Crónicas de un viaje a Sri Lanka (7): Nuwara Eliya y el Té

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Crónicas de un viaje a Sri Lanka (7): Nuwara Eliya y el Té

Pocas costumbres son tan típicamente inglesas como la del té de las cinco. Eso lo sabe hasta el más pintado. Quizás lo que no se suele decir es que ese té envuelto delicadamente en bolsitas viene de muy lejos y que dejarse caer en el agua caliente de una taza es tan sólo el final de un proceso realmente largo. Sri Lanka, al igual que países como India o Kenia, es una de las mayores potencias en la producción de hojas de té negro. La denominación de origen Ceylon Tea (Té de Ceilán) es ciertamente indiscutible. Su cultivo en la Naturaleza de áreas tropicales o subtropicales mejora el resultado, aunque el toque de calidad ideal viene si a este factor le sumamos la altura. Precisamente en las Tierras altas de Sri Lanka, también conocidas como El País de las montañas, nace el que probablemente está considerado el mejor té del mundo. Se empezó a cultivar en el Siglo XIX cuando se demostró que aquel suelo (entre 1000 y 2000 m. de altura) era el más idóneo para situar las plantaciones. Nuwara Eliya, una villa puramente colonial de sabor inglés a la que se le conoce coloquialmente como «Little England» (la pequeña Inglaterra), fue la base de los cultivos de un té verdaderamente prodigioso, de gran pureza y mejor aroma. Allí los colonos británicos establecieron sus fincas y sus casitas de campo, aprovechando un clima más fresco y similar al de la Madre Patria. Nació con ellos un negocio que hoy en día sigue dando grandes resultados y que el país ha tomado como propio. Las estampas de las mujeres tamiles recolectando hojas de té a una velocidad de vértigo son ya parte de la esencia de Sri Lanka.

Nuestro largo viaje en tren por las Tierras altas nos llevó en su primera etapa a Nuwara Eliya donde nos establecimos en un antiguo cottage inglés para salir a conocer una villa colonial realmente encantadora y perdernos en la frescura de las plantaciones de té. El lugar donde comienza todo antes de que aproximes lentamente la taza a tus labios…

23 de abril: UN COTTAGE TÍPICO INGLÉS EN UN PUEBLO TÍPICO INGLÉS

En la Estación de trenes de Nanu Oya había unos cuantos rickshaws esperando pasajeros que llevar a Nuwara Eliya, situada a unos 8 kilómetros de allí. Nos subimos a uno de ellos junto a una pareja belga que tenía reserva en el Hotel King Fern, uno de los alojamientos de mejor fama para los mochileros y que llevábamos anotado en la guía junto a otros. Por una carretera rota por los baches y los badenes nos llevó nuestro conductor, siempre cuesta arriba, dejando a ambos lados los extensos y verdes campos de té.

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Llegamos a la ciudad, pero la dejamos atrás enseguida, ya que el hotel al que nos dirigíamos estaba a las afueras. Así P1200676rápidamente a vista de tuk tuk nos dimos cuenta de su marcadísimo carácter colonial por edificios y viviendas más propias de la campiña inglesa que de un país asiático. Y que estaba repleta de gente, puesto que es un destino típico de vacaciones en el mes de abril para los cingaleses (algo así como su verano), lo que iba a influir posteriormente en nuestra búsqueda de un sitio para dormir. En el King Fern por ejemplo, donde nos recibieron muy amablemente con unas tazas de té sobre la mesa, no existía ni una sola habitación libre. Nos hubiera gustado quedarnos , ya que esa mezcla de tranquilo jardín con un entorno muy rastafari tenía muy buena pinta, pero hubo que marcharse a buscar otro sitio donde pasar la noche.

Pedimos al conductor del tuk tuk que nos llevara a ver otros sitios en los que hubiera disponibilidad. No queríamos que estuviese demasiado céntrico sino en plena naturaleza y con buenas vistas. Fuimos a un par de hospedajes que no nos convencieron demasiado para quedarnos finalmente en The Trevene, el cual nos pareció ideal. Una acogedora casita de campo tipo cottage inglés, toda de madera, y con las estancias decoradas muy estilo años veinte. Era una casa tan inglesa que únicamente no concordaban con el entorno un par de imágenes de Buda junto a la chimenea, además de los rasgos nada europeos de su dueña que, eso sí, hablaba un francés perfecto. Sin duda una extraña mezcla galo-británica-cingalesa.

Nuestra habitación era amplísima, con un baño enorme e idóneo para lo que yo necesitaba en ese momento tras miP1200563 altercado con las sanguijuelas unas horas antes, una ducha a conciencia. Parecía que estábamos en la casa de Thirty nine steps (Los 39 escalones) y no en Sri Lanka, pero por eso a Nuwara Eliya se la conoce como Little England… porque poco o nada tiene que ver con cualquier otra ciudad del país. Pagamos por por quedarnos 5000 Rs (aprox 30€, 15 euros cada uno) y salimos rápidamente a buscarnos la vida para aprovechar las horas de luz que nos quedaban. La dueña del cottage intentó «colarnos» un guía-conductor, pero a un precio de 2000 Rs (12€) por una sola tarde. Nos negamos y no tuvimos más que salir a la carretera principal para hacer detenerse a un tuk tuk y acordar un precio de 700 Rs (4€ aprox) sin necesidad de negociar demasiado. ¿Dónde váis? – nos preguntó el chaval que conducía. – No lo sabemos, queremos ir a una factoría de té. ¿Nos recomiendas alguna?  – le preguntamos ya subidos al vehículo.

PEDRO TEA STATE

Nuestra intención era llegar a una fábrica de té que no estuviera demasiado lejos para ver si nos daba tiempo a ver los campos con la clásica imagen de las mujeres tamiles recolectando sus hojas. Pero a esas horas de la tarde era bastante imposible (es cierto que trabajan por las mañanas) y en The Trevene nos habían dicho que al día siguiente, domingo, tampoco tendríamos esa suerte por ser día de descanso. Pero era una estratagema para que contratáramos una excursión con ellos ya que, curiosamente, conocían algunas fincas donde sí se podía ver ese día a las conocidas en inglés como tea pluckers o tea pickers. Un intento de ganar dinero a costa de los viajeros, porque no sólo las factorías de té están abiertas también los domingos sino que estas pintorescas campesinas de etnia tamil acuden a trabajar como cada día. Por ello conviene no fiarse demasiado de lo que te digan y contrastar opiniones siempre que sea posible.

Nos fuimos con nuestro nuevo amigo a una de las Tea Factory con más solera de la zona, a aproximadamente 10 minutos de Nuwara Eliya. Su nombre «españolizado» Pedro Tea State hace mención a la montaña de mayor altura en Sri Lanka, el Monte Pedro (2524 metros). Fundada nada menos que en 1885, cuenta con más de 600 hectáreas de cultivos y un número de trabajadores que se aproxima a los 1300. Responsable de muchas de las exportaciones de té que se hacen no sólo a Inglaterra sino a todo el mundo, es una de las muchas factorías visitables en Sri Lanka, aunque el edificio lo encontramos cerrado al público, puesto que llegamos pasadas las 17:00 horas.

Había un fortísimo olor a té en todas partes. Normal si tenemos en cuenta que varias toneladas de hojas se estaban secando o procesando en las máquinas que había dentro de ese edificio muy del estilo «Revolución Industrial del S. XIX». Pudimos asomarnos un momento, fuera de cualquier visita normal, echándole un poco de cara. Aunque dado que no podíamos verlo por completo, ya lo dejaríamos para el día siguiente en otra fábrica diferente.

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De lo que teníamos ganas era de meternos en los senderos estrechos que atravesaban las plantaciones. El conductor del tuk tuk se apuntó a caminar con nosotros y además con su escasísimo vocabulario inglés nos explicó algunas cosas para comprender las dificultades del primer eslabón de la cadena, la recolección de hojas té.

Y es que entre tantos arbustos repletísimos de hojas no vale todo. En algunas ramas con varias hojas sirven únicamente las dos superiores, más pequeñas que las otras y de una forma un tanto afilada. Tampoco es una aguja en un pajar, ni mucho menos, pero sí hay que tener bastante ojo para capturar sólo esa mínima parte de la planta del té. Como comprobaríamos a la mañana siguiente, las mujeres tamiles, que son quienes tradicionalmente se ocupan de tan ardua labor, lo hacen con una celeridad que parece imposible.


Sólo las dos hojitas de arriba pueden ser utilizadas para hacer té

Aquel paisaje era el encerado en el que la historia del Té se escribía fuerte con tiza en cada uno de nuestros pasos. La tarde, mucho más fresca que cualquiera que hubiéramos podido tener en días anteriores, requería de manga larga pero era ideal para caminar y respirar un aire de extraordinaria pureza. Es en el País de las montañas donde uno puede dar las mejores bocanadas de aire limpio y oxigenar la sangre. El tiempo que allí pasamos lo recuerdo como un regalo para los cinco sentidos.

Bajamos prácticamente hasta un estanque que estaba rodeado de árboles y que nos hizo tener la impresión de estar en un lugar más europeo que asiático. Entre la Naturaleza y el clima es totalmente comprensible que los británicos consideraran este lugar como un Paraíso para olvidarse del soporífero calor tropical. Las montañas fueron las mejores aliadas para los colonos que echaban de menos las nubes, la niebla y el viento fresco. Y todavía lo siguen siendo, ya que hay quienes conservan todavía algunas propiedades de sus antepasados que hicieron fortuna en la vieja y lejana Ceilán.

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Lo más costoso del trayecto a pie, sin pasarse, fue subir de nuevo los senderos de tierra mojada hasta el lugar en el que nuestro amigo había aparcado su tuk tuk. Nos llevó después de vuelta al cottage y, cuando estábamos a punto de bajarnos, negociamos hacer una ruta al día siguiente con él a una factoría más lejana (The Mackwoods Labookellie Tea Centre), ver el proceso de producción del té, y detenernos los cultivos las veces que hiciera falta para hacer un pequeño reportaje fotográfico sobre las mujeres tamiles. Ya de paso le pedimos que tras ir a por las mochilas nos ecercara a la Estación de Nanu Oya a tomar un tren a Ella. Todo por un precio de 1700 Rupias cingalesas (aprox 10€). Para un mínimo de siete horas creo que era algo realmente asequible. Como siempre, moverse por Sri Lanka era fácil y económico.

FRÍA NOCHE EN NUWARA ELIYA

Descansamos un rato en la habitación de The Trevene, nuestro cálido cottage, tiempo que aproveché para «curarme las heridas» y evitar cualquier posible infección. No parecía que se hubiese quedado ninguna cabeza de sanguijuela dentro, pero sí que notaba todavía cierta irritación en las zonas en las que se habían enganchadado las muy chupópteras. Esa sensación, más mental que física, me acompañaría unos días más…

Agradecimos tener un par de horas muertas después de una jornada larguísima que nos había llevado desde Kandy hasta Nuwara Eliya en un tiempo considerable. Viajar en tren atravesando el País de las Montañas había sido más cansado y largo de lo previsto, aunque sí muy fructífero por mucho que ciertos gusanos negros y asquerosos trataran de fastidiarlo.

Después, cuando el hambre pasó a ser algo más que un mero rumor de estómago, bajamos al pueblo a cenar algo. Las calles estaban llenas de gente e incluso había verbenas como si fueran las clásicas fiestas de un pueblo veraniego de España. Todo el mundo llevaba chaquetas, abrigos e incluso gorros de lana puestos, como si estuviesen en el más duro de los inviernos. Es comprensible cuando uno está acostumbrado a vivir por encima de los 25º y un 90% de humedad todo el año, que viene algo de viento fresco y parece un temporal de narices. Y es que hace frío pero no tanto como trasladan los atuendos locales.

Nuwara Eliya nos pareció realmente encantadora. Las casas con entramados de madera nos hicieron olvidar por unos instantes dónde nos encontrábamos. Por la mañana, después de perdernos por los campos de té, volveríamos para tomar algunas fotografías porque merecía la pena.

Cenamos en el Grand India, uno de los restaurantes que pertenecen al Grand Hotel, un cinco estrellas de más de un siglo de antigüedad. Sus precios no eran tan elevados como podía pensarse por en entorno en el que se encontraba (no pagamos más de 600 rupias, aprox 4€) y allí pudimos probar deliciosísimos platos de la cocina india. Llevábamos tanta hambre encima que fue un desayuno-comida-merienda-cena con sabor al país vecino. Aunque quién lo diría, cuando Nuwara Eliya es tan… europea.

Después de levantarnos de la mesa conocimos el interior lujosísimo y entrañable del Grand Hotel donde nos hicimos con la primera partida de té del viaje. ¡Que no la última! Compré para mí una caja de cien bolsitas que me iba a dar para más de medio año de infusiones (de hecho en el momento de escribir este relato tengo un paquete de bolsas dentro de mi cajón). Me encanta el té, y de Sri Lanka me traje todo un arsenal.

A eso de las diez de la noche, estando realmente agotados, volvimos al cottage (100 Rs el tuk tuk) y nos fuimos a dormir, que a las siete de la mañana comenzaba otro día de esos largos a más no poder. ¿Adivináis con qué soñé? Sí, con las malditas sanguijuelas…

24 de abril: LAS MUJERES TAMILES, EL ESLABÓN MÁS DÉBIL DE LA CADENA

Amanecimos en The Trevene con un buen desayuno y la primera de las muchas tazas de té que nos beberíamos en una sola mañana. El oro líquido cingalés hacía de cada sorbo un premio, de cada movimiento de cucharilla un vendaval de aromas y placeres. A quienes nos gusta el té nos hace falta muy poco para encontrar en el Té de Ceilán la pureza de la raza que habita el País de las montañas. España es más de café, pero yo siempre he preferido dejarme llevar por este tipo de infusiones tan viejas como la vida. Por eso me tomaba con una ilusión especial esa parte del viaje que nos estaba permitiendo adentrarnos en los orígenes de una bebida esencial para entender Sri Lanka, Asia y, quizás, el mundo.

Nuestro tuk tuk nos esperaba a las siete y media. Puntualidad inglesa para iniciar una experiencia puramente cingalesa y salir a fundirnos cuanto antes en el Universo del té. Nuestro objetivo era ir hasta la Factoría Macwood´s Labookellie y no sólo visitar la fábrica sino también merodear por sus plantaciones. Deseábamos ver la recolección de las hojas de té y seguir el proceso necesario para obtener las bolsitas que después llegan a las tiendas.

TRASIEGO MADRUGADOR EN LAS PLANTACIONES DE TÉ

Para un trabajo en el campo es obvio que se madruga. Y aunque ya había mucha gente trabajando, nuestro tuk tuk coincidió con no pocos camiones cuya carga no era otra que la de las mujeres tamiles, las peculiares tea pluckers. Son precisamente estos camiones y camionetas los medios de transporte que las mueven de una finca a otra. Supongo que irán organizando las recolecciones en función de que las plantas de té estén en «su punto» para podérsele arrancar las hojas. Y por eso el trasiego matutino por Nuwara Eliya y alrededores es realmente incesante. Son muchas hectáreas que requieren un buen número de personas que se ocupen de ellas.

Una vez dejamos atrás Nuwara Eliya nos sumergimos en un paisaje ondulado de colinas inundadas por la planta más preciada de Sri Lanka. Las Tierras altas son hoy en día un océano de té en bruto, una interminable sucesión de olas de color verde que se pierden gracias a una orografía ciertamente bucólica. Seguir sus estrechísimas carreteras se convierte en una aventura repleta de curvas, barrancos y panorámicas grandiosas. Durante nuestro camino fue inevitable detenernos en numerosas ocasiones para tomar fotografías de un paisaje en el que ya podíamos ver puntitos en movimiento que no era otra cosa que la pléyade de mujeres tamiles en plena labor.

 

Estaban por todas partes… Las tea pluckers constituían una legión en aquellos montes tapizados con la planta del té. Se movían muy rápidamente con su atuendo típico, sus cestas a la espalda sostenidas gracias a cintas y cordeles que se suelen ponen en la frente, el «tercer hojo» pintado para no olvidar su origen tamil ni que su religión es la hindú. En un país mayoritariamente budista los tamiles sostienen el hinduísmo y, aunque las Tierras altas, no entran dentro de un área histórica reclamada (norte y este de la isla), tienen sus templos en los pueblos y junto a las zonas de trabajo.

Hicimos nuestro primer acercamiento a ver cómo trabajaba un grupo reducido de ellas y quedarnos realmente estupefactos de la velocidad con la que arrancaban las hojas de té. Sus manos volaban para llevarse las «hojas útiles» a sus sacos. Tan concentradas que estaban, parecían no percatarse de que estuviéramos allí observándolas.

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Hubo no pocos stops en los arcenes para retratar las escenas campestres más genuinas. El mapa del té lo escriben cada día estas mujeres que tienen en éste un trabajo heredado de generación en generación. Son, al fin y al cabo, las responsables de que un engranaje comercial a nivel mundial comience a funcionar. Es el eslabón más débil de la cadena… y a la vez el más necesario. Es algo que se repite en muchas de las facetas de la vida, que el peso de algo grande no lo llevan los grandes magnates sino el trabajo de «hormiguitas» de quienes no entienden demasiado de números.

A Pablo y a mí lo que nos dejaba verdaderamente con la boca abierta era la rapidez con la que seleccionaban las hojas que valían para preparar el té de entre los pobladísimas matas por las que se estaban moviendo. Era difícil seguir con la vista esas manos veloces capaces de agarrar gran cantidad de hojas que llevarse después a sus sacos. A lo largo del día son varias las veces en las que llevan sus sacos y cestos completamente llenos para que el material recogido sea llevado a las máquinas procesadoras de la fábrica correspondiente. Si juntáramos todas las mujeres tamiles de las Tierras altas, se podría decir que cada jornada aparecen toneladas y más toneladas de hojas que van hacia las muchas factorías del sector.

Atentos a este vídeo y a lo rápido que mueven ambas manos:

MACKWOOD´S LABOOKELLIE TEA CENTRE

Quisimos profundizar más en este tema, y nada mejor que comprobar in situ el funcionamiento de una de las Firmas más importantes de Sri Lanka, Macwood´s Labookellie. Su fábrica y sus plantaciones son el reflejo de un negocio iniciado en 1841 por el Capitán Macwood y convertido en uno de los mayores productores y exportadores de té de todo el mundo. Tienen cultivadas nada menos que 11.000 hectáreas (110 km²), lo que explicaba que mirásemos donde mirásemos no alcanzáramos a ver el final de lo que eran sus tierras. Un paisaje, por otra parte, que nos dejó absolutamente boquiabiertos.

Queríamos visitar la fábrica, por supuesto, aunque lo que más ganas teníamos los dos era entrar de lleno (y con más tiempo) en las plantaciones. Otros turistas que había no pasaron del mirador que había junto al aparcamiento de la fábrica, pero nuestra intención iba más allá de esos límites…

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Nos metimos por unos matojos y terminamos en un sendero que iba serpenteando hasta llegar a un arroyo. Las mujeres tamiles se encontraban allí, lejos de la fábrica y de los primeros planos. Sus pequeñas siluetas dejaban entrever un trabajo de hormigas con el que capturar el bien más preciado de aquellos campos.

No sé cuántas podía haber en total, pero no me equivocaría si dijera que más de cuarenta o cincuenta mujeres de etnia tamil teníamos a la vista. Algunas nos miraban extrañadas, otras se acercaban a ver si se llevaban de nosotros algunas rupias. Lo que no se detenía, ni si quiera en pleno chapurreo inglés-tamil, era el movimiento acelerado de sus manos atrapando las hojas y llevándolas posteriormente al saco. Algunas de elllas se servían de unas varas para apoyarse y acceder mejor a ciertas zonas más complicadas.

En el siguiente vídeo podéis ver a algunas de las tea pluckers cómo trabajaban en la plantación de Mackwood´s:

Tuvimos la ocasión de hablar con dos de estas mujeres, aunque contando con la ayuda del conductor del tuk tuk que nos llevó hasta allí y que quiso acompañarnos. De todo lo que nos transmitieron nos quedó muy claro un comentario demoledor que tiene que ver con sus míseros sueldos. En un mes de trabajo de Sol a Sol perciben unas ganancias de 8000 Rupias, que vienen a ser aproximadamente 50 euros. Mucho menos de lo que cuestan unas relucientes zapatillas deportivas de marca o una entrada medianita para un partido de fútbol. No es de extrañar entonces que en el floreciente turismo a las Tierras altas estas mujeres vean una oportunidad de mejorar unos pírricos ingresos con los cuales viven tanto ellas como su familia, probablemente de muchos miembros.

P1200659En las Fábricas de Té que hay en Sri Lanka y en la que todavía hay conexión con su origen colonial-británico se enorgullecen de ser quienes se ocupan de dar trabajo a la región y de procurar la seguridad y el cumplimiento de unas condiciones laborales dignas para estas mujeres. Desconozco, de verdad, cuál es el sueldo medio en Sri Lanka, pero se otea en el ambiente cómo con otros sectores las grandes riquezas se aprovechan del eslabón más débil de la cadena y utilizan ingente mano de obra barata. Cincuenta euros al mes… es no llegar a menos de dos euros por día (si recogen cerca de 20kg de hojas). ¿Es digno o es demagogia por mi parte? Quizás sea lo normal allí y, en realidad, ese dinero sea una panacea y una forma de que mucha población, sobre todo femenina, esté activa laboralmente. ¿Debemos pensar mal o acertaremos si vemos aquí un rescoldo de la esclavitud en pleno Siglo XXI? Son demasiadas preguntas, demasiadas dudas por mi parte…

Una de las mujeres con la que estuvimos hablando nos dedicó la mejor de sus sonrisas en el escasísimo tiempo que tenía dentro de su ingrata labor. Allí llevaba desde niña, trabajando para Mackwoods o para cualquiera otra Tea Estate de las Highlands de Sri Lanka. Lloviera, tronara o hiciera un Sol de justicia… Cada día dedicado a las plantaciones para tener un plato que llevarle a la boca a sus hijos. Pero todavía con fuerza y ganas de reir, de regalarnos un gesto cargado de ternura.

Aquellas horas en los interminables campos de Mackwood´s Labookelle nos permitieron observar pacientemente y muy de cerca a todas aquellas mujeres y, por supuesto, disfrutar de una caminata en el interior de unos parajes espectaculares. Nos acompañaba una temperatura más que agradable y un contexto que nos hacía soñar despiertos. Así eran las Tierras altas, uno de los mejores secretos de un país maravilloso como Sri Lanka. Si hubiéramos estado más tiempo en el país probablemente hubiésemos invertido más días en esta región, pero afortunadamente nos quedaba aún un trecho que seguir intensamente atractivo.

Teníamos un lugar inmenso y bello a nuestro alrededor. No hacía falta nada más, aunque ya teníamos que ir pensando en entrar a la fábrica y, por qué no, bebernos un delicioso té. Era una finca demasiado grande como para aspirar a ver más de un 10% de la misma…

Pedimos turno para ver el interior de la factoría de forma totalmente gratuita (el beneficio lo obtienen de la tienda oficial). Nos asignaron una guía que hablaba inglés y chapurreaba un poco de francés, la cual nos introdujo a las instalaciones para ver qué se hace con las hojas que las tea pluckers obtienen de las extensas plantaciones propiedad de la firma. Primero nos explicó lo que ya sabíamos de qué hojitas eran las idóneas y para llevarnos después a unas enormes máquinas de secado donde permanecen un mínimo de dos días.

El sonido era bastante fuerte, aunque no más que el olor a té puro y en bruto que había allí dentro. Era algo curioso, otro de los lados de esta industria.

Después vimos cómo las hojas ya secas pasaban por unos rodillos e incluso sufrían su propio proceso de fermentación antes de ser clasificadas y empaquetadas. Lo más curioso es que envían toneladas al extranjero, sobre todo Inglaterra, para que luego marcas con más renombre internacional se ocupen de ponerle las etiquetas.

Sin duda, el del té es un largo viaje que requiere de una plantación en una tierra con propiedades idóneas para su crecimiento lento y que hay que cuidar, de seleccionar y quitar las hojas pacientemente, y de un proceso en el que entran las máquinas para modelar la materia prima para conseguir el mejor sabor posible. Hay series empaquetadas que se las ha cuidado como el mejor de los vinos. Para el té también hay expertos e incluso verdaderos catadores que saben apreciar unas connotaciones que la mayoría de los mortales desconocemos. Aunque como diría una de las personas más interesantes que he conocido en mi vida «Yo no sé clasificar ni definir un sabor, sólo sé si me gusta o no».

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A la salida nos esperaba lo mejor, una buena taza de té servida en la típica jarrita de porcelana. De hecho creo que fueron varias las tazas las que probamos. Y como ese sabor no lo queríamos perder en mucho tiempo nos hicimos con suficiente material para tener en casa un pedacito de las Tierras altas. Por mi parte puedo decir que aproximadamente dos kilos de té se vendrían conmigo a Madrid (aunque casi lo pierdo en un tren). Cada vez que siento morriña de viajar abro un cajón y olisqueo como un can el fabuloso Ceylon Tea antes de ponerme a calentar agua y preparar un deliciosísimo té que es cierto me trae imágenes inolvidables en cada sorbo.

Allí terminó nuestra «ruta del té», aunque no serían las últimas plantaciones que nos encontraríamos aún por el camino. Fue momento de volver a Nuwara Eliya en un tuk tuk que ya se nos estaba haciendo familiar, aunque como aún era pronto para ir al cottage dio tiempo a algo más.

NUWARA ELIYA Y SU ACENTO INGLÉS

Estuvimos dándonos una vuelta por este pequeño pueblo colonial y visitando algunos de sus edificios más emblemáticos y más puramente…británicos. Como por ejemplo la Casa de Correos que parece de muchos lugares menos de una isla del Índico.

O el Grand Hotel, que ya tuvimos la ocasión de visitar la noche anterior después de cenar, con sus clásicos entramados de madera verticales que parece salido de un rinconcito de la campiña inglesa.

Aunque lo mejor fue, entre medias, hacer un poco el tonto y agarrar el volante del tuk tuk con el que habíamos recorrido aquellas tierras montañosas repletas de té. Soy un apasionado de los rickshaws y es una de las cosas que importaría a España. Aunque no imagino la gente por las calles de cualquier ciudad española soltando un «Do you wanna a tuk tuk?» o «Sir/Madamme, tuk tuk for you?». Algún día me gustaría recorrerme Asia en un cacharro de estos. Sería divertidísimo, aunque no sé hasta dónde llegaríamos…

Después de pasar por la verja del Paque Reina Victoria fuimos al Cottage a recoger nuestras cosas para marchar a la estación. Aunque su dueña llamó por teléfono con objeto de prevenirnos de un posible retraso. Y así fue, el tren iba unos treinta minutos tarde, lo que nos sirvió para hacer tiempo en el jardín… con otra taza de té. Creo que me cargué de energías no sólo para todo el día sino para toda la semana que nos quedaba en el país.

Desde allí nos marchamos a Nanuoya Station, curioseamos en sus instalaciones con maquinaria del Siglo XIX, e hicimos hueco a nuestras ganas de subirnos a ese tren a la hermosa Ella y seguir disfrutando de una visión inmejorable de las Tierras Altas a bordo del Observation Saloon de un viejo tren.

Sri Lanka no dejaba de traernos grandes experiencias…. y lo mejor de todo es que aún eran muchas más las que estaban por llegar.

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Sele

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13 Respuestas a “Crónicas de un viaje a Sri Lanka (7): Nuwara Eliya y el Té”

  • […] Si has decidido llegar a Nuwara Eliya en tren, habrás podido disfrutar de un paisaje fascinante de campos de té, pequeñas cataratas y montañas. La ciudad tiene una arquitectura colonial, herencia de su pasado como base de las plantaciones de té inglesas. A día de hoy, sigue siendo su fuente de economía, donde mujeres tamales recolectan diariamente sus hojas con mucho cuidado para obtener el “Té de Ceilan” con denominación de origen. Si no has visitado en Kandy una fábrica de té, este es, tal vez, uno de los mejores lugares para hacerlo, así como recorrer alguno de sus campos que tienen un paisaje de una armonía que resulta espectacular. Si tienes interés en conocer más sobre el cultivo del té, podrás encontrar bastante información en el blog de El rincón de Sele. […]

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