Nuestro viaje a Colombia de la A a la Z

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Nuestro viaje a Colombia de la A a la Z

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Un mes viajando por Colombia da para mucho, ya lo creo. Por lo menos para que se te meta en la sangre y se convierta en uno de los destinos más queridos y sorprendentes de tu vida. Éste es un país muy maltratado por los medios de comunicación y una historia reciente realmente dura que se está destacando como un destino maravilloso para viajar y salir a descubrirlo sin prejuicios. Una vez nos quitamos la venda de los ojos nos encontramos con esa Colombia deseosa de abrirse a los demás, con una gente increíblemente amable y unos parajes de belleza extraordinaria. Uno no sabe si mirar a las playas, las selvas, las montañas, los muchos pueblos con encanto o esas ciudades que no paran de crecer. En realidad lo es todo, cada detalle y cada sabor, los que componen ese lema tan acertado que dice que «El riesgo es que te quieras quedar».

Paisa colombiano

Para describir uno de los mejores meses que he pasado en este viaje de Mochilero en América se me ha ocurrido contarlo de la A a la Z. Letra a letra, palabra a palabra, daremos una vuelta por aquellos aspectos que han formado parte de un paso por un país del que puedo decir en voz alta que se ha convertido en uno de mis predilectos.

Sin más dilación, allá vamos con esas palabras y nombres que mucho han tenido que ver con viajar y, por tanto, amar, a esa Colombia tan maravillosa. Podrían salir muchas combinaciones pero estas son las que han aparecido en primer lugar. ¿Preparados? Aquí están:

A –> Andrés Carne de Res: Una comida-merienda-cena en el que probablemente sea el restaurante más emblemático y divertido de toda Colombia fue toda una experiencia. Con dos amigos colombianos, Hernando (Club Altum) y Carlos, pasamos nada menos que siete horas en este inmenso y original local situado en Chía (el genuino), a las afueras de Bogotá. No se trata simplemente de comer, que se hace muy pero que muy bien, sino de dejarse llevar por la música, los actores que amenizan la velada y el saber sólo cuándo se entra pero no cuándo se sale. Nos cantaron, nos pusiero una banda con los colores del estandarte colombiano, incluso me cantaron el Cumpleaños Feliz cuando aún faltaba mes y medio para ser 1 de agosto. Una bendita locura con sabor a carne de la buena y muy buena onda por parte de todos.

B–> Barichara: La denominación de «el pueblo más bello de Colombia» deja signos evidentes de que éste lugar fue uno de los indiscutibles del viaje. Rebeca y yo lo definimos como el refugio perfecto para retirarse, la constatación de que la calidad de vida existe realmente en estos parajes santandereanos. Palpamos los pedazos de su historia, caminamos por sus callas blancas que dejan entrever verdaderas obras de arte de madera en puertas, ventanas y balcones… y respiramos aire puro. Barichara no sólo es el pueblo, también son sus alrededores primorosos que merece la pena explorar (El camino real de Guane, San Gil o el Cañón del Chicamocha). Si a todo eso le sumamos que pasamos unos días fabulosos en la finca que nuestro amigo Jorge (Color de hormiga) tiene allí no podemos sino decir que Barichara fue una estadía sencillamente perfecta. Puedes leer más sobre nuestra experiencia aquí en «La buena vida de Barichara»

C–> Cartagena de Indias: Una ciudad para enamorarse. Su casco histórico colonial es uno de los más destacados en todo el mundo. Cada fachada es un museo al aire libre, cada ventana una joya digna de retratar. Perdernos por las calles del centro fue una aventura cada vez, porque cada camino que tomábamos (obviamente de forma azarosa) nos llevaba al más difícil todavía, a no puede ser que Cartagena sea tan bella… Pero lo es, vaya si lo es. Esta ciudad bañada por el Mar Caribe está protegida por un férreo sistema de baluartes y murallas, sin olvidar el inexpugnable Castillo de San Felipe de Barajas desde donde Blas de Lezo derrotó a 25.000 ingleses con 2.500 valientes soladados refugiados en el mismo. Por tanto encontramos Historia, Arte a raudales, un halo decadente realmente delicioso, y la constatación de que su gente forma parte de un paraíso urbano que con todo merecimiento es el destino número 1 en Colombia.

Probablemente una de las ciudades más adorables y preciosistas que he visitado en mi vida viajera. Un placer caribeño que ni el horripilante calor es capaz de difuminar un ápice.

D–> Descansar sobre una hamaca: Hay formas y formas de descansar. Cuando se hace sobre una hamaca de tela al aire libre en plena Naturaleza, con la temperatura perfecta y los pájaros revoloteando a tu lado uno deja atrás cualquier pensamiento negativo. Esto fue posible, cómo no, en Colombia, tanto en Barichara como en Salento, nuestros dos rinconcitos favoritos para comprender el significado de vivir la vida tan ricamente…

E–> Eje Cafetero: No hablar de café en Colombia es como olvidarse del vino en La Rioja o del sushi en Japón. Pocos productos son tan internacionales y consumidos como éste. Y su cultivo en las benévolas tierras colombianas es la base perfecta para obtener el mejor sabor y aroma perfecto. En el eje cafetero, compuesto sobre todo por ese triángulo Armenia – Pereira – Manizales, uno puede vivir (y saborear) esta actividad agrícola que baña unos paisajes grandiosos. En nuestro caso escogimos Salento para descubrir algunos de los secretos del café, montar a caballo y salir a disfrutar de panoramas únicos como el del Valle de Cocora.

Personalmente puedo afirmar que visitar esta región ha sido la mejor parte de todo el viaje a Colombia.

F–> Fernando Botero: La huella del artista colombiano más internacional (hablando de artes pictóricas y escultóricas) está muy presente en su propio país (del que sí es profeta), cómo no podía ser menos. Bogotá y, sobre todo, Medellín, poseen una colección envidiable de este icono del Arte. Nosotros, como buenos aficionados a su obra, no nos quisimos perder a sus «gordos y gordas» tanto en cuadros como esculturas. Por un lado visitamos el Museo de Botero situado en la capital. Y por otro recorrimos su colección escultórica en la Plaza de las Estatuas de Medellín, amén de numerosísimas obras maestras en el Museo de Antioquia, situado en la misma ciudad que, por otra parte, fue la que le vio nacer.

G–> Gente: El veradero valor añadido de un viaje a Colombia es su gente. La amabilidad y disposición a ayudar al visitante que tienen los colombianos es el motivo por el que quien viaja a este país desea volver después. Su trato es tan bueno que te hacen sentir realmente cómodo allá donde vayas. Nosotros no nos sentimos extranjeros sin más sino amigos de quienes hemos ido conociendo por Colombia. Así nos lo han hecho ver ellos. De verdad, son la baza que hace de Colombia un destino perfecto. Amigos de buena la conversación, de saludarte siempre con una buena sonrisa y hacer que «te encuentres» cuando andas perdido. ¡Geniales!

H–> Hormigas: En Colombia, y más concretamente en Barichara, pude probar el Sabor de las hormigas culonas. A uno le puede extrañar que estos grandes insectos que se tuestan se encuentren dentro de la gastronomía santandereana, pero si se eliminan los prejuicios descubrirá un pequeño y crujiente manjar. Tuve la suerte de probar hormigas culonas y salsa de hormiga culona en el Restaurante de Barichara llamado Color de hormiga. Y me gustaron mucho…

I–> Ipiales: Fue el punto por el que entré a Colombia prodecente de Ecuador. En Ipiales viví mis primeras sonrisas colombianas y muy cerca de esta localidad pude visitar el Santuario de las Lajas, un lugar de peregrinación que a uno le cuesta imaginarse fuera de Europa.

J–> Jugos de frutas: Me relamo sólo de pensar en la cantidad y calidad de los zumos o jugos naturales que nos hemos bebido durante nuestra estadía en Colombia. De Lulo, Tomate de árbol, Guayaba, Mora, Papaya, Mango, Corozo, Uchuva… y el favorito tanto de Rebeca como mío, el de Guanábana, una fruta parecida a la Chirimoya, que batida en leche sabe a gloria bendita. No exagero si digo que nos hemos podido beber cerca de cuarenta cada uno. Fácil caían dos al día. Fueron nuestro vicio más sano.

K–> Kilómetros: Colombia tiene unas dimensiones que sumarían las de España y Francia. Si a esto le añadimos que es realmente montañosa uno puede adivinar que recorrerla requiere kilómetros y más kilómetros. Durante un mes el recorrido ha sido mayoritariamente por tierra (en bus), aunque ha habido un trayecto en avión (Popayán – Bogotá). En el mapa podéis ver la ruta que hemos hecho en Colombia.

Estos son los lugares que han entrado dentro de nuestro recorrido colombiano: Ipiales – Pasto y Laguna de la Cocha – Popayán – Bogotá – Villa de Leyva – Barichara – Santa Marta – PN Tayrona – Cartagena de Indias – Medellín – Santa Fe de Antioquia – Salento y Valle de Cocora (Eje cafetero) – Botogá.

Es una ruta pero son muchos los rincones que aún nos han quedado por disfrutar en Colombia, un país enorme y de grandes posibilidades. Se me ocurren a bote pronto San Andrés, el Chocó (Pacífico), Leticia (Amazonas), Cali, los Llanos, y así un largo etcétera que a uno le hace comprender que no basta un viaje para ver Colombia. El sabor de boca que nos ha dejado es tan sumamente bueno, que no dudo que volveremos… ¡Seguro!

L–> Laguna de la Cocha: Desde Pasto, a 20 kilómetros que serpentean por una cadena montañosa y un bosque nublado, llegué en un taxi compartido a la Laguna de la Cocha. A pesar de que el clima no era el mejor (es una zona en la que llueve mucho) pasé unas horas estupendas en esta laguna rodeada de la planta de totora y con una isla idílica en el centro de la misma (La Corota) a la que fui en la pequeña lancha de un lugareño de la localidad El Encano, destacada por sus casitas de madera a todo color.

M–> Medellín: La visita a esta ciudad puede comprenderse como la constatación de un buen trabajo de un carácter social. Hace poco más de una década era una de las cinco ciudades más peligrosas del mundo (Pablo Escobar, el Cártel de Medellín, las FARC, sicariato, bandas mafiosas, etc…) y gracias a una labor enfocada a promover la cultura, la educación y dotar de excelentes sistemas de transporte hechos por y para sus ciudadanos, ésta ha sufrido una transformación radical siendo una de las urbes más prósperas no sólo de Colombia sino de toda Sudamérica. Es un exponente claro de cómo bañando una ciudad con museos, bibliotecas, centros de enseñanza y mejorando las infraestucturas y el sistema desde la base se consiguen muchas cosas positivas.

La Plaza de las Esculturas, el Museo de Antioquia, el Pueblito paisa, el Poblado, el Parque Explora, el Parque Arví, el metroplus y los teleféricos que llegan a zonas antes marginadas… son señas de identidad de una ciudad que cambia a cada minuto (para bien). Aunque su gran baza es la de la propia gente de Medellín que hacen sentir al visitante como si estuviera en su casa.

N–> Naturaleza: Colombia está inmersa en un entramado natural absolutamente magnífico. Posee selva, bosques nubosos, montañas altísimas (Es la terminación más septentrional de Los Andes), páramos, humedales, playas de postal… No obstante es el tercer país con mayor biodiversidad del mundo. Basta un viaje cualquiera en buseta para darse cuenta de cuán increíbles panoramas le esperan al viajero. Da igual si en el norte, sur, este u oeste, que siempre la belleza natural está presente.

Los paisajes colombianos son «de traca», un intenso y sentido regalo por los que los viajeros suspiramos sin descanso. No sabría si quedarme con el litoral selvático del Tayrona, los alrededores de Barichara, las montañas espigadas que ví entre Pasto y Popayán o el Valle de Cocora y sus larguísimas palmas de cera, así como las plantaciones cafeteras que inundan los valles.

Para los amantes de la flora y la fauna, en Colombia las posibilidades son máximas….

Ñ–> Cañón del Chicamocha: Una grieta con una profundidad de 2000 metros es la cicatriz más elegante del Departamento colombiano de Santander. Asomarse a cualquiera de sus filos es un desafío al vértigo y una oda a las vistas de altura. Fue una excursión de medio día desde Barichara (junto a San Gil son las localidades importantes más próximas) en compañía de dos amigos bogotanos. Y como se dice por allí «La pasamos muy bien».

O–> Oro: Cuando los españoles llegaron al actual territorio colombiano (Nueva Granada) tuvieron serios indicios de que fuera realidad la existencia de una ciudad repleta de tesoros a la que se le denominó «El Dorado». Muchos de los grupos indígenas que habitaban aquellas tierras trabajaban el oro para sus ornamentos u ofrendas a los dioses. Y aunque gran parte de éstos fueron robados o fundidos para hacer lingotes u otros objetos, se conservan valiosísimas colecciones que son un reflejo de estas culturas pre-hispánicas.

En nuestro viaje a Colombia hemos visitado dos museos del oro. El primero y el mejor (por cantidad y calidad de las piezas) no sólo del país sino de América Latina fue el de Bogotá (precio 3000 pesos, domingos gratis). El segundo, más pequeño pero también recomendable (y gratuito), fue el de Cartagena de Indias. El preciosismo y detalle de estas joyas labradas en oro puro son parte de la Historia del Nuevo Mundo. Y por fortuna, han sobrevivido para disfrute visual de los visitantes. Conviene no perdérselo en ningún caso, sobre todo el bogotano, una auténtica maravilla.

P–> Popayán: Llegué a esta ciudad por pura casualidad, ya que tenía que tomar allí un vuelo hacia Bogotá. No había oído hablar de ella en la vida pero resultó ser una agradabilísima sorpresa de carácter colonial teñida de armoniosos edificios inmaculadamente blancos. Popayán es la capital del Departamento del Cauca, en el sur del país a medio camino entre Pasto y Cali. Y, a pesar de mi desconocimiento previo, resulta ser una de las ciudades coloniales mejor conservadas de Sudamérica, cosa que no se tarda un solo segundo en comprobar.

No suele entrar dentro de los circuitos turísticos habituales en Colombia pero ciertamente merece un esfuerzo. En mi caso fue la casualidad, quizás por ello la sienta de forma más especial todavía.

Q–> Quindío: El Departamento de Quindío está dentro del Eje cafetero y fue en la ciudad de Salento donde salimos a descubrirlo. Son más de cinco mil plantaciones de café las que tapizan el Quindío, lo que uno puede hacerse a la idea de lo que le espera en estos parajes realmente sobresalientes. En estos valles y montañas terminamos de arrodillarnos a ese destino único llamado Colombia.

R–> Rural: Hacer turismo rural en Colombia es una de las mejores opciones para poder disfrutar de este país. No sólo porque su oferta es del todo amplia sino también por la variedad de los de parajes donde uno puede escoger llevar a cabo esta saludable práctica. En nuestro caso «turisteamos ruralmente» en pequeñas poblaciones como Villa de Leyva, Barichara, Santa Fe de Antioquía o Salento. Desde allí pudimos hacer visitas monumentales, senderismo, montar a caballo y un largo etcétera.

Lo dicho, Colombia y el Turismo rural forman un buenísimo equipo.

S–> Seguridad: Dado que este país ha formado parte de los telediarios de nuestra vida por razones para nada positivas es lógica la pregunta de ¿Colombia es segura? Y mi respuesta es que pocas veces me he sentido tan seguro viajando. No sólo no hemos tenido un sólo problema en un mes sino que hemos comprobado fehacientemente que las medidas de seguridad son extraordinarias. Es cierto que conviene tener ciertas precauciones y enterarse dónde están las «zonas más calientes» del momento pero será sumamente fácil quedarse fuera de cualquier problema puntual.

Colombia está haciendo un gran trabajo para que quienes viajen a su territorio se sientan seguros. De ahí que su lema sea «El riesgo es que te quiera quedar». De hecho es una gran verdad.

T–> Tayrona: Probablente cuando se habla de Tayrona se habla del Parque Nacional Natural más célebre y querido por los viajeros que vienen a Colombia. Y no les falta razón porque es una «paradisíaca composición». Basta con colocar una porción de selva impenetrable que remate en idílicas playas de arena fina y agua clara. Un mar de Naturaleza de aspecto virginal en el que lo mismo cantan los monos aulladores que una bandada de pelícanos planean distintas estrategias de pesca justo delante tuyo.

En el Tayrona pasamos 3 días en los que nos quedábamos a dormir la tienda de campaña de un camping. El tiempo lo invertimos en hacer senderismo, bañarnos en playas de postal (Piscinas o Arenillas son preciosas) y disfrutar en un panorama de naturaleza realmente irresistible. Puedes leer más sobre nuestra experiencia aquí en «Cuando el Paraíso se llama Tayrona«.

U–> Única: Colombia es única, por supuesto que sí. Por todo lo que le ofrece al viajero pero, sobre todo, por contar con unas de las gentes más amables y hospitalarias que uno puede encontrar en el mundo. Otra cosa muy apreciable es que es un destino no demasiado explotado, lo que le hace ser más auténtico aún.

V–> Villa de Leyva: «He escuchado que a medio camino de Bogotá a Barichara hay un pueblo bonito llamado Villa de Leyva» –  le comenté a Rebeca. «Podríamos parar allí» – continúe. Y así fue cómo al final este bonito pueblo de Boyacá se convirtió en uno de nuestros rincones preferidos de Colombia (no son pocos, cierto). Su arquitectura colonial se acentúa en cada detalle. Basta pisar su Plaza mayor, de las más grandes de América Latina, para darse cuenta de ello. Aunque lo mejor es el color y el aroma de esas calles siempre florecidas o la calidez de la gente que te habla como vecino y no como forastero.

Si se dice que Barichara es el pueblo más bello de Colombia, yo no me olvidaría de incluir en esa denominación a Villa de Leyva. Bien que lo merece…

W–> Willys: Es la marca de jeep que se usa en Salento y otras poblaciones del Quindío para trasladar a la gente. Como un taxi compartido pero con tracción a las cuatro ruedas y la posibilidad de ir bien agarrado detrás. Como un medio de transporte más, los Willys son todo unos clásicos de los viajes por el Eje cafetero. Nosotros los utilizamos en su tramo más popular, que es el Salento – Valle de Cocora (3000 pesos/pasajero).

X–> Extranjero: Precisamente cómo uno no se siente cuando viaja a Colombia. Por lo menos así fue en nuestro caso llevando la contraria a lo que en ocasiones los prejuicios son capaces de provocar. Cuando consigues que el panadero te salude por la calle, es que ya te has hecho un hueco en un lugar. Pues qué decir… en Colombia eso sucede casi siempre.

Y–> Ya volveremos: Como decía al principio del artículo, un mes en Colombia da para mucho, pero no es suficiente. Nunca es suficiente. Atrás hemos dejado incontables lugares que serían protagonistas en uno y más viajes. Amazonía, los Lllanos, el Chocó, las Islas de San Andrés y Providencia, Guatapé… y un largo etcétera de lugares de seguro increíbles que formarán parte de la frase «Ya volveremos». Fue tomar el avión de salida y echar Colombia de menos. Prometo que regresaré, más pronto que tarde. Sueño con hacerlo…

z–> Zipaquirá: En esta localidad situada en el Departamento de Cundinamarca, 50 km al norte de Bogotá, se encuentran las conocidas como minas de sal. Su tamaño es tal que ha dado para construir una Catedral de Sal en sus subterráneos, constituyendo un rincón arquitectónico tremendamente original y una excursión ideal de un día desde la capital. Nosotros combinamos la visita a la Catedral de Sal de Zipaquirá con una larga velada en el Restaurante Andrés Carne de Res de Chía, a mitad de camino.

Y aquí termina el repaso al abecedario de nuestro viaje a Colombia, un destino que como habréis podido entrever, nos ha dejado algo más que un buenísimo recuerdo. Ahora los pasos de esta aventura nos llevan a seguir las huellas mayas en la Península de Yucatán. Y no es por ser 2012 ni mucho menos (aunque por si acaso prometemos aprovechar el tiempo al máximo posible).

Con el azul del Caribe al otro lado de la ventana me despido hasta un nuevo relato,

Sele

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* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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