Crónicas de un viaje a Sri Lanka 5: Kandy y el Diente de Buda

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Crónicas de un viaje a Sri Lanka (5): Kandy y el Templo del Diente de Buda

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Se cuenta que cuando murió Siddharta Gautama, Buda, y estaba siendo incinerado como era costumbre hacer con los muertos, alguien rescató de la pira uno de sus dientes. Acababa de nacer una de las más importanes reliquias de la religión budista, forjándose además la creencia de que el poseedor del diente tenía el Derecho divino a gobernar la tierra en la que residiera. Éste fue trasladado a Ceilán por una princesa del Reino indio de Kalinga, quien lo escondió en su cabello para protegerlo y asegurar que llegara sano y salvo a su destino, que era el mayor baluarte del Budismo en aquella época. Primero se llevó la reliquia a la que era la capital de la isla, Anuradhapura, convertida a los nuevos preceptos de Fe por otro príncipe indio, Mahinda. Allí fue guardada durante siglos, aunque cuando Anuradhapura fue abandonada pasó a estar guardada en un santuario de Polonnaruwa. Su última morada, a pesar de ser robada en varias ocasiones por holandeses, ingleses y portugueses, ha sido y es la ciudad de Kandy, la cual custodia la venerada reliquia en el espectacular Templo del Diente de Buda. Abrazada por las montañas, goza de un escenario magnífico que nadie debe perderse si viaja a Sri Lanka. Y es que Kandy, la incomparable Kandy, tiene algo que va más allá de un diente sagrado que se salvó del fuego.

Allá donde nacen las primeras plantaciones de té en un fantástico preludio de las Tierras altas, Kandy representa dos facetas de Sri Lanka, la del arraigo a sus tradiciones más antiguas y la de la absorción de los vientos venidos en los tiempos en que fueron Colonia británica. Esa mezcla nos trae una ciudad realmente agradable y con alma propia, y quizás nunca deje de irradiar su energía al no dejar de latir por ser el corazón de ese país sorprendente llamado Sri Lanka.

La tarde en que llegamos en coche desde Polonnaruwa no hizo más que llover con saña. Estuvo varias horas jarreando y tronando de tal manera que parecía se iban a romper las montañas. Desde el último piso del Hotel Casamara donde íbamos a pasar un par de noches (5000 Rs, aprox 30€ la habitación doble) estuvimos observando con paciencia el proceder de la inmensa tormenta eléctrica. Sri Lanka es tan verde que se entiende gracias a las muchas tormentas tropicales que aparecen casi sin avisar y se marchan repentinamente. Es parte de la esencia cingalesa, por lo que conviene estar acostumbrados a los caprichosos cambios de un cielo que pasa de estar totalmente despejado a nublarse tan velozmente que cuando quieres darte cuenta está cayendo sobre tí.

P1200396Lo único que nos dio tiempo a hacer es acudir a la Estación Central de Ferrocarriles y ver cuándo podíamos tomar un tren que atravesara las Tierras Altas y nos permitiera detenernos en Nuwara Eliya y Ella, las cuales teníamos marcado en rojo en nuestra ruta. Nos dijeron en taquillas que para ir en 2ª clase no se podía reservar con antelación y que los de 1ª estaban agotados. Nosotros queríamos estos últimos porque habíamos leído que los vagones «Observation Saloon» eran ideales para ver el paisaje y además tenían una diferencia de precio mínima. No disponían oficialmente de ellos, pero echándole un poco de cara terminamos consiguiéndolos. Eso os lo contaré en el próximo relato de Sri Lanka que versará sobre nuestra Experiencia en Tren en las Tierras Altas…

22 de ABRIL: KANDY, UNA CIUDAD QUE SE MUEVE ENTRE EL BUDISMO Y EL COLONIALISMO

Madrugamos para estar en pie antes de las siete de la mañana. Era de sobra de día y de esa forma podíamos aprovechar mejor nuestra jornada, ya que nos temíamos que la lluvia volviera a obsequiarnos con su rutinaria presencia a eso de las tres o cuatro de la tarde. Justo enfrente del Casamara Hotel (en Kotugodelle Street) teníamos una Bakery con bollería recién horneada, la típica panadería inglesa que se puede encontrar en lugares de influjo británico como Kandy, aunque cuesta «asimilarla» estando tan lejos. Así que mejor y más barato imposible para desayunar algo rico y muy muy barato (Creo que fueron 100 Rupias, 60 cts, las que fueron invertidas para que lo hiciéramos los dos). Una vez solucionado el tema alimenticio, ya teníamos las pilas cargadas y las ganas de ponernos a caminar por la avenida que desembocaba en el paseo del lago y que tenía ese corte colonial tan característico de la ciudad.

No había más que pasar por el Queen´s Hotel para apreciar un edificio que represenara mejor el pasado británico de Kandy. El mismo donde durmió la actual Reina de Inglaterra, Isabel II, hace más de cincuenta años, cuando fue recibida en loor de multitudes. Fundado en 1895 es uno de los lugares más exclusivos (y no tan caro como se podría pensar) de Sri Lanka. Seguro que no hay mejor sitio para tomar un té de las cinco con pastas y no pensar que se está a más de diez mil kilómetros de Gran Bretaña. Además cuenta con la mejor ubicación posible, en la avenida principal de la ciudad y a no más de tres minutos caminando del Templo del Diente de Buda.

Llegamos a la orilla más septientrional del Lago Kandy, un enorme estanque artificial de algo más de 3 km de perímetro que se debe al capricho del monarca Sri Wickrama Rajasinha para embellecer la capital del Reino a principios del Siglo XIX. La Leyenda cuenta que quienes se negaron a trabajar en dicha obra fueron decapitados, dejándose expuestas sus cabezas en en la punta de afiladas estacas alrededor del lago. Así valiente era el que le llevaba la contraria…

El Lago Kandy es el perfecto huésped de una ciudad que sin él sería otra diferente. Es un verdadero placer caminar alrededor suyo e ir disfrutando de cómo se reflejan unas montañas rotundamente verdes que siempre quedan a su abrigo. En el medio surge una pequeña isleta que sirvió de Harén para el Rey de Kandy, aunque después los ingleses lo utilizaran para almacenar la munición. Es simplemente un detalle más con el que regalarnos ese toque mágico y especial que brinda la ciudad a todo el que se acerca a ella.

Kandy, no cabe duda, que poco o nada tiene que ver con el resto de ciudades cingalesas. Es perfecta para conocerla prácticamente por completo a pie. Resulta amable al visitante a la vez que intensa, con carácter propio, aunque todo movimiento encuentra su pausa dando una vuelta muy lenta al lago. Eso sí, entre medias, se debe dejar espacio al corazón espiritual de la ciudad y de Sri Lanka. Tocamos ya el lado sagrado de Kandy…

EL TEMPLO DEL DIENTE DE BUDA

Cuando en 1590 la más sagrada de las reliquias de Buda fue llevada a la nueva capital del Reino se hizo con la determinación de que no se volviera a mover nunca más. Pero todavía viviría más vaivenes, incluso los portugueses la robaron trasladándola supuestamente a Goa para terminar destruyéndola, aunque después sus guardianes aseguraron que les habían dado gato por liebre, dejando que se llevaran una copia falsa. Los monarcas de Kandy quisieron protegerla definitivamente construyendo el Templo del Diente de Buda junto a sus aposentos palaciegos. Y salvo algún que otro inconveniente sucedido en los últimos siglos, la reliquia descansa con el mayor de los cuidados en el Templo más célebre y visitado de Sri Lanka (S. XVII) junto a Sri Maha Bodhi (el que contiene el esqueje del árbol de la iluminación de Buda, en Anuradhapura).

Entramos al recinto donde se encuentra el Templo del Diente de Buda (también conocido por el nombre cingalésImagen del estado del Templo del diente de Buda después del atentado tamil de Sri Dalada Maligawa) pasando distintos arcos de seguridad. El control policial y militar que nos encontramos en la zona parecía más propia de una frontera difícil que de un edificio religioso. Pero el gravísimo atentado con un cambión-bomba de 1998 frente a la entrada principal del templo que acabó con la vida de 200 personas justificaba todas las medidas de seguridad posibles. En aquel entonces los Tigres Tamiles, terroristas que reclamaban la creación de un Estado Tamil e hindú independiente del cingalés), entraron con un camión cargado de explosivos y lo hicieron estallar donde más daño podían hacer y más repercusión iba a tener. Casi todos los edificios de alrededor volaron por los aires, hubo daños a 5 km a la redonda y el suelo se convirtió en un cráter, pero el milagro del diente de Buda obró una vez más. El Templo, que estaba al lado de donde detonó el camión, se quedó prácticamente intacto salvo unos leves destrozos. Si se consideraba que la reliquia era poderosa, a partir de ese momento la veneración a la misma fue aún mucho mayor.

La obra de distintos Reyes kandyanos de los Siglos XVII, XVIII e incluso primeros del XIX (Sri Wickrama Rajasinha, el último Rey de Kandy añadió el fotogénico pabellón octogonal) se extiende frente al lago a través de distintos edificios vestidos de color blanco con su propio foso, como si de un castillo se tratara. El Templo del Diente de Buda es, en realidad, un complejo de templos y pabellones con funcionalidades distintas (Palacio Real, Biblioteca, Museo, lugar para las abluciones, etc…), aunque el centro de todo no deja de ser la sagrada reliquia que fue salvada en el último instante de la hoguera en la que ardía el cadáver de Buda. Y hacia allí es donde se dirigía todo el mundo, sobre todo peregrinos más que turistas, portando bandejas de mimbre con pétalos de flores frescas.

A continuación podéis ver un vídeo realizado junto a la fachada del monumento:

El precio de la entrada al pabellón principal con permisos para fotografiar y hacer vídeos es de 1000 Rs (aprox 6€), aunque quien no lleve cámara puede ver disminuir el número de rupias a dejarse en taquilla. Yo como hice fotos y vídeo pague la entrada con dichos permisos. A continuación tuvimos que descalzarnos, algo que es norma en todos los lugares religiosos de Sri Lanka. No me hizo mucha gracia porque acababan de mojar el suelo, pero era eso o marcharse y teníamos muy claro a lo que habíamos venido.

Así que entramos hasta llegar a un santuario rectangular que es la primera de las muchas capas que protegen la sagranda reliquia. Unos cuernos de elefante bien pulidos nos señalaban bien el lugar de custodia del diente de Buda, aunque para verlo se tiene que que subir más arriba, dejando atrás una planta intermedia donde se exponen los objetos procesionales del Esala Perahera que se celebra cada año.

El diente de Buda, que se guarda en una pequeña estupa labrada en oro puro, sólo se puede ver a ciertas horas, a cierta distancia y muy poco tiempo (los peregrinos tienen 15 segundos para estar frente a ella). Pero eso a los devotos no les importaba en absoluto a pesar de estar rezando muy cerca de la reliquia desde las seis de la mañana. Toda la planta era un hervidero de gente fervorosa que esperaba con paciencia su momento para estar frente al símbolo religioso más adorado del país.

Pero el templo cuenta con más estancias y, sobre todo, con detalles artísticos que se presentan ante el visitante con una sonrisa. No era, en absoluto, similar a lo visto en los otros lugares históricos del conocido como Triángulo cultural del Sri Lanka. Dadala Maligawa era diferente, tenía un sabor de boca distinto que había que paladear muy poco a poco para terminar reconociéndolo.

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Aquí podéis ver un vídeo en el que recorremos con la videocámara el pabellón principal del Templo del Diente de Buda:

¿QUÉ SIGNIFICADO TIENE EL ESALA PERAHERA?

Nos resultó interesante seguir en el Museo las idas y venidas de la reliquia que sobre estas líneas he tratado de explicar, así como la fascinación de Kandy ante su Fiesta con mayúsculas: Esala Perahera. Ésta es la semana grande de la ciudad, a la que se dedican con esmero durante todo el año para que todo salga lo mejor posible. Si uno tiene la oportunidad de coincidir con esta festividad debe considerarse un afortunado. Porque los kandyanos dicen que Kandy sin Perahera no es Kandy… y probablemente tengan razón.

Durante una semana que cae entre julio y agosto, dependiendo de cuándo haya luna llena, se viven procesiones multitudinarias. Varios elefantes vestidos de seda y con el cuerpo totalmente iluminado secundan al ejemplar más grande que porta en su lomo la sagrada reliquia del diente de Buda. Con el Esala Perahera se conmemora la llegada del diente desde India así como la decisión de un Rey Kandyano de compartir por unos días con su Pueblo tan adorado símbolo. La tradición ha ido in crescendo cada año y las calles, con la mejor de las galas, se llenan de danzantes con antorchas o banderas, músicos y demás personajes ataviados con ropajes típicos.

Los locales están muy orgullosos de su Fiesta y presumen de ella en cuanto tienen oportunidad. Por tanto aunque se viaje a Kandy fuera de estas fechas las menciones a Esala Perahera son constantes. Una buena amiga (Carol, de En el Camino con Moonflower, autora de las dos fotos de la fiesta que os estoy mostrando) tuvo la suerte de vivirlo in situ y sé que lo disfrutó como una cingalesa más. Me habló maravillas de Kandy y de la más grande de sus fiestas. Por eso creo que lo mejor es que os cuente ella cómo lo sintió. Muy amablemente ha querido compartir su experiencia en elrincondesele.com con las siguientes palabras:

Formar parte de uno de los mayores y más espectaculares festivales religiosos de Asia, era sin duda, uno de los momentos más esperados de nuestro viaje a Sri Lanka, el verano del 2010. Desde que llegas a Kandy, la emoción y devoción de peregrinos y viajeros por asistir a la Procesión del Diente de Buda, se respira en el ambiente; y los elefantes preparados ya para el gran desfile que se llevará a cabo durante 10 noches, campan a sus anchas por toda la ciudad. (También se percibe en las máximas medidas de seguridad a lo largo de todo el recinto sagrado de Kandy, con continuos controles y cacheos día y noche).

Desde primera hora de la tarde los peregrinos hacen cola para guardarse un sitio entre las aceras y poder ver lo más cerca posible («pic-nic» incluído) el esperado espéctaculo.Aunque quizás si volviera, lo haría desde alguna de las aceras, al igual que un peregrino más, nosotros disfrutamos de una de las noches en las que se desarrolla el festival, sentados cómodamente en un palco que alquilamos en la parte alta de una joyería , y en el que nos trataron de maravilla.

Emocionados, gozamos de casi tres horas (su intensidad y duración aumenta cada noche) y casi en primera fila, de una sucesión de unos 5.000 participantes en un colorido desfile. Bailarines tradicionales con sus mejores galas, percusiones, látigos,música, y espectáculos de fuego, portadores de antorchas… daban paso a unos 100 elefantes vestidos con fastuosos ropajes de gala , ricamente ornamentados e iluminados con lucecitas de varios colores, que les hacían brillar como protagonistas absolutos en la noche de Kandy. Sin duda eran las estrellas de todo el desfile.El momento culminante llega con el mayor de los elefantes- engalanado con la más espectacular vestidura y colmillos revestidos de oro- que porta en un cofre dorado el diente de Buda, la única vez al año que este abandona el santuario.

Sin duda, el Esala Perahera es una de esas experiencias que no se olvidan fácilmente… y que merecen ser vividas al menos una vez en la vida.

Lo que está claro es que ya cuento con otra excusa para regresar a Sri Lanka y no perdérmela. Es un país que me ha dejado tan buen sabor de boca que me encantaría volver de nuevo, y más pronto que tarde.

OTROS TEMPLOS Y SANTUARIOS ALEDAÑOS EN LOS QUE LA RELIGIOSIDAD SE PALPA CON LAS MANOS

Cuando salimos del Templo del Diente de Buda y recogimos nuestro calzado, con alguna rupia de propina por delante, nos fuimos a caminar por la explanada que quedaba justo enfrente de la entrada principal. Aquel era un espacio que mezclaba santuarios de corte hinduísta y budista. Es muy típico en algunas zonas del mundo como Sri Lanka, venerar Deidades de distintas religiones. Por ejemplo, es fácil que un budista sienta auténtica devoción por Ganesh (con cabeza de elefante y protector de los viajeros, entre otros muchos), por Visnú, o que conozca perfectamente el Ramayana, porque a pesar de lo que se piensa, existe total connivencia entre creencias hindúes y budistas. Hay que recordar que el problema entre cingaleses y tamiles viene por el territorio y una reclamación de Derechos que unos consideran legítimos. En este caso, y es mi humilde opinión, la religión no tiene la culpa y sí las divergencias territoriales entre ambas partes.

P1200379Los devalas como Natha Devala o el templo dedicados a la Diosa hindú de la Salud Pattini se dispersan en un recinto casi diáfano basado en los pequeños detalles. Siempre en buena armonía y, sobre todo, convivencia, los fieles se mezclaban los unos con los otros en ese disparate religioso que fusiona el lugar más sagrado para los budistas cingaleses, santuarios hinduístas y hasta una iglesia dedicada a San Pablo donde no cabía un alma por encontrarnos además en plena Semana Santa (era Viernes Santo). En lugares en los que penetraron más fácilmente las tradiciones venidas de las Colonias hubo Evangelizaciones en masa que hacen que haya iglesias donde uno no se las espera (Galle, al sur, es problemente más cristiana que budista).

Rebuscamos entre la maleza para captar esos «pequeños detalles», esos momentos adorables bajo un calor más soportable que al que nos habíamos acostumbrado. Bastaba con proponernos caminar a un lado o a otro para irse poniendo por delante simpáticas figuras como las de los monos super concentrados que deshojaban flores de colores. Eso es Asia! Y por eso me gusta tanto…

Interrumpimos por un rato nuestra visita espiritual kandyana para rematar unas gestiones que teníamos pendientes en la Estación de trenes y así asegurar la continuidad de nuestro viaje hacia donde nosotros queríamos que fuese. Un impass necesario y relativamente rápido. Porque siempre hay un tuk tuk que por 100 Rupias te acerca donde quieras en apenas un par de minutos…

TAN COLONIAL… Y A LA VEZ TAN CAÓTICO

Tras volver de la Estación nos movimos por las calles de Kandy saliéndonos por un rato de las visitas normales. Paseamos por medio del follón de gente y tráfico entrando en algún que otro comercio, aprovechando a llamar por teléfono en un locutorio y mezclándonos en el ajetreo de la ciudad. Kandy tiene algo de ese caos que en ocasiones me llega a atraer, pero en grado inferior a otras localidades del país y sin comparación posible con la India. La gente cree que debe haber muchas similitudes entre Sri Lanka e India pero nada más lejos de la realidad. La antigua Ceilán es más ordenada y sus índices de pobreza no le llegan a la suela de los zapatos al país del que está separada por un pequeño tramo del Océano Índico. No son comparables, sin más. Ambas son mundos diferentes, aunque sí tienen un hilo que las une a lo largo de la Historia.

Por ejemplo, haber sido colonizadas por los británicos, quienes les llevaron parte de su cultura (además de la estúpida tradición de conducir por la izquierda). Ese marcado carácter colonial es totalmente perceptible en Kandy en muchos de los edificios que conservan de finales del Siglo XIX y principios del XX (aunque en eso la Reina de todas las Inglaterras es Nuwara Eliya, de la que hablaré próximamente). Muchos de ellos desgastados, otros pintados con vivos colores, y con un estilo que me transportó al recuerdo del barrio de Little India en Singapur. Eso sí, en versión cingalesa.

¿Qué tal si vemos un vídeo grabado por las calles de Kandy?

P1200400Toda una sorpresa fue el templo hindú (Kataragama Devala) al que entramos casi por casualidad y que se encontraba a muy pocos metros de nuestro hotel, en Kotugodelle Street. Desde fuera no es un lugar que llamara demasiado la atención, y más con la de templos que llevábamos visitados en el viaje, pero la curiosidad, a veces un don y a veces un defecto, nos llevó a sumergirnos en un lugar en la que la religión hinduísta se estaba viviendo con verdadera pasión. En esos casos lo mejor que pudimos hacer fue observar con silencio y aprender el significado de las cosas, de las miradas y de los gestos. ¿He dicho alguna vez que adoro Asia? Si no es así lo corroboro, soy asiadicto. Por ser testigo de imágenes como ésta:

Nuestra ruta por la Kandy colonial y demás cuitas nos aproximó a la hora de comer, aunque después del rice & curry y los demás alimentos típicos en Sri Lanka que habíamos consumido en una semana, decidimos saltar el charco gastronómico para comernos una pizza realmente apetecible en un Pizza Hut próximo al Queen´s Hotel. Hay veces que no viene mal un poco de comida basura para después apreciar la que es buena de verdad. Y como por el momento la paella de mi madre no la han importado a Sri Lanka, daba por buena unas porciones de pizza que llevarme a la boca. Eso sí, el Pizza Hut de Kandy fue el restaurante donde más nos gastamos en todo el viaje. De hecho en las mesas había gente de un nivel económico superior a la media, y muy diferente a la que se dejaba ver por la calle.

RODEO COMPLETO AL LAGO KANDY

Bajamos la comida caminando muy lentamente alrededor del Lago. Sus aguas quietas y todo el verde que brotaba alrededor nos hizo olvidar por un tiempo que nos econtrábamos en una ciudad. La obra por la que el último Rey de Kandy tanto insistió es como un espejo de agua que refleja todas las bondades de una urbe tan acogedora como atractiva. Es el remate perfecto para hacer de una cosa sencilla algo extraordinario.

Las flores de color rosa de los árboles que rodeaban el lago dejaban caer una lluvia constante de pétalos. Cada pocos segundos teníamos que quitárnoslos de la cabeza, pero en este caso era menos sufrido que la lluvia de verdad que amenazaba con venir como todas las tardes. Recuerdo que vimos asomarse en el agua la enorme cabeza de un lagarto que nadaba plácidamente. Mientras hacíamos fotos al reptil, un vendedor de helados, que conducía una bicicleta e iba haciendo sonar una melodía que de repetirla se nos ha grabado para el resto de nuestras vidas, nos dijo bromeando que era un «cocodrilo cingalés» a la vez que trataba que le compráramos algo. Surrealismos aparte, sabiendo que el lago está habitado por un adorable lagarto, si a alguien se le ocurre darse un baño que tenga en cuenta que no lo va a hacer solo…

EL BUDA GIGANTE DE LA MONTAÑA

Seguimos caminando, pero como el cielo se iba poniendo más plomizo y sabíamos lo que nos esperaba, decidimos qué hacer a continuación. Tuvimos que descartar la idea de ir a los Jardines botánicos de Peradeniya, uno de los mejores de todo el mundo, porque la tormenta iba a ser más rápida que nosotros. Lo mismo con el Orfanato de elefantes de Pinnawela por la misma razón y porque nos habían contado que era ya una atracción demasiado turística, por lo que pensamos que mejor recuerdo que haber visto a estos animales en estado salvaje en la Reserva de Naturaleza Hurulu Eco Park no íbamos a tener. Recordamos entonces que desde la habitación de nuestro hotel habíamos visto a lo lejos, en lo alto de una de las muchas colinas que hay alrededor de la ciudad, la figura de un Buda de color blanco que daba la impresión de ser bastante grande. Pensamos que podíamos intentar llegar hasta allí en tuk tuk, hacer una visita a lo que allí hubiera y, de paso, ver una buena panorámica de Kandy.

Paramos un tuk tuk que pasaba por allí (hay cientos en toda la ciudad, hubiera sido difícil no encontrar uno) y le preguntamos señalando a la montaña del Buda blanco qué es lo que había allí, contestándonos él que era un monasterio y que se podía subir hasta lo alto de la estatua. Nos decidimos a ir y negociamos con el conductor una carrera que incluyera la ida, la espera en el destino y el regreso. Empezó yendo fuerte pidiendo 1000 Rs, pero logramos bajar esa cifra a 400 rupias cingalesas, que venían a ser aproximadamente 2 euros y medio. Dicho y hecho, rumbo a una de las colinas más altas de Kandy a ver qué nos deparaba nuestra elección y si iba a ser posible esquivar una tormenta casi inminente.

El conductor del tuk tuk, un chaval joven super simpático, hizo verdaderos esfuerzos para subir las empinadas cuestas que se internaban en la montaña. En apenas unos segundos habíamos abandonado una ciudad ruidosa para estar otra vez dentro de la frondosidad que nutre la mayor parte del territorio cingalés. El vehículo resistió la embestida de una pendiente bestial y nos dejó prácticamente a los pies de un Buda gigantesco que podía medir poco menos de 30 metros de alto. En pose de meditación parecía vigilar todo lo que sucedía debajo suyo. Su rostro irradiaba fuerza y, a la vez, contención. Imponía respeto, pero no miedo. Sobre él, el cielo se fue removiendo con demasiada rapidez, engrosando su capacidad por gobernar por completo la escena.

Esta imagen de Buda no forma parte de la Arqueología como Aukana o Gal Vihara, habiendo sido levantado en la montaña de Kandy en pleno Siglo XX. Pero ya se ha convertido un punto de referencia básico para todo el que vive o llega nuevo a la ciudad. Lugar idílico para perderse o incluso esconderse a las espaldas del mismo Buda convertidas en escalinatas con las que situarse mucho más alto aún.

¿Y las vistas desde allí arriba? Extraordinariamente… demoledoras. No podría decir lo contrario porque en un simple pestañeo fuimos capaces de absorber todas las esencias de la hermosa Kandy, una ciudad que se puede tocar con las manos…

¿Qué os parece ver un vídeo desde ese lugar?

Estar allí tiene un coste de 200 Rs (aprox 1´2€) que se paga al pequeño monasterio budista que se encuentra allí mismo. No había ni un solo turista, tan sólo ese mar de montañas verdes que mecen el comienzo de las Tierras altas y dan respiro a las primeras plantaciones de té.

Anduvimos por allí un buen rato, mientras la tierra mojada susurraba aromas reconocibles que amagaban con representarse de otras formas. Vimos entrar y salir a varios niños monjes que con sus túnicas naranjas rompían la monotonía de un verde que cubría todo lo que quedaba a la vista. Estuvimos hablando con uno de ellos, un crío que tenía ocho años y sacaba a pasear a un perrito. Su mirada inocente contrastaba con todos los quehaceres de adulto relacionados con una vida entregada a la Fe.

Justo enfrente del mirador y a los pies del Buda gigante, había una interesante una librería budista que, además, vendía distintos objetos religiosos. No pude evitar comprar una túnica naranja como la de aquel niño que venía junto a un recipiente para la comida y recolectar dinero (los monjes viven normalemente de los donativos), y una navaja para raparse el pelo. Tengo la túnica de monje guardada en mi casa y me parece una de las cosas con más carga simbólica que traje de aquel viaje. Es un pedacito de tela de ese país asiático que logró enamorarme a primera vista. Y un recuerdo que me avisa que debo regresar al continente mágico tantas veces como pueda.

¡¡RAYOS Y CENTELLAS!!

Se veía venir… Fue largarnos de aquel lugar y entrar por la puerta del hotel y ponerse a llover con una furia desatada. El cielo ennegrecido descargó toda su ira aunque, en esta ocasión, nos había dado tiempo para estar resguardados y ver «los toros desde la barrera». Al otro lado del cristal de la quinta planta del Casamara observar la tormenta era una bendición. Kandy se estaba convirtiendo en el foco de una tormenta eléctrica que hacía que los truenos sonaran como poderosos bombardeos.

He aquí un vídeo grabado desde la ventana. Si esperáis al final escucharéis un buen trueno y la vocecilla lejana de Pablo diciendo qué le ha parecido…

La tomenta resultó divertida hasta cierto punto. Porque cuando llevaba en torno a tres cuartos de hora empezó a entrarnos agua por todas partes. Se inundó la habitación y antes de que el mal llegara a mayores tuvimos que mudarnos a la segunda planta. Allí esperamos hasta que llegó casi la hora de cenar mientras leíamos, contábamos el dinero que nos quedaba a la vez que preveíamos futuros gastos, visionábamos los vídeos e incluso aproveché para tomar algunas notas de lo que habíamos hecho ese día.

Ya cuando dejó de llover nos dimos una vuelta por la ciudad. Después de recorrer algunas de sus oscuras calles se nos ocurrió ir a ver si seguía abierto el Templo del Diente de Buda y los santuarios de alrededor. Caminando hacia allí, sin apenas turistas, escuchamos el sonido de los tambores y los cánticos de los sacerdotes hinduístas que procedían de algunos de los devalas. La atmósfera era única… mágica. Entramos al templo de Pattini (Diosa de la salud)  y un sacerdote nos pintó con su dedo pulgar un punto de color en la frente mientras rezaba a toda velocidad mirándonos a los ojos. No había nadie más, salvo las luciérnagas que iluminaban la noche, el redoble de tambores y las figuras coloridas de criaturas legendarias y sagradas por el Hinduísmo que parecían tener vida en ese momento.

Son cosas complicadas de explicar si no se viven directamente. Por fortuna mi compañero de aventuras sabe a lo que me estoy refiriendo mientras un cosquilleo recorre mi cuerpo cuando me acuerdo de ello.

Sólo puedo decir que adoro Sri Lanka, un país que al cabo del tiempo sigue haciéndome aprender.

CONTINÚA EN EL CAPÍTULO 6…

* Recuerda que este y los demás capítulos están indexados dentro de la Guía Práctica de Sri Lanka

Sele

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