El placer de navegar en un barco-casa por el Lago Alqueva
Hace algo más de una década el Guadiana a su paso por el Alentejo en Portugal se transformó en el lago artificial más grande de Europa occidental tras la construcción de una gran presa que inundó más de 25.000 hectáreas de dehesas con encinares, olivares, viñedos y aldeas centenarias. El Lago Alqueva o Grande Lago, como titulan los portugueses a un proceso que necesitó de varias décadas para materializarse, es una especie de mar de interior y agua dulce el cual ha logrado armonizarse a las mil maravillas con el entorno recreando un paraje natural de primer orden. Y un espacio acuático donde poder navegar a tus anchas en alguno de los barcos-casa que no necesitan permisos y que alquilan en el muelle de Amieira Marina, lugar al que nos dirigimos para ponernos al timón durante unas vacaciones entre amigos y así recorrer el Lago Alqueva y algunos de los rincones imprescindibles que ver en él.
Me gustaría hablaros del placer de navegar en un barco-casa sin permiso en el Grande Lago Alqueva, de una opción de turismo vacacional no demasiado conocida e ideal para descubrir una de las facetas más extraordinarias e interesantes de la región del Alentejo, esa Portugal que aún sigue siendo tan de verdad.
El Guadiana, el Alqueva y la transformación de toda una región
¿Os imagináis la extensión de 25.000 estadios de fútbol en un lago? Ni los más viejos del lugar hubieran creído jamás que en el curso bajo del Guadiana, la línea azul de los castillos de frontera entre Portugal y España, el río pasase a ser un embalse tan grande cuyas aguas podrían ser capaces de abastecer a toda la ciudad de Lisboa durante cuarenta años de forma ininterrumpida, incluso aunque no cayese del cielo una sola gota. La del almacenamiento de agua (4.150 hm³), así como la generación de energía hidráulica (más de 380 MW/h), fueron algunos de los objetivos que se plantearon ante un proyecto faraónico que transformaría para siempre la región del Alentejo. Durante 250 km², de los cuales 33 pasan por la provincia española de Badajoz, el río se retuerce como un dragón de los mares formando islas donde nunca las hubo y un paisaje que resopla belleza en toda su intensidad.
Si seguimos con los datos nos encontramos con más de 1000 kilómetros de costa en una zona de interior, casi igual a los que cuenta todo el litoral marítimo portugués entre Oporto y el Algarve. Desde la presa a la cola del pantano hay en torno a 83 km pero en todo momento surgen ramificaciones de algunos de los afluentes que depositan sus aguas en el Guadiana, ese río que los romanos llamaron Flumen Anas (río de los patos) y al que los musulmanes añadieron la palabra Wadi (valle) para inmortalizar uno de los cauces más carismáticos de la Península Ibérica.
El Grande Lago Alqueva en un barco-casa (y sin permisos)
Pocas veces se le ha dado un lifting semejante a una región del mundo. Porque además de la transformación agrícola, energética o económica ha llegado algo nuevo al Alentejo, una lista inagotable de posibilidades de turismo activo, rural y de relax con las aguas del Alqueva como protagonista. Desde hace algunos años se lleva a la práctica una posibilidad que muchos no sabíamos ni que existía, la de pilotar un barco-casa sin necesidad de tener permisos, licencias o carnets para navegar siendo tú mismo el capitán de la embarcación. Algo que era costumbre en países como Estados Unidos, Francia y Alemania, donde tienen gran afición a este tipo de turismo vacacional, se volvió realidad con el nacimiento de la empresa Amieira Marina, que se encargó de poner a disposición de la gente barcos de distintos tamaños que pudieran ser manejados por cualquiera tras unas explicaciones y ejemplos prácticos del personal encargado. Por el momento en la Península Ibérica sólo funciona en Portugal, ya que todavía no se han aprobado leyes en España que permitan este tipo de embarcaciones cuyo pilotaje es extremadamente sencillo y proporcionan una nueva forma de recorrer y disfrutar los atractivos de un recurso natural como es el Grande Lago Alqueva.
Amieira Marina, a poco más de 40 km (en coche) desde la hermosa localidad de Monsaraz (para mi gusto el pueblo más bonito del Alentejo), es el comienzo de un viaje de los días que se desee, desde dos hasta diez pasajeros durmiendo a bordo dependiendo del barco, amarrando en boyas o embarcaderos a lo largo del camino. Siendo dueños de su tiempo, su destino y cumpliendo el sueño de capitanear un barco que no es un bote precisamente, sino un pequeño yate con salón, cocina, habitaciones individuales, baños con ducha de agua caliente, mesas en cubierta y hasta una barbacoa donde hacer unas buenas carnes alentejanas. En función de los modelos a alquilar, todos ellos de la compañía francesa Nicols con más de 25 años de experiencia en lo que a turismo fluvial se refiere, el precio viene a costar desde 300€/día ó 600 euros en un fin de semana en un barco para parejas hacia los 3000 euros de una semana completa en un barco para diez pasajeros durante temporada alta. Existen promociones para diversos períodos que permiten ajustar precios según días y barcos, pero para hacernos a la idea el ejemplo de nuestro viaje es de 1800 euros durante cuatro noches de Semana Santa en un barco-casa (Modelo Nicols-1350 con capacidad de hasta diez personas) en el que nos hospedamos siete pasajeros. El coste por persona en nuestro caso fue de 257€, lo que viene siendo más o menos el precio de un hotel durante esos días en fechas de alta ocupación. Si lo hubiéramos llenado con tres personas más el coste hubiese descendido a los 180€ por pasajero.
Una experiencia de cinco jornadas en un barco-casa con amigos recorriendo el Grande Lago Alqueva
Hacía ya varios meses que supe de esta posibilidad de hacer una ruta por el Lago Alqueva en un barco-casa. Viajando al Alentejo en una ruta que me llevó de la costa hasta la misma frontera con Badajoz conocí de primera mano Amieira Marina y tuve incluso la posibilidad de probar (pilotando desde el minuto uno) toda una tarde uno de sus barcos. Desde entonces tuve entre ceja y ceja este viaje de manera más prolongada y le propuse a varios de mis mejores amigos que pasáramos juntos la Semana Santa, aunque con la condición de que se dejaran sorprender y no supieran nada sobre su destino hasta el final. Todos aceptaron y supieron contener su impaciencia sabiamente hasta que nos dirigimos una mañana hacia Portugal y comenzamos a bordear en coche el Grande Lago Alqueva hasta llegar a la marina. Cuando supieron que iban a pasar cinco días en un barco-casa super equipado como el que teníamos a nuestra disposición se pusieron muy contentos. Y no era para menos. Tengo que reconocer que ver sus caras de felicidad compensó todo el tiempo que llevaba guardando el secreto.
¡Todos a bordo!
En las instalaciones de Amieira Marina nos dieron un curso para aprender a manejar la nave, primero teórico y después práctico. No se nos ocurrió comenzar nuestro viaje sin preguntar todo lo que hiciese falta, desde cómo amarrar el barco a un muelle o una boya a cómo administrar la energía. Del combustible no nos teníamos que preocupar, ya que este tipo de embarcaciones consumen poquísimo y su depósito da para un viaje superior a una semana. Incluso nos proveyeron de un wifi móvil para poder conectarnos a internet (se alquila en las oficinas) y un móvil con línea directa a los teléfonos de los responsables de Amieira Marina por si sucediera algún contratiempo. También hubiéramos podido alquilar bicicletas pero eran demasiadas para guardarlas en el barco sin que nos restaran espacio.
Así es un barco-casa para diez
Cada ocupante escogió su habitación. Teníamos dos habitaciones con cama de matrimonio y dos cuartos con dos camas individuales cada una que formaban parte de la estructura de nuestro Nicols 1350 de nombre Estrela I. A esto se le podía añadir la mesa con bancos que se abría por arte de magia para convertirse en otra cama doble con objeto de proporcionar descanso en condiciones hasta diez personas, aunque no nos hizo falta utilizarla en ningún momento. A cada habitación le correspondía un cuarto de baño pequeño con váter y ducha con agua caliente/fría. En la proa también había ducha exterior de agua caliente/fría.
Teníamos una cocina de gas con cuatro fogones, un horno y todo el menaje (platos, vasos, cubiertos, fuentes, etc.), así como frigorífico y un amplio salón donde comer o cenar todos juntos. Dado que tuvimos la suerte de que nos hiciera un tiempo veraniego, las comidas las hacíamos fuera en popa y durante las cenas, cuando la noche refrescaba (baja mucho la temperatura y se siente la humedad y los mosquitos), preferíamos quedarnos dentro. Tras cada sobremesa jugábamos con los juegos de mesa que habíamos traído con nosotros. O tomábamos el sol en cubierta, nos bañábamos y, por supuesto, nos deteníamos a conocer pueblecitos como Estrela, Luz o las bellas Monsaraz y Mourão para disfrutar de sus emplazamientos medievales bien cargados de historia (ambas cuentan con dos de los castillos del Alentejo que no debíamos perdernos bajo ningún concepto).
Los barcos Nicols se pueden manejar desde dos lugares distintos. Uno en el interior y otro puesto de mando en el exterior, justo encima. La primera opción es ideal para los menos expertos, con un GPS que utilizar para seguir las rutas seguras y conocer las zonas por donde no se puede pasar y un sónar que nos advierte de la profundidad del lago para no encallar de ninguna de las maneras. Algo realmente difícil, ya que el barco es prácticamente plano y podría navegar por aguas con menos de un metro de profundidad, cosa que es inusual que suceda en el Alqueva salvo que vayamos a atracar directamente en una isla con playa, que se podría hacer si decidimos amarrar la nave a los árboles o utilizar dos estacas que clavar en la tierra (esta opción no nos atrevimos a probarla). La segunda opción es para los que conocen más la zona o se dejan asesorar por alguien que se quede abajo atento al GPS o sónar. O para trayectos cortos y muy sencillos.
¿Es fácil pilotar un barco-casa?
Es la pregunta que todo el que se interesa por una experiencia en barco-casa sin permisos quiere solucionar. Y la respuesta es clara. Por supuesto que es sencillo pilotar un barco de este tipo. En primer lugar porque nos lo explican in situ y hasta que no nos ven seguros no nos dejan ir. En segundo lugar porque el Lago Alqueva es tan quieto como una piscina y su oleaje es mínimo en condiciones climáticas extremas (algo muy inusual). Y en tercer lugar… porque de los siete tripulantes que formamos parte de esta aventura pudimos pilotar todos y cada uno de nosotros sin tener ninguna idea previa. Ninguna.
En el GPS que llevamos con nosotros nos proponen rutas de seguridad y nos informan de embarcaderos, zonas de baja profundidad y por dónde no debemos pasar bajo ningún concepto (como por ejemplo a aguas españolas). La velocidad máxima es de aproximadamente 11 kilómetros por hora, por lo que tampoco podemos ir muy rápido. Y en el panel de control sólo tenemos los botones de encendido/apagado, una palanca con las marchas y un volante con el que controlar la dirección. Que nadie dude que está hecho para que sea muy fácil.
¿Algún consejo para iniciar navegación por las aguas del Alqueva? Lo primero no escatimar cuando estemos en la marina y hacer caso a los consejos del personal. Tratar de seguir la ruta propuesta en el GPS y manejar el volante con mucha suavidad. Un barco no es un coche y los volantazos no sirven de nada. Conviene siempre enderezar la nave antes de cambiar de dirección y mover el volante sin ninguna vehemencia. Por supuesto debemos tener en cuenta la fuerza y la dirección del viento y no es necesario ir en la máxima velocidad de forma constante. Lo mejor es tomárselo con calma y no viajar con prisas. Un barco de este tipo es para disfrutarlo, pasear con él y aprovechar que tenemos la suerte de tener «un pequeño yate» sin necesidad de vender un riñón ni tener carnet de patrón de barco.
Nuestra ruta en el Grande Lago Alqueva
Hay algo más de 80 kilómetros, lo que vienen siendo 10 horas aproximadamente, entre el muelle de Amieira Marina y el embarcadero más septentrional en Juromenha. Pero los recovecos por los que podemos movernos son infinitos. En nuestro caso lo más alejado que llegamos fue Monsaraz (aprox a 5 horas desde Amieira Marina a una velocidad constante de 10 km/h) y nos planteamos una ruta que tuviera pueblos donde detenernos, embarcaderos solitarios en los que amarrarnos para bañarnos o pernoctar (tanto a muelle como a una boya o baliza) y en la que fuésemos sin prisas disfrutando del paisaje. A continuación podéis ver un mapa con el recorrido de ida por el Lago Alqueva. El regreso, obviamente fue, al punto de partida.
Puntos de la ruta: Amieira Marina – Presa de Alqueva (pernoctación en boya del embarcadero) – Estrela – Aldeia da Luz – Campinho (baño y pernoctación en el muelle) – Mourão – Monsaraz – Mourão (pernoctación en embarcadero) – Monsaraz – Luz (pernoctación en embarcadero) – Amieira Marina.
Antes de partir con el barco nos dieron un mapa desplegable enorme que recogía posibles paradas, anunciando localidades e incluso embarcaderos donde detenernos o pasar la noche. Muy útil a la hora de ir planificando la noche anterior lo que íbamos a hacer al día siguiente. Y para que no se nos escapen detalles que aparecen durante el camino como pueblos, molinos, ruinas o zonas naturales de interés turístico. Así como por dónde no podemos entrar con el barco (como, por ejemplo, en aguas españolas).
A continuación, como resumen, os contaré brevemente lo que dio de sí cada uno de los días que pasamos en el barco-casa en el Grande Lago Alqueva:
1º día de viaje – Grumetes de medio pelo
Salimos muy temprano desde Madrid. Sólo Rebeca y yo conocíamos el destino al que nos dirigíamos. Los demás no tenían ni la menor idea, aunque pensaban que la experiencia iba sobre una casa rural en mitad del campo. Cuando cruzamos a Portugal fue una alegría, aunque más aún cuando nos aproximamos al embarcadero de Amieira Marina y les contamos cuál era el plan. En ese lago tan bonito que llevábamos un rato viendo desde el coche íbamos a estar durante los próximos cinco días navegando con nuestro propio barco-casa de alquiler. Caras de incredulidad por parte del grupo. No veíamos el momento de comenzar la aventura y subir a bordo.
Tras un cursillo de preparación salimos dirección a ninguna parte. Teníamos varias horas antes de que se hiciera de noche (no está permitida la navegación salvo emergencia tras la puesta de sol) por lo que en vez de preocuparnos por el itinerario, iniciamos un avance tranquilo de aprendizaje en el que fuésemos cogiendo el truco al manejo de la nave. Las dudas del principio normales nos llevaban a no mover el timón «suavemente» como nos habían indicado, aunque nuestra mayor dificultad estuvo en los amarres a boyas. Aunque tras varios prueba-error, ya que todo es cuestión de intentarlo y ser pacientes, logramos por fin darnos cuenta de que el secreto consistía en ir muy despacio antes del amarre.
El barco quedó amarrado a una boya cerca de la presa de Alqueva, sin más compañía que la del silencio y los últimos pájaros escapando con el ocaso. Allí aprendimos que las noches iban a consistir en eso precisamente, en un contacto puro y auténtico con la naturaleza. El Lago Alqueva es una posibilidad de navegar en un entorno rural muy tranquilo donde nadie tiene por qué pelearse para amarrar su embarcación. Porque lo raro será que coincidan.
2º día de viaje – Los colores de la primavera
Es curioso lo temprano que nos despertábamos todos los días, sobre todo el primero. Era como si ninguno quisiéramos perdernos los tonos rosáceos de un amanecer pausado y salir a cubierta simplemente a disfrutar del vuelo rasante de una cigüeña, del canto rugoso de un ánade o la pose de una garza real cuando sale a pescar. No importaba la humedad de la mañana, ni tan siquiera los mosquitos petrificados con el rocío. Aquello nos parecía a todos un regalo que teníamos que abrir muy despacio para no perder una ilusión todavía intacta.
Partimos de la presa de Alqueva pilotando la nave todos y cada uno de nosotros para aprender a no ser bruscos con el timón, a disminuir la velocidad a tiempo o a sabernos ubicar en el GPS por el que también nos movíamos. Solos o, en compañía, el puesto de mando se convertía cada día en el metro de Tokyo en hora punta. Todos querían aportar su granito de arena. La novedad nos hacía tener ojos en el timón, en proa, en el sónar, el GPS o en el material cartográfico que llevábamos con nosotros como si fuese el mismísimo mapa del tesoro. Poco a poco la confianza nos haría ir despejando la zona para no estar tan pendiente de los mandos y sí de asomarnos a cubierta, hacer fotos, tomar el sol con el calor del mediodía o a ir preparando lo que íbamos a comer. En definitiva, de disfrutar del barco y darnos cuenta de que aquello era la realidad de unas vacaciones que no estaríamos dispuestos a olvidar jamás.
Pasamos de ser grumetes de medio pelo a empezar a atinar con los amarres a puerto. Aún sin la categoría honorífica de capitanes en la pechera nos fuimos ganando a pulso un aumento de calificación. Estrela se convirtió, además, en nuestro primer puerto de desembarco. Siendo apenas una aldea de 200 habitantes no vimos a demasiada gente en la calle. Además al ser festivo todo estaba cerrado, salvo un pequeño colmado donde pudimos hacer algunas compras (garrafas de agua potable, fruta, etc.) de productos que no habíamos traído con nosotros desde Madrid.
Estrela es el típico pueblo alentejano de paredes blancas y grandes chimeneas cilíndricas que destacaban por su tamaño. Un pueblo que de la noche a la mañana pasó a «tener un mar de agua dulce» donde venir a beber el ganado. Con sus habitantes saliendo de las casas a cuentagotas, el típico anciano tomando el fresco en un banco de la plaza y las cigüeñas fabricando su nido en la espadaña de la iglesia matriz.
Después de Estrela, y no a mucha distancia, nos detuvimos en Aldeia da Luz, que tiene el puesto honorífico de ser el pueblo más nuevo de Portugal y, probablemente, de Europa. Y es que fue una de las localidades más afectadas por la construcción del embalse, por lo que quedó completamente inundada bajo el agua para siempre. Los vecinos bajo referéndum decidieron se levantaría una nueva Luz a orillas del Lago Alqueva sin perder su carácter alentejano de pueblo blanco y arquitectura regional que siempre había tenido.
Personalmente lo mejor de llegar en barco a Luz no es el pueblo en sí mismo, que no tiene gran cosa, sino el recorrido de aproximadamente un kilómetro que hay desde el muelle hasta la iglesia. Puede que fuera así porque nos encontrábamos en el cenit de la primavera y todo el campo se hallaba cubierto de flores, pero la estampa rural de las vacas con sus terneros y el color de la primavera me pareció digno de enmarcar.
Para comer nos hicimos media tonelada de espaguetis (ya se sabe que para estas cosas la pasta es un filón) que disfrutamos en las mesas que colocamos en popa. El tema de las comidas y las cenas es una de las mejores partes del viaje. Teníamos a nuestra disposición todo un restaurante con vistas. ¿Acaso podíamos pedir más?
La tarde la pasamos en el embarcadero de Campinho, justo en la orilla opuesta a una media hora de viaje. Nos gustó tanto esa zona que decidimos apagar los motores y quedarnos ya incluso a dormir. Algunos también aprovechamos a probar el agua gélida fría de abril en el lago dándonos un buen baño que nos sentó fenomenal. Y ya cuando estaba a punto de caer la noche no pudimos evitar darnos un paseo por los alrededores y apreciar tanto el lugar como el silencio que nos iba a acompañar durante la noche.
3º día de viaje – Contratiempo con final feliz y escala en Mourão
El tercer día comenzó con dificultades. Una de nuestras amigas se encontró mal de repente y tuvo que tomar un taxi en el embarcadero de Campinho (al que llamaron desde la propia oficina de Amieira Marina) para visitar el centro médico de Reguengos de Monsaraz. Y como allí los medios no eran suficientes hubo que recurrir el hospital de Évora, a una media hora de distancia. Por fortuna los dolores remitieron y por la tarde tanto ella como su pareja pudieron incorporarse de nuevo al Estrela I. Bien que nos alegramos todos además. Su aportación al grupo era fundamental.
Con el equipo en cuadro, sólo cinco, pospusimos la visita a Monsaraz una jornada más y nos marchamos directamente a Mourão, una villa con castillo en lo más alto y que se encontraba a tan sólo 8 kilómetros de la frontera española (cogíamos cobertura móvil y 3G en muchos momentos). El camino del embarcadero al pueblo es de algo menos de media hora a paso lento. Suficiente para percibir la atmósfera de autenticidad y sencillez en esta zona del Alentejo. Como si fuera incapaz de seguir los tiempos del calendario y avanzara mucho más despacio para fortuna de quienes amamos lugares así.
Hacía varios meses que había visitado Mourão en una ruta por algunos de los castillos más bellos del Alentejo, pero tengo que reconocer que en esta ocasión me supo mejor. Quizás porque disfrutamos de un clima más agradable, de mucho más tiempo y también porque en Lago me inyectaba energía por los cuatro costados. Y además, por qué no reconocerlo, debido a que iba en muy buena compañía. Ingredientes más que válidos para condimentar nuestro paso por un pueblo de corte medieval que merece la pena y cuyo paseo de ronda por las murallas del castillo resulta fantástico (y gratis).
En Mourão precisamente nos dimos un homenaje gastronómico «carnívoro» en el restaurante O Beiral (Rua Machado dos Santos 2, a una manzana de la Plaza de la República), donde preparan unas carnes a la brasa deliciosas. Un consejo para navegantes: El secreto ibérico (secreto de porco preto) y el pollo a la brasa (frango) son para chuparse los dedos. Y pedir el postre de la casa, una copa color blanco que exponen en una vitrina que honra el mundo del dulce y la repostería. Es un lugar en el que se puede comer muy bien por apenas 15€ por persona.
Recogimos a nuestros amigos en la marina de Monsaraz tras venir del hospital con buenas noticias. Durante aquel día todos los amarres a puerto fueron a la primera. Y más con el equipo ya completo. Juntos abandonaríamos Monsaraz para buscar una zona más tranquila donde pasar la noche. Y para ello decidimos retornar al embarcadero de Mourão donde no había nadie más. El camino durante las últimas horas de la tarde fue magnífico, con el agua paralizada por completo y una luz perfecta para tomar fotografías.
La guinda del pastel la puso un atardecer grandioso que no había tenido ocasión de vivir en muchos años. Aquello fue todo un espectáculo de luces y colores donde el escenario fue cambiando a cada segundo. Una sucesión de tonalidades que iban del naranja al rosado, pasando por el azul del cielo y los reflejos del agua del lago, nos llevó a creer que nos encontrábamos ante una de las puestas de sol de nuestras vidas. No quitamos el ojo al horizonte hasta que se hizo completamente de noche. Y aún nos preguntamos si se podría repetir algo semejante…
4º día de viaje – Monsaraz y la buena vida del Alqueva
El cuarto día fue, quizás, el mejor de todo el viaje en barco-casa por el Grande Lago Alqueva. Puede que fuera porque el clima nos acompañó rozando la perfección, porque el susto de nuestros amigos el día anterior se convirtió en agua pasada y, sobre todo, porque el bello pueblo de Monsaraz se ocupó de escribir con letras de oro el título de nuestro cuaderno de bitácora. No todos los días se tiene la suerte de visitar el que para muchos no sólo es el pueblo más bonito del Alentejo sino también de Portugal y eso había que aprovecharlo. Así que en el embarcadero de Monsaraz, a 4 kilómetros de la zona vieja del castelo y las murallas, tomamos uno de los taxis de los que nos informaron en Amieira Marina antes de partir. Aproximadamente el coste fue de 4€/persona, ya que se necesitaron dos viajes para llevarnos a todos.
Monsaraz es el mejor ejemplo de los pueblos de frontera portugueses al otro lado del Guadiana. Si bien Marvão goza también de muy buena fama, el emplazamiento y las formas de la villa medieval de Monsaraz son del todo incomparables. Una almendra amurallada en la cúspide de una colina deja tres calles paralelas que nacen en un castillo cuyo patio se asemeja a un coso taurino. A partir de ahí todo se resume en caminar por el empedrado hasta Porta da Vila, disfrutar de las fachadas blancas que se vencen hacia la calle y asomarse de vez en cuando para darnos cuenta de las vistas de la campiña alentejana que tenemos a derecha e izquierda.
Degustamos cada segundo en Monsaraz como si fuese el último del viaje. E incluso aprovechamos a seguir probando delicias gastronómicas alentejanas (abanico de cerdo, chuletas, migas a la alentejana, etc.) en la terraza del restaurante Casa do Forno (Travessa Sonabre, precio aprox por persona 15€) antes de reanudar la marcha.
Durante la tarde, ya en el barco, aprovechamos a emprender un regreso lento a nuestro destino de partida donde debíamos dejar el barco en apenas 24 horas. Íbamos con tiempo suficiente y, dado que nuestra intención pasaba por dormir en el embarcadero de Aldeia da Luz, nos detuvimos en mitad del lago antes de llegar para brindar con los buenos vinos que habíamos llevado con nosotros. Rozar los cristales de cada una de nuestras copas nos mostró el camino de la buena vida del Alqueva. El viaje estaba saliendo a pedir de boca y qué menos que expresarnos con el sabor de una botella de vino reservada para la ocasión.
Nos bañamos todos, no como el primer día en que tan sólo nos atrevimos dos de nosotros, sin importarnos que la temperatura del agua nos hiciese sentir sus grados de menos. No todos los días se tiene la suerte de darse un baño en un emplazamiento semejante, por lo que fue otra situación de celebrar el comienzo del verano dos meses antes de que llegara realmente. El barco-casa es algo que gusta para todo el año pero cuando el clima acompaña y uno se puede bañar en el lago, mucho mejor.
Todos éramos conscientes de que nuestro último atardecer en el Lago Alqueva tenía sabor a despedida. Y por eso todos nos reunimos a verlo una vez una vez amarramos el barco-casa en el muelle de Aldeia da Luz, el mismo que las flores habían pintado de amarillo y donde las vacas pastaban plácidamente con sus terneritos blancos. Sin ser tan glorioso como el de la tarde anterior, volvió a regalarnos un momento fantástico a un equipo de grumetes de medio pelo que habíamos pasado a ser capitanes de forma merecida.
La noche duró más de lo normal. Ninguno se quería ir a dormir. Estuvimos jugando al Party en una batalla chicos contra chicas que terminaron ganando ellas en el último segundo del encuentro con «un penalty con barrera» que les aupó al triunfo final. Sin duda el de llevar juegos de mesa al barco había sido una muy buena idea.
Nuestra última noche en el barco fue de luna llena. Y también de nostalgia. Estaba a punto de acabarse una de las mejores vacaciones de Semana Santa que habíamos pasado nunca.
5º día de viaje – El regreso
Nos despertamos con la embarcación siendo levemente azotado por el agua. Aquella mañana hacía viento y el cielo se presentaba nublado, como si fuese el presagio de la despedida. El clima nos había dado tregua desde el primer día pero para el final nos iba a enseñar cómo pilotar teniendo en cuenta las ráfagas de viento. Algo esencial para el correcto manejo manejo del barco, por otra parte.
Dado que habíamos quedado en devolver el barco-casa a Amieira Marina con las 17:00 como límite, nos lo tomamos con mucha calma a la hora de volver. No teníamos ninguna prisa. De modo que le imprimimos a la nave una velocidad muy baja y todos y cada uno de nosotros aprovechamos para saborear las que sabíamos eran nuestras últimas horas a bordo. Pusimos música, charlamos, hicimos las fotos que pudimos y en marcha iniciamos algo que suele ser muy típico en este tipo de despedidas como es balance y recordar los buenos y malos momentos (sobre todo los buenos, que eran más).
El tiempo nos impidió bañarnos, ya que la temperatura había bajado bastante, pero no así darnos una última comilona a base de las sobras (media tonelada de espaguetis, chopped, salchichas, queso, chorizo…) que no dudamos en mezclar en una bandeja que pusimos al horno. La falta de apetito no fue nunca un problema para nosotros y no dejamos la fuente de cristal abrillantada. Ahí no quedó nada, como debía ser.
Y el viaje llegó a su fin una hora antes de lo previsto. A las 16:00 hora devolvimos el barco en Amieira Marina. Con las maletas de vuelta al coche volvimos a tocar tierra. Pero no dejamos de sentir el bamboleo que se tiene durante las horas posteriores a bajarse de un barco en el que has estado mucho tiempo. En total cinco días en la que ya considerábamos nuestra casa.
Siempre echaré de menos la compañía del lago, el buen equipo que hicimos y aquellas mágicas puestas de Sol que vislumbrábamos desde cubierta Pero tengo claro que quiero repetir la experiencia de viajar en un barco-casa sin permisos donde el patrón no nace sino que se hace a base a aprender e ir tomando confianza. Siempre pensé que había nacido con los pies en el suelo pero desde hace algunos días sólo pienso en regresar… y seguir navegando.
No puedo despedir este artículo sin dar las gracias a mi equipo de grumetes capitanes sin los cuales esto no hubiera sido igual. Rebeca, Pablo, Araceli, Juan Pedro, María y Manu, siempre estaremos prestos para seguir abordando juntos los buenos momentos que nos regala la vida. ¡Soltad amarras!
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
11 Respuestas a “El placer de navegar en un barco-casa por el Lago Alqueva”
Me ha encantado…
Conozco Alqueva..desde Cheles a Moura.
Hola sele!!!este viaje lo hice por Holanda,Francia y Alemania!!!espectacular!!!sobre todo Holanda!!!
Peazo de artículo!! Qué bien lo pasamos y qué ganas de repetir la experiencia. Una Semana Santa inolvidable!!!
Como siempre leer tus artículos me hace revivir el viaje de principio a fin. Ha sido una Semana Santa para recordar. Un auténtico lujo. Gracias amigo.
Hola chicos: Desde luego viendo vuestro reportaje se le ponen los dientes largos a cualquiera. A nosotros nos gusta viajar mucho y la verdad es lo que se lleva de esta vida, seguir disfrutando con la familia y los amigos. UN SALUDOS.
Gracias Loli. Fue una experiencia con amigos que recordamos con mucho cariño.
Estoy de acuerdo, viajar es lo que uno se lleva de esta vida 😉
Saludos!
Sele
Hola Sele,
EStoy tratando de contactar con la gente de Amiera Marina y no hay forma….creo que la web que has enlazado ya no esxiste… 🙁
Tienes algún otro contacto con ellos?
Gracias de antemano
Hola Isabel,
Debieron cambiar la web. Esta es la que está funcionando (te la pongo en su versión en castellano): http://www.amieiramarina.com/index.php/es/welcome
Si sigues sin tener suerte dímelo y te pongo en contacto con ellos directamente.
Saludos!!!
Sele
Gracias! Voy a probar
Hola,
Me ha gustado mucho tu relato y me encanta la idea para nuestro proximo viaje a Portugal.
La idea nuestra sería pasar solo una noche en el barco. Y la pregunta es, ¿vale la pena?. Es que a lo mejor entre que te explican todo, se te va medio día. Y si valiera la pena,¿ podriamos llegar en un solo día a Mourao, visitarlo y volver?
Gracias por tu información.
Loli