Descubriendo el Alentejo
Durante la Semana Santa de 2006 estuvimos mi amigo Pablo y yo en el Norte de Portugal donde hicimos un recorrido bastante interesante por lugares como Oporto, Vila Real, Peso da Régua, Bragança o Miranda do Douro. Visto el éxito obtenido nos decidimos en este año 2007 a repetir país aunque con una ruta diferente por una zona no tan conocida turísticamente hablando: La Región del Alentejo. Y para no llevar la contraria a la positividad predominante en mis viajes, éste no ha sido menos en absoluto. Así que os recomiendo que os deis una vueltecita con nosotros por esta «sorpresa portuguesa».
Alentejo significa «más allá del Tajo». Esta región, dividida en cuatro demarcaciones (Bajo, Centro, Alto y Litoral) queda debajo del emblemático río hispano-luso siendo limítrofe con la provincia del Algarve. Su situación estratégica y fronteriza con Extremadura lo ha relegado a un segundo plano respecto a urbes como Lisboa, Porto o la propia región del Algarve, más conocidas y transitadas por el creciente turismo que se dirige a Portugal. Pero ésto no ha hecho más que beneficiar a la zona, que mantiene casi intactas sus construcciones, sus campos, sus costumbres, su gastronomía tradicional y su vida cargada de tranquilidad y sosiego…
Éste es el primer de los muchos relatos sobre el Alentejo que puedes leer en el blog. No te pierdas todos los demás juntos en la misma categoría.
En un paisaje plano se mezclan colores ocres de la tierra con otros más llamativos de las incipientes flores de esta recién estrenada primavera. En el mismo aparecen pueblos pintados de blanco-mármol engalanados con murallas y torres medievales que traen a colación la época de las conquistas o incluso la de los musulmanes en la Península Ibérica. Y aisladas, aún resisten milenarias construcciones prehistóricas en esta región que se antojó dinámica durante la larga Prehistoria…
Son muchas más las razones que nos han llevado a volver un año después a Portugal. Con la ayuda de libros, webs y foros de viaje pude diseñar el itinerario que podéis ver a continuación y que se cumplió casi a rajatabla:
* Miércoles 4 de abril: Por la tarde trayecto en carretera desde Madrid hasta Elvás,donde nos alojamos en el impresionante y más que recomendable Hotel Sao Joao de Deus.
* Jueves 5 de abril: Visitamos Elvás, conocida por su acueducto y su sistema defensivo, que es uno de los más importantes del sur europeo. Partimos a Campo Maior a ver su «Capela dos Ossos», a los denominados «pueblos de mármol» Vila Viçosa, Borba y Estremoz antes de llegar a Évora pasando previamente por el altísimo Évora Monte. Pernoctamos en el Hotel Ibis Évora.
* Viernes 6 de abril: Día en Évora, Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por la tarde vimos el conjunto megalítico «Cromeleque dos Almendres», que es el mejor conservado de toda la Península Ibérica y uno de los más importantes de Europa. De noche nos trasladamos a la capital del Alto Alentejo, Portalegre, donde nos alojamos en la Mansao Alto Alentejo con algunas «estrecheces».
* Sábado 7 de Abril: Visitamos las fortificaciones de Marvão y Castelo de Vide. Marvão es candidato a ser uno más de la prestigiosa lista que elabora la UNESCO para denominar el Patrimonio de la Humanidad. Es normal, teniendo en cuenta que es una ciudad amurallada a 1000 metros de altura en la Sierra de Sao Mamede. Y Castelo de Vide fue posiblemente una de las «revelaciones del viaje». El alojamiento era el mismo que el del viernes, pero decidimos apresurar la vuelta a Madrid para evitar atascos. Llegamos a casa a la una y media de la madrugada.
Como podéis observar nuestro plan ha estado más encaminado a recorrer el Alentejo Central y Norte. Las expectativas eran altas pero se han cumplido de sobra.
Me ha encantado comprobar cómo en esta zona se conserva prácticamente intacta la autenticidad que ha caracterizado siempre a Portugal. Pasear por las empinadas y angostas calles de sus muchos pueblos me ha llevado a respirar Historia a la vez que rutina, a saborear ese liviano paso del tiempo tan sólo visible en los arrugados ojos de los ancianos sentados al Sol o en las desgastadas paredes blancas de las casas.
Ahora, muy brevemente, os daré mi visión resumida de los principales lugares visitados, con vistas a que puedan serviros para diseñar vuestra propia ruta por la preciosa región alentejana:
ELVÁS: Elegida como el primer destino en nuestra ruta, esta pequeña ciudad situada a 8 kilómetros del Guadiana, que separa el país luso de la ciudad española de Badajoz, es uno de los mejores ejemplos de Europa en lo que a arquitectura militar se refiere. Sus murallas, fortalezas, bastiones, fosos, además de su castillo, son el reflejo del capricho de quien en su día diseñó la que posiblemente mejor Plaza Fuerte de Portugal.
Prácticamente desde cualquier calle intramuros se accede a la Praça da República donde además del edificio del Ayuntamiento (Cámara Municipal) se encuentra la Iglesia de Nossa Senhora da Assunçao, que en su día fue Catedral y que tiene rasgos del manuelino y del barroco tardío. Prácticamente detrás de la misma se encuntra uno de los lugares más interesantes de la ciudad, que es el «Largo de Santa Clara», donde se alza un pelourinho, que no es otra cosa que la picota donde colgaban a los infortunados ajusticiados. Está flanqueado por una construcción religiosa (Iglesia de Nossa Senhora da Consolaçao) de planta octogonal de reminiscencia templaria, y por la Porta do Templo, que perteneció a la muralla árabe y que le da un toque legendario a la ciudad.
Después de ver esa parte, tanto Pablo como yo esperamos a las nueve y media a que abriera el pequeño castillo. Mientras tanto dimos un gran rodeo por las murallas para comprobar la «imposibilidad» de invadir la ciudad por la cantidad de fosos, torres de vigía y muros zigzagueantes que allí están desde la época medieval. Una vez vimos el Castelo (discreto) nos decidimos a callejear por los entresijos de la pequeña Elvás, pintada de un blanco ya gastado, con muchos tesoros en su interior. No es de extrañar encontrarse con capillas minúsculas, emblemas barrocos, escudos blasonados, o estatuas de angelotes coronando las viviendas. Aunque sin duda, lo mejor que se puede hacer es admirar su ya mil veces mencionado sistema defensivo.
Y qué decir del Acueducto de Amoeira (Siglo XVI) con 7 kilómetros de longitud y más de 40 de altura… Es algo que no deja indiferente a nadie. No puedo cerrar este apartado sin mencionar y recomendar el Hotel Sao Joao de Deus, un antiguo convento convertido en un alojamiento de 4 estrellas que bien merecería tener la categoría de Pousada (así se les llama a los «Paradores» portugueses). Habitaciones inmensas con hidromasaje, salones decorados con mobiliario antiguo, un enorme patio con naranjos que da a las mismísimas murallas y desde donde se obtienen preciosas panorámicas de la ciudad, un excelente desayuno…son motivos suficientes para gastar los 70 euros que costó nuestra estancia allí (Precio total de la habitación). En resumen, Elvás bien merece una visita. A Pablo y a mí fue uno de los lugares que mejor recuerdo nos dejó…
Elvás está entre los pueblos más bonitos que ver en el Alentejo según esta selección.
CAMPO MAIOR: Esta villa alentejana a 16 km de Elvás no atrajo nuestra atención por su castillo, por sus concurridas plazas y callejuelas blancas… Por casualidad me había enterado que allí, en una de sus Iglesias (más concretamente la de la «Matriz» como corroboré después) hay una capilla que se sale de lo común. Su nombre: «Capela dos Ossos», que traducido viene a ser «La Capilla de los Huesos». Y es que no hay mejor definición de la misma que esa, ya que el lugar está compuesto por entero de calaveras, restos óseos y esqueletos. No existe hueco sin dichos elementos. Es tétrico, muy tétrico, pero a mí que me atrae mucho lo macabro, me pareció algo fascinante de ver. No puedo decir que es único, porque en Évora hay otra más grande, pero quizá la de Campo Maior goce de mayor encanto no sólo por su excelente estado de conservación, sino porque impresiona mucho más que la otra al estar menos concurrida, más recogida, más escondida.
Cuando llegamos estaba cerrada por lo que en la Iglesia pedimos poder verla. Nos dijeron que no, que estaba «fechada» y que las llaves las tenía el cura (que no estaba casualmente en el pueblo). Como yo no me podía ir sin verla, llamé a la puerta de una casa aledaña al templo religioso en la que se encuentra la famosa «Capela», y fingimos ser periodistas de una «revista de viajes» que nos habíamos desplazado hasta allí para hacer un reportaje. La señora de la casa nos abrió y nos dejó allí largo rato a nuestro antojo. Como una imagen vale más que mil palabras, os recomiendo que veáis el video que grabé con el móvil o las fotos que he seleccionado de lugar. Os daré un detalle. Junto a un grupo de calaveras bien dispuestas hay una inscripción algo irónica que reza lo siguiente: Nos Ossos q. aqui estamos pelos vossos esperamos, que como habréis entendido ya viene a decir: «Nosotros los huesos que aquí estamos, a los vuestros esperamos». Aunque duela, razón tienen…
VILA VIÇOSA: Fue el primero de los «pueblos de mármol» que tuvimos el honor de visitar. La familia Bragança, que manejó durante siglos los designios del pueblo portugués, residió en esta pequeña pero cuidada villa. Primero en el Castillo y después en un enorme palacio renacentista con la fachada de mármol. Y es que este elemento predomina en todos los espacios de Vila Viçosa. Ribetes de puertas y ventanas, fuentes, bancos, suelos y aceras, columnatas… hacen suya la materia prima más importante del Alentejo Central. La alargada Praça da República estaba cubierta de naranjos, al igual que las más importantes calles de la pequeña ciudad. Visitamos el interior del «Castelo» donde se encuentra un enorme Museo de Caza con piezas cobradas por los aristócratas en sus muchos ratos de ocio. A mí estos lugares no me gustan demasiado porque estoy en contra de la caza deportiva. Eso de matar por amor al arte a los animalitos por el simple hecho de que «pasaban por aquí» no me satisface en absoluto. Pero dentro de los muros del castillo no sólo está eso, sino que hay preciosos jardines y casas antiguas, además de la Iglecia da Conçeiçao, donde se funde el mármol con azulejos de gran calidad.
El Palacio, imponente y regio, requiere de grupos y de paciente espera para poder visitarlo. Pablo y yo no tuvimos la fortuna de entrar al mismo, pero quizá con más tiempo lo hubiésemos hecho. Lo que no dejamos para otra ocasión fue darnos una buena comilona en la misma Plaza de la República donde gozamos de unas suculentas «migas a la alentejana» además de unas jugosas costillas adobadas. En esta zona de Portugal se come bien y barato.
BORBA: La hermana pequeña y pobre de Vila Viçosa es otro de los municipios donde el mármol tiene su razón de ser. Nos decepcionó por su falta de atractivos y la cruzamos con gran celeridad. En el camino entre los dos pueblos pasamos por las inmensas canteras, que me figuro deben dar trabajo a gran parte de la población.
ESTREMOZ: El principal pueblo de los llamados «de mármol» tiene suficientes motivos para hacerle una visita. Está dispuesto en dos zonas principales, la Baja y la Alta. La parte baja de Estremoz es la más «moderna» (Siglo XVII y posteriores) y más prolífica. En el centro de todo está la enorme Plaza del Rossio, rodeada de museos, conventos, iglesias (muy bonita la de San Francisco), la Cámara Municipal, numerosos alojamientos y restaurantes. Interesantes son los repintados y llamativos azulejos en el interior del edificio del Ayuntamiento. A mí particularmente me llamó la atención el Lago do Gadanha, con Neptuno portando una guadaña y con la mejor vista de la otra parte importante de Estremoz, la alta o medieval. Aquí rodeada de murallas se encuentran las viviendas más antiguas, además de una pintoresca Torre del Homenaje (Llamada de las Tres Coronas, ya que fue construida durante tres reinados diferentes) perteneciente al Castillo, convertido en una de las Pousadas más fascinantes del panorama portugués, la de Rainha Santa Isabel. Allí mismo, en la parte alta se yergue la Iglesia de Santa Maria y la Capilla de Santa Isabel. Desde este lugar disfrutamos de las mejores vistas de todo Estremoz, que daban a los verdes campos de la fértil región del Alentejo.
ÉVORA MONTE: Pequeño pueblo en lo alto de una colina desde donde poder obtener una panorámica alentejana realmente asombrosa. Su fama viene dada por el Castillo de más de siete siglos de antigüedad cuyos «lazos» símbolos de la lealtad decoran sus lisas paredes. Vale la pena hacer una parada aunque sea sólo de unos minutos. Las vistas desde allí no dejan a nadie indiferente. A nosotros tampoco, y más en primavera en que los campos están teñidos de verde… Y pilla de camino entre Estremoz y la monumental Évora.
ÉVORA: Con algo más de 50.000 habitantes, esta ciudad Patrimonio de la Humanidad fue sin duda alguna la que más me entusiasmó y con la que me quedaría si tuviera que recomendaros un único lugar en el Alentejo. Su agitadísima y esplendorosa historia se remonta al periodo romano, cuando por su situación estratégica se volvió un punto principal de Lusitania. De esta época en la que se le conoció como Ebora Cerealis quedan imponentes restos, siendo el más destacado el Templo de Diana, próximo a la Catedral y al Palacio Episcopal que hace de museo. Es posiblemente uno de los mejores conservados no sólo de la Península Ibérica sino de Europa. Su utilidad para usos «no religiosos» a lo largo de los siglos posteriores (ya que fue incluso matadero) propició que se mantuvieran casi intactas las columnas corintias y el pedestal que fusionan el granito y el magnífico mármol de Estremoz en esta espléndida obra del Siglo II de nuestra Era.
Como he comentado lineas atrás, está muy cercano a la Catedral románico-gótica de Santa María en la que Pablo y yo nos dejamos perder en su silencioso claustro que aisla el lugar del tumultuoso entorno, al igual que del Palacio Episcopal, principal Museo de la ciudad que cogimos en obras durante nuestra visita. No así se encontraba la fantástica Pousada Lóios, que al igual que ocurre en muchos casos, se implantó en lo que en su día funcionó como convento y en la que nos faltó meternos a las habitaciones. Esta zona, quizá la más alta de la ciudad, es la que más miradas viajeras refleja, pero no la más concurrida. El centro neurálgico y desde la que parten gran parte de las vías y callejas estrechísimas es la Praça do Giraldo, dedicado a su ídolo medieval Geraldo sem Pavor, que arrebató la ciudad a los musulmanes con su astucia y valentía. Esta Plaza de forma alargada y en la cual celebraron numerosos autos de fe en tiempos inquisitoriales, concentra la algarabía de los habitantes de la ciudad monumental, quienen se sientan al sol que blanquea aún más si cabe los elegantes edificios adyacentes.
Pero son muchos más los atractivos de Évora que uno puede ir descubriendo con el medio de transporte más eficaz en este lugar, caminando… Nosotros dimos cuenta de ello al patear de arriba a abajo las empedradas y estrechas calles para acceder a la Praça do Sertorio, donde debajo del edificio del Ayuntamiento se han rescatado antiguas termas romanas. A pocos metros comienza el Acueducto da Agua de Prata diseñado por D. Francisco Arruda, el mismo que se ocupó de la emblemática Torre de Belem lisboeta. 18 kilómetros de longitud, aunque menos vistoso que el de Elvás, tiene bajo muchos de sus arcos del interior de la ciudad amurallada casas que siguen el estilo predominante en Évora.
Podría estar horas hablando de la magnífica Iglesia de Nostra Senhora de Graça, del Paço Real de Sao Francisco, de las extensas murallas e imponentes puertas de entrada a la ciudad (La de Avis es espectacularmente bella)…pero no me puedo extender demasiado porque el espacio aquí es limitado.
De lo que no puedo resistirme a mencionar es la Capela dos Ossos existente en la Iglesia de San Francisco. De mayor extensión que la de Campo Maior, alberga restos óseos de más de 5000 personas, excedentes de cementerios… Al no saber qué hacer con ellos, la comunidad religiosa decidió hacer una oda al Tempus fugit y edificar una Capilla macabra visitada por miles de personas cada año. Algún reportaje televisivo y periodístico visto hace años fue el que me hizo interesarme por esta ciudad.
Si comparamos este lugar con la diminuta Capela de Campo Maior diría que la primera está algo más deteriorada. Hay zonas en que faltan huesos y más de un desaprensivo (por no llamarle imbécil) ha pintado sobre las calaveras. A la entrada, la misma advertencia: Los huesos que aquí estamos a los vuestros esperamos.
Y dentro, como he dicho, hay una gran sala abovedada en la que además de los típicos fémures y cráneos hay dos cuerpos colgados de un señor y de un niño que personifican el sufrimiento final antes de dejar este mundo.
Muy próximo a este lugar se encuentra el Jardim Público, que además de parque bien podía ser un Botánico o un Museo de Historia a la vista de las ruinas existentes en el mismo. Con el calor que hacía a esa hora bien apetecía tumbarse en la hierba.
Como suele pasarme en los ciudades, más que en sitios concretos, disfruto caminando por las calles, observando la cotidianeidad…y esto en Évora es un arte.
Pablo y yo dimos cuenta de esta actividad «andadora» en barrios como el de la Judería, en el que se mantienen las virtudes que hacen famosa a esta urbe lusa. A través de un suelo empedrado, normalmente empinado, se agolpan casas a un lado y a otro separadas por poca distancia (Esta «angostidad» es muy característica en el Alentejo). El color blanco nieve se mezcla con el amarillo albero de los ribetes que tanto me recuerda a esa Sevilla tan maravillosa. Las plantas de los balcones casi llegan a los naranjos y limoneros de los patios ofrenciendo su regalo al sentido del olfato. Y el lado más aunténtico se complementa con la ropa tendida que quiere captar el frescor primaveral del momento. De vez en cuando algún anciano o anciana camina lenta y pausada, observando cómo pasa el tiempo sin pasar, sin dejarse notar…
Esta Évora monumental, evocadora, delicada…es en sí un museo de sensaciones. Normal que en 1986 fuera declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, englobando así una de las listas más prestigiosas y exclusivas. Todo un honor, todo un merecimiento.
MONUMENTOS MEGALÍTICOS EN LOS ALMENDRES: A 16 kilómetros de Évora, dirigiéndose hacia la Carretera de Lisboa, se mezclan en el paisaje campestre algunos de los restos prehistóricos más destacables de la Península Ibérica y posiblemente de Europa. Próximo al pequeño pueblo de Nossa Senhora de Guadalupe, tras meter el coche en un camino de tierra, llegamos a un lugar fascinante conocido como Cromeleque dos Almendres. Un conjunto de monolitos se agrupan en círculos y elipses desde hace más de ocho milenios. Según los expertos, debió tratarse de un santuario, y la posición de «las piezas» que lo componían se trazó siguiendo la alineación de estrellas y planetas. A unos tres kilómetros, se levanta un menhir de casi siete metros (Menhir dos Almendres) con forma fálica y que estaba destinado a atraer fertilidad a los cultivos y al ganado. Al llegar al mismo no faltaron las bromas, cuando el personal se despachó con un «menudo peazo de p…» (puntos suspensivos…que esto lo ven los niños) .
Después de ésto, bajamos desde Guadalupe hasta Valverde (muy cercanos), y tras cruzar el puente dejamos el coche practicamente en medio del campo y comenzamos a caminar por un camino que dividía las distintas parcelas en que se agolpaban toros y vacas enormes. Los primeros echaron a correr nada más vernos y se alejaron. Menos mal, porque como les hubiese dado por saltar el escasamente elevado muro, hubiéramos acabado subidos a un árbol para no ser embestidos por media tonelada que podía pesar cada uno. Nuestro propósito era dirigirnos al que según cuenta internet, es uno de los dólmenes más grandes de Europa: Anta Grande do Zambujeiro. Tras un rato andando con mucho calor, nos topamos con el monumento que no hizo más que sumirnos en la decepción. No se podía acceder a la Cámara poligonal porque estaba cubierta de placas y maderos que habían puesto allí los arqueólogos y que no hacen más que restar su encanto hasta la enésima potencia.
PORTALEGRE: La capital del Alto Alentejo, con poco más de 15.000 habitantes fue nuestro último campo-base en el viaje, ya que desde aquí nos desplazamos a los dos mayores tesoros de la zona norte alentejana: Marvao y Castelo de Vide. Esta ciudad, que en sí es una cuesta, y cuyo paso con el coche por la misma fue un verdadero suplicio, está escrita con letras de oro en lo que a la elaboración de tapices se refiere. Aquí aún pervive una fábrica en la que los pacientísimos trabajadores desempeñan una labor sumamente meticulosa. El barroco se respira en Portalegre pos los cuatro costados ya que no sólo posee una preciosa Catedral de dicho estilo artístico, sino que son incontables las casonas con emblemas y símbolos que engalanan la ciudad. En lo alto, un castillo, al que un exceso de proteccionismo y un afán de llamar la atención de los arquitectos modernos han acabado de sumirlo al pozo de los despropósitos. Han creado en él mismo una parafernalia de madera que no permite estar en contacto a los visitantes ni con su interior ni con su exterior. Un cero al que se le ocurrió la idea de arrebatar a los habitantes y a los turistas algo que es suyo. Ahora es un lugar sin personalidad, remoto y que sólo se puede apreciar medianamente desde lejos, siempre que estén tapadas las tres plantas de madera horribles que lo cruzan en irrespetuosamente..
Portalegre está en la falda de la Sierra de Sao Mamede, y por ello fue el lugar idóneo para utilizarlo de «campamento». Estuvimos alojados en el Hotel Mansao Alto Alentejo (45 euros habitación/noche), de tres estrellas y a veinte metros de la Plaza de la República (y por tanto de la Catedral). De estilo alentejano, es decir, estrecha, no fue lo que nos suponíamos en un principio. Yo porque no soy muy alto, pero Pablo (2 metros) notó las reducidas dimensiones del lugar. Ahora que no nos escucha nadie…si lo hubiera sabido me hubiera ido a dormir a Castelo de Vide o Marvão (no será porque no lo intenté, pero me dieron calabazas bastantes veces al estar todo repleto hasta los topes).
MARVAO: Ya desde lejos se ve en lo alto la fortificación y el pueblo, que a mil metros de altura se asemejan al nido de un ave de colosales dimensiones. En plena Sierra de Sao Mamede tras bordear la montaña surcando las innumerables curvas llegamos a uno de esos lugares que pueden tildarse de privilegiados e inexpugnables. Marvão, candidato a ser Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una «Pequeña Gran Villa Medieval» desde la que se goza de vistas kilométricas y espectaculares tanto del Alto Alentejo (se aprecia incluso Castelo de Vide) como de su país vecino, España.
La blanca villa, capricho de algún poderoso de la etapa musulmana que estaba viviéndose en la Península Ibérica, queda totalmente rodeada de murallas, baluartes, garitas que forman parte de un castillo que se confunde con el vertiginoso precipicio. Paisaje, viviendas y castillo forman un «uno» inseparable e indestructible. Marvão es como esa mancha de nieve en la cumbre de una montaña. Nieve creada por el hombre en un alarde de alzar sus fuerzas lo más alto posible como si de Babel se tratase. El pueblo de Marvão cuenta con no pocos motivos para dejarse llevar y sentirse personaje de un tiempo pasado. Debe ser un placer alojarse en la Pousada de Santa Maria y leer uno de esos libros de caballerías que tanto le gustaban a nuestro Don Quijote mientras desde la ventana se aprecian los paisajes de «allí abajo», controlándolos en plan lugarteniente.
La mejor manera de recorrerlo es desde fuera hasta adentro. Me explico, el primer paso que se debe dar para toda visita es caminar por la muralla dejando el pueblo a vuestros pies hasta llegar al castillo. Y después de eso, internarse por las calles medievales para perderse en esa laberíntico copo de nieve del que metaforeaba líneas atrás. Marvão es una maravilla (valga el juego de palabras) que se alza a muy pocos kilómetros de España y al que recomiendo toda visita.
CASTELO DE VIDE: Esta villa próxima a Marvao más que una recomendación es una exigencia en toda regla. Para mí fue la revelación del viaje porque conjunta la armonía artística, la cotidianeidad portuguesa y un billete de ida y vuelta a un pasado milenario. No sabría si quedarme con su parte baja, más moderna pero de gran belleza, o con su barrio más antiguo, La Judería, que aún conserva lo que en su día fue la Sinagoga de centenares de desplazados de España durante la represión antisemita propiciada por los Reyes Católicos. Este barrio, blanco, como no podía ser menos, sube desde la Fonte da Vila, una preciosa fuente que aún huele a ropa de lavandera, hasta el Castillo y la urbe medieval donde aún hay habitantes. Esto de los castillos, como habréis podido comprobar, es algo repetido, pero es que Portugal está plagado de fortificaciones, símbolos de sus antológicos litigios con el país español, que en su día acechaba insistentemente la antigua Lusitania. Afortunadamente hoy en día ambas naciones forman una vecindad muy bien avenida.
En fín, esos son los lugares que visitamos durante una Semana Santa que no desmereció en absoluto a la anterior. Pablo y yo hemos quedado totalmente encantados de esa Portugal que tanto tiene que enseñar y a la que aún queda mucho por descubrir. Un país no demasiado grande en extensión pero gigante en oferta cultural, gastronómica y de ocio en general.
Y de mi amigo Pablo tan sólo puedo decir cosas buenas. Un excelente compañero de viaje con el que me entiendo de maravilla y con el que estamos minuto a minuto riéndonos de todo. Pero claro, juntando a dos incondicionales de Martes y trece no se puede esperar lo contrario.
De esta forma finalizo este especial sobre el Alentejo portugués que espero que os guste. (NOTA: En el año 2014 regresé para seguir ahondando en el interior alentejano y pasar a la costa, por lo que podéis tener más información)
Saludos y gracias por vuestra atención,
José Miguel Redondo (Sele)
9 Respuestas a “Descubriendo el Alentejo”
Mientras estabais en tierras bávaras (Rebeca y Sele)contemplando aquellos Castillos, nosotros (Ana, Noah y Jesús)andábamos por estas fortalezas del Alentejo Portugués. Aún con nuestra propia experiencia y algunos cambios de aquél itinerario del 2007, hemos sentido esas intactas construcciones, costumbres, gastronomía,tranquilidad, sosiego… Depués de casi cuatro años, todavía resuenan los pasos de Pablo y Sele por esas tierras tan evocadoras.
Vaya Jesús, es un honor que os hayáis acordado de nosotros. Aún tienes muchas rutas para hacer de las que ves por aquí. Puedes tomar todas las que quieras! Esa será una buena señal.
Un abrazo!
Sele
Desde Villaviciosa, con su marmol, sale la carretera hacia Alandroal, con sus tres castillo,el propio de Alandroal y el de sus pedanías de Terena y Juromenha, para llegar a Reguengos de Monzaraz, dista de Evora 20 km, pero tiene otro pueblo cerca que es Monsaraz, más bonito que el de Marvao pero con menos altura. En fín, te puedo decir que el Bajo Alentejo, con capital en Beja, es otra joya desconocida, además tiene una gastronomía excelente. Saludos
Hace tiempo hice un viaje a Lisboa y pasé un día en Évora gracias a la informació de tu web. Desde luego es una ciudad increíble. Un saludo!
Pues Monsanto está cerca de Marvao y Castelo de Vide y es mucho más interesante que Portalegre, por ejemplo.
En setiembre pasado visité el Alentejo regiòn totalmente desconocida y me encantó, Desde )livenza donde nos hospedamos prenetrabamos los 3 9 4 dias en el Alentejo y era genia,Para mi el pueblo más bonito y auténtico Monsaraz.
Solo pondría una pequeña pega muchas cuestas y todo adoquines .Recomiendo calzado cómodo.
[…] segundo viaje al Alentejo, siete años después de mi primera vez en aquella zona , me llevó a degustar este maravilloso pueblo de frontera justo antes de retornar a casa, […]
[…] es el mejor ejemplo de los pueblos de frontera portugueses al otro lado del Guadiana. Si bien Marvão goza también de muy buena fama, el emplazamiento y las formas de la villa medieval de Monsaraz son […]
[…] haber conocido años antes gran parte del interior del Alentejo, esta vez el punto de partida era Lisboa con un vehículo de alquiler recogido en el mismo […]