Curiosidades sobre la Plaza Roja de Moscú

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Curiosidades sobre la Plaza Roja de Moscú

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La primera vez que fui a la Plaza Roja dí cientos de vueltas sobre mí mismo para no perder detalle en 360 grados del que puede considerarse uno de los espacios públicos más célebres y reconocibles del mundo. En aquel inmenso icono de 75000 metros cuadrados pude oler a telón de acero, a desfile del Ejército Rojo, al astronauta Yuri Gagarin, a Lenin y Stalin, al último Zar, a Iván el Terrible… Pocos lugares poseen tanto significado en un envoltorio tan imponente. Por eso la fuerza del verdadero corazón de Moscú, del motor y alma de Rusia, otrora la URSS, la sentí a cada paso que pude dar por su frío y oscuro suelo de piedra. El ambiente era vibrante, los colores adosados a las siluetas y curvas de las cúpulas de la Basílica de San Basilio bailaban de forma sugerente, el Sol coloreaba la sangre de sus muros igual que cada día desde hace cientos de años. Todos allí éramos matrioskas de nosotros mismos. La única verdad, sin capas ni añadidos, era aquella Plaza…

Quién no conoce o no ha visto imágenes de la Plaza Roja. Pero, ¡cuántas historias esconde! Son tantas las anécdotas que hay en torno a este lugar que dan para escribir un libro. De eso precisamente trata este post, de una serie de curiosidades y casualidades con las que poder comprender un escenario demasiado complejo como para pensar que es «tan sólo una plaza más». Ni mucho menos, ya veréis.

La Plaza Roja, escríbase en cirílico Красная площадь y pronúnciese Krásnaia plóshchad, es el lugar del que parten las principales vías, carreteras y autopistas de Moscú y de la gigantesca Rusia. El kilómetro cero del país más grande del mundo, está hecho por y para el pueblo, y afortunadamente está libre de automóviles, salvo que estos sean militares, policiales u oficiales trasladando a la personalidad de turno. Por eso se puede disfrutar por completo y pasar tantas horas en ella como sea preciso. Cuando estuve con mis amigos en Moscú con motivo del gran viaje Transiberiano/Transmongoliano que llevamos a cabo en el verano de 2005, comenzábamos y terminábamos toda visita a la ciudad en este punto. En el fondo era como un imán demasiado fuerte como para evitar su atracción.

Me gustaría que hiciésemos un pequeño ejercicio juntos que, espero, os resulte entretenido y divertido. Como no podemos estar en este mismo momento en laP1010054 Plaza Roja de Moscú (aunque sería perfecto si así fuera), vamos a jugar a imaginarnos que sí es así. Permaneced sentados si podéis y dibujadla en vuestra mente. Concentráos y pensad que estáis en el centro exacto de la plaza, que tenéis al alcance de vuestra visión todos sus edificios monumentales, que la gente pasa a vuestro lado sin miraros si quiera. Nadie salvo una pareja de policías que hablan entre ellos y que en muy pocos minutos se aproximarán hacia vosotros para exigiros que os levantéis y les mostréis la documentación e incluso intentarán amenazaros con multaros si no les dáis unos cuantos rublos con los que marcharse en paz (Es que si pretendemos que este ejercicio de imaginación sea lo más real posible no pueden faltar en la escena los clásicos polis corruptos rusos). ¿Ya está? ¿Os encontráis en la Plaza Roja en estos momentos? Bien.

Para hacernos una composición de lugar conviene saber que esta grandísima explanada de 695 metros de largo y 130 metros de ancho tiene al norte el Museo Histórico, al Sur la Basílica de San Basilio, la exhuberante Galería Comercial GUM al este y las murallas del Kremlin, con el Mausoleo de Lenin y las efigies de los héroes de la Revolución al oeste.

Una vez sentados en el suelo de la Plaza Roja compartiremos unas cuantas curiosidades que han formado y formarán parte siempre del centro de todas las Rusias:

EL DÍA QUE UNA AVIONETA ATERRIZÓ EN LA PLAZA ROJA

Rust aterrizando en la Plaza RojaPara empezar nada mejor que hablaros de mi «curiosidad favorita» de la Plaza que tiene que ver con uno de los vuelos a Moscú más peculiares que se han dado jamás. El día 28 de mayo de 1987 parecía un día normal de primavera en Moscú. La Guerra Fría a los dos lados del telón de acero seguía latente, aunque ya estaba dando sus últimos coletazos. La URSS era el enemigo número 1 de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, y su potencial militar tanto ofensiva como defensivamente era temible. Sus fronteras se antojaban inexpugnables para cualquier incursión no autorizada a territorio comunista. Pero algo sucedió que puso en jaque a toda la plana mayor soviética. Mathias Rust, un chaval alemán de 19 años salió de Helsinki con una pequeña avioneta CESNA y decidió penetrar a territorio ruso para terminar aterrizando en la Plaza Roja de Moscú bajo la mirada ojiplática de moscovitas, policía y milicia que no entendían absolutamente nada.

Esta pequeña «gamberrada» terminó con el cese fulminante del Ministro de Defensa soviético, ya que un jovencísimo e inocente muchacho de la Alemania Occidental había superado todos los controles y baterías antiaéreas, dejado en ridículo a todo un ejército. El propio Rust dijo que su intención era dar un mensaje de paz a Gorbachov y que se pusiera fin de una vez por todas a la guerra entre dos bloques. Al parecer se había colado en la frontera aprovechando un día festivo para la milicia fronteriza y había volado bajo siguiendo las vías del tren para evitar su interceptación por las baterías antiaéreas. Su atrevimiento le supuso algo más de un año de cárcel, pero todos los medios de comunicación del mundo se volcaron con esta historia y le dieron eco al «joven loco que había aparcado su avioneta en el corazón de la URSS».

En las entrevistas concedidas por Mathias Rust, que en la actualidad tiene 43 años, afirmó que sólo quería transmitir sus deseos de Paz a una Nación amiga, aunque no había pensado la que se le iba a venir encima. De toda la información que he buscando de este personaje me quedo con unas declaraciones en las que dijo «Todavía estoy convencido de que mi vuelo fué una llave a la Paz. Demostró que cualquier cosa es posible«. Rust tenía claro que debía realizar algo espectacular para atraer la atención del mundo:  «Sin resonancia en la opinión pública mundial, carece de sentido toda iniciativa«. Es un mensaje que puede extrapolarse a la actualidad, como por ejemplo en el caso de las revoluciones que están llevando al cabo los ciudadanos de países que buscan un cambio a mejor. Nada es imposible y hay un gran altavoz, el mundo. La de Rust es una demostración de que toda acción pacífica para lograr un cambio en la sociedad y en los sistemas más herméticos puede valer la pena. No cayó la URSS por este chico, pero parece cierto que su atrevimiento supuso un soplo más contra un muro pesado de hormigón.

¿Os imagináis las narices que hay que tener para atravesar una frontera (y no cualquiera) por las buenas? Bendita locura…

LA IGLESIA DE SAN BASILIO, EN PIE DE MILAGRO

En muchas ocasiones la preciosa Iglesia de San Basilio corrió peligro de ser derruida. El propio Napoleón cuando entró a Moscú con sus tropas la utilizó como establo, tal y como le gustaba hacer en los edificios religiosos de las ciudades a las que iba entrando con su ejército. Afortunadamente no sufrió grandes daños. IMGP4749Pero fueron muchas las batallas antes y después de este hecho. Incendios, revoluciones, dos guerras mundiales y el comunismo rígido de Stalin, quien estuvo de acuerdo con la aniquilación de monumentos religiosos de cualquier índole en todo su territorio. En plena vorágine de la arquitectura «brutalista» tan soviética a la par que horrenda (edificios de hormigón, grises, amplias avenidas, monstruosas estatuas de líderes de la Revolución, etc…), su gran amigo Lázaro Kaganóvich, encargado de la Remodelación de la capital rusa para convertirla en algo más acorde al proletariado, se le ocurrió que sería bueno hacer  la Plaza Roja aún más diáfana de cara a desfiles o manifestaciones. Su propuesta pasaba por demoler la iglesia de San Basilio. Cuando fue a mostrarle su proyecto a Stalin dispuso sobre la mesa una maqueta de la Plaza con un todos sus edificios de quita y pon. Se cuenta que en aquella reunión, Kaganóvich levantó bruscamente la figura en miniatura de la iglesia para escenificar el plan de acabar con ella. En ese preciso instante el propio Stalin le interrumpió enérgicamente pronunciando la frase «Lázaro, ponlo en su sitio«. Y ahí se quedó…hasta hoy.

Y es que este templo ortodoxo, que sirvió de museo durante 70 años de comunismo y veto a todas las religiones del mundo, sobrivió a tiranos que se ablandaron en el momento que parecía avocada a ser cenizas. Otros muchos lugares no corrieron esa suerte.  Se puede decir entonces que poder disfrutar de ella actualmente es un milagro…

¿PERO POR QUÉ SE LE LLAMA PLAZA ROJA?

IMG_1062Cualquiera podría pensar que el nombre de Plaza Roja es debido bien a la tonalidad de algunos de sus edificios como los del Museo histórico, el muro delP1010034 Kremlin o la fachada de San Basilio, o bien a que este éste es el color que identifica al comunismo. O quizás por ambas razones. Sería lógico creer que detrás de la denominación del corazón moscovita hay una explicación «cromática». Pero nada más lejos que la realidad. Y es que resulta que el término ruso Красная (Krasnaia-Krasnaya), que quiere decir «roja» tenía otro significado antiguamente, que era el de  «bonita». Así se le llamaba a esta Plaza simplemente por ser hermosa, «La Plaza Bonita». Una evolución semántica produjo este cambio de nombre y, ni que decir tiene que le vino al pelo toda la simbología que acarrea este color.

Conclusión, si nos hubieran preguntado alguna vez en un concurso de la tele el porqué del nombre de la Plaza Roja, hubiésemos dicho de todo menos la explicación real. Ya sabéis… la Plaza Bonita.

¿UN YANKEE ENTERRADO EN LA PLAZA ROJA? ¡DE LOCOS!

Dirigimos la mirada hacia la muralla de color rojo que separa la Plaza del Kremlin, muy cerca del Mausoleo de Lenin. Allí yacen en «laica» sepultura algunos deRetrato de John Reed los líderes y personajes más relevantes de la Rusia Comunista como Josef Stalin, el escritor Gorki o el cosmonauta Yuri Gagarin, además de otros muchos. Pero una de estas tumbas no cuenta con sangre rusa sino norteamericana, de Oregón para más señas. El escritor y activista John Reed, autor de la obra «Diez días que estremecieron al mundo», fue testigo directo de la Revolución de 1917 y mantuvo lazos estrechos con Lenin. Fundó además el Partido Comunista de EEUU, aunque poco después fue acusado de espionaje, por lo que tuvo que huir a Rusia. Falleció en Moscú en 1920 y su tumba se colocó junto a la de los líderes bolcheviques en el muro que une al Kremlin y a la Plaza Roja. Dada la rivalidad brutal entre ambos países es, cuanto menos, chocante ver a un hombre de Portland, de familia acomodada y que estudió en Harvard, tener su último descanso en este «Panteón comunista» junto al dictador Stalin y a un paso de la momia de Lenin.

EL TETRIS, UN INVENTO MADE IN LA URSS

Probablemente sea el videojuego más popular de la Historia. Quien más o quien menos alguna vez ha tratado de encajar fichas de distintas formas (aunque siempre con cuatro bloques) y colores en una pantalla negra y se ha acordado de la madre de más de uno cuando no le venía la barra de turno con la que evitar el tan odiado «Game over». Este juego fue inventado por ruso Alekséi Pázhitnov en 1984 y de ahí pasó a millones de ordenadores, salas de recreativas y a la postre las videoconsolas. Más de 25 años después el tetris sigue estando en un estado de forma fantástico. Pero, ¿y la Plaza roja que tiene que ver en todo esto? se preguntará más de uno. Ahí vamos…si recordáis en el comienzo del juego hay algo que nunca falta, una imagen. ¿Sabéis cuál? Pues claro, la Catedral de San Basilio y sus características cúpulas son la imagen utilizada bajo ese título en cirílico de Тетрис.

¿Y qué me decís de la música? Es un temazo que en cuanto lo escuchas se te mete en la cabeza. ¡Dentro vídeo!

Este tema musical pertenece a una canción popular rusa llamada Korobéiniki (en ruso Коробейники), basada en un poema del Siglo XIX. Fue adaptado como Tema A del Tetris de la Game Boy y nadie puede negar que sea pegadiza. En la red hay miles de versiones, para piano, de Heavy Metal, techno… Un filón que de un modo a otro nos lleva nuevamente a Rusia, a esa imagen tan colorida de la Catedral de San Basilio, y un mejunge de fichas cayendo del cielo a gran velocidad.

UNA MOMIA QUE REQUIERE MUCHOS CUIDADOS

Vladimir Ilic Ulianov, Lenin, fue el máximo Líder de la Revolución Rusa. Con motivo de su muerte en 1924 por un infarto cerebral, se pensó que no debía gozar de una sepultura sino ser momificado y expuesto para que lo vieran todos los hijos de la Madre Rusia. Fue una manera de ensalzar la figura de ese ídolo que todo pueblo necesita adorar según el ideario más patriótico. En este caso, la URSS, debía tener siempre presente la figura «inmortal» de quien dió un vuelco a la política no sólo de un país sino de parte del mundo. Este ensalzamiento de Lenin trajo, gracias a Stalin, un mausoleo en la Plaza Roja, situado a pocos metros delos muros rojos del Kremlin. Desde que fue expuesto por primera vez, han pasado a ver el cuerpo momificado millones y millones de personas, siendo características las colas interminables de personas que daban sus respetos al Líder del Movimiento. De hecho yo lo hice en su momento y recuerdo que los guardias, que son muchos y con muy mal carácter, no me dejaron ni hablar ni detener mis pasos ni aunque fuera unos segundos. Debía caminar en silencio, mirar y marcharme. Igual que decenas de millones de personas que lo han visto y lo siguen viendo, porque es uno de los reclamos turísticos más solicitados de Moscú.

Se cuenta que dos o tres veces por semana, al cuerpo se le impregnan una sere de productos químicos que favorecen su conservación. Al parecer estos son una mezcla de glicerina, acetato de potasio, agua y cloro de quinina . Su tratamiento es concienzudo para que el cadáver momificado pueda durar lo máximo posible. Aunque hay quien dice que «de Lenin no queda ni un 10%», ya que gran parte sus tejidos originales han desaparecido con el tiempo. Ni el cerebro está puesto en su sitio sino que se conserva en un Instituto de Investigación Cerebral de Moscú. Los ojos son bolas de cristal y los labios están pegados. La caja torácica fue vaciada por completo casi al comienzo del proceso de momificación. El cuerpo tiene incisiones en prácticamente todas partes para serle inyectados estos líquidos milagrosos que le mantengan «a la vista» del público. Aunque eso sí, sus cuidadores se ocupan cerrar uno de sus puños, haciendo creer a los más nostálgicos que así se despidió de este mundo.

Lo mejor de todo es que Lenin jamás quiso que a su muerte se le glorificara como a un líder. Pero ya se sabe que «ni a los muertos se les deja descansar en paz». Hay quien pide terminar con este mausoleo y que su cuerpo sea enterrado definitivamente. Aunque me temo que a Lenin le quedan muchas visitas que recibir. Es el perfecto anfitrión de la Plaza Roja…

CONCLUSIONES

Hoy hemos repasado juntos esas peculiaridades de una Plaza que respira más historias y de las que uno puede asimilar con una simple lectura. Podrían contarseP1010057 decenas y decenas de curiosidades que darían para un sinfín de posts. Aunque no hay mejor anécdota que la que uno mismo vive cuando viaja por su cuenta a la capital rusa. Antes, y más en la España de nuestros padres, embarcarse en alguno de los aviones a Moscú resultaba una quimera, un acto inusual porque sencillamente estaba prohibido hacerlo. Pero ahora son múltiples las posibilidades que uno tiene para llegar a Rusia, muy a pesar de los agotadores trámites para obtener el visado (para mí el gran «pero» de viajar a Rusia y a muchos países de la ex Unión Soviética). Aviones, buses, trenes desde muchas ciudades europeas o asiáticas… comunican perfectamente al viajero con la capital moscovita.

Recientemente compañías como Swiss Air, Iberia, etc… son opciones muy a tener en cuenta porque sus precios ya no son lo que eran. Aunque nada más romántico que llegar a Moscú en ferrocarril, cruzando bosques interminables y tomando un té caliente en una máquina Samovar junto a otros amigos. Me viene a la mente cuando diecisiete horas de trayecto desde Riga nos sirvieron para adentrarnos a uno de los mejores viajes de nuestras vidas.

Y la Plaza Roja nos dió el impulso que necesitábamos…

Sele

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