Liberando adrenalina en las Dunas de Huacachina (Perú)

Blog

Liberando adrenalina en las Dunas de Huacachina (Perú)

Print Friendly, PDF & Email

Alrededor de la localidad peruana de Ica todo es un puro desierto. Las dunas forman la silueta del occidente de este país, demasiado alejado de las altas cumbres andinas que sirven de frontera natural a las nubes húmedas procedentes que viajan desde la línea del Ecuador. Allí la arena se desplaza con el viento formando inmensos montículos que parecen olas a punto de romperse. La sequedad del ambiente se deja sentir bajo el calor poderoso en horas centrales del día. Pero cuando llega la tarde se desprende frescura en un diminuto oasis situado a apenas diez minutos de la ajetreada Ica. Y es que, de la nada o mejor dicho de Leyendas antiquísimas que nos hablan de las lágrimas infinitas de una doncella desdichada, surge el Lago de Huacachina como el mejor de los contrasentidos a un entorno desértico. El oasis de Huacachina vive rodeado de dunas tan altas que parecen amenazar esa bondad fértil y casi milagrosa. Aunque para muchos más que una amenaza, conforman el mejor escenario posible para liberar adrenalina y gozar de momentos únicos sobre la arena. Sería allí donde junto a dos buenos amigos como son Víctor y Eva de Mipatriasonmiszapatos.com, lo pasara en grande montando en loquísimos buggies que no parecen tener límites en aquel desierto y deslizándome en la arena por medio de una especie tablas de surf. Allí nuestro buggy y el sandboarding nos marcaron el ritmo regalándonos una tarde divertidísima donde sólo cabía disfrutar de la velocidad y la libertad. Y he traído los mejores momentos vividos en las dunas de Huacachina en un vídeo que refleje este lugar extraordinario y del que apenas había oído hablar en mi vida.

Los viajes vienen cargados de instantes grandes, siendo aún mejores los inesperados. De Huacachina salimos sonrientes, con ganas de comernos el mundo, o mejor dicho, como si aún no nos hubiésemos bajado de aquellos vehículos que más que correr por la arena, volaban.

EL OASIS DE HUACACHINA, UNA GOTA DE AGUA EN EL DESIERTO

Cuando se está en Ica o en sus alrededores, si exceptuamos a las plantaciones donde nace el mejor Pisco del país, uno se siente en el centro de un desierto que parece no ser real. Poco o nada hace pensar que tan cerca, a tan sólo 5 kilómetros de distancia, naciera este oasis y este lago inmortalizado en el reverso del billete de cincuenta pesos peruanos. Como una gota de agua que permanece sobre la arena del desierto, Huacachina siempre llamó la atención de las clases más pudientes del Perú, aunque hoy en día es un refugio de viajeros independientes e intrépidos que buscan vivir experiencias únicas sobre las dunas sin olvidarse da darse un chapuzón por la mañana o beber unos tragos por la noche.

Cuando llegué a Ica procedente de Nazca (después de sobrevolar las Líneas y visitar el Cementerio pre-inca de Chauchilla) me esperaban Eva y Víctor en la terminal de autobuses. Los siguientes días los iba a pasar con ellos, por lo que diseñamos juntos una ruta en la que entró sí o sí el Oasis de Huacachina, el cual reconozco desconocía. En una agencia (Cataratas de Iguazú, en la Plaza de Armas de Ica) contratamos un tour para catar piscos en bodegas como Tacama, Lazo o El Catador por la mañana, y las actividades en Huacachina para por la tarde (traslados, buggies y sandboarding). Por esto de las dunas pagamos por persona un total de 40 soles peruanos (aprox 12 euros), lo que me parecía un precio más que razonable para lo que íbamos a hacer. De hecho cuando terminamos a la noche los tres coincidimos en que había sido casi un regalo.

Huacachina es una pequeña joyita en forma de lago y vegetación donde nadie se lo espera. Posee unas opciones de alojamiento más interesantes que las de Ica, lo que suelen aprovechar los viajeros que huyen del tráfico y el trasiego iqueño. Además es la base para partir en los buggies hacia unas horas divertidísimas.

YES SIR, I CAN «BUGGY»…

Los buggies de Huacachina arañan la duna, trepan e incluso parecen volar a través de saltos imposibles que ponen a prueba sus vistosos amortigüadores. La velocidad que adquieren es a base de pura potencia, salvando cualquier escollo por muy empinado u ondulado que parezca. Además la pericia de nuestro conductor ocasional nos haría gritar, levantar las manos y reir como si nos encontráramos montando en una montaña rusa. El desierto era nuestro improvisado Parque de Atracciones y los brincos y derrapes del buggy provocaban las ovaciones de un personal necesitado de sensaciones fuertes.

Víctor y yo grabamos la carrera con nuestras cámaras GoPro (de donde forman parte la mayor parte de las tomas del vídeo que podéis ver en portada) para poder recoger y, sobre todo, recordar mejor lo que estaba siendo un gran divertimento. Lo bueno de este tipo de cámaras es que son idóneas para este tipo de actividades por su tamaño y su ángulo (como un ojo de pez) que hacen que quien visiona las grabaciones se crea que va subido al vehículo.

En el buggy me sentí como un niño, pidiendo a gritos más velocidad y más piruetas. No bastaban las locuras a las que el conductor nos llevaba sino que todos los ocupantes queríamos siempre más. Si conservaba algún mínimo resquicio de stress de la urbe, en las dunas de Huacachina se quedaron con seguridad…

Una avería, al parecer en el carburador, nos obligó a cambiar de vehículo, tiempo que aprovechamos para disfrutar de unas panorámicas brutales del desierto y prepararnos para lo que vendría después.

DESLIZÁNDONOS POR LAS DUNAS EN TABLAS DE SURF (SANDBOARD)

Dicen que el sandboarding fue inventado en Brasil por surferos frustrados por los días sin olas en los que no podían practicar su deporte favorito. A falta de oleaje buenas parecieron y parecen las dunas de una playa o un desierto cualquiera. En Huacachina el paisaje consiste precisamente en eso, en dunas, algunas de ellas tan empinadas que si estuviesen teñidas de blanco parecerían verdaderas pistas de esquí. Estando en ellas sólo nos hacía falta una cosa para deslizarnos, las tablas de sandboard. Y eso era precisamente lo que llevaba amarrado atrás nuestro buggy. No había excusas para no tirarnos. Ni valía el miedo de caer rodando o rompernos la crisma. Bastaba tomárselo con humor y «hacer el cabra» lo máximo posible.

Bajar como lo haría un snowboarder era complicado para quienes jamás habíamos practicado este deporte de invierno. Pero nos daba exactamente lo mismo. Podíamos tirarnos sentados en modo trineo o incluso tumbados boca abajo, lo cual nos hacía ir incluso más deprisa sobre la arena. Hacía falta un freno, manos o pies, caer mejor en diagonal que en picado, y no chocarse con algún otro «sandboarder» provisional que acabara de tirarse.

Eva era la que se deslizaba más rápido. Parecía incluso que lo llevaba haciendo toda la vida. Y lo mejor es que para ella los «frenos manuales» no existían en absoluto, lo que hacía llegar bastante lejos. Cada uno teníamos nuestra técnica y manera de tirarnos abajo. Siempre, al borde de la duna, decíamos «ufff qué alta es ésta, menudo vértigo», pero finalmente terminábamos al fondo de la misma y buscando otro lugar desde el que tirarnos y seguir bañándonos de arena como un filete a punto de empanarse.

Tragamos arena lo que no está escrito, e incluso hoy día sigo sacándome algunos granos del calzado que llevaba puesto. Pero eso es lo de menos. Sé que tras ellas está un día en el que reímos, gritamos, saltamos, nos caímos… y en fín, disfrutamos de una parte del viaje que no me esperaba vivir.

Coincidir con Eva y Víctor reconozco que fue un soplo de aire fresco para mí. Sin ver caras familiares desde hace algo más de tres meses tengo que decir que me alegró muchísimo pasar varios días con ellos. Pensábamos que iba a ser complicado coicidir y al final nos vimos en Cuzco, Arequipa y compartimos de seguido bonitas experiencias en Ica, Huacachina, Paracas, Lima e Isla Palomino en un idílico e inolvidable baño con leones marinos.

A ambos les considero buenos amigos, me siento siempre a gusto con ellos y así ha sido esta ineludible unión de dos viajes extraordinarios. En esta ocasión me ha tocado continuar en solitario, tal y como lo llevo haciendo todo este tiempo, pero de seguro volveremos a encontrarnos, ya sea en Madrid o en ese mundo tan grande y a la vez tan pequeño.

De recuerdo quedará este relato, estas fotos y, sobre todo, un vídeo con los mejores momentos en las dunas de Huacachina.

Felices viajes! La aventura continúa…

Sele

+ En Twitter @elrincondesele

+ Canal Facebook

* Rebeca se incorpora muy pronto. Faltan dos semanas para que eso suceda. Y será en… Bogotá, Colombia. Allí será el esperadísimo encuentro y continuaremos juntos el viaje hasta a saber cuándo y dónde. Por el momento sigo en Perú, en la zona de Chachapoyas, bosques nublados con algunas de las mejores ruinas que existen en todo el país.
* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

9 Respuestas a “Liberando adrenalina en las Dunas de Huacachina (Perú)”

Deja un comentario