Weekend in Liverpool City: Un viaje al lugar en que la música volvió a nacer

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Weekend in Liverpool City: Un viaje al lugar en que la música volvió a nacer

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Banner Liverpool por ti.

Érase una ciudad animada, con ritmo, elegante pero a su vez desenfadada. Érase una banda que reinventó la música en los años sesenta y que llegó a todo el mundo. Érase una vieja caverna con olor a cerveza en la que continúan resonando los ecos de cuatro magníficos. Érase un puerto del que miles de emigrantes partieron al Nuevo Mundo. Érase un club de fútbol que nunca caminará solo por muchos años que pasen. Érase una vez LIVERPOOL

Antes de comenzar este relato me gustaría proponeros una cosa. Es algo muy sencillo y la intención que tengo con ello es que pueda aportar algo diferente y de valor añadido a la lectura de esta crónica de un viaje de fin de semana a Liverpool. Buscad la canción «Hey Jude» de los Beatles y dejad que suene, que os envolváis en una época gloriosa en la que a orillas del Río Mersey la música se reinventó a sí misma. Seguro que escuchar la que para muchos está entre las mejores canciones de la Historia sirve para complementar vuestra lectura y a algunos os haga «viajar» mentalmente hasta allí. Ese «crescendo» inimitable en sus minutos finales son la mejor banda sonora posible que este relato podría tener. ¿Os animáis?, ¿Sí? Hey Jude, dont´make it bad. Take a sad song and make it better…

¿Le habéis dado ya al play? ¿Hey Jude ha comenzado a sonar? Perfecto. Doy comienzo pues a este relato que resume en aproximadamente el tiempo que dura la canción un fin de semana electrizante, divertido y, sobre todo, muy musical. Un weekend viajero made in England entre amigos (Pablo y Manu). Qué digo amigos… muy buenos amigos. Allá va…

liverpool por ti.A pesar de que Liverpool esté absolutamente eclipsado por Londres, siempre hemos escuchado, visto y leído bastante respecto a la ciudad, sobre todo lo que gira en torno a sus hijos pródigos (The Beatles) y a su principal equipo de fútbol (Liverpool F.C.). Pero siempre me surgieron preguntas respecto a la ciudad en sí misma:, ¿cómo es en realidad Liverpool?, ¿tiene muchos monumentos?, ¿hay marcha nocturna?, ¿hay mucha música en directo?, ¿sigue reinando la Beatlesmanía?, ¿hay tanta afición futbolística como parece?

Como no quería quedarme sin resolver o sin «vivir» todas estas cuestiones me puse a indagar cuál era la forma más económica de viajar hasta allí desde Madrid para pasar un fin de semana. Y de nuevo el low cost se erigió como salvador. Easyjet, compañía en la que he volado muchísimas veces, vendía el billete de ida y vuelta por 57 euros. Y de pronto una conversación de messenger de domingo tarde con mi amigos Pablo (presente en dos viajes a Portugal, uno a la Selva Negra y otro a San Marino) y Manu (con su internacionalidad a estrenar) comentando este detalle sirvió para que invirtiéramos al instante. En la agenda ya había otro viaje en ciernes para el último fin de semana de febrero (27 de febrero a 1 de marzo). Suma y sigue…

Lo único que llevamos reservado (tampoco podíamos dejar atado nada más) fue el alojamiento. Una habitación triple en el Dolby Hotel, ubicado en el muelle, a dos pasos del emblemático Albert Dock, a un precio de 23 euros por persona y día (desayuno no incluido) era la garantía de que teníamos algo para caernos muertos. Estaba cerca de la mayoría de los atractivos turísticos de la ciudad y a algo menos de quince minutos en taxi desde el aeropuerto.

Y el tiempo pasó, el día llegó y el viaje comenzó…

VIERNES 27 DE FEBRERO: The Cavern Club, un mito que sigue vivo

Una vez fuera del trabajo los tres amigos nos encontramos en el Aeropuerto de Madrid-Barajas para pasar los respectivos controles, cambiar euros por libras (que por primera vez ambas monedas estaban muy parejas en valor) y ponernos a la cola para embarcar. Es lo bueno de no llevar equipaje pesado y hacer el check-in online, que te permite subirte al avión como si fuera un autobús, evitando esas terribles y aburridas «antelaciones». Para un weekend viajero facturar (y pagar extra por cada bulto) no tiene porque ser necesario.

A las 16:30 tenía prevista la salida nuestro avión a Liverpool y no rayó un minuto más para despegar y ponernos en el cielo de cara a un nuevo destino de fin de semana. En nuestro vuelo había varias decenas de aficionados al Liverpool que regresaban a casa después de que el miércoles su equipo venciera al Real Madrid en el Bernabéu por 0-1, partido que me tocó sufrir como socio merengue que soy. Aún quedaba la vuelta de esos octavos de Champions League y aún tenía la vana ilusión de remontar ese resultado en el Estadio de Anfield Road, uno de los lugares que teníamos pensado visitar el domingo antes de regresar de nuevo a Madrid. La pasión por mis colores no me hace estar ciego y para no apreciar que el Liverpool FC es una Institución en esto del fútbol y que Anfield es de esos «templos» indiscutibles del balompié.

Otro santo y seña que deseaba saborear era mi gran afición a Los Beatles que he tenido desde siempre. Y es que Liverpool vio nacer y crecer al existoso cuarteto compuesto por John Lennon, Paul McArtney, George Harrison y Ringo Starr, quienes pusieron patas arriba los escenarios musicales de todo el mundo y que décadas después siguen sonando con tanta vigencia que no parece haber pasado el tiempo. La Beatlesmanía sigue intacta desde 1960 y todavía hace bailar y cantar al menos a tres generaciones de todos y cada uno de los países en los que su huella sigue imborrable.

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Quería vivir y gozar de la presencia de los cuatro magníficos en todas las facetas de una ciudad que se enorgullece de ser la primera que tuvo la fortuna de escuchar los directos de este grupo. Museos, recorrido en bus y a pie, calles como Penny Lane o la valla de un anbandonado Strawberry Fields y tantos y tantos garitos de música donde resuenan los cantos y guitarras de la galardonada banda…forman parte de la indiosincracia de Liverpool.

Nada más aterrizar el avión comenzó esa presencia casi obsesiva de los Beatles. Porque si en París está el Aeropuerto Charles de Gaulle, en Roma el Leonardo Da Vinci y en Nueva York el JFK, en Liverpool su Aeropuerto se llama «John Lennon Airport». Y el lema del mismo es «Above us only sky», extracto obtenido de la canción Imagine («Imagine there’s no heaven, It’s easy if you try,
No hell below us, Above us only sky..»). Su icono no sólo se aprecia en estos detalles ya que en sí el diminuto Aeropuerto cuenta con fotografías, estatuas e incluso un traje utilizado por el propio John Lennon. Y si además os cuento que lo primero que vimos al salir por la puerta fue un submarino amarillo pensaréis al igual que yo que «Bienvenidos al Parque Temático de los Beatles». Y nosotros, para no ser menos y no quedarnos atrás, escogimos tres melodías para nuestros teléfonos móviles durante el fin de semana. Pablo se quedó con «Help», Manu con «All you need is love» y yo con «Penny Lane», con la que tengo que decir que continúo. Muchos pensaréis, «menudos frikis» y yo responderé con «You may say I´m a dreamer, but I´m not the only one» («Podrás decir que soy un soñador, pero no soy el único…», frase extraída de Imagine).

Ya con todo preparado para marchar al hotel cotejamos las opciones que teníamos para llegar hasta él. La forma más lógica, económica y popular de ir hasta el centro de Liverpool desde el Aeropuerto es mediante su eficiente «Airlink Bus 500», el cual pasa cada poco tiempo y tiene un precio asequible de 2 libras y media. Los viajeros se pueden bajar cerca de la Estación de Autobuses, aunque su última parada es Lime Street Station, que es la principal Estación Ferroviaria de la ciudad, desde la cual salen trenes a numerosos destinos de Gran Bretaña.

Pero nosotros teníamos nuestro hotel en los muelles y si tomábamos el bus una vez llegados al este área de Liverpool tendríamos un paseo «algo largo» hasta él. Por ello finalmente nos decantamos por una segunda opción: el Taxi. En la ciudad del Mersey no son tan sumamente caros como en Londres y tomándolo al menos tres personas puede salir rentable. Nuestro trayecto de 15 minutos nos costó aproximadamente 15 libras (que se quedaron en 5 cada uno) y de esa forma logramos estar a las siete de la tarde en el Dolby Hotel, lo suficientemente temprano para comenzar cuanto antes nuestro Liverpool Night Tour. A poco más de 500 metros detrás nuestro, y visible desde la habitación la majestuosa Catedral (el templo anglicano más grande del mundo), y a apenas dos pasos al norte el Albert Docks y las calles más concurridas de la ciudad. Nuestro hotel junto al muelle había sido todo un éxito no sólo de precio sino de condiciones (limpieza, localización, poco ruido, etc.).

Después de dejar las mochilas y cenar algo rápido nos dimos un paseo nocturno por algunos de los lugares más emblemáticos de Liverpool. El recorrido lo iniciamos en Albert Dock y lo terminamos donde sólo se podía hacer, en The Cavern Club.

Tanto Albert Dock como todo el Merseyside (ribera del Mersey) son testigos de la importancia que durante siglos tuvo el Puerto de Liverpool en lo que a comercio exterior se refiere. Las transacciones con el Nuevo Contiente, no sólo de toda clase de productos, sino de multitud de esclavos negros, convirtió a la ciudad en un baluarte marítimo de primer orden. Actualmente todo lo edificado en los bien llamados «Muelles de Liverpool» corresponde a un periodo comprendido entre finales del Siglo XIX y principios del XX. Hoy día Albert Dock, construido principalmente en ladrillo, además otros edificios importantes junto a la orilla del Mersey son Patrimonio de la Humanidad (declarados en 2004), y gozan de protección de Grado 1 en Reino Unido. A todo ese área, que comprende Albert Dock, las «Tres Gracias» y la calle William Brown, es el alma de la «Ciudad mercantil marítima de Liverpool».

Por la noche la zona queda perfectamente iluminada, aunque prácticamente vacía, ya que todo el mundo se ha ido a bailar y a tomar copas al Barrio del Cavern (The Cavern Quarter), que aglutina la mayor parte de los pubs y discotecas de Liverpool. En ese momento fue posible disfrutar del silencio en este marco marítimo del que presume, y con razón, una ciudad que demuestra segundo a segundo que además de la Beatlesmanía tiene mucho que ofrecer.

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Albert Dock ha abandonado hace décadas sus funciones de comercio marítimo y se ha apuntado a una nueva ola, la del ocio y el entretenimiento. Es por ello que cuenta con numerosos restaurantes y locales de copas, que amenizan las noches de la ciudad. Las luces de los museos (The Beatles Story, Tate Liverpool, o Museo de la Esclavitud, etc.) permanecen siempre encendidas recordándonos que el sábado iba a estar lleno de alternativas y posibilidades.

Pero antes de que el sábado hiciera acto de presencia quedaba perdernos un rato por el barrio más musical y mejor ambientado de Liverpool, The Cavern Quarter, capitaneado por una calle principal, Matthew Street, y por un local que además de ponerle nombre, le da ese hálito de magia, de público, de Rock n´ Roll y, sobre todo, de The Beatles.

A esas horas Matthew Street estaba realmente abarrotada. Se nota que la vida nocturna en Inglaterra comienza mucho antes que en España. Yo creo que mientras nosotros merendamos los ingleses ya van por su cuarta pinta de cerveza y, algunos, tan borrachos que no saben ni dónde están. También es curioso cómo en pleno invierno las chicas van con vestidos totalmente veraniegos, minifalda y tirantes, y los chicos raro es el que no va en manga corta. Y ahí estábamos los tres con nuestros abrigos y pasando un frío tremendo.
La música que salía de las discotecas también difería cantidad a la que se oye en España (y en este caso, para mi gusto, positivamente). Blur, Oasis, Coldplay, Queen…y nada de Reaggeton!!! ¿Cómo no me iba a gustar Liverpool? Ah, y no me olvido de obviamente de los Beatles porque hay locales como el «John Lennon´s bar» o el «Lucy in the sky with Diamonds» que son claras referencias a la banda de las bandas.

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Pero en Matthew Street, que tiene suficiente para pasar una noche entera, el Rey de Reyes es sin duda The Cavern Club, el que fuera un almacén victoriano que puede vanagloriarse de ser desde hace cincuenta años el local más de moda de Liverpool. Éste fue el lugar donde más veces han tocado los Beatles (algo más de cien actuaciones) y desde donde fueron catapultados a una fama estratosférica.

Durante dos años (1961 a 1963) unos jovencísimos John, Paul, George y Ringo actuaron en este club. Las noches que tocaban, había lleno garantizado, largas colas de fans que si no iban con tiempo suficiente se quedaban en la calle. Fue allí donde les descubrió Brian Epstein, quien a la postre fue su manager y les consiguió su primer contrato con la Discográfica EMI. Un 9 de noviembre de 1961 les vio por primera vez, quedando prendado de la actuación. «Quedé impresionado de manera inmediata por su música, su ritmo y su sentido del humor sobre el escenario. E incluso más tarde cuando los conocí también quedé impresionado por su carisma personal. Y fue en ese mismo instante en donde todo comenzó…» dijo más tarde el propio Epstein reconociendo que ese día fue un antes y un después en la carrera de los Beatles.

Y a medida que la banda conseguía más éxitos, el Cavern creció como un local de referencia en el que terminaron tocando grupos y artistas inmortales como Queen, The Rolling Stones, Elton John o The Who, entre otros, sin olvidarnos de quienes fueron referentes para los cuatro magníficos, Gerry and the Pacemakers, impulsores del Merseybeat y de una generación inigualable.

Es por eso que The Cavern Club y sus alrededores son un imán para los amantes del rock y del pop británico y americano. Allí sólo cabe la buena música, y por tanto, si uno busca locales para bailar, cantar o acudir a un concierto en directo junto a un buen vaso de cerveza, habrá elegido bien. Nunca he visto a tantas bandas amateurs en un espacio tan pequeño. Allí se cuida a la música y a las nuevas generaciones, esas que quien sabe si un día sucederán a las actuales Leyendas.

Nosotros no lo pensamos y quisimos vivir un The Cavern Experience en nuestra primera noche en Liverpool. Pero entramos a los «dos locales» con el mismo nombre que hay. Porque sí, hay dos, uno prácticamente en frente del otro. Ambos son verdaderos museos no sólo de los Beatles sino también de otras bandas que un día pasaron por allí. El primer «Cavern» al que fuimos no era el famoso, la típica cueva-almacén. Este tiene ventanales que asoman a la calle, una estatua de John Lennon y ladrillos en los que vienen escritos los nombres de las bandas y artistas más emblemáticos del Siglo XX, empezando por los propios Beatles llegando a los Oasis.

Aquí la entrada es gratuita y también hay música en directo casi todos los días. El escenario tiene una cristalera detrás con los instrumentos originales de los Beatles. Y en otras partes del local uno puede ver una chupa de cuero de Michael Jackson, las guitarras de Status Quo («You´re in the army now») o carteles originales de la época anunciando la actuación de artistas de relumbrón. Es, salvando las distancias, por supuesto, un estilo Hard Rock Café, donde se exponen valiosos objetos relacionados con el Pop y el Rock del siglo XX. Allí, tomándonos algo en los sillones, escuchamos un concierto en directo donde se tocaron canciones de Aerosmith, Bon Jovi, Oasis y otros grupos. Estaba bastante animado y lo pasamos bien los tres. A Pablo, ferviente admirador de Michael Jackson, le dieron ganas de atracar el garito y llevarse la cazadora de cuero de la gira History. Se tuvo que conformar con hacerle una inofensiva fotografía…

En cuanto salimos de este nos fuimos al VERDADERO CAVERN CLUB, el que se encuentra en el número 10 de Matthew Street, anunciado con letras de neón rojas y que por fuera tiene un aspecto de lugar tétrico. Si pasara por su puerta un absoluto desconocido de la Historia Beatles, probablemente ni miraría o pensaría que allí se ubica un tugurio de mala muerte. Pero hoy día es raro o inexistente el personaje que no conozca lo que supone The Cavern a Liverpool y a la Historia de la música de la segunda mitad del siglo XX y de la actualidad. Tanto significa «la Caverna» que es usado por importantes bandas, con nombre y apellido, para hacer un precalentamiento de sus giras. Más de una y más de dos veces ha sido partícipe de «conciertos secretos» y sin anunciar de grupos como Travis, Oasis o Artic Monkeys.

Pagamos dos libras para entrar y entre una algarabía de gente disfrazada comenzamos a bajar las escaleras. Entonces entendí lo del nombre «the Cavern» al ver que no se terminaban las escaleras y que el local estaba totalmente subterráneo. Ya en los periódicos de la época se decía que el sudor del público se evaporaba en el techo y humedecía el ambiente como si se tratara de una cueva. Pero no importaba ni la humedad ni el calor cuando se estaba disfrutando de un buen concierto. Qué más daba si era un sótano…

Una vez abajo descubrimos el Cavern tal como era. Una sala alargada y flanqueada por arcos su trazo en un pequeño escenario abovedado. Si todas las paredes son de ladrillo oscuro, todo el color queda relegado en dicho escenario, ya que en su fondo hay pintadas formas aleatorias de rojo, amarillo, malva, verde… Y bajo los colores están los nombres de muchos y grandes artistas que han actuado allí. The Beatles y Gerry and the Pacemakers son los más reconocibles, pero diría que hay más de cien grupos que han anotado sus nombres en aquella pared mítica.

Hacía bastante calor allí. No queríamos imaginarnos cómo debe estar la sala en pleno verano y abarrotada de gente. Aún así era un lugar más acogedor de lo que uno se podía imaginar desde arriba, desde esa estrecha puerta iluminada de con letras rojas. Yo me pedí una copa por 3 libras. Debieron equivocarse porque eso no cuesta ya ni en un bar de pueblo en España.

Cuando apenas llevábamos cinco minutos dejándonos llevar por The Cavern, comenzó el espectáculo, es decir, la música. Y es que vivimos un concierto de un grupo amateur que nos hizo gozar a todos los asistentes con canciones de los Beatles, aunque con un toque personal bastante interesante. La versión que tocaron de Get back fue realmente deliciosa. La magia del directo y de un concierto que, sin importar de que la banda sea o no sea profesional, se disfruta al máximo. Y más estando dentro de aquel viejo sótano enladrillado que respira tanta historia, que vivió momento inigualables y que sigue haciendo estremecer a la gente de Liverpool y de otras ciudades del mundo. Como dirían ellos, «Well, shake it up, baby, now (shake it up, baby) Twist and shout (twist and shout) C’mon, c’mon, c’mon, c’mon, baby, now (come on baby)…»

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Este local mantiene la mística. Está totalmente impregnado de Rock and Roll. En Liverpool se vive la música como en pocas ciudades y tanto en este club como en todos aquellos que copan St Matthew Street las horas se suceden bajo el ritmo de una vieja guitarra eléctrica. A quien le guste el Rock en general y el Pop Británico en particular, acertará si viaja hasta aquí. Para eso Liverpool es ideal.

SÁBADO 28 DE FEBRERO: No sólo de los Beatles vive Liverpool

Es cierto que Liverpool vio nacer a quienes un día pusieron patas arriba los escenarios musicales de todo el mundo y que la referencia a sus hijos pródigos está presente en todas y cada una de las facetas de esta metrópoli del noroeste de Inglaterra. Ya sea en forma de museos, estatuas, carteles, posters gigantes, de sus rincones de infancia, los locales donde tocaron… todo lo que representan, absolutamente todo, está marcado a fuego en esta ciudad de no más de 500000 habitantes.

Pero si algo me quedó muy claro en este viaje es que «no sólo de los Beatles vive Liverpool». No digo que no sea importante el reflejo de la Banda, pero sí que hay mucho más alla de estos. La ciudad del Mersey cuenta con lugares arquitectónicamente notables, con museos de arte de todo tipo, con lugares Patrimonio de la Humanidad, al igual que con un ambiente en las calles más agradable y dinámico que en el resto de Inglaterra, sin contar, por supuesto, a Londres, la Gran Babilonia del Siglo XXI.

Liverpool no tiene absolutamente nada que ver con la capital. Es mucho más pequeña, y tan asequible en distancias y tiempos al viajero, que sería una necedad hacer comparaciones. Pero cuenta con motivos suficientes, además de los Beatles, para pasar en ella al menos un par de días. No es más que proponérselo porque cada vez hay más opciones para viajar a la ciudad scouse (con scouse me refiero al dialecto ininteligible del inglés que se habla en Liverpool).

Es por ello que Pablo, Manu y yo madrugamos para aprovechar ese sábado nublado que no preveía lluvias. Cotejando guías, apuntes y mapas nos marcamos un itinerario que trató de ser lo más completo posible con objeto de darle un buen repaso a la ciudad y demostrar eso que tanto estoy repitiendo, que hay más que los Beatles y que el fútbol. Nuestros planteamientos estuvieron más que próximos a nuestro recorrido final, el cual os presento a continuación:

Comenzamos por lo que veíamos tan claramente desde la ventana y teníamos más cerca, la Catedral de Liverpool, el templo anglicano más grande de los existentes en el país, y quinto del mundo si lo equiparamos al resto de confesiones cristianas. Su torre de 100 metros es un punto de referencia básico de la ciudad porque no hay lugar desde el cual no se vea esta maravilla arquitectónica. Nosotros llegamos a la Catedral dando un rodeo por un verde y misterioso cementerio repleto de símbolos masones en unas tumbas que emergen de la hierba y que están cubiertas de musgo. El cementerio no tiene desperdicio, ya que se asemeja a los de las películas de terror. Muchos de los más ilustres ciudadanos de Liverpool, sobre todo relacionados con el cuerpo militar, yacen bajo las ajadas y oscuras sepulturas.

Todas esas tumbas reciben la sombra directa de los altos y gruesos muros de la emblemática Liverpool Cathedral, la cual bien merece una visita. Porque si por fuera ya asombra su grandeza, esta no es para nada apreciable si se compara con sus vastísimos interiores. Con una longitud de 200 m. y una Nave de 77 m. este templo se convierte en una especie de ser «magnífico», uno de los grandes edificios del mundo. Pero, a pesar de su estilo neogótico y la oscuridad de sus muros, esta Catedral no es ni mucho menos antigua. En realidad fue planteada durante el primer lustro del Siglo XX, cuando se tomó la decisión de que la Diócesis de Liverpool debía tener una Catedral que poco tuviera que envidiar a las más conocidas de Europa. Tras salir a concurso en 1901 y vencer Giles Gilbert Scott, un jovencísimo arquitecto de 22 años, se comenzaría a construir tres años después. Pero no sería del todo terminada hasta el año 78, cuando la inaugurara la Reina Isabel II, la cabeza más visible del Anglicanismo actual. Más de siete décadas de trabajo sirvieron para conseguir un edificio religioso de «primer orden», con detalles traídos de innumerables puntos del planeta, y diseños basados en otros templos.

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Se puede subir a la torre de 10:00 a 15:30 por 4´25 libras, porque sus vistas lo merecen, y más en días relativamente despejados. 2 ascensores y 108 escalones tendrán la culpa de la mejor panorámica de altura de la ciudad. Cuando hay claridad es posible incluso apreciar las colinas del Principado de Gales.

Las casas de los aledaños de la Catedral, que está en una especie de colina, son las clásicas inglesas. Probablemente la zona más british de Liverpool sea esa. Por lo menos es la más cercana a las imágenes preconcebidas de esa Inglaterra que nos recrea Sir Arthur Connan Doyle, Oscar Wilde y otros grandes. En largas calles de viviendas adosadas de ladrillo marrón oscuro destacan esas puertas, normalmente de colores, a las que se accede a través de dos o tres escalones blancos. Esa tradición de personalizar cada puerta con un color llamativo (predominan los azules y el rojo) le da un toque único y encantador a los barrios residenciales de la ciudad.

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Nosotros para hacer la gracia nos hicimos numerosas fotografías junto a dichas puertas posando como estrellas del pop o del rock. Poníamos el trípode y dejábamos activada la cámara para que tomara 3 fotos. En la primera mirábamos al objetivo, vamos, lo normal. Pero en la segunda y la tercera mirábamos hacia otro lado con aires altivos y presuntuosos, imitando los gestos de cantantes en portadas de discos y reportajes de revista rockera. Al final le cogimos tanto el gustillo que repetimos la coña durante todo el viaje. Las caras de los transeuntes eran un poema cuando nos veían hacer el tonto. Ese día Manu, Pablo y Sele fueron un grupo de Rock, al menos en su lado más fantoche. «Niños, foto, poner caretos!!!».

Caminando hacia los muelles, pero todavía a unos minutos de los mismos, llegamos al Barrio Chino de Liverpool. No había que ser demasiado listos para darnos cuenta de que estábamos en Chinatown porque los pubs y comercios ingleses se convirtieron en restaurantes chinos con patos colgados en los escaparates, supermercados chinos, agencias de viaje chinas, etc… Los carteles estaban en chino, las farolas eran de estilo chino…la gente era china. Si no fuera porque pasó por allí el clasiquísimo taxi cab inglés hubiésemos pensado que nos encontrábamos en un huteng cualquiera de Pekín.

El de Liverpool está considerado como el Chinatown más antiguo de Europa, y es que el establecimiento de población amarilla en este lugar data de 1934. Actualmente es un barrio con mucho carácter al que acude un gran número de ciudadanos ingleses y de turistas atraídos por el ambiente, y sobre todo por la gran cantidad de restaurantes chinos (e incluso de otras nacionalidades) con bastante popularidad.

En la Calle Nelson, una de las principales del distrito chino, hay un arco precioso de 15 metros de altura con cinco tejadillos y 200 dragones. Es, sin duda alguna, el símbolo de un Chinatown que no deja de crecer y que poco tiene que envidiar al de Londres.

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El siguiente objetivo marcado fue visitar el área de Albert Dock, aunque de día en esta ocasión. De esa forma podíamos verlo en pleno rendimiento en sus dos facetas, diurna y nocturna. Si bajo la luna sobresalen los pubs y los restaurantes, de día los que marcan las pautas de este Conjunto Arquitectónico Marítimo Patrimonio de la Humanidad son los museos y los muchos comercios existentes tras sus muros de ladrillo.

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Es quizás «The Beatles Story» el Museo más visitado con diferencia tanto del Albert Dock como de todo Liverpool. Abre todo el año de 9:00 a 19:00 a un precio quizás exagerado de 12,50 libras, pero no hay en el mundo una recopilación tan completa y tan bien explicada del mundo Beatle. Nosotros lo dejamos para el final con el fin de aprovechar la luz del día que a esas alturas de febrero finiquitaba su actuación poco antes de llegar a las seis de la tarde. Tenía claro que no me lo perdía por nada del mundo.

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Y para los más freaks beatlemaníacos que quieran complementar su conocimiento en primera persona de las peculiaridades del grupo sale a las 14:30 un autobús muy psicodélico de las puertas del Museo (a las 14:10 de Queen Square) con el fin de llevar a cabo lo que se viene a llamar el «Magical Mistery Tour». Este es un circuito de dos horas en el bus idéntico al de la película «Magical Mistery Tour» (de ahí el nombre) que pasa por delante de las casas donde se criaron John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison, por la celebérrima Penny Lane (canción de culto Beatle: «Penny Lanne is in my ears and in my eyes»), por la valla de Strawberry Fields (otra canción clásica en la que John dice «Strawberry fields forever») y por The Cavern con música ambiente y una explicación divertida de los vericuetos de los cuatro melenudos (así se les llamaba en España en aquella época). El precio para hacerlo es de 12,95 libras. Nosotros nos decantamos únicamente por la opción museo y creo que hicimos bien. Pero como he dicho antes, fue algo que dejamos para la tarde.

A lo que no pudimos esperar fue a hacer nuestras primeras compras en una de las muchas tiendas oficiales de los Beatles que hay en Liverpool. La que está junto al Museo es probablemente la más grande en la que se se puede adquirir cualquier tipo de merchandising, por muy raro que sea. Nosotros tampoco es que seamos tan freaks como para hacernos con el papel del váter de Paul McCartney, pero lo que sí fue a parar a nuestros haberes fueron tres camisetas negras de The Cavern Club, ese recuerdo único que cuando nos lo enfundemos, nos haga viajar con la memoria de nuevo a la ciudad del Mersey.

En el interior del Albert Dock había más tiendas de recuerdos, aunque no sólo de los Beatles, ya que había una mezcla de souvenirs del Liverpool, del Everton y de todo lo que se refiriera a lo más célebre de la ciudad. Y es que el fútbol es otra de las pasiones más vividas en toda Inglaterra. Hablando con la gente y pudimos comprobar de primera mano cómo los españoles somos mejor acogidos en Liverpool desde que en el equipo «red» triunfan varios de nuestros futbolistas nacionales. Los Fernando Torres, Pepe Reina, Xabi Alonso, Albert Riera y Álvaro Arbeloa son auténticos ídolos en la ciudad a tenor de la cantidad de posters, bufandas y camisetas que se vende de ellos (sobre todo de «The Kid» Torres). Pero si hay un español admirado en Liverpool y en el Liverpool ese no es otro que el entrenador madrileño Rafa Benítez, quien en su primer año como Mister (2005) logró hacerse con una valiosísima Copa de Europa remontando tres goles frente al todopoderoso Milán.

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Salimos del Albert Dock camino a las «Tres gracias», que es como se les conoce a los edificios más hermosos del puerto, que sin duda forman parte de la elegante silueta de Liverpool, y que también entran dentro de la zona de la Ciudad marítima Patrimonio de la Humanidad. Entre lo que separa Albert Dock con dichos edificios hay un tramo de puerto que se está remodelando para hacerlo más moderno y atractivo, aunque por lo que parecía le faltaba bastante para culminarse. Mientras tantos siguen atracados enormes barcos, algunos históricos, que ensalzan la importancia de Liverpool como puerto internacional.

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Las tres Gracias, que no corresponden precisamente a la visión pictórica de Rubens de tres mozas «de buen año», son los emblemas arquitectónicos de una ciudad que no goza precisamente de la monumentalidad de Londres. De una forma u otra esos edificios elegantes son estos tres que se asoman al Mersey: el Royal Liver Building, el Cunard y el Port of Liverpool.

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* Royal Liver Building: Inaugurado en 1911 para ubicar la sede de la compañía «Royal Liver Assurance Group». Es probablemente el más vistoso y célebre de las «tres gracias». Este edificio se caracteriza por sus dos torres sobre las cuales posan los Liverbirds, pájaros mitológicos de los que se cuenta que si un día se fuesen de Liverpool, ésta dejaría de existir. Casualmente un Liverbird aparece en el escudo del Liverpool F.C.

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* Cunard Building: Sin ser tan vistoso como el Royal Liver, se le considera un símbolo de la Navegación por el Atlántico, ya que sirvió como sede de la compañía propietaria de los transatlánticos Queen Elisabeth y Queen Mary.

* Port of Liverpool: Terminado en 1907 el Edificio que alberga las Oficinas del Muelle de Liverpool es una de las bellezas arquitectónicas más valiosas del «Pier Head». Posee una magnífica cúpula y una imagen no demasiada propia de un edificio civil. Porque más que una Oficina parece una Iglesia o una Catedral. Y navegando por internet me he enterado de un detalle que puede confirmar esta opinión, y es que se dice que se construyó siguiendo uno de los proyectos no admitidos para la Catedral Anglicana de Liverpool. ¿No os parece que hay alguna similitud con St Paul de Londres?

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La mejor panorámica de las «tres gracias» no se obtiene desde tierra. Para ello conviene tomar el Ferry Accross the Mersey que cada hora hace un circuito por el río. Los horarios y precios actualizados pueden consultarse en http://www.merseyferries.co.uk aunque en aquel momento el tour rutinario (River Explorer) costaba 6´30 libras (ida y vuelta adulto) y la concesión a estudiantes dejaba el ticket a 4´85. Nosotros cuando nos preguntaron en la oficina de venta si éramos estudiantes contestamos un «Yesss, of course!!» cuando un servidor terminó la carrera hace ya más de cinco años. Pero si para ahorrar costes hay que mentir, pues se miente. Todo sea por economizar.

Antes de subirnos definitivamente al ferry nos fuimos a buscar algún sitio para comer. Para ello nos metimos más allá del Cavern Quarter, donde con la luz del día era más fácil fijarse en la amplísima presencia Beatles por sus calles. Estatuas, imágenes, multitud de tiendas. Es increíble lo que siguen moviendo. En Liverpool no hay tiempo para olvidarse de ellos ni siquiera un minuto.

Tras pasear por la zona comercial próxima a Lime Street y darnos cuenta de que no cabía un alfiler en los bares y establecimientos fast food, recurrimos al Cavern Quarter nuevamente donde encontramos un restaurante italiano riquísimo (creo que se llamaba Piccolino) donde nos pusimos literalmente las botas.

Justo después, con la digestión, hicimos uso de nuestros tickets para subirnos al ferry y en, aproximadamente una hora, ver desde un enorme barco la silueta ribereña/costera de la ciudad. No se escapa nada, ni las Tres Gracias (mejores que nunca), ni el Albert Dock, ni la Catedral Anglicana, ni la Católica (un armatoste futurista de difícil interpretación)…ni nuestro Dolby Hotel que se veía perfectamente desde la cubierta, donde hacía un frío impresionante.

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La gente bajaba y subía en cada una de las paradas que íbamos haciendo, y es que tienen diseñadas múltiples rutas al otro lado del río (otra excusa para el que quiera quedarse más tiempo en Liverpool). Nosotros hicimos una vuelta panorámica que, de veras, sirvió para obtener muchas de las mejores fotografías de la ciudad. Creo que esta es otra de esas actividades imprescindibles que deben llevarse a cabo en toda visita a Liverpool. Un dato, durante las travesías ponen al menos un par de veces la canción «Ferry cross the Mersey» del grupo Gerry and the Pacemakers. Debe ser un tema bastante popular porque la gente no dejó de cantarla mientras sonaba en los altavoces del barco. Los «Liverpoolianos» siempre tan cantarines…

Después de bajarnos del barco y comenzar a atardecer aprovechamos para tomar las últimas fotos tanto de las 3 gracias como de otros lugares del puerto. A esas horas la luz era ténue y permitía reflejar aún más si cabe el encanto de una de las áreas estrella de la ciudad, quizás la que más, la que deja colarse a Liverpool en esa terna de lugares desconocidos con encanto. Es por ello que siempre insistiré que no sólo de los Beatles vive la ciudad del Mersey. Tiene algo más.

Para culminar la jornada de visitas, que ya está bien, me marché al The Beatles Story, que como dije antes es el mejor museo del grupo. A Pablo ni Manu les sedujo demasiado la idea de gastarse 12´50 libras esterlinas porque tampoco son muy fans de los Beatles, por lo que mientras ellos volvieron hacie el hotel, yo me escapé un rato para disfrutar de este Museo Temático Beatlemaníaco. Y bien que lo mereció… porque no sólo me descontaron 4 libras por faltar una hora para cerrar (trapicheo con el de la puerta, nada legal) sino también porque lo disfruté como un enano.

The Beatles Story es un paseo fascinante por las vidas de los «cuatro melenudos», desde que son pequeños y coinciden en el colegio, hasta que se separan y deciden llevar sus carreras por separado. Cómo surgieron, los instrumentos utilizados, recreaciones fidelísimas del Cavern, de The Qasbah (donde en realidad «nacieron» y tocaron por primera vez), del interior del avión que les llevó a su primera Gira Americana, de la Emisora donde se emitían sus canciones, etc… La visita con audioguía (incluido en el precio y necesario para seguir bien el tour) te va llevando por todas esas etapas, esas giras multitudinarias, esas locuras de sus fans (probablemente fueron quienes iniciaron el fenómeno fan).

En The Beatles Story se narra de forma interactiva cuatro vidas conjunta e individualmente y ayuda a entender lo que supuso su aparición a la Historia de la música. Objetos únicos como el piano de «Imagine», las gafas de John Lennon, entradas y carteles de los conciertos, algunos de los trajes de la banda, en un camino de casi una hora que se me pasó volando.

En el hotel me esperaban Pablo y Manu para cambiarnos de ropa e irnos a tomar algo. Y si teníamos la suerte de que echaran por la televisión el partido del Real Madrid, mejor que mejor. Pero, ¿cómo no lo iban a televisar en el país que inventó el fútbol? Estaba claro que nuestras apuestas eran ganadoras.

Venció el Madrid al Espanyol de Barcelona por cero goles a dos justo después del primer batacazo de la ida de Champions contra el Liverpool. Quedaban dos semanas para la vuelta de ese partidazo contra el Liverpool en Anfield (que perdimos 4-0) pero nosotros pisaríamos Anfield mucho antes de que lo hicieran los Raúl y compañía.

La noche de Liverpool estaba muy animada, nosotros muy cansados pero muy felices porque nos lo estábamos pasando de cine. Nos juntamos tres de traca, tres buenos amigos de muchos años que estamos bastante compenetrados. Si un buen viaje se comparte con buena gente no puede salir mal nunca.

DOMINGO 1 DE MARZO: This is Anfield

Para el domingo dejamos la faceta más futbolística de Liverpool. Como el vuelo de vuelta era bastante temprano (13:00) el tiempo que disponíamos lo teníamos reservado para visitar uno de esos templos más famosos del balompié. Anfield, el santuario del Liverpool F.C., es un Estadio donde el fútbol y la pasión a unos colores se viven a flor de piel. Uno de mis sueños es acudir a un encuentro de este equipo y escuchar el himno «You´ll never walk alone» de Gerry and the Pacemakers cantado por 45000 espectadores.

El día 1 de marzo el Liverpool jugaba fuera de casa por lo que tan sólo podíamos conformarnos con ver parte de sus instalaciones. Preguntamos en el hotel cuánto podía costarnos ir en taxi hasta el Estadio y nos dijo que no más de 8 libras. Acertó con gran precisión porque eso mismo fue lo que nos costó el trayecto.

Anfield se encuentra en un barrio residencial de casas bajas, algo muy chocante para quienes estamos acostumbrados al Santiago Bernabéu o al Vicente Calderón, estadios más grandes que el del Liverpool y ubicados en medio de la ciudad. Junto a los madrileños hay edificios y carreteras, pero junto a Anfield tan sólo hay hileras de adosados bastante cuidados y una tranquilidad sólo perturbada los días de partido.

Anfield es un estadio relativamente pequeño, aunque bien estructurado para acoger a 45.000 espectadores que lo llenan en cada partido. Al parecer es bastante complicado conseguir tickets para ver algún partido de la Premier. Hay que ingeniárselas bastante para hacerse con una de las pocas entradas que salen a la venta en el club. Para turistas que no tengan la suerte de acudir a un encuentro queda la opción de hacer el Stadium Tour, una visita guiada por el Estadio que incluye Museo, vestuarios, césped y tocar la mítica placa «This is Anfield» que ven los equipos antes de salir al campo y que les recuedan que van a jugar en un lugar histórico.

Esa era nuestra intención, hacer un tour completo por Anfield, pero nos encontramos con que las plazas son más que limitadas y no había hueco para el circuito de ese día. Ni rogándoles conseguimos convencerles. Tan sólo nos quedaba la posibilidad de ver el museo del club (entrada 5€), el cual (y esto es un fallo) no tiene ni siquiera ventanas para ver el césped. Nos dio un bajón considerable cuando nos dimos cuenta de que no iba a haber forma alguna de asomarse al campo. Tuvimos el error de fiarnos y pensar que había tickets para el tour, cuando lo que teníamos que haber hecho era reservarlo por internet en http://www.liverpoolfc.tv.

El Museo es un repaso por la historia del club a través de sus años más gloriosos y de sus trofeos. Por supuesto que las estrellas son las 5 Copas de Europa ganadas por el equipo. Y de éstas la de 2005 en la que Steven Gerrard (capitán) y Rafa Benítez (entrenador) tuvieron mucho que ver en aquella remontada frente al Milán. Hay varias salitas en las que se puede vivir lo sucedido en este frenético partido de principio a fin y que supuso la apoteosis de una ciudad que vive por este equipo (tampoco me olvido del Everton, que arrastra numerosos aficionados). El Museo es entretenido pero sólo se lo recomiendo a los verdaderos apasionados del fútbol.

Una estatua de 2´40 metros de Bill Shankley, el Di Stefano del Liverpool, preside la entrada de The Kop, la grada popular que para muchos «gana partidos ella sola». Esa grada es Anfield y Anfield es esa grada.

Otro de los lugares mágicos es el rincón que rememora la tragedia de Hillsborough de 1989 en la que 96 personas murieros aplastadas tras una avalancha. Ramos de flores, bufandas, cartas y velas permanentemente encendidas recuerdan lo sucedido y honran a las víctimas que lo único que hicieron fue ir a animar a su equipo.

Nos fuimos directamente de Anfield al Aeropuerto en taxi (15 libras), el cual acabó haciendonos un tour por las casas de los Beatles y por Strawberry Field (el lugar de la mítica canción «Strawberry Fields forever», que décadas atrás fue un orfanato que inspiró a John Lennon para escribir la letra). Un buen rodeo para culminar nuesra presencia en la ciudad de los Beatles.

Y así se termina esta historia de fin de semana en Liverpool. ¿Lo ha hecho ya Hey Jude?

Hasta otra crónica!!!

José Miguel Redondo (Sele)

6 Respuestas a “Weekend in Liverpool City: Un viaje al lugar en que la música volvió a nacer”

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