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72 horas en El Puerto de Santa María

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El cielo de Andalucía desprende una luz que no ciega, sino que sonríe. Sobre los edificios blancos, ocasionalmente mezclados con tonos que imitan el albero de una plaza de toros, se reflejan mil y una historias que merecen ser contadas. Y el mar resplandece en cada ola que llega a El Puerto… a ese apéndice con acento que se resigna a soltarse de la mano de su hermano americano. Durante los días que formaron parte de un viaje a El Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, viví la pasión en cada calle, en cada conversación y en las aguas de una Bahía que aún se abraza con el Nuevo Mundo.

Vistas de El Puerto de Santa María desde la torre del homenaje del castillo de San Marcos

El aroma de un buen vino de Jerez revolotea por mi mesa… Y en mi mente se suceden los recuerdos de 72 horas únicas en El Puerto.

Me gusta bajar a tierras andaluzas cada vez que puedo. Siempre ansío absorber esos matices alegres que se desgajan de los mares olivareros y colarme por puertas abiertas por las que se dejan entrever floridos patios con un microclima especial. Quizás porque siendo de Madrid me gusta tener conexión con todas las maravillas que hay a nuestro alrededor y que siento realmente cerca. Siempre me ha ocurrido en lugares como Sevilla, Granada, Córdoba, Málaga, la magnífica Baeza y la inconmensurable ciudad de Ronda. Pero ay de mí… aún no conocía El Puerto, ni Cádiz, ni su Bahía. Y se me presentó una ocasión ideal para abrazar la llegada del verano desde El Puerto de Santa María a la que tantos epítetos dedicara el maestro Alberti y que tantos secretos a voces recorren sus calles.

Fueron 72 horas desde que arribamos a la Estación de trenes hasta que abandonamos la perla de la Bahía para regresar a nuestro rinconcito madrileño. Entre medias la experiencia tuvo de todo. Porque en El Puerto hay cabida para mucho (o muchísimo). A saber:

UNAS RACIONES DE PESCAÍTO FRITO EN UNA TERRACITA

Junto al Muelle donde salía “El Vaporcito” a Cádiz hay una esquina muy concurrida de bares que despliegan sus terracitas en verano cuyo nombre es más que sugerente, Plaza de las Galeras Reales. Durante nuestra primera noche en El Puerto salimos a cenar (escogido al azar) al Bar Liba. Allí le dimos a las raciones de un pescaíto frito riquísimo que nos llevó a probar chocos, puntillitas, cazón de adobo o unas deliciosas tortillitas de camarones. Justo en ese momento fue cuando sentí que ya estaba donde quería estar.

Cazón en adobo (Bar Liba, El Puerto de Santa María)

UN MONASTERIO PARA PASAR LA NOCHE

Hay muchos hoteles en El Puerto de Santa María, pero dimos a parar a uno con una vertiente histórica (y espiritual) realmente especial. En la Calle Virgen de los Milagros, más conocida por los locales como “la calle larga”, se encuentra el Hotel Monasterio de San Miguel, que fue un lugar de recogimiento religioso para las monjas capuchinas desde el Siglo XVIII. Se puede decir que es uno de esos hoteles con encanto que parecen un museo en sí mismo y en el que uno puede disfrutar del fresquito de un claustro o de pasear por unos corredores con objetos artísticos que se han reinventado para el turismo.

Fachada del Hotel Monasterio de San Miguel (El Puerto de Santa María)

EL PRIMOR DE LAS CASAS-PALACIOS DE LOS CARGADORES A INDIAS

El nexo entre El Puerto de Santa María y América es constante. De hecho se conservan muchas casas-palacio de los conocidos como cargadores a Indias, que fueron mercaderes enriquecidos por ese trasiego comercial entre España y el Nuevo Mundo. Con un estilo que se exportó a muchas de las ciudades coloniales americanas, sobresalen estas casonas de grandes patios porticados, preparadas para almacén de materiales y, en las plantas de arriba, para uso y disfrute de los acaudalados mercantes. Además la mayoría de ellas conservan las torres de vigía desde la cual asomarse al río Guadalete y ver la salida o la llegada de los barcos.

Patio de la casa-palacio de Araníbar

Tuvimos la suerte de poden entrar al Palacio de Araníbar, del S. XVII y con fachada renacentista un artesonado mudéjar realmente sublime. Es uno de los más bellos ejemplos de este tipo de construcciones palaciegas que abundan en la Bahía de Cádiz. Y que ahora sirve, entre otras cosas, como oficina de turismo

SAN MARCOS: EL CASTILLO QUE MARCÓ LA HISTORIA DE EL PUERTO

Se sabe que en el actual emplazamiento del castillo de San Marcos estuvieron los romanos. Pero también los musulmanes, quienes fundaron aquí una mezquita hasta la llegada de Alfonso X El Sabio, que respetó parte de su estructura original dejando intacto el mihrab que se encuentra en dirección a La Meca. Aquí fue levantada una iglesia-fortaleza por la que pasaron Cristobal Colón y Juan de la Cosa, entre otros.

Castillo de San Marcos (El Puerto de Santa María)

Este castillo que antes daba al río y desde el que se vigilaban los cargueros a Indias, fue uno de los bastiones de los Duques de Medinaceli. Su estado de conservación es excelente y desde lo alto de la torre del Homenaje pudimos disfrutar de unas vistas maravillosas de todo El Puerto de Santa María.

Fue una de las visitas que más me entusiasmaron. Mi pasión por los castillos es cada vez mayor y en San Marcos me llevé una enorme sorpresa. Además allí me contaron una historia de fantasmas de esas que me gustan.

Interior árabe del castillo de San Marcos (El Puerto de Santa María)

FIRMANDO NUESTRA PRIMERA BARRICA

Sin salir del castillo de San Marcos hicimos una visita a las bodegas de la firma Caballero, uno de los máximos exponentes de los Vinos de Jerez. Ahí empecé a diferenciar finos de amontillados… Fue una cata intensa aquella, no cabe duda.

Firmando una barrica en El Puerto de Santa María

Pero algo que me hizo especial ilusión fue que, junto a Rebeca y a los amigos bloggers con los que compartí este viaje, pudimos firmar una barrica (que en estas tierras se le conoce más como bota). Sin duda en aquel universo de barriles donde se gesta uno de los mejores vinos del mundo ha quedado un pedacito nuestro para siempre. Y es un orgullo, ¡qué demonios!

MOVIENDO EL CAPOTE EN LA PLAZA DE TOROS DE EL PUERTO

Un cartel a la entrada de la Real Plaza de toros de El Puerto de Santa María recoge las palabras del torero Joselito, quien dijo que “quien no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros”. En un coso taurino que lleva viendo faenas desde nada menos que 1880 estuvimos dándole lustro a un capote que tomamos prestado.

Plaza de toros de El Puerto de Santa María

Con el autoapodo de El niño de Aluche (léase con acento de la tierra) di mis primeros capotazos y respetos al tendido en esta catedral de la tauromaquia. Nunca he sido capaz de ver una corrida de toros entera, ya que no me gustan (creo que lo más bonito de un toro es verlo correr por los prados), pero reconozco que mucho de lo que rodea a la Fiesta Nacional (la parafernalia) me parece bonito. Si ya no se hiciera daño a los animales sería perfecto…

APRENDIENDO EL ARTE DE VENENCIAR EN BODEGAS OSBORNE

No hay símbolo más español que el toro de Osborne. Ni si quiera la bandera. El icono de este importante grupo vinícola famoso en nuestras carreteras se repite obviamente en las bodegas que posee en El Puerto de Santa María y donde nació la Leyenda. En las instalaciones de Osborne conocimos los secretos del buen vino de Jerez.

Bodegas Osborne

Muy divertido fue tratar de venenciar el vino, que no es otra cosa que escanciar directamente en la copa utilizando una vara (conocida como venencia) con la que se saca el líquido de la bota y hace falta algo más que pulso y una buena dosis de paciencia. En mi caso no tuve ninguna de las dos condiciones, por lo que el fino acabó derramándose en el suelo. Para eso Rebeca creo que tuvo más arte que yo.

Rebeca venenciando en Bodegas Osborne

EN COCHES ELÉCTRICOS A PUERTO SHERRY

El trayecto entre las Bodegas Osborne y Puerto Sherry lo hicimos por completo en unos cochecitos eléctricos semejantes a los que se utilizan en los campos de golf. Los amigos de Grupo Moveco nos dieron un paseíto en estos vehículos de juguete que totalmente ecológicos y sobre los que disfrutamos de una panorámica distinta de El Puerto.

En coches eléctricos del Grupo Moveco

Ya en Puerto Sherry, un diamante en bruto que le da otro toque a la ciudad, comimos buenas viandas con vistas al mar y a los cientos de barcos y yates aparcados. Probablemente aquella mañana se agotaron las existencias de salmorejo, porque no quedó nada.

LANCHA POR LAS MARISMAS DE LOS TORUÑOS Y EL PINAR DE LA ALGAIDA

En la Bahía de Cádiz aún se mantienen parajes vírgenes que se han salvado de la especulación inmobiliaria. El Parque de los Toruños y el Pinar de la Algaida es uno de los favoritos de los portuenses, que viven al máximo su pulmón medioambiental bien utilizando sus largas playas vírgenes, montando en bicicleta o saliendo temprano a ver a las muchas aves que anidan o se detienen aquí.

Parque de Los Toruños y Pinar de la Algaida (Puerto de Santa María)

Nosotros lo hicimos de varias maneras. Bien a pie, en bicicleta o mi favorita, en lancha saliendo desde Puerto Sherry. Desde allí las marismas nos mostraron nombres que recuerdan a batallas contra los franceses como, por ejemplo, Trocadero, que está en Cádiz y la mayoría conocíamos por unos jardines de París que se sitúan frente a la Torre Eiffel.

En lancha

Dado ha sido un año exultante de lluvias había una planta que teñía de lila las marismas, el almajo, que sobrevive en agua salada y es muy propia de tierras gaditanas. Florecida regalaba una imagen preciosa de los Toruños por los que, además, se dejan ver de vez en cuando los camaleones.

Almajos en flore en Los Toruños

Visitamos esta zona en dos ocasiones y me llevé una muy buena impresión. Aunque faltó darse un bañito en alguna de sus playas solitarias.

DE TAPEO POR LA NOCHE PORTUENSE

Bien por la Calle Misericordia o por la Plaza del Pórtico uno puede encontrarse los bares a tope, y más si es en fin de semana. En esta zona de El Puerto de Santa María el que come mal es porque quiere o porque no sabe comer. Las opciones son extraordinarias y suelen estar muy presentes los pescados y mariscos, así como distintos tipos de carne guisada en salsa que está para chuparse los dedos.

Calle Misericordia por la noche (El Puerto de Santa María)

Aquella noche fue de tapas y los locales seleccionados fueron, por este orden, El Bocoy (que se encuentra junto a la casa de los leones y que tenían unas tapas muy elaboradas), Romerijo (el cocedero de marisco más conocido y concurrido de El Puerto), La Herrería (donde hubo que detener al camarero porque ya no podíamos más) y el Échate Payá (el más tradicional de todos). Fue un buen tino porque en los cuatro comimos de fábula.

Marisco codido de Romerijo (El Puerto de Santa María)

COMPRANDO BUENOS VINOS (Y COMIENDO DE LO LINDO) EN BODEGAS OBREGÓN

Bodegas Obregón es un lugar de los de toda la vida. Con decoración taurina y botas repletas de vino nos encontramos con uno de esos locales que enamoran y que uno busca con pasión en el sur de España. Allí nos hicimos algunos con unos litros de Pedro Ximénez que espero endulcen nuestras mejores comidas.

Bodegas Obregón (El Puerto de Santa María)

DELEITÁNDONOS CON LAS FACHADAS DE EL PUERTO

Antes hablé de las Casas-Palacio, que las hay en abundancia en El Puerto de Santa María. Uno puede asomarse a su interior pero una de sus bellezas es la fachada, con amplísimos ventanales enrejados. Este estilo arquitectónico en casas y palacetes, por supuesto también en iglesias, se exportó a las Américas y se pueden ver preciosos ejemplos en en numerosas ciudades Patrimonio de la Humanidad como pueden ser Trujillo, Campeche o la gloriosa Cartagena de Indias, amén de muchísimas más (ver artículo 5 ciudades coloniales de América Latina que enamoran). Esa conexión de El Puerto con el Nuevo Mundo me parece realmente interesante y se observa casi en cada rincón de la ciudad.

Fachadas de El Puerto de Santa María

En la Bahía de Cádiz hay un pedacito de la Historia del Descubrimiento de América y lo que sucedería siglos después, incluídas las salidas de los emigrantes buscando una nueva vida.

Casa de los leones (El Puerto de Santa María)

Caminando por la Calle Larga descubrí la casa en la que vivió el Almirante Blas de Lezo, que en el último tercio del Siglo XVIII puso en jaque a los navíos ingleses en Cartagena de Indias con una clara inferioridad de hombres y medios. Patapalo, ya que le faltaba una pierna (también era tuerto), es uno de esos héroes olvidados que si hubiera nacido en Inglaterra y no en un pueblo de Guipúzcoa estaría enterrado con los más grandes en la Abadía de Westminster de Londres (donde sí está el almirante Vernon, que fuera humillado por el español).

Pues Blas de Lezo, y su mujer, apodada como “la capitana” vivieron también en El Puerto, pero son muchos más los personajes que quizás algún día se desempolven sus andanzas.

Hay casas como la de los leones, o escudos blasonados en el casco histórico, que nos hablan de la importancia de El Puerto. Pero la joya es la fachada barroca de la Iglesia Mayor Prioral realizada con piedra arenisca. Plagada de detalles, merece la pena detenerse a contemplarla el tiempo que haga falta y, entrar a la misma, por supuesto.

Iglesia mayor prioral de El Puerto de Santa María

UN ATARDECER EN PUERTO SHERRY

Un verano amagando con quedarse definitivamente, un cielo limpio de nubes y la temperatura PERFECTA para sentarse en una terracita al caer la tarde. En Puerto Sherry nos sentamos junto al mar para cenar mientras se sucedía a nuestro lado un lindísimo atardecer mecido por las olas.

Descubrimos un lugar extraordinario para sentarse y comer bien y, además, diferente, Crêfondue (también escrita Crefoundie, Paseo marítimo 100). Hacen crêpes de todo o casi todo lo imaginable, y las preparan que es una delicia. Además la playa al ladito es la mejor de las excusas para dejarse perder en uno de esos sitios en los que una cena acaba siendo algo más.

Deliciosa crepe

Y… UNA VISITA A CÁDIZ!

La visita a Cádiz es otra historia. Pero mi primera vez en la conocida como “tacita de plata” me causó una impresión inmejorable. Y fuimos desde El Puerto, tomando un ferry que tarda apenas 30 minutos y que cuesta 2´5€. Esto hace de la localidad portuense un punto base excepcional para explorar toda la provincia.

De Cádiz que decir… que me contagió su alegría, su mezcla de sabores y olores de todas las épocas vividas (mucho antes de los romanos ya estaba habitada), y que su paseo marítimo fortificado recuerda no sólo a La Habana, sino a un pedacito de todos nuestros hermanos en América. Pero, eso sí, con acento andaluz y unas tortillitas de camarones que son cosa fina.

Fotografía de Cádiz

Como véis, dio mucho de sí bajar desde la tarde del jueves hasta la del domingo a El Puerto de Santa María. Si esto fue en sólo tres días, ¿qué podría depararnos una semana? ¿Y dos? La provincia de Cádiz es uno de esos deberes que me pondré en mi lista y que tendré la ilusión de seguir descubriendo. Es el sitio ideal donde llegar, alquilar coche y plantearse una ruta irresistible desde la costa a Grazalema. Obviamente, El Puerto es una base excelente para hacerlo.

Y antes de terminar agradecer a todos mis compañeros de viaje, a Irene y Miguel por soportar las manías de quien se para hacer fotos a cada rato y a Amaria-Alcanter por saber inculcar el gusanillo y el amor a una tierra única como esta.

Quien no ha estado en El Puerto no sabe lo que se pierde…

Sele

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