Las siete maravillas de La Rioja Alta (Lugares imprescindibles para visitar)
Existe un lugar donde la tierra se viste de lomas suaves y los rayos dorados del sol acarician viñedos centenarios para colorear un tapiz repleto de matices. En el susurro que origina la brisa del río Ebro emerge La Rioja Alta como un hito esencial en el mapa de quienes viajan dentro de España. Impregnado de Historia, cultura, gastronomía, naturaleza y el distintivo aroma de sus bodegas, se revela como un destino que cautiva los sentidos y deja una huella imborrable en el alma de aquellos que no se limitan a pasar de largo. Donde la sencillez ilustra los tesoros más preciosos, guardianes de secretos centenarios, La Rioja Alta se presenta como un plato galardonado con experiencias y sabores en los cuales el arraigo a las tradiciones y el orgullo de la tierra se entrelazan en un menú delicioso de propuestas a los visitantes.
Si aún no has puesto tus pies en este lugar, te recomiendo tomar buena nota de algunas recomendaciones y sitios imprescindibles que ver en La Rioja Alta para, de ese modo, configurar una escapada dotada de estímulos infinitos para los sentidos y donde cada época del año es especial, ya que se trata de un destino digno de visitar durante todo el año.
¿QUÉ VER EN LA RIOJA ALTA? LAS 7 MARAVILLAS DE LA REGIÓN
La Rioja Alta, en la franja noroccidental de la Comunidad Autónoma de La Rioja ( bañada por los ríos Tirón, Oja y Najerilla, además del Ebro), más que un mero territorio, representa es un lienzo en movimiento, una sinfonía que resuena en el paladar y una invitación a descubrir la autenticidad de un lugar donde el tiempo, como el buen vino, fluye como un río inagotable. Se trata de viaje a través de los cinco sentidos, donde cada sorbo de vino, cada vista panorámica y cada encuentro con la historia o las tradiciones se suman a un cúmulo de maravillas que pueblan la región. Así, entre viñedos, murallas y campanarios que quiebran la curvatura del paisaje, cuesta decantarse de entre esos grandes lugares que configuran el mapa de la primera vez en este pedacito privilegiado de la tierra riojana. Porque son muchos. Pero, de entre las incontables maravillas de La Rioja Alta, aquellos destinos que debemos incluir sí o sí en nuestra ruta, sobre todo si se trata de una primera cita con la zona, vamos a mencionar siete que jamás defraudan.
HARO, LA CAPITAL DEL RIOJA
El corazón de la Denominación de Origen Calificada Rioja podría estar situado perfectamente en la villa histórica de Haro así como en sus alrededores. Porque el alma de Haro reside en sus bodegas y viñedos, donde las cepas se inclinan ante el sol de la mañana. La ciudad se despliega entre colinas horadadas por los calados centenarios. Pareciera que el viento que sopla lleve consigo la fragancia de las uvas maduras. Con un entorno semejante, el paseo por los viñedos y la visita a las bodegas en una de las capitales del enoturismo a nivel mundial no es sólo una experiencia, sino una conexión sensorial con la esencia misma de La Rioja.
Uno se acerca al Barrio de la Estación o y se le afila enseguida la nariz como si de un sumiller se tratara. Este núcleo alberga algunas de las bodegas más prestigiosas del país, donde un laberinto inagotable de barricas de roble guardan el elixir de la región. Hablamos de una ciudad y una comarca con más de 116 bodegas censadas. Entre ellas Bodegas Muga, Ramón Bilbao, CVNA, Martínez Lacuesta, Bodegas Bilbaínas, Gómez Cruzado, Roda, López de Heredia, Manzanos Haro, La Rioja Alta S.A. Detenerse en cualquiera de ellas es como abrir una puerta al arraigo de la tierra y comprobar cómo el aroma a madera y vino se entrelazan con una tradición que ha sido cuidadosamente preservada. Aunque otro de los valores de Haro está en los calados o cavidades horizontales donde almacenar las barricas. Un buen ejemplo es el Restaurante Terete (C/ Lucrecia Arana, 17), asador desde 1870 que permite visitar y hacer catas en su calado tradicional.
Pero Haro no sólo es vino. Al igual que toda La Rioja, es sinónimo de PRODUCTO de calidad, el cual, influye e impacta positivamente en otros núcleos riojanos. Un buen ejemplo es lo que hacen en Queso Los Cameros (Lácteos Martínez), una empresa familiar fundada en 1961 donde elaboran ricos quesos tradicionales y de corteza natural además desempeñar un papel crucial al apoyar a los pequeños ganaderos de la Sierra de Cameros, contribuyendo así a combatir la despoblación rural y mantener arraigadas a estas comunidades. Lugar donde se organizan visitas guiadas y catas variadas.
¿Y cómo es el casco viejo de Haro? La elegancia personificada. El centro histórico de la villa es un laberinto de calles adoquinadas y plazas animadas que invitan a explorar sin prisas. La Plaza de la Paz, flanqueada por edificios con encanto y cafés acogedores, es un lugar perfecto para sumergirse en la vida cotidiana de esta villa. Aquí, el tiempo parece diluirse entre charlas animadas y la dulce melodía del tintineo de las copas en los bistrós cercanos.
La iglesia de Santo Tomás Apóstol, con su imponente pórtico de estilo plateresco, erigida por Felipe Bigarny, uno de los escultores más destacados del Renacimiento en España, es otro de sus puntos imprescindibles. Mientras tanto, cabe perderse en los estrechos callejones de la localidad, admirar sus palacetes monumentales y, por supuesto, sentarse a comer, a cenar o a brindar con un buen Rioja.
NÁJERA, EL JUEGO DE TRONOS DE UN ANTIGUO REINO
Enclavada en el corazón de La Rioja Alta y etapa fundamental del Camino de Santiago, Nájera se puede describir como un testigo silencioso de los intrigantes capítulos de la historia medieval. Esta histórica villa amurallada, parte del triángulo cultural de La Rioja, alberga tesoros que llevan consigo los últimos suspiros de los reyes y las reinas del antiguo Reino de Nájera-Pamplona, un momento de la historia con más de mil años de antigüedad que precedió al histórico Reino de Navarra. El Monasterio de Santa María la Real de Nájera, se erige majestuosamente como el escenario de un Juego de Tronos del medievo, donde las sepulturas reales dan testimonio de un pasado glorioso.
El edificio religioso resguarda entre sus muros y sepulcros la historia de los reyes de Nájera-Pamplona. Según la leyenda, en el siglo XI, el Rey García Sánchez III, conocido como García el de Nájera, al perder su halcón en la caza, descubrió una cueva que albergaba un altar con una talla de la Virgen. Este encuentro marcó el deber de erigir un monasterio, cimentando así los fundamentos históricos y espirituales de su reino. Convirtiéndose a posteriori en un panteón de la realeza, con sepulcros profusamente tallados para facilitar la inmortalidad de los personajes a los cuales estaban destinados a hospedar para la eternidad.
Cada estatua yacente, cada relieve esculpido, cuenta la crónica de las dinastías que gobernaron estas tierras. La figura de García Sánchez III, conocido como García el de Nájera, yace con majestuosidad, recordándonos la época en que Nájera era el epicentro de la monarquía navarra. Las reinas también tienen su espacio en este museo de piedra. Doña Blanca de Navarra, que desafió las convenciones de su tiempo, tiene aquí también su sarcófago. Pero son muchos, en realidad, los personajes que eligieron el monasterio como su última morada.
Pero el Monasterio de Santa María la Real no se mide únicamente con el Panteón Real. Sus claustros, sobre todo, el de los Caballeros, justifican por sí mismos la visita. Mientras se pasea por los pasillos sombreados, uno puede imaginarse a monjes medievales absortos en sus rezos, conectando con lo divino en medio de la solemne quietud. Los capiteles de las columnas de este buen ejemplo de gótico florido con detalles platerescos donde destacan sus tracerías, todas ellas diferentes y esculpidas con gran detalle, nos narran historias bíblicas y mitológicas, ofreciendo una paleta de arte que transporta a los visitantes a una era en la que la fe y el arte eran cómplices inseparables.
SANTO DOMINGO DE LA CALZADA, LA VILLA DE LOS MILAGROS
En los siglos XI y XII, un eremita llamado Domingo tejía milagros en este núcleo jacobeo de La Rioja. No solo atribuido a prodigios divinos, sino también alzando una «calzada» que guiaba a los peregrinos del Camino de Santiago. Entre levantar puentes, hospitales, pozos e iglesias, forjó un enclave esencial para viajeros rumbo a Compostela. Su tumba, cobijada por ramas dejadas por peregrinos agradecidos, dio lugar a una catedral consagrada a este santo en 1232, persistiendo como una parada inolvidable en el tramo francés del Camino.
Santo Domingo de la Calzada, abrazada por el río Oja, explica sus encantos a través de murallas medievales, palacetes nobles y la central Plaza de España. No obstante, su joya resplandeciente es la monumental catedral. La torre separada por varios metros de sus números destaca, iluminando el semblante de aquellos que reconocen estar ante uno de los mayores tesoros de La Rioja.La catedral del Salvador, principal templo religioso de la ciudad, es un fascinante compendio de estilos artísticos que atraviesan épocas. La nave central y su deambulatorio rememoran las iglesias del Camino, permitiendo a los peregrinos rodear el Altar Mayor. El gran retablo, obra de Damián Forment, se retiró y encajó en el crucero norte, revelando esculturas anteriores.
El sepulcro del santo, accesible bajando escaleras hasta un cajón con reliquias del siglo XXI es una de las partes más importantes y veneradas del templo. Pero lo que verdaderamente fascina es el gallinero, donde un gallo y una gallina blancos viven mirando la tumba. Una leyenda cuenta que, en el siglo XIV, un joven ahorcado revivió tras rezar al eremita. Incrédulo, el corregidor afirmó que el joven tendría tanta vida como el gallo y la gallina asada que tenía en el plato. Se dice que ambas aves se levantaron recuperando plumas y cacareo, dando origen al dicho «Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada».
Ventanas mudéjares que miran al claustro, el sepulcro de Pedro de Carranza o, ya dentro del museo emplazado en el propio claustro, el magnífico Belén napolitano de Nicola Maciariello son algunos de los muchos tesoros exhibidos. Durante las navidades, múltiples belenes se suman (incluidos de clics de Playmobil), brindando otra razón para visitar la catedral cuando el invierno se aproxima.
Frente al Parador, antiguo hospital de peregrinos, se alza la torre exenta, un campanario barroco fabuloso por el que se puede ascender hasta lo más alto y divisar uno de los baluartes indispensables del Triángulo cultural de La Rioja como es Santo Domingo de la Calzada.
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA, EL VALLE DE LA LENGUA
Enclavados en un profundo valle, formando parte de un paisaje memorable, los monasterios de Suso y Yuso en San Millán de la Cogolla, La Rioja, se alzan como estandartes de un tesoro literario y espiritual que ha resistido los embates del tiempo. Bajo el manto del Pico San Lorenzo y la Sierra de la Demanda, estos monasterios, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, son ejemplos de la riqueza cultural y espiritual que ha florecido en estas tierras. Pues en el recóndito Monasterio de Suso, se tejieron las primeras palabras que darían vida al la lengua castellana. Aquí, en los scriptoria medievales, los monjes emprendieron la laboriosa tarea de transcribir los textos sagrados en la lengua romance. Los manuscritos de Suso, datados en el siglo X, marcan el nacimiento del español escrito, un hito que reverbera en la historia lingüística de la península ibérica y más allá. También fueron halladas las primeras palabras escritas registradas en euskera, lo que a todas luces el área merece el apelativo de «valle de la lengua».
En el monasterio de Suso, que significa «de arriba», anexo a las cuevas donde el eremita Millán o Emiliano, posteriormente reconocido como santo y copatrono de España junto al Apóstol Santiago, realizó varios de sus milagros, se entrelazan elementos visigodos, románicos e incluso mozárabes. En este cenobio, un monje anónimo dejó plasmadas las famosas glosas emilianenses o, lo que es lo mismo, el primer documento donde aparece un escrito en lengua castellana. El edificio parece emerger de las piedras que abrazan el valle. Sus muros de piedra testimonian siglos de oración y estudio. Acceder nos sumerge en la atmósfera de la Edad Media, donde las columnatas susurran secretos monásticos y las capillas cavernosas revelan la espiritualidad que impregna cada rincón.
Descendiendo por la ladera, el Monasterio de Yuso despliega su grandeza arquitectónica. Esta joya renacentista, construida en el siglo XVI, alberga una biblioteca que es un tesoro inigualable. Entre sus estanterías de madera noble, se resguardan miles de volúmenes que abarcan siglos de conocimiento. Aquí, la palabra escrita adquiere vida, y la historia se despliega en los lomos de infinidad de libros incunables. En el corazón de Yuso, el claustro se erige como un remanso de serenidad. Las columnas esculpidas y los arcos delicados rodean un patio donde la conexión con aquel tiempo es total.
Visitar los Monasterios de Suso y Yuso es emprender una peregrinación literaria y espiritual. En estos venerables edificios, la esencia del pasado se anexiona a la vibrante vitalidad del presente. El valle de la lengua guarda la llama de la historia y la palabra. Y en San Millán de la Cogolla, los monasterios invitan a los viajeros a sumergirse en la riqueza cultural y lingüística que ha marcado el alma de La Rioja.
EZCARAY, AIRES DE LA SIERRA
Rodeado por las majestuosas montañas de la Sierra de la Demanda y las aguas del río Oja, el pueblo de Ezcaray se convierte en el punto de partida ideal para explorar la belleza salvaje y monumental de la región. En invierno, la estaciones de esquí próxima (Valdezcaray) añade un toque de emoción a la serenidad del entorno, convirtiendo a la villa en un destino versátil que puede disfrutarse en cualquier estación. Por no hablar de que posee una red de senderos de más de 120 kilómetros para los entusiastas de los trekkings de naturaleza. Eso sí, para todos los niveles, desde los expertos hasta quienes simplemente desean pasear.
Caminar por Ezcaray conlleva impregnarse de la grandeza de un paisaje natural y urbano donde predomina la arquitectura serrana y señorial. La Plaza de la Verdura representa el corazón del pueblo, donde la vida fluye con tranquilidad. Bajo los soportales, pequeñas tiendas artesanas ofrecen productos locales, desde embutidos hasta vinos de la región.
En Ezcaray cada esquina parece ser una obra de arte, desde la iglesia parroquial de Santa María con su balconada característica en la fachada principal, hasta los grandes ventanales vestidos con flores que dan vida a las calles de este pueblo pintoresco de gran atractivo turístico. Las calles empedradas serpentean entre edificaciones de piedra que narran el paso de los siglos. Las fachadas de las casas, con sus robustas estructuras de mampostería, muestran una paleta de tonos terrosos que se fusiona armoniosamente con el entorno natural circundante. Los tejados de tejas rojas añaden un toque cálido y tradicional, destacando contra el azul del cielo y las verdes laderas de las montañas. Como en la antigua Real Fábrica de Paños, un ejemplo de la arquitectura civil del XVIII.
La gastronomía sería otro de los emblemas de la villa. Los restaurantes locales ofrecen una experiencia culinaria que celebra la riqueza de los ingredientes autóctonos. Los platos tradicionales riojanos se sirven con maestría en acogedores establecimientos que resaltan la hospitalidad de este rincón singular que fusiona a la perfección el encanto de lo antiguo con la majestuosidad del entorno natural. Un paseo por sus calles empedradas y una inmersión en su cultura y gastronomía revelan el alma auténtica de La Rioja Alta en uno de sus rincones más cautivadores.
Las aldeas de Ezcaray
Adentrarse en las aldeas de Ezcaray, bien por carretera o utilizando la red de senderos señalizados, proporcionan un viaje encantador donde la tradición se entrelaza con la belleza natural. En este rincón pintoresco, rodeado por las majestuosas montañas de la Sierra de la Demanda, cada aldea cuenta una historia única. Desde Azarrulla, con sus callejuelas empedradas y casas de arquitectura tradicional, hasta Zorraquín, donde el tiempo parece detenerse entre sus campos y la iglesia de San Juan Bautista. Por no hablar de la iglesia romántica de Nuestra señora de las tres fuente en Valgañón, una joyita románica en esta parte de la sierra.
LA SONSIERRA, TIERRA DE GUARDAVIÑAS
Las fronteras de La Sonsierra están marcadas por la imponente Sierra de Toloño y las aguas serpenteantes del río Ebro, configurando un enclave histórico y geográfico en La Rioja que destila encanto en cada uno de sus aspectos. La montaña se alza majestuosa, erigiéndose como un imponente muro rocoso que otorga a la región un carácter inquebrantable. Más allá de sus escarpadas laderas, se despliega una llanura suave y armoniosa, salpicada de pequeños altozanos que dan cabida a viñedos, pintorescos pueblos y monumentos que relatan la rica y apasionante historia vinícola de este rincón.
Mientras tanto, el río Ebro serpentea con gracia, actuando como la frontera líquida de este territorio privilegiado. A medida que fluye, atraviesa magníficos puentes medievales de piedra y se convierte en el hilo conductor de un paisaje completamente modelado por la mano humana. Este escenario fusiona la naturaleza con las tradiciones más arraigadas, dando vida a una comarca geográfica riojana que rebosa carácter y autenticidad.
Desde las Conchas de Haro, cabalgamientos alpinos de un gran interés geográfico y un potencial fotográfico sublime hasta la monumental Ábalos, dejaremos por el camino Briñas y su puente medieval, un sinfín de eremitorios (como Gobate), necrópolis (como la de San Martín de Pangua), un tesoro románico como Santa María de la Piscina y, por supuesto, guardaviñas, que son los antiguos chozos junto a los viñedos que, como firmes centinelas, llevan siglos vigilando las plantaciones. Otros núcleos de población como Briones o la capital, San Vicente de la Sonsierra, son un imán de casas solariegas y tradiciones ancestrales que componen un collage indispensable de La Rioja Alta.
Puedes leer más sobre La Sonsierra en este artículo publicado recientemente en El rincón de Sele.
CASTILLOS DE LA RIOJA ALTA
Las tierras fértiles y multicolor de La Rioja Alta vienen impregnadas de imponentes fortalezas las cuales atestiguan los tiempos donde las fronteras eran difusas y tremendamente móviles. Con los reinos de Castilla y Navarra en litigio, por no hablar de las acometidas de las huestes invasoras de la recién nacida Al-Ándalus y su ímpetu por avanzar hacia el norte. Hoy, por suerte, resisten algunos de estos edificios fortificados, como faros que guían a los viajeros a través de las crónicas de la región.
Buenos ejemplos de castillos donde se ha trabajado de manera excelente para su restauración son los casos de Cuzcurrita de Río Tirón, con una gruesa torre del homenaje o de Sajazarra, probablemente el más elegante de todos. Aunque para fotogénico, el castillo de Davalillo, cuya silueta se alza en una colina rodeada de viñedos, integrando su estructura con pura armonía dentro del paisaje, ofreciendo vistas impresionantes del entorno vinícola circundante. Los restos del fuerte de San Vicente de la Sonsierra permiten atisbar la grandiosidad que debió tener siglos atrás, aunque de él se conservan sólo algunos elementos y, eso sí, unas panorámicas excelentes de toda la comarca histórica de La Sonsierra.
LA RIOJA ES… PRODUCTO DE CALIDAD
La Rioja Alta, y por extensión, toda la Comunidad Autónoma, es mucho más que una delimitación geográfica. Es una experiencia cautivadora y rica en matices, donde el PRODUCTO con mayúsculas se convierte en un auténtico embajador de sus tradiciones y exquisiteces. Este rincón de España, inmortalizado por sus viñedos ondulantes, portentosas bodegas y la majestuosidad de sus monumentos, sirve de un testimonio de la pasión por la tierra y la artesanía que define su esencia.
En cada racimo de uvas que se mece suavemente con la brisa , se encuentra la esencia misma de La Rioja. La región ha forjado una reputación mundial por sus vinos, que se elevan como auténticas obras maestras vinícolas. Desde los tintos robustos y envejecidos con esmero hasta los blancos frescos y vibrantes, cada botella cuenta la historia del terruño, la paciencia de los viticultores y la pericia de los enólogos.
La gastronomía de La Rioja es otro pilar fundamental de su identidad. Aquí, los sabores auténticos y los aromas tentadores danzan en cada plato, reflejando la dedicación a la cocina regional. Desde el cordero asado, las patatas a la riojana, el mimo en cada hortaliza y verdura (devoción tengo a sus alcachofas) hasta los embutidos artesanales o sus ricos quesos, cada bocado es una celebración de la tierra fértil y los métodos culinarios transmitidos de generación en generación.
Así, La Rioja, se revela como un producto integral, donde el vino, la historia, la gastronomía y el buen hacer se entrelazan para ofrecer una experiencia única. En cada rincón de esta región, la pasión por la tierra y sus frutos se traduce en un deleite para los sentidos, invitando a los viajeros y viajeras de todo el mundo a descubrir y apreciar la autenticidad de este destino exquisito del que, doy fe, siento profunda admiración.
Sele
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