Crónicas de un viaje a Sri Lanka (6): En tren por las Tierras Altas
Atravesar la región de las Tierras altas de Sri Lanka en trenes de juguete, deteniéndonos en pequeñas estaciones del Siglo XIX con maquinaria original, y disfrutando de unas panorámicas excelentes de las montañas se convirtió en una de las experiencias más fascinantes del viaje. Allá donde la niebla se funde por los campos de té, las nubes bajan al suelo y los niños que acuden al colegio atravesando caminos de barro saludan con pasión a los viajeros, no existe más universo que el que se sostiene tembloroso sobre raíles de vía estrecha. Cuando las distancias se miden en horas, los otros pasajeros se convierten en tu familia y las ventanas por las que miras te regalan el Paraíso, no importa lo demás en absoluto. La mejor decisión posible para conocer y palpar de lleno el espíritu de Sri Lanka fue subirnos al tren y formar parte de un auténtico museo viviente del ferrocarril que dieron a luz los colonos británicos en 1864 cuando comenzó a funcionar el primero de todos ellos. Desde entonces poco o nada ha cambiado y esa cultura ferroviaria decimonónica sigue desafiando a las alturas en los adentros del País de las montañas.
Viajajamos en tren desde Kandy hasta Ella parando en Nuwara Eliya. Pero hoy no toca hablaros de estos inolvidables destinos. Deseo mostraros cómo fue nuestra aventura en el interior de un vagón recorriendo las Tierras Altas. Los nostálgicos de los trenes antiguos y los viajeros de siempre que prefieren ir con los pies en el suelo tienen su asiento asegurado. Comienza el viaje, dáos prisa… viajeros al tren!
DE CÓMO CONSEGUIMOS LOS BILLETES EN OBSERVATION SALOON
Si algo teníamos claro de nuestro viaje a Sri Lanka era que íbamos a utilizar el tren. Amigos que habían estado antes que nosotros nos explicaron que hacerlo en este país era realmente especial. Por cómo eran los trenes, por la gente y por los paisajes, siempre fabulosos. Cuando estaba en plena fase de preparación de este viaje leí que si bien es siempre aconsejable utilizar el tren cuando sea posible, en las Tierras altas, la zona más montañosa del país situada exactamente en «el centro de la lágrima», se hacía imprescindible. Ninguna zona de Sri Lanka como aquella puede proporcionar al viajero mejores experiencias dentro de un tren, decían los escritos que consulté. Por tanto planificamos hacer un recorrido exigente que cruzara las Tierras altas de un extremo al otro teniendo a Kandy como punto de partida.
Nos dejamos caer en la Estación Central de Kandy dos días antes de cuando habíamos previsto nuestra salida. Era un edificio viejo cuya pintura amarilla de la pared andaba medio desgastada. Fuimos a las taquillas a ver si podíamos hacernos con nuestros pases con antelación para evitar problemas. Pero nos encontramos el inconveniente de que los billetes que requeríamos estaban agotados. En Sri Lanka, como en todos los países, existen distintas clases para los trenes. La cuestión es que en este tipo de viajes panorámicos como los que se disfrutan en las Tierras altas, existe un vagón conocido como «Observation Saloon» donde la suerte no es ir más cómodo sino disponer de ventanas más grandes y una cristalera en la cola del tren que permite observar mejor el paisaje y, por tanto, tomar mejores fotografías.
Pero al ser sólo un vagón en cada tren y además estar en el considerado como período estival para los cingaleses suelen venderse enseguida. Nos quedaba la opción de comprar sobre la marcha (no antes) los billetes en segunda o tercera clase, pero ese sabor a clásico dentro de la ruta escénica que queríamos hacer bien merecía unos billetes en Observation Saloon. Nos quedamos discutiendo si prescindíamos definitivamente de tal opción y veníamos el día en cuestión a comprar los tickets de tren que hubiera, pero yo no estaba dispuesto a darme por vencido tan fácilmente. De modo que busqué la mirada de un señor que parecía trabajar en la estación, quien me vino a preguntar si todo iba bien. Le contesté que sí pero que podía ir mejor porque nos daba pena no poder hacer el viaje en el vagón de atrás, ya que se habían vendido todos los billetes. Después de intercambiar algunas impresiones me preguntó si había hablado antes con el Jefe de Estación. Le contesté que no, pero que si había alguna opción de hacerlo me gustaría hacerlo. Entonces dijo: «Está allí, es él» mirando a un hombre bajito y calvo de unos cincuenta años de edad que rápidamente se fijó en nosotros hasta acercarse donde estábamos. Nos estrechó su mano. En ese instante supe que íbamos a conseguir esos billetes.
Cuando le explicamos la circunstancia nos pidió le acompañásemos a su despacho. Sobre la puerta en un rótulo venía el cargo del mandamás de la Estación: CHIEF STATION MASTER. Parece un puesto más, pero en ese mundo ferroviario hablamos de un verdadero Rey de Taifas, quien movía y removía el cotarro y el único que podía echarnos una mano. Nos sentamos pero no fuimos al grano sino que fue sonsacándonos poco poco nuestras intenciones mientras nos hablaba de temas que no venían al caso o nos mostraba los muchos vídeos que tenían en su móvil del Esala Perahera, la fiesta en la que cada año en Kandy sale en procesión el diente de Buda montado sobre el lomo de un elefante. Una situación extraña, de intercambio de información, de su disposición a ayudarnos aunque hacía llamadas falsas para demostrarnos que era muy complicado conseguir esos asientos en el Observation Saloon. Quería darle valor a esos billetes…
Nos mostró libros de rutas en tren, horarios y un buen taco de fotos de familia o de cuando entró a trabajar muy joven en el mantenimiento de las vías. Hablamos más de su ciudad y del Esala Perahera que de lo que habíamos ido a buscar. Debimos ganarnos su confianza porque nos dió fácilmente una hora de conversación para al final no marcharnos de allí con los pasajes. Simplemente tomó nota de nuestras peticiones y nos pidió que volviéramos al día siguiente para resolverlo definitivamente. Se estaba haciendo el importante, pero tenía bien apuntado lo que queríamos y nos lo iba a conseguir. Estaba seguro de ello. Le habíamos pedido dos billetes en Observation Saloon para ir hasta Nanu Oya (Estación más cercana a Nuwara Eliya) y otros dos para el trayecto Nanu Oya – Ella, el que más recomendaban las guías de viaje. Nos pidió por todo 3000 Rupias cingalesas (750 por persona y tramo), que no son ni 5€ por cada pasaje. Apenas debió inflar muy poco el valor real, aunque le daría emoción emplazándonos a encontrarnos un día más tarde a las once y media de la mañana.
La segunda vez que entramos en el despacho del Chief Starion Master fue más de lo mismo pero con resolución final. Fotos, vídeos del móvil, papelajos que tenía revueltos sobre su mesa y… los pasajes en Observation Saloon para el día siguiente. Cumplió su palabra e incluso salió a despedirnos cuando nos fuimos con nuestras mochilas a tomar por fín ese tren a Nanu Oya que tanto había dado que hablar.
NUESTRA RUTA EN TREN POR EL PAÍS DE LAS MONTAÑAS
En un mapa las distancias entre destinos parecen ridículas, pero en Sri Lanka y más concretamente en la región más montañosa del país es inútil hablar de kilómetros ni de tiempo estimado. Es mejor no pensar que un tramo de 70 kilómetros (por ejemplo: Kandy – Nanu Oya) se puede hacer en… siete horas, como fue nuestro caso. O que el riesgo de avería es alto. Simplemente, a pesar de los contratiempos que surjan en el camino (que surgirán), hay que dejarse llevar por la ruta panorámica más impresionante del país. Montar en tren en Sri Lanka no existe el cúando sino el cómo y el porqué.
El recorrido en tren que nosotros realizamos lo podéis ver en el siguiente mapa:
Dos etapas (Nuwara Eliya y Ella) repartidas en número importante de horas. Es conveniente que haga unas pocas aclaraciones para futuros viajeros a Sri Lanka que deseen hacer una ruta similar tanto en el mismo sentido como al contrario:
– El tren de las Tierras altas no pasa por Kandy sino por Peradeniya. Por tanto, desde Kandy hay que tomar un tren de cercanías hasta Peradeniya (3ª parada), que se encuentra a 15 minutos de allí y bajarse a esperar el siguiente. El ticket incluye ese pequeño tramo.
– Nuwara Eliya, a pesar de ser una ciudad importante, no tiene estación. La más cercana es Nanu Oya (también escrito Nanuoya), a unos 8 km, que es donde se detiene el tren de las Tierras altas (Colombo-Badulla).
– Hay que tener en cuenta que los retrasos son bastante normales, por lo que raras veces se sale a la hora prevista. Se puede pedir al hotel donde uno esté alojado que llame a la estación correspondiente para tener información actualizada de la hora definitiva a la que el tren va a venir.
– Tramo Kandy-Nanu Oya: 70 km que se hacen en 5 horas si no hay retrasos; Tramo Nanu Oya-Ella: 60 km que se hacen normalmente en 2 horas.
– Recomiendo la web www.railway.gov.lk para conocer los horarios y precios aproximados de las rutas en tren posibles (los definitivos se conocen en las estaciones). La lástima es que no se pueden hacer, por el momento, reservas online.
– No existe el vagón restaurante en este tipo de recorridos. Desconozco si lo hay en otros en el país, pero me parecería raro. Si uno no sabe cuándo va a entrar al vagón exactamente, mucho menos cuándo va a salir, por lo que viene bien llevar agua y algo de comida. Hay gente vendiendo fruta o frutos secos en las estaciones, pero no vimos alimentos más consistentes.
A partir de ahora vamos a ir concretamente a los trayectos ferroviarios que realizamos para entrar en aquellos trenes tan particulares. Acompañaremos las menciones a dichos tramos con un buen número de fotografías y vídeos con los que pretendo sintamos que estamos dentro del vagón de cola.
TRAYECTO KANDY – PERADENIYA: UN LIGERO APERITIVO
A las 8:20 tenía previsto salir el tren a Peradeniya. Sólo se retrasó unos minutos, los cuales aproveché para grabar dentro de unos vagones bastante desvencijados que esperaba no fueran similares a los de los trenes largos a los que teníamos que subir.
No había demasiada gente en la Estación de Kandy. De hecho me extrañó verla tan vacía, muy al contrario de las de India, por poner un ejemplo más cercano. Nuestro tren semivacío echó a andar muy lentamente después de escuchar un agudo pitido. Tembloroso, fue moviéndose despacio por la vía para ir alejándose de la ciudad de partida.
Peradeniya estaba en la tercera parada, y era el destino de todos los que nos encontrábamos dentro del tren. Ese tramo es un simple enlace con la línea Colombo-Badulla que se hace en apenas un cuarto de hora, por lo que no se puede decir si quiera que el viaje comenzara allí.
La estación de Peradeniya, rodeada de naturaleza, si tenía ya un buen cupo de gente esperando en el andén. Había un cartel que decía que no se podían tomar fotografías, recordando que este tipo de lugares han sido un foco del terrorismo tamil y que más de un tren voló por los aires allá cuando estaba la guerra entre los Tigres Tamiles y el Ejército cingalés. Afortunadamente, con la llegada de una Paz que espero sea ya duradera, este tipo de cosas se han ido normalizando y, sobre todo, el turista no se da cuenta de prácticamente nada. Por tanto nadie me puso traba alguna por hacer fotos.
Esperamos con impaciencia el tren unos veinte minutos superado el tiempo estimado de llegada. Pero no me importaba en absoluto, estaba como un niño con zapatos nuevos. Me apasiona tanto viajar en tren que ni el calor pegajoso, ni tener que aguantar la mochila, ni un pequeño retraso podía arrebatarme la sonrisa ni la ilusión de emprender una ruta nada menos que por las Tierras altas de Sri Lanka. Así que cuando llegó el que sería nuestro transporte para las próximas horas me sentí realmente feliz. Una máquina color rojo de lo menos cincuenta o sesenta años hizo su aparición triunfal para alegría de todos los que nos encontrábamos en el andén.
TRAYECTO KANDY – NANU OYA: REPTANDO ENTRE MONTAÑAS
Nos fuimos hacia nuestros asientos del celebérrimo Observation Saloon. No era, ni mucho menos, el vagón de primera clase del Orient Express. Era como una segunda (siendo generosos) o tercera clase en otro país pero con la ventaja de tener un cristal enorme en la parte trasera (éste se encontraba algo agrietado) y estar menos masificado. Vetustos ventiladores en el techo trataban de minimizar los efectos del calor, aunque con poco resultado. La gente se fue sentando aunque, sin tiempo a que todos lo hicieran, el tren inició su marcha. Abrí la ventana y empecé a respirar el aire puro que nos entraba de fuera.
Sus lentos andares nos daba los motivos por los cuales una distancia corta de 70 kilómetros requiere de varias horas de viaje. En eso tiene que ver todo, que los trenes son viejos y no dan para más, que las vías no están en el mejor estado y que, por supuesto, no se puede ir demasiado deprisa en un ascenso constante de altitud. Hay que reconocer que la red ferroviaria en el País de las montañas fue una obra un tanto compleja, sobre todo con los medios con los que se contaba en el Siglo XIX. Era muy importante, entonces, no pensar en el tiempo que íbamos a tardar porque no era el factor que habíamos tenido en cuenta para decidirnos a hacer dicho trayecto de esa forma. De lo contrario nos hubiésemos decantado por el coche o el autobús. Queríamos ver las Tierras altas en tren. Nada más… y nada menos.
Distintas escenas con paisajes, pueblos, diminutos apeaderos, coches y motos esperando en los pasos a nivel y, por supuesto la gente formaban parte de la mejor de las películas posibles al otro lado de la ventanilla. Viajar en tren es algo mágico porque cada vez que pestañeas tienes la suerte de que un país se abra completamete a tus ojos y te regale imágenes únicas de su realidad.
Comenzó a llover a ráfagas. Era extraño ver cómo llovía un minuto muy fuerte y al siguiente minuto se detenía completamente. Eso sí, cuando lo hacía debíamos cerrar la ventana casi entera porque si no nos entraba agua dentro. Ya se sabe que en Sri Lanka no chispea, diluvia. Todo lo hace a lo grande. En esta ocasión, al menos, sus nubes nos obsequiaron de parches dentro de un trayecto movido en lo meteorológico.
AVERÍA, PARÓN Y SANGUIJUELAS REPUGNANTES…
Recuerdo que pasamos por la Estación de Nawalapitiya (nombre extraño pero que se me ha quedado grabado curiosamente), a tan sólo 38 km de nuestro punto de partida. Pensaba que llevábamos mucho más recorrido pero es cierto que el tren no había alcanzado aún una velocidad medianamente decente y que parábamos demasiadas veces. A poco más de cinco minutos de dejar atrás dicha estación volvió a haber uno de esos parones. Teníamos a nuestro lado una humilde granja y un extenso campo de cultivo. Me fijé en la familia que allí había, un hombre y una mujer con dos niños pequeñísimos que ya colaboraban con ellos en tareas agrícolas. Lo que desconocía es que me iba a terminar quedando bien con sus caras porque de allí no nos movimos ni en cinco, ni en diez, ni en quince, ni en veinte minutos. Mucha gente, entonces, empezó a bajarse del tren, aunque con bastante pasimonia. Había una razón para ello… estaban acostumbrados.
No pintaba bien la cosa y, por tanto, me bajé a la vía. Lo que aún no sabía que me iba a arrepentir de hacerlo una y mil veces. Pero entonces no me importó caminar por la hierba mojada para preguntar qué es lo que sucedía y grabar un pequeño vídeo desde abajo. Al parecer, según me contaron, el motor de la locomotora se había averiado y debíamos esperar a que lo arreglaran.
Era cuestión de paciencia, aunque las noticias iban corriendo como la pólvora de vagón en vagón. La última información que más peso tenía entre los pasajeros era que estaban esperando a que viniera otra máquina locomotora para remolcarnos.
Entonces sucedió algo que no me esperaba y que mantendría intranquilo para el resto del viaje en tren. Y es que cuando todavía estaba abajo tomando fotografías del tren sentí una leve irritación en la pierna, por lo que comencé a arrascarme. Al ver que esa sensación se fue haciendo más molesta me levanté el pantalón hasta la altura del gemelo y descubrí un gusano negro y muy desagradable enganchado a la pierna. Me dió un asco tremendo y lo me lo arranqué rápidamente sin demasiada dificultad, aunque quedándome en la piel un pequeño agujero del que empezó a salir sangre. Suponía lo que era pero no lo quise asimilar. Aún así creí conveniente salir de la hierba y subir de inmediato al vagón del que no tenía que haber salido.
Allí mismo, sin sentarme aún, le comenté a Pablo, el cual sabiamente se había quedado en su sitio, que me había mordido un gusano que tenía toda la pinta de ser una sanguijuela. Fui a enseñarle la herida y entonces nos fijamos ambos que había más y bastante más grandes que el primer gustano negro. Tenía dos repugnantes sanguijuelas enganchadas a los gemelos. Todas las miradas del Observation Saloon se dirigieron entonces hacia mí, señalando dónde se encontraban esas incomodísimas viscosidades que se estaban cebando con mi sangre. En ese momento no sabía qué pensar, sólo que no quería ver esas dos cosas negras tan repugnantes en las piernas. Entonces hice caso omiso a las recomendaciones de no arrancarlas de cuajo porque tenía el riesgo de que se quedara la cabeza o parte de ellas dentro de la piel y provocar una infección. La razón no venció , si el asco que me daba tener dos chupasangres poníendose las botas a mi costa. Así que bajo la atenta mirada de los pasajeros de ese y otros vagones empecé a tirar y tirar sin tener la efectividad que sí me acompañó con el primer intruso de las vías del tren.
Me puse un clinex en la mano y el efecto tenaza logró enganchar a la primera, dejando un chorretón de sangre tras de sí. Cayó al suelo y siguió moviéndose con esos andares tipo balancín que le hacía «caminar» de la cabeza a la cola y de la cola a la cabeza. No bastaron los pisotones para matar al bicho, como si se colara en las ranuras de la suela de las deportivas. Una señora lo enganchó con un papel y lo tiró por la ventanilla. Pero aún quedaba otro, que parecía había engordado en cuestión de segundos. Mismo procedimiento, aunque se encabezonó tanto en no soltar sus dientes afilados de la piel que me costó varios intentos deshacerme de ella. No parecía que hubiese quedado nada dentro por ahora, parecían heridas limpias, aunque sí sangrantes. Ya se sabe que las sanguijuelas tienen un anticoagulante (y un vasodilatador que ensancha las venas) en la saliva que permite que puedan alimentarse de sangre hasta ser cinco veces más grandes que su tamaño normal, teniendo la anchura, en ocasiones, de un dedo pulgar. Cuando llegan a este tamaño se sueltan ellas mismas, siéndoles suficiente para no tener que alimentarse más en prácticamente un año.
Imagen de una sanguijuela obtenida de la web minifauna.com
Aún quedaba espacio para otra más, un poco más arriba, próxima al muslo y más grande que las anteriores. Se ve que debía llevar más rato enganchada y, por tanto, había engordado. Reconozco que estaba bastante nervioso porque sólo mirarlas me daba un asco terrible. Y además era el foco de atención del tren. La avería del motor había pasado a ser algo secundario. No era plato de buen gusto. Cuando logré despojarme de ella miré, por si acaso, en mi calzado e incluso en mis calcetines, dando resultado negativo. Parecía que lo peor había terminado para mí y me senté sin mediar palabra, pero intranquilo…
No pude evitar tener esa sensación de irritación y picor en todas partes. Me pregunté entonces, ¿tendré alguna otra sanguijuela más en mi cuerpo? Salí rápidamente hacia el cuarto de baño, que olía a podrido y me bajé los pantalones hasta los tobillos. Cuál sería mi cara cuando encontré a dos más, y esta vez de un grosor considerable y aún más repugnantes, en el muslo. Una de ellas estaba ya demasiado cerca del trasero y debía quitármela inmediatamente. Pero no tenía clinex ni nada, y los dedos no servían para hacer que se soltara, por mucho que hiciera fuerza. No era cuestión de abrir la puerta del baño medio en bolas y salir a buscar a alguien, por lo que me quité en cinturón y utilicé la hebilla de hierro para presionar y arrancármela de cuajo. Se quiso escapar de allí pero evité que lo hiciera pisándola una y mil veces. La otra conseguí quitármela algo más fácilmente, como si a la sexta sanguijuela uno ya tuviera experiencia suficiente para hacerlas caer.
Quién me iba a decir a mí que cuando me estaban tomando tan foto y estaba tan sonriente, tenía ya bajo el pantalón unas cuantas sanguijuelas…
La última comprobación la tuvo que hacer ya Pablo, después de pedirle que viniera. Situación ridícula donde las haya, con mi amigo mirándome el culo y yo mis partes, desechando cualquier posibilidad de invasión. Y lo peor de todo, muy lejos de una ducha con la que poder limpiar las heridas y quedarme tranquilo del todo. Porque por mucho que me hubiera mirado escrupulosamente tengo que decir que estuve sintiendo picor durante todo el día.
Os muestro un vídeo de mis impresiones inmediatamente posteriores al «ataque de las sanguijuelas». Se me ve aún impactado por lo sucedido, tanto que dije que habían sido cinco las mordeduras cuando contándolas habían sido seis los malditos gusanos los que se habían dado un verdadero festín. No quedaba más remedio, de todas formas, que tomarme las cosas con buen humor. Nuwara Eliya y la ducha, estaban a tantas horas de aquel tren que llevaba tanto tiempo detenido que no debía obsesionarme más de lo necesario.
Cuando todavía dudaba si tenía algún bicho más adosado a la piel echó a andar el tren. Pero no hacia delante sino hacia atrás. Nos remolcaron hasta la Estación de Nawalapitiya (ver vídeo) para que esperáramos allí mientras otra locomotora sustituía a la que tenía el motor averiado. Ya llevábamos más de una hora de retraso y no parecía que la cosa fuera a solucionarse de inmediato. Traté de desconectar charlando con la gente, entre ellos una mujer belga a la que nos encontraríamos en la casi totalidad de los destinos que nos quedaban por ver en Sri Lanka. Pero el problema pareció solucionarse cuando sumando las dos horas de parón nos pidieron volver a subir al tren porque parecía que ya se había hecho el cambio de una locomotora «más sana». Sólo esperaba que fuera la definitiva porque ya no sabía dónde meterme en la considerada como segunda estación de trenes más largas del país (la primera es Nanu Oya). Con razón Nawalapitiya es otro de esos nombres raros que no puedo quitarme de la cabeza…
SEGUIMOS DISFRUTANDO DE LAS TIERRAS ALTAS
El tren continuó su marcha pasando por delante de la casa de la familia de antes y, por tanto, de la escena de las sanguijuelas. Por fortuna no volvimos a quedarnos parados y, aunque al ritmo lento que nos tenía acostumbrados, empezó a subir cada vez más las montañas dejándonos unos paisajes aún más majestuosos. El aire que entraba por la ventana fue haciéndose más frío cada vez, muy lejos del sopor de los primeros días en Anuradhapura, Sigiriya o Polonnaruwa. En el País de las Montañas el calor agobiante, por fortuna, desaparece sea la época del año que sea. La única diferencia estacional es que llueva un poco, mucho… o muchísimo. Por eso era la región preferida de los colonos ingleses, que recordaban los típicos días nublados y frescos de su amada Gran Bretaña.
Me pasé más de medio viaje de un lado para el otro, asomándome por la ventana, dándome paseos por los vagones, hablando con otros mochileros, cuando no me comía unos cacahuetes riquísimos que me vendieron en una de las estaciones donde paramos. Poco a poco me fui metiendo mentalmente en la cabeza de aquel tren que no dejaba de serpentear por la montaña para seguir acercándonos unas panorámicas fabulosas.
Cuando ya habíamos alcanzado una altura considerable el verdor de las montañas fue clareándose para dejar paso a las plantaciones de té, que encuentran aquí la mejor tierra y el mejor clima posible para que hacer crecer las hojas de uno de los productos más consumidos en todo el mundo. Junto a Kenia, Sri Lanka es el país que más té produce, siendo su denominación de origen Ceylon Tea (Té de Ceilán) masivamente reconocida en todas partes.
Arbustos de forma redondeadas monopolizaron el pasaje de las Tierras altas durante horas. Las líneas que veíamos desde el tren correspondían a los senderos estrechos y embarrados por los cuales las personas que se ocupan de recoger la hoja del té transitan cada día.
Los edificios de las factorías, que se ocupan de «convertir a las hojas» en el té que termina en nuestras tazas, se reparten una ingente cantidad de hectáreas. Humeantes, sacuden el aroma profundo del té negro por las montañas desde el Siglo XIX cuando se descubrió las propiedades de ser cultivado aquí. La mayoría, de propiedad inglesa, son el gesto más apreciable del colonialismo basado en apropiarse de la tierra para obtener beneficio de sus recursos a miles de kilómetros de distancia.
También es cierto que las factorías de té dan trabajo a toda la región. Es muy popular, y pintoresca, la figura de las mujeres tamiles que se ocupan de seleccionar las hojas del té que son válidas en cada una de las plantas. Es una labor durísima y muy mal pagada que tradicionalmente ha empleado al sector femenino de la minoría tamil (aproximadamente un 18% del país pertenece a este grupo étnico, cultural, religioso y lingüístico) desde que se inició el negocio en estas tierras. El tren nos mostró en la lejanía a muchas de estas mujeres empleadas en la recolección de hojas. Nuestra intención era poder saber más de ellas y de su trabajo, una de las asignaturas que teníamos previstas dentro del viaje y que podríamos observar en Nuwara Eliya mejor que en cualquier otro lugar.
Es normal pues, que junto a los campos aparezcan pequeños templos hinduístas, ya que es la Fe que los tamiles profesan. Aunque el territorio más habitado por éstos es el norte y las tierras orientales del país, en la región que constituye el Hill Country, País de las montañas, es donde encuentran trabajo en el sector agrícola e industrial y, por tanto, su infuencia está más presente. Normal que en cada parada que hiciésemos, en cada estación, cada apeadero, fueran los tamiles quienes imprimieran su identidad en las Tierras altas. Sobre todo los niños que esperaban con pasión al tren para detenerse a saludar con una eterna y blanca sonrisa. Me enternece cuando alguien agita sus manos para decirle hola a quien no conoce y pasa raudo en su tren. Son cosas que nacen solas dentro de un viaje de este tipo, y más en un país tan alegre y acogedor como Sri Lanka.
El color, los aromas, los paisajes, la simpatía de la gente que se convierte en tu familia, ese vagón que pasa a ser tu casa… El tren es la metáfora de quien sabe que su vida es el más largo de los viajes. Con averías y obstáculos en la vía, pero con pequeños momentos y detalles preciosos que hacen que tenga sentido que la locomotora no detenga su marcha.
Ni el recuerdo irritante de las sangüijuelas pudo impedir que disfrutara de este viaje en tren a Nuwara Eliya. Llegamos a la estación de Nanu Oya a eso de las tres de la tarde, después de prácticamente siete horas de trayecto para únicamente 70 kilómetros. Con la ilusión intacta, teníamos por delante observar bien de cerca a la que muchos conocen como Little England. Y es que Nuwara Eliya es ese lugar al que los ingleses que viven en Sri Lanka le llaman «hogar». Allí conoceríamos esta villa tan inglesa, cómo se obtienen las hojas del mejor té del mundo y cuál es el trabajo que desempeñan las mujeres tamiles, el eslabón que mucha gente no sabe que está detrás de una taza deliciosa con sabor del viejo Ceilán.
Aunque lo primero era darse una ducha realmente concienzuda y curar las heridas de las viscosas invasoras. Lo demás vendría después.
Nuwara Eliya es otra historia que ya os contaré…
TRAYECTO NANU OYA – ELLA: DOS HORAS APASIONANTES EN UN TREN DE JUGUETE
Este tramo es mucho más corto que el anterior (aproximadamente dos horas), pero también se hace volando por las montañas y cruzando parajes que de otra forma sería imposible divisar. Frescos y recuperados de la ruta anterior desde Kandy, nos plantamos en la Estación de Nanu Oya veinte minutos más tarde de lo previsto según los horarios, ya que la dueña del cottage donde pasamos la noche se ocupó de llamar que supiéramos que el tren iba con un retraso de media hora aproximadamente. Nuestro destino era Ella, ciudad de bello nombre y de mejores críticas por parte de los viajeros que nos hablaban de un paraíso en altura. Según las guías de viaje (p. ej Lonely Planet de Sri Lanka) el tramo entre las localidades de Ella y Haputale es que mejores vistas regala a los pasajeros que viajan en tren. Puede que tengan razón, aunque creo que cualquier recorrido que se haga por las Tierras altas satisfará las exigencias de los viajeros que quieran maravillarse con las panorámicas de las montañas y los campos de té.
Dado que el retraso era aún mayor que el previsto nos entretuvimos en la considerada como «estación más larga de Sri Lanka». Huyendo lo máximo posible de los servicios, empapados y malolientes, nos acercamos al cuarto del jefe de Estación para ver la maquinaria que utilizaban para el perfecto desempeño de sus funciones. Y qué sorpresa la nuestra cuando nos vimos dentro de un auténtico museo viviente de antigüedades ferroviarias. En Nanu Oya, al igual que en otras muchas estaciones y apeaderos del país, conservan a la perfección los aparatos originales que los ingleses implantaron allá por el Siglo XIX. Entrar en aquella sala fue para nosotros como subirnos a una máquina del tiempo y retroceder más de cien años. Todas aquellas joyas estaban como nuevas, a pesar de que llevaban utilizándolas una eternidad. Le pedí al Jefe de Estación si me dejaba tomar fotografías y que si podía nos explicara a los dos para que servían algunas de las máquinas que tenía. Accedió y nos contó algunas cosas mientras rellenaba escrupulosamente un cuaderno de notas después de mirar una y mil veces el viejo reloj de pared que había colgado en aquella sala.
Sin duda agradecimos que el tren viniera tarde porque de lo contrario nunca habríamos dado con esta oficina que podría estar íntegra en un museo si no fuera porque está funcionando con los mismos aparatos y las mismas técnicas que en en los tiempos de la Ceilán británica. La curiosidad alivió nuestra impaciencia por la llegada del tren de la línea Colombo – Badulla que debía llevarnos a Ella. Pero los tiempos de espera terminaron y de nuevo procedió la recurrente exclamación de… Pasajeros al tren!
Y una vez más, con el Observation Saloon como escenario, iniciamos un nuevo recorrido por el País de las montañas. Las alturas volvieron a ofrecernos momentos excepcionales que tuvimos a bien guardar en lo más profundo de nuestras mochilas.
El tren iba a tope. Era curioso sacar la cabeza por la ventanilla y encontrarse a muchos pasajeros en los espacios entre vagones con su cuerpo prácticamente fuera. Me recordó a las fotografías en blanco y negro de esos trenes de la España de posguerra en los que, sin ir más lejos, mi padre se subió unas cuantas veces. En Sri Lanka cada vagón se convierte en la casa itinerante de un montón de personas, y eso se observa en un abrir y cerrar de ojos.
La autenticidad de lo vivido en el tren iba a la par con el universo de montañas y bosques que nutrían el recorrido de ese tren que actuaba como una cremallera dentro del paisaje. Asomarse cada vez suponía encontrarse una película diferente, un documental de Naturaleza y costumbrismo en un país tan variopinto como Sri Lanka, que no conviene olvidar que es una isla y que hasta hace dos días estaba sumida en una guerra que la estaba consumiendo a pasos agigantados.
Me apasionaba la cristalera que había al final de nuestro vagón. Cuando no estaba en el pasillo o buscando una panorámica en alguna ventanilla, me sentaba frente a ella para disfrutar simplemente de las vistas, tomar alguna foto…
…o incluso grabar vídeos para el recuerdo, aunque nos fuésemos quedando a oscuras cuando entrábamos a uno de los muchos túneles que salpican el recorrido. Y es que nunca sabíamos qué iba a ser lo siguiente en este viaje repleto de sorpresas.
La exuberancia de la Naturaleza en las Tierras altas y, concretamente dentro de este trayecto, es magnífica y, a su vez, incuestionable. Si me preguntaran ¿por qué Sri Lanka? tendría muchas posibles respuestas, aunque bastaría con una sola de las imágenes que me traje para hacer comprender las razones que hacen de éste un destino tan especial. Creo que es un país que lo tiene todo… Historia, Patrimonio, Cultura, mezcla de religiones, playas, paisajes naturales variadísimos, una gente amabilísima y, por supuesto, la posibilidad de subirse a trenes de época a unos precios realmente asequibles. Sri Lanka tiene tanto en un espacio tan limitado que no podría dejar de recomendársela a todo el mundo. Ella solita ha engullido décadas de malas noticias sin menguar un ápice su sonrisa.
Escuché una vez pronunciar la frase «La belleza de lo simple». Para nosotros bastaba subirnos a un tren local para apreciar que algo tan sencillo como tomar un transporte local puede aportar sensaciones únicas dentro del viaje. Simplemente con el compañerismo que se crea entre los pasajeros, los saludos en la distancia o la orografía de un país que se desnuda delante de tí, puedes llegar a saborear la realidad más absoluta, sin trampa ni cartón. Sri Lanka interactuó con nosotros mientras se mecía entre valles y montañas. Y eso es algo que vivimos al máximo.
Convenía aprovechar cada instante en aquel tren, que iba a ser el último al que nos subiéramos en el viaje a Sri Lanka. Los últimos coletazos de «la serpiente roja» nos fueron aproximando a nuestro destino. Pero no de cualquier manera, a lo grande y sin dejar de sorprendernos un segundo por ir prácticamente al filo de auténticos desfiladeros.
El tren fue frenando poco a poco, avisándonos de nuestra llegada inminente a la Estación de Ella. Bajamos rápidamente las mochilas y nos preparamos para salir. Abrieron las puertas, nos bajamos unos cuantos y al minuto las cerraron. Instante exacto en el que me percaté de que todas las bolsas de té que había comprado en Nuwara Eliya (algo más de 2 kg) me las había dejado dentro. Se me quedó cara de tonto al ver que me iba a quedar sin el mejor de mis regalos, como buen amante del té que me considero. Por fortuna un par de llamadas de la persona que nos llevaría a mirar habitaciones de hotel en tuk tuk (nos quedaríamos con la primera en Green Hill) solucionó la papeleta. El tren iba a Badulla pero después regresaba, por lo que se ocuparían de dejar en la estación de Ella todo el té para que pudiera pasar a recogerlo al día siguiente. Y ahora tengo la inmensa suerte de estar culminando esta historia con una taza humeante de té de Ceilán encima de la mesa.
Esta fue nuestra vida en los trenes de las Tierras altas. Un largo viaje en el corazón del País de las montañas que continúa adelante, porque todos y cada uno de los días Sri Lanka vuelve a renacer en aquellas atrevidas vías ferroviarias. Un lugar en el que nunca hay una última parada…
CONTINÚA EN EL CAPÍTULO 7…
* Recuerda que este y los demás capítulos están indexados dentro de la Guía Práctica de Sri Lanka
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26 Respuestas a “Crónicas de un viaje a Sri Lanka (6): En tren por las Tierras Altas”
Tu cara después del ataque de las sanguijuelas lo dice todo, yo desde luego, me pasa y me da un telele en el tren, con lo hipocondriaca que soy, jejejeje. Los paisajes son alucinantes y el tren aunque con sus averías y paradas os dio tiempo para disfrutar de él y de otras cosas menos agradables. Suerte que no se quedó la cabeza pegada a tu piel..Un abrazo. 😉
Muy buenas!!
Mucha gente me ha preguntado cuánto tiempo me llevó hacer este post. Invertí en él casi una semana, aunque sin tampoco ponerme a correr, ya que quería hacerlo traquilo, detallado y que recordara de la mejor manera posible unos viajes en tren inolvidables (en todos los sentidos jeje). Creo que fue parte de lo que me empujó a enamorarme definitivamente de Sri Lanka. Una oportunidad increíble y barata de hacer un recorrido en tren en un lugar que quitaba el hipo. Las Tierras altas de Sri Lanka son una pasada, veréis cuando toque hablar de lugares como Nuwara Eliya o Ella..
Voy a contestar los comentarios:
+ Babyboom: Lo de las sanguijuelas fue algo que todavía creo que me pica (psicológicamente hablando). Fue una situación tan extraña, con tanta gente alrededor, en un tren parado…. Y todo el mundo me dijo después cómo había que quitarse las sanguijuelas para que éstas no se quedaran dentro y no dejaran infección pero cuando ves un gusano negro y asqueroso pegado a la piel no te da para pensar. Tenía tanto asco que creo que los saqué limpipios a los seis jejej
+ Víctor Merlín: Lo del jefe de estación fue divertido, sobre todo cuando nos puso vídeos en el móvil y Pablo y yo hablábamos entre nosotros diciendo «Nos está enseñando un vídeo mierda, pon cara de que te interesa».
+ Moonflower: Qué te voy a contar de los trenes cingaleses que tú no sepas. Tú lo hiciste, creo, en sentido inverso, entrando por Ella y terminando en Kandy. Creo que es uno de los mayores imprescindibles en un viaje a Sri Lanka. Recorrer el País de las montañas… en tren. Me alegra haberte traído buenos recuerdos. También lo son para mí.
+ Carlos el viajero: Creo que a quienes nos gusta viajar coincidimos en que el «medio» es el tren. Y si son del año catapún, con estaciones decimonónicas y superando paisajes tan alucinantes, mejor que mejor. En la India tomé trenes, pero no en rutas con semejante solera. Creo que ya estaba la cosa más avanzada, aunque seguro que en otras zonas tiene que estar muy bien (muy auténtico).
+ Juan Antonio: Sí fue una suerte lo de los billetes. Todo el mundo nos dijo que era imposible, que se agotaban con bastante antelación y más en «sus vacaciones», pero nada mejor que charlar largo y tendido (y pagar unos euros más, que no fueron muchos).
Este ha sido uno de los posts que más he disfrutado haciendo. Eso es lo importante, escribir lo que uno quiere cuando quiere, compartir vivencias únicas…
Seguiré trabajando en más escritos en los que sigamos conociendo un poco más de este mundo tan grande y, a la vez, tan pequeño.
Saludos!
Sele
Hola Sele,
Vaya interesante que se hizo el jefe de estación para daros los billetes, pero lo que cuenta es que lo lograsteis.
Lo de las sanguijuelas son gajes del oficio de viajero, el que se queda en casa no le pasan esas cosas…
Un abrazo.
Hola Sele,
Para mi fue la mejor parte del viaje a Sri Lanka. El viaje en tren. Largo y extenuante, pero profundamente bello y genial. No sólo por los paisajes sino por todo lo que pude interactuar con la gente de allí. Vine cargada de números de móvil de gente que conocí en el tren!!
En mi caso preferí decidirme por la segunda clase en lugar del vagón observatorio.Lo mejor del viaje fue poder estar en la puerta abierta del vagón , donde pasé casi todo el viaje, cambiando de compañeros de viaje a medida que avanzaba el trayecto y poder ver y sentir el paisaje casi pudiéndolo tocar , sin un cristal de por medio.Además de que fuimos alternando e intercambiando asientos varias veces con gente de allí (iba petado, y en segunda y tercera no se puede reservar asiento)y hasta compartiendo picoteos varios . Por cierto, al menos en segunda y tercera no paraba de pasar gente vendiendo comida, bebida y cosas para picar…
Aunque sin duda, poder ir sentados, como fuisteis vosotros, seguro que fue un lujo. Y la odisea para conseguir el billete, mereció la pena. Yo tenía entendido que sólo se pueden reservar esos billetes desde la estación de Colombo. Fue un buen logro!
Ayy Sele, que buenos recuerdos me ha traído esta entrada!!
La verdad es que viajar en tren es una experiencia muy interesante el Sri Lanka , incluso mucho mas que en India. El simple traqueteo del tren por si solo ya es evocador de tiempos pasados cuando la vias ferroviarias no estaban soldadas como ahora.
Muy buen post, me hiciste recordar muchas cosas de Sri Lanka. 🙂
Tuviste suerte de conseguir esos billetes, para nosotros fue imposible a pesar de ofrecer mas dinero, y tuvimos que hacer el viaje en 2ª por el sorprendente precio de…. 0,90 Euros los dos pasajes, el primer dia con el tren como si fuera el metro en hora punta y el segundo dia ya disfrutando. Pero de verdad valio la pena.
Muy buenos tus comentarios.Saludos
Estos viajes en los trenes me remontan meses atrás a mi viaje por India, que grandes recuerdos, se asemeja mucho a lo que vivimos nosotros, pero en Sri Lanka los trenes se nota que tiene más «solera» por no decir otra cosa XD y eso sí, con mucha menos gente.
Menudo momento lo de las sanguijuelas, esta anécdota ya la sabía porque nos contaste la primicia durante el TBMAGP de Málaga, desde luego menudos bichitos más asquerosos, como iban directos a jugarte una mala pasada.
Me han encantado las vistas desde el tren, como apasionado de viajes en tren, Sri Lanka cada vez está ganando más puntos 😀
Un Abrazo Sele!! 😉
MARAVILLA DE TRAYECTO, EL CUAL REALIZAMOS LOS CUATRO SEVILLANOS QUE VIAJAMOS A SRI LANKA, SIGUIENDO LOS PASOS DEL » GRAN SELE «….TIERRAS INCREIBLES DONDE LA NATURALEZA HACE DE BALANZA SOBRE LA VIDA DE SUS MORADORES, VIDA MUY DURA DE LAS PERSONAS QUE EN ELLA HABITAN Y RECOGEN SUS FRUTOS, PIENSO COMO SERIA ENTONCES LA VIDA DE LAS PERSONAS QUE CONSTRUYERON ESA VIA FERREA, EN AQUELLOS TIEMPOS , EN FIN AMIGO SELE, TE AGRADECEMOS , MOISES,ANABEL MI ESPOSA NA VALLE Y YO LOS BUENOS CONSEJOS DE TUS RELATOS, CONOCIMOS UN PAIS MARAVILLOSO CON MUY DISTINTOS MATICES EN CADA REGION QUE VISITAMOS, UN ABRAZO.
Gustavo, cómo me alegra leer estas palabras y saber que los relatos os han servido para vuestro viaje a Sri Lanka.
Joer, por este tipo de cosas vale la pena dedicarle horas y más horas a escribir.
Ójala el rincón de Sele forme parte de los nuevos viajes que realicéis.
Un fuerte abrazo a toda la tropa: Gustavo, Ana Valle, Moisés y Anabel. Espero veros más por aquí, ok?
Ciao!!
Sele
¡Me has puesto los dientes largos con tu viaje a Sri Lanka! Tras 10 meses por Europa me voy al Sudeste asiático y me atraería ir a Sri Lanka desde allí…
Pablo, pues te recomiendo Sri Lanka. Lo tiene todo!!!
Mucha suerte y, por favor, cuéntanoslo.
Un abrazo,
Sele
Me ha encantado tu explicación. me servirá mucho en mi próximo viaje por allí…
Acabo de ver tu post sobre Sri lanka al buscar información sobre el pais.
tengo que decirte que he pasado un rato muy agradable viendo y leyendo tus comentarios. Salgo para el sudeste asiatico el proximo mes y uno de los destinos es Sri Lanka. Espero sacarle partido a tureportaje ya que quiero hacer un documental sobre el pais y la zona. Seguire la pista de tus andanzas.
Por cierto nacimos el mismo dia.
Un saludo
Me encanta conocer gente q también esté enamorada de este país … Es la quinta vez para mi, y me alegro de no haberme encontrado con las sanguijuelas …puajjjj!!! Muy bueno el post!!! 🙂
Bellzor de relato. Muy bueno de verdad, tanto queme dieron ganas de ir. gracias por ser generoso y comartir tu experiencia. Abrazo desde Buenos Aires, Argentina.
Hola que buen viaje Se tiraron! Tengo Una pregunta : esposible tomar eltrendeesde otro lugar ? Te pregunto esto por que voy air al r etiro que esta en nilambe y despues a Ella pero quiero hacerlo en el tren hay alguna estacioncerca del retiro espiritual ? Gracias por tu ayuda !
Hola Sele, estamos programando un viaje a Sri Lanka y la verdad que me estas abriendo camino con tu diario es fantástico gracias por tus relatos ya os contaremos cositas del viaje a la vuelta. Por cierto será en noviembre,saludos y a seguir leyendo que tengo que ir bien informada.
Hola.
Las casualidades de los viajes. Ahora mismo estoy de viaje por Sri Lanka y estaba informándome y leyendo por diferentes web los relatos y las opiniones de los viajeros que contaron sus experiencias y encontré este blog, me interese por el relato del trayecto del tren por las tierras altas ya que ese trayecto lo haremos pasado mañana el 12/2/2015 desde Kandy a Ella.
La casualidad es doble ya que estamos hospedados en una casa que contactáramos por el portal AirBnb que por cierto es muy buen sitio recomendable con derecho a cocina y una gente súper amable P&S CUTE VILLA GUEST HOUSE , la casualidad es que el propietario de esa casa es el CHIEF STATION MASTER de Kandy del que hablabas en tu relato, ahora esta jubilado y tiene algunos años mas pero a nosotros también nos consiguió los billetes de tren tan difíciles de conseguir, por eso digo que las coincidencias de los viaje son sorprendentes. Justo esta noche su mujer nos preparo una cena y después en la tertulia y hablando con el recordé que unas horas antes ley la historia que comentas de los billetes, cogí el ordenador para enseñarle las fotos donde sale el y se emociono al verse a el mismo aunque no se recordaba en concreto ese día.
Sorprendente, sobre todo para el CHIEF STATION MASTER que realmente se emociono.
Seguiremos el viaje por esta tierra fantástica
Es de las mejores anécdotas que me han contado mucho tiempo, Jesusanita… Me parece increíble la casualidad.
O sea que el Chief Station Master tiene su casa en AirBnb, tócate las narices jejejeje Se le ha debido quedar una cara al hombre al verse en la página. Hubiera pagado por verlo!
Me parecen increíbles este tipo de cosas. Qué pequeño es el mundo realmente.
Muchísimas gracias por dejar este comentario y hacernos partícipes de tu viaje. Sigue disfrutando de Sri Lanka, uno de mis países preferidos.
Gracias, de verdad.
Sele
Hago una corrección de la fecha del viaje 12/2/2016
Hola!!
Sabes si hay como un mapa que indique los recorridos que se pueden realizar en tren?
Quiero hacer
Colombo-Pinnawala-Damballa-Nuwara Elija- Ella- Yala_ Galle- Colombo
Gracias!!!
Hola Constanza,
Échate un ojo a la web de la red de ferrocarriles de Sri Lanka para buscar recorridos concretos en tren por el país http://www.railway.gov.lk/web/index.php?lang=en
Y en este enlace tienes un mapa ferroviario de Sri Lanka, lo que te ayudará a hacerte a la idea de qué se puede (y no se puede) hacer en tren: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/2b/Sri_Lanka_Railroads_Map.svg
Mucha suerte en tu viaje!
Sele
Tengo que decir por utilidad para proximos viajeros, que he estado en marzo 2017 tomando el tren este de NANU OYA – ELLA, cogiendo los billetes en la estacion de Kandy y efctivamente los billetes del vagon observatorio y 1º estan todos copados en cualquier epoca con semanas de anticipacion. La 2º y 3º son un caos de gente, de pie todo el mundo y muy poco recomendable. Vi escenas rocambolescas y broncas entre la gente para cogerun hueco en ellos. Pero el secreto está en que tienen reservadas una cantidad de billetes (nose el %) para los turistas, y si vas a la oficina del jefe de estacion te dará, sin ningun problema y oficialmente algun billete de 1º con reserva de asiento. No es nada excepcional o que necesite regateos. Yo fui a la oficina como Seles y para mi sorpresa me dio esta explicacion el jefe.
Siento haber quitado lo novelesco de la historia del billete, pero fue tan sencillo como eso, aunque tambien es verdad que nadie te lo indica o avisa. Ni siquiera el taquillero. Fuy a probar fortuna y lo descubrí.
Hola a todos, por diversos motivos no pude hacer mi viaje soñado este año, que es ni más ni menos que en furgo desde Galicia mi tierra, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Iran, Paquistan, India, Nepal y Sri Lanka y vuelta ; en la primavera del 2019, unos me dicen que genial, otros que si estoy loco, y yo pienso “bendita locura”. Cualquier cosa, tenéis mi correo. Saludos
Pero locura locura… locurísima!!
Un saludo!!
Sele