El Valle de Cocora o el secreto de los mil verdes - El rincón de Sele

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El valle de Cocora o el secreto de los mil verdes

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En el Departamento del Quindío, corazón robusto y amable del Eje Cafetero en Colombia, se halla un lugar que esconde el alma de una princesa quimbaya llamada Cocora. El nombre de quien fuera hija del cacique del pueblo quiere decir «estrella de agua» es pronunciado cada mañana bajo el canto de algunos pájaros que todavía la extrañan. El río Quindío atraviesa este valle encantado que recrea el que a todas luces es un paraíso en el que se cuenta el secreto de los mil verdes, que tiene que ver con la infinidad de tonalidades que dicho color regala a los ojos de quienes caminan por sus veredas. Por todos conocido como valle de Cocora, en honor a la hermosa princesa, dibuja uno de los paisajes más extraordinarios que uno puede encontrarse no sólo en Colombia sino en todo el mundo. Quizás por sus colores, por ser capaz de provocar una sonrisa fuera y dentro de ti, o también por sus altas y espigadas palmeras que se enzarzan en el letargo de espesas neblinas. Allí descubrí en qué consistía el secreto de los mil verdes, la pasión convertida en valle.

Valle de Cocora (Colombia)

Colombia guardaba más de mil motivos para que me enloqueciera con ella. Pero resultó ser el valle de Cocora, con sus palmas de cera clavadas en la hierba y en el cielo, el lugar que definitivamente me hizo perder la razón.

Colombia, tierra de sorpresas

Los colombianos están realmente orgullosos de su tierra, y razón no les falta. Maldicen una y mil veces las noticias que durante décadas amordazaron su imagen real, la de la gente amable y desprendida, la de sus paisajes imposibles y sus hermosos pueblos coloniales. Quizás por ello hoy en día, cuando se trata de un destino completamente seguro para el visitante, los habitantes de Colombia reciben a los viajeros con lo mejor de sí mismos, para hacerles olvidar lo que un día vieron o escucharon y por fin puedan conocer y recorrer la realidad de un país admirable.

Cartel de Bienvenidos a Colombia (frontera con Ecuador)

Si os interesa conocer más este país no os perdáis «Un viaje a Colombia de la A a la Z» con todas las particularidades de una estancia en una de las mejores sorpresas en territorio sudamericano.

Recuerdo que cuando estaba viajando con la mochila por Sudamérica no lo llevaba demasiado planificado porque me dejé llevar bastante por la improvisación. Quizás tenía claro que después de Argentina, Uruguay y Chile iba a recorrer tanto Bolivia como Perú. Para más adelante no tenía, en realidad, ni la menor idea de hacia dónde iban a ir mis pasos. Pero fue tal el buen feeling que me fueron dando otros viajeros que venían desde arriba en torno a Colombia, que no me lo pensé más y decidí que éste sería otro destino dentro del viaje. De hecho un 20 de junio por la tarde llegaría mi chica, Rebeca, al Aeropuerto de Bogotá para unirse a la expedición y ya volver juntos a casa tres meses más tarde.

Hicimos un recorrido de cerca de treinta días en Colombia y, mientras íbamos descubriendo lugares increíbles como Villa de Leyva, Barichara, el Parque Tayrona, Cartagena de Indias y un largo etcétera, nos decían que si estábamos asombrados esperáramos a ir al Eje Cafetero y más concretamente a Salento porque allí se romperían nuestros esquemas por completo. Esa parte la dejamos para el final y así pudimos dedicarle los días que se merecía. Salento fue la base para visitar no sólo las fincas cafeteras sino también hacer senderismo o incluso montar a caballo. Aunque la gran razón por la que tanta gente nos incitaba a llegar hasta allí era ese lugar bañado por el río Quindío llamado Valle de Cocora, donde vienen a nacer las palmeras más altas del mundo. Y, como siempre, no se equivocaron en sus consejos. El buen sabor de boca que nos dejaría este lugar haría que parte de nuestro corazón se quedara allí junto al de la princesa Cocora.

Mapa de situación del Valle de Cocora en Colombia
Situación en Colombia del Valle de Cocora

De ruta por el valle de Cocora

Cómo llegar

Salento es el pueblo desde el que se suelen hacer la mayor parte de las salidas al valle de Cocora. Un pueblo que, además de agradable de por sí, tiene lo que el viajero viene buscando en un viaje a Colombia. No le falta oferta hotelera adaptada a todos los bolsillos, ni una temperatura de casi 20 grados durante todo el año, ni un paisaje delicioso cada mañana. Nosotros llegamos al pueblo en autobús desde esa ciudad con nombre de país como es Armenia, aunque también se puede hacer desde Pereira, ya que se encuentran bastante cerca. Éstas últimas, además están bien comunicadas por tierra con las principales ciudades de Colombia. De hecho nosotros alcanzamos Armenia en un bus nocturno desde Medellín. Una vez establecidos en Salento hicimos diversas excursiones y rutas a pie o a caballo, dejando la más espectacular, la de Cocora, para el final. Porque para esta parte del viaje siempre hace falta dejarse varios días. Y ninguno sobra.

Valle de Cocora (Colombia)

Desde la plaza principal de Salento salen todas la mañanas y tardes un grupo de Willys, que son viejos jeeps que recorren desde antaño las fincas cafeteras, hacia la base del Valle de Cocora. Hay que saber bien las horas de salida y estar listo para subirse a uno de éstos y esperar a partir cuando estén llenos. Es el único método de transporte al valle, siempre que no se quieran hacer las aproximadamente dos horas que hay a pie desde el pueblo.

Fotografía de Willys en el Valle de Cocora (Colombia)

En nuestro alojamiento de Salento (Hostal La Floresta) nos informaron que a las ocho de la mañana partían unos cuantos Willys hacia el Valle, por lo que madrugamos para estar en la plaza a dicha hora. Había estado lloviendo toda la noche, por lo que bien aconsejados por los encantadores dueños del hostal, nos llevamos prestadas unas botas de goma para evitar venir empapados y, sobre todo, perdidos de barro. A pesar de ser un lastre a priori, nos vino de maravilla, puesto que los caminos tenían un barro que parecía que pisábamos chocolate.

Nos subimos a uno de estos Willys y no tardamos más que cinco minutos en llenarlo. Algunos de los trabajadores de los cafetales se engancharon a la parte trasera del vehículo para no llegar tarde a su jornada laboral. El precio del trayecto en un jeep de este tipo era de 3000 pesos colombianos por persona, que es poco más de un euro. Una forma rápida y económica de hacer los once kilómetros que separan Salento del Valle de Cocora.

Un paisaje de los que dejan la boca abierta

Reconozco que tenía una imagen en la cabeza de cómo debía ser el corazón del valle gracias a una foto que había visto en un libro sobre Colombia. Aparecíía un mar de palmeras delgadas y, sobre todo, muy altas escapando de la niebla que suele pasearse por allí. Sin saber porqué, creía que ese era el final de un largo sendero que había que hacer a pie, que tan sólo era una parte escondida del valle. Pero sin duda, me equivocaba. Y me alegré de haberlo hecho…

Valle de Cocora (Colombia)

Cuando tras treinta minutos de viajes nos vimos frente a uno de los restaurantes desde los que se inician las caminatas por el valle nos bajamos del jeep pudiendo disfrutar de la primera imagen del Valle de Cocora. No se me olvidará nunca puesto que lo que pensaba era la guinda del pastel, resultaba estar expuesta a los cuatro vientos desde un primer momento. No daba crédito a lo que estaban viendo mis ojos, una increíble mezcla de verdes serpenteando por las montañas en las que las palmas de cera se se ponían en fila para desafiar a la altura y a todo raciocinio. Aquello era un paraíso, un rincón que no tenía su gemelo en ningún otro lugar del mundo. Allí, y nada más que allí, se puede gozar de una panorámica semejante. Con razón tantos colombianos nos habían repetido una y otra vez que aún no habíamos visto lo mejor…

Valle de Cocora (Colombia)

Empezamos a caminar, puesto que lo preferimos a montar a caballo. Ya habíamos estado el día anterior cabalgando durante horas por los cafetales y ese día lo que queríamos era hacer un trekking improvisado por el Valle de Cocora. Hay distintos recorridos y creo que nosotros hicimos el que nos dio la gana en ese momento, aunque antes de entrar por uno de los portones de madera que se abrían a un sendero zigzagueante nos pusimos las botas de goma con las que sortear el chocolate que empapaba un suelo acostumbrado a ver llover.

Sele en el valle de Cocora (Colombia)

Quizás las tormentas de la noche habían echado atrás los propósitos en Cocora de muchos de los turistas hospedados en Salento porque ese día no había allí casi nadie salvo un par de grupitos de chavales que no tardaron en dispersarse. Algunos hombres a caballo nos propusieron montar a muy buen precio, puesto que estaban a falta clientes para poder hacer sus rutas guiadas. Preferimos seguir caminando mientras tratábamos de asimilar dónde nos encontrábamos.

Fotografía del Valle de Cocora (Colombia)

El valle de Cocora es de esa clase de lugares que a uno le sorprenden porque no son demasiado conocidos para todo el mundo y porque son demasiado bellos para pasar desapercibidos en mil y un reportajes que hemos leído en revistas o visto en televisión. Esa falta de protagonismo le permite mantener su inocencia intacta. Sin duda, el cariño se lo gana a pulso con cada uno que sin saber qué esperar se da cuenta que acaba de tocar el paraíso con la yema de los dedos.

Valle de Cocora (Colombia)

Por mucho que nos hubieran hablado de la palma de cerca  y de sus más de 60 metros de altitud, la realidad superó cualquier expectativa previa. Había que estirar mucho el cuello para mirar hacia arriba cuando teníamos uno de estos árboles cerca. Y en Cocora se cuentan por miles. De hecho se trata de la mayor reunión de palmas de cera que hay en el mundo, así que tratándose de una especie de vegetación amenazada no existirá lugar más idóneo para disfrutar de estas finísimas obras de arte de la Naturaleza.

Sele en el Valle de Cocora (Colombia)

El porqué de la denominación de palma de cera o palmera de cera tiene sencilla explicación. Se debe a que el tronco rezuma una especie de cera que durante muchos años fue utilizada para hacer velas. Por tan extraña cualidad, y por la necesidad de preparar terrenos donde cultivar café muchas de estas palmeras fueron taladas hasta que en 1985 se decretara su protección mediante la declaración como árbol nacional de Colombia. Esa medida le salvó de quedar reducido a la nada y por ello hoy en día el Quindío muestra con orgullo lo que para su gente se trata de algo más que un símbolo. Es, sin duda, un coloso a pesar de su ridículo grosor. Y es que aunque la media de altura es de unos sesenta metros hay casos en los que ha rozado los ochenta, lo que le hace ser el más alto de la clase.

Valle de Cocora (Colombia)

Tormenta en el valle

Sin saber dónde dirigirnos y, sobre todo, sin importarnos en absoluto no llevar un rumbo fijo, emprendimos la subida a una colina cualquiera en la que pastaba el ganado, completamente ajeno a nuestra presencia. Un arcoiris de verdes nos fue acompañando por el camino, al igual que nubes de pequeño tamaño que se abrazaban con dulzura a las hojas de las palmeras. La idea era rodear una montaña y así gozar de unas panorámicas diferentes con las que vivir el valle. Una incipiente inyección de finísimas gotas de lluvia empezó a sacudir nuestras mochilas, y es que se estaba barruntando una tormenta igual o más fuerte que la de la última noche en Salento (que fue de esas en las que los truenos te impiden dormir). Aún así confiamos en seguir adelante y esquivar lo que era ya inevitable.

Valle de Cocora (Colombia)

Al principio fue fácil convivir con la lluvia, pero tras el estruendo rompedor de varios truenos tras las montañas el agua aumentó en copiosidad. Cuando esto fue así estábamos a mitad de camino, por lo que resultaba igual de eficaz seguir el camino que darse la vuelta que regresar por donde habíamos venido. La única protección posible que teníamos fueron los chubasqueros que por fortuna habíamos metido dentro de nuestras mochilas. Era de esa clase de chubasqueros que cubren tanto el cuerpo como mochilas, bolsos o cámaras fotográficas. Te mojas un poco pero no te empapas y, sobre todo, salvas las cosas de mas valor que puedan estropearse con el agua. Lo peor de todo aquello radicaba en no poder hacer fotos durante un buen rato porque la cosa se había puesto díficil y no era la mejor idea exponer demasiado la cámara a la lluvia.

Valle de Cocora (Colombia)

Emprendimos un mayor ritmo a nuestros pasos para quien sabe si llegar a lo más parecido a un refugio pero ni encontramos sitio donde hacer una pausa ni la tormenta detuvo su furia. Viajeros sin destino y sin retorno en mitad del Valle de Cocora. Menos mal que lo que no faltó fue el buen sentido del humor para secar todo ese agua que nos caía a chorros por la cara. Ni para darnos cuenta que se nos cerraba el paso cuando nos detuvimos frente un portón cerrado perteneciente a una finca privada. Entonces sí que tuvimos que dar la vuelta, yéndose al garete la posibilidad de reducir distancias.

Fotografía en el Valle de Cocora (Colombia)

Fotografía en el Valle de Cocora (Colombia)

Casualmente a nuestro regreso a la base donde hacían parada los jeeps de Salento el cielo dio una tregua y nos permitió estar un buen rato sin la molesta lluvia. Entonces entró mucha más luz del Sol y permitió observar cómo cambiaban los colores de los pastos y las montañas de nuestro alrededor. De fondo una silueta de palmeras se resistía a ser devoradas por una nube, ofreciendo un paisaje increíbley, como sostengo, diferente a cualquier otro que hubiera visto jamás en toda mi vida.

Valle de Cocora (Salento)

Eran nuestras últimas horas en Colombia. Por delante quedaba un autobús eterno hacia Bogotá (aproximadamente 10 horas) atravesando los Andes septentrionales. Este país me fascinó desde un principio pero definitivamente me tendió su mano en el Valle de Cocora en el que el susurro de una princesa me reveló el secreto de los mil verdes.

Sele

* Recuerda que puedes leer más artículos sobre Colombia o seguir todos los pasos de este viaje en MOCHILERO EN AMÉRICA

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