Frente a la erupción del volcán Piton de la Fournaise

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Frente a la erupción del volcán Piton de la Fournaise en Isla Reunion

Hay cosas que, aunque uno las desee con todas sus fuerzas son difíciles que sucedan y, más aún ser testigo de ellas. Pero, en ocasiones, esos sueños se cumplen. Como, por ejemplo, tener la ocasión de ver en directo una erupción volcánica, un fenómeno de la naturaleza capaz de trasladarnos a los mismísimos umbrales de la Tierra. Eso es algo que depende del lugar, del momento, de las condiciones y, sobre todo, de la suerte. Pues bien, aún con las piernas temblorosas y abrumado por la emoción puedo contar que sí, que lo he podido presenciar. Y que aún no me lo creo. Llegar a Isla Reunión en plena erupción del volcán Piton de la Fournaise, uno de los más activos del planeta, y que la climatología permitiera acceder a uno de sus flancos para admirar cara a cara un espectáculo de explosiones y coladas de lava fue una forma maravillosa de cumplir uno de los sueños de mi vida.

Volcán Piton de la Fournaise en erupción (Isla Reunión)

Un sendero de rocas inestables de un río de lava casi prehistórico antecedió a varias horas situados frente a un cráter que no dejó de recordarnos a los allí presentes quién sigue mandando en Isla Reunión.

LA ERUPCIÓN DEL GRAN PITON DE LA FOURNAISE

Señales

Hay quien cree en las señales, en que las cosas no suceden por casualidad y que alguien  o algo va dejando migas de pan en el camino para que las persigas. En este caso tengo que reconocer que el proceso que me llevó a ver un volcán expulsar lava tuvo algo de eso. Como, por ejemplo, en un trasiego de ideas y posibles viajes en los que mi mente pasó de Río de Janeiro a Taiwan, me decanté en el último momento por Isla Reunión. ¿Por qué? Quizás me atraía saber tan poco de ella o que tan poca gente hubiera escrito de este pequeño rincón del mundo. Durante mi adolescencia una profesora me había contado que su sueño era ir allá a vivir y dar clases de español en este Departamento de Ultramar que forma parte de Francia. Y quizás por eso siempre la tuve en la mente y me había empapado de fotografías de paisajes de una belleza que me parecía imposible.

Le Plaine des Sables (Isla Reunión)

Compré el billete de avión Air France a La Reunión un 23 de agosto de 2015, cuarenta días antes de mi partida. Justo un día más tarde, el 24 de agosto, Le Piton de la Fournaise entró en erupción por cuarta vez en apenas unos meses, siendo no de los años más activos que recuerdan los vulcanólogos en la región mascareña. ¡Ni hecho aposta! – pensé. Pero, siguiendo el historial de las últimas erupciones, la duración media de las mismas era corta, de una o dos semanas. Por lo que la probabilidad de que en octubre continuara su actividad se antojaba complicado. Aunque tiempo fue pasando y llegó el día de partida. Lo mejor era que las estadísticas recientes se habían roto y la erupción se mantenía con una intensidad que incluso crecía poco a poco. ¿Sería posible que pudiera presencia semejante espectáculo?

El volcán Le Piton de la Fournaise en erupción (vista desde helicóptero en Isla Reunión)
Fotografía perteneciente al artículo Isla Reunión a vista de helicóptero

Otra faceta a tener en cuenta era la climatología. Isla Reunión es lluviosa a rabiar, y no es raro que las nubes se agarren al volcán y no lo suelten durante días en los que no se ve lo que hay a dos metros de ti. De hecho cada vez que miraba las webcams que apuntaban a Le Piton de la Fournaise me salía una capa de niebla que me ponía de muy mal humor. De pronto, mientras seguía deshojando la margarita de si vería el volcán o no, tenía otra duda. ¿Se podría acceder a una zona donde la erupción fuera visible? El Pas de Bellecombe, el mirador más importante al volcán y donde salen muchas rutas de senderismo al cráter Dolomieu mantenía cerrada cualquier ruta al mismo.

Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

NOTA: El 9 de abril de 2021 este volcán erupcionó otra vez. Desde que sucediera esta historia no ha habido año sin explosión volcánica, con distinta duración cada una. 

Plaza en una expedición a Le Piton de la Fournaise

De pronto, asomándome a la página web del volcán, vi unas fotos que pertenecían a una pequeña compañía de senderismo conocida en la isla que organizaba rutas a túneles de lava (Kokapat Rando) y a otros “hijos del volcán”. En dicha instantánea se veía a gente frente a la erupción que se estaba dando en ese momento. Y, como no tenía nada que perder, les escribí en un francés macarrónico extraído del traductor de Google preguntando si había posibilidad de salir en una expedición con ellos. La respuesta no se hizo esperar. El jueves 8 de octubre tenían prevista una salida y se guardaban mi plaza. Pero no confirmarían que ésta se diese hasta que supieran que las previsiones meteorológicas fuesen idóneas para realizar la marcha. Y eso sería un día antes por la tarde. Yo tenía que estar allí, por si acaso. Y rezar… rezar para que el clima malévolo de las últimas semanas cambiara para esa jornada en concreto.

Foto de la zona volcánica del Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

El volcán a vista de helicóptero

Mientras tanto el viaje comenzó. Para asegurarme ver el espectáculo desde bien arriba, sobrevolé Isla Reunión en helicóptero. ¡Y el cielo estaba despejado! Fue mi primer encuentro con Le Piton de la Fournaise, la primera vez que veía un cráter remover magma como el borracho que menea un Gin Tonic en una copa de balón y se le acaba escapando parte del contenido. La violencia era tal que cada varios segundos, en esas embestidas tremebundas, la lava se escapaba de su recipiente de piedra. Aquella imagen me pareció sobrenatural y no se me quitó de la cabeza. El 8 de octubre estaba más cerca y las previsiones meteorológicas no parecían malas a priori. Había que seguir esperando

Le Piton de la Fournaise en erupción a vista de helicóptero (Isla Reunión)

El día antes de la posible partida hizo un día espléndido. Y tuve ocasión de ir a la parte visible del volcán. El tramo de carretera entre Bourg Murat y el Pas de Bellecombe atravesando La Plaine des Sables, me pareció increíble. Una hora de borrachera de paisajes de altura, bosques primigenios para pasar a territorios auténticamente marcianos. Creo que ya sólo llegar al volcán merece la pena. El gran cráter Dolomieu, dormido en esos momentos, permitía dejar ver una columna de humo a un costado. Ahí estaba dándose la erupción. Bastaba pegar un buen rodeo por algún camino interior y llegar a Le Piton de Bert para tener acceso visual al área con actividad.

Sele en Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

A las 19:00 horas de ese día me llegó la confirmación de que la salida se iba a dar definitivamente. Y que me llevara ropa para el frío, buen calzado y agua suficiente para una marcha prevista para la tarde. Aquella noche reconozco que me costó dormir pero el sueño estaba más cerca que nunca..

Arranca la expedición

Se cumplían todas las condiciones posibles. El volcán se mantenía activo, el clima era bueno y estaba apuntado a una marcha con gente que conocía muy bien la zona. Llegué antes de tiempo y no tenía en mi mente otra cosa que ver la erupción. Seríamos tan sólo cinco personas, además de Rudy, nuestro guía. Y venía con nosotros una pareja compuesta por un catalán de Barcelona (Albert) y una rusa de Siberia (Valentina) que hablaba castellano casi mejor que yo. El ambiente del grupo era inmejorable y eso ponía las cosas aún más fáciles.

Trekking al volcán Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Pasadas las 15:00 horas salimos en busca de un “primer balcón” al volcán. Y en realidad teníamos más cerca de lo que pensábamos todos (ya que el plan exacto lo desconocíamos). Se trataba del Piton Chisny, una colina de tonos rojos para la que hacía falta un ascenso bastante asequible. Y en unos minutos ya teníamos una perspectiva del cráter en erupción.

Primeras instantáneas de la erupción

Se apreciaba bastante bien, a pesar de la distancia que aún había con el área más activo, cómo aquella caldera expulsaba una gran humareda. Y detrás de ella sucesivas explosiones de lava asomaban la cabeza. Era algo exageradamente increíble, difícil de describir más que con expresiones del tipo “No me lo puedo creer” y saltar con cada emulsión de magma que nos regalaban los minutos.

Volcán en erupción Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Nos sentamos en la cima del Chisny y Rudy sacó los mapas para explicarnos al detalle cómo La Reunión es una isla bastante reciente en el Planeta con apenas un par de millones de vida. Y cómo el Piton des Neiges, la montaña más alta de la región con nada menos que 3070 metros y responsable de atraer tantas lluvias, había sido un fiero volcán que había dado forma a buena parte de la isla pero que ahora dormía plácidamente. Es desde hace medio millón de años (históricamente un mundo, geológicamente una breve pausa publicitaria) que le ha tomado el relevo Le Piton de la Fournaise para domesticar la geografía de una cuarta parte de la isla (el flanco sudeste). Y la razón, en cierto modo, por la que estábamos allí en ese instante.

Piton du Chisny (Isla Reunión)

Con las mochilas en el suelo, como nuestros traseros, escuchábamos las sabias exposiciones de Rudy pero éramos incapaces de desviar la mirada un solo segundo de aquel cráter cuyo ímpetu se teñía de naranja intenso.

Un sendero de lava petrificada

Minutos más tarde supimos el plan definitivo. Bajaríamos el Chisny por una zona complicada de rocas “strombolianas” (nacidas de las explosiones de magma más efusivas y peligrosas mucho tiempo atrás) para después dar paso al nuevo modelo de ríos de lava petrificados (Pahoehoe, hawaian style). Ambas formaciones en la zona eran inestables y se podían romper a la mínima, por lo que había que ir con cuidado mirando bien por dónde pisábamos.

Lava petrificada en Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Un manto de nubes bajas rubricaba un horizonte magistral sobre el cual el sol empezaba a teñir sus últimas luces del día. Debíamos llegar para el atardecer a la zona de observación y, de ese modo, contemplar un juego de colores único. En el ocaso precisamente está la gracia de volcanes como Le Piton de la Fournaise, al que no le cuesta exhibir sus encantos magmáticos a las mínimas de cambio.

Sele en Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

El sendero que no era se me hizo eterno. Las piedras, aunque endebles, estaban afiladas como cuchillos y caerse no era una opción. Mejor lento pero seguro. Y, de ese modo, todos fuimos avanzando sin prisa aunque sin pausa. La motivación la encontrábamos en ver viejos y solidificados túneles de lava, esas ondulaciones que congeladas en el tiempo mostraban el curso de numerosos ríos incandescentes. También ayudaba escuchar el rumor del volcán, cada vez más próximo. Porque los volcanes suenan. Vaya si lo hacen…

Atardecer frente a la erupción

Con las últimas luces del atardecer se terminó el horrible camino de piedras y derivamos nuestra marcha a un último impulso en un sendero marcado con pequeñas piedras blancas. No éramos los únicos en hacerlo, ni mucho menos. Semejante ocasión, y un cielo completamente despejado, no se podía desaprovechar así como así. No todos los días se tiene la eventualidad de contemplar en directo un volcán en erupción. Y en Isla Reunión estaba siendo posible.

Atardecer en el volcán Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Una última cuesta llegaba a un cortante vertical. Sin creérnoslo acabábamos de llegar a uno de los palcos de honor para ver a Monsieur Le Piton de la Fournaise en una de sus actuaciones más destacadas de los últimos tiempos. Y no pudimos más que dejarle cantar, vibrar y, cómo no, reventar de furia. Porque estaba furioso, no me cabe ninguna duda.

Atardecer frente al volcán Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

El magma se desbordaba cada pocos segundos. A su lado varias líneas de lava humeante encendían una larga extensión de terreno. No quedaba apenas nada para hacerse de noche pero íbamos a tener iluminación asegurada. De eso no nos cabía duda alguna.

Colada de lava de Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Manteníamos una distancia prudencial con el cráter y las coladas de lava. Acercarse más estaba completamente prohibido y desaconsejado. Tan sólo una semana antes un turista francés había aparecido muerto después de despeñarse de un acantilado. Y es que “el balcón” de varios kilómetros estaba precisamente al filo de una pared vertical suficientemente elevada como para no contarlo quien se caiga por ella. Y, aunque estaba despejado esa noche, no era descartable que una densa capa de niebla tapara nuestra visión en apenas cinco minutos. En Le Piton de la Fournaise y más para quienes han hecho el trekking al gran volcán Dolomieu, esa es una posibilidad que conviene grabarse a fuego.

Volcán Le Piton de la Fournaise en erupción (Isla Reunión)

La fría noche del magma

Si la marcha la habíamos iniciado en manga corta y crema solar en la cara (el reflejo del sol en las rocas quema bastante) la noche estaba resultando bastante más fría. Afortunadamente en la mochila llevaba ropa de abrigo suficiente (incluidos guantes) para soportar las horas en que estuviésemos detenidos frente al volcán. Era estando parados cuando notábamos más las bajas temperaturas. Pero aun así no había viento, que hubiera sido un enemigo más difícil de batir (En Islandia aprendí que no son los grados de menos sino el viento de más lo que te mina la moral).

Volcán Le Piton de la Fournaise en erupción (Isla Reunión)

El cráter no dejaba de dar zurriagazos de lava. Los más aplaudidos y deseados eran esos momentos en que el contenido se salía del continente vertiendo la ladera del cráter de cientos de motas naranjas. Durante varios segundos se mantenían incandescentes hasta que se apagaban dejándolo de nuevo a oscuras. Pero una vez más volvía a rebosar lo que parecía una bañera de lava un tanto revoltosa que mostraba su fervor sin pausa.

Cráter del volcán Le Piton de la Fournaise en erupción (Isla Reunión)

A pesar de que nos íbamos moviendo para captar distintas perspectivas siempre nos acompañaba la columna de humo anaranjada que se levantaba durante cien o doscientos metros. Recordaba a la típica imagen del infierno de los cuadros de El Bosco o de ese Mordor de El Señor de los anillos. Era como el Monte del Destino en los confines de la Tierra Media pero sin Frodo, ni Gollum, ni un ejército de orcos al servicio de Sauron. Más bien los que estábamos éramos unos cuantos seres tan pasmados como incrédulos por la escena que se presentaba ante nosotros.

Coladas de lava del volcán Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

El cráter sin nombre de Isla Reunión

Nos contaba Rudy, mientras nos servía un ron de su propia cosecha (En Isla Reunión es muy afrutado y con toques de vainilla), que el cráter que teníamos delante de nosotros era completamente nuevo. Tan sólo cuarenta días antes no había nada más allí que un llano pedregoso con restos de lava petrificada. Se había originado con la repentina erupción del 24 de agosto. Y que por cada jornada que el volcán se mantuviese activo dicho cráter crecería en torno a un metro. Muy pronto “se haría mayor” y tendrían que ponerle nombre como hicieron con otros. También habría que rediseñar los mapas del vasto área que abarca Le Piton de la Fournaise. Aunque para eso mejor esperar a que se apagara primero. Y, por lo visto, no tenía la más mínima intención de hacerlo, puesto que los vulcanólogos detectaban una intensidad volcánica tal que no perdía un ápice de su fragor inicial.

Sele en el volcán Le Piton de la Fournaise (Isla Reunión)

Por mucho que hubiera imaginado ese momento la realidad una vez más superó a mis propios pensamientos. La incandescencia de las acometidas de aquel volcán, los finos hilos rojos alineándose en las coladas de lava y ese murmullo bronco audible varios kilómetros a la redonda eran demasiado impactantes como para poder asimilarlos como si tal cosa. De hecho, habiendo pasado varios días de una de esas aventuras que no se olvidan, he sido incapaz de irme a dormir sin aquel cráter apuntalando mi cabeza.

Volcán Piton de la Fournaise en erupción (Isla Reunión)

Siempre he creído en los instantes que se quedan con uno para siempre. Y en las señales que nos llevan hasta ellos. El lugar fue Isla Reunión, el momento una tarde-noche serena del mes de octubre de 2015 y el otro factor, la suerte. Sin ellos no estaría contando esta historia. Y así fue, amigos, cómo viví la aventura del volcán…

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