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El instante viajero (IV): La espera de cada día en la playa de Tanji

Mujeres esperando en el mercado de la playa de Tanji (Gambia)

Un día tras otro a partir de las cuatro de la tarde una auténtica multitud se acerca al Mercado de pescado de Tanji para esperar que llegue el género en los botes de madera que se han pasado horas faenando en aguas del Atlántico. Lo que allí se vive es digno de ver, con un ir y venir incesante de personas, sobre todo mujeres, a la busca y captura del mejor pescado (porque fresco ya se da por hecho) que llevarse a casa.  No pasa una tarde en que la que Tanji siga siendo el lugar más asombroso y colorido de Gambia, lo que muchos andamos buscando y por lo que la confortabilidad de un sofá bien mullido tiende a quedársenos escaso. Viajar es salir a observar (y compartir) la realidad del otro, a buscar las 7 diferencias en todos y cada uno de los rincones del mundo. Y también es llamar hogar a esos instantes de África cargados de tanta verdad como podamos imaginar.

Lo que pude sentir cuando llegué a aquella playa repleta de gente y me mezclé en mitad del barullo es algo que no puedo describir fácilmente. En Tanji surgen centenares de escenas encadenadas como un proceso para nada azaroso o desordenado. Desde los barcos hasta los vendedores, pasando por los velocísimos y fuertes cargadores de cubos de pescado, los niños que buscan ese tropiezo inocente para ser los primeros en llevárselo a casa o esas madres que con sus bebés a la espalda permanecen erguidas aguardando con paciencia que se complete todo el proceso. Además del vaivén de telas, barreños y botes de colores arrastrados por la playa hasta un nuevo día de duro trabajo, hay un revoloteo constante de gaviotas impacientes y quien, en mitad de toda esa escena humana, se dedica a simplemente a observar.

Me gustaba salir a buscar los paréntesis que se hacían en el filo más próximo a la orilla, donde el agua de las olas obliga a quitarse los zapatos y arremangarse el pantalón para no mojarse. Justo en ese límite en mitad de la algarabía era posible contemplar la soledad de la espera de cada día, de lo que es una rutina para unos y un momento memorable y único para otros que lo vemos desde la barrera. En ese punto la autenticidad existe como en ningún otro sitio, nada ni nadie es capaz de interrumpir el devenir de unos segundos que menguan su paso hasta llegarse a congelar para siempre.

Ayer, hoy y mañana se repetirán las mismas escenas, los mismos gestos, las pillerías y las voces en alto en una playa como la de Tanji. Los baobabs que hay al otro lado, los mismos que miran al mar, seguirán contemplando esa ÁFRICA que se escribe con mayúsculas.

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* Puedes ver aquí más fotografías correspondientes a la sección El Instante viajero.

* Si te ha gustado este relato te recomiendo leas El Mercado de pescado de Tanji: alma de Gambia

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