Liechtenstein, ese pequeño país de montaña
He aquí un resumen de un viaje fantástico por carretera partiendo de la ciudad suiza de Basilea y llegando a lugares como el Principado de Liechtenstein y a pequeñas ciudades de corte medieval como Feldkirch (Austria), Lindau (Bavaria, Alemania, orillas del Lago Constanza) y Schaffhaussen donde además de Historia caen con fuerza las mayores cataratas de Europa (Rheinfallen). Una ruta poco corriente y muy recomendable de la que os emplazo a tomar nota.
Pincha sobre el mapa para ampliarFeldkirch es una pequeña villa medieval de Austria perteneciente al Estado de Vorarlberg, en el oeste. Además de ser un pueblo con mucha Historia y mucho encanto tiene la peculiaridad de lindar con tres países: Al sur el Principado de Liechtenstein, al este la Confederación Helvética, es decir, Suiza. Y al norte Alemania… Un destino interesante para pasar un buen fin de semana, ¿no creéis?
VIERNES 31 DE OCTUBRE
Rebeca y yo volamos al Aeropuerto Internacional de Basilea (Suiza) donde alquilamos un coche con la compañía AVIS. Tiramos de carretera y manta desde las once de la noche hasta pasada la una de la madrugada para cruzar la frontera con Austria y llegar a Feldkirch donde nos hospedamos en el Hotel Holiday Inn (web: http://www.holiday-inn-feldkirch.com/) durante dos noches. Habíamos reservado en el Central Hotel Löwen (web: http://www.central-hotel-loewen.at/englisch.html), mucho más económico pero por motivos que desconozco nos dieron habitación en el hotel de categoría superior al mismo precio. Empezaba bien la cosa.
SÁBADO 1 DE NOVIEMBRE
El sábado fue un día realmente increíble no sólo por su carácter multinacional sino también porque los lugares en que estuvimos fueron de nota.
Nos levantamos temprano para pasear por Feldkirch cuando le cubría una fina capa de niebla. Color y medievo entre dos montañas donde se asoma un precioso castillo (Schattenburg) y el Río Ill pasa a gran velocidad. Se conservan varias de las torres de una antigua muralla que envuelven un casco histórico elegante y bien cuidado del que corresponde dar buena cuenta.
Feldkirch es pequeña y se recorre perfectamente a pie. De esa forma es posible disfrutar de unas fachadas en ocasiones deslumbrantes y muy acordes con su peso e importancia en el medievo debido a la estupenda situación estratégica de esta urbe de poco más de 30000 habitantes del Estado austriaco de Vorarlberg.
La ciudad de Feldkirch está ubicada en un precioso valle rodeado de espesos bosques y grandes bloques de piedra en unas montañas que permanecen nevadas durante todo el invierno, pero que sirvieron de protección y muralla natural en épocas pasadas. Algunos de los lugares más interesantes para visitar son:
* El castillo de Schattenburg: Construcción medieval del Siglo XII que funcionó como Residencia de los Condes de Monfort. Se puede visitar parte de su interior dedicado a un célebre Mesón y a un pequeño Museo de Arte sacro y armas medievales ubicado en los antiguos calabozos. Las vistas de Feldkirch desde sus antiguos vanos y el estupendo patio interior son motivos suficientes como para perderse un rato por aquí.
* Las torres medievales: Feldkirch poseía una fuerte muralla de la que se conservan varias torres de planta circular. Las más conocidas son la Katzenturm (Torre de los gatos), la Torre del Agua (Wasserturm) y la Torre de la Pólvora. Probablemente la que más nos gustó fue la Torre del Agua, que se asoma al poderoso Río Il y que conserva vetustas pinturas en sus muros.
* El Ayuntamiento (Rathaus): La sede del gobierno municipal recoge también esa esencia medieval inmersa en toda la ciudad por medio de numerosos dibujos ya sean de antiguos escudos de armas o de soldados (éstos mucho más modernos).
* La Plaza del Mercado (Marktplatz): Para mí el lugar más acogedor e interesante de Feldkirch. Cerrado absolutamente al tráfico, esta plaza de formas poco ortodoxas reúne algunas de las mejores fachadas de ciudad. El mercado navideño de Feldkirch es de los más animados y recomendables en esta parte de Austria.
Por cierto, no es uno de los mejores lugares para venir a hablar alemán. De hecho, un austriaco de Viena tendría serias dificultades para comprender este subdialecto bastante alejado del estándar que se estudia en Escuelas y Academias. Pero como lo más normal es que no se venga a Feldkirch precisamente a eso, es algo que importa más bien poco o nada…
Feldkirch limita al sur con el Principado de Liechtenstein y hacia allí nos dirigimos con nuestro vehículo alquilado. Este país es el número 47 que he visitado en mi «carrera viajera» y el último de los Estados pequeños de Europa que me había propuesto para 2008 en que me moví por Andorra, Luxemburgo y San Marino.
Sus 160 kilómetros cuadrados de superficie y 76 kilómetros de fronteras (35 km oeste y sur con Suiza; 41 km este y norte con Austria) hablan por sí solos para explicar sus pequeñas dimensiones. Que la población total no sobrepase los 35000 habitantes y que en la capital no vivan más de 4000 personas es un dato más que demuestra que Liechtenstein, como ya dije de San Marino, es otro de esos milagros históricos y geográficos que de vez en cuando nos encontramos en Europa. Un país sin mar rodeado de otros países que tampoco tienen mar, una particularidad que aunque parezca mentira sólo comparte con Ukbekistán.
Liechtenstein en la actualidad no es un Estado del que se hable y se sepan demasiadas cosas, exceptuando su condición de Paraíso fiscal y su política basada en una Monarquía Constitucional con un Príncipe como Hans-Adam II que mueve más los hilos nacionales de lo que lo hacen otros soberanos europeos.
En lo que a la parcela turística se refiere Liechtenstein es también una gran desconocida. Es harto complicado encontrar información en la red más allá de la web oficial de la Oficina de Turismo (www.tourismus.li/). Apenas pude manejar documentación de esta página junto a algún breve consejo de amigos y gente del foro que había estado allí (no mucha, la verdad). Aún así me fue suficiente para hacer una breve incursión a este Principado que se esconde entre el Valle del Rin y las montañas de los Alpes, que nos sorprendió de forma muy grata.
Vaduz, la capital, no es precisamente una maravilla comparable a las bucólicas urbes suizas o austriacas, repletas de casas con entramados de madera. Esta es una ciudad diminuta y sin demasiadas construcciones antiguas, que crece a lo largo y no a lo ancho, que se confunde con su vecina Schaan (más poblada), y que apenas cuenta con atractivos más allá de la calle principal, hecha para los peatones, que discurre entre su coqueta y puntiaguda catedral y unos metros avanzado el Museo de Arte Moderno.
Quizá el monumento más vistoso y más motivante, que invita a rodear la montaña para subir hasta él, sea el Castillo de los Príncipes, que se asoma sereno al acantilado, confundiéndose con un precioso entorno de montaña de cumbres cubiertas de nieves perpetuas. La fotografía más recurrente de Vaduz tiende a ser en un 99% la de este bonito castillo que para la desgracia de los viajeros y amantes de este tipo de monumentos no está abierto al público.
Pero más allá de Vaduz hay vida y esperanza tal y como comprobamos tirando de improvisación y subiendo con el coche por la carretera del castillo que dejamos atrás. Gracias a este experimento consistente en adentrarnos a las entrañas de Liechtenstein, ubicadas en plena altura, descubrimos espacios naturales propios de series de dibujos animados como Heidi. Praderas bañadas de verde con restos de las primeras nevadas otoñales marcaban el preludio a la alta montaña. Aisladas y vacías casitas de madera esperaban tiempos más fríos que arañaban grados a un calendario que acababa de colgar el nuevo mes de noviembre. El 2008 se hacía más mayor a medida que la temperatura disminuía para que en aquellas lindas casetas comenzaran a arder las chimeneas.
Si Vaduz es el Valle, Malbun era la montaña, y hacia allá íbamos, en busca de la población más elevada del país (1600 m.). Pero Liechtenstein cuenta con un hermoso intermedio llamado Triensenberg que se asoma al valle y que posee no sólo las mejores vistas, sin estar en lo más alto, sino también una interesantísima iglesia con cúpula que tiene forma de cebolla, de estilo muy similar a las ortodoxas que se pueden encontrar en países como Rusia. El cementerio junto al templo cristiano estaba muy concurrido por ser el día de Todos los Santos.
Una Malbun desierta y helada, prácticamente a cero grados, cerró nuestro ascenso improvisado a Liechtenstein. Esta ciudad es probablemente el centro turístico más importante del país, ya que allí se encuentra una Estación de Ski Alpino desde la cual se pueden practicar un sinfín de actividades invernales.
Malbun cuenta con una amplia oferta de alojamiento, que cuando fuimos nosotros aún no estaba preparada para lo que iba a venir en pocas semanas. Y por lo que tengo entendido no sólo vive del invierno, ya que en verano tanto los habitantes de Liechtenstein como los turistas, sobre todo venidos de las vecinas Austria y Suiza, utilizan sus senderos para hacer trekking o para hacerse diversas rutas en bicicleta de montaña.
El descenso a Vaduz lo hicimos por unas carreteras secundarias que quitaban el hipo y que quedaban muy por encima de unas nubes que dejaban tapado el largo y serpenteante Rin, uno de los ríos más largos de Europa (1320 km.), el cual nace en los Alpes y muere en el Mar del Norte.
Cuando procedíamos a abandonar Liechtenstein pasado Vaduz y Schaan en una carretera desprovista de coches y totalmente recta, no pudimos a escapar a un flashazo procedente de un Rádar puesto por Tráfico. Multa para el niño y la niña. ¡Fenomenal! Espero, al menos, haber salido guapo en la foto.
Abandonamos Liechtenstein dirección norte para ir al Bodensee, nombre alemán con el que se conoce al Lago Constanza, que tiene una superficie superior quinientos kilómetros cuadrados, y que sirve de entrada y salida al Rin. Como baña 3 países (Suiza, Austria y Alemania) teníamos la posibilidad de llegar hasta él por diversas poblaciones muy próximas a donde nos encontrábamos (la austriaca Bregenz era una de ellas). Finalmente escogimos Lindau, localidad perteneciente a Bavaria (Alemania), que nos deslumbró tanto a Rebeca como a mí. Probablemente fue la «Revelación del viaje» y no faltan razones para ello.
El casco histórico de la ciudad de Lindau es una isleta comunicada por un puente donde se conservan edificios barrocos con excepcionales pinturas en sus fachadas como, por ejemplo, la antigua sede del Ayuntamiento (Altes Rathaus).
Por fortuna no sufrió daños en la II Guerra Mundial debido a que los nazis no opusieron resistencia alguna a los franceses para abandonarla. De ahí que en Lindau, que se puede decir también que es otra gran desconocida, resten magníficos ejemplos arquitectónicos del barroco germánico desde el puente de acceso hasta el puerto donde junto a los barcos emerge un viejo faro y un león de piedra, símbolo de la ciudad.
Vimos caer la tarde a eso de las cinco y media en el Lago Constanza, un impresionante mar interior que se fue tragando los pocos rayos de sol que habían podido esquivar la niebla y las nubes color gris plomo. Sin exagerar puedo afirmar que Lindau es una de las ciudades de Alemania que más me han llamado la atención en las ocho veces que he tenido la suerte de estar en ese país. Y lo mejor de todo es que no estaba para nada previsto llegar hasta ella. Otra razón más para dejar siempre un espacio a la improvisación.
La tarde noche del sábado, oscura y fría, sirvió para reponer fuerzas en el Spa gratuito del hotel. Nunca me he podido alegrar tanto de una confusión de reservas en la que pasamos de las dos a las cuatro estrellas sin variar el precio. Aún me pregunto qué sucedió para que no nos dieran habitación en el primer hotel y nos guardaran otra de mayor categoría. Son estas cosas que uno no se espera y que a menudo suceden sin más. La suerte está para agarrarla fuerte con las manos y no soltarla, no se vaya a ir con otro.
DOMINGO 2 DE NOVIEMBRE
El domingo consistió en regresar de forma paulatina a Basilea para tomar el avión de las cinco y media de la tarde. Digo paulatina porque no fue para nada rápida ya que entre medias había una zona a la que deseábamos dedicar el tiempo suficiente: Schaffhausen y las Rheinfall (Cataratas del Rin), ambos de Suiza, prácticamente juntos y fronterizos tras el río con Alemania.
RHEINFALL
Volviendo de Feldkirch, después de algo más de una hora conduciendo, nos desviamos a la altura de Winterthur (sí, donde los seguros) para tomar la autopista E-41, que estaba completamente en obras y por la que no hubo más remedio que ir muy despacio. Al final de dicha carretera se encuentra a un lado la pequeña ciudad de Schaffhausen y al otro las Cataratas más espectaculares que probablemente haya visto en Europa. Viene todo perfectamente señalizado por lo que llegar no supone un trauma. Escogimos en primer lugar ir a las Cataratas porque al ser temprano pensamos que habría menos gente. Y acertamos porque no había casi turistas. Aunque a tenor del gigantesco parking que hay a la entrada este parece un lugar muy popular, sobre todo en los meses de primavera y verano.
Después de dejar el coche entramos a los miradores desde un pequeño castillo, el de Laufen, que curiosamente en la actualidad funciona como Albergue para mochileros, y según por lo que pude saber tiene unos precios bastante competitivos para lo que es Suiza, un sacacuartos.
Desde allí bajamos las escaleras para tener la primera visión panorámica y más o menos lejana de las Cataratas desde donde pudimos apreciar el conjunto natural que allí se forma. Porque es en este punto en concreto donde el Rin abandona su serenidad para convertirse en un ser vehemente y endiablado. La espectacular caída de sus aguas no sorprende por su altura sino por lo ancho de la catarata propiamente dicha. He aquí los datos: 23 metros de altura y 150 metros de anchura. Si a esto le sumamos la fuerza de un río furioso se puede entender que se forme un ruido ensordecedor que represente los aproximadamente 700 metros cúbicos por segundo de caudal, que aumenta sobre todo en los meses primaverales y veraniegos, cuando el deshielo de los Alpes es un hecho.
Hay una interesante red de miradores en las cataratas que permiten aproximarte a un palmo de las mismas y sentir de cerca su violencia. A medida que más se va descendiendo, más vulnerable e insignificante te vas haciendo hasta parecer un minúsculo mosquito a punto de ser engullido por la fuerza de unas aguas que alcanzan un poder superlativo.
Hay varios puntos para ver las cascadas fuera de la entrada de Laufen, pero es aquí donde más se aprecia y más se difruta de este show que nos ofrece la Naturaleza y de la que, afortunadamente, no hay que pagar entrada alguna. Conviene saber además que no sólo se accede en coche a este lugar ubicado a apenas 40 kilómetros de Zurich, sino que existe una importante red de autobuses y, sobre todo, un tren de juguete que se coge en Winterthur y que tarda en llegar a Schloss Laufen am Rheinfall poco más de media hora.
Si se viaja a Suiza con tiempo recomiendo encarecidamente anotar estos datos y «dejarse llevar por la corriente» (en sentido figurado) porque es absolutamente asombroso. Ah, y está muy cerca de Schaffahusen, otra joyita que merece una buena pausa.
SCHAFFHAUSEN
Esta localidad debe su riqueza histórica al paso del Rin sobre sus dominios. Este hecho permitió que una de las ciudades-estado más importantes de la zona gozara durante la Edad Media de un estatus más que aceptable. Su riqueza residía en el factor comercial debido a la imposición de un peaje y un control de mercancías de los barcos que navegaban por el río. Esto favoreció que en aquel tiempo y en los siglos venideros floreciera una burguesía residente en grandes caserones engalanados con motivos renacentistas.
Lamentablemente un grave error por parte de la Aviación aliada en la II Guerra Mundial propició que se bombardeara Schaffhausen después de confundirla con una población alemana unos kilómetros más al norte. A pesar de formar parte de Suiza, Estado neutral en la contienda (y en todo), la ciudad sufrió grandes daños que fueron reparados con el tiempo para dejarla tal y como estaba.
Schaffhausen para mi gusto (por lo que conozco del país) me parece la ciudad más hermosa de Suiza junto a Lucerna. En un casco histórico destinado en absoluto a los peatones nos encontramos con un gran número de casas renacentistas de distintos colores adornadas con dibujos tanto florales como de figuras. Algunas de ellas como por ejemplo la Haus Zum Ritter (La Casa del Guerrero, una obra espectacular del Renacimiento al Norte de los Alpes situada en Vordergasse, la calle principal) son auténticos cuadros a gran escala. Un museo de pinturas al fresco en plena calle.
Al igual que las casas pintadas son muy comunes las fuentes con estatuas, también a color, portando distintas armas (espadas, ballestas, etc..) y vestidas con distintas armaduras o trajes medievales. Estas figuras de tema recurrente se ven muy a menudo en numerosas poblaciones helvéticas como por ejemplo Basilea, Lucerna o Berna. Aunque es quizás en Schaffhausen donde más veces me las he encontrado.
Un importante baluarte defensivo es el Munot, una fortaleza coronada por una torre circular, desde la cual es posible beneficiarse de la mejor panorámica de altura de la ciudad. Es el símbolo de una Schaffhausen bien protegida durante sus siglos de esplendor comercial, cuya entrada es gratuita y en la cual vive un amo de llaves que toca la campana diariamente a las nueve de la noche, tradicición que se cumple desde hace siglos.
La Catedral así como las distintas Iglesias y Monasterios se llevaron la peor parte en el ataque aliado y no son precisamente los mejores tesoros de esta ciudad norteña de apenas 30000 habitantes. Lo mejor que se puede hacer es caminar sin prisas por el empedrado de Vordergasse, la calle principal y más animada de Schaffhaussen. En lo que se va de Munot hasta el final de la misma, se habrá atravesado el corazón de una ciudad con un sabor renacentista más allá de los Alpes, más allá de Italia. Nunca faltará ni el color, ni la alegría estética de los pueblecitos suizos ni, por supuesto, el Arte. Basta con salir a la calle y disfrutar.
De Schaffhausen regresamos a Basilea donde, antes de dejar el coche de alquiler en el Aeropuerto, lo llenamos de combustible. Un consejo para los que hagan alguna vez lo mismo. Hay una gasolinera a escasos 100 metros del Aeropuerto pero el precio del litro tanto de gasolina como de gasoil es más elevado que las que le preceden. Lo ideal es acudir a alguna próxima a Basel City y así ahorrarse unos marcos, que se pueden utilizar, por ejemplo, para comprar chocolate. El clásico regalo de Suiza que siempre gusta, sobre todo si es para uno mismo…
Y con una buena onza de chocolate me despido hasta otra crónica. Espero que este recorrido os sugiera nuevas ideas de viaje. No es una ruta demasiado utilizada y sin embargo es apasionante. ¿Quizás será por eso mismo?
Sele
7 Respuestas a “Liechtenstein, ese pequeño país de montaña”
bueno yo soy de Venezuela y amo a mi país demasiado por que cuando yo quiero ir a una playa voy para margarita o para la guaira o para puerto cabello o incluso para otros sitios cuando yo quiero nieve voy para merida p cuando quiero decierto voy para coro o cuando quiero algo frio pero que no llegu a nieve voy para el junquito o cuando quiero un clima de calor y frio al mismo tiempo voy para caracas y por mucho mas amooooo a mi pais pero este pais me deja buneno me gusta mucho como su cultura lo pequeños que es sus reyes y princesas y con nada as que decir me gusta mucho este país y felicito a los que hicieron esta pagina por que me ayudo a conocer mas de liechtenstein
Excelentísimo post! Estuve por Europa pero como la gran mayoría no visité este pequeño país. Ahora tengo una nueva excusa para volver!
Te dejo el link de mi blog. Viajé en solitario por 4 meses y cuento algunas anécdotas. Espero que te guste: elchuecodeviaje.wordpress.com
Abrazo 😀
Buena Web.
Entretenida.
Saludos
Estuvimos en Liechestein como dije hace 40 años, El palacio estaba cerrado , pero en sus jardines vimos personas vestidas con los trajes del Tirol. Postal que aun conservo en mi memoria .
o
El alemán de Austria quizá no sea el estándar, como tampoco lo es el de Suiza. Ni siquiera todos los que se hablan en Alemania son iguales.
Pero el castellano, que es el nuestro, nombra al río que pasa por Feldkirch como Rin, sin «hache». El idioma alemán, lo nombra Rhein. O sea, en ninguno de los dos casos es Rhin.
Y, da la casualidad, que el río Rhin también existe (como Teruel) pero pasa muy lejos de allí.
En fin, cosas de los idiomas.
Un saludo.
Pues tienes toda la razón Manuel. Gracias por advertirme y tu simpático comentario. Así da gusto 😉
Saludos!
Sele
[…] Estados más pequeños de Europa durante dicho año. El tercero sería San Marino y ya el cuarto Liechtenstein en otro viaje a realizar tres semanas después. Este post trata de cómo accedimos a San Marino en […]