El mercado de pescado de Tanji: alma de Gambia - El rincón de Sele

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El mercado de pescado de Tanji: alma de Gambia

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La playa de Tanji se encuentra a rebosar a cualquier hora del día, aunque es por la tarde cuando entra en estado de ebullición. Es el momento en el que los botes de los pescadores se devuelven a la orilla tras una larga jornada faenando en aguas atlánticas cuando comienza el espectáculo. Se forma un improvisado mercado de pescado en Tanji al que recurren miles de personas que encajan pieza a pieza dentro de aquel puzzle humano.  Cuando llegué a aquella playa me di cuenta que lo que allí se estaba viviendo era exactamente lo que venía buscando en mi viaje a Gambia. La sonoridad, el trasiego, el color y la luz de aquel lugar hacen que merezca la pena elegir este destino para vivir una aventura absolutamente sensorial.

Foto de la playa de Tanji (Gambia)

Tanji es el alma de Gambia. De hecho hay un pedacito de toda África dentro de aquel tumulto de vestidos estampados, cubos cargados de peces y, sobre todo, un intenso aroma a verdad.

TANJI… UNA TARDE DE MERCADO

Nunca olvidaré aquella tarde. Resultaría imposible hacerlo. Cuando repaso las fotos y tiño mi mente de recuerdos nítidos y, por fortuna, aún frescos, siento algo por dentro. Algunos lo llaman “el mal de África”. Yo prefiero darle otro título más positivo como “el amor a África” o “la pasión por África”. Sea como fuere consiste en un pinchazo en el estómago cada vez que el continente negro te llama y te pide que regreses a su regazo. Algo muy difícil de explicar con palabras pero que todos los viajeros a tierras africanas son capaces de sentir en su interior. Así es África, desconcertante pero extremadamente agradecida, un poderosísimo imán.

Playa de Tanji (Gambia)

El viaje a Tanji desde Banjul apenas dura una hora, que es lo que se tarda en recorrer los más de 30 kilómetros de distancia. Desde la zona hotelera de Serrekunda, que es la ciudad más poblada de Gambia, se reducen los tiempos con 17 kilómetros que se cubren en no más de media hora. Son las bondades de encontrarse en el país más pequeño del África continental, sobre todo si nos movemos en el ancho atlántico (ir río adentro es otra cosa).

Nada más bajarme de la minivan que me llevó al poblado de pescadores de Tanji me llegó un fortísimo olor a pescado. Y no demasiado agradable, tengo que decir. Los primeros puestos callejeros a cerca de 100 metros de la playa atraían las moscas, aunque nunca tanto como las inmensas cantidades de arenques que llevaban varias semanas ahumándose en unas largas mesas metálicas.

Ahumadera de pescado en Tanji (Gambia)

Un hombre con un sombrero que denotaba su condición musulmana se ocupaba de avivar el calor y rellenar los espacios con nuevo género. Poco a poco me fui acostumbrando a aquella peste horrenda. Una capa de humo no me permitía ver aún la playa, por lo que no me demoré en la plancha de los ahumados más tiempo y marché hacia allí, que era donde estaba todo el mundo.

Hombre en Tanji (Gambia)

Fue poner los pies en la arena de aquella playa anchísima y no saber qué decir. Me costaba asimilar tal cantidad de gente. Era como si toda África se hubiese reunido en Tanji. Así que durante los primeros minutos ni si quiera pude hacer uso de la cámara porque deseaba tan sólo observar lo que estaba sucediendo, comprender todo lo que tenía a la vista. En ese momento exacto comprendí que todo lo que había venido a buscar a Gambia se encontraba allí.

Foto de la playa de Tanji (Gambia)

Aquella sucesión de escenas justificaban la entrada a África por su puerta más amable y auténtica. La luz tenue permitía observar claramente todo lo que iba ocurriendo en cuestión de segundos. Como si el mundo se hubiese concentrado en Tanji, fui descubriendo la función de la algarabía. Todos eran un conjunto pero individualmente tenían una función bien definida. Por un lado los pescadores que regresaban de la faena y se arrimaban a unos diez metros de la orilla con sus barcas estrechas y pintadas con distintos motivos. De pronto aparecían chicos muy atléticos que se metían al agua para sacar el género de los barcos y se hacían con hasta treinta kilos de pescado de cada vez. Salían disparados con cubos porque cuanto más kilos obtuvieran más ganarían esa jornada. Dentro de la vorágine eran perseguidos por niños de no más de doce años que buscaban el más mínimo error de los «corredores» para enganchar el pez que se les cayera al suelo. De hecho me fijé que tenían muchos giños entre ellos y «sin querer» perdían algún que otro pescado por el camino.

Mercado de pescado de Tanji (Gambia)

Por otro lado, ya en la arena, se formaba un mercado espontáneo manejado por mujeres que vendían en barreños lo que acababa de llegar del mar. Ellas, o bien compraban pescado a menor escala una vez desembarcado, o se metían hasta dentro para así restarle algunos dalasis (el dalasi es la moneda de Gambia) a su inversión inicial. Después se ocupaban de hacer negocio en plena playa. Era como si, de repente, se hubiesen formado doscientas microtiendas con el suelo como asiento y la arena como estante.

Mercado de pescado de Tanji (Gambia)

Pero aquel universo no se detenía allí. Estaban los que vendían barreños por la playa, los que alquilaban sus congeladores cerca de las casas del pueblo, quienes arrastraban las barcas para dejarlas aparcadas en la arena. Y así un bucle sin final que mantenía de forma sincronizada la escencia de aquel mercado que funciona de la misma forma desde antiguo.

Mujeres en el mercado de pescado de Tanji (Gambia)

Una vez fui asimilando lo que mis ojos veían, y se me escapaba, empecé a utilizar la cámara de fotos. Vaya… aquel era un auténtico paraíso para los apasionados a la fotografía. Cada segundo se sucedían imágenes que valían cien instantáneas. La fotogenia de Tanji es tal que nunca es suficiente lo que se haga. Por dentro me maldecía hasta del más rápido de los pestañeos, que se convertían en un desagradable inconveniente, un tiempo que se marchaba para siempre.

Foto de la playa de Tanji (Gambia)

Estuve algo más de dos horas en mitad de una algarabía en la que no me topé con un solo turista. Quizás por ser temporada baja en Gambia (que coincide con el final de nuestra primavera y parte del verano) o a saber por qué. Esos instantes me los estaba guardando como oro en paño y no sabía si en alguna ocasión iba a vivir algo semejante. Afortunadamente me equivocaba…

En el mercado de Tanji (Gambia)

REGRESO A TANJI A LA MAÑANA SIGUIENTE

Toda la noche, en mi cama de Serrekunda, había estado viajando a Tanji. Mientras los murciélagos que revoloteaban por fuera junto a la ventana no dejaban de hacer ruido, proyectaba en el techo toda una cadena de imágenes procedentes del mercado más auténtico de Gambia. Ya por la mañana teníamos cita con una cocinera local que nos iba a enseñar a preparar algún que otro plato y nos pidió le acompañáramos a hacer la compra. Cuando pronunció las palabras mágicas Tanji Fish Market se me iluminaron los ojos… Nunca me había hecho tanta ilusión ir de compras al mercado. Claro que aquel era especial como pocos.

Pensaba que Tanji era Tanji sólo por la tarde con la llegada de gran parte de los barcos. Pero me equivocaba… el espectáculo lo es toda la jornada. Aunque con distintos matices. Y es que en las primeras horas del día toma posiciones un mercado de frutas y verduras que invade lo que después se llena de pescado. Los movimientos son más pausados y, fotográficamente hablando, la luz es mucho mejor aún.

Foto del mercado de Tanji (Gambia)

Algo que me sorprendió fue ver mucho movimiento en en agua del mar. No había tantos barcos como la tarde anterior pero sí los suficientes para ver un buen trasiego de ida y vuelta. Más pausado, sin fortachones corriendo de un lado para el otro. Le sustituían mujeres que seleccionaban el mejor género que llevarse a casa. Era todo un mercado flotante.

Foto de la playa de Tanji (Gambia)

La luz, los sonidos y las sonrisas de la gente llenaban de color aquel escenario playero. Hacía una mañana fabulosa y el ambiente era super positivo hacia «el extranjero». No siempre son tan amigos de que les hagan fotos, pero en Tanji no encontré apenas problema al respecto. Siempre conviene hacerlas con la suficiente distancia y respeto, preguntando siempre que se pueda cuando se vaya a hacer un primer plano, y que no dejemos que se perciba por nuestra parte acoso alguno. Hay que ponerse en su lugar e imaginar cómo seríamos vistos en el mercado de nuestro barrio si nos ponemos a hacer fotos sin ningún pudor al señor o la señora que va con el carro de la compra.

Niña en la playa de Tanji (Gambia)

La presencia de mujeres ganaba por goleada a la de los hombres. Muchas de ellas, además, iba con sus bebés colgados a la espalda en los clásicos paños estampados africanos. Como si de una extensión de su cuerpo se tratase (en cierto modo es así) van con los niños a todas partes. En realidad empiezan a descubrir el mundo que los rodea bien pegaditos a sus madres, que no ven afectada su cotidianeidad un ápice. La de Gambia es una de las mayores tasas de natalidad en África. Desgraciadamente hay otro dato mucho peor que tiene que ver con unos de los índices más bajos de renta por cápita del mundo y, por ende, de desarrollo humano.

Foto del mercado de Tanji (Gambia)

De Gambia, el país más pequeño del África continental, puedo dar muchos motivos por los que escogerlo para un viaje. Hablaría de su naturaleza, el lado más amable con el que empezar a indagar por un continente que llama a aventura de las buenas, las playas kilométricas y paradisíacas, la facilidad para ver muchos animales o la necesidad de colaborar con alguna de las muchas ONGs que trabajan allí. Pero si tengo que dar una sola razón por la que aventurarse a conocer Gambia esa es Tanji. Y siempre diré lo mismo… que uno jamás comprenderá su dimensión hasta que no se vea en mitad de la vorágine.

Puedo asegurar sin equivocarme que el alma de Gambia está en Tanji. Y a cualquier hora del día…

Sele

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