La mirada del tigre de Bengala en el corazón de la India
Han pasado ya lo menos un par de semanas desde que regresara de vivir en India una de las misiones más extraordinarias, complicadas, frustrantes y, por supuesto, maravillosas desde que comenzara a viajar. El sueño con el que partía desde Madrid se traducía en una sola obsesión: observar la mirada del tigre de Bengala en su estado salvaje, en los profundos bosques indios donde Kipling imaginó a Mowgli, Shere Khan, Balú y compañía para narrar su gran obra por todos conocida «El libro de la selva». La naturaleza extiende su manto en las áreas más tupidas de Madhya Pradesh para perpetuar la leyenda del felino más grande del mundo, ese «fuego que arde en los bosques de la noche» que diría William Blake. Y, aunque parece que poco a poco el gran depredador asiático esté desapareciendo de muchos mapas, todavía hay ciertos lugares como Kanha y Bandhavgarh donde se puede salir a su encuentro. Desde entonces lo tengo muy claro, a muchos nos vale tan sólo una mirada, una aparición fugaz en la que rendir todos los respetos y admiraciones posibles.
La dificultad era máxima pero la determinación también una de mejores cartas posibles con las que salir en busca de un auténtico fantasma de pelaje naranja y rayas negras. Los intentos fueron lo de menos, incluso las horas en que sólo uno podía bajar los brazos y resignarse, pero finalmente el tigre apareció para dedicar a los impresionados asistentes una mirada penetrante y una sonrisa aún más afilada que sus alargados colmillos.
Kanha y Bandhavgarh, la casa del gran tigre de Bengala en India
Actualmente la presencia del tigre de Bengala se reduce a ciertas áreas de India , Nepal, Bangladesh, Bután, Tíbet y el norte de Myanmar (aunque muchos lo dan por extinguido en esta última). Su carácter huidizo lo explica el ansia de los rifles cargados que lo sitiaron durante siglos hasta dejarlo casi como una reliquia, aunque es la pérdida de hábitat lo que le ha hecho más daño. Los tigres son extremadamente territoriales y requieren, por consiguiente, de un «territorio» suficientemente amplio donde hacerse con sus presas, reproducirse y, en definitiva, prolongar la estadía del que para muchos ha sido y será el más temido de los depredadores. India, donde se encuentra en mayor número, es un país con superpoblación, lo que agrava más esta situación, sin contar que los furtivos pagados por mafias chinas (tal como sucede con el rinoceronte en África) se suman a los muchos enemigos que tiene en el planeta este fenómeno de la naturaleza.
Por fortuna acciones duraderas como el Proyecto Tigre en India ha hecho que se estén tratando de revertir todos estos inconvenientes de cara a garantizar su supervivencia. Y son ya unos cuantos parques y reservas naturales donde la población se está recuperando poco a poco, tales como Rathambore, Kanha, Bandhavgarh, Pench o Panna. En los últimos cuatro, todos ellos en el Estado de Madhya Pradesh, es donde existen más probabilidades para avistar tigres en libertad. Sobre todo en Bandhavgarh y Kanha (por este orden) su densidad es bastante notable.
Primera Misión del Comando Piraña
Dos buenos amigos del mismo barrio de Madrid, pero que nos conocimos en Argentina, ante una larga lista de expediciones y aventuras por el mundo en busca de lugares y experiencias ciertamente insólitas, viajamos a India en busca del gran felino. Víctor Alonso y yo salimos del barrio de Aluche con las cámaras bien cargadas (y de todos los tipos), así como con nuestras mochilas, con el objetivo de ver, filmar y fotografiar al tigre de Bengala en su hábitat natural. Y nos decantamos por no movernos de la dupla Kanha-Bandhavgarh hasta que no lo lográramos. Ahora estamos seleccionando material recopilado para poderlo ir mostrando poco a poco y así compartir las vivencias tenidas en uno de los rincones más salvajes del planeta, la India más «africana» que se me ocurre.
El viaje tuvo una duración finalmente una duración de algo más de diez días en los que hubo de todo (incluida una tormenta huracanada que llevaban años sin ver en el Golfo Pérsico que nos retuvo un día más de lo previsto en Dubai). De hecho hubo tanto que incluso tuvimos ganas de llorar (en sentido negativo y positivo) en más de una ocasión.
Durante el viaje a India fuimos contando en la medida de lo posible lo que iba sucediendo a través de las redes sociales. Salvo en el momento cumbre en Kanha – Bandhavgarh donde no tuvimos si siquiera cobertura móvil durante varias jornadas. Aunque hoy día no hay nada más placentero que desconectar un poco de las redes para conectar con la realidad de la naturaleza. Y finalmente lo terminamos agradeciendo.
¿Logramos ver el tigre de Bengala en India?
La respuesta es sí. Lo logramos. Pero nos costó muchísimo, bastante más de lo que imaginábamos, traer imágenes y momentos en los que el gran tigre de Bengala fuera el protagonista. Anduvimos por su casa (o más bien circulamos en jeep por su casa) tantas horas que ni me acuerdo. De todas ellas, en las que nos faltó ir preguntando a los ciervos y los búfalos si habían visto a «su amigo de toda la vida» por allí, rescatamos apenas siete u ocho minutos sumando los GRANDES MOMENTOS con el tigre. Lo vimos, vaya si lo vimos, tanto en Kanha como en Bandhavgarh. Y en distintos contextos.
Estos parques de Madhya Pradesh son hermosos. Aunque recuerdan más a un bosque que a la selva de la película de Disney tienen algo que los convierte en formidables nada más llegar a ellos. Las diversas escenas de fauna, sobre todo con herbívoros y aves, se desarrollaban en sintonía con los bosques, las lagunas y un sol que dejaba unos amaneceres envidiables cada día. Pero el mero hecho de que estuviéramos en el hogar del tigre nos hacía vibrar con pasión e inquietud, manteniendo una sensación constante de que algo podía acontecer en cualquier momento. Pero sin duda el tigre era (y es) mucho más listo que nosotros. La probabilidad de avistar uno por un camino o una zona despejada es harto complicada a sabiendas de que un porcentaje elevado de su territorio es boscoso y que no le gusta dejarse ver con facilidad.
En cada safari y cada rastreo aprendimos muchas cosas. La primera, a tener paciencia y no rendirse. La segunda, a buscar pistas útiles que nos ayudaran a encontrarlo, muchas de las cuales nos las ofrecía la propia naturaleza. Los ciervos moteados, antílopes e incluso monos, varían su comportamiento y se avisan los unos a los otros si creen que el tigre anda cerca. Así que muchas de las veces deteníamos el vehículo y en silencio analizábamos cualquier mínimo ruido que escucháramos, casi siempre pistas falsas. En otras ocasiones el sonido de alerta nos aproximó verdaderamente al área donde se escondía el tigre y, juntando huellas en el sendero y altas dosis de suerte, pudimos tenerlo a escasos metros no pocas veces. Pero verlo sólo en dos días diferentes. ¡Aunque qué momentos nos regaló!
El primer premio llegó en Bandhavgarh
Tras un infructuoso intento durante una larga mañana, la puerta nº3 de Bandhavgarh nos puso delante al felino. El sonido de alerta de un antílope hacía eco en nuestros oídos. De repente salimos a buscar a toda velocidad dónde estaba el herbívoro porque no parecía una pista falsa sino una llamada de pánico. En estos casos lo importante es ser rápidos, estar muy atentos y, por supuesto, tener suerte de llegar al momento justo. El conductor detuvo el vehículo y nos advirtió de que el que había emitido el sonido era un nilgó, un enorme antílope al que se conoce también como «toro azul». En India es sólo un «blue». Éste se alejó rápidamente pero a nuestra izquierda una mancha naranja se dejaba entrever entre los arbustos.
Se trataba de una hembra de tigre separada de sus cuatro crías de ocho meses. Probablemente hubiera salido a cazar para ellas y no había logrado su propósito. Ese «blue» era su plato preferido por su enorme tamaño, comparable por lo menos a comerse dos ciervos. Entonces durante unos segundos que parecieron horas se mantuvo quieta en aquellos matojos pensando qué hacer. El guía que iba con nosotros en el 4×4 estaba convencido de que iba a cruzar por el camino y se iba a dejar ver, puesto que probablemente fuera a reunirse con sus cachorros. Y así fue. De repente, como una llamarada naranja en mitad del bosque, la tigresa de Bengala caminó lentamente delante de nuestro coche, como si no tuviera ninguna prisa, dedicándonos un bufido a mitad de su nada sigiloso recorrido sacando a la luz unos colmillos que parecían cuchillos.
Sólo por ese instante había valido la pena todo el viaje, los años de ensoñaciones, especulaciones, la preparación previa y hasta ese avión terrorífico entre Delhi y Jabalpur en que los asientos iban sostenidos con celofán. Fueron apenas unos segundos, casi nada. Pero suficiente para haber tenido tiempo de mirar a un tigre a los ojos y no olvidarlo mientras vivamos.
Horas más tarde volveríamos a encontrarnos con la tigresa en otro rincón de Bandhavgarh. Al final de la tarde en una enorme charca se fue a beber agua con sus crías, cuatro descendientes de gran tamaño a los que les quedaban pocos meses para ser adultos, y que son una esperanza para una de las razas animales que tienen más complicada su supervivencia. Allí estaban ajenos a todo, incluso a nosotros, refrescándose en una tarde calurosa del mes de marzo.
Cinco tigres nada menos… Hasta que se marcharon de allí y nos dejaron solos, perdidos en nuestros pensamientos, dando gracias a quien correspondiera semejante momento.
Kanha, sorpresa en el tiempo de descuento
Ver el tigre en India un día provocó en nosotros algo extraño. En vez de relajarnos por haber cumplido la misión para la que habíamos venido, sucedió todo lo contrario. Como auténticos drogadictos, necesitábamos otra dosis con los que saciar las ganas de volver a encontrarnos con el gran tigre de Bengala. Es lo que suele suceder en los safaris, que nunca es suficiente, que quieres volver a revivir un instante magnífico y, a ser posible, superarlo. Si habíamos visto y fotografiado a la tigresa de Bandhavgarh estaba claro que nuestro nuevo objetivo era toparnos de bruces con el tigre de Bengala, el macho, el felino de mayor tamaño que existe en la Tierra. Pero a diferencia de las hembras, que se mantienen más estables en un territorio para tener sus cachorros y criarlos, los machos se mueven durante kilómetros en pocos días para cazar, advertir a sus enemigos (otros tigres) y así reafirmar su liderazgo. Y si es posible, elegir una nueva hembra con la que tener nueva descendencia. Son solitarios y aún mucho más escurridizos.
Cuando pasamos a Kanha supimos que las posibilidades menguaban respecto a Bandhavgarh. Kanha es varias veces más grande que éste, también con mejores paisajes, todo hay que decirlo. Multiplicamos el número de intentos en safari, contratando un vehículo con conductor mañana y tarde, así como tratando de hacer distintas áreas del parque (todos esos trámites con los permisos y reservas necesarias en esta parte de la India se los tengo que agradecer a Ignacio de turistaloserástú.es por facilitarnos por completo la parte más farragosa del viaje).
En belleza Kanha nos parecía un lugar superlativo. Cada mañana cuando entrábamos por Mukki Zone (la más recomendable junto a Kanha Zone y menos trillada que cuando se entra por Khatia Gate) disfrutábamos sin hablar mientras penetrábamos en el bosque. Lo de no hablar no sólo es por dejarnos llevar por nuestros propios pensamientos o la concentración para rastrear con los cinco sentidos puestos en el tigre, sino también porque a primera hora del día hacía un frío gélido. Y los vehículos eran abiertos. Afortunadamente podíamos taparnos con unas mantas de abuela o, más bien, envolvernos en ellas para no congelarnos.
Pero todo lo que tenía Kanha en hermosura y fotografías nos lo devolvía en frustraciones una y otra vez. No sé a ciencia cierta cuántas horas nos pasamos buscando nuestro objetivo o diseñando mentalmente un nuevo encuentro con el mismísimo Shere Khan, pero fueron muchas. Llegamos a desesperarnos en cada intento fallido. Y a envolvernos un cierto halo de desesperación en no pocos momentos en que lo tuvimos a escasos metros tras unos juncos o cuando se nos escapaba dejando unas huellas mastodónticas en la arena.
Sería en los últimos minutos del último safari cuando pasamos de 0 a 100 en tan sólo un segundo. Tras numerosos rastreos infructuosos y llevar con nosotros a un «Mowgli» que se las sabía todas para encontrar a Shere Khan, reparamos en unos trazos en el suelo. De repente el conductor aumentó la velocidad tanto que tuvimos que agarrarnos bien para no salir volando cuando tocaba pasar por encima de un bache. Se respiraba la tensión, algo estaba sucediendo. Cuando llegamos a un puente vimos pasar otro jeep y con mirar la cara de sus ocupantes nos dimos cuenta de que lo habían visto, habían visto al tigre de Bengala. No hizo falta que nos lo confirmaran pero el siguiente jeep lo hizo dando pelos y señales. Acababa de pasar un tigre macho que se había metido por el cauce de un río seco. Y fue entonces, al ser conscientes de que no quedaban más oportunidades para contemplar por última vez al depredador con pelaje de fuego, cuando nos vinimos abajo. Lo hicimos, nos rendimos. Reconozco que estaban a punto de escapársenos las lágrimas cuando un grito nos advirtió de que algo había cruzado a unos 200 metros. Nuestro «Mowgli» para ese día tenía una vista de lince y sus sospechas se tradujeron en esperanza.
Nos faltó volar para recorrer el camino y avanzar esos 200 metros. Entonces torcimos a mano izquierda e hicimos un derrape de 360º al más puro estilo Rally porque algo caminaba por los juncos. Y esta vez no era ni un ciervo, ni un búfalo indio, ni un sambar, ni un ciervo salvaje. Lo que venía hacia nosotros era un tigre de Bengala macho. Parecía tener prisa a la vista del «trote» con el que se dispuso a cruzar por delante de nuestro vehículo. Su pelaje naranja estaba sucio, como si poco antes se hubiera revolcado en el barro. El tamaño, por supuesto, que era imponente, bastante superior al de la hembra de Bandhavgarh con la que nos habíamos topado días antes. Iba «a piñón fijo» para perderse de nuevo en el bosque pero sucedió lo que nadie esperaba…
«¡Viene otro tigre!» gritó nuestro guía mientras señalaba con el dedo el mismo sendero entre juncos por el que acababa de pasar el felino que acabábamos de ver. «¡No puede ser! ¿Es una hembra?» pregunté mientras la mancha naranja avanzaba también al trote. Y la respuesta nos dejó a todos helados. «¡Es un macho! ¡Es Kingfisher, el tigre más grande de Kanha!» En segundos que pasaron a cámara lenta se dejó ver a un tigre de un tamaño descomunal, con unas patas tan gruesas que parecían troncos y una cabeza de dimensiones imposibles. Era inmenso y su gesto agresivo se dirigía hacia su objetivo.
Si algo aprendí aquellos días en India es que si ver un macho es bastante complicado, las probabilidades de hacerlos con dos son irrisorias. Y si se hacía, era porque había un conflicto territorial. Al parecer el primer tigre había osado a cruzar por las tierras del temible Kingfisher, lo que no le había sentado nada bien a éste. Lo que estábamos presenciando era una persecución de debía llevar varios minutos en marcha y en la que podía suceder cualquier cosa. Si el primer tigre no lograba esquivar a su cabreado enemigo le esperaba una pelea de la que podía salir muy malherido, e incluso caer muerto por una lucha desigual.
Cuando les perdimos de vista regresamos al camino original, el del principio, donde probablemente cruzaran ambos. Y no nos falló la intuición porque llegamos a tenerlos en fila. Uno detrás del otro, a un trote más lento que apenas un minuto antes, como si la prisa por pelearse hubiera desaparecido y se estuviese gestando a fuego lento. Teníamos seguro de que eso no lo veríamos, ni nosotros ni los otros vehículos que llegaron a la zona. Podían pasar horas, una vez entrada la noche, para que se diese una auténtica batalla de tigres en mitad de los tupidos bosques en que Kipling contextualizara «El libro de la selva».
Volvimos a perderlos de vista de nuevo. Y detenidos en el puente mientras comentábamos la jugada volvió a aparecer una vez más (la última) el gran Kingfisher. Esta vez lo vimos caminar no de lateral sino de frente, con su cabeza apuntando nuestras cámaras (más que nuestras cámaras apuntando su cabeza) y retornando a una zona de árboles suficientemente densa como para no dejar de ser una mancha naranja moviéndose hasta esfumarse por completo.
Y entonces, cuando estaba próxima la noche y nos habíamos pasado sobradamente del horario permitido en Kanha, dimos media vuelta hacia nuestro hospedaje, Chitvan Jungle Lodge situado en la aldea de Samnapur, muy próximo a la entrada principal de la Mukki Zone. La adrenalina de los últimos minutos había sido demasiado. Se notaba en nuestras caras que habían pasado de la desesperación a la alegría sin apenas darnos cuenta. Nos había costado mucho dar con nuestro propósito, horas y más horas, múltiples intentos fallidos. Después de varios días levantándonos a las cinco y con agujetas en el trasero de tantos baches superados, los dos amigos, los Comando Piraña, habíamos conseguido ver, y de qué manera, la mirada del tigre.
Hay momentos en la vida que no se olvidan. Y os aseguro que los tigres de Bandhavgarh y Kanha no se me van a ir nunca de la cabeza. Simplemente porque no dejaré de verlos cada día…
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Esta historia forma parte de otros 10 momentazos de nuestro último viaje a India. Si quieres leer más sobre la India del Libro de la Selva pincha en el banner. Accederás a todos los artículos de nuestro viaje a India para buscar el tigre de Bengala.
18 Respuestas a “La mirada del tigre de Bengala en el corazón de la India”
Me gustado mucho esta entrada y era muy en informativa. Pero que Camera usas, porque en mi blog solo ago las fotos con el movil y me gustaria comprar me una como la tuya.
Hola Alex,
Están hechas con Panasonic Lumix FZ40 (ya me toca cambiarla). Pero tengo que reconocer que cada vez más uso las fotos que hace el iPhone 6 Plus 😉 Pero es que para sacar animales es necesario tener un buen zoom.
Me alegra que te haya gustado esta entrada.
Saludos!
Sele
Excelente relato de una experiencia que jamás olvidaremos. Es difícil de expresar con palabras las emociones que sentimos, pero tu llegas a plasmar con las letras esos instantes. Una suerte compartir contigo ese espíritu de búsqueda, de Stay Hungry que nos guió. Espero que volvamos a vivir nuevas aventuras viajero y amigo. Un abrazo y respetos a ese maravilloso felino, nuestro querido Tigre!
Que pasada! Ha tenido que ser alucinante vivirlo, para mi ha sido increible leerlo. Lo has plasmado a la perfección.
Hace poco estuvimos de ruta por corcovado en Costa Rica y vimos al puma, para mi una experiencia unica hasta el momento,. Ver un tigre tiene que ser como un sueño.
Gracias por compartir esta experiencia y muchas otras.
Un saludo
Hola Marian, muchas gracias por dejar un comentario sobre esta gran experiencia. Lo he intentado plasmar lo mejor que he podido.
¿Viste un puma en Costa Rica? Eso es DIFICILÍSIMO!!! ¿Tienes alguna foto? Menudo tesoro, sólo le supera el jaguar en dificultad. Tengo un amigo que también lo vio en Corcovado, pero vivía en Costa Rica desde hace años e hizo muchos intentos. También vio un tapir una vez.
Un saludo Marian!
Sele
Un lujo leer tus relatos !!! Enhorabuena Sele. Esta me la apunto por si algún día puedo vivir algo parecido. Salu2.
Increible relato!!! Vaya experiencias tuvisteis que vivir…
el más grande no era el siberiano,Sele?
Excelente, Sele. No sabía que habías estado en India. Yo precisamente estuve el pasado año en Kanha y Bandhavgarh buscando tigres y, aunque estuve más días que tú haciendo safaris de mañana y tarde, no tuve tanta suerte y creo recordar haber visto sólo 4 tigres. Fue una experiencia inolvidable y un lugar al qu evolvería con lso ojos cerrados, especialmente a Kanha, con esos hermosos paisajes.
Enhorabuena por el relato, que es sencillamante magnífico.
Un fuerte abrazo.
Hola Antonio,
Pues estuve hace un par de semanas o tres. Hace muy poquito.
Vimos 7 juntando las crías de la hembra de Bandhavgarh. Pero qué complicado. Es muy difícil y luego son secuencias tan cortas que tienes que aprovechar al máximo los instantes.
Yo también me quedé enamorado de los paisajes de Kanha, y de los pueblitos de alrededor de color azul.
Gracias por tu comentario!!!
Sele
Una maravillosa experiencia, los sentimientos y las emociones tuvieron que ser muy fuertes en ese momento.
Felicidades por la aventura.
Saludos,
Hola Libreta viajera!!
He tratado de narrar lo mejor posible aquellos momentos y sensaciones. Pero no son ni la milésima parte de lo que vivimos de verdad. Fue muy fuerte!
Gracias por tu comentario,
Sele
Menuda aventura, y apasionante el relato. Espero que no os decaiga el Stay Hungry.
Saludos!!
Raúl, estar hambrientos no es una opción sino una obligación. Volveremos, seguro!
Interesante
[…] tuvimos la ocasión de buscar la mirada del tigre de Bengala en el corazón de la India. Nos centramos en los parques de Kanha y Bandhavgarh, al sur del Estado de Madhya Pradesh, puesto […]
[…] años, tuve la suerte de volver recientemente. El objetivo de este regreso al país asiático fue buscar la mirada del tigre de Bengala en su estado salvaje, algo que se cumplió en los parques naturales de Kanha y Bandhavgarh, dentro del Estado de Madhya […]
[…] detrás de este blog es José Miguel Redondo (@elrincondesele). Me he enamorado el artículo, “La mirada del tigre de Bengala en el corazón de la India”; porque es un artículo que te ayuda a sentir y entender lo imponente que es un tigre y la […]