Notas de una Ruta por el Sur de Baviera (parte 2 de 2)

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Notas de una Ruta por el Sur de Baviera (Parte 2 de 2)

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LEER LA 1ª PARTE DE LAS NOTAS DE UNA RUTA POR EL SUR DE BAVIERA

Pensábamos que con nuestra entrada al Castillo del Rey Loco habría desaparecido el encantamiento, que dejar atrás el cisne de piedra nos haría despertar de nuestros sueños en el sur bávaro. Pero estábamos equivocados porque ese halo mágico nos acompañaría durante todo lo que quedaba de viaje, que no era poco. Aún teníamos dos jornadas por delante en las cuales nos dejaríamos llevar en función de los lugares que se fueran presentando por el camino, algunos de los cuales los tenía anotados en la libreta por si acaso (como Oberammergau o el Palacio Linderhof), pero de los que no existía ningún orden ni ninguna premisa clara. El domingo por la mañana desconocíamos dónde íbamos a comenzar y, sobre todo, dónde íbamos a terminar. Fue el momento, la improvisación… o el viento el que decidía si ir hacia uno u otro lado. El viaje estaba en más manos que las nuestras. Y fue una bendición que así fuera.

Hay quien piensa que el Sur de Baviera es el castillo y poco más. Que sea lo más conocido no quita que debamos taparnos los ojos ante otras muchas maravillas que hay en la región. Porque el cuento de hadas bávaro no pone nunca el final en ninguna de sus hojas. 

Domingo 13 de febrero: DONDE EL VIENTO NOS LLEVE

No sé por dónde comenzar – le dije a Rebeca en la mesa del desayuno de cuadros blancos y rojos mientras huntaba de queso fresco su tostada. Me había bajado un mapa de la zona para señalar lugares concretos y realizar un trazo lo suficientemente comprensible para que se terminara plasmando en un recorrido lógico. Una de las ideas que tenía era cruzar la frontera austriaca para terminar subiendo desde allí a Mittenwald y ver tanto el pueblo como lo más cercano, y dormir en una casa como la de las dos últimas noches. O quizás ir directamente al Palacio Linderhof y a Oberammergau, que quedaban muy próximos, haciendo un stop en la Abadía de Ettal y alojarnos definitivamente en Mittenwald… ¿o quizás en Bad Tölz del que había leído en las últimas semanas? Pero…¿y esa iglesia tan bonita que está en Steingaden que fue declarada Patrimonio de la Humanidad? ¿Descartamos definitivamente Rothenburg por estar demasiado lejos? Como véis todo era un mar de dudas que se hizo aún más grande con las posibilidades que nos añadió la dueña del Dreimaderlhäus con sus revoltosos carlinos jugando entre sus piernas. – Seguro que os gusta Schongau, que forma parte de la ruta romántica. Es un buen lugar para quedarse a dormir y continuar la mañana siguiente. A mi es que Bad Tölz no me va demasiado – nos contó la mujer añadiendo leña al fuego.

Bueno, qué más da! Vamos a tirar y terminamos donde surja – exclamé en el mismo momento en que arranqué el coche para salir de allí y dejarnos llevar entre la sorpresa y lo que sí llevábamos preparado. Y antes de tocar Füssen vi un cartel que señalaba a Steingaden, muy próximo a la Wieskirche, la iglesia Patrimonio de la Humanidad que me había maravillado de sus fotos en la red, y tomé esa dirección entre pastos verdes, lagos helados y bosques que brotaban en aquella mañana más gris que la del sábado.

Según el mapa era una carretera de tercera la que estábamos tomando, pero resultaba ser mucho mejor que muchas autopistas de unos cuantos países que me venían a la memoria. Como ya he comentado en alguna ocasión, es un gustazo conducir por las carreteras alemanas.

Y en estas que llegamos a nuestro primer (y sorprendente) destino, la Iglesia de Wies.

WIESKIRCHE: EL EMBLEMA DEL ROCOCÓ EN ALEMANIA

La Iglesia de Wies o Wieskirche está exactamente a 25 kilómetros de Füssen, comunicada perfectamente para ir en autobús desde Füssen o SchwangauP1180800 (números 72 y 73, además del Europabus que recorre la Ruta Romántica de abril a octubre), aunque en coche no requiere ni treinta minutos por la carretera B-17. Hay que pasar Steingaden y a pocos kilómetros internarse por una pequeña carretera que se mete en el campo. (Ver mapa de cómo ir en coche a la Iglesia de Wies). De hecho Wieskirche significa en alemán «La iglesia de la pradera» porque es precisamente allí donde se encuentra, suficientemente lejos de cualquier población mínimamente importante. Es un entorno totalmente campestre la que rodea este templo cristiano del Siglo XVIII que atrae cada año a cerca de un millón de personas.

¿Y cómo es que recibe a tantísima gente una iglesia que por fuera tampoco llama tanto la atención? Por dos razones, una religiosa, ya que es uno de los centros de peregrinaje más importantes de Alemania, y otra puramente artística, ya que el preciosismo rococó la convierte en el emblema de este estilo en el país, además de ser Patrimonio de la Humanidad (1983), que no es cualquier cosa.

En 1738 unos campesinos vieron llorar a una estatua de madera de Cristo Flagelado. Las noticias de la aldea se extendieron como la pólvora y comenzó a llegar una avalancha de peregrinos que se postraban ante el objeto del milagro. Dos años después de levantó una pequeña capilla para albergar la estatua, aunque pronto se quedó pequeña, razón por la cual se planificó por parte del Monasterio de la cercana Steingaden la creación de una iglesia más grande capaz de absorber todo el peregrinaje no dejaba de llegar a «la pradera». Y contaron con el trabajo de los hermanos Zimmermann, Dominikus y Johann, entre los años 1745 y 1754, quienes construyeron un templo de grandes dimensiones, enriqueciéndolo en su interior con la delicadeza y la pureza del barroco más avanzado de la época, el rococó.

El refinamiento y la suavidad del interior contrasta con la sobriedad de la fachada, como si sólo allí se pudiera tener la visión del Paraíso. Dentro viene la luz, fluye la fantasía, el primor y la belleza del blanco y los colores pastel formando escenas de la Biblia en un espacio aún más grande que parece estar al aire libre. Cuando nosotros dos cruzamos la puerta sentimos cruzar a otra dimensión, subir los escalones hacia ese cielo de nubes y ángeles del imaginario colectivo en medio de los coros y el órgano que envolvía aquella cúpula.

Estábamos en plena misa pero nadie se dirigió hacia los forasteros que hacíamos la visita cuando los carteles indicaban expresamente que estaba terminantemente prohibido acceder al templo en los oficios religiosos. Pero, ¿qué ibamos a hacer ya que estábamos allí? Todo menos darnos la vuelta sin entrar.

La Wieskirche es probablemente una de las iglesias más hermosas de Alemania. Y me resulta tremendamente difícil hablar de ella sin quedarme parco en palabras. Pero, ¿qué tal un vídeo para tratar de que vosotros también podáis abrir su puerta y pasar dentro?

Después de estar cerca de 15 minutos en el interior salimos fuera a dar una vuelta por «la pradera» a la que hace mención su nombre. La nieve se derretía en la hierba y el olor a chimenea de un par de casonas cercanas perfumaba el sendero preparado para recibir a miles de peregrinos de una vez. Las tiendas con objetos religiosos esperaban tiempos mejores, quizás los del verano, donde las visitas a la Iglesia de Wies se multiplican por mil.

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Algún dato práctico más:

+ Horarios: En invierno abre de 8:00 a 17:00. En verano cierran dos horas más tarde, a las 19:00.
+ Precio: La entrada a la Wieskirche es gratuita

OBERAMMERGAU: EL PUEBLO DE LAS CASAS PINTADAS

Nos subimos de nuevo al coche para «cabalgar» por las carreteras germanas en busca de nuevos objetivos. De la que partíade Steingaden cambiamos a la B-17 cerca de Peiting y Schongau. De ahí fuimos hacia el sur, dirección Garmisch-Partenkirchen, porque muy cerca se encontraba Oberammergau, un pueblo que tenía anotado como «muy interesante para ver» después de que un lector de www.elrincondesele.com me pusiese sobre la pista unas semanas antes. Suelen ser las recomendaciones personales de las que más me fio, y después por detrás complementarlo por medio de los libros o de la red. En este caso tengo que decir que esta población era una auténtica desconocida para Rebeca y para mí y que se convirtió en una de las más gratas sorpresas del viaje.

Dejamos el coche en un parking de hielo escurridizo y empezamos a pasear por «el pueblo de las casas pintadas». Ya que esa esa es la peripecia artística por las que Oberammergau, de no más de 5000 habitantes, tenía que estar dentro de una ruta bávara como la que estábamos realizando. Y no hablo de que cada casa sea de un color, porque eso es relativamente normal en un país como Alemania, sino que poseen dibujos, motivos pictóricos completamente diferentes los unos de los otros. Son, digamos, cuadros al aire libre con columnas pintadas que parecen reales o, mejor aún, historias narradas sobre las paredes como algunas que vimos que recreaban a todo color cuentos infantiles.

Lüftlmalerei es el nombre del estilo utilizado en Oberammergau y otras poblaciones alpinas para decorar los muros de las casas. Parece que esta tradición vieneP1180819 del Siglo XVIII cuando algunos habitantes quisieron hacer gala de su salud económica dejando que sus hogares estuviesen decorados con obras de arte que pudiesen ver (y envidiar) todos sus vecinos. Se hizo entonces muy popular y muy pronto el pueblo se había convertido en lo más parecido a un museo al aire libre. No hubo más que caminar durante un par de minutos para caminar por las galerías, que son las calles, y observar la belleza de estos adornos pictóricos tan peculiares. Además nuevamente el telón de fondo lo formaban los Alpes, por lo que un paseo tranquilo por Oberammergau pasó a ser un absoluto deleite.

No fueron los monumentos, sino las casonas de inmensos tejados y paredes transformadas en delicados lienzos, las que nos llevaron a maravillarnos como con pocos lugares.

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La Ettaler Strasse es una de las avenidas más prolíficas en el Lüftlmalerei. Y además gratis…

Los mejores ejemplos de Oberammergau son los siguientes:

+ Pilatushaus o Casa de Pilatos (Ludwig-Thoma-Strasse 10): Probablemente posee los frescos más destacados y más impresionantes de Oberammergau esta casona del Siglo XVIII cuya fachada es el Palacio de Poncio Pilatos. La escena es de tal profundidad que parecemos estar delante de una imagen en tres dimensiones.

+ La Casa de Caperucita roja (Etttaler Strasse 48): No sólo de motivos religiosos vive el arte al aire libre de Oberammergau. En este caso el autor que pintó esta casa se dirigió a un público más infantil para contarnos un cuento, el de Caperucita roja. Desde que sale al bosque con su cesta, hasta que el lobo es abatido por el cazador. Toda la historia en imágenes que recorrer cada lado de la fachada de una de las casas más bonitas que había en el pueblo.

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+ La Casa de Hansel y Gretel (Ettaler Strasse 41): Otro cuento, pero de muchas más hojas. O en este caso, de muchas más paredes. Las que se requirieron para retratar el secuestro de dos hermanos por parte de una bruja malvada que se los quería comer y que para ello recurre a rebuscadas argucias. Cada ventana cuenta con un dibujo encima y debajo, como si fuera un cómic en piedra.

Son varias de decenas de casas las que, como he comentado anteriormente, conforman una interesantísima colección de pinturas al aire libre en las que el visitante se convierte en el más avezado lector de cuadros de un museo realmente único.

Aunque no es lo único de Oberammergau, ya que la Iglesia de San Pedro y San Pablo, coronada por una característica cúpula de cebolla, muy recurrente en estas tierras, es otra bonita sorpresa de estilo rococó. Y en el exterior de la misma, un cementerio en el que las estatuas de las tumbas son también verdaderas obras de arte.

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Otra razón por la que es conocida Oberammergau es por contar con una grandiosa y antiquísima representación viviente de la Pasión de Cristo. Desde el Siglo XVII la celebran cada diez años, echándose el pueblo a la calle y convirtiéndose en actores, para conmemorar que no les tocó una crudísima epidemia de este que hubo en la época y sí atacó a otras poblaciones cercanas. La última vez que se celebró fue en el año 2010 y participaron nada menos que 2472 personas recibiendo un número de visitantes que se contó con centenares de miles. Un teatro en la calle con un despliegue inmenso pero que para verlo habrá que esperar al 2020.

Con los pies hechos al hielo regresamos sanos y salvos al coche, aunque hacia donde íbamos, el frío y la nieve no eran meras anécdotas.

LINDERHOF: EL PEQUEÑO VERSALLES BÁVARO

La ruta por el sur bávaro volvió a los derroteros de loco más célebre de la región, el ominipresente Luis II, quien a base de anacronismos e irrealidades modeló un tipo de monarquía acabado. Bien es cierto que sus delirios y trasnoches dejaron al mundo tanto el castillo de Neuschwanstein como otras joyas que virtualizan el mundo medieval, el absolutismo y la operística de grandes como Richard Wagner. Por eso Luis II de Baviera es un Rey Loco que formó parte de alguna que otra genialidad más allá que el celebérrimo castillo del que hablamos en las notas anteriores. De ese modo nació en un largo valle alpino a 13 kilómetros de Oberammergau (y muy cerca de Ettal) el complejo del Palacio y los Jardines de Linderhof, como muestra de otra de las visiones de tan peculiar monarca.

Al estar cada vez más arropados por las montañas, el camino estaba completamente cubierto de nieve. Aunque este aspecto hacía que fuera un domingo ideal para realizar todo tipo de actividades invernales como jugar con trineos, caminar con raquetas o con esquís, patinar sobre una charca completamente helada… Los bávaros se habían echado a la nieve. Y eso que no hablo de los que se encontrarían en las pistas en una mañana perfecta para desafiar a la velocidad con los esquís o las tablas de snowboard.

También es Linderhof una espléndida alternativa a un domingo. En nuestro caso más que una alternativa era una obligatoriedad, ya que si se cuentan con varios días en la zona, éste es uno de los “highlights monumentales y paisajísticos” del viaje. El más pequeño de los palacios de Luis II es el más lujurioso y, a diferencia de los demás, cuenta con un extenso terreno ajardinado repleto de sorpresas incorporadas por el propio Rey.

Horarios y precios de Linderhof

+ El Palacio de Linderhof, así como sus jardines, está abierto a las visitas todos los días del año salvo en Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Año nuevo. Sus horarios van de 09:00 a 16:00 (de octubre a marzo) o de 09:00 a 18:00 (abril a septiembre).

+ El precio de la entrada al Palacio (visita guiada de aproximadamente 30 minutos) y a los demás atractivos del parque es de 8,5€, aunque como en invierno los demás edificios de los jardines están cerrados, el coste es de 7,5€.

Si se dispone del Kombiticket “Königsschlösser” (Entrada combinada “Palacios Reales”), que cuesta 20€, se puede visitar en un período de 6 meses Neuschwanstein, Linderhof y Herrenchiemsee. También es válido Bono de 14 días / anual de la Administración de Palacios Bávara del que ya hablé en el primer capítulo de este viaje.

Dado que esta información está actualizada de abril de 2011, para asegurarse lo mejor es confirmar horarios y precios en la web oficial del Palacio (http://www.schlosslinderhof.de/englisch/tourist/admiss.htm)

Visita al pequeño Versalles

Con cuidado de no escurrirnos por el hielo y la nieve, anduvimos unos 200 metros a través del Parque, donde ya comenzamos a ver algunas exóticas “excentricidades” de Luis II de Baviera como la Casa Marroquí, un pabellón que se construyó para la Exposición Universal de París de 1878 y que el Rey trajo para Linderhof. Una miniatura artística de Marruecos en medio de un bosque alpino.

El Parque es extensísimo como muestran los mapas (http://www.schlosslinderhof.de/bilder/park/parkplan_engl.gif) y, saliéndonos del invierno, que no da tanto juego como en los meses primaverales o veraniegos, puede dar de sí una visita de una jornada completa. Luis II utilizó el coto de caza de su padre para hacerse su propio Versalles (aunque a mí los jardines me recuerdan más a los del Palacio de la Granja de San Ildefonso, en Segovia), con parterres, laberintos, fuentes, lagos artificiales… Aunque las añadiduras del monarca nos trajo también una gruta artificial como en Neuschwanstein.

Y el Palacio… es también un Versalles en miniatura (30×27 metros) en honor al absolutista Luis XIV, el Rey Sol, a quien idolatraba tanto o más que a Wagner. Por eso en Linderhof, destinado a ser otro de sus retiros predilectos, se olvida de sus exhalaciones medievales, para sentirse poderoso como un monarca absoluto, aunque ya hubieran pasado prácticamente cien años desde que la Revolución francesa pusiera sus cuellos en el filo de la guillotina.

El edificio es pequeño pero completamente recargado, propio del rococó que no sólo participó de la arquitectura religiosa. El Dios Atlas sostiene la bola del mundo, un símbolo de quien se consideraba estar por encima de todo, del bien y del mal. Alguien que había nacido “por la gracia de Dios”. Los ornamentos dibujan la fachada clara de la casa de retiro de un Luis II que sí pudo disfrutarlo, al contrario que las otras construcciones que ideó.

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La visita la hicimos con una guía que hablaba inglés, aunque lo pudiéramos complementar con unos apuntes en castellano que nos entregó a Rebeca y a mí. Tuvo una duración de media hora, tiempo suficiente para recorrer los pasillos y habitaciones de un lugar dedicado a Luis XIV, a Maria Antonieta, a Madame Bovary y a todo lo que representa la riqueza y el sibaritismo francés más absoluto. En el hall de entrada un lema aparece inscrito en el techo: NEC PLURIBUS IMPAR. Es el de Luis XIV, acogido por el Rey Luis II de Baviera y que viene a decir algo así como “Por encima de todos”.  Muy propio, creo yo.

P1180847El interior está aún más recargado que la fachada. Hay que destacar que nunca fue planteado para recibir visitas (aunque tiene una Sala de Audiencias, jamás se utilizó) sino para que Luis II se refugiara en soledad (salvo la de sus criados que le acompañaban) y continuara mermándose la realidad de su cabeza. Llegó a detestar a su propio pueblo y cada vez que acudía al Palacio hacía poner figuras de cisnes para que la gente se diese por aludida y no se pasase por allí. A tanto llegó su búsqueda intensa de la soledad que el comedor disponía de una “mesa mágica” que bajaba con un mecanismo a la cocina para que los sirvientes la vistieran de comida sin tener que ser vistos por el monarca.

Otra dependencia que resulta sorprendente es el Salón de los Espejos, también a imitación de Versalles, donde un pequeño cuarto se convierte en un rincón infinito de donde parten galerías interminables. Un efecto óptico del que el propio Luis II disfrutaba por las noches cuando leía en su diván.

En Linderhof también hay pasadizos (como el que se sugiere en las escaleras), motivos pictóricos calcados de los franceses, tapices y una cama color azul en la que el Rey podía dormir muy a sus anchas (más de 2 metros de anchura). En los pasillos, en los preciados objetos de porcelana… en los cuadros vive aún la esencia del Rey Sol y otros personajes de la Francia más absolutista.

Nos pareció una visita muy recomendable, aunque lo debe ser aún más después del invierno, cuando también se puede disfrutar a lo largo y ancho de un precioso parque que ocupa una buena porción del valle de Graswang.

LA ABADÍA DE ETTAL

Existe prácticamente la misma distancia entre Oberammergau y Linderhof (13 kilómetros) que entre Linderhof hasta Ettal. Se va por la misma carretera, peroP1180851 para llegar a Ettal hay que ir hacia el sur, hacia Garmisch-Partenkirchen, en sentido opuesto al pueblo de las casas pintadas. Ettal es otro de esos lugares de los que tuve conocimiento por casualidad apenas un par de días antes de comenzar el viaje. Las últimas pesquisas por internet me hicieron interesarme por una de las Abadías más hermosas de Alemania y tenerla en cuenta para una posible ruta. Dado que estábamos muy cerca no quisimos perdérnosla, aunque hubiera sido imposible no verla pasando por delante. Casi incrustada en la montaña, una cúpula “muy vaticana” con la cubierta de metal reverdecida por los años y el duro clima de la zona, sobresalía por encima de un pueblo, como Ettal, supeditado a la existencia del propio monasterio.

Así que detuvimos el coche en un parking cercano y caminamos por la nieve hacia el monumento nacido en el Siglo XIV cuando Luis I de Baviera (no confundir con el Rey loco, que es II y que vivió en el Siglo XIX), tras un viaje a Italia se trajo una talla de la Virgen Maria de Pisa, sobre que se había arrodillado su caballo nada menos que tres veces. Como suele suceder en estos caso… Milagro!!! Y después, por supuesto, lugar de peregrinación. Comenzó construyéndose aquí una Colegiata de Caballeros, pero pronto fue un Monasterio benedictino.

Aunque empezó siendo gótica, las formas actuales son las propias del último barroco-rococó tanto en la fachada de la iglesia…

… como en el esplendoroso interior, del que pudimos disfrutar de varios minutos a solas. Con la misma suavidad y luminosidad de la Wieskirche (de hecho en sus pinturas participaron algunos de los artistas de ésta), la protagonista es la cúpula resplandeciente que nos muestra un cielo idealizado con Jesucristo, la Virgen María y los considerados como Padres de la Iglesia.

Aquí podéis ver un vídeo de este Palacio celestial que no es demasiado conocido y que muchos viajeros encuentran por pura casualidad en sus viajes a la nieve densa de Garmisch-Partenkirchen:

La Abadía de Ettal forma parte de una ruta del rococó que recorre Alemania. Con la de la Wieskirche, la de San Pedro y San Pablo de Oberammergau y, por supuesto esta en la que nos encontrábamos, habíamos dado un buen mordisco a un estilo que proliferó en el sur de Alemania en el Siglo XVIII dejando a la posteridad lugares espectaculares.

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En un restaurante próximo a la Abadía nos sentamos a comer relajadamente con la sensación de que nos estaba quedando un recorrido realmente recomendable. Entre plato y plato aprovechamos para mirar las guías, los papeles y un mapa de carreteras.

A priori nuestra idea era ir a Mittenwald, limítrofe con Austria y buscar alojamiento allí, previo paso por Garmisch-Partenkirchen donde echaríamos un vistazo rápido. Pero ya se sabe que en este tipo de cosas la inercia puede cambiar simplemente porque sí…

GARMISCH-PARTENKIRCHEN Y LA RUTINA DEL 1 DE ENERO

La rotundidad de las montañas es mayor cuanto más cerca se está de Garmisch – Partenkirchen, dos ciudades convertidas en una sola dentro de los Alpes bávaros. Para los que no hablamos ni papa de alemán, pronunciar este nombre resulta tan complicado de pronunciar como si lleváramos un polvorón adherido al paladar.

Puede que a priori no le diga nada a nadie y que «creamos» que no hemos escuchado hablar de esta ciudad alemana. Pero la mayoría estaríamos realmente equivocados porque, de una forma u otra, la impronunciable Garmisch-Partenkirchen está presente en nuestras vidas un día al año, más concretamente cada 1 de enero por la mañana.

¿Todavía no? Quizás sea hora de aclarar términos en el siguiente vídeo:

Inevitablemente Garmisch-Partenkirchen es al año nuevo lo que el año nuevo es a Garmisch-Partenkirchen. ¡Cuántas veces hemos inaugurado el año teniendo de fondo el Célebre Campeonato Mundial de Saltos de Esquí! Con resaca y sin ella, la típica comida familiar de año nuevo rinde cuentas en el telediario a los mejores saltos y, por qué no decirlo, a las mejores caídas.

Esta localidad es la Baqueira de Alemania, esquí de nivel en las mejores pistas posibles, a un paso de la capital bávara, Munich, o de la vecina Austria. Pero para quienes no tenemos ni idea de esquiar, hacer snowboarding u otras variantes de los deportes de invierno, lo más interesante de pasar por Garmisch-Partenkirchen está en asomarse al inmenso trampolín en el que se celebran los juegos antes mencionados. Y si además alguien está practicándolo, mucho mejor.

Cuando nosotros bajamos a esta ciudad Garsmisch se encontraba patas arriba puesto que se celebraban los Campeonatos Mundiales de Esquí Alpino, con todas las prácticas invernales participando, y estaba lleno de gente. Eso significaba que el número de plazas hoteleras en varios kilómetros a la redonda eran escasas y, sobre todo, caras. Temíamos que Mittenwald, a no más de 12 ó 13 kilómetros, sucediera lo mismo, por lo que cuando estuvimos dando una vuelta por la ciudad empezamos a darle vueltas a la cabeza si intentar esa opción era lo más interesante o si podíamos hacer un cambio de planes.

 LA ALTERNATIVA SCHONGAU

Y si no bajamos a dormir a Mittenwald… ¿adónde vamos? – era la pregunta que ambos nos hacíamos mientras abandonábamos Garmisch Partenkirchen poniendo la dirección del revés. Realmente no teníamos ni la menor idea de qué hacer, aunque se barajaron varias posibilidades que pasaban por ir a la ciudad balneario de Bad Tölz o detenernos en Schongau, una localidad que forma parte de la Ruta Romántica y que nos habían recomendado en el Dreimaderlhaus de Fussen donde pasamos las dos últimas noches.

Decidimos darle una oportunidad a Schongau, ya que estaba en la misma carretera por la que íbamos (B-23). A 38 kilómetros al norte de Oberammergau se sitúa esta ciudad de 10000 habitantes, por lo que suele pillar de paso cuando se regresa a Munich o a Augsburgo.

P1180865Dejamos el coche en un parking fuera de las murallas que echaban el cierre al Altstadt (casco histórico) y nos dimos una vuelta rápida para ver si en realidad daba para quedarse hasta el día siguiente y poner allí el fin a la ruta. Y, aunque nos pareció bastante bonita, recordándonos en algo a Fussen y ese tipo de ciudades con cierto aire nobiliario, no nos pareció que fuera a dar demasiado de sí. Porque en apenas media hora nos habíamos recorrido el centro de arriba a abajo, con la Marienplätz como punto neurálgico y sin un alma en la calle, a pesar de no haber llegado la noche.

Las casas de colores parecían un formar parte de un decorado más que de las entrañas de una ciudad cualquiera. No es que no nos gustara, sino que no era lo que nos apetecía en ese momento.

Entonces surgió otra idea. Ir a una ciudad más grande que no quedara demasiado lejos de Munich. Y esa no podía ser otra que Augsburgo, de la que no teníamos ni que desviarnos siguiendo todo recto por la B17 a lo largo de 67 kilómetros. Me habían hablado muy bien de ella y parecía lo suficientemente interesante como para pasar lo que quedaba de domingo y el lunes hasta la tarde cuando tuviéramos que marchar al Aeropuerto muniqués. Además… más vida que en Schongau iba a haber seguro.

AUGSBURGO APAGÓ LAS LUCES DEL DOMINGO

Aproximadamente a las seis y media de la tarde alcanzamos nuestro destino: Augsburgo (Augsburg en alemán). Una ciudad de la cual sí que había leído cosas pero que no la tenía demasiado materializada en la cabeza. Sabía algo sobre que su nombre proviene de su fundador el Emperador Augusto, ya que esta fue una de las urbes que pasaron a manos romanas. De hecho es la última parada importante de la Via Claudia antes de tocar las aguas del Danubio en Donauwörth. También sabía que desde la Edad Media fue un lugar en el que se acaudalaron las más cuantiosas fortunas de Europa, sobre todo por ser la residencia de la Familia Fugger, cuyos miembros a lo largo de los siglos fueron comerciantes, banqueros, latifundistas… los primeros empresarios a gran escala de todo el mundo. Y que vio nacer al dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, uno de los preferidos de Rebeca, que había actuado en su obra más famosa «La ópera de cuatro cuartos». Otra razón, sumada a todas las recomendaciones que nos habían dejado en la web, para saber que estábamos eligiendo una buena opción.

Ciudad nueva, sí… pero sin hotel ni nada reservado ni previsto. No teníamos mucho presupuesto por lo que nos fuimos hacia la Estación Central de Trenes de Augsburg, ya que cerca de las estaciones siempre suele haber cadenas hoteleras de dos o tres estrellas. Encontramos un Ibis a dos pasos de la estación, en la Halderstrasse, bastante bien situado para recorrer a pie el centro de la ciudad, y decidimos quedarnos. Precio de la habitación doble: 50€. Teníamos un parking a 50 metros en el que cobraban 5€ por dejarlo toda la noche. Solucionado entonces el tema del alojamiento.

Dejamos las cosas, nos hicimos con algún que otro mapa en recepción y nos fuimos a dar nuestra primera vuelta de reconocimiento por la ciudad, que en la noche del domingo no es que hubiera mucha gente en la calle. Más que en Fussen, seguro (recordar vídeo), pero eso era fácil. No tanto fue encontrar un restaurante que estuviera abierto, aunque finalmente descubrimos uno en la Maximilianstrasse, la principal avenida de la ciudad, en el que nos dieron de cenar.

Hacía frío en Augsburg y, extrañamente, era más pesado que el de los Alpes. Quizás fuera por la humedad y la niebla repentina que penetraba por la ropa hasta calar los huesos.

Nos fuimos a dormir, antes de preparar lo más mínimo cómo íbamos a «tomar una ciudad» que no nos la habíamos esperado de cara a esta rura por el sur bávaro.

Lunes 14 de febrero: ENAMORADOS EN AUGSBURG

P1180871A las ocho y media de la mañana, con Augsburgo en plena ebullición por ser el primer día laborable de la semana, abandonamos nuestra «Base Ibis» para caminar por la Halderstrasse hacia Königsplatz (La Plaza Real), el nudo de comunicaciones «no férreo» más importante de la ciudad. Algo que no nos llevaría más de tres o cuatro minutos, dejando la gran sinagoga de Augsburgo a nuestra derecha, prácticamente a un paso del hotel. Construida en los años de la I Guerra Mundial es de las más grandes que se conservan en territorio alemán. En su interior alberga el Museo de Cultura Judía que abre todos los días salvo en sabath, el día en el que su mundo se detiene como ya pudimos comprobar en el viaje a Israel que realizamos en diciembre de 2010.

Königsplatz era un hervidero de gente, autobuses y, por supuesto, tranvías, que conforman el transporte público más numeroso de Augsburgo. Muy cerca de esta especie de intercambiador había una pastelería con mesas para poder sentarse y aprovechamos a desayunar allí. Un café para espabilarnos y unos deliciosos bollitos que, al parecer son típicos de ese lugar, y que habían hecho con forma de corazón para la ocasión. La fecha lo dejaba muy claro… 14 de febrero, San Valentín, el Día de los Enamorados. Rosas rojas por doquier, dibujos de corazones en la festividad más ñoña que uno se puede echar a la cara, y que poco a poco está calando en Europa, aunque no en la misma medida que en Estados Unidos, donde la tradición está bastante más asentada.

LUJO Y PODER EN MAXIMILIANSTRASSE

Desde Königsplatz teníamos varias vías que tomar, pero nos decantamos por una de las más estrechas, la Zeugasse. Continuando sin salirnos de la recta, variasP1180875 fachadas renacentistas se erguían como las predecesoras del fabuloso Palacio de Jakob Fugger (Fugger Stadtpalast), donde entramos sin llamar y nos colamos hasta ver el célebre Patio de las Damas, también de este estilo nacido en Italia. Salimos del Palacio por la Maximilianstrasse, desde donde se aprecia mucho mejor la grandiosidad del edificio que las pasó canutas para sobrevivir a las bombas de la II Guerra Mundial. Augsburgo, como muchas de las ciudades alemanas, se quedó en ruinas, pero una restauración al detalle a lo largo de las décadas que sucedieron a la contienda, nos la han dejado casi como estaba.

P1180882Maximilianstrasse es «La Gran Avenida» de Augsburgo. Los edificios palaciegos y las casas señoriales pintadas de colores suaves se enfrentan las unas a las otras en un espacio ocupado por una carretera empedrada y los cables de los tranvías. En los tiempos de mayor esplendor que conoció la ciudad, el que pretendía «ser alguien» en Agusburgo debía tener residencia en Maximilianstrasse y eso se refleja hoy en día en una calle que recomiendo recorrer de arriba a abajo, y si es en más de una ocasión mucho mejor, para poder visualizar desde distintas perspectivas las fachadas de casas grandiosas que pertenecieron a la clase social más alta del Reino de Baviera.

Dos imponentes monumentos tapan en el norte y en el sur a esta gran avenida: El Edificio del Ayuntamiento y la Basílica de Sant Ulrich. Nosotros comenzamos la marcha en la Maximilianstrasse rodeada por la niebla dirigiéndonos a la segunda. Un templo religioso que en principio confundimos con la Catedral por sus imponentes dimensiones.

P1180885La Basílica de San Ulrich y Santa Afra (este es su nombre completo) ha visto llegar a miles de peregrinos que acudían a la tumba del patrón de Agusburgo, San Ulrich (mucho antes a ver a Santa Afra, también enterrada allí), el primer santo que fue canonizado oficialmente por el Vaticano (año 993). Como solía suceder en esos casos, el templo siempre se quedaba pequeño y de la modesta iglesia románica del Siglo XII pasamos a una Basílica gótica de enorme consideración. Pero las guerras de aquellos siglos y, sobre todo, las mundiales acaecidas en el XX, consiguieron que se jugara a mezclar estilos en la Basílica, dejando hueco a las tendencias de cada época, a saber, el gótico, el renacimiento y el barroco, presente en distintas vertientes del templo cristiano que más quieren los augsburgueses (¿se dice así?), por encima incluso de su propia Catedral.

Después de hacer una visita a San Ulrich, retomamos Maximilianstrasse, aunque en sentido contrario, hacia la Plaza del Ayuntamiento (Rathausplatz), pasando previamente por dos esculturas mitológicas. La más conocida e inmortalizada de Augsburg es la dedicada a Hércules (Herkulesbrunnen), quien subido en una fuente la emprende a garrotazos con un monstruo.

RATHAUSPLATZ Y LA SALA DEL ORO

Cuando Maximilianstrasse desembocó en la Plaza del Ayuntamiento (Rathausplatz en alemán) nos fijamos en la enorme mole del edificio municipal (Rathaus),P1180906 con un significado reamente importante para la ciudad más allá de cualquier decisión política que allí se lleve a cabo. Levantado en el primer cuarto del siglo XVII y asociado siempre a un apellido, Fugger, como casi todo en la ciudad, supuso uno de los mayores esfuerzos realizados por todo el pueblo para restaurarlo completamente después de convertirse en un verdadero fantasma a causa de las bombas de la II Guerra Mundial, que ya se sabe no entendieron de monumentos o tesoros arquitectónicos. La fachada sobria renacentista se impone junto a la Perlachturm, la torre desde la cual se alcanzan las mejores panorámicas de la ciudad, aunque no pudimos subir porque no abre los inviernos salvo los fines de semana de diciembre. Ambas figuras grises miran una estatua del Emperador Augusto, que da nombre a la ciudad.

Accedimos al interior del Ayuntamiento donde había una muestra sobre el nazismo en Alemania desde su nacimiento con Hitler hasta el movimento skinhead, que todavía sigue vivo. Desde los cuchillos de las SS hasta los bates de beisbol y puños americanos, símbolos de la violencia de ayer y hoy, que unos profesores trataban de explicar a los alumnos de un colegio que visitaba al edificio.

Pero siguiendo las recomendaciones de la guía subimos las escaleras del costado derecho. Varias plantas después comprendimos el afán del pueblo alemán por mantener intacto su tesoro, en esta ocasión sin sentido figurado. Allí se sitúa la Sala del Oro (Goldener Saal, precio: 1´50€), el salón de reuniones del Ayuntamiento con unos techos dorados y unas pinturas mangíficas que hacen honor a su nombre.

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Cuesta dejar de mirar al techo, una maravillosa obra de arte, probablemente la más hermosa de esta ciudad, y que el fuego no nos la arrebató del todo. Para eso los alemanes son muy testarudos… y una más minuciosa restauración se convirtió en un deber, o más bien en un honor. La Goldener Saal la considero imprescindible en toda visita a Augsburgo. Sólo después de la Fuggerei, por supuesto.

Y a falta de poder entrar a la Perlachturm para disfrutar de las vistas, no estuvieron nada mal las que pudimos disfutar desde los ventanales de este grandioso salón.

LA CATEDRAL DE AUGSBURGO

Si Maximilianstrasse nace en la Plaza del Ayuntamiento para viajar hasta el sur, en San Ulrich, ya en sentido contrario, aparece una vía más transitada (Hoher Weg) pero de corte similar que conecta en dos pasos la Catedral con el centro de la ciudad.

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La Catedral de Santa María era nuestro próximo objetivo. Nos pusimos delante de su sobria fachada de la que sobresalían dos torreones con tejados de pico de aproximadamente 60 metros cada una. La «Dom», como denominan los alemanes a sus catedrales, es románica con algunos añadidos góticos, aunque ni la décima parte de las iglesias con que nos topamos en la zona de los Alpes.

Aún así es harto evidente que ha sido reconstruida en numerosas ocasiones, por lo que es complicado atisbar suP1180911 origen de nada menos que el Siglo IX. El propio Ulrich, cuya tumba está en la basílica antes mencionada, vio construir la cripta subterránea, la cual, a mi juicio, es una de las partes más interesantes de la Catedral. Aunque tampoco puedo dejar de destacar algunas pinturas ni, sobre todo, las extraordinarias vidrieras que posee el monumento. De la Catedral de Augsburgo son precisamente las más antiguas que se conservan en toda Europa.

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Con el cielo gris aún inamovible, nos fuimos caminando desde la catedral hasta el barrio en el que se encuentra la casa de Bertold Brecht. Por la misma pasaba un canal a toda velocidad y la ciudad se cerrabaen un ambiente muy provinciano propio de lugares más pequeños y tranquilos. Las enredaderas se aliaban con las contraventanas, dándole un toque especial.

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La casa del dramaturgo se abre todos los días salvo los lunes… por lo que Rebeca, sobre todo, se quedó con las ganas de entrar. Tantas que me hizo prometerle que si alguna vez regresábamos “por la zona” teníamos que volver para visitar el hogar del literato. Y lo hice, aunque reconozco que encajarlo en otro viaje tiene su miga… Por el momento debíamos conformarnos con las con siluetas humanas de color rojo (tan rojo como el propio Brecht) que aparecen en los lugares importantes de la ruta literaria que pueden realizar los aficionados a este autor.

Pero lo que fuera la pequeña «decepción» de la mañana, se desvaneció en el ambiente ante lo que estaba a punto de llegar. Porque aún no habíamos visto LO MEJOR, con diferencia, de Augsburgo en y que merecería la pena por sí mismo viajar a esta ciudad.

LA FUGGEREI: UN BARRIO PIONERO EN EL MUNDO

P1180918Cruzamos un puente y anduvimos por la Jakobstrasse durante unos minutos. A nuestra izquierda un edificio de color amarillo mostaza invadido por plantas trepadoras llamó nuestra atención. – Es aquí – le dije a Rebeca. Acabábamos de llegar a la entrada principal de la Fuggerei, una de las peculiaridades históricas, arquitectónicas y, sobre todo, sociales de Augsburgo e incluso del mundo. No hablamos de un palacio, de una iglesia, ni siquiera de un monumento corriente. Hablamos de un barrio a primera vista tranquilo que es algo particular.  Tanto que está considerado Patrimonio de la Humanidad. ¿Y por qué dicha designación? Enseguida lo explico, paciencia…

Antes conté que los Fugger, omnipresentes en Augsburg, fueron probablemente la familia más rica, poderosa y con más negocios en toda Europa  en los siglos XV y XVI. Los préstamos a algunas naciones como España, ahogada con los costes del Imperio, fueron cuantiosos. Pero no fue la única monarquía que recurrió a esta familia, siendo incluso el Vaticano un cliente importante. Recientemente un estudio económico consideró que Jakob Fugger (1459-1525) pudo ser el europeo más rico e influyente de todos los tiempos, en proporción a los valores económicos de la época. Su apodo de «el rico» se queda pequeño con los cálculos imposibles de una fortuna inmensa.

Por fortuna para su pueblo, Jakob participó en algunas obras de caridad. Ideó la Fuggerei, que viene a ser una colonia urbana con viviendas para personasP1180927 necesitadas. Con un alquiler minúsculo de 1 gilder renano al año (actualmente son 88 céntimos de euro), ser pobre, de Augsburgo, católico, y rezar tres oraciones diarias hacia el banquero y su familia, bastaba para ser un potencial inquilino de esta barriada compuesta por 8 callejuelas y 140 viviendas repartidas en 67 casas. En 1521 se fundó el considerado como primer asentamiento social del mundo. Aunque lo mejor no es eso, sino que continúa funcionando con el mismo sistema y lo que más sorprende, con el mismo precio que se pagaba en el Siglo XVI. Es la Fuggerei uno de los mejores ejemplos de complejo de viviendas sociales que existen. De hecho 150 personas son las beneficiadas en este momento.

Por 4 euros pudimos visitar esta increíble ciudad dentro de otra más grande, pero con otras reglas del juego, otras oportunidades. Hasta hace poco tiempo la entrada era gratuita, pero la Fundación Fugger, gestora de la Fuggerei, tuvo que ponerle precio a la visita para poder seguir manteniendo este barrio del Siglo XVI. En parte no me extraña, si los inquilinos pagan menos de 1€ por vivir en esas casas. Sólo imaginarme que mi casa me costara 0,88€ al año hace que se me pongan los pelos de punta (y me caiga de la cama después). Aunque lo llevo crudo porque ni soy augsburgués ni me veo yendo a misa para rezar por Emilio Botín ni su familia.

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La Fuggerei es un museo viviente donde resulta realmente agradable pasear, asomarse por las ventanas para corroborar que no es un decorado y que la idea de Jakob Fugger permanece igual de intacta medio milenio después. Enorgullece ver que ni las guerras, ni la avaricia de los especuladores y banqueros han acabado con este bonito sueño. ¡Incluso se conservan los llamadores de la época!

Pateando cada metro de las ocho calles conocimos el interior de dos modelos de casas abiertas al público:

+ Mittlere Gasse 13 y 14–> Es un ejemplo veraz de cómo estaba organizada una casa corriente cuando se inauguró este complejo allá en 1521. 60 metros cuadrados bien aprovechados con el mobiliario de la época. Hay que decir que es una planta, por lo que en cada casa puede haber hasta dos viviendas separadas por una escalera de madera.

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+ Ochsengasse 51–> Un ejemplo de una casa más actual. Humilde pero bien montada. Con lo que la mayoría de nosotros estaríamos contentos. Y más por 1 gilder renano al año…

También pudimos visitar en los jardines de la colonia un Búnker de la II Guerra Mundial en el que se refugiaban los vecinos cada vez que escuchaban las alarmas de bombardeo inminente por parte de la aviación aliada. Muestra objetos y documentos de aquellos años, así como las fotografías de cómo quedó la Fuggerei tras la contienda y los trabajos de restauración que se llevaron para dejarlo todo como estaba.

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Nos fuimos dando cuenta en la Fuggerei que nos iba quedando poco de Baviera. No podíamos más que asumir con calma y madurez que el fin de nuestra ruta estaba próxima. Y sentados en un banco hicimos un repaso de todo lo que estaban dando de sí los cuatro días de viaje y lo a gusto que nos sentimos cada vez que vamos a Alemania. Con razón es uno de nuestros países preferidos.

Dejamos atrás otra de esas sorpresas del viaje, que no eran pocas. Pero es que la Fuggerei nos había entusiasmado. Tanto, que aún estoy pensando nacionalizarme alemán y rezar un Padre Nuestro al director de mi banco…

NOTA: El horario de visitas es de 8:00 a 20:00 de abril a septiembre y de 09:00 a 18:00 de octubre a marzo. El precio de adultos es de 4€, mientras que hasta los 18 años se paga la mitad.

AUGSBURGO ES UNA CIUDAD QUE TE CONQUISTA POCO A POCO

A medida que iban pasando las horas en esta ciudad bávara, sentía que me iba entrando más por los ojos. Y el parecer de Rebeca era exactamente el mismo. La recibimos con cierta frialdad la noche anterior, nos hizo despertar por la mañana temprano, y más adelante nos había hecho entregarnos del todo. Las callejuelas que nacen detrás del Ayuntamiento y paralelas a la Maximilianstrasse nos terminaron de convencer de que Augsburgo es una deliciosa alternativa a Munich, una excursión perfecta de un día o incluso dos si ya se quiere profundizar mucho más.

Terminamos nuestra visita a la ciudad augusta en Annastrasse, la arteria comercial y peatonal más animada que une Rathausplatz de Konigsplatz. Cada ciudad cuenta con la típica calle de las compras. Lo que Preciados es a mi ciudad, Madrid, Annastrasse lo es a Augsburg. Aunque con puro carácter germano…

En esta calle se encuentra la Iglesia de Santa Ana (St Anna Kirche), oculta entre los edificios pero con sabor a los Fugger, ya que Jakob el rico y su familia yacen en una capilla sita en el templo. Cuando fuimos estaba casi toda en obras y apenas pudimos asomarnos al claustro y poco más, aunque sí tuvimos la oportunidad de apreciar algunos de los frescos que hay en las paredes.

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Comimos nuestros últimos Schnitzel cerca de una Maximilianstrasse abarrotada en la que no dejaban de pasar los tranvías que, como dije anteriormente, son el transporte público preferido por los ciudadanos de Augsburgo.

No había tiempo para más. Debíamos decir adiós a esta ciudad que nos había sorprendido bastante y marcharnos al coche lo antes posible si no queríamos llegar tarde al aeropuerto y perder el avión de regreso a Madrid. Que no hubiera estado mal, porque creo que en un día más nos hubiésemos hecho otra escapada y seguro descubierto otro rincón fascinante de Baviera. Aún son muchos los que no hemos visto y que algún día incluiremos en otra ruta por estas tierras.

Sabías quéEn el invierno de 2016 regresamos a la región. Hicimos un viaje en coche en busca de los mejores mercados de Navidad del Norte de Baviera. Nos centraríamos en ciudades con encanto medieval en los que se celebra por todo lo alto la llegada de las navidades. Lugares como Rothenburg, Dinkelsbühl, Nordlingen, Würzburg, Bamberg, Coburg o Aschaffenburg formaron parte de una ruta muy pero que muy navideña. Pero esa es otra historia…

Pero esta no nos había quedado nada mal…

Auf Wiederhesen!

Sele

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FIN

* Recuerda que antes que ésta hubo una primera parte de las Notas de una Ruta por el Sur de Baviera.

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