Snorkeling en Cayo Caulker (Belice): Lo que vimos bajo el mar

Blog

Snorkeling en Cayo Caulker (Belice): Lo que vimos bajo el mar

Print Friendly, PDF & Email

Belice es un pequeño y extraño país de piel negra y habla inglesa acorralado entre México y Guatemala que cuenta con una privilegiada salida a las aguas turquesas del Mar Caribe. El allí donde emergen pequeñas islitas de arena y sugerentes palmeras, los célebres cayos, que siglos atrás fueran refugio predilecto de piratas y rudos cazateroros. Un sendero riquísimo de arrecifes de coral atraviesa en línea recta todas estas islas, constituyéndose la segunda barrera coralina más larga del mundo, sólo superada por la de Australia. Con estas características sobra decir que es un destino siempre apetecible y que no dudamos en experimentar dentro de este viaje por el continente americano. Desde la Riviera maya mexicana viajamos en bus a la bizarra Belize City, sin nada planeado, y nos decantamos prácticamente sobre la marcha por perdernos varios días en el minúsculo Cayo Caulker, el cual cumplía todas las expectativas que podíamos tener de una isla paradisíaca. Pero lo mejor no estaba en esta lengua de arena de ritmos caribeños sino más allá de sus muelles, en ese cinturón de coral compuesto por la Reserva marina de Hol Chan y alrededores, con unos fondos marinos espectaculares en los que podemos asegurar que practicamos el mejor snorkeling (o buceo clásico con gafas, tubo y aletas) de nuestra vida viajera. Bajo el mar nos zambullimos con tiburones, rayas, tortugas, morenas, barracudas y un sinfín de hermosos pececillos de colores que merodearon a nuestro lado. Por último logramos ver bien de cerca a un solitario manatí procedente de un fondo azulado, regalándonos un momento realmente único. No faltó de nada y, por fortuna, fue posible captar inolvidables escenas con nuestra cámara sumergible. Después de verlas una y otra vez… aquí están.

Si no visualizas el vídeo directamente haz clic aquí para verlo en Vimeo

Cayo Caulker y, sobre todo, su mar repleto de vida marina, sacó lo mejor de nosotros mismos. Porque ser testigos de esa otra dimensión que nada tiene que ver con lo humano (pero sí con lo divino) es un privilegio que alimenta el baúl de las experiencias que nuestro bello Planeta es capaz de proporcinar y que, a veces, parecen imposibles. Es la muestra de que no hay sueño que se resista a ser cumplido…

Nadar con manatíes en Cayo Caulker es una de las 10 razones para viajar a Belice que recomiendo.

Esa isla de postal llamada Cayo Caulker (Dónde está, cómo llegar, alojamiento, etc…)

Antes de que los británicos llegaran al cayo, los españoles la llamaron Isla Hicaco en honor a una planta antillana del mismo nombre que poblaba sus tierras. Una derivación de la pronunciación inglesa procedente de navegantes y piratas que asolaron esas costas durante largo tiempo, terminó haciendo popular la denominación de Caye Caulker (pronúnciese Ky Corker) para referirse a esta lengua de arena de no más de 8 km de largo con estrecheces que en ocasiones permiten ver el mar al este y al oeste mientras se camina por la animada calle central que la parte en dos.

Cayo Caulker se encuentra 33 kilómetros al noroeste de Belize City, quedando al sur de Cayo Ambergis (conocido como San Pedro) y al norte de las Islas Turneffe. A mucha más distancia se encuentra la Isla Lighthouse con el mítico Blue Hole que un día maravillara al mismísimo Jacques Cousteau. Es un destino popular para los amantes de las islas y, sobre todo, del buceo ya sea con botella, con tubo o a pulmón. Al ser accesible fácilmente en barco desde Belice City (45 minutos en frecuentísimos Watertaxis por 12 dólares americanos ida y 22  USD ida y vuelta abierta) es raro que sus alojamientos no estén siempre o casi siempre ocupados. Actualmente hay transporte marítimo directo que sale del puerto de la ciudad mexicana de Chetumal, sita en la frontera norte de Belice.

Mapa de situación de Cayo Caulker (Belice)

Es mucho más visitado San Pedro (Ambergis), quizás por ser más grande, más célebre y estar más cerca de México, pero son tantas sus infraestructuras que quizás a la isla le falte el encanto que Caulker si posee. No tiene grandes hoteles, y las 5 estrellas le quedarían muy lejanas al mejor hotel que pudiera haber, pero sí goza de la tranquilidad que muchos tendemos a desear, de la posibilidad de que te reconozcan sus propios habitantes después de unos pocos paseos por la calle principal. Por eso Caulker nos conquistó, porque era lo que precisamente andábamos buscando.

La isla es tranquila, pero eso no significa que al viajero le falten pocas cosas que pueda necesitar. Hay numerosos hoteles nacidos de pequeñas viviendas de madera, restaurantes y tiendas suficientes para estar entretenido cuando no se esté en en el agua. Quizás los precios del alojamiento no sean los más baratos del mundo, pero sí que hay opciones asequibles si se buscan. Nosotros nos quedamos en Pause Accomodation (1 Pasero Street, ver en Tripadvisor), la casa de una señora llamada Maddie Collins, la cual se ocupa de salvar y cuidar gatos y perros que la gente abandona o maltrata. Ha creado un Santuario para la protección de animales (P.A.W.) con sus propio esfuerzo y recursos, e invierte íntegramente los 50 USD del alquiler de habitaciones modestas pero con cocina y baño privado en asistir a mascotas que antes terminaban siendo arrojadas al mar en bolsas de plástico de forma despiadada. Quedarse en su casa es una forma de ayudar a estos animales y a los proyectos que Maddie lleva a cabo, que ya van más allá de mantener los cuidados de los animales que se queda, sino que también trata de concienciar a la población local, de forzar a las autoridades beliceñas a aprobar una Ley que no desampare a los perros y gatos abandonados o maltratados e incluso costea las esterilizaciones a mascotas en poblaciones próximas como Chetumal. Un personaje que vive por y para los animales, que directamente se ha abandonado a ellos, y que nos ha encantado conocer y ayudar en la medida de lo posible.

UN POEMA BAJO EL MAR

A Caulker se puede ir a descansar, a sentarse bajo una palmera, a cenar una exquisita langosta… pero sobre todo a Caulker se va a bucear o a «snorkelear». Ese era nuestro objetivo primero y último. De las numerosísimas opciones que teníamos para realizar excursiones de medio día o día completo a los arrecifes de coral próximos, escogimos la de Hicaco Tour (en la calle principal). Los precios son muy similares entre todas las agencias, pero en este caso quedamos muy contentos con la labor del dueño salvadoreño de Hicaco Tour, Carlos, con un conocimiento y, sobre todo, un cariño de los fondos marinos que se convierten en su mejor valor añadido.

Entonces no había posibilidad de reservar con antelación a través de internet pero ahora sí es posible adelantarse y llevar contratada de antemano a cabo la actividad de snorkeling en Cayo Caulker (en castellano, 7 horas, varios sitios donde sumergisrse).

El primer día nos fuimos a un área de marina situada a no más de 1 km frente a las costas de la isla en la que había una grandísima cantidad de tiburones nodriza (también conocidos como tiburones gato, por sus característicos bigotes) y rayas de distintos tamaños que no nos limitamos a observar desde la lancha, ni mucho menos. Nos tiramos a las aguas turquesas y poco profundas donde no dejaron de pasarnos al lado (y rozarnos) numerosas criaturas de estas dos grandes especies. No voy a decir que los primeros segundos no nos impresionaran, pero después sólo cupo el asombro de estar tan cerca de tan hermosos animales marinos.

Rayas y tiburones revolotearon a nuestro alrededor, volaron bajo el mar con la elegancia y el ritmo perfecto para disfrutar de ellos. Y mientras el corazón nos latía bien fuerte, siendo imposible resistirse a una sonrisa que, por otra parte, nos hacía que entrara agua en las gafas de bucear (y es que es una de las cosas que no hay que hacer). Pero eso era lo menos importante, ya que estábamos donde deseábamos estar, con quienes deseábamos estar…

Ya el segundo día nos atrevimos con el Full Day, acompañándonos Carlos al mismo. Ahí fue cuando descubrimos la fabulosa y única Reserva Marina de Hol Chan, situada en el sur de Cayo Ambergis, y donde en vez de hacer snorkeling parecía que nos hubieran arrojado de sorpresa sobre un acuario. Pero es que Hol Chan es mucho mejor que eso, es la posibilidad real e increíble de nadar con unas gafas y unas aletas para encontrarse fácilmente un universo de peces de colores y especies grandes como rayas, meros, barracudas, morenas e incluso no pocas tortugas marinas que aletean a tu lado.

Disfrutamos de un delicado y extraordinario jardín de coral, pero sobre todo recordamos con cariño haber seguido a las simpáticas tortugas en su recorrido rutinario en busca de la comida que le proporcionan los ricos fondos de la zona. De hecho era lo segundo que más ganas teníamos que ocurriera.

Recalco eso de «lo segundo». Pero, ¿y qué era lo primero?, ¿cuál era el momento que más deseábamos vivir en el agua? En realidad era poder encontrarnos con uno de los mamíferos marinos más adorables que existen en las aguas caribeñas, el manatí. Apodado como «vaca de mar» por alimentarse pacientemente de los pastos que hay bajo el agua y su aparente pero irreal nado lento y torpe (además de superar la media tonelada de peso), el manatí es una especie que se adapta tanto al agua dulce como a la salada y que ha desaparecido de muchos de los ríos y mares de las zonas tropicales del Atlántico americano. Se ve en algunos países de Sudamérica y Centroamérica, incluso en la Península de Florida, pero los motores de los barcos y la contaminación del agua ha hecho retroceder su presencia.

Ójala veamos un manatí – dijo Rebeca pocos minutos antes de que nadando apareciera uno de ellos con un color azul cegador de fondo. Estaba prácticamente detenido, aunque batía muy levemente su «cola de sirena», mientras nos miraba con más curiosidad que miedo. Pudimos acercarnos y estar junto a él. No sé si fueron tres minutos máximos los que permanecimos a su lado, pero fue como estar toda una vida. Así lo vivimos en nuestro caso. Emocionados, incrédulos incluso de tener esa suerte… locos por disfrutar de cómo se estaba exhibiendo la Naturaleza en aquel cinturón coralino frente a los cayos de Belice.

Pero este poema bajo el mar de Cayo Caulker no merece ser leído sino visto. Para ello la creación de este pequeño vídeo que espero os lleve a estar con nosotros en las mejores inmersiones que hemos tenido la oportunidad de realizar en nuestra vida. Lo mejor de los cayos es que no hace falta tener el PADI ni otros títulos de buceo. Basta ponerse unas gafas y observar… porque todo queda ahí, junto a tí. Y cada escena, cada verso, termina escribiéndose en los poros de tu piel, en lo más hondo de tu cerebro, de tu corazón.

Literatura pura en el arrecife de coral…

Sele

* Después de Florida, hemos volado hasta Chicago para recorrer a fondo la gran ciudad situada en el Estado de Ilinois. Fue una decisión tomada casi sobre la marcha, pero que forma parte de la improvisación que marca este viaje americano al que le va quedando menos.
* Recuerda que puedes seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

22 Respuestas a “Snorkeling en Cayo Caulker (Belice): Lo que vimos bajo el mar”

  • Deja un comentario