Normalmente se combina con otras visitas como Meybod o Chak Chak, ya que una visita a Kharanaq no lleva tampoco excesivo tiempo. En nuestro caso encontramos un conductor, Hussein, que nos había llevado el día anterior a la puerta del hotel y al que le propusimos una excursión tanto a Kharanaq como a Meybod o Chak Chak, que haríamos por la mañana. Pagamos un total de 800.000 riales, que en ese momento eran 20€ por una ruta que llevó prácticamente todo el día y por la que nos pidieron mucho más dinero en nuestro alojamiento o en la oficina de turismo de la ciudad de Yazd. Estoy convencido fue un negocio bueno para ambos y nos saltamos los intermediarios.
El del coche con conductor (y a través de locales y no necesariamente de agencias) es uno de los medios de transporte más utilizados en nuestro viaje a Irán, y que siempre recomendaré a otros viajeros. Porque se encuentra con tan sólo cruzar la calle, es económico y nos hará compartir una o varias jornadas con gente estupenda como Hussein.
Recuerda que puedes conocer todos los detalles de esta aventura en los distintos apartados de la Guía práctica del viaje a Irán con información relativa a:
– RUTA REALIZADA (QUÉ VER EN IRÁN)
– ALOJAMIENTO (HOTELES EN IRÁN)
Irán nos permitió descubrir lugares apasionantes como Kharanaq, uno más en una ruta fabulosa por los senderos milenarios de la antigua Persia.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
6 Respuestas a “Kharanaq, ciudad fantasma en el corazón de Irán”
Huele a aventura y a la leyenda de la Ruta de la Seda 🙂
Una de los lugares más interesantes que visité en Iran. Toda esta región me pareció muy interesante, puede que más incluso que ciudades tan espectaculares com Shiraz o Isfahan.
un abrazo!
Lluis (Inuk)
De todos los lugares hermosos que muestras, hay algunos como este que simplemente te hacen soñar…
Me encantan los lugares abandonados como a vosotros, y eso de visitar un emplazamiento así en Irán y que tan poca gente lo visite, es un punto a su favor, algunas de sus áreas por las fotos invitan a perderse por allí y vivir una auténtica aventura de exploración 😀
Saludotes!!!!!
Uff, la de tesoros que tiene escondidos este país y de los que no tenía ni idea…
Me ha recordado, salvando las distancias a Ait Ben Haddou, en Marruecos
Un abrazo,
[…] llevar únicamente con las caras más conocidas del país y perdámonos por pueblos como Abyaneh, Kharanaq, Meybod, Rayan, en la vieja Qazvin o en las ruinas aqueménidas como las de Naqs-e Rostam, no tan […]