Un paseo por La Sonsierra en La Rioja
La Sierra de Toloño y el río Ebro marcan los límites de lo que se conoce como La Sonsierra, un enclave histórico y geográfico en La Rioja que supura encanto por sus cuatro costados. La montaña se erige como un muro rocoso e inexpugnable desde la cual se desliza con cierta suavidad y armonía una llanura salpicada de pequeños altozanos donde viñedos, pueblos pintorescos y monumentos se encargan de narrar la historia rica y apasionante de esta región vinícola. El Ebro, mientras tanto, se afana en su propio serpenteo como confín líquido de esta área privilegiada, atravesando gloriosos puentes medievales de piedra y jalonando un paisaje completamente humanizado donde la naturaleza y las tradiciones más ancestrales se entremezclan, dotando de carácter a esta comarca geográfica riojana.
Sin más pretensiones que dejarme llevar por las huellas del apego a la tierra, desde la prehistoria hasta el día de hoy, me embarco en un paseo por La Sonsierra en La Rioja Alta y, de ese modo, viajar tomando buena nota sobre este mosaico paisajístico de gran personalidad.
ASÍ ES LA SONSIERRA RIOJANA (¿Qué ver en La Sonsierra?)
La Sonsierra, un nombre que explica un concepto geográfico
La Sonsierra, un término enraizado en la historia desde hace un milenio, evoca una región que se ha ido transformando paulatinamente, aunque bajo el predominio un carácter singular. Desde los documentos medievales, que la nombraban como «Subserra», traducido de manera literal «bajo la Sierra», esta comarca histórica y geográfica se revela como un extenso y angosto territorio de montaña baja, donde la presencia constante de la montaña (con la siempre vigilante efigie sur del Monte Toloño, de 1277 metros de altitud) se erige como un marcador visual que ha perdurado a lo largo del tiempo.
Este abrazo montañoso no solo le otorga una belleza escénica única, sino que también influye en el clima y en la diversidad de su suelo, creando condiciones óptimas para el cultivo de la vid. De ahí que, desde antiguo, los viñedos se extiendan en terrazas y laderas. A todo ello le ayuda la presencia impetuosa del río Ebro, la otra barrera geológica, el cual se encarga de juguetear entre los campos de labranza, gozando de un papel fundamental en la irrigación de estas tierras, proporcionando las mejores condiciones para el cultivo de las uvas. La combinación de suelos arcillosos y calcáreos, junto con la altitud y el clima mediterráneo con influencia atlántica, generan un microclima que favorece el desarrollo de las cepas y la calidad de las uvas de una de las áreas donde viene a nacer el vino Denominación de Origen Calificada Rioja.
De ahí que, durante mi última visita a La Rioja Alta, tuviera a bien explorar este territorio vertebrado por una sierra y un gran río con el objeto de admirar sus bucólicos paisajes, caminar por sus veredas, conocer los pueblos, sus restos prehistóricos, sus iglesias y esos viñedos que alientan a dibujar un recorrido ciertamente inspirador.
Las conchas de Haro
El punto de partida de este itinerario no comienza en La Sonsierra propiamente dicha. Pero sí permite admirar la extensión de esta área geográfica desde un punto vertical como es la ermita de San Felices, la cual se alza sobre los riscos de Bilibio a tan sólo seis kilómetros de la villa de Haro. Este es el lugar donde San Felices, el maestro de San Millán, vivió como un anacoreta en el siglo V d.C., razón por la cual hay un pequeño monumento religioso. A sus pies se celebra cada día de San Pedro, el 29 de junio, la famosa «Batalla del vino», Fiesta de Interés Turístico Nacional. Un acto donde los participantes se congregan ataviados con camisas blancas y pantalones rojos para emprender una batalla singular: la lucha con vino. Botellas, cubos y pistolas de agua cargadas con el preciado líquido rojo se convierten en las armas de esta festividad única, transformando la explanada bajo la ermita de San Felices en un escenario de risas y algarabía mientras los asistentes comparten, brindan y se sumergen en una experiencia que fusiona la tradición, la diversión y la pasión por el vino.
Desde la afilada cresta donde se sitúa San Felices se aprecia como el río Ebro entra en La Rioja, atravesando las llamadas Conchas de Haro, consideradas un fenómeno geológico asombroso resultado de procesos tectónicos. Se trata de lo que se conoce como «cabalgamiento alpino», donde las capas de roca se desplazan unas sobre otras, creando un escenario visualmente impactante. Si a todo ello se le suma cómo la acción erosiva del río Ebro se ha encargado de modelar este relieve, cortando la cresta para penetrar en La Sonsierra, es posible comprender cómo aquí se halla un testimonio vivo de la dinámica geológica y la interrelación de los elementos naturales en esta área de La Rioja Alta limítrofe con otras provincias. Por no hablar de que se trata de un escenario tremendamente fotogénico e idóneo para comenzar una ruta por el territorio.
Briñas y el puente gótico
Nos adentramos por La Sonsierra. Y lo hacemos contemplando el paso del Ebro por el majestuoso puente gótico que conecta las orillas de este caudaloso río. Este elemento emblemático de la arquitectura civil riojana en el medievo nos invita a disfrutar de un viaje en el tiempo como guardián silencioso que es. Junto al sendero permanecen recios e inamovibles los chopos negros languideciendo en los últimos coletazos del otoño.
Accedemos a Briñas, un tesoro anclado en las tierras de La Rioja, poseedor de esa magia y ese ambiente encantador que solo los pueblos con historia saben ofrecer. Sus calles empedradas y casas levantadas con grandes sillares de arenisca saludan al viajero que se apresura por el curso del río, observando su coqueto embarcadero o ejercitando el cuello para admirar el campanario de la iglesia de la Asunción (siglos XVI-XVII).
Al final del camino el Humilladero levantado sobre la misma roca recuerda los tiempos en que los condenados eran llevados al cadalso, mientras que metros más adelante aguarda un crucero de piedra que da la bienvenida a los visitantes cuando acceden al pueblo desde el oeste.
Eremitorios de Gobate
Continuamos en ruta flanqueados a la izquierda por los muros de la sierra de Toloño. Allí el monte que da nombre a este sistema se alza como un Dios silente de la historia y la naturaleza. Sus cumbres acarician el cielo, envueltas en la mística de un paisaje que se despliega con solemnidad. Cada kilómetro que hacemos es un viaje en sí mismo, donde la brisa nos susurra algunos secretos ancestrales y el eco de antiguas leyendas resuena en los viñedos de los que emergen todavía encinas centenarias.
Arriba en el Monte Toloño, los restos de un monasterio o cenobio del siglo IX (Nuestra Señora de los Ángeles) se presentan como testigos silenciosos de épocas olvidadas. Entre las piedras desgastadas por el viento y el tiempo, así como de la destrucción durante la I Guerra Carlista, se vislumbra la esencia de la vida monástica que alguna vez aquí floreció. Las ruinas, envueltas en la quietud de la sierra, evocan la espiritualidad que un día llegó a impregnar estos muros.
Pasamos por la aldea de Rivas de Tereso, de apenas una veintena de habitantes. Las señales nos indican que debemos continuar por una pista de grava para poder visitar algunos restos históricos donde fueron aprovechados los elementos del entorno, sobre todo las rocas. Es el caso de un par de refugios excavados en la propia piedra, los eremitorios de Gobate, diminutos espacios de retiro y reflexión que que atestiguan la vida anacoreta de antaño. Estos eremitorios, anclados en la soledad serena de la sierra, sirvieron como refugio para ermitaños y buscadores espirituales de la Cristiandad hace más de mil años, quienes, en su propio aislamiento, ansiaban una conexión más profunda con el mundo divino.
Los eremitorios de Gobate (Norte y Este) se caracterizan por su modesta arquitectura, integrándose armoniosamente en el entorno natural de esta parte de La Sonsierra, ya que es el interior de las rocas las cuales sirvieron de hospedaje a estos ermitaños. A posteriori fueron utilizados como pequeñas necrópolis, ya que se encuentran excavadas varias tumbas tanto en el suelo como en la propia pared.
El entorno resulta sobrecogedor. Se puede tocar el silencio, la paz y la quietud que un día sintieron las personas que dejaron por completo el mundo material para conectar con Dios y con la naturaleza. De fondo se aprecian las ruinas esqueléticas de la antigua iglesia de Orzales donde tiempo atrás llego a haber una aldea, ahora inexistente salvo en documentos de la época.
Necrópolis medieval de San Martín de Pangua (y guardaviñas)
A medio camino entre Rivas de Tereso y San Vicente de la Sonsierra por la LR-317 en el paisaje se abalanzan los elementos que marcan esa conexión de los habitantes con esta tierra desde hace siglos. Tras tomar un camino rústico se logra apreciar edificado sobre un muro que delimita uno de los muchos viñedos que hay en la zona, lo que se conoce como guardaviñas o chozo. Uno más de los muchos que se dejan ver en esta área geográfica así como en buena parte de La Rioja Alta. Estas estructuras cónicas tenían diversos usos, como hospedar a quienes eran mandados a vigilas los cultivos, refugiar temporalmente a los pastores y agricultores cuando la meteorología fuera poco clemente con ellos, así como lugar donde guardar diversos aperos de labranza. Los guardaviñas de la Sonsierra, aunque el de Pangua no es el caso, resultan ser especialmente elevados. ¡Y muy numerosos! (He aquí un listado de los más importantes en el municipio de san Vicente de la Sonsierra).
A poco más de un centenar de metros nos vuelve a sorprender una necrópolis medieval con tumbas antropomorfas excavadas en la roca. Se trata de la Necrópolis de San Martín de Pangua (o del antiguo convento de San Martín de Pangua, del que apenas queda rastro), un lugar histórico con nada menos que cuarenta y cinco tumbas con variadas formas y tamaños (incluso de bebés), todas ellas antropomorfas con espacio para la cabeza y escrupulosamente orientadas al este. Dicha orientación, mirando hacia la salida del sol, simboliza la creencia cristiana en la resurrección.
Justo al lado se puede observar un lagar rupestre modelado en la propia roca. De hecho el de Pangua destaca como el de mayor capacidad entre los identificados hasta ahora en La Sonsierra. Sus dimensiones son notables, con un diámetro de tres metros y una capacidad de casi cinco metros cúbicos. Un ejemplo, de muchos, de la conexión de La Rioja con el mundo del vino desde tiempos inmemoriales.
San Vicente de la Sonsierra
Llegamos a San Vicente de la Sonsierra, localidad con castillo, vistas excelentes y, además, la única que lleva con honores el apellido de «La Sonsierra» en su título. Traspasar sus calles adoquinadas y murallas de piedra es leer de soslayo la crónica de siglos pasados. A orillas del Ebro y rodeado de esos viñedos que dan vida a la afamada Denominación de Origen Calificada Rioja, San Vicente de la Sonsierra se erige como un lugar donde la esencia riojana destila en cada calle, en cada rincón, en cada bodega.
En el corazón del pueblo, los restos del fastuoso Castillo de San Vicente gobierna junto al viento que recibe de la sierra. Con esos muros que destilan viejas hazañas, el fortín despliega una vista panorámica que abarca los viñedos que se extienden hasta el horizonte, pintando un paisaje que habla de la pasión vitivinícola de la región.
San Vicente de la Sonsierra es también hogar de la iglesia de Santa María, un tesoro arquitectónico de fachada gótica donde la fe y la arquitectura se entrelazaban en un vínculo sagrado dentro de este faro de tierra sin puerto a la vista. Pero, de entre todos sus monumentos, San Vicente invita a atravesar su puente medieval en la carretera local que conecta Briones con Peñacerrada. Erigido de manera estratégica para resguardar el paso del Ebro en la frontera entre los Reinos de Navarra y de Castilla, su origen puede remontarse a 1172, coincidiendo con la concesión del fuero de Sancho el Sabio de Navarra a la villa. Originalmente compuesto por trece arcos apuntados y dos torres defensivas, a finales del siglo XVI, experimentó una reconstrucción que lo transformó en un puente con doce arcos y una sola torre. Aunque actualmente esta construcción de sillería y mampostería presenta nueve arcos.
Junto al puente hay un merendero donde se pasan muchas jornadas festivas al sol. Un espacio que en cualquier época del año también es para quienes nos gusta entregarnos a la mera contemplación, a nublar la vista y dejarnos llevar por entornos arrebatadores como este. O a todo lo contrario, el enoturismo, la manera en la que San Vicente de la Sonsierra, rodeada de bodegas, ofrece cada día un brindis a la buena vida.
SABÍAS QUE… en San Vicente de la Sonsierra tiene lugar una tradición religiosa conocida como «Los Picaos». Un ceremonial único que se celebra durante la Semana Santa, así como durante la Cruz de mayo y de septiembre, la cual sumerge a este hermoso pueblo riojano en un fervor religioso sin parangón en la zona. Esta manifestación de fe se ha convertido en un evento emblemático, atrayendo tanto a locales como a visitantes que buscan experimentar la intensidad y la devoción de esta costumbre ancestral.
La tradición de «Los Picaos» tiene sus raíces en el siglo XVIII y está vinculada a la Cofradía de la Santa Vera Cruz. Los participantes, conocidos como «los disciplinantes», llevan a cabo un acto de penitencia único: durante la procesión, se golpean las espaldas desnudas con una madeja de lino llamada «estamena». Este acto de autoflagelación tiene como objetivo expresar arrepentimiento y devoción, y es llevado a cabo con un profundo sentido de sacrificio.
La procesión transcurre por las estrechas calles empedradas de San Vicente de la Sonsierra, creando una atmósfera de solemnidad y recogimiento. Los disciplinantes avanzan descalzos y encapuchados, marcando un contraste impresionante entre la tradición religiosa y la austeridad del acto de penitencia..
Briones
A sólo cuatro kilómetros dirección suroeste de San Vicente, Briones, otro de esos pueblos pintorescos que abrazan una colina en La Sonsierra, se postula sobre su altozano como un rincón encantador impregnado de historia vinícola. Además de sus calles empedradas y entre sus casas de arquitectura tradicional, Briones tiene el privilegio de albergar el Museo Vicanco de la Cultura del Vino, un verdadero tesoro para los amantes de esta apreciada bebida.
El Museo Vivanco es un homenaje a la cultura vinícola, ofreciendo a los visitantes un fascinante viaje a través de la historia, la ciencia y el arte relacionados con el vino. Desde antiguas herramientas de viticultura hasta una colección de etiquetas de vino, el museo destila la riqueza cultural y la tradición arraigada en la región vinícola de La Rioja. Además de la exposición, los visitantes pueden explorar los viñedos circundantes y participar en degustaciones que resaltan la excelencia de los vinos que aquí se elaboran. Briones y su Museo del Vino de Vivanco ofrecen una experiencia inmersiva que celebra la pasión y la maestría que caracterizan a esta región vinícola española.
TOMA NOTA: En Briones, merece la pena acercarse a la ermita del Cristo de los Remedios donde en 2021 se trasladó por completo «la Botica de Rabal», una antigua farmacia fundada en el último tercio del siglo XIX con más de 800 piezas de gran valor.
Guardaviñas de La Rad
Avanzamos por la N-232A rumbo a Ábalos. Menos de un kilómetro después de pasar la intersección con la carretera de Peciña, nos topamos con una encrucijada que se despliega a nuestra derecha. Es en este punto donde se erige un curioso guardaviñas, rodeado por un antiguo murete que, al parecer, en otros tiempos cumplía la función de corral para las caballerizas. De los muchos guardaviñas, quizás el de La Rad es uno de los mejor preservados y más fotogénicos. Como hemos comentado anteriormente, se conservan numerosos elementos constructivos de este tipo en La Rioja Alta. Sólo en en el entorno de San Vicente de la Sonsierra se contabiliza una docena de guardaviñas o chozos en buen estado de conservación.
Estas estructuras poseen un propósito práctico y cultural en la viticultura de la región. Históricamente, se utilizaban como refugios para los viticultores durante las largas jornadas de trabajo en el campo, proporcionando resguardo contra las inclemencias del tiempo y un lugar para guardar herramientas, por lo que se integran en la tradición vinícola de la región, actuando como testigo silencioso del arduo trabajo de numerosas generaciones de viticultores así como sirviendo de punto de encuentro entre la naturaleza, la cultura y la producción de vino en La Rioja.
Ermita de Santa María de la Piscina
Algo menos de un kilómetro antes de entrar al núcleo urbano de Peciña, una indicación nos deriva hacia la ermita de Santa María de la Piscina. Aquí la parada se vuelve imprescindible, porque no se admira cada día uno de los máximos exponentes del románico en La Rioja. Según documentos históricos, su construcción fue iniciada en la primera mitad del siglo XII, y su singularidad se explica en su pureza arquitectónica, sin apenas aditivos posteriores, a excepción del escudo de la Divisa agregado sobre la portada sur alrededor de 1537. En una región donde predominan las construcciones de un románico más tardío, este templo religioso no deja de ser un tesoro, esa excepción que confirma la regla y que nos permite viajar a los tiempos de su fundador, El Infante Ramiro Sánchez de Navarra, descendiente del rey de Navarra, Don Sancho Garcés IV, el cual participó a la Primera Cruzada (1096-1098) con el objetivo de conquistar Tierra Santa, desempeñando un papel crucial en el asedio de Jerusalén a través de la Piscina Probática, el lugar donde los evangelios sitúan a Jesucristo obrando el milagro de sanar a un paralítico. De ahí precisamente la explicación de que aparezca «piscina» en el nombre del monumento. La Divisa, el escudo de la portada sur, sería la Orden de caballería iniciada por el Infante, quien dejó el encargo de la construcción de esta iglesia.
A pocos metros hay restos de una necrópolis con tumbas antropomórficas de los siglos X a XV, muchas de ellas descubiertas después de los trabajos ejercidos en el área en los años setenta. Por lo que la postal del monumento con las tumbas está entre las más bellas e inspiradoras tanto de La Sonsierra como de toda La Rioja Alta.
NOTA: A unos 300 metros de la ermita en dirección a la villa de Peciña hay un dolmen megalítico conocido como «La Cascaja», hallado en 1953 y donde salieron a la luz más de treinta esqueletos, objetos de sílex, cerámica y una punta de bronce del que, a todas luces, fue un lugar de enterramiento de la época neolítica.
Ábalos
Última parada, Ábalos, localidad que hace las delicias de los amantes de los pueblos monumentales y del buen turismo rural. Como no puede ser menos, aparece bien rodeada de exuberantes viñedos que se extienden por las colinas onduladas de la comarca. Esta encantadora villa emana un ambiente tranquilo y tradicional. Sus calles adoquinadas y estrechas revelan casas nobles de arquitectura típica riojana, con fachadas de tonos cálidos, blasones y detalles encargados de reflejar la apasionante historia de la zona. Las edificaciones más destacadas serían el Palacio de los Marqueses de Legarda, la conocida como Casa del Virrey o la Casa de las Verjas.
En el corazón del pueblo, la Iglesia de San Esteban Protomártir se alza como un monumento histórico con una portada de los tiempos de los Reyes Católicos y, en su interior, un retablo tallado con la maestría de la familia Beaugrant, uno de los máximos exponentes de la herencia religiosa y cultural de Ábalos.
MÁS DE LA RIOJA…
Y hasta aquí un paseo (de muchos) que se pueden dar para saborear La Sonsierra. Si has llegado hasta aquí no olvides que tienes mucha más información sobre la Comunidad Autónoma de La Rioja en la web oficial de Turismo La Rioja y que me queda mucho por contar aún en este blog.
La tierra de La Rioja me cautiva con sus colinas onduladas y sus muchas historias centenarias. Sin embargo, siento que solo he rasgado la superficie de lo que La Rioja tiene para ofrecer. La promesa de descubrimientos aún no realizados se presenta ante mí. Hay tanto más por ver, saborear y narrar en este territorio, donde cada rincón parece guardar un capítulo inexplorado de su rica narrativa, que me temo que mi idilio riojano no acaba más que comenzar.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
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