De ruta en Quetzaltenango, la Guatemala de sangre caliente
Quetzaltenango es de sangre caliente. No sólo porque su suelo esté en constante ebullición al encontrarse en una zona esencialmente volcánica, sino también por una rebeldía innata mantenida por las tres cuartas partes de población de origen indígena. Cuentan que éste fue era lugar de quetzales y de ahí deriva su nombre, aunque a los guatemaltecos les gusta llamarlo Xela derivando en quiché a Xelahú. Hoy en día, además de la segunda ciudad en importancia de Guatemala tras la capital, es el nombre de un Departamento o provincia en que viajar resulta una experiencia fabulosa, quizás por ser mucho más íntima e inédita. Y es que posee lugares nada masificados en los que la autenticidad y su carácter nativo te capturan a través de sensaciones no descritas en multitud de libros de viajes. Por eso precisamente recorrer Quetzaltenango es una continua sorpresa en la que siempre se parte con cierta ventaja.
Enmarcado en el último viaje a Guatemala me aventuré a conocer algunos de los lugares que hay que ver en Quetzaltenango, en la amable y vaporosa Xela, donde el término «típico» tiene sólo una connotación local. A continuación describiré los movimientos de una ruta que quizás pueda servir a otros viajeros que deseen profundizar en ciertos rincones de Guatemala cargados de verdad.
Base en Las Cumbres (Zunil)
La hoja de ruta seguida en Quetzaltenango se sale de lo cotidiano desde el mismo momento en que el campamento base no estuvo radicado en la capital, como hubiese sido lo normal, sino en Zunil, concretamente en el Hotel Las Cumbres, apartado de todo y en el que siendo barato tenía sauna en las habitaciones. Aunque jugaba con la ventaja de que como el suelo está ardiendo bastaba con abrir una tapa y empezar a salir vapor que producía se elevara la temperatura al máximo en cuestión de segundos. Quetzaltenango es todo en sí un balneario derivado de sus piscinas naturales sulfurosas y que no es extraño que las rocas de la montaña estén tan calientes como el agua de debajo de la tierra. Por eso en Las Cumbres teníamos garantizada el agua caliente y esa sauna absolutamente natural con la que relajarse tras una jornada agotadora.
Los miembros de esta expedición guatemalteca contábamos con coche con conductor, por lo que podíamos permitirnos estar fuera de un circuito de transporte público en el que pasasen los autobuses modelo autocar del colegio de Estados Unidos que vienen a costar poco más de 3 quetzales o lo que es lo mismo, 30 céntimos de euro. De ese modo era más sencillo hacer vida en lugares poco concurridos y algo más apartados de las ciudades.
Hoja de ruta en Quetzaltenango
Una vez contábamos con una base para dos noches ya podíamos salir a visitar los lugares más importantes (o que nos diera tiempo) de Quetzaltenango. El mapa del recorrido por esta zona quedaría de la siguiente manera:
Hotel Las Cumbres – Almolonga – Zunil – Fuentes Georginas – Salcajá – San Andrés Xecul (pertenee al Departamento de Totonicapán) – Quetzaltenango – Hotel Las Cumbres – Finca «Vuelo extremo»
Nos permitimos una licencia aprovechando la cercanía. San Andrés Xecul no pertenece a Quetzaltenango pero está lo suficientemente próximo a otro punto indiscutible, Salcajá, como para pasarla por alto. El resto forma parte por completo del Departamento de Quetzaltenango. Ruta idónea para 1-2 días.
LUGARES VISITADOS EN QUETZALTENANGO
A continuación repasaremos uno a uno los rincones que formaron parte de nuestra ruta:
Almolonga, el mercado de alimentos más auténtico de Guatemala
Que el 96% de los habitantes de este pueblo situado a tan sólo cinco kilómetros de Quetzaltenango sean indígenas explica la razón por la que nos parecía indispensable rendirle una visita. Sobre todo a sabiendas de que no forma parte de los circuitos turísticos, que Almolonga está considerada la huerta de Centroamérica y que cuenta probablemente con el mejor mercado de alimentación de todo el país. Mayoritariamente quiché, la gente local aprovecha a vender los productos de la tierra cada mañana desde aproximadamente las 5:00 hasta las 10:00 horas. Incluso vienen compradores de El Salvador, sabedores de las las excepcionales condiciones con las que crecen frutas y hortalizas en esta comarca moldeada con pura tierra volcánica.
Madrugamos lo suficiente para visitar el mercado en plenitud y nos mezclamos con la gente, puesto que veníamos a buscar escenas que estuvieran cargadas de cotidianeidad. El mundo se comprende a través de sus mercados y en Almolonga el factor nativo le otorga un encanto especial. Hacer fotografías en estos lugares siempre me ha resultado una labor apasionante, aunque tengo que reconocer que junto a Otavalo, la despensa indígena de Ecuador y Tanji, en Gambia, no había visto nada semejante al mercado de Almolonga.
Estuvimos prácticamente dos horas en un espacio cuadrado de no más de 200 metros de largo x 100 de ancho. Eso sí, no cabía un alfiler y había que irse metiendo en la multitud como podíamos. No había un sólo turista, lo que no impidió que fuésemos totalmente transparentes a estas personas. Los locales no parecían sentirse ni intimidados por las cámaras que llevábamos ni extrañados por nuestra presencia. Al contrario, nunca me lo han puesto tan fácil para realizar fotografías. Y tengo que confesar que aquel era un lugar maravilloso para retratar. Me pude ir de allí con más de 300 fotos en la tarjeta de memoria.
Y lo mejor no era hacer las fotografías sin más, sino poder interactuar con la gente, charlar con ellos como si nos conociésemos de siempre. Fueron extraordinariamente amables con todos nosotros y todo aquel tinte exótico que podía haber se vistió de absoluta normalidad. Faltaba un día para final de Champions League entre Real Madrid y Atlético de Madrid y ese era un tema clave al que todos recurrían a la hora de dirigirse hacia nosotros. El fútbol, bendito fútbol, que en mi vida me ha abierto tantas conversaciones durante los viajes…
Comprendimos el porqué le dicen a Almolonga que se trata de la huerta de Centroamérica. Las hortalizas crecen de forma natural a unos tamaños fuera de lo normal. Los tomates y las zanahorias que pudimos tocar duplicaban e incluso triplicaban las dimensiones que estábamos acostumbrados a ver en otros lugares. Hay cantidad y calidad, lo que explica que cada día se coloquen improvisados puestos en la plaza situada a espaldas del consistorio municipal. Y ese colorido es esencial para vivir y saborear ese murmullo de gente que comercia con sus productos o simplemente viene a hacer la compra.
En aquel mercado la proporción de mujeres con vestimenta típica era de 10 a 0 sobre la que no la llevaba. Todas ellas conservaban esa hermosa indumentaria heredada por sus antepasados, incluidos elaboradísimos tocados que nada tienen que ver, por ejemplo, con los que se ven en los pueblos que hay alrededor del Lago Atitlán. La tradición nativa es tan fuerte que no veo a largo plazo que El Corte inglés monte un centro comercial en Almolonga. No tendría nada que hacer a no ser que lo reconvirtiese en un mercado de textiles artesanales con los que elaborar vestidos.
Y para rizar el rizo descubrimos que Almolonga, del mercado a mano derecha, tiene una preciosa iglesia de estilo barroco-colonial con una fachada bien recargada en la que destacan dos columnas salomónicas retorciéndose a la entrada. Dedicada al Apóstol San Pedro, fue fundada en 1608, y en origen debía ser policromada, aunque como ocurrió en muchas iglesias coloniales de Guatemala, se encaló posteriormente para quedarse pintada de blanco.
En definitiva Almolonga fue una de las mayores sorpresas del viaje. Y no por los monumentos de esta villa agrícola sino porque el tesoro más importante que pudimos encontrar fue la gente involucrada en su día a día.
Zunil y la búsqueda de Maximón
A nueve kilómetros de Quetzaltenango y exactamente al sur de Almolonga se encuentra Zunil, otra de esas poblaciones con arraigadas tradiciones ancestrales. El 90% de los vecinos de este pueblo de poco más de 12.000 habitantes situado a orillas del río Samalá es puramente quiché, lo que también nos llevó a nuevamente a la Guatemala del corazón maya. La plaza principal, en la que había varias mujeres vendiendo sus productos, es realmente bonita, con otra de esas iglesias finamente decoradas de la época colonial. En aquel tiempo se llamó Santa Catalina de Alejandría Zunil, en honor a la patrona del pueblo, aunque actualmente el nombre es sólo Zunil, respetando la toponimia maya que había de la llegada de los conquistadores a esta zona. Desafortunadamente nos la encontramos con andamios porque estaba en pleno proceso de restauración.
En Zunil, al igual que sucede en Santiago Atitlán, se venera a Maximón, que es algo así como el abuelo de los mayas. Y como en Santiago, cambian su escultura de sitio una vez al año, por lo que las guías de viaje no nos sirvieron de nada y tuvimos que preguntar a la gente del pueblo. Enseguida supimos su lugar al otro lado del río en un callejón que jamás hubiésemos encontrado ni por la más mínima curiosidad.
Maximón estaba en una casa con el suelo lleno de velas encendidas. La estatua parecía un un señor de Dallas con un sombrero de cowboy cubriendo su cabeza. Traje de chaqueta, corbata, gafas de sol y sentado en una silla, como si fuese una persona más. A diferencia de nuestra experiencia en Santiago Atitlán, aquí en Zunil tuvimos la suerte de ver varias ceremonias de purificación en las que uno de los miembros de la Cofradía de San Simón le hacía una limpieza de energías negativas a una mujeres que cerraba los ojos ante Maximón. Todo ritual terminaba con el acto de dar de beber aguardiente a esta deidad que levanta verdadera devoción en Guatemala.
Fuimos meros espectadores de todo un ceremonial de antiguo origen. Tuvimos que dar un pequeño donativo y pudimos hacer todas las fotografías o vídeos que quisimos. Realmente aquello no era en ningún modo una atracción turística sino algo que forma parte de muchos pueblos mayas que conservan buena parte de sus creencias y tradiciones.
Aquel era nuestro día, y es que justo detrás, en un patio con el suelo repleto de cenizas, había un curandero realizando un ritual con un señor de avanzada edad que llevaba los pies descalzos. Sólo ellos dos junto a una pequeña fogata y una columna de humo que no dejaba de salir. El curandero mezclaba frases en quiché y en castellano y ninguno de los dos, extremadamente concentrados en la ceremonia, se fijaron en que estábamos allí asomados observando todo lo que sucedía.
No es sencillo acceder a este tipo de actos religiosos, sobre todo por desconocimiento, porque hay que preguntar a la gente del pueblo dónde se realizan los mismos y uno debe ser admitido, algo que no siempre sucede. Por eso Zunil, al igual que Almolonga, no sólo es una bonita iglesia colonial ni una colección de instantáneas de mujeres ataviadas con sus ropajes regionales. Es una puerta a la espiritualidad de una gente que sigue adorando a los mismos dioses y espíritus de antes del Descubrimiento de América, aunque mezclado con el cristianismo en un sincretismo que forma parte de la vida de no pocos pueblos latinoamericanos.
Fuentes Georginas
Desde Zunil tomamos un desvío hacia Fuentes Georginas. La carretera era mala y estrecha a más no poder, pero los ocho kilómetros de distancia nos parecieron fabulosos por las vistas de las montañas, los campos y la enorme cantidad de fumarolas sulfurosas que buscan el cielo con inmensas columnas de humo. A medida que avanzas te vas adentrando en un clima de bosque nublado en el que el volcán Zunil interviene. Y de qué manera…
Quetzaltenango y, sobre todo, el área alrededor tanto de Zunil como de Almolonga, está repleto de pozos y fuentes termales. La actividad de los volcanes calienta la tierra y, por tanto, el agua que fluye bajo la misma o emerge en manantiales como los de las Fuentes Georginas, descubiertas a principios del siglo XX. De estas aguas halladas por la fortuna, aprovechando sus muchas propiedades beneficiosas para la salud, nació uno de los mejor conjuntos termales de toda Guatemala. Y, sin duda, una visita esencial en nuestra ruta para reponer fuerzas.
Por apenas 20 quetzales (2€) nos bañamos en algunas de las piscinas de agua caliente de Fuentes Georginas. Y lo que nos ganó, incluso más que lo que nos relajaron fue, sobre todo, el entorno en el que se encontraban. Entre montañas, bosque y niebla, con un ronroneo de vapores que se entrecruzan con un clima más fresco que multiplicaba el efecto contraste de temperaturas.
La mayor parte de la gente que se estaba bañando aquel día era local, y apenas vimos un grupo pequeño de mochileros que habían logrado llegar allí desde Quetzaltenango en taxi (desde Zunil hay pick ups que hacen el trayecto). El lugar disponía de un bar ideal para tomar un refresco bien frío y poner fin a los mejores momentos de turismo termal que pudimos vivir en este viaje a Guatemala. Y para quienes quieren quedarse más de un día alquilan una docena de bungalows con barbacoa y chimenea en su interior para calentarse en las frías (y volcánicas) noches. Pero debíamos continuar con nuestra ruta.
El agua de las Fuentes Georginas está extremadamente caliente, sobre todo la piscina grande a la que conviene entrar muy poco a poco. Si no se soporta es preferible ir a las piscinas pequeñas que hay al otro lado donde poder irse aclimatando a la temperatura.
Quetzaltenango
Madrid y Barcelona, Berlín y Munich, Amsterdam y Rotterdam… si seguimos la serie encontraríamos Ciudad de Guatemala y Quetzaltenango en el país centroamericano. Urbes antagónicas pero en el fondo inseparables. Quetzaltenango es la segunda ciudad más importante del país y por sí sola cuenta con numerosos atractivos que hacen que sus habitantes estén bien orgullosos de ella. Esa rivalidad sana con los capitalinos, que se vive incluso hasta en la marca predilecta de cerveza (Gallo en la capital versus Cabro en Quetzaltenango), le da energías a Xela, que así es como se la conoce popularmente, para sacar todo su carácter.
El centro histórico de Quetzaltenango me pareció realmente agradable con todas las calles de coloridas casas de estilo colonial yendo a parar al elegantísimo Parque Central. Ahí está la Quetzaltenango del siglo XX recompuesta tras un fatídico terremoto en 1902 donde lo que prima el neoclásico en buena parte de los edificios. El parque, antigua Plaza Mayor, es con todo el lugar más concurrido y con más alma de la ciudad. Hay gente a casi cualquier hora del día y le rodean hermosas construcciones con ese toque europeísta que tanto gustó en los países latinoamericanos que ya independizados buscaron renovar sus ciudades con toda clase de influencias arquitectónicas.
El Palacio Municipal o el Teatro imitan las formas de grandiosos templos griegos como una de las muchas premisas del neoclasicismo que se deja ver en los principales monumentos de Xela. Aunque siguen quedando huellas del período colonial, sobre todo en la maravillosa iglesia catedral del Espíritu Santo que sobrevivió como pudo a diversos terremotos. Sólo se conserva su espléndida fachada barroca de 1532, quedando justo tras ella la nueva iglesia ya restaurada.
Sin salir de la plaza igualmente imprescindible es el Pasaje Enríquez, de principios del s. XX, que parece trasladarnos a las galerías comerciales italianas. Es como la Vittorio Emanuele II de Milán pero a menor escala. Esta obra de Alberto Porta y Luis Liutti, sirvió para europeizar aún más la considerada como Capital de Los Altos. Actualmente es, además, uno de los lugares ideales para salir por la noche, ya que los comercios que hubo en su momento han dado paso a tabernas y bares de copas.
Acudimos a Quetzaltenango tanto para comer como para cenar. Para esto último no puedo dejar de recomendar el Restaurante y Mirador Panorama, en lo alto de una colina (preguntar para no perderos, aunque está junto al Santuario Monte Sinaí), que tiene unas vistas prodigiosas de la ciudad. Es un restaurante de origen suizo que tiene especialidades de este y otros países europeos, además, por supuesto, de los platos corrientes de Guatemala. Buena comida, buen precio y buenas vistas. Para comenzar la noche con una buena cena es un lugar del que conviene tomar nota.
Salcajá
Continuamos nuestra particular ruta hacia un lugar histórico, Salcajá. Tan sólo avanzamos desde la capital departamental unos nueve kilómetros pero encontramos una variación rotunda en las formas de un pueblo de lo más interesante. En Salcajá se construyó la primera iglesia de toda Centroamérica en el año 1524, la misma en la que se celebraría la primera eucaristía y el primer bautizo, sacramento que recibió la hija del poderoso conquistador Don Pedro de Alvarado.
Conocida esta ermita como «la conquistadora» y dedicada a la Inmaculada Concepción (la talla fue de las primeras que se llevaron desde España al nuevo continente) es uno de los monumentos cumbres de la arquitectura religiosa colonial. Leer la fachada es buscar figuras y emblemas esculpidos como frutas, que simbolizaban la fe y la pureza, leones, que tienen que ver con la familia León y Cardona, o el cáliz referido a la Eucaristía (recordemos que allí se celebró la primera de Centroamérica). También si nos fijamos podemos encontrar serpientes de piedra. Esto se debe a que algunos de sus constructores indígenas traídos de México, no dudaron en dejar su impronta en el templo cristiano.
Esta iglesia de gruesos muros que le ayudaron a soportar hasta tres grandes terremotos suele estar cerrada. Pero contamos con la suerte de que alguien me vio desde el museo que hay justo detrás y apareciera una amable señora que nos abrió la puerta. Normalmente está cerrada para evitar cualquier tipo de robo, pero si se solicita en el museo facilitan el acceso de forma gratuita. La gente de Salcajá se enorgullece de que los visiten y tratan al forastero con mucha educación y respeto.
Pero de Salcajá, además de su hermosa iglesia y de sus casas pintorescas que han sobrevivido igualmente a los usuales temblores de esta región, descubrimos uno de sus elixires milagrosos, el caldo de frutas. Y es que allí se elabora una variante de la sangría que lleva ron, azúcar, canela y frutas (manzana, membrillo, cerezas, etc.) que se dejan fermentando durante seis meses. En una de las casas de la plaza nos contaron su historia y nos lo dieron a probar. Me recordó precisamente a la sangría, aunque creo que el caldo de frutas pega bastante más fuerte. Y es que no es lo mismo el ron que el vino, se mire donde se mire.
San Andrés Xecul
Al norte de Salcajá, apenas a cinco kilómetros de distancia, se encuentra San Andrés Xecul. Y aunque no pertenece al Departamento de Quetzaltenango, ya que está encuadrado en los límites de Totonicapán, no deja de ser uno de esos lugares a los que merece la pena hacer una escapada. Sobre todo porque está muy cerca como para dejar pasar una de las iglesias más hermosas y curiosas de toda Guatemala.
Antes comentaba que en gran parte del país los templos religiosos fueron encalados para dejarlos completamente blancos porque era complicado conservarlos y había que estar realizando constantes restauraciones. Era simplemente más cómodo y menos costoso dejarlos así. Pero en San Andrés Xecul quisieron diferenciarse de los demás impidiendo que su iglesia dejase de ser policromada. Y así este templo consagrado a San Andrés, el patrón del pueblo, impresiona a todo el mundo con su fondo amarillo-anaranjado y los muchos ornamentos que recorren la fachada más original que hallamos en todo el viaje.
San Andrés fue escogido precisamente como portada de la penúltima edición de la guía Lonely Planet, aunque esto es algo que conocí a posteriori. Aunque no me extraña porque este templo es tan fotogénico que da para dedicarle una tarde si quisiéramos.
Pero San Andrés Xecul, y no sólo su iglesia, está regada toda ella de un color tan amable como la gente que se acerca a preguntarte de dónde vienes. La plaza es un rincón excepcional para tomar fotos o quedarse charlando hasta tarde con los lugareños. Y si se callejea cuesta arriba hay una pequeña ermita de colores que, sin ser tan espectacular como la de San Andrés, deja unas vistas magníficas del pueblo y sus alrededores.
Y hasta aquí una ruta con algunos de los lugares que ver si estás en Quetzaltenango. Cada uno de las paradas de este camino que pudimos realizar me parecieron sencillamente ilusionantes. Una forma maravillosa de descubrir la Guatemala sin ingredientes artificiales añadidos, la de las sonrisas sinceras y los cuadernos de viaje llenos de notas bien subrayadas.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
+ Canal Facebook
* Todos los artículos de Guatemala juntos en…
7 Respuestas a “De ruta en Quetzaltenango, la Guatemala de sangre caliente”
Sele, magnífico como siempre. Además esta zona de Guatemala no la conozco así que ha pasado a convertirse en destino preferente para algún próximo viaje a Guatemala. No conocía nada de la existencia del mercado de Almolonga, y lo que más me sorprende es que la gente se haya dejado fotografiar. Será porque apenas hay turismo, lo cual me incita a ir con más ganas.
Un abrazo
ME ENCANTO el comentario, de donde es la persona que lo hizo, yho soy de Quezaltenango, conozco los lugares visitados, un trabajo muy bien hechop de alta calidad, felicitaciones a quien lo realizo
Carlos desde Australia.
Hola, muy bueno. Felicidades!!!!, desde Buenos Aires, Argentina..
Hola Sele, te escribimos puesto que este post es la única información que hemos obtenido en blogs sobre la zona de Xela. Como ves pasar un día y medio para esta ruta? Comentas que teníais transporte privado pero sabes si en transporte público es fácil llegar a Zunil, Almolonga y el resto de pueblos??
Un saludo y gracias de antemano
Hola chicos,
La verdad es que hay poca información de Xela, Quetzaltenango o como lo queráis llamar. Había muchos buses desde la propia ciudad. Almolonga estaba bien comunicada. Pero ya para hacerte una ruta más completa en poco tiempo la cosa se dificulta. Tendrías que estar yendo y volviendo todo el tiempo. Y no sé cómo andáis de tiempo.
¿Habéis pensando en la opción de alquilar coche?
Ya me diréis. Lo que necesitéis aquí estoy.
Un abrazo,
Sele
Muchas gracias Sele. Pues miraremos esa opción a ver. Tenemos un día y medio y no nos importaba no hacer todo el recorrido que comentas, pero sí nos gustaría hacer Almolonga, Zunil y las termas. A ver como nos lo organizamos. Gracias de nuevo. Un abrazo!
[…] trata del mercado de Almolonga. En el corazón de un pequeño pueblo de mayoría quiché situado en el Departamento de Quetzaltenango se levanta más temprano que el sol un mercado de hortalizas y frutas donde se venden los productos […]