Aunque este viaje por el continente americano sigue por los senderos del presente, es cierto que empiezo a ver muchos lugares e instantes con cierta nostalgia. No han sido pocas emociones y retos cumplidos, no han sido pocas las sorpresas que han ido marcando una línea en el tiempo que hace una semana superó los seis meses de vida. Hoy me gustaría mostraros escenas, gestos y sensaciones de uno de esos rincones que rompieron todos mis esquemas, uno de esos rincones en los que hallé la felicidad simplemente contemplándolo en silencio. Mentalmente viajo a la Patagonia argentina y me encuentro con las Catedrales del Hielo, glaciares como el Perito Moreno, el Spegazzini y Upsala capaces de congelar la belleza en un segundo y mostrarla lentamente en crujidos rebotados por el eco y brillos azules en los detalles de la arquitectura más natural. A través del siguiente vídeo os propongo vivirlo juntos, observar cómo los muros de hielo se rasgan y cómo los icebergs y los témpanos navegan a nuestro lado sin rumbo fijo.

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Aquellos días me tocó ser venturoso testigo de la fascinante naturaleza glaciar de la Patagonia en Argentina, ese regalo con el que aún jugueteo a la hora de dormir.

La de los glaciares e icebergs en aquella región del mundo deja una composición de una belleza en bruto inigualable. De hecho cuando ya ha pasado algún tiempo creo no soy todavía consciente de lo que tuve entre mis manos. Realmente la incredulidad se convierte en una aliada de excepcion para regresar algún día a esa joya de un país como Argentina que me recibió con los brazos abiertos y obsequió con las primeras palmadas a un viaje que no estaba haciendo más que comenzar.

No dejo de repetir que viajo por conocer lugares así y que a todos nos hace falta ser y sentirnos como gotas de agua en el inmenso Océano que nos rodea. El Perito Moreno y otros glaciares argentinos, así como las grandes Maravillas del mundo, pueden servirnos como las metáforas de un planteamiento de vida que parta de la insignificancia y desemboque en la consecución de retos colosales.

Echar la mirada atrás me da un vértigo tremendo pero hace que me sienta contento por haber disfrutado de instantes únicos, los mismos que formarán parte del gran viaje de eso a lo que llamamos vida.

Ahora, mientras ando perdido por carreteras que bordean el tramo más septentrional del Río Mississippi, convivo entre recuerdos sin perder un horizonte en el que cada día sale el Sol.

Sele