Cuando el cóndor pasa por el Cañón del Colca

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Cuando el cóndor pasa por el Cañón del Colca

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Asomado en el borde del cañón más profundo del mundo, el del Colca, en Perú, aguardaba el empiece de un espectáculo sin igual. El silencio latía ante una gran expectación mientras que el cielo azul se erigía como el testigo principal de lo que estaba a punto de acontecer. De repente aprecié al fondo de un paisaje grotesco cómo un cóndor batía furiosamente sus alas enormes acercándose hacia el lugar en el que varios permanecíamos prácticamente en vilo. Me equivocaba y no era uno sólo sino dos que, en direcciones enfrentadas, pasarían a nuestro lado a una velocidad extraordinaria. De repente lo que hicieron fue planear, oteando posibles objetivos y sabiéndose las aves carroñeras de más envergadura no sólo en los Andes sino de cualquier montaña del Planeta. A éstos se unieron otros cóndores de miradas de hielo, los cuales salieron de su abismo en las rocas buscando los cielos más altos en el Valle del Colca. Nunca los había podido ver tan cerca, pero allí fue posible… allí siempre es posible.

El secreto de los cóndores del Cañón del Colca es su apabullante proximidad ante las miradas incrédulas de quienes llegamos a la Cruz del Cóndor y esperamos con pasión disfrutar del vuelo del Rey de los Andes. Es sencillamente algo tan único que merece formar parte de una experiencia puramente peruana. Como afortunado espectador tengo el placer de traer algunas de las imágenes de estos cóndores gobernando los cielos que iluminan día tras día el Gran Valle del Colca.

A lo largo de este viaje había tenido la fortuna de ver al majestuoso cóndor en distintas ocasiones, ya fuera en El Chaltén (Argentina) o en islas vírgenes flotando en la soledad del Estrecho de Magallanes, incluso en las Torres del Paine, ambos en Chile. Esto ya en sí es una suerte puesto que los cóndores son suficientemente huidizos para aparecer así por así. Y cuando lo hacen es a una altura tan considerable que su gran tamaño es apenas una manchita en pleno movimiento.

Pero en el Cañón del Colca, en el sur de Perú, sucede lo que en casi ningún rincón del mundo. O por lo menos sucede sin ser importante la presencia humana en los lugares que ellos frecuentan. A partir de las ocho de la mañana en los días preferentemente soleados, éstos salen de sus nidos en las rocas para iniciar el vuelo a lo largo y ancho de esta enorme grieta y además aprovechar las corrientes de aire caliente con objeto regularizar su temperatura y contar con el estado óptimo para su intensa búsqueda de carroña.

Y en el propio cañón existe un mirador en el que no pocos curiosos van cada mañana para intentar ser testigos presenciales de lo que parece tan normal que termina resultando extraordinario. Porque ver a una proximidad inaudita a un ave de aproximadamente tres metros no puede considerarse un hecho baladí, ni mucho menos.

Yo, que llevaba en la Cruz del Cóndor desde pocos minutos pasadas las ocho, empecé a pensar que no había tenido suerte cuando tras una hora de paciente espera apenas había visto un par de planeos realmente lejanos para ser tenidos en cuenta. Siempre hay que ser consciente que la Naturaleza se exhibe sólo cuando ella quiere y que no hay una ciencia cierta al respecto. Basta confiar en la suerte y llevar a cabo los intentos que sean posibles, aunque ésta es la principal limitación del viajero, el tiempo.

Pero cuando estaba a punto de bajar los brazos vino a lo lejos un cóndor asomándose al borde del cañón que parecía un misil potentísimo surcando los cielos. Sus alas estiradas y el color blanco en las plumas traseras, indicando su edad adulta, fueron la bandera del primer cóndor que se atrevió a aproximarse más allá de lo que los cánones y la normalidad marcan.

Había sido el primero… Tras él llegaron nuevas sorpresas, algunas de ellas importantes puesto que uno de ellos nos pasó a unos dos metros en un momento en el que no lo esperábamos. Una niñita peruana se asustó incluso, ya que ver hasta las pupilas de un coloso volador de casi tres metros no pasa desapercibido para nadie, menos para tener una corta edad y pensar que los cóndores son suficientemente fuertes como para levantar varios kilos sin apenas despeinarse.

Pero los cóndores no cazan nunca o prácticamente nunca. Basan su éxito en su paciente forma de aprovechar los vientos y planear desde muy arriba, optimizando su potente visión y la posesión de un pico blindado capaz de romper los huesos y tejidos más duros del Reino Animal. En el Colca no hay espacio para buitres, caranchos u otras especies carroñeras propias de Sudamérica. Allí los Emperadores del Cielo, Tierra e Infierno son únicamente ellos. Ninguna ave voladora es capaz de hacerles sombra o procurar rivalizar con unas técnicas insuficientes.

Durante aproximadamente treinta minutos los cóndores nos fueron pasando al ras, como si se estuviesen divirtiendo con la exhibición y quisieran dejarnos un bello recuerdo. Sus alas cortaban el viento provocando un estribillo que aún no dejo de oir en mi cabeza. Como cuando un sable de acero corta lo invisible, estos aviones de plumas oscuras ponen a su antojo el límite de lo que parece real y parece imposible.

A continuación os muestro un vídeo con sus planeos por el aire que grabé ese mismo día:

Si no visualizas el vídeo en pantalla pincha aquí para verlo en Vimeo

En sí el Valle del Colca es interesante por muchas razones, como la posibilidad de vislumbrar un mundo muy rural que sigue vigente hoy día, presenciar bailes regionales o simplemente conocer mejor un paisaje agrícola que nace y muere en el considerado el cañón a más profundidad del Planeta.

Pero es el cóndor el que hace que las visitas al Colca pasen de la rutina viajera a la admiración, a la consagración segura en país andino ante la mirada fija del gran jefe que otea orgulloso desde los cielos. Ciertamente estas aves son tan imponentes que dominan completamente la escena, haciendo nada o poco importante lo demás. Es ese instante en que los ves el que te hace sentir un enorme privilegiado.

Apenas por 70 soles (aproximadamente 20 euros) uno puede ir dos días y una noche al Cañón del Colca, saliendo desde Arequipa (o incluso desde Puno) y teniendo como base a la pequeña población de Chivay. Yo contraté mi viaje en una de las muchas compañías arequipeñas que se ocupan de llevarte al lugar, previo paso de un alto de 4900 metros en el que no está de más beberse un mate de coca, o en su defecto mascar hojas de esa super planta (yo en las alturas andinas practico ambas cosas). Es posiblemente la opción más interesante que hay a los alrededores.

Ya desde Arequipa, a la vuelta del valle del Colca, viajaría a Nazca en un autobús nocturno (Compañía Flores, 80 soles). Allí me esperarían las célebres líneas, huellas milenarias tan incomprensibles que pueden considerarse uno de los mayores misterios que existen en la actualidad.

Perú es un país que te gana por ser sumamente completo en lo que ofrece al visitante. Hay opciones para todos los gustos. Un país sencillamente imprescindible que, entre otras muchas cosas, permite acercarse al cóndor para disfrutar de un vuelo maravilloso.

Sele

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* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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