Postales desde Machu Picchu

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Postales desde Machu Picchu

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Eran las seis de la mañana y aún el Sol no se atrevía a sobrepasar las siluetas de las muchas montañas que había alrededor. Caminé por el empedrado y procuré asomarme por un hueco que me permitiese observar por primera vez lo que tanto tiempo venía buscando. Las huellas incas en Cuzco y en el Valle Sagrado habían sido las predecesoras de ese momento en el que tenía los nervios a flor de piel. Allí estaba Machu Picchu, allí delante tenía una de las imágenes más hermosas que había visto en mi vida. Los ojos vidriosos no se apartaron un segundo del dibujo sublime y real de la ciudad que se mantuvo escondida durante siglos, salvándose incluso de la llegada de los conquistadores del Nuevo Mundo. Oculta por las montañas y la maraña del bosque nublado, Machu Picchu justifica por sí misma la pasión por el viaje. Por cosas así, por instantes como ese… pienso que viajar me insufla del aire necesario para respirar.

No sé si voy a contaros algo que no sepáis ya de esta maravilla del Perú y de la Humanidad, pero voy a tratar de hablaros con sentimiento de un lugar que por muchas expectativas que se lleven, éstas terminan siendo devoradas por una fantástica realidad. Os animo a acompañarme a dar un paseo a través de las postales más destacadas de un día que no podré olvidar jamás.

LA CIUDAD PERDIDA DE LOS INCAS

La diferencia entre Machu Picchu y otras muchas construcciones del Imperio Inca que podemos disfrutar hoy día radica en haber sido intangible e inaccesible a lo largo de más de cuatrocientos años. Salvo por el conocimiento de algunos lugareños se mantuvo bien firme el secreto de la ubicación de lo que, al parecer, pudo haber sido un centro civil, político y religioso bien importante a mitad de camino entre las montañas y la selva peruana. Se tienen muy pocos datos concretos pero los arqueólogos e historiadores no dejan de estudiar la zona en busca de dar más luz a este gran misterio en forma de ciudad.

Lo que sí parece evidente es que se trató de borrar del mapa a Machu Picchu de forma más o menos consciente. Es muy probable que con la llegada de los conquistadores la ciudad fuera abandonada por completo para no ser sometida, ya que se conoce que fueron destrozados los senderos que llevaban hacia ella. La Naturaleza y el tiempo haría el resto, cubriendo de árboles, matorrales y raíces un lugar que, de por sí, costaría encontrar fácilmente.

Entonces tendríamos a mano otra de las particularidades que hacen que estas ruinas sean especiales, su localización en lo alto de las montañas, lejos de cualquier mirada casual. Ya sólo el ascenso por el sinuoso camino desde Aguas Calientes preparado para que los turistas suban bien a pie (aprox 2 horas) o en bus (20 minutos, 17 dolares i/v) te deja boquiabierto, ya que si no fuera porque lo supiéramos costaría imaginar que tras esos picos carentes de explanadas mínimamente estables para construir cualquier cosa en ellas existe una ciudad oculta.

Lo que hoy día queda a la vista es prácticamente lo mismo que vería el norteamericano Bingham cuando redescubriera Macchu Picchu para el mundo en 1911 (recientemente se celebró el centenario de este hecho). Lo mismo salvo que cuando le fue mostrado el lugar éste aún estaba cubierto de vegetación, siendo limpiada la zona posteriormente para poder verlo tal cual lo hacen las aproximadamente 2500 personas que llegan aquí todos los días.

Entre las montañas de Machu Picchu (que quiere decir “Montaña vieja”) y Huayna Picchu (que quiere decir “Montaña joven”) nos encontramos respectivamente las clásicas terrazas de cultivo que ideó y perfeccionó el poblado inca, lo que parecen viviendas usuales de aquel tiempo y una serie de elementos o santuarios que invocan el lado religioso de este pueblo cuyos dioses eran el Sol, la luna, los ríos o los volcanes, es decir, la propia Tierra en la que vivían. La cosmogenia incaica, aún presente en parte de las tradiciones de hoy día allá donde estos moraron, tiene que ver con la creencia y adoración de los patrones que nos encontramos en la propia Naturaleza.

Macchu Picchu (montaña) cuenta con la mayor parte del área edificada, mientras que Huayna Picchu, aún siendo poseedora de diversas construcciones antiguas, es la que da ese toque maestro a un lugar que ensambla perfectamente el paisaje original con un pueblo hecho a medida de lo que podía demandar tal entorno. Es un ejemplo claro de cómo los pueblos nativos del continente americano, y en este caso los incas, hacían sostenible su presencia con la Naturaleza que tenían alrededor.

Lo que nos llama la atención a quienes visitamos Machu Picchu es ese conocimiento de técnicas de arquitectura que llevaba a construir los edificios de cara a sobrevivir a los temblores y terremotos tan usuales en una zona bastante prolífica en los mismos. Así nos encontramos el clásico ensamblaje inca (sin argamasa sino cada piedra como la pieza de un puzzle que debe encajar con la siguiente) que parece crear muros poco rectos y de esa forma salvarse de derrumbe tras la más mínima sacudida.

Igualmente impresionan los conocimientos hidrográficos que llevaron a canalizar el agua de forma magistral tanto hacia las viviendas como a los campos sostenidos verticalmente en la montaña. En estas ruinas se aprecia perfectamente la presencia de todos estos canales, excavados incluso en las propias rocas que ellos mismos modelaban, que actualmente funcionan de forma semejante a cómo lo hicieron hace quinientos años.

El lado religioso se advierte en algunos edificios de carácter y rango distinto a los de las viviendas de un corte más o menos semejante y a las que sólo falta añadir el tejadillo de paja que debían tener antiguamente. Así por ejemplo destaca un torreón circular cuyas ventanas jugaban un papel importante en la entrada de los rayos de Sol (El Dios Inti), sobre todo en los tan celebrados solsticios. El saber y control astronómico se antojaba esencial para los observadores del Sol, la Luna y las Estrellas, quienes imprimían numerosos y válidos conceptos para la producción y recogida de cosechas. Era la Tierra y los fenómenos naturales más normales los inspiradores de su ciencia convertida en religión. La Fe en la Pachamama (Madre Tierra) es la constatación en que su existencia se comprendía por todos esos elementos que para nosotros parecen normales como la lluvia o la luz solar.

CAMINAR ENTRE LAS RUINAS DE MACHU PICCHU

Desde su apertura a las seis en punto de la mañana, estuve aproximadamente nueve horas en el complejo arqueológico. Es aconsejable madrugar, sobre todo si se ha pasado la noche en Aguas Calientes, para evitar la multiplicación de turistas procedentes de Cuzco y que arriban a la ciudad inca entre las nueve y las diez de la mañana. Creo que en mi caso obtuve premio no sólo por poder estar las tres primeras horas sin demasiada gente alrededor sino también porque justo ese tiempo estuvo el cielo completamente despejado. Como si el destino lo hubiese hecho aposta, en cuanto llegaron los turistas que hacían el día completo en Machu Picchu desde Cuzco, unas nubes velocísimas taparon las ruinas completamente, dejando frío, lluvia y rostros de incomprensión en las personas que acababan de llegar y no se esperaban, ni mucho menos, que no se viera nada.

Afortunadamente si se comprende que uno está en un bosque montañoso y nublado se es consciente que las acometidas del tiempo son caprichosas y rápidas tanto a la hora de aparecer como de desaparecer. El susto que muchos llevaban se retiró en cuanto dejó de llover a los sesenta minutos. Lo que quedaron fueron esas nubes bajas que juguetearon ya durante todo el día con Huayna Picchu y las montañas de alrededor. En ese momento fue plausible esa idea de que Machu Picchu es una ciudad que flota en el cielo, por encima de las nubes y la nieblina. Esa es la imagen mística que tanto me impresionó, al igual que a los demás.

Quienes detuvieron sus idas y sus venidas constantes fueron las llamas que pastorean usualmente por la vieja ciudad inca. Al menos sólo durante el tiempo de lluvia, quedándose tumbadas en la hierba esperando a que escampara. Antes y, sobre todo, después, demostraron su inquietud haciéndose las reinas del complejo arqueológico y convirtiendo en verdad esa interconexión con la Naturaleza que existió siempre en esta civilización.

Las llamas fueron a lo suyo en todo momento, como si los seres humanos que allí estábamos fuésemos transparentes o una simple alucinación sin ninguna importancia. Estos camélidos perfectamente domesticados a lo largo de los siglos junto a las alpacas, formaron parte del imaginario incaica, así como los toros y las vacas para los antiguos pueblos europeos. Eran (y son) comida, transporte, ropa y señal inequívoca de que se nos antojan imprescindibles para comprender gran parte de Sudamérica. Así que en Machu Picchu no iban a ser menos, siendo protagonistas de muchas de las fotografías de ese ensamblaje tan sublime.

A la entrada de Machu Picchu (junto al control de accesos y la consigna) abundan los guías turísticos que ofrecen sus explicaciones por 1-2 horas (en castellano, inglés, francés, alemán, japonés…). Sale rentable contratarlos cuando se está en grupo, y si no se está en uno es facilísimo unirse a otro que esté formado. En mi caso al estar tantas horas en el recinto, escuché por un lado y otro lo que estos explicaban a sus turistas, por lo que no me fue necesario contratarlo. De todas formas me dio la impresión que el rigor histórico de las explicaciones no eran su fuerte, dejando más protagonismo a las hipótesis y a lo legendario. Si ni los arqueólogos están de acuerdo con qué fue Machu Picchu, ¿cómo es posible asegurar con tanto fervor lo que allí se contaba?

Yo disfruté de aquella maravilla perdiéndome entre los muros, buscando recovecos ocultos, sentándome en una roca cualquiera a observar lo que tenía delante y me costaba asimilar. La gracia de este lugar está en creerse un explorador real como Bigham o imaginario como Indiana Jones y caminar por todo aquel empedrado que dijera algo. El rumbo lo ponían mis pies o, más bien mi curiosidad…

A pesar de que hay muchísimos turistas visitando las ruinas de Machu Picchu es posible contar con momentos de soledad en las mismas. Sobre todo a primera hora de la mañana y a partir de las 2-3 de la tarde cuando la mayoría de los visitantes se vuelven a Aguas Calientes para no perder su tren.

Escalinatas, caminos, edificios huecos, terrazas agrícolas y un paisaje sobrecogedor forman parte de la aventura en lugar más visitado y probablemente asombroso de Perú. No es concebible un viaje a este país sin pasar por la antigua ciudad inca y todo lo que se disponga para ella debe ser lo máximo.

Sobre mis sensaciones tengo que decir que tenía miedo a hacerme las tan necesarias y superlativas expectativas. Pero una vez llegué allí, nervioso como un niño al que están a punto de darle uno de los mejores regalos de su vida, comprobé nuevamente que la realidad superó todo lo que tenía en mi mente. Machu Picchu es aún mejor que las fotografías que todos hemos visto hasta la saciedad. Al igual que comenté en otros fenómenos de este viaje como Iguazú o el Glaciar Perito Moreno, las imágenes, por muy buenas que puedan ser, nunca van a hacer un gramo de justicia a lo que de verdad se termina teniendo delante.

VIAJO POR COSAS ASÍ

Cuando uno sueña con escudriñar su Planeta y llegar algún día a sus muchas maravillas, es bien seguro que Machu Picchu forme parte de ese irrefrenable deseo. Cuando observé por primera vez este glorioso recinto arqueológico pensé en cuánto había valido la pena llegar hasta allí. Me dije a mí mismo, emocionado, que adoro viajar para vivir momentos prodigiosos como ese, para sentir la magia y la energía de los lugares que fueron levantados para el goce y disfrute no sólo de un pueblo sino de toda la Humanidad.

Machu Picchu es especial se mire donde se mire, pero es más especial aún cuando se observa en silencio o cuando se recorre con la ilusión de un crío los laberintos formados en aquel suelo totalmente verde. Tocado por la varita de los Dioses, forma parte de las 7 nuevas maravillas del mundo, y saborea placidamente las mieles de la inmortalidad. Y, aunque no hace falta que nadie nos diga que es una maravilla, porque lo sabemos de sobra, se hace imposible concebir un sueño viajero sin que éste forme parte de él. Cierto… viajo por cosas así, por vivir momentos así…

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Aunque Machu Picchu vale todos los esfuerzos posibles habidos y por haber, no todo me parece tan de color de rosa como muchos nos quieren pintar. Y la culpa la tiene, creo, la avaricia de quienes parece sólo ven en este no un lugar único y asombroso, sino una fuente de recursos económicos inagotable. Claro está que la ciudad inca es la gallina de los huevos de oro de todo el Perú, y que no existe disimulo para que así lo veamos todos.

Ser consciente de que el 99´9% del turismo hacia Perú pasa por aquí, ha hecho que de despliegue una maquinaria imparable para generar billetes. Puede que incluso de forma obscena. La entrada, siendo algo más de 40 euros, es casi lo de menos. A todo ello hay que sumar el transporte de coste elevado para acceder a las ruinas, la parafernalia de quienes venden agua a precio de vino Gran Reserva o restaurantes de precios parisinos.

Aguas Calientes, el pueblito al que llega el tren y donde se concentra la oferta de hostelería dedicada a los visitantes de Machu Picchu, es un daño colateral que debemos sufrir pacientemente.

CÓMO LLEGUÉ A MACHU PICCHU

Reconozco que la parte de cómo llegar a Machu Picchu me preocupaba bastante antes de ir. Es tanta la literatura generada en guías impresas o en red, que parece haber una cierta psicosis que complica lo que no es para tanto. Incluso Leyendas urbanas que cuentan que sólo en Cuzco se pueden comprar los tickets a la ciudad inca (falso: también hay taquillas en Aguas Calientes e internet abre los 365 días del año si es necesario) pululan por todas partes.

Os voy a contar, no las mil maneras que hay de arribar a Machu Picchu, sino cómo lo hice yo prácticamente sobre la marcha. En Cuzco hay casi una agencia por cada habitante, por lo que me paseé en tres o cuatro diferentes para comprobar posibilidades y precios. Allí traté de conjugar tanto mi paso por el Valle Sagrado como la llegada definitiva a la Maravilla de la Humanidad. Por tanto contraté por un lado transporte con guía para visitar Pisac y Ollantaytambo (las cuales merecen mucho la pena) y desde esta última tomar uno de los muchos trenes de por la tarde que se dirigen a la población de Aguas Calientes (Machu Picchu pueblo).

Aquí está el problema, en que los trenes Ollantaytambo – Machu Picchu (y Cuzco-Ollantaytambo), forman parte de un monopolio y los viajeros extranjeros sufrimos unos precios a mi juicio desmesurados (los peruanos van en sus propios ferrocarriles pagando mucho menos). Los costes varían en función de horarios y disponibilidades, pero para haceros una idea el trayecto de ida y vuelta (1 hora y 40 minutos cada uno) desde Ollantaytambo me costó 90 dólares americanos. En este caso hablo que hice una parte del tramo, pero si lo hubiese hecho completo (desde Cuzco) el precio se me hubiera ido casi a los 150-180$. Desde Ollantaytambo hay buses y furgonetas a Cuzco por un precio que no supera los 10 soles (3 euros), por lo que no sé hasta cuánto hubiese valido la pena hacer ese otro tramo.

Pero eso no es todo… en Aguas Calientes hay más aún. Los buses que te suben a la entrada a Machu Picchu cuestan (para turistas extranjeros) 17 dólares americanos ida y vuelta (se pueden comprar en agencia o en la propia Aguas Calientes). Otra opción es subir caminando, pero no sé hasta cuánto compensa llegar agotadísimo después de dos horas de fuerte subida y sabiendo que queda todo un día por delante. Eso lo dejo a juicio del viajero, porque reconozco que en mí yace una vagancia casi innata.

Y, como decía antes, hay muchas más maneras de llegar a Machu Picchu, incluso más baratas, como llegar combinando autobuses a Santa Teresa y a Hidroeléctrica, teniendo que caminar sobre las vías los dos últimos kilómetros de camino. O la interesante y aventurera opción del Inca Trail, que dura varios días y puede ser la manera más auténtica de alcanzar el conjunto. Pero eso ya depende del tiempo, el dinero y las ganas que tenga uno de hacerlo.

Aún así que quede claro que no hay que volverse loco con este tema ni prepararlo concienzudamente con una espantosa antelación. Basta llegar personalmente a Cuzco y arreglarlo todo casi en el momento. Yo llegué a Cuzco un sábado y marché al Valle Sagrado el martes, dejando la entrada a Machu Picchu para el miércoles.

Quizás si se tiene muy muy claro el día que se va a visitar Machu Picchu conviene comprar las entradas por internet, sobre todo cuando se piensa a ascender a Huayna Picchu (con otros precios y aforo más limitado, cuando yo fui no quedaban), pero casi es más importante asegurar la llegada (los trenes es posible adquirirlos también por internet).

No conozco a nadie que habiendo llegado a Cuzco se haya quedado sin ir a Machu Picchu por un problema de entradas o de trenes, así que repito, sobre la marcha se puede conseguir esta gestión y no es necesario preocuparse más que de disfrutar.

INFORMACIÓN PRÁCTICA Y CONSEJOS PARA MACHU PICCHU

Dado que esto es un blog de viajes para viajeros independientes he reunido una serie de consejos prácticos y advertencias sobre Machu Picchu que pueden resultar útiles. Aquí van:

+ Para evitar los momentos de mayor masificación de turistas conviene estar a primerísima hora de la mañana a la entrada del recinto. Abre sus puertas a las 6:00, saliendo los primeros buses de Aguas Calientes a las 5:30. También son momentos tranquilos respecto a gente entre las 14:30 y las 17:30 horas. Por ello creo que compensa pasar la noche anterior en Aguas Calientes, mejor que ir directamente desde Cuzco.

+ Comer arriba es muy caro, así como los precios del agua, refrescos o simples snacks. Lo mejor es llevar lo que se pueda en una mochila y nuestro bolsillo lo agradecerá. Un ejemplo, una botella de agua pequeña abajo cuesta entre 1 sol y 1 sol y medio. Arriba el precio es de 8 soles. Con respecto a la comida un simple perrito caliente cuesta 5 soles abajo y 15 arriba. Hay un restaurante buffet, pero sobrepasa los 35 dólares, por lo que es para pensárselo. Mejor prepararse un sandwich y reservarse para la cena.

+ El clima en Machu Picchu varía por minutos. Podemos pasar del calor al frío y, sobre todo, a la lluvia sin apenas darnos cuenta. Conviene llevarse un chubasquero. En el caso que la ropa de abrigo sobre en algún momento del día hay consignas en las que poder guardar la pieza por 3 soles.

+ Hay muchas plazas hoteleras en Aguas Calientes. Probablemente sea mejor contratarlos in situ ya que habrá más posibilidades para el regateo. A la salida de la Estación de trenes son muchos los “buscaclientes” que te permitirán contrastar ofertas y hacerte con la que más te convenza.

+ Si se tiene especial interés en ascender el Huayna Picchu es necesario reservarlo con antelación suficiente, ya que hay un cupo limitado por día (creo que en torno a 400 personas, 200 por cada turno).

+ Todas las reservas en general se pueden hacer en la red, aunque basta con llegar a Cuzco y preparar un paquete más o menos completo a través de una agencia (tickets, trenes ó buses, alojamiento, etc…). Hay muchas oficinas, por lo que no está de más contrastar precios y buscar buenas ofertas (la entrada y los trenes son inamovibles, por supuesto).

+ Las ruinas de Pisac y Ollantaytambo, en el Valle Sagrado, son imponentes. Para disfrutarlas más es preferible visitarlas antes de Machu Picchu y así ir “in crescendo” en monumentalidad y emociones. De lo contrario hay quien no verá comparación alguna con Machu Picchu y éstas no le resulten tan impresionantes cuando, de hecho, lo son. Ese juego psicológico de prepararse ante algo majestuoso es primordial. Poco a poco se llega a lo grande…

+ En el caso que se ponga a llover apenas hay unos pocos lugares para estar resguardados. El mejor, sin duda, está en la Casa del Guardián, justo arriba del todo, donde normalmente se comienza la visita. Se distingue por su tejadillo de paja, que mantiene a salvo de las lluvias. No está de más, por tanto, acercarse lo máximo posible cuando parezca que va a empezar a caer agua.

+ Y el consejo más evidente pero no menos importante… Llevar al tope de batería la cámara puesto que desde primera hasta última hora éstas permanecen encendidas. Yo debí hacer en torno a 400 fotografías y varios vídeos, por lo que para ello tuve que llevar mis cámaras bien a tope.

Machu Picchu me ha regalado uno de los mejores días en este gran viaje de Mochilero en América sin billete de vuelta. Al comenzar los preparativos ésta fue una de las visitas más deseadas y el resultado hizo que los sueños se quedaran incluso por debajo de las sensaciones reales. Me siento verdaderamente orgulloso de haber puesto mis pies en la ciudad olvidada de los incas y haber pasado tantas horas correteando de un lado para el otro o simplemente sentado sobre una roca para admirar la que, para muchos, es la obra maestra del arte precolombino.

Por fortuna los senderos fueron cortados para que nadie pudiese hacer daño alguno a Machu Picchu. Es una maravilla de la Humanidad que está esperando las lágrimas de emoción de muchos viajeros.

Y es que uno viaja por cosas como esta,

Sele

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* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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