Día a día de un gran viaje a Egipto en dahabeya (Ruta completa)
Miles de años contemplan nuestros pasos. Ante colosos antediluvianos resulta fácil sentir la nimiedad de nuestra propia existencia. Así es Egipto, más que un país un planeta singular y extremadamente complejo donde se sale siempre con más preguntas que respuestas. Pues la lógica en aquel lugar deja de tener sentido mientras se contempla la belleza de lo inverosímil y se desborda una irrepetible e inasumible grandeza. Caminando por la sala hipóstila de Karnak, admirando las pirámides o jugando a ser arqueólogos en el valle de los Reyes parece inevitable lograr que la imaginación más infantil se convierta en verdad absoluta. Mientras que a bordo de una dahabeya, embarcación tradicional a vela, con el Nilo acariciando las suaves sábanas blancas de algodón, las novelas de Agatha Christie cobren vida, aunque sin historias truculentas, pero sí con el esplendor de los viajes de antaño a un destino que no ha perdido un ápice de exotismo.
He tenido la suerte de inmiscuirme en territorio egipcio en diversas ocasiones. Pero durante este otoño pude regresar y extender una ruta mucho más amplia persiguiendo el Nilo tanto por tierra como navegando en una dahabeya cuyas velas fueron impulsadas por la pasión y entrega de los viajeros y viajeras que formaron parte de un formidable viaje de autor al Planeta Egipto. Un recorrido que se salió por completo de los circuitos clásicos y del que a continuación compartiré un breve resumen con el día a día del viaje y los lugares que nos marcaron y marcarán para siempre.
¿Cómo asimilar un viaje de este tipo? – Fue una de las muchas cuestiones con las que nos despedimos los integrantes de esta aventura realizado en octubre de 2021 en el marco de uno de los viajes de autor que ocasionalmente organizo junto a quienes leen este blog (bajo la tutela y garantía de Pangea) y que repetí en 2022 y 2023 (ya puedes pedir información para el que lancemos de 2024). La respuesta es simple en todo caso. No se puede. Digerir tal cantidad de imágenes, de historias, de leyendas, rincones. deidades y nombres encerrados en cartuchos reservados para los faraones resultaría casi un atrevimiento. Hay cosas que se quedan dentro de uno mismo. Y no sólo asumirlas, sino transmitirlas, se convierte en una quimera. Eso es algo que sabe de sobra cualquier persona que se interne en este país africano vertebrado por el río Nilo a cuyos lados flanquea la dureza e imperturbabilidad del desierto.
Hay muchos viajes posibles a Egipto. Quizás el más clásico es el que guarda unos días para El Cairo y con un salto a Luxor uno se sube a alguno de los barcos de crucero que utilizan el río Nilo como autopista. Así fue en concreto mi primera vez en el país. Veinte años hace. Fui con mi madre, puesto que también era su sueño. Aunque el tiempo me llevó a Egipto varias ocasiones más. Una de ellas incluso tocando el desierto Líbico u occidental en la meseta de Gilf el Kebir siguiendo los pasos de Lászlo Almásy así como del príncipe Kamal el Din, una expedición que dio para escribir un completo diario.
¿En qué consistió este viaje a Egipto? Los porqués de la ruta elegida
Así que en esta ocasión tan especial quería retomar el Egipto faraónico pero sumando hitos diferentes al itinerario, saliéndonos un poco de los circuitos clásicos. Añadiendo varios enclaves en una ruta por carretera entre El Cairo y Luxor (algo no muy habitual), entre los que destaco la antigua ciudad de Amarna, capital durante el reinado del faraón Akhenatón, uno de mis personajes históricos preferidos. O pirámides más lejanas como Meidum. Incluso la necrópolis olvidada de la época grecorromana en Tuna el-Gebel, próxima a la antigua Hermópolis, donde embalsamaban babuinos y aves como el ibis pues era el territorio de Thot y estos animales simbolizaban al considerado como Dios del conocimiento y la escritura.
También en el diseño del viaje deseé incluir un vuelo en globo en Luxor al ras de la montaña tebana o la posibilidad de visitar alguna tumba como la de Seti I, que no se incluye en la entrada general del valle de los Reyes.
Si bien uno de los elementos diferenciadores tenía que ver con el barco con el que surcaríamos el río Nilo desde Luxor a Aswan. Puesto que no sería un crucero típico con decenas de camarotes y la cena del capitán para terminar bailando la conga entre las mesas. Sino algo mucho más pequeño, coqueto y evocador como es una dahabeya. Así es como se le conocen a las embarcaciones de vela utilizadas por celebridades y arqueólogos extranjeros para moverse por el río a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Una Barcaza con todas las comodidades y reservada únicamente para nosotros. Similar a uno de los barcos donde se desarrolla la novela de Agatha Christie «Muerte en el Nilo», pues la escritora británica era asidua a trasladarse por su querido Egipto en esta clase de navíos sin motor. Con la particularidad en nuestro caso de poder atracar en puertos menores donde sería imposible que embarcaciones mayores lo hicieran.
La otra diferencia con respecto a otros viajes al territorio era, por supuesto, la compañía. Reuniendo un grupo pequeño de personas con el denominador común de su pasión por Egipto. Unos venían a cumplir un sueño. Otros, en cambio, regresaban al país para ampliar sus áreas de conocimiento así como para recordar viajes pasados. Y, de ese modo, conformamos un equipo heterogéneo pero muy bien avenido. Sus nombres: Bea, Carmen, Isa, Felip, María, Rafa, Ricardo, Montse, Carlos, Auxi, Javi y Mila.
Y, para casualidad, el guía local con que contaríamos en el viaje sería la misma persona que me mostró Egipto durante mi primer viaje veinte años atrás. Khaled, quien se hace llamar Hamlet, es para mí uno de los mejores guías que se puede tener en este país. Lo mejor de todo es que no estaba previsto. Ambos nos reconocimos de inmediato en el lobby del hotel de El Cairo antes de partir hacia las pirámides. Siempre he creído en las señales. Y esta, no tengo duda alguna, lo es.
¿QUIERES VENIR CONMIGO Y REALIZAR UN VIAJE COMO ESTE? Entre el 23 de enero y el 5 de febrero de 2023 volveremos a subirnos en la dahabeya para recorrer Egipto (Plazas agotadas, pregunta por 2024). Celebramos el centenario de la entrada a la tumba de Tutankhamon y sumaremos dos días más que en el resumen que estás a punto de leer. Contacta conmigo para más información porque las plazas serán muy limitadas.
RUTA DEL VIAJE A EGIPTO (BREVE RESUMEN DEL DÍA A DÍA Y LOS LUGARES VISITADOS POR ORDEN)
Día 1º – Vuelo desde España y noche en El Cairo
Dos vuelos procedentes de Madrid y Barcelona nos encontramos con nocturnidad y alevosía en el aeropuerto internacional de El Cairo. Tras los trámites de visados, muestras de la cartilla de vacunación (ya no es necesaria), recogida de equipajes y demás parafernalia aeroportuaria (Gracias a Ramón de «Galaxia» por ponérnoslo fácil) nos dirigimos en un trayecto nocturno a nuestro alojamiento para las primeras dos noches, nada menos que el Hotel Sheraton Cairo. No sólo tiene la mejor ubicación posible en la ciudad sino que se pernocta con vistas a un animado río Nilo y a la algarabía cairota a cualquier hora del día. Con habitaciones inmensas, elegantes, piscina, varios restaurantes, casino y un delicioso desayuno buffet por la mañana. Por algo el Sheraton Cairo es, de largo, mi hotel favorito en la capital egipcia. Aquí podéis ver un vídeo sobre este alojamiento de lujo:
Día 2º – Una jornada entre pirámides
Viajar a Egipto es sinónimo de madrugar. Por un lado para aprovechar las horas de sol y por el otro para regatear al calor. Aunque octubre es buen mes para no pensar demasiado en las temperaturas. Hasta llegar a mayo, pues el final de la primavera y el verano rompen todos los termómetros en el país norteafricano. Así que eso hicimos nada más comenzar, partir temprano después de una noche muy corta y reunirnos con Khaled, quien sería nuestro guía durante todos los días que durara el viaje. Y, casualidad de la vida, la persona que veinte años atrás me había ayudado a reconfirmar, aún más si cabe, mi pasión por la egiptología y por este país.
DAHSUR
El primero sería un día entre pirámides. Pero no por el orden habitual, ya que dejamos las de Giza para el final. Así que bajamos hasta el sur abandonando la ajetreada metrópoli. En aproximadamente una hora arribaríamos a Dahsur, donde se hallan las pirámides más grandes después de las de Keops y Kefrén. Se trata de los primeros intentos para hacerlas perfectas (lisas, no escalonadas tipo Saqqara) hace más de 4500 años. Atribuidas al faraón Snefru (Padre de Keops) dos enormes pirámides se miran cara a cara. Una no pudo soportar su peso y no se logró el objetivo, de ahí que se la conozca como romboidal, acodada o imperfecta, si bien se terminó por completa e incluso conserva el revestimiento original como ninguna otra. La segunda sí se culminó con éxito. Sus dimensiones (104,40 metros) la convierten en la tercera pirámide en tamaño de cuantas se levantaron en Egipto a lo largo de toda su historia.
Ambas supusieron para buena parte del grupo, salvo quienes ya habíamos viajado a Egipto con anterioridad, las primeras pirámides, por lo que la emoción corrió a raudales durante esta visita.
MENFIS
Apenas a veinte minutos al norte de Dahsur en dirección a El Cairo hicimos una para en Menfis, o lo que queda de la que fuera la primera capital de Egipto tras la unificación de las dos tierras (antiguamente estaba dividido en el Alto y el Bajo Egipto). Visitamos en la conocida como Mit Rahina un yacimiento con algunos restos de la ciudad así como una hermosa esfinge de alabastro, aunque la estrella de este lugar es, sin lugar a dudas, la estatua tumbada de Ramsés II. En pie hubiera medido trece metros, aunque a falta de los pies ahora tiene poco más de diez. Representa con maestría las artes escultóricas durante el Imperio Nuevo, quienes modelaban la piedra caliza como si fuera mantequilla. Un bloque tallado sin un solo error (bueno sí, hay un error que los visitantes deben descubrir cuando la observan desde arriba en un pabellón levantado para observar la escultura desde distintas perspectivas).
COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE SAQQARA (LA PIRÁMIDE ESCALONADA DE ZOSER Y OTRAS TUMBAS)
A escasa distancia de Menfis la necrópolis de Saqqara destaca por la primera pirámide levantada en el mundo. Bajo el reinado del faraón Zoser y la genialidad arquitectónica de Imhotep (considerado el primer científico, arquitecto e ingeniero que se conoce en la Historia) se deduce una sucesión de mastabas en lo que es a todas luces una pirámide escalonada. Esta maravilla de la III Dinastía no había podido ser visitada nunca hasta hace aproximadamente un año en que se habilitó el acceso a través de una galería a observar la tumba de Zoser, al fondo de un pozo de treinta metros de profundidad. Por lo que haber tenido la posibilidad de acceder a la misma supuso para todos una vivencia de gran impacto, sobre todo al asomarnos a la cámara real.
Pero Saqqara no se queda en la pirámide escalonada ni mucho menos. Hay infinidad de tumbas, tanto de faraones como de reinas o nobles que se hacían enterrar con todos los honores para facilitar su paso a la otra vida. De hecho podríamos estar varios días en ese complejo arqueológico y no verlo todo. Así que accedimos a un buen ejemplo de tumba noble de la V Dinastía como es la del visir Ptahhotep, que conserva unos magníficos relieves policromados que repasan su vida y dan buena cuenta de las tradiciones de esta tierra hace más de cuatro mil años.
En anteriores viajes tuve la ocasión de visitar la tumba de Mereruka, la más grande e imponente entre los nobles o la pirámide de Teti y su inolvidable cielo estrellado pintado en la techumbre de la cámara mortuoria.
LAS PIRÁMIDES DE GIZA
Para el final dejamos las pirámides más célebres de Egipto, las de Keops, Kefrén y Micerinos. Esta explanada es el sueño de todo el que desea venir algún día a este país.
Eso y acceder a la Gran Pirámide (se paga aparte, suele entrar en la entrada principal la de Kefrén o la de Micerinos, que se alternan por años) subiendo por las profundas galerías hasta la cámara real como lo hiciera un 14 de abril de 1799 un tal Napoleón Bonaparte. Aunque él tuvo la oportunidad de pasar una noche en la misma (y responder a quienes le preguntaron qué sucedió ahí dentro «que no importaba, ya que no le iban a creer). Nuestro privilegio fue poder tocar el sarcófago de granito atribuido al faraón Keops y sentir esa energía tan fuerte que empapa este lugar en el corazón de la única maravilla del mundo antiguo que continúa en pie.
Después fue el turno de rendir visita y homenaje a la esfinge y el templo de Kefrén que se conserva a sus pies. ¡Cuántos siglos ha contemplado ya la guardiana de las pirámides! Su mirada imperturbable impone a quienes osamos fijarnos en ella desde su refugio. Durante miles de años enterrada en la arena, su nariz rota le imprime el carácter destinado a los monumentos más grandiosos del planeta.
Subiendo el camino real encontramos menos gente que en las tres ocasiones anteriores en que había visitado este lugar. Nunca había visto tan vacía la explanada de las pirámides. Lo que me hace recalcar que estamos en el mejor momento posible para visitar Egipto.
9 PYRAMIDS LOUNGE, EL RESTAURANTE CON LAS MEJORES VISTAS A LAS PIRÁMIDES: Fuimos a comer (y a prolongar la sobremesa casi hasta el atardecer) a un nuevo restaurante con las mejores vistas posibles a las pirámides de Giza. Se trata del 9 Pyramids Lounge, donde no sólo hay mesas al uso sino una zona tipo chill out desde donde degustar un panorama grandioso.
Aunque, sin duda, lo mejor de día lo deparó hallar la salida con cierta pausa para observar bajo las últimas luces del día el complejo arqueológico. Y sin un solo visitante. Aún se me ponen los pelos de punta recordando ese momento.
Justo a la hora de la llamada a la oración conocimos las particularidades sobre los papiros en una hermosa tienda museo. Y regresamos al hotel con una sonrisa en la boca sabedores de que este gran viaje a Egipto había comenzado con fuerza.
Día 3º – Meidum y la tumba nº17
Comenzamos nuestra ruta terrestre hacia Luxor. En esta parte del recorrido le puse mucho empeño, pues buen parte de quienes visitan Egipto dan el salto por vía aérea y se olvidan de incontables maravillas que jalonan el valle del Nilo a lo largo de nada menos que 660 kilómetros de distancia. Y después de varios viajes al país de los faraones no quería borrarlos de un plumazo.
La primera parada la realizamos en Meidum (aproximadamente a 2 horas de El Cairo) a la que los árabes apodaron como «Falsa pirámide» debido al derrumbe de parte de su estructura que puede hacer creer que de ella emergiera un torreón. Al parecer fue realizada para albergar la tumba de Huny, el último faraón de la III Dinastía, pero existen hipótesis de que sería terminaría por sucesor e iniciador de la IV Dinastía, Snefru (el mismo de Dahsur).
Solitaria, junto a un inmenso palmeral, parece elevarse gracias a una especie de colina que no es otra cosa que el producto de su derrumbe. Aquí apenas llegan los turistas cuando hablamos de un monumento funerario con una enorme fuerza visual más antiguo que la Gran Pirámide. Pero esa era la clave de la etapa que estábamos llevando a cabo, alcanzar lugares extraordinarios que no se miden en portadas y fotos repetidas en instagram.
Accedimos a la misma, a una cámara real bastante pequeña después de descender una gran corredor de alrededor de sesenta metros y utilizar una escalera de mano para llegar donde se encontraría supuestamente la tumba (aunque nada fue hallado cuando entró a ella el egiptólogo británico Flinders Petrie en 1881).
Pero antes lo hicimos a la conocida como tumba nº17, aunque para ello tuvimos que disfrazarnos mentalmente de Indiana Jones y Lara Croft, pues para entrar a esta tumba de un noble de los tiempos de Snefru hizo falta un despliegue de ir a cuclillas, incluso a rastras, bajar por una escalera de mano y sudar la gota gorda para alcanzar un sepulcro abierto, mirar al techo y ver decenas de murciélagos boca abajo. Con una luz que tintineaba amenazando con dejarnos completamente a oscuras. Apasionante, ¿verdad?
+ No te pierdas el relato: El embrujo de la pirámide de Meidum (y de la mastaba 17) en Egipto.
HARAWA, LA PIRÁMIDE DE ADOBE
Poco antes de acceder a la zona conocida como oasis de El Fayum pudimos visitar otra necrópolis que, ni tan siquiera aparece en muchos mapas. Curiosa es una pirámide realizada con cientos de miles de pequeños bloques de adobe que desde lejos parecería una colina. Ahora no es accesible pues una inundación por tener una acequia próxima, pero fue, cuanto menos curioso caminar por el territorio de Harawa bien custodiados por la policía y algunos lugareños que no dudaron en hacerse fotos con nosotros.
Comida con vistas al lago salado del oasis de El Fayum: Nos internamos en el famoso oasis de El Fayum (donde se hallaron unos valiosos sepulcros con retratos pintados de cuando Egipto era una provincia romana) hasta la conocida como Tunis Village. Con vistas al Lago Karun, un lago salado que recuerda que aquello estuvo cubierto de mar durante millones de años, almorzamos en el restaurante de unos suizos que cambiaron los Alpes por las palmeras de una de las regiones más fértiles del país africano.
El trayecto de bajada hasta Menia nos llevó hasta el anochecer. Aunque tuvimos un recibimiento casi faraónico, fuegos artificiales incluidos, en el Gran Hotel Aton en Menia (también escrito Al Minya) con habitaciones con vistas al Nilo y la sensación de hallarnos, esta vez sí, muy próximos a otra fase esencial de nuestro viaje, que consistía en conocer los dominios del faraón Akhenatón.
Día 4º – Territorio Akhenatón
Durante el Imperio Nuevo hubo un faraón bajo el nombre de Amenofis IV que, hastiado del inmenso poder de los sacerdotes de Amón, rompió la que consideraba una cadena inasumible y cambió el destino de Egipto en uno de los hechos más recordados de la Historia del país. Desaparecería bajo su mandato la adoración a todos los dioses de Egipto dejando a uno solo, Atón, el disco solar. Y para ello dejaría atrás Tebas, la gran capital, para fundar una nueva ciudad donde antes no hubo nada. Así nació bajo su reinado Akhetatón, «el horizonte de Atón», convirtiéndose en la capital del imperio y jurando que ni él ni su mujer Nefertiti ni sus hijas abandonarían jamás este territorio. Quedan, de hecho, estelas que marcan los límites fronterizos de esta nueva urbe de la que jamás saldría hasta que su momia fue trasladada supuestamente al valle de los Reyes por sus descendientes para evitar, quizás, su destrucción. Pues para los sucesores del trono de Horus, Akhenatón, el primer monarca monoteísta de la Historia, no había sido más que un hereje, un peligroso demente.
Tell-el-Amarna o Amarna a secas es el nombre de aquella ciudad. Y de un periodo que no llegó a las dos décadas donde todo cambió en Egipto, incluso a nivel artístico. Algo que nació y murió con Akhenatón, un personaje del que se habla mucho pero realmente se conoce bien poco. Pero que para los historiadores y amantes de la egiptología, este faraón de aspecto andrógino (voluminosos labios y muy marcados pechos y caderas en las esculturas y relieves que se conservan del mismo) no deja de ser un imán realmente atractivo. ¿Y qué tiene que ver todo esto con el viaje que estaba narrando? Pues que Amarna sería protagonista en una etapa fundamental de este tramo terrestre entre El Cairo y Luxor.
Pero antes de llegar al «horizonte de Atón» tuvimos el primer encuentro con Akhenatón, pues en una colina de un paisaje desértico de delataba haber sido antes un fondo marino, alcanzamos la primera de las estelas fronterizas que el faraón juró no traspasar jamás. Todo a escasos kilómetros de nuestra primera visita del día, Tuna el-Gebel. Aunque ésta no tuviera nada que ver con el celebérrimo monarca.
TUNA EL-GEBEL, LA NECRÓPOLIS GRECORROMANA DEL DIOS THOT
Hermópolis Magna, capital del nomo XV del Alto Egipto, fue uno de los centros de culto al dios Thot más importantes del país. Un ejemplo de la adoración a esta deidad relacionada con el conocimiento y la escritura que se representaba con cuerpo humano y cabeza de ibis, la tenemos en la necrópolis de Tuna el-Gebel. Corresponde a la época grecorromana y cuenta con lugares interesantes a los que pudimos acceder completamente a solas como, por ejemplo, la red de galerías subterráneas donde se guardaban los cuerpos momificados de ibis y de babuinos, ambos relacionados simbólicamente con Thot. Un laberinto en el subsuelo repleto de nichos preparados para albergar a estos animales que se embalsamaban con las mismas técnicas aplicadas en otros enterramientos humanos.
Otro de los hitos de Tuna el-Gebel tiene que ver con la tumba de Petosiris, un Sumo Sacerdote y escriba real de la Hermópolis del siglo IV antes de Cristo. Una construcción de estilo ptolemaico que, para quienes somos de Madrid, recuerda exteriormente al templo de Debod (su similitud me parece asombrosa), aunque por dentro la cosa cambia por completo. Esconde unos magníficos relieves policromados donde se puede leer mucho sobre este periodo histórico que en tiempos del sacerdote que vivió el fin de los aqueménidas y la llegada del ejército macedonio del gran Alejandro Magno.
Muy cerca sobrevive una modestísima tumba de la época romana. Se trata de la tumba de Isadora, cuya momia nos aguardaba en el interior. Cuenta la historia que esta joven de alrededor dieciocho años se enamoró de quien no debía teniendo en contra a su familia. Por lo que decidió escapar con su amante y así poner tierra de por medio. Pero no llegó a buen fin puesto que tratando de atravesar el Nilo para pasar a la otra orilla murió ahogada. Su padre, creyendo que había sido un castigo de los dioses por impedir el enlace, rescató su cuerpo de las aguas y lo mandó momificar. Su legado, del que fuimos testigos, continúa latente.
TELL-EL-AMARNA: LA CÁMARA REAL DE AKHENATÓN Y OTRAS TUMBAS NOBLES
Treinta kilómetros después llegó el momento que todos estábamos esperando, la visita a Amarna. Dejamos atrás las fértiles áreas regadas por el Nilo para penetrar por unas colinas áridas cuyos agujeros delataban antiguas cámaras funerarias. Fuimos custodiados por un convoy militar, ya que esta zona no se suele visitar (salvo que se posean permisos para hacerlo), siguiendo un un cañón estrecho que nos llevó hasta la que se considera la tumba del gran Akhenatón. Para quienes hemos estudiado la figura del «faraón hereje» hay pocas cosas más emocionantes que el hecho de que te abran la puerta y bajes las escaleras de esta tumba excavada en la roca donde algún día recibió descanso (aunque por poco tiempo) la momia de este personaje histórico de vital importancia para comprender los avatares del Imperio Nuevo y la novelesca Dinastía XVIII.
Quedan algunos relieves, pues el agua ha llegado a entrar a la tumba en diversas ocasiones, donde se repiten las escenas de Akhenatón, Nefertiti y sus hijas adorando a Atón. Del disco solar sobresalen rayos rematados en pequeñas manos. El rostro del monarca estaba borrado en todas las ocasiones, algo que seguramente tenga que ver con la damnatio memoriae o la condena de la memoria que los sucesores solían aplicar a quienes no consideraban digno para ostentar el cargo ni ser recordados por la Historia (algo que sucedió también con Hatshepsut). Afortunadamente no lo lograron.
Pero en Amarna no sólo se hicieron enterrar los monarcas. También los nobles que acompañaron al faraón en su decisión de establecer la nueva capital. Y de ellos hay tumbas separadas por dos grupos, norte y sur. En nuestro caso visitamos las del norte, entre las cuales al estar en una situación más elevada, gozan de una mejor conservación de los relieves. Auténticos museos funerarios del periodo Amarna cuyo arte nació y murió en esta ciudad nacida de la nada.
También pudimos observar otra estela de las que se han conservado y que marcaban los límites de Akhetatón y, donde, como no podía ser menos, aparece la familia real adorando al disco solar.
En Tell-el-Amarna además de tumbas hay parte de lo que fuera ciudad, con el palacio del faraón, templos y los barrios de los lugareños que se trasladaron a vivir a la nueva corte. Aunque no se trata de ruinas comparables a las que se pueden ver en Luxor, puesto que fachadas y materiales fueron arrancados para usos posteriores. Pero sí se sabe cómo pudo ser aquella urbe que no está acostumbrada precisamente a recibir visitas. Según los guardias del yacimiento, sólo unos alemanes habían estado semanas antes que nosotros. Lo que dice mucho de la escasez de turistas que llegan hasta este lugar.
No sólo para mí sino para todo el grupo, poder pisar Amarna y conocer el mundo creado por Akhenatón, supuso uno de los hitos que mayor ilusión nos supuso en este viaje.
Como los Beatles en la ciudad de Mallawi: Acudimos a uno de los pocos restaurantes que había en el área. Aunque para ello hubo que avanzar unos cuantos kilómetros y llegar a la ciudad de Mallawi en la cual, ante la escasa llegada de turistas, la gente iba saludando el minibús en el que nos trasladábamos como si fuésemos auténticas estrellas del rock. Una muestra más de la calidez de las personas con las que nos fuimos cruzando por el camino. Lo que está claro que nos convertimos en la comidilla aquel día en esta ciudad poco acostumbrada a las visitas foráneas.
Desde allí el trayecto a Luxor supuso muchísimas horas de carretera. Horas que aprovechamos para conversar y conocernos mejor todos.
Llegaríamos a la antigua Tebas bastante tarde. Nos alojamos en el Hotel Sonesta Saint George con vistas a la montaña tebana y al Nilo. Aunque estábamos tan cansados que no nos daríamos cuenta prácticamente hasta la mañana siguiente.
Día 5º – Dendera y Abydos
Desde el balcón del hotel un horizonte anaranjado con un montón de globos aerostáticos me recordó que en tan sólo un día estaría con los demás ahí arriba, divisando a vista de pájaro el valle de los reyes, el templo de Hatshepsut y compañía. Pero aún había que esperar. El día no estaba destinado a Luxor sino a dos templos importantísimos situados a un par de horas de allí, uno de los cuales fue lugar de peregrinación durante miles de años. Me refiero a Dendera y Abydos, los cuales no había tenido la oportunidad de visitarlos en anteriores ocasiones. Y que de pronto entrarían entre mis favoritos indiscutiblemente.
Templo de Dendera, el culto a Hathor
80 km al norte de Luxor o, lo que es lo mismo, hora y media de carretera, son cifras que se quedaron cortas ante lo que nos esperaba. Porque el templo de Dendera, dedicado a Hathor, la diosa maternal que amamantó a Horus y la cual aparece representada en relieves y esculturas con orejas de vaca e incluso cuernos, nos conmovió a todos de tal manera que aún escribiendo estas palabras siento cierto cosquilleo en el estómago. La emoción que produce acceder a la sala hipóstila del templo, con sus impresionantes columnas hathóricas (con la efigie de la diosa en el capitel) y su policromía con el azul como predominante en un techo que podríamos calificar de un libro sobre el cielo y el universo egipcio, es difícil de explicar. Quien ha entrado a Dendera lo sabe. Su energía es especial. Y todos y cada uno de los minutos que se pasan ahí dentro te marcan ya para todo el viaje.
El síndrome de Sthendal que vivimos ahí dentro fue brutal. No sólo en la sala principal de columnas sino en las diferentes galerías y capillas, hasta subiéndonos en el tejado. Aquello es un compendio de mitología, con incluso el zodiaco (el original está en el Louvre) y el gran cuerpo de la diosa Nut representando a la perfección la bóveda celeste y uno de los pilares del panteón egipcio.
Templo de Seti I en Abydos
Al este de Dendera (otra hora y media de camino) se encuentra uno de los templos más importantes del Antiguo egipcio. El templo de Abydos, o el espacio en el que se levantó el mismo, fue un lugar de peregrinación desde las primeras dinastías pues en este lugar la diosa Isis habría hallado uno de los pedazos en los que fue fragmentado Osiris tras el vil asesinato cometido por su hermano Seth. Por lo que el culto a Osiris marca este gran viaje al mito capital del Imperio y, aunque hay parte de muchos faraones en esta gran construcción, la figura de Seti I emerge sobre todas ellas. El gran faraón de la Dinastía XIX y, en menor medida su hijo Ramsés II, marcan muchos de los hitos plasmados en el gran templo de Abydos.
¿Y qué tiene el templo de Abydos que lo hace diferente a los demás? Porque ante tantos templos marcados en la ruta la diferenciación no sólo se mide en importancia histórica. Pero es que Abydos cuenta con unos relieves de una finísima factura, muchos de los cuales continúan conservando magistralmente su policromía original. Sería algo así como hablar de un «barroco» en las narraciones que nos muestran las recargadas paredes del templo.
Por otro lado destacaría el conocido como Osirión, cenotafio para el culto a uno de los dioses principales del panteón egipcio, levantado con bloques inmensos de granito que recuerda bastante al templo de Kefrén que hay junto a la esfinge de Giza. Así como, por supuesto, la lista de todos los faraones de Egipto hasta Seti I. Aunque no aparecen los cartuchos ni de Akhenatón «el hereje» ni Hatshepsut «la usurpadora».
Seti I… conviene quedarse con este importante faraón pues estaría presente en buena parte de esta ruta siguiendo las huellas del antiguo Egipto.
HOUSE OF LIGHT: La comida fue en el Hotel House of light, prácticamente a unos metros del templo de Abydos. Aprovechamos además a ver habitaciones para poder ir en futuros viajes y ahorrarnos algún que otro largo trayecto por carretera y despertar en este precioso templo.
El templo de Luxor con iluminación nocturna
Llegamos a Luxor después de hacerse de noche (en octubre el sol se pone antes de las seis de la tarde). Momento ideal para ver desde otra perspectiva el templo de Luxor que, junto con el de Karnak, forma el conjunto más impresionante de la antigua capital egipcia. Porque caminar por los adentros de esta gran construcción religiosa con la iluminación idónea, y bajo la llamada a la oración de una mezquita que hay sobre el templo, es otro de esos hitos que subrayar dentro de este viaje.
Las estatuas de Ramsés II, así como el gran obelisco gemelo del que hay en la Plaza de la Concordia de París, dan paso a un imponente patio y la maravillosa sala hipóstila. Consagrado al dios Amón, es una suma de distintos estilos y periodos (aunque imperan las dinastías XVIII y XIX) donde aparecen distintos monarcas, incluyendo en una pared del santuario principal al mismísimo Alejandro Magno junto a esta deidad con la que buscaba legitimar un nuevo orden en Egipto.
LA AVENIDA DE LAS ESFINGES: Entre los templos de Luxor y Karnak hay cerca de 3 kilómetros. Este pasaje terrestre fue conocido siempre como la avenida de las esfinges, pues estas figuras (tanto de rostro humano como de carnero) flanqueaban el paso a los caminantes entre ambas construcciones religiosas tebanas. Pero muchas de ellas quedaron enterradas. En el otoño de 2021 está se celebró la reapertura de la avenida con más de mil esfinges formando parte de la que puede considerarse desde ya, sin duda, la ruta a pie más famosa de Luxor.
Pernoctamos por primera vez en la Dahabeya Veda 1
Y por fin, tras unas jornadas bastante agotadoras, llegó el momento de conocer el que sería nuestro barco para pasar las próximas cinco noches. La dahabeya Veda 1, construida a imagen y semejanza de aquellas embarcaciones lujosas que la gente pudiente utilizaba para viajar a Egipto, nos esperaba en un apartado a diez minutos de la ciudad. Su tripulación nos recibió con honores y cruzamos la pasarela al son de los cantos y los tambores. ¡Mejor imposible!
Quizás suene a exageración y hablo de una opinión particular y totalmente subjetiva como es la mía. Pero desde el minuto uno en aquel barco sentí que no me encontraba en un lugar ajeno sino en un hogar. Con el Nilo como compañero inseparable.
Nuestra primera cena dentro del comedor acristalado, nuestras primeras conversaciones en el magnífico espacio en proa. Aunque esa noche no dio para demasiado esparcimiento puesto que había que salir muy de madrugada para subirnos al globo y sobrevolar Luxor. Y teníamos que dormir unas horas, al menos.
¿POR QUÉ ELEGIMOS NAVEGAR EN DAHABEYA?
La posibilidad de viajar en dahabeya nos abría las puertas a otros destinos más allá de los clásicos en la travesía por el Nilo, ya que al ser un barco más pequeño es posible amarrar casi en cualquier parte, algo que no pueden las grandes embarcaciones que se utilizan para los típicos cruceros por el Nilo. Por otro lado tenía que ver con la tranquilidad de que estuviera sólo reservada en exclusiva para el grupo de este viaje de autor. En esta dahabeya además la atención al cliente es exquisita, sin olvidar de que que no está falta de detalles y que posee un halo cargado de romanticismo que nos lleva a viajar un siglo atrás en el tiempo.
Diez camarotes en dos plantas, dos grandes espacios abiertos para relajarse en la parte delantera y trasera (preparados para quienes les guste practicar yoga), un enorme salón interior con sofás y proyector de vídeo por si el tiempo no acompaña o un coqueto comedor acristalado resumen la distribución de nuestra dahabeya. Con una propuesta de comidas y cenas muy variadas, opíparos desayunos y meriendas (con zumos naturales) y un servicio digno de un alojamiento cinco estrellas. Y una tripulación amable y sumamente atenta que enriquece, aún más si cabe, una experiencia de este tipo.
Día 6º – El oeste de Tebas (Globo, templos y Valle de los Reyes) y Karnak. ¡Y empieza la navegación!
En globo sobre el oeste de Tebas
Para poder estar volando en el momento exacto del amanecer (y en Egipto en octubre lo hace poco más tarde de las cinco y media) es necesario levantarse tan temprano que uno no sabe si decir buenos días o buenas noches. ¡Pero el esfuerzo merece tanto la pena! Aquella mañana más de una veintena de globos surcaron el oeste de Tebas, lo que dejaron una postal intachable del horizonte tebano. Desde el nuestro en concreto pudimos contemplar desde distintas perspectivas el templo excavado en la roca de Hatshepsut, parte de el valle de los Reyes, el Ramesseum (la casa del millón de años de Ramsés II), los colosos de Memnón y, sobre todo, el templo funerario de Ramsés III – Madinat Habu. También parte del valle de los artesanos, el valle de las Reinas y huellas de la antigüedad aún siendo excavadas pero que se aprecian perfectamente a vista de pájaro.
El vuelo en globo sobre Luxor duró aproximadamente una hora. Y, aunque en nuestro grupo había gente con algo o bastante vértigo, todos disfrutaron por igual a la hora de deslizarse sobre la asombrosa montaña tebana como una pompa de jabón. El aterrizaje, extremadamente suave, fue sobre un campo de cultivo. Los labriegos, por supuesto, acudieron a nuestra llegada. Algunos con la hoz aún en la mano y otros en sus burritos blancos. Y en vez de brindar con champán, como se suele hacer en estos casos (véase los templos de Bagan o Segovia), todo terminó en cantos y bailes sobre el cultivo de cebollas. Al fondo, un palomar de barro aún en uso, redondeó la escena.
Colosos de Memnón
Estar en Luxor y no pasarse por los Colosos de Memnón sería dejar huérfano al viaje. Así que, por supuesto, paramos a ver las estatuas sedentes de Amenofis III, el padre de Akhenatón, que presidían su gran templo funerario (de mayor tamaño que Karnak, aunque apenas queda nada de él). Tan antiguos (siglo XIV antes de Cristo) que incluso Heródoto y Estrabón se refirieron a ellos. Aunque la mejor manera de explicarlos la dio la enfermera y escritora británica Florence Nightingale quien dejó en sus famosas «Cartas desde Egipto» lo siguiente:
Madinat Habu, el templo funerario de Ramsés III
Valle de los Reyes (cuatro tumbas reales)
Templo de Karnak
Para el final dejamos el templo más grandioso, y no sólo en cuanto a tamaño, de Egipto. Aunque Karnak no es realmente un templo sino el mayor conjunto de templos jamás construidos en el país. Y es que nada menos treinta faraones fueron ampliándolo con múltiples edificaciones (templos, templetes, patios abiertos, capillas, obeliscos, estatuas, etc.) hasta ir completando la friolera de treinta hectáreas de terreno. Algo que no tuvo parangón en todo el mundo durante miles de años.
Unido al templo de Luxor por la avenida de las esfinges tiene para una visita de muchas horas. Ya solo sea para su colosal sala hipóstila y sentirse como una auténtica larva caminando por un asombroso bosque de 134 columnas con la friolera de 23 metros de altura dentro de la avenida central. Leer sus obeliscos o buscar reflejos en el estanque son otras razones, pero sin duda lo mejor es perderse por este inagotable conjunto arqueológico.
Así como para otras cosas digo que todo fue perfecto, aquí asumo el error de no haber pasado más tiempo en este templo durante el último viaje. Recomiendo dedicar un mínimo de dos horas (incluso más) y no dejarlo para el final para no llegar tan cansados y esquivar, en la medida de lo posible, el calor. Algo que trataré de subsanar en futuros viajes. Porque Karnak lo merece.
Tenéis en este mismo blog una guía completa con todos los lugares esenciales que ver en Luxor en un viaje a Egipto. Con información detallada de todos los sitios para conocer en la ciudad, se esté o no en un viaje organizado.
Navegación en la dahabeya
Ya por la tarde regresamos a la dahabeya para, esta vez sí, iniciar la ruta de navegación remontando el Nilo (y digo remontar pues es de los pocos ríos que desembocan en el norte). Algo que llegó en el momento propicio, pues habíamos llegado a este punto algo justos de fuerzas. Por lo que este barco se convirtió en nuestra mejor medicina, ya que con él iniciábamos una fase del viaje con más tiempo para disfrutar de los paisajes (naturales y culturales) así como esos atardeceres que se eternizaban tras la silueta de las palmeras y las garzas volando hacia sus dormideros.
No parece de extrañar que los antiguos egipcios trataran al sol con rango de Dios mayor. Su presencia que metaforiza la rueda de vida y muerte refulge sobre todas las cosas. Fuera en proa o en poca, perseguir su último aliento se convertía en una poesía magistral capaz de devolver todas las razones para embarcarse en un viaje como este.
Nuestra máquina de regeneración y vida nos llevó a atravesar por la noche la peculiar esclusa del Esna, manera con la que se salva un desnivel del curso del río de casi 10 metros a través de una apertura y cierre de compuertas.
Día 7º – Las tumbas de El Kab y el templo de Edfú
No es fácil acostumbrarse a que el Nilo amanezca sobre el tejido de algodón de tu dormitorio. Que las sábanas lisas y blancas reciban la sombra de los vuelos de las muchas aves que habitan el río. La garza, garceta, el ibis negro y el Martín pescador dan los buenos días por las mañanas. A veces lo que sucede en tu despertar es una aldea donde los campesinos acuden a sus cultivos en burro, los niños corretean por la orilla o las mujeres ponen a secar la ropa.
El Kab y las tumbas nobles
Una de las razones por las que viajar por Egipto navegando dahabeya merece la pena es precisamente por la capacidad que tiene de poder atracar en cualquier parte y no enfocarse únicamente en los emplazamientos de los circuitos clásicos. Uno de esos casos es El Kab, la que fuera capital de uno de los nomos del Alto Egipto. En aquella época era conocida como Nejab, pero con los griegos pasó a llamarse Ilitiáspolis y con Roma Eileithyaspolis. Conserva aún restos de algunos templos, así como una gruesa muralla a lo largo de medio kilómetro. Pero a la vista es una aldea de casas coloridas habitadas por gente de campo. Sin asfaltar, con patos y gallinas correteando por la calle y los burros como medio de transporte. Un solitario y tranquilo entorno rural a orillas del Nilo donde no llegarían de ningún modo los grandes barcos.
Fuimos caminando durante alrededor de veinte minutos, incluso cruzando por las vías del tren, hasta llegar a unas tumbas excavadas en la roca de nobles e ilustres de la Dinastía XVIII, personajes que se hicieron enterrar en la ciudad de la diosa protectora Nejbet (representada como un buitre blanco). Y a pesar de encontrarnos alejados de los grandes hipogeos del valle de los Reyes, también aquí quisieron pasar al más allá ensalzando los méritos y dichas de la que había sido su vida. Sus paredes son auténticas biografías de sus dueños y su familia, las cuales además muestran multitud de detalles útiles para comprender a través de coloridas escenas la cotidianidad del antiguo Egipto durante aquel periodo.
La tumba de Paheri, proclamado el príncipe de El Kab y el gobernante de El Kab y Esna durante el reinado de Tutmosis III, es una de las más especiales (hay una escultura al final de la galería donde aparece junto a su esposa y su madre), aunque también visitamos la de Ahmose, quien participó en la guerra contra los hicsos, así como la de Renni y Setau.
Templo de Edfú
Tras algunas horas más de navegación y de disfrutar de la brisa del Nilo en la dahabeya, aunque a medida seguíamos avanzando hacia el sur el calor se hacía más insoportable, arribamos a Edfú, ciudad en la que se halla uno de los conjuntos religiosos más formidables de Egipto, el famoso templo de Horus. En este caso este santuario levantado en el periodo ptolemaico (se aprecia enseguida observando el tipo de capiteles que coronan sus columnas), segundo en tamaño sólo después de Karnak, tiene la peculiaridad que al quedar enterrado bajo la arena y el barro, se mantiene prácticamente intacto. Precisamente su grandiosidad y estado de conservación alientan que sea una de las etapas fundamentales de todo crucero por el Nilo que se precie, sea en barco grande o dahabeya.
Edfu durante siglos capitalizó cada año las fiestas sagradas dedicadas al dios Horus, quien cabe recordar que es hijo de Osiris y los faraones estaban considerados como la representación de Horus en la tierra en modo de dioses vivientes. Pues cada año su la diosa Hathor, su consorte, viajaba desde Dendera para visitar al dios con cabeza de halcón y, de ese modo, conmemorar el sagrado matrimonio entre ambos, lo que atraía peregrinos llegados de todas partes de Egipto.
Grandes pilonos anteceden una entrada magistral al primer gran patio del templo de Edfú. Horus se hace visible en paredes así como en las estatuas de piedra que flanquean a los visitantes hasta el interior. Cada muro es una historia, aunque lo más importante del templo, el santuario principal, cuenta con la particularidad única de conservar el tabernáculo donde se colocaba a la deidad así como la barca sagrada. Lugar, el santuario, al que tenía acceso únicamente el faraón así como el Sumo Sacerdote.
Pero es en los laterales, junto a los grandiosos muros exteriores, donde las figuras se vuelven gigantes para narrar los mitos donde aparece Horus, que no son pocos, destacando la historia de cómo se vengó de su tío Seth después de matar (por dos veces) a Osiris. Seth aparece representado como un hipopótamo del Nilo que es acribillado a lanzazos por un enfadado sobrino.
Atardecer en la dahabeya (con Pink Floyd de banda sonora)
Las últimas horas de la tarde nos dejaron el contoneo de la luz del sol apagándose por el oeste. Y el regreso apresurado de las aves, sobre todo las garcetas blancas, a sus dormideros. Era el momento en el que el grupo aprovechaba a relajarse, a leer, incluso a escribir en sus diarios, mientras la música de fondo de Pink Floyd resonaba con los arpegios de Shine on your crazy diamond en ese magistral tributo a Syd Barrett que sería capaz de escuchar en bucle una y otra vez.
Puedo hablar en nombre de todos para decir que aquel salón exterior en proa no se nos irá nunca de la cabeza. Y que difícilmente encontraremos un sofá/diván más cómodo para tumbarnos.
Día 8º – Gebel el-Silsila y el templo de Kom Ombo
Gebel el-Silsila, la cantera de arenisca
Nos levantamos bien temprano para aprovechar la primera visita con una temperatura más agradable. Y, al igual que en la jornada anterior, accederíamos a un lugar donde el amarre de un barco grande no sería posible. Gebel el-Silsila fue la cantera arenisca durante miles de años en el Antiguo Egipto. Sus rocas, arrancadas de cuajo de este vasto área, fueron trasladadas rumbo al norte en embarcaciones por el Nilo, para conformar templos por todos conocidos como Luxor, Karnak, Edfú, Kom Ombo y muchos otros. Y, aunque no llegó al mundo información de este lugar hasta las primeras expediciones en tiempos de Napoleón, no pocos faraones dejaron su sello, bien en forma de pequeños templos, capillas o en cartuchos escritos en los muros de esta gran cantera.
Gebel el-Silsila recuerda al modus operandi de los nabateos en Petra (Jordania), expertos también en trabajar la arenisca como el que extiende mantequilla sobre una tostada. Las rocas, de formas caprichosas hacen especial sintonía con el color de la arena fina del desierto, aunque sin quitarle de vista al Nilo. Algunas guardan pequeños monumentos de carácter religioso, donde destaca el speos de Horemheb, aunque es fácil encontrar nichos delicadamente decorados que, aunque abiertos y a la intemperie, han llegado en muy buen estado a nuestros días.
Una expedición arqueológica de alemanes e italianos se encontraba trabajando por el área, aunque la magnitud del sitio nos impidió ver algo más que el barco que utilizan para pernoctar cuando no están en plena excavación. Cuando nos marchamos con la dahabeya pudimos vislumbrar algunas formaciones curiosas así como más restos arqueológicos de la que fuera la cantera más importante de piedra arenisca en este país.
Kom Ombo, el templo del dios cocodrilo Sobek
La dahabeya continuó su navegación rumbo al sur. En unas horas se llevaría a cabo la segunda visita del día con el templo de Kom Ombo como protagonista. A diferencia de mi primera vez en este lugar, donde podía haber a la vez mil turistas y dos vendedores por persona, encontramos este sitio arqueológico completamente vacío. Por lo que pudimos disfrutar de un paseo realmente agradable, a pesar del calor, en este templo de la época grecorromana dedicado a Sobek y a Haroeris (Horus el viejo), por los cuales tiene duplicados los espacios (salas, capillas, etc.). Pero es la mitad de Sobek, representado con cuerpo humano y rostro de cocodrilo, la que mejor se conserva en este delicioso monumento religioso situado a pocos metros del río Nilo (realmente es de los pocos que que se aprecian desde el barco antes de llegar) con su propio Nilómetro (un pozo subterráneo que se utilizaba para medir las crecidas del Nilo y calcular los impuestos a sus ciudadanos según la menor o mayor bonanza del nivel de un agua cuyo limo fertilizaba los campos).
Destacan, por supuesto, los bajorrelieves donde Sobek aparece representado, aunque llama la atención la presencia del calendario que utilizaban los egipcios para medir los meses (con una concepción puramente agrícola que tenía en cuenta las crecidas del Nilo, el inicio y fin de la cosecha) así como una lista de instrumentos quirúrgicos utilizados hace más de dos mil años. Es uno de los documentos más importantes y antiguos relacionados con la medicina. ¡Los egipcios operaban incluso los ojos! Y hacían trepanaciones. Para la época contaban con una tecnología instrumental que tardaría muchos siglos en llegar a buena parte del mundo. Algo que nos hace abrir la boca de admiración una vez más por el nivel de conocimiento que tenían esta civilización.
Rematamos la visita en el cercano y recién estrenado museo de los cocodrilos, donde muestran tras unas vitrinas muchos de estos animales momificados, que fueran hallados por el área. Al igual que vimos ibis y babuinos momificados días antes en la necrópolis consagrada al dios Thot en Tuna al-Gebel, aquí si el Dios predominante era Sobek parece normal que los animales que se hallasen embalsamados fueran cocodrilos.
La dahabeya a toda vela
Casi coincidiendo con el atardecer, pudimos observar desde distintos ángulos cómo la dahabeya, que no olvidemos un velero, sacaba sus velas a relucir. Dado el escaso viento con el que nos encontramos, las llevaban siempre recogidas (siempre llevamos por ello un remolcador delante) pero pudimos contemplar a la embarcación en su máximo esplendor.
¡Qué maravilla poderla ver desde semejante perspectiva! ¡Qué belleza de barco!
Por la noche llegamos a Aswan, la última ciudad antes de que el Nilo sea embalsado en el gran Lago Nasser. Más luces de lo acostumbrado iluminaron nuestra corta noche.
Día 9º – Abu Simbel y faluca por Aswan
Aswan, 4:30 am. Madrugar siempre se antoja difícil pero cuando se está ante una de las experiencias más grandiosas de todo viaje a Egipto que se precie, no importa antes levantarse antes que el mismo sol. Requisitos para llegar temprano al extremo sur del país, a escasas decenas de kilómetros de la frontera con Sudán y donde miles de años antes un faraón con ínfulas de Dios llamado Ramsés II hizo levantar un templo, o más bien dos, con el que marcar territorio y poder en los últimos confines del Alto Egipto. Abu Simbel, quizás una de las imágenes más reconocibles del país norteafricano junto al de las pirámides, merece cada minuto de las tres horas y media que se necesitan para viajar por carretera desde Aswan atravesando una región absolutamente desértica.
Abu Simbel
Cuatro figuras sedentes de un tamaño colosal representando al propio Ramsés II (quien viviría más de noventa años) presiden la entrada a un speos (templo excavado en la roca) donde no sólo se narran las hazañas del faraón venciendo en la batalla de Qadesh (actual Siria) a los hititas sino que también se muestra a los nubios, ya que se halla en pleno corazón de Nubia, el poder de este gran imperio. Las dimensiones de este lugar son admirables. Así como que la UNESCO, liderando un equipo de arqueólogos, ingenieros y otros expertos a mediados de los años sesenta, lograra reubicar los templos para salvarlos de los efectos de la construcción de la presa de Aswan y el consecuente nacimiento del gran lago Nasser, el cual hubiera recubierto el monumento de agua. Por lo que con Abu Simbel podemos hablar de dos milagros, su puesta en pie y su reubicación miles de años más tarde.
Una de las premisas que pedí para la visita fue que el grupo diera un rodeo a la colina donde se encuentran el templo principal de Ramsés II pero caminando con la cabeza agachada hasta un punto determinado. ¿Por qué razón? Para levantar la mirada en el lugar propicio para recibir el shock de tener delante semejante maravilla. Y así se hizo. El resultado se pudo medir en latidos, suspiros y piel de gallina. No todos los días se alcanza uno de esos súmmum de la Historia del Arte.
El interior del templo principal no le va a la zaga a lo que se contempla en la fachada (de más de treinta metros). Ya sea la sala hipóstila con ocho pilares de Ramsés en modo Dios representado cual Osiris (la la izquierda portan la corona del Alto Egipto mientras que a la derecha llevan la corona doble del Alto y Bajo Egipto), o los relieves con la batalla de Qadesh donde destaca la regia figura del faraón lanzando flechas con su arco desde su carro tirado por un caballo. Aunque todos los muros del templo están profusamente decorados con las aventuras y desventuras de este importante personaje para la historia del país cuya momia se exhibe en el Museo de la Civilización egipcia de El Cairo junto a otras momias reales.
La galería decrece de tamaño hasta llegar al santuario principal, el rincón más sagrado del templo, donde cuatro figuras sedentes observan con su rostro borrado al visitante. Son, de izquierda a derecha, Ptah (dios de las tinieblas), Amón Ra, el propio Ramsés como un dios más, y Ra-Horajti. Pues la magistralidad de los egipcios llegó a tal punto que sólo dos días concretos del año (al parecer coincidentes con el cumpleaños del faraón así como de su coronación respetivamente) el sol penetra por la puerta principal para recorrer nada menos que sesenta metros e iluminar a tres figuras. A todas salvo a Ptah, considerado una de las deidades del inframundo, quien permanece siempre en sombra. Algo que sucede hoy con una ligera variación de un día tras la reubicación del monumento los días 22 de febrero y 22 de octubre. No sé a vosotros, pero a mí me parece una auténtica locura.
A la derecha del templo de Ramsés II hay un templo menor dedicado a su esposa favorita, Nefertari (aunque se le calculan más de 150 vástagos con otras mujeres), el cual, aunque de dimensiones más modestas que el anterior, alcanza nuevamente cotas muy elevadas en cuanto a la delicadeza de un interior realmente exquisito. Columnas con el rostro de Hathor sostienen una galería donde la belleza de la mujer es protagonista de este otro alegato faraónico en territorio nubio.
Regreso al barco
Tres horas y media de vuelta para retornar de nuevo a Aswan. Con la sonrisa, la emoción y el cansancio mezclados como un cóctel de trago dulce, pues juntos habíamos vivido uno de los instantes más memorables del viaje.
Un Martín pescador pío se aferró a una de las cuerdas con las que el barco permanecía amarrado al muelle. La de las aves fue otro añadido más dentro de los atractivos de nuestra andadura por tierras egipcias. El Nilo es un auténtico imán para los pájaros (y para los amantes del turismo ornitológico).
Faluca sobre Aswan: Isla elefantina y Hotel Old Cataract
Tras un breve receso en la dahabeya nos fuimos al pequeño puerto de falucas de Aswan para disfrutar de una velada de alrededor de una hora en una de estas pequeñas embarcaciones a vela y tener a la vista el mausoleo del Aga Khan, la cúpula del viento, algunas tumbas nobles así como las ruinas de la Isla Elefantina donde la tradición sitúa la morada de Khnum, el dios con cabeza de carnero, quien controlaba la crecida de las aguas del Nilo desde las profundidades de este espacio insular de apenas 1,2 kilómetros de largo y 400 metros de ancho.
El atardecer nos sorprendió justo a la fachada del Old Catatarct, el hotel de lujo donde se quedaba Agatha Christie cuando viajaba a Aswan y el lugar en el cual escribió la novela «Muerte en el Nilo». Libro en el cual describe algunos de los lugares que pudimos avistar durante nuestro viaje. Y que donde la trama se desarrolla en un viejo barco no muy diferente al que nos había trasladado a través del Nilo desde la ciudad de Luxor.
Después dejamos un tiempo para compras así como para pasear por el renovado bazar de Aswan.
Última cena a bordo de la dahabeya. La sensación de que esto estaba a punto de llegar a su fin invadió nuestro ánimo. Aunque aún quedaban no pocas cosas por vivir en Egipto.
Día 10º – El templo de Philae (y regreso a El Cairo)
Parte del día que teníamos que volar hacia El Cairo lo invertimos en visitar uno de esos templos que parecen de juguete. Y a los que se llega únicamente por barco pues se encuentran dentro de una isla. Me refiero, por supuesto, al templo de Philae. Monumento sagrado dedicado principalmente a Isis (aunque dentro de éste hay otros templos con otras advocaciones) que ya no está en la isla de Philae sino en otra llamada Agilkia. Pues, al igual que sucedió con Abu Simbel y otros muchos templos egipcios del sur de Egipto, algunos monumentos religiosos fueron trasladados de su posición original con el nacimiento de la presa de Aswan y el gran Lago Nasser (otros muchos, en cambio, se perdieron bajo las aguas mientras que unos pocos fueron llevados a otros países como España a quien se le regaló el templo de Debod que hoy día podemos ver en Madrid).
El templo de Isis es un goce para la vista cuando se le rodea con una de las embarcaciones que se utilizan para llegar hasta él. Aunque también, como no podía ser lo contrario, adentrándose patio a patio y sala a sala de esta especie de joyero repleto de sorpresas. Desde capiteles hathóricos a sus dos grandes pilones que preceden un santuario que conserva una mesa de granito sobre la que se realizaban las ofrendas a la deidad. Cabe destacar que en Philae, buena parte de las antiguas diosas egipcias femeninas, como pueden ser Nut, Sekhmet, Hathor, etc se fusionan en una sola, la diosa madre Isis.
Hay apartes que merecen una visita como el conocido como kiosko de Trajano, cuya función no era otra que resguardar la barca sagrada de Isis en el extremo oriental de la isla.
Se pueden encontrar algunas cruces en las paredes de cuando en tiempos de Justiniano aquello fue una iglesia. Y, si nos fijamos bien, se aprecia cómo un elevado porcentaje del templo permaneció años inundado hasta que decidió que debía estar de nuevo en la superficie.
Vuelo a El Cairo
Durante la comida nos daría tiempo a celebrar el cumpleaños de nuestro amigo Javi, con tarta personalizada y fanfarria a la egipcia. Más tarde llegó el momento de despedirse de la dahabeya, algo que fue más duro de lo que todos hubiésemos reconocido. En aquel soleado embarcadero las lágrimas corrieron raudas y caudalosas sobre no pocas mejillas. Resulta increíble comprobar lo rápido que nos encariñamos con determinados lugares. Habíamos estado navegando unos pocos vidas y daba la impresión de haberlo hecho toda una vida.
Y como una señal del destino, una bandada de flamencos en pleno vuelo, amenizó nuestros últimos minutos en Aswan.
Un corto vuelo de Egyptair nos devolvió a El Cairo. Pernoctaríamos en el Hotel Hilton, no muy alejados del aeropuerto.
Día 11º – El Cairo islámico, copto y el de las momias reales
Caótica, desmedida, ajetreada, calurosa e incluso algo agobiante. De tráfico hasta altas horas, perfume de tubo de escape y goteo de aparatos de aire acondicionando enganchados a fachadas que tuvieron una mejor vida allá durante el primer tercio del siglo XX. Pero aún así El Cairo me parece una ciudad fascinante. ¡Me encanta! Porque en medio de la multitud, el bochorno y una banda sonora compuesta no por batutas de madera sino por millones de cláxones surgen en el horizonte mezquitas con más de mil años de antigüedad, barrios con mucho carácter, extraordinarios museos y laberínticos bazares donde perderse tiene bastante mayor atractivo que comprar.
Aunque suene a exageración se puede hacer un viaje de una semana o incluso dos a El Cairo e idear una ruta cada día con lugares completamente diferentes. Pero, como no era nuestro caso, la selección que hicimos nos permitió disfrutar de aspectos variopintos de esta metrópoli de más de diez millones de habitantes que no parece terminarse nunca. Estos fueron:
Ciudadela de Saladino – Mezquita de Mohammed Ali
El Cairo islámico, el de Saladino, ese quebradero de cabeza militar y religioso para los caballeros cristianos que acudieron a la Santa Cruzada. Murallas y torretas abrazan un Cairo medievalizado cuya mezquita más destacada no es precisamente de esta época sino de la primera del siglo XIX. La mezquita de Mohhamed Ali o de alabastro representa el esplendor del periodo otomano en Egipto, así como un balcón engalanado a la ciudad infinita donde la niebla se disfraza de polución y viceversa.
Aquel lugar religioso se convirtió en nuestra primera visita del día. Día en el que después de más de ciento cincuenta años funcionó de una vez por todas el reloj de la torre. Un regalo «envenenado» del rey Luis Felipe de Francia cuando la ciudad de París había sido obsequiada nada menos que con uno de los obeliscos del templo de Luxor, el cual ahora preside la emblemática Plaza de la Concordia en la capital francesa.
La mezquita de Mohammed Ali es asombrosa, se mire por donde se mire. Desde el patio de las abluciones hasta sus cúpulas de aspecto plateado que brillan con los rayos del sol, que difícilmente no falla en su cita en una ciudad de la que huyen las nubes. Su interior recuerda al de algunas mezquitas turcas, surgiendo razonablemente las comparativas o similitudes con la Azul o la de Suleimán en Estambul.
Museo Nacional de la Civilización Egipcia
Próxima parada, un museo de nuevo cuño. Nada menos que el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, recién estrenado en la primavera de 2021 y conocido por albergar, entre otras cosas, a las momias reales. El desfile en el cual se trasladó a cada una de las momias del viejo museo de El Cairo en Plaza Tahrir a este nuevo espacio fue televisado para todo el mundo. Todo un toque de atención a los posibles visitantes en un destino que en tiempos de pandemia ha mantenido siempre sus puertas abiertas.
No hay que confundir este museo con el Gran Museo egipcio que se está terminando de construir en Giza (muy cerca de las pirámides) y del que se presume su inauguración a lo largo de 2022 (lleva retrasándose la apertura varios años pero esta vez parece la definitiva). El Gran Museo egipcio será el museo arqueológico de mayor tamaño en mundo y exhibirá los tesoros más importantes del país, incluidos los de la tumba de Tutankhamon. Mientras que el Museo Nacional de la Civilización egipcia se encarga de aportar una visión general de todos los períodos históricos del país, desde la prehistoria hasta el siglo XX. Y, si bien, tiene algunas piezas célebres, explica cronológica y temáticamente los avances de esta civilización a través del arte, la escritura, las tradiciones, etc. Perfecto para contextualizar no uno sino todos los periodos de este país tan lleno de historia.
Por supuesto las estrellas dentro de este modernísimo museo (que irá ampliando paulatinamente las salas de exhibición) son las momias de los faraones y reinas del antiguo Egipto. Antes se visitaban en una diminuta y humilde sala del Museo de El Cairo. Ahora el recorrido, la luminosidad, presentación e información se muestra con la espectacularidad digna de semejantes personajes. Observar de cerca a Seti I y su gesto hierático, al anciano Ramsés II (fue nonagenario, lo que para la época era como vivir tres vidas) o el cabello ondulado de la reina Tiye es de esas cosas que nunca se olvidan. Y que nosotros vivimos con una gran intensidad después de leer de ellos en los libros, en las paredes de sus templos o incluso en sus tumbas en el valle de los Reyes.
Barrio copto
En un país con cerca de cien millones de musulmanes cuesta creer que existan profundas raíces cristianas en algunos rincones de una ciudad repleta de minaretes como es El Cairo. Pero no conviene olvidar que según los evangelios la sagrada familia (Jesús con sus padres María y José) escapó a Egipto en tiempos de Herodes. Y restan supuestas huellas de su paso, al menos recogidas por la tradición más que por los escritos, lo que llevó a que se alzaran multitud de iglesias y se esgrimiera en el lugar una rama cristiana muy antigua como es la copta, con una ritualística diferente y donde la lengua utilizada es familia lejana de lo que hablaban los egipcios de la época faraónica. He aquí pues, en un barrio profundamente vigilado y donde se toman grandes medidas de seguridad, un pedacito de esa Tierra Santa para quienes buscan seguir el rastro de Jesús de Nazaret bien a través de la Historia o de la religión.
Caminar por este distrito de callejones, restos romanos en la muralla, libros y fotos antiguas en las paredes, siempre es un placer, aunque la sensación de que haya tanta gente armada hasta los dientes termina resultando extraña. Lo mejor, sin duda, visitar el interior de la iglesia de San Sergio y San Baco, con un aspecto bizantino que recuerda a los pequeños templos cristianos dentro de Israel así como una pequeña cripta donde al parecer Jesús y su familia pasaron unos meses. Aunque también la iglesia colgante tiene su intríngulis. Si bien no debimos acudir en el mejor momento posible pues recién terminaba un funeral y mucha gente bajaba desconsolada las escaleras.
Comida en un barco a orillas del Nilo
Para la última comida juntos elegimos un libanés en un antiguo barco de crucero reconvertido en restaurante. Se ha convertido en algo típico los barcos viejos que se reutilizan para restaurantes o salas de eventos. Aunque quizás el Maxims frente al Hotel Marriott sea el más popular de todos.
Bazar Jan el-Jalili
Qué mejor manera de terminar un viaje que acudir al bazar como Jan el-Jalili (también escrito Khan El-Khalili) y perderse a propósito en su pequeño laberinto bajo el son de la llamada a la oración. Nos esparcimos como espuma entre la algarabía, divisando portones y escaparates imposibles.
Algunos se quedaron a reposar los contoneos de la humareda en el famoso El Fishawy café, un bar con más de doscientos años de antigüedad decorado por multitud de espejos donde el mismísimo Premio Nobel egipcio, Naguib Mahfuz, se situaba para escribir. Al fondo, suficientemente alejado del bullicio para encontrar la inspiración pero desde una mirada hacia afuera donde corría a raudales la inspiración en forma de historias humanas muy reales.
Otros nos inmiscuimos al caer la tarde en los rezos dentro de la mezquita de al-Azhar, una de las joyas del Cairo Islámico (Patrimonio de la Humanidad) con más de mil años de antigüedad en sus muros y columnas.
El regreso al hotel lo hicimos atravesando algunas de las calles de la conocida como Ciudad de los Muertos, un camposanto inmenso donde decenas de miles de refugiados de la guerra con Israel por la península del Sinaí se quedaron a vivir (y ahí continúan desde 1967) en los panteones junto a las tumbas de mamelucos allí enterrados siglos atrás.
NOTA: Te recomiendo leer una guía detallada sobre los lugares imprescindibles que ver en El Cairo durante un viaje, y que son muchos más que los anteriormente mencionados.
En el Hilton nos esperaba una última cena juntos. No de compañeros de viajes. Allí muchos habían llegado sin conocerse y salieron siendo amigos. Porque compartir un viaje puede ser uno de los mejores filtros para detectar a esas personas con las que compartimos algo más que la mera afición por recorrer el mundo. Así que sólo puedo decir que Bea, Carmen, Isa, Felip, María, Rafa, Ricardo, Montse, Carlos, Auxi, Javi y Mila tendrán aquí a un amigo siempre que lo necesiten.
Día 12º – Regreso a casa
Un vuelo tempranero desde El Cairo, sin más fuerzas que las necesarias para subirse al avión de Egyptair, nos devolvió a nuestros lugares de origen. Realmente habíamos dado todo de nosotros mismos durante los últimos días. Pero, ocurre siempre en estos casos. Por mucho que se quiera, de Egipto no se termina de volver jamás…
¿QUIERES VENIR CONMIGO Y REALIZAR UN VIAJE COMO ESTE? Entre el 23 de enero y el 5 de febrero de 2023 volveremos a subirnos en la dahabeya para recorrer Egipto. Además de todo lo leído anteriormente hemos incidido en nuevos añadidos. Celebramos el centenario del acceso de Howard Carter a la tumba de Tutankhamon y sumaremos dos días más al viaje. Con acceso a la tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, a la propia tumba de Tutankhamon en el de los Reyes, contando con una jornada más en Luxor que nos permitan visitar sus monumentos con más tranquilidad. Y en el caso de El Cairo, poder asistir al nuevo Gran Museo Egipcio, que espera ser inaugurado en breve. Contacta conmigo para más información o en caso de querer que Pangea te monte una ruta personalizada a Egipto.
UN PAR DE CONSEJOS ÚTILES:
- Si queréis tener internet en el móvil en Egipto durante el viaje os recomiendo adquirir una SIM de datos. O, mejor aún, una e-SIM virtual. Yo suelo utilizar las de Holafly, que además proporcionan un descuento a los lectores de este blog (entrando en el link anterior y añadiendo en el cupón el código descuento elrincondesele).
- Siempre que se viaja, y más en los tiempos que vivimos, resulta más que recomendable llevar un buen seguro de viaje (recomiendo IATI, con un descuento para seguidores de El rincón de Sele) que nos cubra ante enfermedad, robo, accidente con las coberturas más altas del mercado.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
5 Respuestas a “Día a día de un gran viaje a Egipto en dahabeya (Ruta completa)”
Una pregunta: ¿Apagan los motores de la dahabiya por la noche? En las motonaves no lo hacen y son un cilicio nocturno…
Hola Antonio,
La dahabeya no tiene motor, así que se duerme sin nada de ruidos.
Un saludo!
Sele
Información sobre viaje a Egipto con dahabiya.
Hola Sele,
Gracias por tu artículo. Eres de las pocas personas que he leído que han viajado en motonave y dahabiya para poder comparar con tu experiencia. ¿En qué embarcación se nota menos el movimiento del barco? Mi hija tiene los años de tu hijo y se marea si se nota el movimiento del barco.
¿Por la noche la dahabiya está amarrada y por tanto el movimiento es nulo?
¡Muchas gracias!
Hola María,
No se nota nada el movimiento porque además está arrastrado por un remolcador. Cero miedos.
Disfrutad si lo hacéis!
Sele