Lugares no tan conocidos que ver en Egipto - El rincón de Sele

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Lugares increíbles (y no tan conocidos) que ver en Egipto – Tesoros fuera de los circuitos clásicos

Cerca del 90% de las personas que viajan a Egipto suelen ir con circuito contratado que les lleva durante alrededor de una semana por una ruta de clásicos que se repite una y otra vez. Un itinerario muy manido, el cual, sin lugar a dudas, resulta bastante acertado, pues tiene mucho de lo mejor o más imprescindible que visitar en Egipto, al menos la primera vez. Las pirámides de Giza, Luxor con sus templos y el majestuoso Valle de los Reyes, el típico crucero por el Nilo hasta Asuán y la excursión a Abu Simbel. ¡Casi nada! Pero los auténticos aficionados al Antiguo Egipto siempre se quedan (nos quedamos) con ganas de más. Y es, entonces, cuando surge la posibilidad de regresar al país de los faraones y darle una vuelta al recorrido incluyendo otros rincones no tan conocidos y los cuales reciben escasas visitas. Son lugares históricos, incluso de gran importancia, pero que no caben obviamente en un circuito clásico de pocos días. Para esos inconformistas que desean contemplar tesoros egipcios más allá de lo típico va precisamente este escrito.

Tumba de Akhenaton (Ruta de viaje alternativa en el Egipto menos conocido)

¿Qué otras maravillas se pueden visitar en Egipto saliéndonos de los circuitos tradicionales? ¿Se pueden ver grandes monumentos egipcios con muy pocos turistas o incluso a solas? He aquí una serie de lugares no tan conocidos del Egipto faraónico que se pueden visitar en una ruta alternativa o de regreso al país del Nilo y que nos dejarán completamente con la boca abierta.

TESOROS QUE VER EN EGIPTO (FUERA DE LOS CIRCUITOS TÍPICOS) – RUTA ALTERNATIVA

Casi se puede recitar de memoria una ruta tradicional por el Egipto faraónico, el clásico circuito de una semana que empieza en Lúxor, continúa en el crucero por el Nilo desembarcando para ver los templos de Edfú y Kom Ombo, bajarse en Asuán (con fiesta de disfraces incluida), hacer la excursión de medio día a Abu Simbel y volar de regreso a El Cairo para ver algo de la ciudad y, sobre todo, las fabulosas Pirámides de Giza. Una idea multiplicada hasta la saciedad por numerosísimas agencias turísticas que ofrecen el mismo viaje. Una fórmula que funciona, sin lugar a dudas, tanto por permitir un precio más que competitivo así como por la fastuosidad de los lugares que se incluyen en el itinerario. Realmente no falla ninguno. Aunque en los últimos años, sobre todo desde el final de la pandemia, el número de visitantes al país norteafricano se ha multiplicado, llegando a situar a demasiadas personas a la vez en los mismos monumentos, lo que, no nos engañemos, enturbia un tanto la experiencia a acometer.

Visitando las tumbas de Beni Hassan, uno de los lugares desconocidos de Egipto

Razón por la que tiempo después del viaje clásico, muchos nos planteamos un regreso a Egipto para poder, por un lado, degustar de otro modo más sosegado algunas de esas maravillas ya vistas y, por el otro, visitar otros lugares no menos importantes que por puras razones operativas, no se visitan en los circuitos tradicionales. Algo que se puede hacer con muy poca gente alrededor, incluso a veces a solas, y que aporta un conocimiento más amplio de los tesoros que se conservan de la fascinante civilización egipcia.

Sele en Gebel el Silsila (Egipto alternativo)

Tras múltiples viajes a Egipto, incluso algunos de ellos como autor en colaboración con agencia, me gustaría destacar algunos de los muchos tesoros que merecen la pena ser tenidos en cuenta de cara a un viaje por libre o un incluso dentro de un viaje organizado y algo más personalizado que se salga de las rutas habituales.

Pirámide de Meidum (y mastaba nº17)

Antes incluso de la construcción de las famosas pirámides de Giza (Keops, Kefrén y Micerinos) se habían levantado otras construcciones similares. La pirámide escalonada de Saqqara, la romboidal o la roja en Dahsur y, muy cerca del oasis de El Fayum, la pirámide de Meidum. Esta última, a poco más de dos horas al sur de la ciudad de El Cairo, se halla completamente fuera de las rutas turísticas más típicas, por lo que las probabilidades de visitarla sin público alrededor son elevadas. Atribuida a Snefru (al igual que las de Dahsur), padre del faraón Keops, viene despojada de la clásica silueta piramidal, pues una parte importante de su recubrimiento se vino abajo con el tiempo (hablamos de más de cuatro mil años de historia), destacando una forma atípica casi de baluarte o castillo entre las arenas del desierto y una llanura de verdes palmerales.

Pirámide de Meidum (Egipto)

En las ocasiones que he tenido la fortuna de visitar la pirámide de Meidum, siempre ha sido con mi grupo de viajes de autor y nadie más, si no tenemos en cuenta el amplio dispositivo de seguridad que protege el monumento y a los visitas (escasos) que llegan hasta ella. Al igual que con otras pirámides más célebres, se puede acceder a su interior después de descender encorvado por una profunda rampa que lleva a una cámara donde jamás se hallaron tumba ni restos del enterramiento para el que supuestamente fue concebida. Aunque el premio se obtiene al bordearla por completo, atisbar el imperio de aves que han convertido sus recovecos en improvisado palomar, así como visitar un pequeño templo funerario adherido a sus muros.

Pirámide de Meidum en Egipto

El colofón tiene lugar en la mastaba nº17, el lugar de enterramiento de un hijo del faraón Snefru. Se puede entrar hasta la mismísima cámara funeraria, pero no por un cauce normal sino por el túnel excavado por los ladrones siglos atrás, lo que conlleva arrastrarse, utilizar una inestable escalera de mano y creerse, por una vez en la vida, protagonizar una película de Indiana Jones. No sé qué tiene la mastaba 17, pero quien logra su propósito, sin más testigos que los murciélagos inmóviles del techo, no puede evitar en caer en una profunda emoción imposible de explicar con palabras.

Mastaba 17 de Meidum (Egipto)

Las tumbas de Beni Hassan (las pinturas de los luchadores)

A escasos 20 kilómetros al sur de la localidad de Menia (casi a mitad de camino entre El Cairo y Luxor, ruta que nadie o casi nadie hace por carretera), debemos fijarnos en las montañas de piedra caliza en el costado oriental del río Nilo, pues allí se esconden casi cuarenta tumbas (no llegan a diez las mejor conservadas) de personalidades importantes durante el Imperio Medio (aprox 2050-1750 antes de Cristo). Se trata de una serie de hipogeos de escasa profundidad que aprovechan el abrigo rocoso para ubicar los enterramientos y, a su vez, decorar las paredes con riquísimos relieves. Aunque, a diferencia de los que se pueden observan en el Valle de los Reyes, dedicado casi por completo a albergar las sepulturas y tesoros de los faraones del Imperio Nuevo (aprox 1550-1070 antes de Cristo) con las instrucciones para encontrarse con Osiris y llegar a «la otra vida», en las tumbas de Beni Hassan se pueden vislumbrar escenas típicas que han servido a los historiadores para conocer mucho de ese Egipto que labraba la tierra y salía a pescar, que cazaba alimañas y que acudía en familia a rituales funerarios.

Sele en una de las tumbas de Beni Hassan (Egipto)

En el caso de Beni Hassan, quizás lo más destacado que ofrecen los relieves de sus hipogeos tiene que ver con escenas de lucha (en la que se basaría la lucha grecorromana siglos más tarde) representadas de tal manera que se perciben de manera nítida los movimientos y llaves precisas para batir a un rival con el cuerpo (nada de armas). Da la sensación además, de que si todas y cada una de las imágenes de dos luchadores las pusiéramos ordenadas así como superpuestas en las hojas de un libro y las pasáramos velozmente, sería como ver una película de dibujos animados.

Escenas de lucha en una de las tumbas de Beni Hassan (Egipto)

También se han descrito algunas escenas que recuerdan a los movimientos del yoga, aunque la mayor parte corresponden con escenas en vida de quien fue enterrado en los subterráneos de cada hipogeo. Por ello, las tumbas no faraónicas aportan tanta información valiosa con la cual es posible admirar el Egipto más mundano.

Relieves en las tumbas de Beni Hassan (Egipto)

Tuna el-Gebel y los ibis momificados

También al sur de Menia, casi a la altura de Beni Hassan aunque más allá de la orilla occidental del Nilo, nos encontramos con los dominios del Dios Thot (Deidad de la escritura y el conocimiento representado con la cabeza de un ibis) en la antigua Hermópolis Magna. Otro lugar escasamente visitado que, entre muchas cosas, destaca por un laberinto o red de catacumbas subterráneas donde permanecen las ofrendas de numerosos pájaros ibis completamente embalsamados. Las momias de estas aves se guardaban en pequeñas hornacinas excavadas en las paredes de esta oscura y siniestra construcción de carácter sagrado. Pero además de ibis momificados hay otras especies que corrieron la misma suerte como, por ejemplo, babuinos, ya que en ocasiones también se representaba a Thot como uno de ellos.

Guarda de Tuna el Gebel con un ibis momificado en la mano

Además de las catacumbas merece la pena detenerse en la tumba de Petosiris, la cual sigue el modelo de los templos del periodo grecorromano en Egipto (exteriormente es extremadamente similar al templo de Debod que se encuentra en Madrid). Éste fue un sumo sacerdote del Dios Thot en Hermópolis durante el siglo IV antes de Cristo. Su última morada no está exenta de detalle, pues cuenta con ricos relieves policromados del estilo propio de esta época. A pocos pasos, tras subir unas escaleras, se guarda la momia de Isadora, una joven que fue arrastrada por las aguas del Nilo después de querer escaparse con su amor.

Fachada principal de la tumba de Petosiris en Tuna el Gebel en Egipto

Amarna, la capital que fundó el faraón Akhenaton

Tras haber estudiado y perpetrado horas y horas sobre el Antiguo Egipto, siempre me ha parecido inconcebible que uno de los periodos más importantes de la historia de esta civilización, no forme parte de todos y cada uno de los viajes que se llevan a cabo en este país. Pero es cierto que Tell-el Amarna, la antigua Ajetatón mandada erigir como nueva capital por el faraón Akhenaton, permitiendo languidecer a Tebas en su propia decadencia, se ubica tan lejos de El Cairo y de la propia Luxor, que resulta realmente imposible encajarla como etapa dentro del circuito clásico de una semana. Quien viene a Amarna lo hace muy a propósito, sabiendo que le esperan horas y más horas de carreteras repletas de controles, por lo que se entiende su visita en una ruta terrestre El Cairo-Luxor, donde haya días suficientes para detenerse en muchas de las maravillas que hay en el camino, algunas de ellas ya mencionadas en el presente artículo.

Restos del Palacio Real en Amarna (Egipto)

En Amarna, una ciudad nacida de cero por el deseo imperativo del enigmático Akhenaton, sobreviven los restos de dos palacios, el del faraón y el de la bella Nefertiti, cuyo busto exhibido en el Museo egipcio de Berlín, fue descubierto bajo las ruinas del taller del artesano Tuthmose. Aunque uno de los puntos fuertes de la visita a Amarna se encuentra en la que fuera supuesta cámara funeraria del gran faraón Akhenaton, la cual, a pesar de haber sufrido inundaciones por estar situada en un cañón por el que bajan ocasionalmente aguas torrenciales, permite que se sienta la emoción de hallarse en un lugar de semejante relumbrón. Para bien conservadas las tumbas de las necrópolis norte y del sur, preparadas para albergar las momias (y el ka) de personajes ilustres durante el corto periodo amarniense donde no sólo cambió el culto a los dioses para priorizar a Atón (el disco solar) sino también el arte, pues no tiene nada que ver con los periodos anteriores y posteriores. Como si lo que sucedió en diecisitete años ahí se quedara. Cosas de la damnatio memoriae, con la que se trató de hacer olvidar el reinado de un faraón considerado hereje por sus sucesores.

Interior de la tumba de Akhenaton en Amarna (Egipto)

Otra cosa que dejó Akhenaton en Amarna fueron las estelas en sus puntos fronterizos donde recordar la adoración predominante al disco solar así como el juramento del faraón de no abandonar este pequeño territorio dentro de Egipto mientras viviera.

Sele en una tumba en Amarna (Egipto)

Tumbas de los nobles en El Kab

El Kab (durante el Imperio Nuevo conocida como Nejeb mientras que en la época romana era Eileithyaspolis) es conocida por ser el lugar donde se halló la famosa paleta de Narmer, expuesta en el Museo de El Cairo, donde se muestra por primera vez la unificación del Alto y Bajo Egipto. Apenas quedan ruinas de sus murallas y algunos templos. Y, de hecho, pasa desapercibida por los cruceros ya que no posee muelle con cierta entidad para que puedan atracar las grandes embarcaciones. Es por ello que quien desea llegar a este lugar tiene que ir bien en dahabeya, en faluca o después de hacer algunas horas en coche desde Luxor hacia el sur (en la orilla oriental del Nilo).

Probablemente lo más interesante de El Kab está en las tumbas de los nombres, todos ellos del Imperio Nuevo, profusamente decoradas y donde, al igual que sucede en los hipogeos de Beni Hassan, se muestra en los relieves la vida cotidiana del Egipto de la época. Cómo producían vino, los perfumes y vestimentas que utilizaban, así como un montón de peculiaridades que nos ayudan a entender ese Egipto corriente que iba más allá de la gloria del faraón o la reina de turno. Tumbas de personajes como Ahmose Pennejbet, Paheri, nieto de Ahmose o Ahmose, el hijo de Ebana, se pueden visitar sin más compañía que la del guarda abriendo la puerta que hace lo que puede para no bostezar en público.

Relieve de una de las tumbas de El Kab relacionado con la producción de vino

Gebel el-Silsila, la cantera de arenisca del Antiguo Egipto

Gebel-el Silsila, quiere decir en árabe algo así como «cadena rocosa». Se trata de una zona de acantilados la cual durante milenios fue utilizada por los egipcios como cantera de arenisca de la cual extraer material para levantar templos, palacios así como realizar las esculturas de dioses, faraones y reinas. Se ubica a unos 20 kilómetros al norte de Kom Ombo (60 km con respecto a Asuán) y propone al visitante caminar a solas en el escenario donde se cortaban con gran minuciosidad inmensos bloques de piedra a orillas del Nilo así como también descubrir un sinfín de tumbas y templos cuya misión era trascender en el tiempo.

Detalle de Gebel el Silsila (Egipto)

Otro de esos sitios que no están preparados para el amarre de grandes barcos de crucero y sólo apto para dahabeyas, falucas y otro tipo de embarcaciones pequeñas. Por lo que, lo normal, es no encontrarse a nadie y poder deambular donde también lo hacen lobos egipcios y chacales. Te recomiendo leer más sobre Gebel el-Silsila en el reportaje publicado en este blog el pasado mes de noviembre.

Sele en una tumba abierta de Gebel el Silsila (Egipto)

Meseta de Gilf el Kebir (Cuevas de los nadadores y de las bestias)

Si observamos un mapa de Egipto nos encontramos con una fina línea reverdecida en mitad de un inmenso desierto. Ahora bien, si dirigimos la mirada a la esquina inferior occidental, muy próximos a las fronteras con Libia y Sudán, llegaríamos a las profundidades del Desierto Líbico y, en concreto, a una meseta rocosa conocida como Gilf-el Kebir, plasmada por primera vez en los mapas en los años veinte tras la exploración liderada por el Príncipe Kamal el Din y que más tarde repetiría un húngaro llamado Lászlo Almasy, personaje ilustrado por Ralph Fiennes en la cinta oscarizada «El paciente inglés». En dicha meseta, rodeada de arenales donde aún reposan varados vehículos de la II Guerra Mundial, se hallaron cuevas donde hace más de siete mil años se pintaron figuras rupestres con personas nadando en un Sáhara entonces fértil que podría recordarnos a las actuales Kenia y Tanzania. La cueva de los nadadores en Wadi Sura o, algo más lejana, la cueva de las bestias, muestran con nitidez la visión de la civilización prehistórica que precedió a aquellos que marcharon al valle del Nilo tras un periodo de sequía extrema (un episodio evidente de cambio climático hace miles de años) que secó el territorio para convertirlo en un desierto.

Meseta de Gilf el Kebir (Egipto)

Es un lugar fascinante, sin carreteras ni nada que se le parezca. Pero tiene algo menos positivo. Este área tiende a permanecer cerrada por temas de seguridad y complejidad de fronteras, pero ocasionalmente, surgen expediciones. Una de ellas fue la Expedición Kamal en el año 2014, en la cual tuve el honor de ser uno de los partícipes. Y moverme (custodiado por militares) durante dos semanas por una zona realmente alucinante que no suele formar parte de las rutas tradicionales por Egipto. Y me temo que así seguirá siendo durante muchos años.

Cueva de las bestias en el desierto Líbico u Occidental (Egipto)

Mezquita de Ibn Tulum, la mezquita más antigua de El Cairo

Normalmente en un circuito clásico a Egipto, el periodo de estancia de El Cairo es extremadamente breve. Además de las pirámides de Giza y otros monumentos de la época faraónica, se suelen visitar sitios muy específicos de la capital como el Bazar Jan el Jalili, el viejo museo de Plaza Tahrir y, como representante de las más de mil mezquitas que tiene la ciudad, se tiende a escoger el templo religioso erigido en tiempos de Muhammad Alí (s. XIX), la famosa mezquita de alabastro cuya silueta se aprecia a muchos kilómetros a la redonda (si la polución o las partículas de arena del desierto lo permiten). Pues bien, queda relegada en el olvido para más del 90% de los visitantes que llegan a Egipto la que se considera la mezquita más antigua del país. Hablamos de la mezquita de Ibn Tulun, del siglo IX, con una minarete maravilloso de escalera exterior helicoidal y considerada una de las joyas del arte abásida.

Mezquita de Ibn Tulun en El Cairo (Egipto)

Es una auténtico espectáculo arquitectónico. Uno de los tesoros califales de una ciudad que da para mucho más que uno o dos días. Junto al templo, además, se puede visitar una mansión de del siglo XVII (Casa museo Gayer-Anderson) que parece sacada de un cuento de las mil y una noches. Y que, por supuesto, tampoco suele entrar en la mayoría de itinerarios que se preparan en Egipto. Un sitio para tomar nota de la buena.

Casa museo Gayer-Anderson en El Cairo (Egipto)

¿Y en Luxor? ¿Hay muchos sitios que se escapen de los circuitos tradicionales?

En Luxor, incluso siendo junto a El Cairo, lo más visitado de Egipto, probablemente sea donde haya más tesoros que se les escapen a un elevado porcentaje de visitantes. Y, aunque hablé de muchos de ellos en la guía con los mejores lugares que ver en Luxor, no está de más dejar aquí pinceladas de algunos de ellos:

  • La tumba de Nefertari: En el valle de las reinas, la conocida como QV66 que sirvió para albergar el cuerpo de la reina Nefertari, la preferida de Ramsés II, es probablemente el hipogeo mejor conservado de todo Egipto. La policromía de sus relieves parece de ayer mismo, pero tiene… ¡Más de tres mil años! El precio de la entrada es de 1400 libras, por lo que se trata del precio más elevado de cuantos tengamos que pagar para visitar una tumba. Pero lo vale. Vaya si lo vale.

Detalle de la tumba de Nefertari en Luxor (Egipto)

  • Tumba de Ay en el Valle oeste o de los monos: Al oeste del Valle de los Reyes se halló la tumba del que fuera sucesor del faraón Tutankhamon y una de las personas más interesadas en que el reinado de este joven monarca no prosperara. Su nombre era Ay. Casualmente su tumba es similar a la del propio Tutankhamon pero mucho más grande. Lo que es evidente que fue elaborada por los mismos artesanos y existen hipótesis de que realmente tenía que haber sido para su antecesor y no para él, pero que una vez muerto éste, se la apropió.
  • Las tumbas de los nobles: Además de Valle de los reyes y de las reinas, también había sitio en Luxor para dar sepultura a los altos dignatarios durante el Imperio Nuevo. Hay más de cuatrocientas en seis necrópolis diferenciadas, si bien se piensa que puede haber más. Las tumbas de El-Assasif, la tumba de de Kheruef (TT 192) o la de Rekhmire (TT 100) son algunas de las que mayor interés despierten. Realmente son un motivo para volver una y otra vez a la antigua Tebas.
  • La casa de Howard Carter: A pocos minutos de la entrada del valle de los Reyes se encuentra la que fuera casa del célebre descubridor del tesoro de Tutankhamon y otras tumbas egipcias, Sir Howard Carter. Una vivienda con cúpula donde se recrea el despacho del británico y donde además existe una copia exacta de la tumba más famosa de todos los tiempos.
  • El templo de Khonsu dentro de Karnak: Karnak no es un templo sino un complejo de muchos templos. Y, por supuesto, se trata de uno de los rincones más visitados no sólo en la vieja Luxor sino en todo Egipto. Pero más de 90% hacen siempre la misma ruta para ir de la avenida de los carneros a la sala hipóstila y, de ahí, al lago sagrado, para después darse la vuelta. Y Karnak es mucho más. Un ejemplo de lo que comento pasa por buscar el templo de Khonsu en el extremo suroriental del complejo, el cual tiene un estado de conservación impecable y que esconde, además, varias capillas o santuarios con ricos relieves policromados que uno no creería jamás encontrárselos en Karnak. Y que se visita prácticamente a solas.

Y hasta aquí este escrito de lugares alternativos que se salen de las rutas clásicas por el Egipto de los faraones. Pero que, doy fe, que seguiré actualizando con rincones nuevos, porque sigue siendo apenas la punta del iceberg de un universo arqueológico único.

Sele en la tumba de Petosiris (Egipto)

Ante mi enésimo regreso a Egipto (vuelvo a embarcarme en otra ruta en dahabeya dentro de los viajes de autor que organizo para ir con los seguidores y seguidoras de este blog) continúa intacta la ilusión por seguir asombrándome con rincones nuevos. Y poder seguir contándolos por este pequeño rincón viajero.

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