La aldea troglodita de Meymand, pequeña Capadocia iraní
El viaje a Irán estaba siendo una sorpresa tras otra. Preparando nuestra partida desde Yazd hasta Kerman supimos de la existencia de un punto intermedio en pleno desierto al que muchos se referían como la pequeña Capadocia iraní. Su nombre era Meymand (también aparece escrito como Maymand) y contaban que era un lugar rocoso que llevaba siendo habitado desde hacía nada menos que 12.000 años. Se trataba de una de las conocidas aldeas trogloditas en las que las casas estaban en cuevas que agujereaban la montaña como si fuese un queso suizo. Y lo mejor de todo es que hoy en día, además de estar reconocida su peculiaridad histórica, sigue siendo hogar de algo más de 150 personas que han conservado una serie de tradiciones diferentes al resto de Irán e incluso su lenguaje posee palabras del persa utilizadas en tiempos de Ciro el Grande que creían haberse perdido.
En absoluto quisimos perdérnoslo por lo que, a pesar de tenernos que desviar un buen trecho de la ruta, nos acercamos a conocer in situ la aldea troglodita de Meymand y entrar así a algunas de las dependencias excavadas en la roca para tomar un buen té y charlar con algún lugareño.
LA CURIOSA MEYMAND Y SUS CASAS-CUEVA
Cuando los escasos y desgastados carteles anunciaban que nos estábamos aproximando a Meymand nos extrañó muchísimo imaginar que allí apareciese de la nada algo semejante a una montaña. Llevábamos muchos kilómetros viendo puras llanuras, auténticos ramalazos de desierto que no hacían presagiar elevaciones mayores a cuatro piedras juntas. Pero nada más llegar y toparnos con una repentina colina rocosa nos dimos cuenta de por qué este lugar llevaba estando habitado desde mucho antes que en Persépolis se levantase la primera columna. Era un punto intermedio dentro de una tierra seca a rabiar. Un pequeño riachuelo pasaba cerca y las cuevas eran las mejores estancias posibles para servir como parada corta o más prolongada en el camino de los pastores y nómadas, primeros ocupantes de esta villa apodada como troglodita que ciertamente se asemeja a un pedacito de las que se pueden encontrar en Capadocia (aunque sin chimeneas de las hadas y más modestas). Eso sí, allí no había ni un solo turista. Tan sólo Isaac, el bueno de Hussein que acudía por primera vez a Meymand a pesar de haber oído hablar de ella desde niño, y yo, que estaba encantado de salirme una y otra vez de los circuitos turísticos más típicos del país.
Aquello era una rareza compartida con distintas poblaciones del país (al norte Kandovan, por ejemplo) u otros rincones del Medio Oriente donde se había aprovechado el entorno para establecer viviendas. Por eso lo de troglodita, porque recuerda bastante a las cavernas prehistóricas, aunque las personas que vivan en ellas en absoluto lo sean.
Meymand tiene de cuatro a cinco hileras de casas-cueva, unas encima de las otras. Muchas de ellas vimos que se encontraban deshabitadas y la curiosidad nos llevó a entrar a unas cuantas. Estaban vacías por dentro, las paredes y techos se mantenían ennegrecidos debido a las muchas hogueras que sirvieron para calentar las distintas estancias y también cocinar. Nos parecieron bastante grandes, lo que explica que no hace demasiado tiempo llegaran a vivir más de dos mil personas en el pueblo.
Las peculiaridades «cavernícolas» de Meymand tocan incluso a la parte religiosa, con mezquitas de roca bien diferentes a las que pudiéramos encontrarnos en Isfahán o Shiraz. Son muy sencillas, pero en estos habitáculos, que tiempo atrás sirvieron como altares del zoroastrismo (religión predominante en Persia hasta la llegada de los árabes y que aún practica un pequeño porcentaje de la población iraní), se mantiene la humildad más absoluta. No caben esperar adornos o mocárabes en las puertas. Tan sólo alfombras en las que arrodillarse a rezar en dirección a La Meca y, por supuesto, estar más frescos que en la calle. La aldea en verano es extremadamente calurosa, lo que hace que la gente esté la mayor parte del tiempo en las casas y quienes se dediquen al pastoreo suban a las montañas con sus rebaños durante semanas.
Es lógico pensar que en Meymand la Revolución islámica del 79 no afectase tanto como en otras zonas del país. El aislamiento fue esencial para evitar la imposición del chaddor y la radical eliminación del color en la vestimenta femenina. Las mujeres llevan la cabeza cubierta con pañuelos blancos y el negro ni está ni se le espera en el atuendo local. Saludamos a algunas de ellas, que nos miraron extrañadas porque éste no es un lugar demasiado frecuentado por extranjeros desde hace tiempo, aunque haya una modesta hospedería que abre «de vez en cuando», o sea un lugar que además en 2015 ha pasado a engrosar la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Pasamos junto a la casa de una señora que estaba atendiendo un gallinero y que al vernos nos invitó a sentarnos con ella a tomar té. Por supuesto accedimos y tratamos de entablar una mínima conversación con ella, aunque todo fuera a través de gestos y de señalar con el dedo. La lengua inglesa no existe en Meymand, y menos en los ancianos que se defienden en un farsi que costaría comprender nítidamente a un ciudano de Teherán. Siempre he pensado que para comunicarse, más que los idiomas, lo principal es poner empeño en hacerse entender y tratar de abrir la mente para hacerlo con quien habla contigo. De esa forma puedes charlar con un nómada mongol igual que con un habitante de la aldea troglodita de Meymand, en mitad de la nada más absoluta de Irán.
Aunque tomamos el té, extremadamente amargo, a las puertas de la casa de aquella mujer, al rato nos dejó que entráramos a ver el interior. Tenía poco más de veinte metros cuadrados y estaba algo desordenado. Muy poco mobiliario y todo diáfano. Las alfombras del suelo constituían su cama particular. Era viuda desde hacía algunos años y sus hijos se habían marchado, por lo que estaba totalmente sola. Vivía de sus gallinas y del trueque con otros habitantes del pueblo, aunque para sacarse un extra cosía algunas prendas, bolsas, monederos o guantes rugosos que se solían utilizar en los hammams para exfoliarse la piel. También vendía algunas fotos viejas de Meymand pertenecientes a una época en la que se creía el turismo iba a ser el revulsivo de Irán, algo que Ahmadineyad y sus acólitos trataron de impedir con todas sus fuerzas.
Sentados con aquella señora que nos había invitado a conocer su privacidad no pude evitar pensar en qué remoto y olvidado lugar del mundo nos encontrábamos, en lo lejos que estaba aquello de todo. Probablemente la persona con la que estábamos hablando por señas no hubiese salido nunca más allá de Shahr Babak, la ciudad más próxima a Meymand, o si apuro un poco más de lo que es la Provincia de Kerman. En su casa no había televisión, teléfono ni internet, algo que es difícil encontrar hoy día. No podía evitar preguntarme qué conocería del mundo, cómo se enteraría de las noticias tanto de fuera como de su propio país…
Tras despedirnos de ella apareció el afable Hussein con un anciano que se empeñó en mostrarnos un pequeño museo etnológico dentro de una cueva que contenía utensilios antiguos y hallazgos realizados en la propia Meymand. Era un modestísimo centro de interpretación cuyas llaves sólo las tenía él para mostrar a los foráneos. Las explicaciones se las daba al propio Hussein, que tampoco es que dominara el inglés pero que controlaba como nadie el lenguaje gestual.
Y ahí tuvo lugar el final de una visita de aproximadamente un par de horas en Meymand. Lo habíamos utilizado como enrevesado enlace entre Yazd y Kerman (a unas 2 horas y media de cada uno de ellos aproximadamente) para hacer más llevadero el trayecto y descubrir un lugar que apenas tiene lustre en las guías pero que nos despertaba muchísima curiosidad. No todos los días se visita una aldea troglodita…
Así es Irán, un nido de sorpresas que va más allá de las rutas típicas.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
* Recuerda que puedes conocer todos los detalles de esta aventura en los distintos apartados de la Guía práctica del viaje a Irán con información relativa a:
– RUTA REALIZADA (QUÉ VER EN IRÁN)
– ALOJAMIENTO (HOTELES EN IRÁN)
4 Respuestas a “La aldea troglodita de Meymand, pequeña Capadocia iraní”
que vida mas sana por lo menos esta es mi opinion no pagas luz ninguna contribucio
Gracias por descubrirnos lugares que no salen en las guías!Un placer leerte para todos los que soñamos con poder recorrer el mundo algún día.
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[…] agujereada para el aprovechamiento de viviendas, almacenes e incluso templos religiosos. Sin duda la aldea troglodita de Meymand fue una parada interesante en la que tuvimos tiempo de tomar un té calentito en la casa de una […]