Postales de Alepo antes de la guerra
Siria se desangra día a día en una guerra fratricida entre el Régimen de Bashar Al-Assad y quienes se rebelan contra su mano de hierro. Mientras las naciones y gran parte de la opinión pública dan la espalda al conflicto, cientos de vidas se apagan cada día en el país de Oriente Próximo. Las ciudades están siendo reventadas por las bombas, el fuego y los disparos, entre ellas Alepo, a la que parece no salvarle ni el título de Patrimonio de la Humanidad que ostenta desde 1986. Recientemente se ha sabido que el minarete de la Mezquita Omeya, que data del Siglo XII, se ha derrumbado por completo. Antes fueron los bombardeos a la ciudadela de Saladino, el incendio de un zoco milenario y la devastación de muchos de los barrios de la ciudad. Alepo se desangra no sólo en cadáveres de inocentes sino también en una Historia mucho más antigua que cualquier recuerdo. La estamos perdiendo entre todos mientras se convierte en un fantasma de sí misma. ¿Será ya demasiado tarde? Es posible que sí.
Tuve la SUERTE (con mayúsculas) de caminar un verano de hace varios años por aquellas callejuelas que me fascinaron, de comprar en los bazares y fumar narguile en los cafés rodeado de muy buena gente. Aquellos días disfruté de la que se convirtió en mi ciudad predilecta en el Medio Oriente. Hoy, con amargura y cierto sabor a despedida, me gustaría mostraros unas postales de Alepo antes de la guerra. Imágenes que probablemente ya no se puedan repetir nunca más, por desgracia de todos.
Alepo, también escrita Aleppo, Halab (en árabe) o Halep (en turco), es la segunda ciudad más poblada e importante de Siria después de Damasco. Está dentro de una terna muy de aquellas tierras que se disputa el honor histórico de ser la ciudad poblada de forma continua más antigua del mundo. Independientemente de que una lo sea más que la otra se tiene constancia de que puede tener algo más de seis mil años. Y que a ella arribaron hititas, amorritas, asirios, persas, griegos, romanos, bizantinos, árabes, cruzados, mongoles y otomanos, siendo además un enclave principal en numerosas rutas comerciales o una entrada de europeos en plenas Cruzadas de la Edad Media. Sin duda Alepo está anclada a una diversidad de pueblos, culturas y religiones que además han dejado rastro de su paso por la misma.
Entró en el Siglo XXI como una de las urbes más históricas e interesantes de Oriente Medio, con un tamiz arabizado y a llevar muy bien, sin coquetería ni nada parecido, sus casi veinte años dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad que sólo puede declarar la UNESCO.
Mis primeras impresiones nada más llegar a la ciudad tras cruzar la frontera turco-siria por Antioquía fue sentirme dentro de un dulce caos. Era imposible no darse cuenta que nos encontrábamos en Oriente Próximo y que tras el ruido o tener que cruzar la calle jugándonosla entre toda clase de vehículos (tanto a motor como a tracción animal) había un corazón histórico irrompible entonces, absolutamente vivo.
Recuerdo que aquellos días nos hospedábamos en un hostel que nos permitía algo muy típico en estos países cuando el calor del verano aprieta de más, dormir en los tejados y azoteas. Mucho mejor que una habitación normal nos parecieron nuestros sacos en la cúspide de un viejo edificio del centro.
En nuestras primeras acometidas (turísticamente hablando) a la ciudad nos gustó, y mucho, indagar en el zoco de Alepo. Un zoco cerrado repleto tanto de historia como de vida, de rutinas que probaban los dulces antes de comprarlos, de niños correteando mientras sus madres se hacían con lo más extravagante de las carnicerías o de vendedores de arte refugiados en viejos caravasares que no hacía demasiado albergaron mercaderes venidos de distintos lugares de Asia o Europa.
A diferencia del Gran Bazar de Estambul que habíamos visitado días antes, aquí no encontramos comerciantes insistentes ni la necesidad de no poder mirar a los ojos a nadie si no queríamos vernos ante un muestrario de alfombras de suma calidad. En Alepo el turismo era, aún, algo residual y la gente no nos miraba como un euro con patas. Y es que en Siria nos dispensaron un trato sincero, una hospitalidad que muy pocas veces en mi vida he podido encontrar. Su sonrisa era de verdad, sus diálogos con nosotros tenían que ver con el puro placer de conversar.
Se ha sabido por los noticieros que uno de los primeros lugares afectados por la represión del Régimen de Al-Assad dentro de lo que a todas luces es una guerra civil, ha sido precisamente el Zoco de Alepo. Hace varios meses distintos medios recogieron la devastación de uno de los bazares cubiertos más antiguos del mundo. Fue pasto de las llamas, de un incendio de varios días que afectó a gran parte de la estructura y, por supuesto, cerró sine die las tiendas de aquellos con quienes estuvimos departiendo tiempo atrás.
Los rebeldes sirios utilizan como trinchera lo que ha quedado de los caravasares e incluso históricos hammams (baños) en uso desde hace más de 2000 años. Más de 1000 comercios han desaparecido por completo. Simplemente ya no existen.
Más allá del zoco surgía un nido de callejuelas medievales estrechas, con arcos y pasillos abovedados… en los que uno podría creerse estar en los tiempos de Saladino. Con sus barrios dentro del centro histórico, incluido uno cristiano. Dentro de aquellas apreturas urbanísticas del arte árabe escapan los rebeldes sirios de los ataques de los fieles del actual presidente. El grito de “Bashar o quemamos el país” resuena en el centro histórico por parte de los partidarios del Régimen que no dudan en disparar o bombardear lugares más antiguos que la Historia de muchos de los países del mundo.
Y la ciudadela de Alepo, la fortificación medieval que resoplara en tiempos de las Cruzadas, con sus dimensiones extraordinarias (350 m. de diámetro), siempre fue la visita estrella de la ciudad, tanto de día como a la noche cuando las luces verdes de la ciudad proporcionan unas vistas magistrales. Considerado uno de los castillos más grandes no sólo de Siria sino del mundo es ahora otro de los refugios rebeldes que han sido atacados repetidamente no sólo por los kalashnikov sino también por tanques o vehículos aéreos que han dejado destrozos irreparables.
Recuerdo que cuando atravesamos el puente de ocho arcos y esa rampa que nos introdujo en la fortaleza había restos de mezquitas ayyubíes e incluso de un Palacio del Siglo XII. Por la noche la Embajada de Canadá organizaba un concierto de jazz en el interior de la ciudadela y pudimos disfrutar de la mejor panorámica de la ciudad acompañados de una buena banda sonora. No quiero pensar en cómo serán ahora las músicas que allí truenen ni las canciones convertidas en llanto por quienes son conscientes de que “su país se quema”.
Los alrededores del foso de la ciudadela siempre tuvieron un ambiente espléndido. Eran muy usuales los cafés y las terrazas, a las cuales nosotros pudimos acudir en varias ocasiones. Nos ponían siempre un enorme zumo de naranja junto a una pipa de agua. El zumo lo cubrían con papel albal para que no se fueran ni las vitaminas ni su delicioso sabor. Por apenas unos céntimos de euro podías tirarte la tarde charlando con otras mesas y compartiendo el aroma y la esencia de lo que supone fumar narguile en buena compañía.
Una visita a Alepo sin conocer su Mezquita Omeya levantada en el S. VIII y reformada tras un incendio en el Siglo XII, con ciertas similitudes a su hermana edificada en Damasco, era como no haber estado en la ciudad. Tampoco nos la quisimos perder en su momento, aunque para entrar tuviésemos que ponernos unas túnicas con las que cubrir lo que dejaban entrever nuestros pantalones que llegaban por la rodilla o los hombros de las chicas. Una mezquita cuyo interés, más allá de la religiosidad entregada a la tumba de San Zacarías, padre de Juan El Bautista y esposo de Santa Isabel (adorado por cristianos y musulmanes), estaba en ser una de las más bellas del mundo islámico.
Desde su patio con arcos y multitud de gente que acudía a rezar, a descansar a la sombra o a traer a sus hijos a jugar, destacaba, sobre todo, su minarete. El faro de los musulmanes de Alepo era uno de los edificios más altos en la ciudad. Era un lugar, bien ornamentado, desde el cual los almuédanos llamaron a la oración a los fieles durante siglos. Desgraciadamente mis palabras son en pasado, ya que el pasado 24 de abril de 2013 los corresponsales de guerra informaron que el minarete de la Gran Mezquita Omeya de Alepo había sido destruido. Los rebeldes acusan al ejército sirio de bombardearlo. Los soldados de Al-Assad aseguran que los terroristas han sido los causantes de colocar explosivos y demoler, a propósito, el minarete.
¿Qué más da quién fuera? Otro de los símbolos de Alepo, de la ciudad Patrimonio de la Humanidad, ha caído. Y, lamentablemente, no vuelve a dar sombra en el patio ni a formar parte de la silueta medieval de una de las ciudades árabes más extraordinarias que jamás ha existido. En cierto modo ese derrumbe injustificado e injustificable ha sido el que me ha alentado a escribir sobre la que fuera nuestra puerta al Oriente Medio de verdad, a lo que íbamos buscando en aquel viaje. Porque no puede ser que se le siga dando la espalda a este pueblo, ni se actúe a posteriori como cuando los talibanes hicieron añicos a los Budas de Bamiyan. Retazos de Historia que se han perdido… ¿Cuál será el siguiente? me pregunto con indignación y mucha tristeza.
Oriente Medio ha sido, es y será siempre un polvorín, sinónimo de inestabilidad y tópicos vestidos de de ojos tapados y bocas silenciadas. Siria no es menos. Por un lado el régimen dictatorial heredado de Al-Assad, por otro su enemistad con Israel que lo acusa ser intermediario entre la República Islámica de Irán y Hizbolá en el Líbano. Y ahora la aparición de grupos rebeldes comandados por personas que no va a recibir el Nobel de la Paz precisamente. Esta infortunada argamasa nos deja un país asolado en distintos frentes que provoca que lo paguen los mismos, las familias, la gente inocente que se ve dentro de un tiroteo.
Las noticias golpean día a día en los medios de comunicación. Que si un día aparecen 80 cadáveres maniatados y con evidentes signos de tortura en el río Quweiq, que pasa por uno de los distritos de la ciudad de Alepo. Que si de los más de 70.000 muertos desde que comenzara esta guerra fraticida cerca de 10.000 corresponden a la ciudad de la que os hablo.
¿Hasta cuándo? ¿Reaccionaremos sólo cuando todo aquello sean cenizas? Tuve la suerte de conocer Alepo antes de la guerra. Si algo tengo claro es que jamás volveré a ver la misma ciudad.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
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18 Respuestas a “Postales de Alepo antes de la guerra”
A veces, quedarte con mal cuerpo después de leer cosas así es necesario. Nadie ha pensado en toda esa gente que sale en las fotos? Ahora mismo están viviendo una guerra en la que seguro que no se querían ver envueltos. Y nadie hace nada…
Es cierto que la situación en la zona es muy complicada y que hay muchos frentes abiertos, pero jamás pueden dejar esos señores que nos desgobiernan que todo esto ocurra a sus espaldas.
¡Hagan algo! No dejen que muera un país. Ni personal, ni culturalmente.
Un abrazo, Sele, y gracias por otro gran artículo.
Sele, qué tristeza me da Siria, ver cada día como se destruye más y más, muriendo gente…mientras la comunidad internacional no hace nada.
Recuerdo hace unos años que te consulté un posible itinerario por el país, al final por problemas de fechas disponibles y del sello de Israel en mi pasaporte no fue posible…siempre tendré esa espina clavada con Siria.
Un abrazo, amigo.
Pero quién tiene la culpa de todo esto? Al final todo es política, intereses…
Quién promueve las guerras? Yo tengo muy claro que quién puede hacer algo no lo está haciendo, porque no le interesa que eso pare.
Es cierto que se pierden patrimonios culturales, pero lo más duro son la cantidad de vidas perdidas, la cantidad de familias destruidas, la cantidad de malos recuerdos que les quedarán a esos niños que sin venir a cuente se han visto enredados en la mayor de sus pesadillas.
Un gran artículo, que nos hace pensar y reflexionar.
Un saludo, Sele
Qué pena 🙁 Justo la semana pasada coincidimos con un chico que ha vivido varios años en Líbano y que tiene un montón de amigos allí, y nos contaba detalles dantescos. El mundo a veces no merece la pena.
Qué recuerdos me han traido tus fotos y tu narración!! Yo también tuve la suerte de visitar Siria hace 5 años. Personalmente y aunque Alepo también era una ciudad magnífica, me quedo con la algarabía de Damasco. No obstante, no le haría justicia a este impresionante país si no mencionara sitios como Palmira, donde la reina Zenobia creó un imperio que llegó hasta Egipto; Arwad, una isla de pescadores donde los chavales nos seguían curiosos por todas las calles; Maaloula, la ciudad en la que aún se habla arameo; el Bagdad Cafe en mitad del desierto, en la carretera que une Palmira con Damasco… Puff, solo pensarlo me pone enferma. ¿Qué nos ha pasado a los seres humanos para poder observar impasibles cómo nos matamos unos a otros?
Un saludo y gracias por el artículo
Me encantan las fotos, tiene muy buena arquitectura, me hubiera gustado ir antes de la guerra, lastima ya que es un lugar muy interesante.
Una de las cosas que más me arrepiento en esta vida es haber pospuesto un viaje a Siria. Tengo una tía que tiene AÑOS viviendo allá y siempre que venía a México reiteraba su invitación. Creo que este es un gran ejemplo de tomar las oportunidades cuando se te presentan, luego es demasiado tarde.
Me vuelvo a encontrar escritos tuyo!. Cuando viajé a Siria, allá por 2008, me sirvió de mucho tu diario en los viajeros, hoy comparto tus recuerdos y tristeza. Sus calles y las personas que la llenaban, los ruidos y olores, los sentidos siempre en alerta y gozando. Siento intensamente su patrimonio monumental perdido, pero el mejor patrimonio es la vida humana y mantengo en mi memoria los ojos, sonrisas, palabras, apretones de mano de quienes conocí o me crucé, y deseo que termine cuanto antes el dolor al que están sometidos.
Siria siempre ha sido uno de los destinos que tenía previsto incluir en mis viajes.Es una pena todo el patrimonio artístico que se ha perdido…pero lo verdaderamente lamentable es pensar por lo que están pasando sus habitantes y más ahora…ante un inminente ataque a «objetivos militares» que seguro se cobrarán vidas civiles…Es como tener al enemigo tanto dentro como fuera de tu casa… y una vez finalice el conflicto…¿qué les quedará a sus ciudadanos? ¿y los sentimientos ante la pérdida de familiares y amigos?…¿qué sentirán mientras pasean por sus calles sin la visión de estos monumentos cuya ausencia les recordará siempre la barbarie que su pueblo ha vivido?
Cuanta nostalgia me ha dado tu post. Soy una viajera que alberga el sueño del medio oriente… ver tus imágenes y saber que no volverá a ser igual duele. Que afortunado eres de haberla conocido, que triste pensar que quizás algunas de esas personas ya no existan.
Saludos desde México.
Sabia que algo malo le habia pasado al patrimonio de Aleppo , como lo cuentas es muy doloroso. Menos mal que nunca he estado alli, esas cosas te llegan al alma. Igual me hubiera gustado ir algun dia y ahora se que no sera possible y es muy triste. Pobre gente!
Que recuerdos, yo tuve la suerte de recorrer Siria hace unos años y siempre digo que en ningún otro sitio he encontrado gente tan hospitalaria, tan abierta, tan sincera como en este país al que llevo en el corazón de manera muy especial, y se me encoge el estómago cada vez que salen noticias de la masacre que están cometiendo, y como internacionalmente se mira hacia otro lado.
Gran ciudad Alepo, con su bazar que me transporto a otro tiempo.
Muy buena narración.
He tenido la suerte de no solo visitar Siria, sino de haber vivido alli, en su capital, Damasco.
Sus gentes, sus calles,su patrimonio,su comida…ahora que es lo que queda de todo esto, ¿a quién le importa tanta destrucción?
Esos niños/as en la actualidad estaran refugiados en cualquier campamento, en condiciones miserables, ¿A quién le importa?
Su infancia perdida.
Muchas gracias Sele por haberme recordado esta maravillosa nación, dominanda por la represión y la sin razón.
Pediría que no vuelva pasar, pero no solo hay Siria, Gaza, Libano, Irak,Libia….
Hasta que no quede nada tiene toda la pinta ,bonita ciudad lo tenia todo antes de la guerra la mas poblada de Siria como siga asi no veremos mas que ruuinass,nos acuerda Stlingrado.
Creo que ya es demasiado tarde. Ójala me equivoque.
Saludos!!
Sele
Soy nieta de Sirios, mi abuelo vino a Argentina para formar su familia. Lamento mucho todo lo que estan sufriendo alli. Lamentablemente no podre conocer nunca el pais de mi abuelo ya que esta todo destruido.
Gracias por tu comentario Nora. Lamentablemente han destrozado este país. Quizás dentro de muchos años se pueda volver. Pero no va a ser lo mismo.
Un saludo!
Sele
Muchas gracias por tus palabras. Cariños