Los mejores momentos del viaje a Australia y Tasmania - El rincón de Sele

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Los mejores momentos del viaje a Australia y Tasmania

Cuando vuelves con la sensación de haber realizado uno de los viajes más bonitos y especiales de tu vida, debes tomar conciencia de que jamás terminas de regresar del todo. Parte de tu corazón parece empeñarse en quedarse allí, deambulando por los rincones que la memoria será incapaz de borrar mientras recreas instantes a lomos de una adrenalina galopante. Esa es, al menos, mi percepción recién llegado de un espectacular viaje por Australia y Tasmania. Como si fuera incapaz de digerir todos aquellos momentos que me dieron un vuelco al corazón mientras recorríamos la faceta más salvaje con la que la inmensidad de la naturaleza australiana nos obsequió a todos quienes allí nos encontrábamos. En el corazón de Oceanía, ya fuera asomando la cabeza en la Gran Barrera de Coral, surcando la tierra roja del inabarcable Outback australiano, rastreando canguros, casuarios, ornitorrincos, equidnas y toda criatura viviente que se nos cruzaba por bosques, llanuras, montañas, playas y humedales… volví a reencontrarme definitivamente con las emociones más primarias de quien desde muy pequeño soñaba con ver el mundo con sus propios ojos.

Koala en Australia

Los recuerdos de aquel viaje me asaltan de noche y de día, no importa si dormido o despierto. Las imágenes crepitan bajo los párpados en una etapa de asimilación que tardará en procesar tantas vivencias. Por ello, mientras las vuelvo a recorrer con la memoria tanto Australia como Tasmania, la escritura y la fotografía representan para mí un refugio ideal para condensar estos episodios reales en una colección de momentos congelados en el tiempo con el sentimiento intacto, siempre a flor de piel. Quién sabe si algún día regreso por aquí a contemplar estos retazos breves de felicidad real, mientras tú, que has llegado hasta estas líneas, te decides a embarcarte a un viaje como este, ya sea a través de la lectura o tomando un avión al otro lado del mundo para vislumbrar las maravillas de las antiguas Terra Australis y Van Diemen’s Land. Entonces habrá merecido la pena la travesía

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Colección de momentos especiales de un viaje a Australia y Tasmania

Tres semanas de viaje, si bien permiten para degustar apenas unas pequeñas porciones dentro un territorio inmenso y remoto como es el de Australia, dan en realidad para cargarse de experiencias, anécdotas y visiones memorables. Habíamos estado preparándolo más de un año, dentro del marco de los viajes de autor que desde hace años nos encargamos de diseñar y organizar de manera casi artesanal, siempre dejando un espacio enorme a la improvisación y las situaciones posibles pero no predecibles. Sobre todo en los viajes de naturaleza, donde ponemos un especial énfasis en la contemplación y fotografía de fauna y en los escenarios autóctonos más impresionantes, se deja tiempo para saborear todo aquello que, simplemente, sucede sin avisar, pero es capaz de marcar por completo una aventura de este tipo. WILD AUSTRALIA le llamamos a este viaje donde tocaríamos Melbourne y la Great Ocean Road en el estado de Victoria para saltar al corazón del Outback en Uluru y Kata Tjuta, de ahí volar a los bosques tropicales húmedos más antiguos del planeta como el Daintree Forest dentro de North Queensland, asomarnos a la vida marina en la Gran Barrera de Coral para después acceder a la lejana isla de Tasmania, un rara avis acunado por los vientos antárticos y bajo el abrigo de unas particularidades paisajísticas y faunísticas extremadamente singulares para, finalmente, rematar en la ciudad más frenética y viva de Australia, que no es otra que Sídney.

Sele en Russell Falls (Mount Field National Park, Tasmania)

Mirar a la naturaleza directamente a los ojos es uno de los placeres más ansiados dentro de este tipo de viajes. Y calificando de “salvaje” a esta aventura, no faltaron en absoluto muchos momentos donde, tanto los animales endémicos de Australia como los parajes más soberbios en los territorios visitados, se erigieron como baluartes de una experiencia sublime. He seleccionado algunos de los que más me marcaron y que hicieron aún más grande un viaje que podría definir de colosal.

Cabeza de casuario en Australia

Aquí van:

Encuentro con manadas de canguros en Woodlands Historic Park, a un paso de Melbourne

No habíamos hecho más que aterrizar en el aeropuerto internacional de Melbourne y recoger las furgonetas de alquiler que, con un jetlag que sacudía nuestra cabeza, improvisamos nuestra primera excursión del viaje. No queríamos ir tan pronto a Melbourne, donde íbamos a ser incapaces de salir de la habitación tras pasar más de veinticuatro horas volando, por lo que muy temprano nos situamos en el Parque Nacional Organ Pipes, apenas a un cuarto de hora del aeropuerto, para visitar los restos geológicos de una actividad volcánica muy antigua visible en largas columnas de basalto. Allí veríamos nuestros primeros canguros en lontananza pero nada que ver con lo que más tarde sucedería en Woodlands Historic Parks, también a un paso del aeródromo y donde los avistamientos de estos marsupiales fueron mejores de lo que jamás hubiésemos soñado.

Cara de canguro en Australia

Porque en Woodlands Historic Park, donde vetustos y gruesos eucaliptos ofrecían cobijo en sus ramas retorcidas a aves exóticas como cacatúas (tanto blancas como rosas, llamadas galah), rosellas rojas, los loritos arcoíris y muchos otros, existen vastas praderas donde la población de canguro gris se junta en grupos enormes. Los ciudadanos oriundos de Melbourne, acostumbrados a compartir espacio con estos animales que para nosotros representan una bellísima y remota rareza que hasta entonces muchos habíamos visto en los zoológicos, acudían a este parque a disfrutar de una jornada dominical fuera del trasiego propio de la ciudad. Así que, llevar apenas unas horas en Australia y toparnos con varias manadas de canguros, incluyendo muchas madres con las crías refugiándose en sus bolsas abdominales, supuso un fuerte y hermoso impacto que presagió lo mucho que íbamos a disfrutar admirando y capturando con nuestras cámaras lo mejor de la fauna autóctona tanto de Australia como de Tasmania. No se me ocurre un mejor comienzo, la verdad.

Canguros en Woodlands Historic Park junto a Melbourne (Australia)

A merced de los Doce apóstoles, el atractivo número uno de la Great Ocean Road

Uno de los grandes hitos de la Great Ocean Road, carretera de 243 kilómetros situada al oeste de Melbourne construida por ex combatientes de la I Guerra Mundial entre 1919 y 1932 y que proporciona un roadtrip formidable por el agitado litoral del Estado de Victoria, es, sin lugar a dudas, lo que se conoce como “Los Doce apóstoles”. Paisaje dorado y brutalmente salvaje donde, frente a los acantilados del Parque Nacional Port Campbell, se alzan gigantes de piedra pulidos por la erosión de viento y mar durante millones de años. La silueta de estas formaciones rocosas, aunque no sean doce en realidad, sobrevive entre la bruma y los golpes sin descanso de un océano empeñado en devorarlas hasta convertirlas en olas. Playas kilométricas y vacías, agujas calizas y una mirada infinita desde cada uno de los distintos miradores habilitados donde se, sobre todo en las primeras horas de la mañana y última de la tarde, la costa meridional australiana se muestra en todo su esplendor.

Los doce apóstoles en la Great Ocean Road (Australia)

Los Apóstoles, que parecen flotar sobre la espuma, constituirían el punto culminante, que no el único, de la Great Ocean Road. Una carretera que no nos conectó únicamente con paisajes deslumbrantes, sino también la emoción de sentirse en uno de los confines del mundo.

Great Ocean Road (Estado Victoria, Australia)

Los koalas de la Great Ocean Road

Si existe un icono australiano que transmita ternura y serenidad a raudales, ese es el koala. Este marsupial tan achuchable de orejas peludas y hocico redondo se pasa las horas, bien mascando hojas o dormitando buena parte de la jornada, aferrado a los eucaliptos de algunos de los bosques más tupidos del África austral y oriental. En la etapa donde recorríamos entera la Great Ocean Road, éramos conscientes de que era allí donde contábamos con una buena baza para poderlos admirar en su estado salvaje, ya que en las otras partes del viaje (desierto de Uluru, bosques tropicales de North Queensland o Tasmania) tendríamos imposible observarlos en su hábitat natural. De ahí que fuéramos bien atentos durante todos los trayectos a las ramas y copas de los árboles y, por supuesto, tuviéramos marcados determinados rincones donde se había reportado un mayor número de avistamientos. Uno de ellos, el primero en realidad, era la orilla del Kennett River, con un sendero boscoso donde debíamos incidir especialmente. Y así lo hicimos. ¿Lo lograríamos? En efecto, pudimos observar un ejemplar solitario en lo alto de un eucalipto, aunque tan tapado por las ramas que nos impedía verlo y fotografiarlo con cierta claridad. Pero horas más tarde, ya con poca luminosidad, en el camino a Port Campbell en los adentros del Great Otway National Park, la casualidad nos llevó a ver varios koalas en los árboles, esta vez en una posición fantástica. E incluía una madre con su cría, la escena más bonita posible con koalas.

Koala en Great Otway National Park (Australia)

Pero dadas las horas tardías no pudimos permanecer muchos minutos contemplando a los koalas por lo que marcamos las coordenadas del área y nos comprometimos a pasar con luz suficiente a la vuelta para poder tener más y mejores opciones. Y no falló. Apenas a un kilómetro de donde había sucedido el anterior episodio con koalas, nos percatamos de que había varios repartidos en distintos árboles. ¡Había lo menos cuatro localizaciones en un área muy pequeña! Entre ellos una madre koala con su cachorro, colocada perfectamente incluso con la luz a favor, la cual nos regaló algunas de las estampas con las que siempre habíamos soñado.

Madre koala con su cría en un árbol en Great Otway National Park (Australia)

Un joven y solitario koala llegó a bajar del árbol, dejándose ver y retratar a una distancia ridícula de donde aguardábamos con las cámaras preparadas para capturar sus delicados movimientos y escalar otro tronco cercano. Fue uno de los momentos más tiernos y conmovedores de todo el viaje. Un auténtico peluche en movimiento.

Koala en Australia

¡Ornitorrinco a la vista!

La Great Ocean Road es fantástica, por supuesto, pero incluso cuando se hace esa ruta resulta altamente recomendable salirse del litoral, tomar alguna carretera local y perderse por los profundos bosques, escuchar el rumor de las cascadas con los árboles de helecho aprovechando sus vapores constantes y, cómo no, observar a los seres vivos que, en ocasiones, se dejan ver por aquellos lares. Erskine o Hopetoun falls, el bosque de secuoyas en The Redwood Otways son sólo unos ejemplos para empaparse de una Australia meridional muy salvaje que nada tiene que ver con las playas y el surf.

Cascada Hopetoun (Estado Victoria, Australia)

Otro de los rincones gloriosos, el cual nos obsequió con un momento muy emocionante, fue el Lago Elisabeth. Para llegar a él hay que atravesar a pie una selva siempre húmeda donde los helechos gigantes flanquean tus pasos. Pocos saben que en aquellas aguas dentro de un entorno sombrío y de recogimiento, nada un animal acuático extremadamente esquivo cuya existencia se basa en una acumulación de rarezas tales que rompen incluso con lo que aprendimos en la escuela. Me refiero al ornitorrinco, una mezcla de especies que no tienen nada que ver entre sí. Como si la naturaleza se hubiese empeñado en desarrollar un chiste viviente a través de un corta y pega de fragmentos variopintos. Pico de pato, cola de castor, patas de nutria con un espolón venenoso. Un animal ovíparo pero también mamífero, aunque sin mamas, ya que las crías obtienen la leche a partir de unas glándulas de la piel del abdomen. Noctámbulo, solitario y muy huidizo. Y que también nos animamos a rastrear en una misión que creíamos casi imposible. Ese “casi” resultó clave, pues la moral y las ganas nos permitieron verle en movimiento en las aguas del Lago Elisabeth.

Lake Elisabeth (Estado Victoria, Australia)

Al principio sólo pudimos apreciar la estela que reflejaba su movimiento. De hecho, confirmamos su presencia con las cámaras que llevamos. Por lo que nos quedamos con el objeto de aguardar y contar con la opción (entonces remota) de tenerlo a mayor proximidad. Algo que no sucedió. Pero no sería hasta que nos retiramos de allí y, en extremo más occidental del lago, fue cuando alguien de nuestro grupo, Marta, vio a otro ejemplar muy cerca mientras fotografiaba la rica vegetación de la zona. Y ahí entonces la suerte selló definitivamente su alianza con nosotros en este viaje. Porque tuvimos a un ornitorrinco durante más de diez minutos a escasos metros mientras repetía la misma dinámica de sumergirse para alimentarse en el fondo, emerger de nuevo, dar vueltas para vislumbrar su próximo objetivo y a repetir el proceso.

Ornitorrinco en Lake Elisabeth (Estado Victoria, Australia)

Contado por aquí parece sencillo, pero puedo asegurar que no lo es en absoluto. Lo vivido en el Lago Elisabeth fue como buscar la aguja en el pajar y pincharse a la primera.

Los atardeceres rojos en Uluru

Cantaba Joan Manuel Serrat en el mítico tema “Mediterráneo” que “a tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos”. Pero, en el desierto de Australia, dentro del solitario e interminable Outback, nadie termina de acostumbrarse a cómo la gran roca de Uluru, el origen del mundo para los aborígenes Anangu, cambia su color hasta teñir su piel completamente de rojo al tiempo que el sol se esconde en su horizonte. En aquella planicie que nunca se acaba esta mole es un imán. De hecho, para algunos entre los que me incluyo, lo primero que me atrajo de Australia cuando los libros me mostraron este símbolo y guarida de los espíritus en los que creen quienes la cantaron primero hace muchos miles de años. Por lo que no queda otra allí que situarse en el mejor ángulo al final de la jornada y esperar que los últimos rayos solares, los que ya ni se dejan ver, encienda la roca de Uluru y vivir un momento íntimo que te conecta con el planeta como muy pocos lugares en el mundo.

Atardecer en Uluru (Australia)

Pero Uluru no fue el único lugar donde el atardecer se apiadó de nosotros para pintar su lienzo alegre. En Kata Tjuta, lugar más conocido por el apelativo de “Las Olgas”, las cúpulas o cabezas de roca esparcidas en el plano, volvieron a diseñar el mejor atardecer posible. Y, como cabía esperar, no defraudaron. Kata Tjuta… ¡Qué lugar!

Equipo de viajeros X-Plore en Kata Tjuta (Australia)

Sumergidos en la Gran Barrera de coral australiana

Con el mero hecho de mencionar la Gran Barrera de coral hablamos en serio de algo tan único que nos viene siempre demasiado grande. Posee una extensión que supera con creces los dos mil trescientos kilómetros de longitud, constituyendo de ese modo el mayor ecosistema coralino del planeta. De ahí que este edén marino esté entre los mejores lugares posibles para bucear o practicar el snorkeling. Nosotros nos embarcamos desde Port Douglas (si bien también es típico hacerlo desde Cairns o las famosas islas Whitsunday en el estado de Queensland) en una excursión de un día completo donde pudimos realizar tres inmersiones de aproximadamente una hora cada una y, por supuesto, disfrutar de los vívidos fondos marinos en los cuales se agolpaban un gran número de especies. Un universo en movimiento bajo el agua donde los colores multiplican todas sus opciones hasta conformar un mosaico difícil de superar.

Sele buceando en la Gran Barrera de Coral (Australia)

Esta excursión conviene reservarla con antelación puesto que las plazas de los barcos se completan enseguida.

Tortuga marina en la Gran Barrera de Coral (Australia)

La Gran Barrera de Coral a vista de avioneta

Hacer snorkeling o buceo en la Gran Barrera de coral representa uno de esos imprescindibles de todo primer viaje a Australia que se precie. Pero, en realidad, la única forma de asimilar y apreciar la grandeza de una de las mayores maravillas naturales del mundo pasa por sobrevolarla por encima en avioneta. Algo que pudimos llevar a cabo desde Cairns en un vuelo de alrededor de cincuenta minutos de duración donde poder obtener una imagen absolutamente impactante de este paraíso marino que se extiende más allá de donde te lleven tus ojos. Sólo así se comprende la importancia de una extensísima muralla de arrecifes de coral que se suceden unos detrás de otros con un espesor que sobrepasa cualquier expectativa. Además, a nivel fotográfico, esta excursión brinda unas oportunidades increíbles para retratar con la cámara (o el teléfono móvil) ese otro mundo que vive bajo el mar.

La Gran Barrera de Coral en avioneta

Dejo por aquí un vídeo que subí a mi cuenta de Instagram (ya sabes, soy @elrincondesele):

 

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Rastreadores de casuarios en el bosque de Daintree

Los bosques de North Queensland, en el extremo nordeste de Australia, están entre los más antiguos del planeta. Anteriores incluso a la era de los dinosaurios. De ahí que la UNESCO declarara en 1988 que los trópicos húmedos de Queensland debían ser protegidos como Patrimonio de la Humanidad. Un biotopo de bosques lluviosos capaz de albergar un variadísimo número de especies de vegetación y animales, algunos de ellos en peligro de extinción. Y, aunque son varios parques nacionales los que nacen en esta especie de gran barrera verde, uno de los más destacados es el Daintree Forest National Park. Inmensa selva que se encuentra con el mar en las playas del área conocida como Cape Tribulation donde los helechos gigantes ofrecen su sombra a un laberinto de manglares en un entorno con una riqueza vegetal y faunística de primer nivel. La coexistencia de la selva tropical con el arrecife de coral a los pies de la Gran Barrera forma un binomio imbatible que hizo que, por supuesto, este lugar fuera un punto esencial dentro de nuestro viaje a Australia.

Bosques de Daintree en North Queensland (Australia)

Entre la penumbra del bosque de Daintree, pues allí incluso al sol le cuesta incidir con sus rayos luminosos, habita una de las especies más singulares, enigmáticas y primitivas de todo Oceanía, el casuario. Se trata de una ave de gran tamaño, pues supera en ocasiones el metro ochenta de altura, incapaz de volar y de evidente aspecto prehistórico que te hace comprender enseguida la conexión evidente entre los antiguos dinosaurios y los pájaros. Hablamos de un animal cubierto en parte por un plumaje negro y áspero. Más que plumas, de hecho, parece pelo lo que cubre su cuerpo. Mientras que su cabeza y su cuello, completamente desnudos, muestran un intenso color azul, con algunos apéndices rojizos. Sobre el cráneo el casuario luce una cresta ósea, un alargado y fuerte casco, cuya función definitiva siembra numerosas hipótesis, pues se desconoce si les sirve para abrirse paso entre la vegetación, gozar de jerarquía a base de tamaño entre sus iguales e incluso la posibilidad de ayudarle a emitir unos sonidos de baja frecuencia, prácticamente imperceptibles para nosotros pero sí audible para otras criaturas de la jungla.

Casuario en Etty Bay Beach (Queensland, Australia)

Aunque su poder no se encuentra en el casco ni en su fuerte pico sino en sus musculosas patas. Posee una garras afiladas, tres en cada pata, siendo una de ellas mayor que las demás, pues puede llegar a medir algo más de doce centímetros y que puede utilizar para infligir heridas de gravedad cuando se siente amenazado. Razón por la que se le considera el ave más peligrosa del planeta, aunque raras veces se le ha visto llegar a tal extremo. Lo que no quita que se deba guardar prudencia si se tiene un encuentro en plena naturaleza. Algo que, conociéndonos, procuramos con tesón en innumerables rastreos por los bosques de Daintree. Y, aunque se nos resistía, la insistencia dio sus frutos. Un trabajo en equipo donde nos separamos en dos grupos comunicados con walkie-talkies hasta que apareció cruzando un río en Madja y, desde las pasarelas de madera, pudimos verle beber agua plácidamente. Apareció como un fantasma y se esfumó como si nada para continuar siendo el guardián de este santuario de naturaleza donde criaturas propias del jurásico continúan dando vida a estos bosques húmedos del norte de Queensland.

La primera vez que vimos un casuario en Madja Boardwalk (Daintree Forest, Queensland, Australia)

Más adelante volvimos a reencontrarnos con este animal. Fue en Etty Bay Beach, donde varias de estas aves parecen ser menos esquivas, llegando a bajar a la playa para robar comida. Allí pudimos observar al casuario desde una distancia mucho más corta. Un animal con un casco inmenso que fue dejando sus huellas afiladas sobre la arena mientras nuestra presencia parecía importarle lo más mínimo. Un lugar para recrearnos con la presencia del emblema de esta parte del país, la única en la que tiene presencia esta criatura de otro tiempo.

Casuario en Etty Bay Beach (Queensland, Australia)

Un sábado en el Salamanca Market de Hobart

De North Queensland dimos un gran salto a la isla de Tasmania, uno de esos reductos remotos donde una Antártida ya no tan lejana se huele en las nubes y la sensación de hallarse en, con perdón, “el culo del mundo”, se percibe en cada rincón. Allí llevaríamos a cabo una ruta de casi una semana de duración, dado que considerábamos Tasmania como uno de los platos fuertes dentro del viaje a Australia (No nos equivocamos en absoluto). Y las primeras dos noches se las reservamos a la capital de la isla, Hobart, una ciudad tan británica como Nottingham o Edimburgo situada entre el océano Pacífico y el Monte Wellington, monumento natural copado de columnas de dolerita donde el viento tiende a ser inclemente. Sin duda Hobart responde a un rescoldo a civilización que se pierde pronto al abandonar la ciudad hacia puntos del mapa donde lo indómito sigue marcando una baza esencial.

Edificios coloniales británicos en el centro histórico de Hobart, capital de la isla de Tasmania

Hicimos coincidir nuestra presencia en esta localidad de más de doscientos mil habitantes (casi la mitad que toda la isla) con el sábado. Y es que este día la ciudad se engalana con un importante mercado popular en Salamanca Place donde esta plaza con nombre español, y con la que los británicos conmemoran la Batalla de los Arapiles (Salamanca) contra los franceses durante la Guerra de la Independencia en 1812 con el célebre Duque de Wellington liderando las tropas foráneas, se llena de puestos callejeros, artesanías, regalos y buena gastronomía. El Salamanca Market va más allá de un día de fiesta donde tanto locales y visitantes se mezclan en un espacio común. No se trata de un lugar de meras compras sino, sobre todo, de un punto de encuentro donde lo mismo suenan gaitas escocesas que rock de un grupo callejero forzándose a improvisar delante del público por primera vez.

Salamanca Market (Hobart, Tasmania)

Hobart es una ciudad animada y vibrante. Más de lo que cabría imaginar. Pero cuando llega el sábado… sube el listón y se hace querer de verdad.

Sele, Roberto y David, equipo X-Plore Viajes, en el Salamanca Market de Hobart (Tasmania)

Las cascadas Russell en Mount Field National Park, uno de los bosques más hermosos de Tasmania

Cuando accedimos al interior de la isla de Tasmania no cesaron las sorpresas una detrás de la otra. Una de las más importantes nos la llevamos en Mount Field National Park cuando tomábamos rumbo al oeste e íbamos haciendo diversas paradas en puntos que habíamos marcado dentro de la ruta. Para tratar de hacernos una idea, la base del Mount Field es un bosque templado jalonado por eucaliptos gigantes, helechos de tamaño jurásico y un dosel de vegetación donde las medidas son colosales. Esta belleza húmeda refleja la pureza de una de las regiones más antiguas y mejor conservadas de Tasmania, marcada por un verdor y un silencio sólo interrumpido por las gotas de lluvia atrapadas en las hojas y, por supuesto, por las cascadas Russell. Y eso, es mucho decir.

Detalle helechos en Mount Field National Park (Tasmania, Australia)

Una sucesión de saltos escalonados con una división en el medio, con una ejecución simétrica mientras el agua se desparrama con cierta elegancia entre las rocas cubiertas de musgo, las hojas de los helechos vaporizadas de manera constante y algún que otro tronco y rama caído envolviendo la escena. La atmósfera a los pies de las Russell se explica como un Edén húmedo sonorizando a murmullos un bosque donde se respira la magia por los cuatro costados.

Cascadas Russell en Mount Field National Park (Tasmania, Australia)

Y todo ello asequible físicamente a todas las edades, pues se trata de un camino plano y sencillo donde no recomiendo ir con prisas, pues en el propio sendero está la virtud dentro de este espacio natural mayúsculo.

Navegando el río Gordon, el salvaje oeste de Tasmania

El oeste de Tasmania posee ese aroma propio de los lugares inexplorados y aislados. Arroja una sensación a fin del mundo propia de los mapas medievales donde los últimos confines se describían con la frase en latín Hic sunt dracones cuyo significado era “Aquí hay dragones”, refiriéndose a un océano plagado de peligros y criaturas monstruosas que se escapaban todo lo conocido. Las selvas húmedas de la isla junto a las costas, azotadas con persistencia por un oleaje continuado, no fueron morada de dragones pero sí de tilacinos, los llamados tigres de Tasmania. Estos marsupiales carnívoros fueron dados por extintos desde los años treinta del siglo pasado, aunque hay quienes todavía aseguran que podrían quedar algunos de estos depredadores en los recodos más profundos del lugar. Pero este territorio resultaría inhóspito y difícil incluso para ellos. No para los colonos británicos, a quienes se le ocurrió situar aquí un penal de máxima seguridad (seguridad de que no saldría nadie de allí con vida) en un pequeño islote de Macquarie Habour, Sarah Island, el cual funcionó durante once años porque parecía despiadado incluso para los presos más peligrosos. Algunos, de hecho, intentaron escapar y pocos lo consiguieron. El caso más reseñable es el de quienes durante una botadura robaron el barco que ellos mismos habían construido para los ingleses, escapando con él hasta territorio chileno. Una historia de la que habla la pieza teatral australiana más longeva, “The ship that never was”, basada en la verdadera historia de la fuga de diez convictos en 1834 y representada a diario en el pequeño municipio de Strahan, el punto de encuentro de quienes desean hoy día adentrarse un poco más en el remoto oeste tasmano, concretamente en el río Gordon.

Río Gordon en el oeste de Tasmania (Australia)

La excursión en barco por el río Gordon, deteniéndose en Sarah Island donde sobreviven algunos restos del antiguo penal, representa la única garantía de acceder, aunque sea por unas horas, a ese “Aquí hay dragones” de la isla. Un pequeño Amazonas de profundas curvas, silencio y soledad con pinos milenarios (huon pines) y una cubierta vegetal donde el suelo empapado advierte de que este territorio apenas sería transitable para el ser humano. Existe un pequeño tramo con pasarelas de madera, algo muy australiano, para hacer un mini-recorrido por la zona, que te aproxima a esa burbuja verde de soledad extrema. Sin duda, una de las mejores excursiones que se pueden llevar a cabo en Tasmania y que nos regaló un día inmenso por una de las áreas más inclementes y salvajes de la isla australiana.

Los bosques más profundos a orillas del río Gordon en Tasmania

Cradle Mountain, Territorio Wombat

La isla de Tasmania y los islotes del estrecho de Bass constituyen un santuario único para un marsupial muy singular, más peluche y achuchable incluso que el propio koala. Un animal de nariz rechoncha, patas cortas, pelaje corto pero grueso, el cual transita por el suelo y no por los árboles mientras excava túneles, masca hierbajos y musgo por montes y llanuras sin dejar mantener de principio a fin su esencia de bebé andante. Me refiero al wombat, una de esas especies emblemáticas que no pocos ansiábamos con poder admirar durante este viaje por tierras australes. Y, aunque al principio sólo habíamos visto restos de criaturas atropelladas en la carretera, tuvimos que esperar a Cradle Mountain National Park para tener un encuentro con este vombátido. Primero, cerca del Cradle Mountain Hotel donde nos alojábamos, aunque en mi caso tuve que esperar a los páramos de Ronny Creek donde iniciamos el sendero hacia Dove Lake en una mañana de lluvia y niebla densa. Una travesía entre pasarelas de madera dentro de la paramera donde, durante las primeras horas, no lograríamos dar con él. Sí con los incontables excrementos cuadrados del wombat (sí, has leído bien, son perfectamente cuadrados) esparcidos alrededor. Sería al regreso cuando sobre el suelo esponjoso comisqueaba un animal a solas, pero nada que ver con la escena que llegó minutos más tarde, donde disfrutáramos al máximo de la presencia de una pareja de wombats que acababa de cruzar la carretera y para quienes parecíamos seres invisibles.

Wombat en acción en Cradle Mountain National Park (Tasmania)

No cabe duda que hay algo entrañable en la forma que tiene de moverse. Da la sensación de que jamás tuviera prisa, siendo ajeno al paso del tiempo y a la existencia de otras criaturas como los wallabies que saltan junto a él y conforman una de las escenas faunísticas más tiernas de Tasmania. Cradle Mountain, uno de esos parajes ideales para la práctica del senderismo y la observación de fauna, nos trasladó a la esencia de uno de los iconos de Tasmania.

Dove Lake en Cradle Mountain National Park (Tasmania, Australia)

¿Qué es del Diablo de Tasmania?
Hemos comentado buena parte de la fauna local. Pero aún no hemos comentado nada acerca del más célebre de todos los animales que pueblan esta isla. Me refiero al Diablo de Tasmania, un marsupial depredador y carroñero, carnívoro voraz de colmillos afilados que es incapaz de esconder ni cerrando la boca, y que del que muchos supieron de su existencia por la mascota de Looney Tunes, Tazz, aunque la realidad difiere por completo del personaje de ficción. Los gruñidos y gritos terroríficos forman parte de la pose de estos animales que, a corta y larga distancia, parecen oseznos y los cuales viven casi a las puertas de la extinción. Fueron acosados y cazados sin piedad durante la época colonial británica y las primeras décadas de Australia como país independiente, ya que se les consideraba alimañas. Cuando cambió la percepción local a partir de campañas de concienciación en torno a la necesidad de protegerles, llegó un zarpazo casi definitivo, pues una enfermedad, un tumor en el rostro provocado por un virus extremadamente contagioso entre ellos, hizo disminuir la población de estos marsupiales a cantidades mínimas. De ahí que se estén desarrollando múltiples proyectos para la conservación y reproducción de la especie. Verlos en libertad es muy improbable, aunque sí existen posibilidades, sobre todo por la noche, por lo que hoy día la oportunidad de contemplar al Diablo de Tasmania está en algunos santuarios y centros de recuperación que, de verdad, están haciendo una labor muy importante para evitar la desaparición de estos animales. Uno de ellos es el Devils at Crade (devilsatcradle.com) a escasa distancia del Centro de Visitantes del Cradle Mountain National Park, donde recuperaron criaturas heridas y, por suerte, empiezan a nacer cachorros, tanto de Diablos de Tasmania como de quols. Estos últimos, principalmente el quol oriental de Tasmania (Dasyurus viverrinus), se caracteriza por la biofluorescencia, es decir, la increíble capacidad para absorber luz  y reemitirla en un color diferente, usualmente uno más visible para el ojo humano, por lo que por la noche sus manchas de ven fluorescentes.
Diablo de Tasmania

Narawntapu, la llanura de los kanguros en el Serengeti de Tasmania

En el norte de Tasmania la naturaleza vuelve a dar un nuevo punto de vista dentro de Narawntapu National Park, pues muestra una sucesión de llanuras, humedales, dunas y una playa que se mide por kilómetros donde no hay absolutamente nadie. Nosotros llegamos por la tarde, sin un solo vehículo o visitante alrededor, y donde una vasta explanada de escasa vegetación servía de refugio a centenares de kanguros y wallabies, cuyas siluetas tejían un horizonte que nos desarmó a todos. Le dicen el Serengeti de Tasmania por sus pobladas planicies, aunque aquí son los marsupiales saltarines quienes tienen la voz cantante. En las zonas de río y humedales, las aves son las protagonistas de uno de los parques menos conocidos y visitados de la isla, pero con mayor cantidad de fauna. Un paraje suave de llanura y litoral que, en absoluto, decepciona y, de hecho, no dejaría de incluir en todo itinerario que se precie por la fascinante Tasmania.

Hembra de canguro con su cría (Narawntapu National Park, Tasmania)

Las mejores vistas de Wineglass Bay

En el flanco oriental de Tasmania los paisajes tienden a suavizarse, priorizando el color como sucede en Bay of Fires, donde los líquenes intensamente anaranjados convierten en fuego aparente las rocas de la costa. Muy cerca, la península de Freycinet constituye otro de los parques nacionales más fotogénicos de la isla, donde destaca sobre todas las cosas Wineglass Bay, con una playa mayúscula en forma de media luna con una arena de un blanco resplandeciente y una tonalidad del aguas turquesas más propias del Caribe que de esta isla austral. Para apreciar ese pequeño paraíso costero, llevamos a cabo una caminata de alrededor de cuarenta minutos (un desnivel próximo a los doscientos metros en tres kilómetros de distancia). Desde el Wineglass Lookout (tiene dos miradores, uno encima del otro) las vistas de la bahía resultan espectaculares.

Wineglass Bay (Freycinet National Park, Tasmania)

Para los aficionados a un senderismo de más nivel, se puede subir a la cima del Monte Amos, aunque la dificultad aumenta con rocas muy resbaladizas en días de lluvia y que no son aptas para cualquier forma física. La panorámica de la bahía, por supuesto, se abre más, pero no sé hasta qué punto compensa subir al Amos pudiendo pasar más tiempo en la cercana Hooneymoon bay, esta vez a pie de playa y con un área de servicio ideal para darse un picnic o pasear por este paisaje dominado completamente por la luz.

Honeymoon's Bay en Freycinet National Park (Tasmania)

El esquivo equidna

El equidna es otro de esos pequeños guardianes de otro tiempo que deambula silencioso por Australia y Tasmania. De porte redondeado y con las púas de un erizo, al igual que el ornitorrinco, con quien comparte un pariente lejano, tiene hocico alargado que parece de un ave, pone huevos y es mamífero. Esta criatura de movimientos sigilosos y que se hace bola cuando otea el peligro, lo pudimos ver numerosas veces en Australia, pero nunca habíamos podido tomarle una fotografía porque siempre aparecía en los instantes donde nos era imposible detenernos. Cuando volvíamos al aeropuerto de Hobart en Tasmania para volar a Sídney apareció a un lado de la carretera, nos detuvimos, nos quedamos completamente quietos para que no tuviera miedo de nosotros y por fin pudimos tomar una imagen de este ser tan extraño como adorable.

Equidna en Tasmania (Australia)

Last Sydney night

Aunque durante nuestro viaje a Australia la naturaleza ocupaba un porción principal de nuestros objetivos y expectativas, el componente urbano y cultural también nos interesaba. Sobre todo con respecto a Sídney, una ciudad tan singular como universal. Esa bahía con el magnífico edificio de la Opera House y su puente de acero ya centenario forman parte de la imagen de un mundo globalizado donde incluso las antípodas nos parecen cercanas culturalmente hablando. Cuando se estrena un nuevo año, desde casa siempre veíamos (o vemos) cómo empezaba todo horas antes en esta ciudad asediada por la luminosidad y la sonoridad de unos fuegos artificiales en pleno verano austral cuando justo, al otro lado, estamos ya con un frío importante. Y, vaya, poder ver el Ópera House y el trasiego de la bahía siempre proporciona uno de los momentos más destacados de todo viaje a Australia que se precie. ¡Por supuesto que sí! Durante la última noche de ruta, además, tras celebrar la última cena en un pub restaurante del barrio de The Rocks, algunos subimos al puente de acero para admirar las mejores vistas posibles de una de las ciudades más vibrantes y animadas del mundo.

Barco cruzando la Bahía de Sídney por la noche (de fondo el Opera House)

El baile de las ballenas jorobadas de la Bahía de Sídney

Entre los meses de mayo y noviembre, los límites de la Bahía de Sídney coinciden con la ruta tomada por centenares de ballenas jorobadas en su migración hacia las aguas cálidas en el periodo de cría (mayo, junio, julio y agosto) y su posterior regreso a la Antártida (septiembre, octubre y noviembre) donde acuden a alimentarse. Si ya de por sí darse un paseo en barco por el área siempre se recomienda para disfrutar de una de las mejores actividades posibles en Sídney, en época de ballenas, la posibilidad de admirar a estos inmensos cetáceos hace aún más apetecible dedicar unas horas a llevar a cabo esta confortable travesía marítima con un alto índice de éxito en cuanto a avistamientos se refiere. Y, como no podía ser menos, en un viaje al que habíamos titulado WILD AUSTRALIA, terminar viendo ballenas antes de tomar rumbo al aeropuerto era una oportunidad que no debíamos dejar pasar. Sólo el puro difrute del skyline, la Ópera y el puente colgante, así como las principales playas de Sídney hubiese estado genial.

Ballena jorobada saltando en la Bahía de Sídney (Australia)

Pero en este viaje siempre diré que nos acompañó la suerte. Porque nada más asomarnos al océano tuvimos la ocasión de observar durante más de una hora seguida a un grupo de tres ballenas, dos adultos y una cría, cómo jugaban, retozaban y saltaban a escasos metros de la embarcación. De hecho no sería el único grupo con el que nos topáramos, pero sí al que le dedicáramos más tiempo. Y es que, aunque he tenido la fortuna de ver ballenas muchas veces (ya sea Patagonia, Alaska, Islandia o Groenlandia), la de Sídney fue, tanto para mí como para el grupo, una de las mejores sesiones de avistamiento de nuestra vida.

Ballenas en la Bahía de Sídney (Australia)

Reservamos esta excursión de manera online a un precio bastante económico para un tour de 4 horas con comida buffet incluida. Sin duda, 100% recomendada.

¿Os ha gustado este viaje a Australia?

Así que no se me ocurre mejor manera de celebrar el final de un viaje a esa Australia aún salvaje y repleta de posibilidades a la que me he jurado a mí mismo que volveré. Quién sabe, pero 2027 con un añadido a los Territorios del Norte como viaje de autor suena bastante bien. Mientras tanto, quien desee llevar a cabo nuestro mismo itinerario, debe saber que en abril de 2026 hay un viaje programado para el que aún quedan plazas (ponte en contacto conmigo para más información).

Sele en Uluru (Australia)

TEST RÁPIDO CON CONSEJOS PARA VIAJAR A AUSTRALIA

Aquí tenéis una lista de preguntas y respuestas cortitas y al pie con información práctica y útil para viajar a Australia:

  • ¿Hace falta visado para viajar a Australia? → Como ciudadano español, no se requiere visado pero sí una autorización electrónica o ETA completamente gratuita a través de la web oficial (la única oficial de verdad) immi.homeaffairs.gov.au/visas/getting-a-visa/visa-listing/evisitor-651 . Para turismo debe solicitar la eVisitor subclass 651, la cual permite permanecer en Australia durante un año, pero con un plazo máximo de tres meses seguidos, lo que significa que cada tres meses como mucho deberías entrar y salir del país si quieres estar un año completo. No es válido para trabajar, pues esa solicitud (Work Holiday Visa) va por otros cauces. Sin la petición aprobada no se puede volar a Australia, por lo que debes ejercer este trámite previamente (te lo autorizan casi al momento).

Kata Tjuta (Australia)

  • ¿Qué aerolíneas vuelan a este destino? → Desde España no existe vuelo directo. En Europa sería la ciudad de Londres una buena posibilidad para volar directamente (también Ámsterdam con KLM) pero siempre resulta más recomendable poder avanzar y dividir este larguísimo trayecto que suma casi las 24 horas en el aire. Particularmente las mejores opciones serían las aerolíneas del Golfo Pérsico como Emirates o Qatar Ariways que en cuanto a horarios, servicios y confortabilidad. También desde Barcelona con Singapur Airlines o parando en algún otro país del Sudeste Asiático (Kuala Lumpur en Malasia) o Yakarta (Indonesia) para hacer más llevadero el viaje si se cuenta con tiempo para pasar unos días allí e irse acoplando al horario.

Pelícano volando en Tasmania

  • ¿Cuántos días son recomendables como mínimo para este viaje? → Los días que se elijan para este viaje siempre nos resultarán cortos. Australia es más grande que todo el continente europeo, por lo que lo óptimo es poner el foco en determinadas áreas. En nuestro viaje establecimos cinco bloques: Melbourne y la Great Ocean Road, Uluru y Kata Tjuta en el Outback, el norte del Estado de Queensland, la isla de Tasmania y la ciudad (o bahía) de Sídney para tres semanas completas. Pero podíamos haber elegido numerosísimas opciones. Pero siempre nos parecerá poco. Así que a esta pregunta le sucede mi respuesta personal. ¡No iría nunca menos de tres semanas! Pero daría para un año o múltiples viajes.

Sele en Sídney (Australia)

  • ¿Australia es un destino seguro? → Sin duda Australia está entre los destinos más seguros del mundo. Pero nunca estamos exentos a posibles contratiempos o problemas de salud. Como siempre, aconsejo llevar el mejor seguro de viaje (recomiendo IATI, con un descuento para seguidores de El rincón de Sele) con las mayores y mejores coberturas médicas posibles.

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  • ¿Es obligatoria alguna vacuna? → No hay vacunas obligatorias para visitar este país. Se requiere el certificado de fiebre amarilla solamente en el caso de proceder de un país endémico de fiebre amarilla o si se ha transitado más de doce horas por un aeropuerto de un país con riesgo de transmisión.

Sele fotografiando un casuario en Etty Bay Beach (Queensland, Australia)

  • ¿Cuál es la mejor época del año para visitar Australia?→ En un país con una extensión como la de Australia, sin duda hay una sinfonía de épocas mejores y peores para cada caso. Pero en general, si pudiera elegir, evitaría la temporada alta (mucho más calor y todo más caro y con más visitantes) que son julio y agosto, centro temporal del verano austral. Me gusta especialmente la primavera (septiembre a noviembre) y el otoño (abril a junio) con menos gente y un clima más apetecible en la mayoría de las regiones australianas.

Imagen aérea de la Gran Barrera de Coral (Australia)

  • ¿Cómo tener internet en el móvil desde el principio?→ Una opción muy práctica es adquirir una tarjeta antes del viaje o al llegar al aeropuerto. En mi caso me llevé una eSIM (tarjeta virtual que dejé ya instalada en el teléfono móvil antes de salir) para funcionar aquellos días. La cobertura es bastante buena en general y tienes datos ilimitadas. Puedes adquirir aquí una eSIM Holafly con rebaja para utilizar en Australia y llevarla instalada de casa.

Imagen de Holafly

  • ¿Organizarás más viajes a Australia con lectores de El rincón de Sele?→ Hemos preparado un programa con un itinerario idéntico al nuestro realizado por Australia y Tanzania para abril de 2026. Igualmente deseamos regresar en 2027 para hacer una ruta en Australia que incluya también los Territorios del Norte. Para más información ponte en contacto conmigo.

Sele con su grupo de viaje de autor en Australia

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Viajes de autor (Viaja con Sele)

Me gustaría dedicar este escrito a los queridos integrantes de este gran viaje a Australia y Tasmania. Por su pasión, entusiasmo y buena disposición en todos y cada uno de los días en que estuvimos en ruta. Ahí van Pedro, Javier, Xevi, Marta, Isabel Albarrán, Carmen, Isa, Mariluz, Ana, Jose, Luis, Gloria, Xosé y Reyes. Y, cómo no, al equipazo X-Plore, David y Roberto, sin los cuales esto no hubiera sido posible. ¡Gracias a tod@s!

Equipo Australia en Uluru (Viaje de autor con X-Plore de 2025)

Por último aquí va un vídeo resumen del viaje de tres minutos (que podéis ver también en mi cuenta de Instagram @elrincondesele):

 

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Una publicación compartida de Sele (@elrincondesele)

Uno de los mejores viajes de toda mi vida. Pero, Australia, espérame que pronto volveremos a vernos.

¡Salud y viajes!

Sele

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