Lugares que estamos perdiendo en Siria con la guerra
Siria se desangra, día a día, minuto a minuto. Vive una guerra sin cuartel que se escapa totalmente de un origen entre rebeldes hastiados y el régimen de un Al-Assad aferrado fuertemente al sillón presidencial a costa de su pueblo. Y se complica día tras día porque aquello es un todos contra todos en el que han aflorado los radicalismos y los grupos terroristas están aumentando su poder cada vez más. Este país es posible que sea actualmente uno de los más peligrosos del mundo, donde los muertos se cuentan con decenas de miles y el silencio se fuerca secuestrando periodistas que eran los ojos que nos informaban de lo que estaba sucediendo. Sólo se sabrá lo que pasa en Siria cuando la batalla termine, cuando quienes pueden hacer algo dejen de dar la espalda y mirar hacia otro lado. Entonces nos daremos cuenta de que además de esas vidas que se apagaron para siempre, se habrán esfumado lugares de incalculable valor. Siria tiene historia de muchos miles de años en sus muros, lugares bíblicos, castillos cruzados, pedacitos del Imperio Romano y un preciosista legado árabe en cada calle. Quien sabe si, como sucedió con los budas de Bamiyan en Afganistán, ya es demasiado tarde para lamentarnos. Porque hoy día estamos perdiendo unos valores históricos en Siria que cuando todo acabe lloraremos para siempre.
Tuve la inmensa suerte de recorrer Siria hace varios años y conocer rincones espectaculares, muchos de ellos Patrimonio de la Humanidad con o sin UNESCO de por medio. Cada vez que leo las noticias me llevo las manos a la cabeza ante las tropelías que se cometen en los conjuntos históricos, los saqueos a museos y los bombardeos que se suceden en castillos o ruinas milenarias. Por ello, me gustaría tirar de memoria y caminar por esos lugares que estamos perdiendo en Siria con la guerra…
Alepo y su ciudadela
Recuerdo que entré a Siria desde la frontera turca próxima a Antakya (la legendaria Antioquía) y que Alepo (Aleppo) fue mi primera parada en este país. La sensación fue la de encontrarme en uno de los corazones más aútenticos de todo Oriente Medio, con una ciudad que iba a mucha velocidad y desorden pero con un fondo absolutamente maravilloso. Su casco histórico me pareció increíble, con uno de los mejores zocos de todo el mundo árabe y una ciudadela con miles de años de historia gobernando todo su alrededor. En los albores de esta guerra estúpida el zoco se incendió, ya que era utilizado por los rebeldes para esconderse ante los ataques aéreos del ejército liderado por Bashar al-Assad. Y así se caían miles de años de un tablero indispensable en ese juego de las rutas comerciales de seda, gemas, jazmín y el conocimiento que recorrió Asia y Europa tal y como nos narraron Marco Polo, Ibn Battuta y muchos otros grandes viajeros.
También pudimos ver no hace mucho por televisión cómo el minarete de la mezquita omeya de Alepo se había venido abajo y que lo único cierto es que se echan la culpa los unos a los otros mientras que uno de los edificios religiosos más importantes del país se parece cada vez más a uno de esos lugares rotos por una bola de demolición. Justo allí, en ese patio, recuerdo nítidamente cómo iban a jugar los niños, los padres se echaban la siesta aprovechando la fresca y la gente recibía a los turistas extranjeros como auténticos dignatarios. Era ese típico sitio en el que se rompían los prejuicios mientras se apreciaba el arte de alrededor y la honestidad de una gente mucho más abierta y amable de lo que nos habían contado.
El casco histórico de Alepo poseía callejones estrechos llenos de vida y no tengo duda que me encandiló muchó más que lo hiciera Damasco. Quizás por eso que se dice que el que golpea primero golpea dos veces. Y a mí Alepo me golpeó al corazón, lo que hace que me apene muchísimo todo lo que está pasando, con las sonrisas que han dejado de serlo para convertirse en lágrimas, esos rincones mágicos que quizás ya no existan…
Las ciudades muertas de Siria
Tanto al oeste como al sur de Alepo, a no más de una hora en coche, se encuentran las conocidas como «ciudades muertas». Son numerosísimos emplazamientos urbanos de los Siglos I al X que tuvieron su momento de esplendor durante la época bizantina y que con el tiempo se fueron abandonado sin que se encontrara una explicación certera. Uno puede caminar entre basílicas, viejos aljibes, casas señoriales, establos y elementos urbanísticos de la alta Edad Media que han quedado tal y como estaban. Hay varias docenas de las denominadas ciudades muertas en Siria y siempre han sido claras aspirantes a entrar dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad.
Durante mi ruta por el país recuerdo visité tres buenísimos ejemplos de la época como Jerada, Ruweiha y Serjilla (esta última me pareció la más completa). Era impresionante ver espacios tan conservados, casas que fueron palacios y que conservaban numerosas muestras artísticas escuplidas en ventanas o columnas hechas de piedra caliza del lugar. Estos asentamientos históricos de gran valor se visitaban prácticamente sin ningún control, salvo la presencia siempre animada de niños que te acompañaban y te mostraban sitios que de otra manera no te dabas cuenta que existían.
Se ha sabido que durante esta guerra estas ciudades milenarias están sirviendo de hogar para numerosísimos refugiados que se han visto obligados a dejar sus casas. Está lleno de familias aterrorizadas que se esconden bajo los techos de lo que antes fuera una ciudad. Aquella siempre fue una zona seca y polvorienta y los problemas y enfermedades se acumulan en estos lugares convertidos espontáneamente en «ciudades vivas». Quién lo diría…
Apamea y el Cardo Máximo
Dicen que esta ciudad fundada por Seleuco hace más de 2000 años, por tanto modelada por griegos y después por los romanos, alcanzó su máximo esplendor durante los primeros siglos de cristianismo bajo el dominio de Bizancio llegando a albergar a más de medio millón de personas. Eso es cinco veces más que la población de Londres en el Siglo XVII, por poner un ejemplo.
La ciudad del río Orontes cuyo nombre se debe a Apama, la esposa del propio Seleuco que fuera General del ejército de Alejandro Magno, ha sido siempre otro de los grandes atractivos turísticos de Siria, aunque siempre a la sombra de la incomparable Palmira. Sus ruinas son excelentes, pero destaca sobre todas las cosas el Cardo Máximo (la avenida principal durante la época romana, el eje sobre el que nacía y crecía la ciudad) con más de 1800 metros de longitud, siendo uno de los más extensos y mejor conservados de lo que era el Imperio romano.
Aquí viví una tremenda anécdota, encontrándome a mi padre caminando por este lugar, y es que había decidido irse de vacaciones a conocer Siria y Jordania justo cuando yo lo hacía por mi cuenta junto a mis amigos. Nosotros de forma independiente y él a través de una agencia. La casualidad nos llevó a coincidir precisamente en Apamea.
Esta ciudad con lo mejor del periodo helenístico, romano y bizantino está siendo pasto de los saqueos, aprovechando el descontrol y la falta de vigilancia en los momentos actuales. Los noticieros cuentan que muchas piezas se están desenterrando para robarlas, y que hay mafias dedicadas a trillar la tierra para llevarse objetos de gran valor y venderlos después en el mercado negro para ir a parar a las manos de coleccionistas privados.
Hama y las norias que lloran
Continuando la carretera recta por la que partimos desde Alepo hace lo menos 150 kilómetros alcanzamos la ciudad de Hama, uno de los bastiones más enfrentados al régimen de Al-Assad padre e hijo. En los ochenta una revuelta fue sofocada con más de 25.000 víctimas y en la guerra actual en Siria ha sido probablmente la ciudad más golpeada y masacrada de todas. Muchos olvidan que Hama es (o era) la ciudad de las norias, que caminar por sus calles siempre fue sinónimo de escuchar el histriónico sonido de inmensas ruedas de madera retorciéndose para sacar el agua del río Orontes y llevarlo a los canales que durante siglos hicieron fértil toda aquella zona. Las norias de Hama, más antiguas de lo que podamos imaginar, pueden llegar a superar los veinte metros de diámetro, transportar cien litros de agua por minuto y escucharse a kilómetros con total nitidez. Lamentablemente hoy esas norias (unas diecisiete) lo que hacen es llorar, ser meras plañideras de un pueblo dejado a su suerte que lleva demasiados golpes recibidos.
Mientras tanto me quedarán en la memoria esos quejidos huecos, ese retorcimiento de maderas que todavía percibo y que pido al cielo no desaparezcan cuando todo esto acabe.
El castillo cruzado de Crac de los Caballeros
El mejor castillo cruzado que se construyó en la Edad Media se encuentra en Siria. Encaramado a lo alto de una montaña en un punto estratégico desde el cual se observa el Líbano, fue refugio de los cruzados que acudían a Tierra Santa y primera sede de los caballeros pertenecientes a la Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (ahora Orden de Malta). Crac de los caballeros, más conocido por la denominación francesa de Krak des Chevaliers, fue nombrado Patrimonio de la Humanidad en el año 2006 tanto por su importancia como por su compleja arquitectura militar y, por supuesto, contar con un estado de conservación realmente ejemplar. A pesar de haber vivido grandes batallas, ninguna le ha hecho tanto daño como la actual guerra en pleno siglo XXI, en la que sus muros han quedado severamente dañados por la metralla y los incesantes lanzamientos de mortero. Casi mil años después de su construcción sigue siendo un emplazamiento defensivo de primer orden, algo que bien saben los grupos que se mantienen en contra del régimen de Bashar al-Assad y que han encontrado en el castillo un baluarte del todo inexpugnable.
El futuro de este lugar es toda una incógnita, ya que además está aislado y a una distancia a la que no ha llegado la prensa extranjera. El boca a boca sale de un castillo que volvería loco a cualquiera, que recuerda a muchas historias legendarias y que fue inspiración para muchos otros que se levantaron en la Europa medieval. Un buen número de castillos intentaron parecérsele, pero como Crac de los Caballeros, ninguno…
Las casas colmena
Desde la carretera de Homs hacia Palmira, en el este, uno va adentrándose cada vez más al desierto. Los veranos en esta parte de Siria son terribles. A ello se debe precisamente que existan algunas zonas rurales en las que sobrevivan las conocidas como casas colmena. Son cada vez más raras pero se trata de un invento genial para dormir a cubierto y sentirse fresco sin necesidad de aire acondicionado por mucho que apriete la canígula. Su forma es cónica, y están elaboradas con ladrillos de barro. Esa morfología es la que les hace llevar el apodo de colmena.
No quedan muchos ejemplos de este tipo de arquitectura rústica, pero antes de la guerra los visitantes éramos bien recibidos para conocerlas in situ. Haciendo camino por carretera hacia Palmira tuvimos ocasión de detenernos en una de ellas y terminamos todos dentro de la casa tomando té y jugando con un montón de niños que se resistían a que nos fuéramos.
Las ruinas de Palmira
Lo que las pirámides a Egipto, Persépolis a Irán o Petra a Jordania. Eso, exactamente, es Palmira, algo de otra dimensión, capaz de estar sólo entre los más grandes lugares nacidos a lo largo de la Historia. En este caso esta ciudad situada en un oasis en mitad del desierto sirio fue la capital de un Imperio efímero pero poderoso que contuvo a Roma y a los sasánidas venidos de Persia. Su reina, la hermosa Zenobia, volvió literalmente loco a un Emperador romano como Aureliano que castigó su afrenta haciéndola tirar un carro con cadenas de oro y vivir para siempre en la ciudad de Tibur (actual Tivoli, Italia). Pero antes de eso había logrado controlar desde allí tanto Egipto y llegar a las llanuras de Anatolia Central.
A pesar del tiempo y las batallas las extensas huellas del pasado de Palmira son pura poesía. Una larga avenida soporta columnas de más de quince metros de altura y se esparcen edificios por todas partes. Aquello es sugerente como pocos rincones, un lugar donde presenciar un atardecer es un regalo a la vista, sobre todo si se hace desde el castillo árabe de Qalaat Ibn Maan.
El Templo de Bel honraba a dioses más antiguos que la propia Historia. Inmenso e imperturbable ha vivido días mejores que los actuales en los que Palmira se encuentra en un grave peligro. Alrededor nacen numerosos hipogeos, tumbas contenidas en grandes torreones que custodiaban a sus muertos. Siempre una de las urbes más gloriosas de todo Oriente Medio con lo mejor del arte de la época romana y griega, un enorme teatro y un ágora que fue centro público de la ciudad que se dice estuvo habitada por más de 200.000 personas.
Nudo de comunicaciones en la ruta de la seda y transitada por caravanas venidas de todas partes revive cada día su época dorada cuando el último sol muta su piel y deja que se quede sola y en silencio bajo un cielo totalmente estrellado. Palmira no es como las demás, es otra cosa, y sólo espero que el alma de Zenobia la proteja de la sinrazón y la ignominia.
Maloula, el pueblo del acantilado
Nos marchamos de Palmira para ir camino de la gran capital siria, Damasco, aunque antes hacemos una parada imprescindible en Maloula, encajonada en un acantilado y surtida de casitas apelotonadas color arena que dan la sensación de encontrarse dentro de un Belén viviente. Ciertamente no nos iríamos muy lejos de esta historia porque una de las curiosidades del sitio es que la gente del pueblo habla un arameo antiguo que los investigadores aseguran es el mismo que hablaba Jesús de Nazaret.
Lo más interesante de Maloula es recorrer sus empinadas calles y ver de cerca cómo se agarra con sumo empeño al las rocas de un escarpado acantilado. Pero también su pasado cristiano en los monasterios de San Sergio y Santa Tecla, esta última muy recomendable por tener ubicación vertiginosa. Una cueva sirvió como escape a esta seguidora de San Pablo que huía de sus captores y desgracias una y otra vez. Cuenta la Leyenda que cuando estaba acorralada por los romanos se obró el milagro y una hendidura en la pared donde nunca la hubo la permitió a la santa dejar atrás a los enemigos de un cristianismo que apenas había comenzado a andar. Por fuera de la cueva una cúpula y un torreón coronado con la cruz domina las alturas y ofrece una panorámica fascinante de uno de los pueblos más originales de Siria.
En la actual guerra de Siria facciones del grupo terrorista Al-Qaeda tomaron el lugar hasta que en diciembre de 2013 esta fue despejada por el ejército presidencial tras una cruenta y prolongada batalla. Mucha gente murió por las bombas, los disparos y los castigos infringidos por los terroristas a la población cristiana. Quienes arriesgaron sus vidas para para escapar han engrosado la larga lista de refugiados sirios situados en tierra de nadie que se encuentran en absoluto desamparo.
Damasco, capital omeya
Dicen que Damasco es la ciudad del mundo que más tiempo lleva siendo habitada de forma ininterrumpida. Y probablemente quienes lo aseguran, rebatiendo a otras rivales como la anteriormente mencionada Alepo, a Ammán, Jerusalén y un largo etcétera, tengan razón. Damasco aparece en la Biblia en no pocas ocasiones. Fue precisamente en la Via Recta (que no es tan recta) donde Dios cegó a Saulo para tirarle de su caballo y pasar a ser Pablo de Tarso (San Pablo). Y uno de los primeros emplazamientos islámicos en los que se levantó la cuarta mezquita más santa del mundo musulmán, la Mezquita Omeya de Damasco, icono religioso de un califato esencial en la Historia y uno de los monumentos bandera de la ciudad siria.
Aunque está menos medievalizada que Alepo, en la que uno creería encontrarse a Saladino cabalgando por las calles, tiene numerosísimos retazos históricos, una serie de elementos monumentales que vienen desde la Antigua Roma pasando por las cruzadas hasta llegar al caos de los bazares y del tráfico más catastrófico que uno se pueda imaginar. Allí perviven restos de un Templo dedicado a Júpiter que sirve como acceso principal al Zoco-al Hamidiyya desde la Plaza de la Mezquita. O la última morada del gran Saladino, ese gran dolor de cabeza de cruzados a Tierra Santa.
Pero Damasco, a pesar de todo, es su mezquita. El templo que los omeyas edificaron en los albores del Islam es de los que te dejan con la boca abierta. Su grandeza sólo la alcanzan mezquitas que se cuentan con los dedos de una mano. Su piedra y capiteles son de la época del Imperio Romano, su estructura es la de una basílica cristiana bizantina, e incluso contiene en su interior la tumba de San Juan Bautista, considerado profeta por los musulmanes. Aunque su suerte está en el gran patio, profusamente decorado y el cual siempre ha sido la plaza preferida de los damascenos (con razón).
Cuentan que Mahoma nunca llegó a pisar Damasco pero que al contemplarla desde un alto (la ciudad está rodeada de montañas) dijo en voz alta que «al paraíso sólo se accede en el momento de morir». El emplazamiento de aquella historia es Jebel Qassioun, colina convertida en un imprescindible para ver atardecer y, por supuesto, las mejores panorámicas de la ciudad. Y que en su momento, tampoco me quise perder, aunque la visión actual no sea tan paradisíaca como hace mil quinientos años, en que toda aquella zona gozaba de una frondosidad que ahora escasea.
No son buenos tiempos para Damasco. En los últimos años las manifestaciones han sido sofocadas con extrema violencia y es un campo de batalla más de esta guerra sin final. No sólo entre rebeldes y el ejército presidencial sino tambien entre los revolucionarios más radicales (relacionados con el terrorismo islámico, llámese ISIS o Al-Qaeda) y que consideran igualmente enemigos a las facciones moderadas que buscan derrocar al Gobierno. A medida la guerra avanza se han intensificado los bombardeos en los barrios así como los secuestros de rehenes.
Bosra y el teatro romano
A unos 150 kilómetros al sur de Damasco, muy próximos ya a la frontera con el Reino Hachemita de Jordania, tenemos otra ciudad antigua a la altura de las mencionadas Apamea o Palmira. Bosra fue la capital de la provincia de Arabia durante el Imperio Romano y un enlace imprescindible en las rutas que iban hacia La Meca. Sus ruinas de piedra basáltica siempre se han sido consideradas por los arqueólogos como un caso evidente de una ciudad de más de dos mil años ejemplarmente conservada.
Bosra es un conjunto arqueológico excelente y cuenta con su joya particular, el teatro romano. Probablemente hablamos del mejor que nos ha llegado de la época en Oriente Medio. Todo un prodigio arquitectónico cuyas gradas se llenaban con más de quince mil fieles venidos de la propia Bosra como de los alrededores. Aquello fue y sigue siendo uno de los grandes orgullos de Siria.
También este lugar ha sido portada de muchos medios como una de las ciudades en las que se han lanzado desde helicópteros las conocidas como «Bombas de barril», rellenas de petróleo, gas, explosivos, metralla y a veces fertilizantes que son capaces de desintegrar todo lo que encuentran a su paso. Recuerdan a las bombas lanzadas en la II Guerra Mundial contra efectivos militares y están causando estragos en la población civil. Lamentablemente Bosra fue uno de los estrenos de este elemento absolutamente destructivo que se ha extendido a otras ciudades como Alepo, donde han llegado a morir cien personas en un solo ataque de barriles.
Qué amargo me resulta revivir este viaje, pensar en lo que se ha convertido Siria en estos momentos, en la gente que ya no está y en quienes siguen sufriendo semejante deshumanización. Las personas que me encontré en el camino me parecieron definitivamente lo mejor de este país, el séptimo lugar Patrimonio de la Humanidad de Siria. Y las están masacrando verdugos con los ojos vendados que se han olvidado de las razones por las que matan. Aquello ha perdido todo su sentido. Siria, y me duele decirlo, es el infierno en la Tierra.
Pasarán años, quien sabe si décadas, hasta que esta guerra de mil batallas finalice. No habrá cuerpo que lo resista. Muchos se habrán ido ya. Y todos habremos perdido infinidad de lugares que dejaron de ser realidad para convertirse sólo en tristes recuerdos.
Siria de despedeza, Siria se muere… y nadie hace nada.
Sele
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23 Respuestas a “Lugares que estamos perdiendo en Siria con la guerra”
Es uno de esos lugares que ya no podré ver en su plenitud por culpa de una atroz guerra (Como todas). Hace años que quería ir a Siria para poder contemplar todas estas maravillas que mencionas, en particular Damasco y Alepo, tengo una cuenta pendiente para visitar estos lugares pero mucho me temo que no serán ni una sombra de lo que fueron hace años.
Gran artículo Sele, como siempre, da gusto pasarse a leer por aquí.
Un Abrazo
Jesús.
Una pena que el sea el mismo hombre el causante de la desapariciín y la destrucción de lugares como estos. Somos una raza estúpida por naturaleza! Muy buen post! Abrazos
Hola hermano! Ya sabes que comparto pasiones viajeras muy similares a las tuyas, y que ya hemos disfrutado este año en Irán. Por las mismas fechas que fueras tú, nosotros también recorrimos Siria hasta las tierras bañadas por el Eufrates y hasta las costas de Latakkia, encontrando lugares maravillosos y, sobre todos ellos, personas realmente amables con el viajero.
Además de todas esas maravillas (añadiría Rasafa y sus cisternas subterráneas), siempre creo que ambos diremos, que la gente más amable del planeta con el viajero que nos hemos encontrado, a pesar de los prejuicios que todos podamos tener, han sido los sirios y los persas. Curioso, ¿a que si?
Un abrazote muy fuerte y genial recopilación
Una verdadera pena pues es un país que nos encantó. Lo visitamos en el 2007 y guardamos muy gratos recuerdos.
Nuestro guía nos comentó que Hafez al-Asad, el padre del actual dirigente, llevó a cabo una política de tierra quemada contra la ciudad de Hama, a fin de sofocar una revuelta de la comunidad suní contra el régimen de al-Asad, juntó a los disidentes y los bombardeó; el hijo siguiendo sus pasos «lo ha adelantado». Triste muy triste
Una lastima lo que esta sucediendo, en una ocasión estuve a punto de viajar a Siria y finalmente se sustituyo el plan por Guatemala. Quizás con los años pase todo y el país vuelva a levantarse, mas que nada lo digo porque si damos un repaso a los últimos 5000 años de la historia de la humanidad, en esta región parece que la guerra ha sido el estado natural, mas bien parece un milagro que Palmira, Damasco, Bosra o el Crac sigan en pie.
Estuve hace uns pocos años en Siria y visité todos esos impresionantes lugares, pero lo mejor de todo el viaje fue la gente., muy amable, principalmente en el norte. A pesar de lo que la gente cree, convivían personas de todo tipo de creencias y religiones.
Sele, totalmente de acuerdo contigo en lo que expresas…
Espero que algún día mi sobrino Fares, nacido en Madrid pero de padre sirio, pueda visitar el país de sus abuelos y admirar las huellas de la civilización de sus antepasados sin que los actuales bárbaros (de uno y otro signo) que campan por su país se hayan esmerado en borrar a fondo.
Precioso homenaje a Siria: un hermoso país. Por desgracia, ya será otro…»Lo que el viento se llevó»…y todo lo que se lleva y llevará, de nuestra Tierra, por esa insoportable levedad del ser…, que no declina.
Excelente reportaje.
Saludos!
Hola Sele! Gran artículo. Nos hace darnos cuenta de cuán grande es el patrimonio de Siria, no tenemos el gusto de haberlo conocido, pero era uno de esos lugares de los que uno siempre tiene mitificados. Una pena pensar que muchos de estas grandes obras estén a estas horas destruidas, aunque las secuelas de la guerra son más profundas en la población que en el patrimonio. Saludos!
Que gran suerte tuviste de visitar el país hace años, para los que lo visitaremos en un futuro cuando la situación vuelva a la normalidad, a saber que nos encontramos…
Pero como siempre lo peor es el desastre social que está viviendo el país y las vidas que se está llevando, eso si que es irrecuperable 🙁
Muchas muchisimas veces me viene a la cabeza Siria, por sus generosas gentes, impresionantemente nobles…, es una pena. Me vienen a la mente todos esos lugares preciosos.
Espero que todo se solucione pronto, sobre todo por los que viven allí.
Una gran tristeza inunda nuestros corazones. Al contemplar toda esta guerra sin sentido y como estos
lugares preciosos son destruidos. Esperamos una pronta solución y retorne la paz.
Hola.Mi querido sele,desafortunadamente,no tengo los recursos ,para hacer este viaje a futuro y ver lo que quedó de Siria pero con la remenbranza,de tu viaje,ya lo conocí,Bozra es una ciudad de la cual habla la Biblia,y gracias a ella y a ti me transporte,a esos lugares.muchas gracias.
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