Ruta con lo mejor que ver en Islas Feroe (Guía práctica)
En mitad del Atlántico Norte más virulento, equidistante en cuanto a distancia entre Escandinavia e Islandia, dieciocho islas emergen entre la niebla. Las Islas Feroe son de un verde cegador, consecuencia directa de un clima impredecible donde el viento pone el nombre y la lluvia su apellido. Este archipiélago ligado desde hace siglos al Reino de Dinamarca, aunque de tremendas particularidades y una autonomía casi plena, desliza su alma nórdica a través de sus antiguos valles glaciales, estrechos fiordos, estruendosas cascadas, pueblos encantadores con hierba en los tejados de robustas casas de madera así como afilados acantilados ideales para las aves marinas y adeptos al vértigo. Pobladas por más ovejas que personas, visitadas cada verano por cientos de miles de frailecillos que anidan en la cima de los precipicios marítimos, y con una red de túneles submarinos que comunican buena parte del archipiélago, las Feroe se definen como una rareza europea basada en un prolongado aislacionismo donde los visitantes todavía escasean, escapando por el momento de conceptos ligados al turismo masivo. Algo que no suena mal en los tiempos que corren, ¿verdad?
De espíritu vikingo y guerrero, estas islas dibujan numerosas rutas diversas donde la naturaleza se desparrama en paisajes sublimes e inexplicables, por un lado salvajes y por el otro bucólicos y humanizados. Tras recorrer el archipiélago en un viaje en coche y quedar gratamente sorprendido de lo que aguarda este destino, he tomado buena nota para compartir y describir esos lugares imprescindibles que ver en Islas Feroe y, de ese modo, poder compartir algunos de los escenarios más hilarantes dentro de este territorio que sólo han sabido domesticar los temporales atlánticos.
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ISLAS FEROE, UN ARCHIPIÉLAGO VERDE EN MITAD DEL ATLÁNTICO NORTE
Las razones por las que plantearse un viaje a las Islas Feroe se explican con la fuerza de la naturaleza con las que fueron esculpidas. Primero, a fuerza de explosiones volcánicas hace decenas de millones de años en una gran meseta que se fue resquebrajando con el golpe de cada erupción. Más adelante, bajo las condiciones de una poderosa y prolongada glaciación, estuvo cubierta de una gran capa de hielo cuyos glaciares, muy poco a poco, fueron retrocediendo y derritiéndose para dejar al descubierto grandes valles y fiordos, desgajando a su vez y dejando varadas en mitad del Atlántico Norte nada menos que dieciocho islas. Las verdes praderas y los páramos sin un sólo árbol se suceden a lo largo de una red de valles glaciales dejando sus lindes en fieros acantilados golpeados día a día y segundo a segundo por la cruda intemperie. Bajo la corriente del Golfo, ve moderar sus temperaturas para no ser tan frías como Groenlandia, pero resulta inevitable dejar pasar viento, la lluvia, las nieblas matutinas y el oleaje, sin los cuales jamás se hubiese terminado de esculpir uno de los panoramas más brutales que podemos encontrar hoy día en Europa.
Dicen que allá por el siglo VII llegaron unos monjes irlandeses a las islas más meridionales pero serían los vikingos tiempos después quienes terminaran de poblar y dotar de personalidad un archipiélago conocido como Føroyar, término que en lengua feroesa significa «islas de corderos», haciendo clara referencia a las miles de ovejas que pastan libremente por los verdes campos de la región. Son ellas, así como la pesca, parte fundamental de la actividad económica de este territorio que todavía sigue perteneciendo al Reino de Dinamarca, aunque en un régimen tan autónomo y alejado de Copenhague (1300 kilómetros por mar en línea recta) que resulta bastante complicado no entender a las Feroe como un país más. Cuentan con parlamento y leyes propias, lengua diferente, su moneda es otra (aunque el valor de las coronas feroesas sea igual al de las danesas) e incluso decidieron quedarse fuera, al igual que los groenlandeses, del Espacio Económico Europeo.
Viajar a las Islas Feroe es soñar en voz alta con paisajes en bruto. Este archipiélago, perdido entre el cielo y el mar del Atlántico Norte, y fuera de las principales rutas turísticas europeas, despliega ante los ojos de quienes llegan hasta él, una sinfonía de naturaleza majestuosa. Montañas emergiendo como gigantes, acantilados amurallando el océano con puntiagudos farallones rocosos ejerciendo su labor de centinelas de las mareas, así como delicados valles salpicados por cascadas donde las aldeas coloridas y asomadas siempre al mar se arremolinan con sus tejados de turba entre silencio y las tradiciones ancestrales de tiempos de los vikingos y los rudos balleneros.
Un día, todas las estaciones del año
¿Cómo definir un día en las Feroe? Una jornada puramente feroesa transcurre bajo un cielo cambiante donde el sol juega al escondite mientras es perseguido por las inagotables ventoleras y esa lluvia fina que colorea praderas y valles. Siempre se dice que si no te gusta el tiempo, debes esperar otros cinco minutos. Y ahí radica este juego, en buscar las mejores condiciones en las islas sabiendo que hay auténticos microclimas entre ellas y que las distancias suelen ser cortas. Se puede pasar de Mordor a un arcoíris infinito en apenas un par de kilómetros (o un túnel de por medio). En ese intervalo el paisaje se transforma a cada instante. Las aves marinas, fieles compañeras del viento, no cesarán de trazar senderos en el aire, mientras las ovejas, plácidas y tranquilas, pastan en las colinas, recordándonos la simplicidad y la belleza de lo cotidiano. Cuando lo aprecies, aprenderás a enamorarte de las islas Feroe olvidándote de que el clima es así. Y, si no lo fuera, las islas no serían ni la mitad de espectaculares. Es la lluvia precisamente la causante de que los valles reverdezcan hasta niveles insospechados. O que te vayas cruzando con cascadas y saltos de agua cada pocos metros.
Explorar este rincón del mundo proporciona una experiencia que a día de hoy sigue esquivando el turismo de masas, autobús y megáfono. Al contrario, es una invitación a redefinir el sector turístico, a redescubrir esa conexión íntima entre las personas y la naturaleza que nos rodea, a dejarse envolver por el encanto rústico y la belleza salvaje de este diamante en bruto recuperando sensaciones que parecían olvidadas en Europa.
¿QUÉ VER EN ISLAS FEROE? Destinos esenciales en el archipiélago
Cada una de las dieciocho islas (sólo una deshabitada) atesora la magia de sus propias peculiaridades, si bien el común de todas ellas ha preservado su esencia. De ahí que durante el viaje de autor que planteamos al archipiélago, decidiésemos involucrar en la ruta a buena parte de las islas. Nuestro viaje contó con una duración de una semana en destino, el cual aprovechamos al máximo ateniéndonos no a la ruta prevista de antemano, sino a la climatología que nos íbamos encontrando para poder así optimizar por completo el itinerario contando con las mejores condiciones posibles. Por tanto, aconsejo no planificar en detalle el día a día sino tener muy claros los lugares y experiencias que no nos podemos perder bajo ningún concepto e ir colocándolas cuando el tiempo nos sea más favorable.
He seleccionado una serie de escenarios que formaron parte de nuestro viaje a Islas Feroe. Aparecen los sitios para mí más fundamentales acompañados de una breve descripción de los mismos y, por esta vez, a diferencia de otras hojas de ruta, no vienen sujetos bajo el orden estricto en que nosotros los pudimos visitar. En el mapa vienen señalados todos ellos.
Por supuesto en un viaje de una semana no se puede pretender hacer todos y cada uno de los lugares que ver en Islas Feroe, puesto que hay islas a las que sólo se llega en ferry, porque no da nunca tiempo a todo y además siempre hay que dejarse algo para tener excusa de cara a regresar. Pero os aseguro que en esta relación de rincones SON todos los que ESTÁN y que, sin duda alguna, merece la pena ser incluidos en ruta.
A continuación os hablaré de todos y cada uno de esos sitios, añadiendo detrás del nombre la isla donde se encuentra y un comentario sobre los mismos. La idea no es que quienes lo leáis repitáis la ruta al dedillo pero sí que contéis con información suficiente (tanto práctica como subjetiva) que pueda seros de utilidad para plantear vuestra propia aventura en las Islas Feroe. Al final del artículo, además, añadiré una serie de consejos prácticos con los que facilitar todo lo posible la preparación de un viaje a este increíble destino. ¡Allá vamos!
MYKINES, LA ISLA DE LOS FRAILECILLOS
De las dieciocho islas de Feroe, la de Mykines es la más occidental. Y entre las más deshabitadas, pues sólo en su aldea apenas vive una veintena de personas. Pero, en cuanto a frailecillos y otras aves marinas, probablemente no haya nada similar en todo el archipiélago. Entre los meses de mayo y agosto (finales) centenares de miles de frailecillos acuden de una larga y dura invernada en las frías aguas atlánticas y árticas para poner sus nidos en la cima mullida de los acantilados que jalonan esta hermosa y salvaje isla. Razón por la cual, aunque no la única, por la que la excursión a Mykines (sólo válidos trayectos de ida y vuelta en ferry o en lancha en el mismo día, también hay helicóptero) sea para mí y para muchos el DESTINO NÚMERO UNO de los muchos que ofrecen las Feroe.
Se parte del puerto de Sørvágur (isla de Vágar) en un ferry regular de algo más de sesenta plazas (con tres frecuencias diarias en verano) que, en apenas treinta minutos te deja en el puerto de Mykines. También resulta posible llevar a cabo este traslado (con guía local) en una excusión en lancha (algo más cara) con pocos pasajeros que, además, se permite el lujo no sólo a aproximarse sino a atravesar Dranganir (dos peñones rocosos situados entre el islote de Tindhólmur y la isla de Vágar), icono muy a lo Juego de Tronos entre los fastuosos paisajes feroenses, y disfrutar de una manera más íntima de «la experiencia Mykines» (sólo lo ofrecen las empresas Blue Gate y Sea Travel). Ambas posibilidades se llevan a cabo si las condiciones del mar lo permiten, por lo que, siempre aconsejo efectuar la reserva para los primeros días del viaje y, de ese modo, contar con tiempo para recolocar dicha excursión a un día más conveniente (mismo consejo aplica para la excursión en barco a los acantilados de Vestmanna).
Desembarcar en Mykines sobrecoge y justifica absolutamente todo. Uno allí es recibido por acantilados vertiginosos modelados durante milenios por los embates de la geología y la furia del océano. Estos muros de roca, tapizados por el verde vibrante de la hierba, más bien parecen eternos. Bajo el omnipresente sonido del mar, dulce y pegadiza melodía que envuelve toda la isla, se camina dejando de un lado la pequeña aldea pesquera con casas de madera y tejados de hierba, para acometer un empinado pero corto ascenso que lleva al filo de los acantilados donde, más pronto que tarde, se dejan ver los frailecillos. Y aquí es donde el tiempo se detiene para los viajeros y entusiastas de estas adorables aves marinas de pico colorido, pues pocos lugares en el mundo (sólo colocaría aquí a Islandia) permiten contemplar y fotografiar esta especie en un entorno semejante.
Pero reducir Mykines a los frailecillos resulta simplista. Porque la isla atesora todo lo mejor de Feroe en un solo lugar. Y eso es algo que no se puede desaprovechar. Por lo que, en el tiempo que se dispone en este lugar, hay que saborear los paisajes circundantes y dejar también un tiempo para pasear por las calles sin pavimentar de la bucólica y singular aldea (pues sólo hay una). Con esto, destacar una vez más que el trayecto, tanto de ida como de vuelta, es parte inexcusable de esta experiencia total.
*NOTA: En los dos casos, se llegue a Mykines en ferry o en lancha, se debe pagar una tasa llamada hiking fee de 500 coronas (400 si se hace a través de la web oficial hiking.fo al menos 24 horas antes). Un modelo muy usual en los trekkings más famosos de las islas donde se accede por terrenos privados y que a muchos ganaderos les deja más dinero que tener cientos de ovejas.
CASCADA DE MÚLAFOSSUR EN GASÁDALUR (ISLA DE VÁGAR)
Prácticamente en el extremo suroccidental de la isla de Vágar (con Mykines a la vista), a escasos diez minutos por carretera del puerto de Sørvágur, y a cinco de otro pueblo fundamental como es Bøur, se llega a LA POSTAL DE LAS FEROE. ¿Cómo explicar Gasádalur y su cascada? Imaginad un valle de origen glacial donde las nubles y neblinas se cotonean sobre la cima de las montañas. Antes de adivinar la silueta de pequeño y solitario pueblo de arquitectura típica feroesa observamos en pleno litoral un salto de agua de unos treinta metros que se arroja literalmente desde un cortado vertical directamente al océano. Se trata de Múlafossur, la cascada probablemente más fotografiada y bucólica de todas cuantas poseen las Islas Feroe. ¡Y son muchas!
Se deja el vehículo en pequeño apartadero o en un parking junto al pueblo y se camina hasta un mirador desde el cual disfrutar de un paisaje digno de los mejores fondos de pantalla del ordenador. Es para quedarse allí pasmado contemplando este fascinante poema visual. Además es muy posible, como fue nuestro caso, toparse con los graciosos frailecillos. La suma de imágenes evocadoras, en tal caso, te sumerge en un estado de asombro de los que no se te quita la sonrisa en mucho tiempo.
Un lugar al que, si se puede, no está de más volver en el mismo viaje para encontrar distintas condiciones de luz aunque, reconozco, que la de las últimas horas del día resultan ser las más favorecedoras.
BØUR, LA BELLEZA DE UN PUEBLO FRENTE A TINDHÓLMUR Y DRANGANIR (ISLA DE VÁGAR)
A medio camino entre Sørvágur y Gasádalur encontramos otro pueblo de encanto arrebatador y cascada atravesando su casco urbano dentro de la prolífica isla de Vágar. Un remanso de tranquilidad y belleza pintoresca con casas tradicionales que presumen mayoritariamente de techos de césped y que se suceden alineadas a lo largo de la estrecha carretera que serpentea junto al mar. Desde aquí, las vistas son simplemente espectaculares, colocando en escena el imponente islote de Tindhólmur con sus característicos picos dentados, así como las formaciones rocosas de Dranganir alzándose en un dramático horizonte.
Paseando por sus calles serenas, e incluso bajando a una pequeña playa donde se guardan los botes de madera de los pescadores, resulta fácil sentir nuevamente la esencia de las islas Feroe en todo su esplendor.
TINDHÓLMUR Y DRANGANIR
Frente al litoral de Bøur, impresionantes y fotogénicas formaciones geológicas capturan la atención de aquellos visitantes que miran hacia el océano. En primer lugar cabe destacar Tindhólmur, un islote caracterizado por los cinco picos distintivos que le aportan su nombre. Este islote narra piedra a piedra la actividad volcánica que caracterizó la creación del archipiélago feroés hace más de cincuenta millones de años. Las rocas basálticas, resistentes a la erosión marina, han moldeado su estructura actual, con estratos visibles que narran la historia de erupciones y enfriamientos sucesivos. Da la sensación de que fueran los únicos restos que quedan de un volcán que ya no existe. Y, en el cual, según una historia que pulula en tierras feroesas, vivió una familia hasta que su bebé fue capturado por un enorme águila marina que lo llevó hasta su nido y le arrancó los ojos, dejándole tan malherida a la criatura que murió prácticamente al instante.
Dranganir, por su parte, los constituyen dos formaciones rocosas más pequeñas situadas entre Tindhólmur y la isla de Vágar, casi en la boca del fiordo de Sørvágur. Estas torres de roca, también de claro origen volcánico, fueron terminadas de esculpir por la irrefutable erosión marina, creando un gran arco y una imponente columna de roca las cuales parecen desafiar la gravedad y el tiempo. Algo que, tal comenté antes, se puede hacer de distintas maneras. Bien desde la propia Bøur, pasando por debajo del arco en la lancha (no el ferry, por supuesto) que te hace la excursión a Mykines o, para observarlos desde la otra orilla del fiordo, a través de una ruta de senderismo de dificultad media (aprox 6 horas ida y vuelta) que te coloca justo encima para tener una visión privilegiada (trekking Teigarnir-Drangarnir). Sin embargo, hay que tener en cuenta que el sendero, atraviesa fincas privadas, por lo que existe la obligatoriedad de contratar los servicios de una agencia/guía local para poder llevar a cabo este trekking (link de reserva oficial aquí: https://hiking.fo/products/254/teigarnir-drangarnir).
EL SENDERO DE TRÆLANÍPAN: EL LAGO SOBRE EL OCÉANO (ISLA DE VÁGAR)
El sendero de Trælanípan, considerado por muchos, entre los que me incluyo, como la ruta de senderismo más hermosa y agradecida (así como fácil) de cuantas se pueden realizar Islas Feroe, ofrece una excitante experiencia con recompensa continuada. ¿Y en qué consiste? En la propia isla de Vágar, la misma en la que se halla el aeropuerto, el lago Sørvágsvatn (también llamado Leitisvatn), se suspende entre acantilados para finalizar a través de una cascada que disemina sus aguas en el océano. La imagen visual (sobre todo aérea) resulta sobrecogedora y muy difícil de igualar, pero asequible a través de una ruta terrestre sin apenas pendiente hasta llegar a un acantilado (el propio Trælanípa,) visualmente portentoso, donde lo mejor además de admirarlo es subir por él. Su nombre significa «montaña de esclavos» haciendo referencia a la supuesta práctica ejercida allí por parte de los vikingos con sus prisioneros, a los cuales arrojarían despiadadamente desde la cima.
Son apenas unos pocos minutos de esfuerzo para superar un desnivel de algo más de 140 metros de altura y, de ese modo, quedarnos boquiabiertos ante unas vistas panorámicas del todo sublimes. Es entonces cuando nos damos cuenta dónde nos encontramos. El lago, cuya orilla sur hemos ido siguiendo, parece desafiar a la gravedad al encontrarse suspendido sobre el océano infinito en una ilusión óptica fascinante. Y donde ninguna cámara fotográfica ejercerá el mérito suficiente para retratar una realidad que se adelanta a la ensoñación más optimista.
No hay que darse la vuelta enseguida sino continuar hasta el final del promontorio que estamos pisando para tener a la vista Bøsdalafossur, la cascada por la cual se desparraman las aguas del lago hacia un océano Atlántico que aguarda con la rudeza de las olas batiéndose contra las rocas. Un manjar de espuma y furia donde la tempestad se encarga de golpear el accidentado litoral de la isla de Vágar, protegida por un muro de naturaleza férrea. Un final desgarradoramente hermoso que justifica por sí sola, sobre todo cuando las condiciones climáticas son propicias como en nuestro caso, permitiendo vivir una mañana extraordinaria.
NOTA PRÁCTICA: Se parte desde un aparcamiento en Miðvágur convenientemente señalizado. Una vez allí se paga un hiking fee de 200 coronas en una pequeña tienda de madera. Entre ida y vuelta se hacen aproximadamente ocho kilómetros caminando aunque sin apenas desnivel. Conviene guardarse esta excursión a un día que asegure cierta visibilidad.
NAVEGACIÓN EN LOS ACANTILADOS DE VESTMANNA (ISLA DE STREYMOY)
Nos dirigimos a la isla grande de las Feroe, Streymoy (cuyo significado es «isla de las corrientes»), en la cual se ubica la capital y algunas de las principales poblaciones del archipiélago, para salir a navegar hacia los célebres acantilados de Vestmanna. Razón primera por la que siempre deseé viajar a Islas Feroe. ¡Y no es para menos!. Constituyen una asombrosa maravilla natural cuya huella para quien les observa no se borra jamás. Estas paredes de roca, las cuales se elevan vertiginosamente en el litoral oeste de la gran isla, superando notablemente los 700 metros sobre el nivel del mar a lo largo de no pocos kilómetros, forman una barrera natural inexpugnable tallada con insistencia por un inclemente Atlántico Norte. La escala de estos acantilados no resulta tremenda únicamente en el contexto feroés, sino que se posicionan entre los acantilados marinos de mayor inmensidad tanto en Europa como en todo el planeta.
Para observarlos bien nada mejor que subirnos a una embarcación en el puerto de la localidad de Vestmanna (salen los barcos justo al lado del Vestmanna Tourist Centre, un edificio con tienda, restaurante y un pequeño museo sobre las sagas vikingas) en una excursión organizada cuya duración ronda los noventa minutos y que debe reservarse con antelación suficiente (http://www.puffin.fo/en). El precio ronda las 400 coronas, lo que vienen a ser aproximadamente 50€ por persona. Estos barcos tienen una zona interior, pero se recomienda salir a descubierto y subir a la parte más alta, colocándose delante a la ida y detrás en popa a la vuelta (si no hubiese sitio delante y quedasen libres los laterales, mejor el derecho para tener mayor visibilidad y oportunidad de tomar fotografías, puesto que a la ida va más despacio que a la vuelta).
Desde el agua, el espectáculo de los acantilados de Vestmanna te deja en una posición donde te das cuenta de tu propia insignificancia. Se yerguen sin solución de continuidad tremendas paredes verticales, algunas con cuevas marinas y estrechas hendiduras donde se multiplican las formas caprichosas esculpidas por la erosión. Sólo así, a bordo de una embarcación, resulta posible apreciar en la cercanía la grandiosidad de este monumento natural y acariciar con la mirada la textura rugosa, fría y húmeda de las rocas. Entre el poderoso rugido del océano la vida se abre paso en el revoloteo de miles de aves marinas, entre las que se incluyen frailecillos, araos, alcatraces y gaviotas tridáctilas, las cuales se alojan en grietas y repisas a gran altura para postular la supervivencia de su especie colocando sus nidos ajenos a toda presencia humana.
Este devenir de la vida silvestre custodiando la fortaleza natural de Vestmanna añade aún más si cabe una capa de dinamismo y vitalidad al indomable paisaje rocoso, estandarte pétreo de la riqueza paisajística de las Islas Feroe.
CONSEJO: Al igual que con la isla de Mykines, aconsejo colocar esta excursión en los primeros días de viaje para poder reaccionar en caso de cancelación por malas condiciones climatológicas y del mar, algo que sucede más de lo que imaginamos.
TÓRSHAVN Y EL ENCANTADOR BARRIO DE TINGANES (ISLA DE STREYMOY)
Tórshavn, entre las capitales más pequeñas y menos pobladas del mundo, significa literalmente «El puerto del dios Thor», lo que nos advierte de un fascinante origen vikingo. Pero que su diminuto tamaño no permita escapar una riqueza calificada con calles empedradas, casas de madera de colores vibrantes, los característicos techos de césped feroeses y algunas opciones clásicas donde probar la deliciosa gastronomía local donde el cordero es el sancta sanctorum de las grandes comilonas. Sin duda esta ciudad posee un encanto especial que invita a los visitantes a explorar sus rincones (aunque tampoco requiera demasiado tiempo) y utilizarla de base para salir a explorar algunos enclaves dentro de la isla de Streymoy.
Nada mejor que visitar dentro de Tórshavn que el entrañable barrio de Tinganes, situado en una península que se adentra en el puerto, considerado el corazón histórico y político de las Islas Feroe. Tinganes, cuyo nombre significa «las rocas del parlamento», se explica como centro del gobierno feroés desde tiempos vikingos. Las oficinas gubernamentales, situadas en edificios emblemáticos, se encuentran todavía en uso, y los habitantes así como visitantes pasean por sus calles con un sentido de orgullo por ese patrimonio. Aquí, las estrechas callejuelas serpentean entre casas rojas y también oscuras de madera que datan de los siglos XVII, XVIII y XIX, creando una atmósfera íntima y prácticamente de un cuento. Caminar por Tinganes sin rumbo y a paso lento se traduce en un breve e intenso viaje en el tiempo, con cada esquina, cada puerta o cada ventana revelando de manera constante algunos vestigios de una rica herencia cultural. Las campanas de la vieja catedral (de finales del s. XVIII) lo fueron antes de un barco hundido de la Compañía Danesa de las Indias Occidentales que naufragó con un gran tesoro en su interior que aún no se ha podido recuperar del fondo del océano.
Una de las características más distintivas de Tinganes son los característicos techos de césped, una tradición arquitectónica que no solo añade un toque pintoresco al paisaje, sino que también refleja una adaptación ingeniosa al clima feroés. Estos techos, cubiertos de vegetación y que se deben modificar cada poco tiempo, proporcionan aislamiento natural, manteniendo las casas cálidas en invierno y frescas en verano, aisladas a su vez de la humedad. La combinación de colores vibrantes de las fachadas y el verde de los techos crea un contraste visual que es a la vez encantador y acogedor. Propio no sólo de Tórshavn sino de todo el archipiélago con localidades como Gjógv, Tjørnuvík, Saksun, Kirkjubøur o Elduvik, para mí de los pueblos con mayor encanto de cuantos pudimos visitar en este territorio.
El puerto de Tórshavn, nos recuerda bajo fachadas coloridas la ineludible conexión de las Islas Feroe con el mar. Barcos pesqueros, veleros y ferris se mecen en las aguas del puerto, mientras las gaviotas vuelan sobre el cielo casi siempre plomizo. Algunos puestos de pescado añaden cierto bullicio marítimo a la ya de por sí tranquila atmósfera del barrio, subrayando la importancia de la actividad pesquera en la vida cotidiana feroesa.
CONSEJO PARA COMER: He aquí un sitio para comer el cordero típico de las Feroe en una taberna con siglos de antigüedad. Áarstova se encuentra en el casco histórico de Tórshavn y su plato estrella es el cordero. Se debe reservar con antelación porque cuenta con muy pocos espacios. Si preferís sushi aprovechando el buen pescado que tienen en el archipiélago, tomad nota de etika, también céntrico junto al puerto y con un salmón (en nigiri, sashimi, como se desee) que te rompe los esquemas de lo rico que está.
¿Y el mejor hotel de Tórshavn? No sólo de Tórshavn sino también de las Feroe: HOTEL FOROYAR.
KIRKJUBØUR Y LA CATEDRAL INACABADA (ISLA DE SREYMOY)
Kirkjubøur, situada en la costa suroeste de Streymoy y a tan sólo once kilómetros de Tórshavn, se trata de uno de los asentamientos más antiguos y culturalmente significativos de las Islas Feroe. Este pintoresco pueblo, de apenas setenta habitantes y con una vista despejada hacia la isla de Sandøy, es de esa clase de tesoros históricos los cuales abren una ventana al pasado de las islas. Sobre todo, el relacionado con los tiempos de los vikingos, quienes habían arribado al archipiélago a finales del siglo X. Trescientos años más tarde, cuando ya existía una pequeña iglesia dedicada a San Olav, un obispo ambicioso llamado Erlendur quiso hacer factible su sueño de que las islas contaran con una catedral acorde a los tiempos y grandes construcciones en el continente europeo, por lo que solicitó fondos a los feligreses feroeses para la construcción de un templo dedicado a San Magnus. Dicha obra se fue alargando con los años pero nunca terminaba, lo que agotó la paciencia de quienes estaban financiando este edificio, por lo que el obispo acabó exiliado y la catedral inacabada. Hoy día permanecen los restos de esta construcción medieval, la cual evoca la grandeza y solemnidad de la arquitectura gótica. Sin cubierta, sin decoración, sólo los sillares desnudos en un emplazamiento que, por otro lado, resulta un monumento de gran valor histórico, por no decir que extremadamente fotogénico (pienso en una noche estrellada o, mejor aún, con auroras boreales, y se me pone la piel de gallina).
A pocos metros de la malograda catedral sobrevive la iglesia de San Olav, aunque no bajo su cascarón original pues sufrió no pocas modificaciones hasta llegar al día de hoy. Si bien sigue siendo la iglesia más antigua en uso continuo en las Islas Feroe con más de novecientos años de antigüedad. Otro punto destacado es la antigua granja de Kirkjubøargarður, habitada ininterrumpidamente desde el siglo XI. Esta histórica casa de madera, una de las más antiguas del mundo aún en uso, ofrece una visión única de la vida tradicional feroesa a lo largo de los siglos en un pequeño museo que casi siempre anda cerrado. Pero las marcas de columnas y puertas permite adivinar el glorioso pasado vikingo en la icónica Kirkjubøur así como en todas las islas que componen el archipiélago de Feroe.
SAKSUN, UN PUEBLO QUE PARECE SACADO DEL UNIVERSO TOLKIEN (ISLA DE STREYMOY)
Sin salir de la isla de Streymoy, cambiamos de manera radical el sur por el norte. La carretera para llegar a Saksun (nº53), situado en la costa más septentrional de Streymoy, es un buen presagio de lo que aguarda al final de la misma. Cuando se llega, la imagen no parece real sino una estampa arrancada directamente de las páginas de la obra del británico J.R.R. Tolkien. Este pintoresco pueblo, encajado en un valle entre montañas escarpadas con una hermosa cascada y con una laguna justo debajo, ofrece un paisaje extraordinario capaz de trasladar a los visitantes a un mundo de pura fantasía.
Un elemento esencial dentro de la pintoresca Saksun es la iglesia de Dúvugarðar, erigida en blanco contra el telón de fondo verde montañoso. Construida en 1858, esta iglesia refleja la tradición arquitectónica feroesa, con su simplicidad y armonía con el entorno natural. Muy cerca de la iglesia, al otro lado de la carretera, el museo de la granja de Dúvugarður ofrece una mirada fascinante a la vida rural feroesa, con sus construcciones clásicas y techos de hierba que se funden armoniosamente con el paisaje. Si bien, ya no se puede entrar a la misma salvo pagando un precio quizás desorbitado para lo que se trata (se abona una cantidad superior a los 20€ en coronas feroesas en un puesto de venta de café y helados), pudiéndose apreciar perfectamente desde fuera.
Uno de los aspectos que reflejan la singularidad de Saksun es su laguna de marea, que conecta el valle con el océano. En marea baja, es posible caminar por el lecho arenoso y oscuro para explorar en una cómoda ruta de senderismo este entorno casi místico, rodeado de montañas y cascadas que caen en cortinas plateadas. Unos pasos más y se llega a la playa, dejado atrás una grieta descomunal.
Ir a Saksun para mí supuso adentrarme en un rincón escondido de la Tierra Media. La combinación de su arquitectura tradicional, su entorno natural sublime y la sensación de aislamiento ofrece una experiencia mágica e inolvidable, evocando la belleza y el misterio del universo Tolkien.
NOTA: Existe una ruta de senderismo, nivel medio-alto, que conecta Saksun con otro de los pueblos más encantadores que ver en Islas Feroe como es Tjørnuvík. Tiene algo más de 6 kilómetros un desnivel de alrededor de 500 metros.
CASCADA FÓSSA (ISLA DE STREYMOY)
Dicen que Islandia es el país de las cascadas pero Islas Feroe no se queda atrás. ¡Las hay por todas partes! Pero si tuviera que quedarme con una, además de las de Gásadalur o la que cae con estrépito del lago suspendido Leitisvatn en Vágar, ninguna mejor que Fóssa. Situada en la carretera nº594 que se dirige a la pintoresca localidad de Tjørnuvík (sólo a 7 km) se precipita en dos vertiginosos saltos los cuales suman una altura total de 140 metros, creando un soberbio espectáculo natural de gran belleza. El estruendo de la cascada (ese es precisamente el significado de Fóssa) es tan fuerte como los millones de partículas de agua que te empapan en cuanto te acercas a unos metros. Pero la ducha, a ser posible con chubasquero, merece la pena porque nada mejor que inmiscuirse en la fiereza de Fóssa para sentir cuánto es capaz de vibrar la naturaleza en ese paraíso atlántico llamado Islas Feroe.
Las plazas para aparcar tu vehículo son escasas, limitándose a apartaderos en el lateral izquierdo de la vía. Como, de momento, las Feroe no tienen demasiado turismo, no sucede nada, pero el día en que empiecen a venir más visitantes, ahí habrá un problema.
TJØRNUVÍK (ISLA DE STREYMOY)
Tras Saksun y la cascada Fóssa, el municipio de Tjørnuvík cierra el fastuoso triángulo de Streymoy (por cierto, una combinación ideal para una mañana entera o una tarde, si el clima acompaña). La carretera finaliza en una bahía recóndita que augura uno de los pueblos más bonitos que ver en Islas Feroe. Sólo la llegada lo merece.
Impresiona de por sí el paisaje que rodea Tjørnuvík. Al sur de este pueblo de alrededor de setenta habitantes se encuentra una playa de arena negra y suave. Y, aunque parezca mentira, dicho enclave se ha popularizado para amantes del surf quienes que buscan desafiar las furibundas olas a este lado del Atlántico Norte. Quienes no deseen subirse a una tabla y rozar la hipotermia, basta con observar en la lejanía las formaciones rocosas de Risin y Kellingin, dos pilares de basalto que, según la leyenda, serían un gigante y una bruja convertidos en piedra, y, de ese modo, darse por satisfechos.
Recorrer las calles de Tjørnuvík me parece igualmente un regalo. La localidad se puede definir como santuario habitado de arquitectura tradicional feroesa donde impera mayoritariamente la madera pintada de negro y, cómo no, los bucólicos tejados de césped. Para más inri, dentro de una de estas casitas, un matrimonio de ancianos ofrece su salón como cafetería espontanea en la cual sirven café o chocolate con gofres caseros recién hechos (El precio del café + el gofre es de 60 coronas feroesas, lo que vienen a ser 8€). Tiene un cartel a la entrada, es muy fácil dar con él, aunque no que el salón esté libre en ese momento. Pero si sucede, no hay que dudar. Esa casita de entrañables abuelos de Tjørnuvík no puede ser más cálida y acogedora. Sobre todo cuando la lluvia acompaña y ansiamos una buena dosis de calor de hogar.
MIRADOR DEL FIORDO DE KALDBAK EN LA CARRETERA 50
Sea de camino al norte de la isla de Streymoy o para ir hacia la isla de Vágar (algo usual, por ejemplo, desde Tórshavn), si se cuenta con tiempo recomiendo tomar la carretera de montaña (la 50) porque las vistas son estupendas. Hay un instante (link al punto exacto en el mapa) donde se aprecia la mejor panorámica del gran fiordo de Kaldbak. Con un apartadero bastante espacioso para los vehículos, además. De esos sitios donde respirar fuerte y decirse a uno mismo. ¡QUÉ SITIO!
Gjógv, el pueblo con puerto natural al abrigo del acantilado (Isla de Eysturoy)
Pasamos de Streymoy a otra isla, Eysturoy, cuyo significado es «isla oriental» y que en cuanto a tamaño se refiere le correspondería el segundo puesto dentro del archipiélago después de ésta. Y, aunque cuenta con localidades de cierto rango como Runavik (donde estuvimos alojados unos días), Strenduk o Leirvik, probablemente las áreas más imponentes y recomendadas se hallen en el extremo norte de esta gran isla. Pero si de todas las localizaciones de Eysturoy tuviese que quedarme con una, sería seguramente con Gjógv, uno de esos pueblos donde, la verdad, no me importaría retirarme una temporada, asomarme por la ventana con entusiasmo o incluso escribir un libro. Y seguro que puedo explicar o describir Gjógv mejor que pronunciarlo, algo que aún no he conseguido.
Su nombre, que en feroés significa «garganta» o «hendidura», hace referencia a la espectacular grieta natural que se extiende desde el propio océano hasta el corazón del pueblo. Esta formación geológica no sólo es una maravilla creada por la propia naturaleza, sino también el puerto natural de Gjógv, utilizado durante siglos por los pescadores locales, secundados, cómo no, por colonias de aves marinas.
El paisaje que rodea Gjógv es para llevarse las manos a la cabeza. Sinceramente, no se me ocurre mejor emplazamiento para un pueblo. ¡Pero las Feroe no dejan de superarse una y otra vez! Montañas verdes se alzan suavemente pero con cierta majestuosidad alrededor del pueblo, creando un anfiteatro natural destinado a proteger este privilegiado rincón del planeta. Las casas de colores, muchas de ellas con techos de césped, se distribuyen de manera pintoresca a lo largo de las calles en cuesta, ofreciendo un contraste encantador con el verde esmeralda de los prados y el azul profundo del océano. El viento y el sonido de las olas, también el pequeño río que atraviesa este municipio, ponen la banda sonora original a la estancia. Tanto que, sin lugar a dudas, recomiendo alojarse en el único establecimiento hotelero que posee, Gjaargardur Guesthouse, y dejarse llevar por un ambiente local y tranquilo, además probando la suculenta gastronomía casera que cada noche se ofrece en su restaurante (eso sí, a 50€ por comensal).
Caminando hacia el puerto natural de Gjógv, esa hendidura profunda y estrecha bien flanqueada por altas paredes de roca, se debe subir por el sendero que asciende por la izquierda. La recompensa se alcanza enseguida con unas vistas prodigiosas del acantilado que protege el norte de la isla de Eysturoy así como, con suerte, observar aves marinas anidando en la cima. Como, por ejemplo, los frailecillos, que eligen por millares la cresta de esta pared vertical para poner sus huevos entre mayo y finales de septiembre. La experiencia de observar la puesta de sol poniéndose sobre el océano junto a los acantilados y el vuelo de estas simpáticas aves estuvo, para mí, entre los momentos más álgidos del viaje a Islas Feroe que pudimos llevar a cabo el último verano. A pesar de que el viento, furibundo e imparable, casi se nos lleva volando hasta Groenlandia.
Sendero Gongutúrur / Hvithamar (Isla de Eysturoy)
Cuando se está a punto de alcanzar Gjógv, justo antes de que la carretera empiece a bajar, se puede llevar a cabo una caminata la cual permite obtener una panorámica envidiable del fiordo de Funningur (así se llama el pueblo que queda justo debajo), apreciando su curvatura y estrechez hasta que se abre hacia el vasto océano. Se trata de un sendero triangular sin excesiva dificultad, aunque poco confortable cuando los pastos están empapados, cosa bastante usual, por otra parte. Con buen calzado (a ser posible en Feroe se debe llevar siempre repuesto para dar tiempo a que se seque el que quede mojado) y, siempre que la visibilidad sea la adecuada, se tardan escasos minutos en disfrutar de otra de esas imágenes de naturaleza en bruto que ofrece este archipiélago.
La carretera de Gjógv a Eiði (Isla de Eysturoy)
Entre el Gjógv y Eiði, las dos poblaciones más septentrionales en el norte de la isla de Eysturoy (la primera al este y la segunda al oeste), hay apenas catorce kilómetros donde quienes la hemos hecho pudimos comprobar cómo es la sensación de estar circulando por el corazón de las Highlands escocesas. Dejada atrás la ruta de senderismo hacia el risco de Hvithamar y, sin llegar a bajar hasta Funningur, continuamos por una carretera muy estrecha (Eiðisvegur) que pasa a los pies de la montaña más elevada de Islas Feroe, Slættaratindur, con 880 metros de altitud sobre el nivel del mar. Normalmente los trekkings a esta cima asumible se hacen desde un apartadero donde hay sitio para dejar los vehículos, el conocido como Eiðisskarð, y desde allí se necesita aproximadamente una hora para llegar a la parte más alta de esta montaña a la que los feroeses guardan un especial cariño. Se ha hecho típico en las islas ascender el Slættaratindur cada día 21 de junio, coincidente con el solsticio de verano, para celebrar el día más largo, ver cómo desciende el sol en el horizonte y sale a las pocas horas, mientras se lleva comida, se canta y se danza. Aunque como salga una jornada «típica feroesa» con lluvia y viento, cualquiera se lo hace. Ni que decir tiene que, en el caso de realizar este ascenso, así como otros importantes, se debe procurar programar para un día donde el clima y la visibilidad hagan que merezca la pena el esfuerzo.
Cuatro kilómetros más adelante, casi a punto de alcanzar Eiði, hay un bonito mirador hacia una pareja de grandes rocas basálticas emergiendo del océano y que ya mencioné que quedaban a la vista en la playa de Tjørnuvík (en la isla de Streymoy). Se trata de Risin og Kellingin, conocidas en castellano como «el gigante y la bruja», dos impresionantes farallones de origen volcánico profundamente erosionados por el viento y las olas del mar. Ambos se alzan altivos sobre las aguas del Atlántico Norte, ofreciendo un espectáculo natural que combina la geología con la leyenda, como no podía ser menos en las Feroe, donde casi cada piedra tiene su propia historia.
Risin, el gigante, es el más alejado y se eleva aproximadamente 71 metros sobre el nivel del mar y se encuentra más alejado de la costa. Kellingin, la bruja, es ligeramente más baja, con unos 68 metros, y se sitúa casi pegada al acantilado. Estas formaciones rocosas, que son el el resultado de millones de años de erosión marina, se explican con una las leyendas más conocidas de la región, la cual relata que un gigante y una bruja, los cuales vivían en Islandia intentaron una vez arrastrar las islas Feroe para hacerlas parte de su territorio. Trabajaron tanto durante la noche que les agarró desprevenidos un rayo de sol al amanecer, convirtiéndolos de manera inmediata en piedra. Por tanto lo que hoy veríamos sería para la imaginería feroesa los restos petrificados de dichas criaturas.
Una vez llegados a Eiði, la cual llegó a ser hasta finales del siglo XIX el segundo municipio en importancia de las islas después de Tórshavn, aguarda con su bonita iglesia (pero siempre cerrada), un campo de fútbol inmejorablemente ubicado y muy poco que hacer más que salir por la carretera sur y tomarse algo en Rose’s Restaurant, un tipo café americano con vistas al fiordo.
Elduvík (Isla de Eysturoy)
Una parada en el Elduvík, en la orilla oriental del fiordo de Funningur, nos permitió detenernos en un rincón encantado y casi escondido de isla de Eysturoy. Se trata de un pueblo esculpido en una sinfonía de casas tradicionales de techos de césped alineadas a lo largo de serpenteantes calles adoquinadas. En su puerto diminuto pudimos observar cómo varias focas se asomaban a curiosear a los únicos paseantes que decidieron darse una vuelta por esta aldea encantadora y fotogénica. Otro sitio, sin duda, para apuntar: ELDUVÍK.
Klaksvík, puerto y mirador (Isla de Borðoy)
Un túnel submarino comunica las islas de Eysturoy y Borðoy. Así que, cambiamos de isla y nos metemos en una gran ciudad. Cuando digo gran ciudad hay que pensar en la escala feroesa, es decir, apenas cinco mil habitantes. Sólo superada por Tórshavn al ser la capital, aunque Klaksvík estos últimos años está gozando de cierto protagonismo en el país por culpa del fútbol, con un equipo que se la juega en las eliminatorias previas de Champions League y que cualquier día da la sorpresa. Pero, por supuesto, no se visita este municipio por razones balompédicas sino por dos razones eminentemente, ser nudo de comunicaciones con otras islas más despobladas. Por un lado por carretera permite acceder a la isla de Viðoy así como a la de Kunoy, mientras que con ferry se comunica con la isla de Kalsoy, muy popular últimamente por el trekking a faro de Kallur, que se ha convertido en una de las actividades estrella dentro de las islas Feroe.
Nudo de comunicaciones, de avituallamiento con una serie de sitios para comer, restaurantes, gasolinera, etc… pero no se caracteriza precisamente por su belleza. No dispone de un casco viejo destacado como Tórshavn, aunque sí de un emplazamiento superlativo al abrigo de un acantilado llamado Klakkur a cuya cima se puede ascender y alcanzar una de las mejores panorámicas de las Feroe. Hay que subir con el coche por una pista sin asfaltar, dejarlo en el parking habilitado y caminar en torno a cuarenta minutos para llegar a la cúspide y disfrutar de las vistas. En nuestro caso debo decir que el tiempo impidió que, ni siquiera, lo intentáramos. Porque cuando nos resultó favorable, lo que hicimos fue subirnos al ferry a la isla de Kalsoy.
En el extremo noroccidental de la isla de Borðoy existe un pueblo aún deshabitado llamado Muli. Mira frente a la isla de Viðoy y resulta muy pintoresco estar en una especie de aldea fantasma, aunque debo recalcar que algunas personas han rehabilitado sus antiguas casas y regresan de vez en cuando al pueblo. Así que Muli, accesible con una pista sin asfaltar pero que puede hacer cualquier vehículo, se convierte en una buena alternativa en días donde la meteorología se muestra inclemente.
La ruta del faro de Kallur (Isla de Kalsoy)
La isla de Kallur se asemeja a un dedo indicando el norte del archipiélago de las Feroe. De una orografía accidentada, repleta de circos glaciares los cuales miles de años antes estuvieron cubiertos de hielo y ahora refulgen en verde intenso, puede considerarse entre las islas más pintorescas y hermosas de cuantas dispone este pequeño territorio. Sólo accesible a través del ferry que cada día comunica la ya mencionada Klaskvík (Borðoy) con el puerto de Syðradalur, en el extremo suroeste de la isla en una navegación de apenas veinte minutos (en temporada alta conviene reservar plaza o presentarse con bastante antelación si pretende acceder con un vehículo, consultando previamente horarios en la web oficial de ferries), ha ganado su popularidad en los últimos años gracias a una ruta de senderismo muy particular. Se trata del trayecto a pie que se hace entre la localidad de Trøllanes (la aldea más al norte de la isla de Kalsoy) y el faro de Kallur. El faro no es ningún elemento portentoso. De hecho, es pequeño, pero no se hace este trekking por ver el faro sino por las siluetas y paisajes ondulados que se vuelven dramáticos en ese preciso punto. La caminata, de alrededor de cuatro kilómetros (nivel de dificultad medio), aunque desafiante y escurridiza en ciertos tramos, recompensa a quienes se atreven a emprenderla con vistas que se quedan grabadas a fuego en la memoria, pues se trata de un testimonio de la belleza indomable de las Islas Feroe.
Por cierto, en las inmediaciones se encuentra la tumba de James Bond, un homenaje ficticio al icónico espía tras su dramática muerte en la película «No Time to Die», la última protagonizada por Daniel Craig. Esta tumba, situada muy cerca del faro, añade un toque cinematográfico a la experiencia, recordando a los visitantes que este lugar tan remoto aparece en los últimos instantes con vida del agente 007 nacido de la imaginación del británico Ian Flemming.
Al igual que en los principales trekkings de las islas Feroe, conviene tener muy presentes las predicciones meteorológicas porque sin visibilidad en un lugar tan prolífico de nieblas marinas, la ruta no merecerá la pena. Aunque sí lo merece estar en la isla de Kalsoy, pasearse por Trøllanes o acercarse, por ejemplo, a la aldea pesquera de Mikladalur, a la cual me referiré a continuación.
Mikladalur, la aldea de la mujer foca (Isla de Kalsoy)
Aunque el faro de Kallur estuviese tapado por la niebla, el cual fue nuestro caso, volvimos de Kalsoy muy satisfechos con la visita a la isla. Sobre todo cuando nos detuvimos en el pequeño pueblo de Mikladalur, a escasos cinco minutos en coche de Trøllanes, con una hilera de casas típicas sostenidas en un barranco que finiquita un espléndido valle glacial, al cual iban y regresaban los frailecillos con sus característicos aterrizajes a cámara lenta. Nuevamente el emplazamiento vuelve a ser la estrella de este rincón de las Feroe tan entrañable, pero no menos que la leyenda que esconde el lugar.
Descendiendo por unas escaleras hacia el mar, se yergue una famosa estatua de mujer foca, conocida en feroés como «Kópakonan». Esta figura de bronce, erigida en 2014, se levanta desde una roca con una expresión melancólica. La estatua conmemora una de las leyendas más populares de las Islas Feroe, que narra la trágica historia de una foca que se transforma en mujer. Según la leyenda, las focas eran en realidad seres humanos que vivían en el mar y que, una vez al año, concretamente en la noche de los Reyes Magos (5 de enero) podían salir a la tierra firme, despojándose de sus pieles de foca para tomar forma humana y disfrutar de la danza y la alegría. Sin embargo, debían terminar al amanecer, volviendo a colocarse sus pieles para regresar al mar.
En una ocasión, un joven feroés de Mikladalur se encontró con la escena en una cueva, quedando fascinado por la belleza de una de estas mujeres. ¿Y qué hizo? Robó la piel de foca que había dejado sobre una roca para que no pudiera regresar al mar, forzándola a quedarse con él y casarse. Y así fue. Se casaron, vivieron juntos y tuvieron tres hijos, aunque ella jamás abandonó sus anhelos de de regresar alguna vez a su hogar, el océano. El mantenía escondida la piel de foca en un baúl cerrado a cal y canto y llevando consigo la llave a todas partes. Un día, sin embargo, el hombre olvidó la llave en casa, algo de lo que se percató cuando estaba yendo a pescar y su barco se accidentó. Aprovechando la oportunidad, la mujer encontró la piel de foca y, desgarrada entre el amor por sus hijos y su añoranza por el mar, decidió regresar a su verdadero hogar. Antes de irse, se despidió silenciosamente de sus hijos mirando por última vez al pueblo.
El hombre, devastado por su partida, se sintió traicionado y lleno de ira. En su furia, decidió reunir a cuantos hombres pudiera para llevar a cabo una venganza contra las focas. Planeó matarlas a todas la próxima víspera de los tres reyes, acorralándolas en la cueva. Se cuenta que la noche antes de ejecutar su plan, la mujer foca se le apareció en sueños y le advirtió que, en caso de hacerlo, todos morirían en el mar, algunos despeñados desde los acantilados, otros ahogados faenando o engullidos por una tormenta. Ignorando la advertencia, el hombre siguió adelante con su plan. Junto con otros hombres del pueblo, asesinó una por una a todas las focas que encontró, desahogando su ira sin piedad.
Al enterarse de lo sucedido, Kópakonan, la mujer foca, regresó por última vez a las costas de Mikladalur y, en un acto de profunda desesperación y rabia, lanzó una maldición sobre el pueblo: «Todos los hombres de Mikladalur están condenados a morir en el mar». Desde ese momento, cada vez que un hombre de Mikladalur perece en el mar, sea por la razón que sea, lsale a colación la historia de Kópakonan, la mujer foca cuya tristeza y furia aún resuenan en las olas que golpean su pedestal de roca. Un área realmente bonita con cascadas y desde la cual admirar frailecillos y otras aves marinas, además de la isla gemela de Kunoy, justo al frente.
Hvannasund (en el canal que separa las islas de Borðoy y Vidðoy)
Un pueblo situado entre dos islas, Borðoy y Vidðoy, con una bonita iglesia de los años cuarenta. Un lugar de paso con un pequeño puente sobre un estrecho canal que da para tomar algunas fotografías mientras se pasa de una isla a la otra. El agua de dicho canal refleja los cielos cambiantes y las abruptas y verdes montañas que lo rodean. Su importancia, además, está en que desde su puerto salen los ferries (aunque con muy pocas frecuencias) a las islas más orientales de las Feroe, como son Svinoy y Fugloy. Antiguamente contaba con uno de los cafés más encantadores del archipiélago (el Old School) recreando una antigua aula escolar, pero cerró sus puertas en 2022.
Viðareiði, donde la carretera termina (Isla de Vidðoy)
Localidad situada en el extremo norte de la isla de Viðoy. Su nombre hace referencia a la madera que llegaba a través de las corrientes marinas y que los lugareños recogían para hacer uso de ella (cabe recordar que en las Feroe no hay árboles). Viðareiði constituye como el pueblo más septentrional del archipiélago y el último accesible por carretera en el este, puestos que los de las islas de Svinoy (a la vista) y Fugloy requieren barco para llegar.
El pueblo está perfectamente encajado entre los escarpados acantilados de la montaña Villingadalsfjall y el monte Malinsfjall, creando un paisaje de ensueño digno de los lienzos de los mejores paisajistas. Las casas, muchas de ellas pintadas en tonos oscuros y con techos de césped, se distribuyen con un encanto pintoresco a lo largo del valle, mientras que la iglesia de Viðareiði, de austera elegancia, se erige como un faro espiritual en esta apartada isla.
Las rutas de senderismo que parten de Viðareiði son célebres, ofreciendo algunas de las vistas más espectaculares de las Islas Feroe. Una de las caminatas más notables (y duras) es la ascensión al Villingadalsfjall, que a 841 metros sobre el nivel del mar. Desde su cumbre, la recompensa desafía la imaginación y el aliento, pues a sus pies queda el cabo de Enniberg, considerado el segundo acantilado más alto de Europa con 754 metros (mayor incluso que la elevación de los famosos acantilados de Vestmanna aunque con una menor extensión).
En Viðareiði nos sorprendió una ventisca descomunal que apenas nos permitía caminar. Las propias gaviotas intentaban volar y se quedaban ancladas en el mismo espacio aéreo, como astronautas poniendo en práctica las consecuencias de la falta de gravedad. Para mí aquella fue una de las postales de las Feroe que siempre guardaré en la memoria.
BONUS TRACK: LA ISLA DE SANDOY
He aquí un fuera de carta que fue incluido en la ruta a última hora. La isla de Sandoy, al sur de la gran isla de Streymoy (en la que se ubica Tórshavn) hasta hace unos meses sólo comunicada por ferry, estrenó recientemente su túnel submarino que permite alcanzarla en apenas diez minutos (el acceso está justo antes de Kirkjubøur, el pueblo con la catedral gótica de San Magnus). Contábamos con muy poca información sobre Sandoy, pero rastreando mapas y buscando imágenes por internet encontramos que teníamos razones para rendirle una visita. Por lo que nos fuimos hasta Skopun, ubicado en el norte de la isla y famoso por tener el buzón de correos más grande del mundo (pura excentricidad). Desde allí, tomando una pista de tierra en la que parecía que atravesábamos los los páramos escoceses nos aproximamos a la cabecera del conocido como sendero de los acantilados de Líraberg. Tuvimos que caminar no más de veinte minutos para alcanzar la cara más septentrional de la isla y admirar, bajo un viento terrible y algo de niebla marina, unos acantilados espectaculares y muy poco conocidos. El paisaje suave y ondulado donde pastaban las ovejas contrastaba con las paredes verticales y afilados farallones de basalto. Bucolismo y drama a partes iguales en uno de esos sitios que nunca mencionan las guías y que, en particular, nos aportó una novedosa experiencia así como saber de una de las localizaciones más asombrosas para la fotografía (cuando el tiempo lo permite).
Una vez regresamos a Skopun tomamos de nuevo la carretera principal que atraviesa la isla de norte a sur. Hacia allá nos dirigimos, precisamente, a a capital de Sandoy. Sandur, que así se llama, hace referencia en su nombre a la única playa de arena blanca y dunas de todo el archipiélago. Cuenta con un museo e incluso con algún que otro restaurante. Pero el ritmo es mucho más lento, aún si cabe, que en el resto de las islas. Como si todavía no se hubiese sentido la presencia de una nueva y cómoda vía de comunicación por carretera. El aislamiento continúa latente en la atmósfera de Sandoy.
A medio camino entre Skopun y Sandur, nos detuvimos a fotografiar una coqueta y minúscula casa junto a un lago (Norðara Hálsavatn) donde se reunía una bandada de barnaclas. Uno de esos escenarios inspiradores donde no me importaría retirarme un tiempo y, como me digo siempre pero jamás ejecuto, escribir un libro. Pero algún día. ¿Quién sabe si en este lugar?
OTROS DESTINOS QUE VER EN ISLAS FEROE (Y QUE NO PUDIMOS VISITAR)
¿Y si pudiera volver a las islas Feroe? ¡Nos quedaron muchísimas cosas por hacer! Como sobrevolar la isla de Vágar en helicóptero. O conducir por la isla de Kunoy (nunca lográbamos tener visibilidad). Por no hablar de explorar otras islas sólo accesibles por barco como Fugloy, Svinoy, Nólsoy, Héstur o la más meridional de todas, Suðuroy, que requiere una navegación superior a las dos horas de duración y que tiene unos acantilados que quitan el hipo. Pero esos son destinos para quienes repiten destino o pueden quedarse más de una semana y añadir, de ese modo, nuevos lugares de los que existen escasas referencias en internet.
De lo que sí estoy convencido es que me encantaría volver a viajar a las Islas Feroe. Y, de hecho, que sucederá más temprano que tarde. Algunos de los paisajes más extraordinarios no sólo de Europa sino del mundo, esa sensación de soledad, ese silencio interrumpido por el viento y la gran cantidad de historias y leyendas que atesora, dan para replantearse un regreso al archipiélago.
En las Islas Feroe, uno de los temas más polémicos y controvertidos es la tradicional caza de ballenas piloto, conocida localmente como «grindadráp». Esta práctica ancestral, que se remonta a siglos atrás, implica la caza de ballenas piloto cuando son avistadas cerca de la costa. La comunidad se moviliza rápidamente para acorralar a los cetáceos en bahías poco profundas, donde son sacrificados. La carne y la grasa de las ballenas se distribuyen entre los habitantes, siendo una fuente importante de alimento en la dieta feroesa.La «grindadráp» se celebra cada año, dependiendo la fecha de la migración de las ballenas piloto. Para muchos feroeses, esta práctica es una parte integral de su identidad cultural y su historia. Argumentan que la caza es sostenible y bien regulada, proporcionando recursos naturales en un entorno donde la agricultura es limitada. Además, subrayan que las técnicas de caza han mejorado con el tiempo para minimizar el sufrimiento de los animales. Sin embargo, esta práctica ha suscitado una feroz oposición a nivel internacional, con grupos de derechos animales y ambientalistas condenando la caza como inhumana y cruel.Yo me sumo a estas críticas. No estoy para nada de acuerdo con el «grindadráp». A pesar de los argumentos a favor de la sostenibilidad y la tradición, la brutalidad de la caza y el sufrimiento infligido a estos seres inteligentes me profundamente perturbador. En un mundo donde existen alternativas alimenticias y donde la conciencia sobre la conservación de la vida marina es cada vez mayor, esta práctica parece arcaica y de ética cuestionable. La preservación cultural no debería justificar esta sangría, y ojalá algún día en las Islas Feroe reconsideren esta sangrienta y repulsiva tradición.
Hay quien hace «boicot» a las islas por este hecho, pero ahí tampoco estoy de acuerdo. Ningún país (y menos el mío, España, donde la Fiesta Nacional son los toros) queda libre lamentablemente de ejercer auténticas barbaries con animales. Islandia y Japón, muy populares, aún cazan ballenas de manera salvaje. De hecho este último lo ha hecho durante décadas saltándose todos los preceptos conservacionistas. ¿Y la caza del zorro en Reino Unido? ¿Qué me decís de quienes acuden a países de África, en Estados Unidos o Rusia a traerse cabezas como trofeo? Lo que debemos replantearnos es lo que hacemos nosotros y el turismo, al fin y al cabo, permite la entrada y comunicación de nuevas ideas. Al final, con todo eso, no se castiga a un país sino a mucha de la gente que vive allí y no está para nada de acuerdo con estas prácticas arcaicas.
TEST RÁPIDO SOBRE VIAJAR A ISLAS FEROE
Aquí tenéis una lista de preguntas y respuestas cortitas y al pie con alguna información práctica y útil para viajar a Islas Feroe. Aunque podéis encontrarlo desarrollado de manera más profunda en esta guía de consejos prácticos para viajar a Islas Feroe:
- ¿Hace falta visado para viajar a Islas Feroe?–> Para nada. Conforma parte de territorio danés aunque está oficialmente fuera de la Unión Europea. Para ciudadanos europeos y zonas Schengen sólo se requerirá portar un Documento Nacional de Identidad válido. En el caso de otras nacionalidades sí requerirán el pasaporte.
- ¿Qué aerolíneas vuelan a este destino?–> La aerolínea de bandera feroesa es Atlantic Airways, la cual conecta el aeropuerto internacional de Vágar con los principales aeropuertos daneses como Copenhague, Billund, Aalborg a través de distintas frecuencias (sobre todo desde la capital de Dinamarca durante todo el año). Pero Atlantic Airways también posee conexiones entre las Feroe y otros puntos como Londres (Inglaterra), Edimburgo (Escocia), Reikiavík (Islandia), aunque de manera estacional. En los últimos años está programando una salida por semana en Barcelona (normalmente los jueves) únicamente durante el verano.
- ¿Cuántos días son recomendables como mínimo para este viaje?–> Mínimo una semana, aunque recomiendo añadir algún día extra o comodín en el caso en el que el clima nos haya jugado alguna mala pasada en una excursión o caminata y deseemos intentarlo nuevamente. O acceder a islas menos conocidas como Suðuroy.
- ¿Un destino para roadtrip?–> Sin duda, las Islas Feroe se pueden recorrer mayoritariamente por carretera, atravesando incluso túneles submarinos que comunican distintas islas, salvo las más remotas, donde sí hace falta ferry. La opción de alquilar un vehículo en el aeropuerto de Vágar (consultar comparador de coches de alquiler para ese lugar exacto) es la más adecuada para quienes deseen viajar por libre al archipiélago. Las carreteras están en un perfecto estado, además, por lo que un roadtrip es el modo de viaje adecuado para llevar a cabo en este territorio del Atlántico Norte.
- ¿Islas Feroe es un destino seguro?–> Por supuesto. De hecho está entre los más seguros del mundo. Podrías dejar tu vehículo abierto con una cámara de fotos en el interior, irte a dar un paseo y regresar como si nada y todo en su lugar. Aunque eso no quita que, en ocasiones, sucedan contratiempos que nos puedan jugar una mala pasada. Nunca se está exento de caer enfermo o de tener algún accidente que requiera recurrir a los servicios médicos de las islas. Y, dado que no es válida la tarjeta sanitaria europea, se aconseja llevar un buen seguro de viaje (recomiendo IATI, con un descuento para seguidores de El rincón de Sele).
Llevar un seguro de viaje es esencial para protegerte contra imprevistos que pueden arruinar tus planes y poner en riesgo el coste económico de un viaje. Un seguro cubre emergencias médicas, pérdidas de equipaje, cancelaciones de vuelos y otros incidentes inesperados que podrían ocurrir durante tu viaje. Además, en destinos internacionales, sea en este u otro destino, la atención médica puede ser costosa y un seguro garantiza que recibirás el tratamiento necesario sin enfrentar gastos exorbitantes. En resumen, un seguro de viaje te brinda tranquilidad, permitiéndote disfrutar de tu viaje sabiendo que estás protegido frente a cualquier eventualidad.
- ¿Es obligatoria alguna vacuna?–> Ninguna en estos momentos, ni si quiera exigen certificado de vacunación Covid-19.
- ¿Cuál es la mejor época del año para visitar Islas Feroe?–> La mejor época para visitar las Islas Feroe es durante el verano, entre junio y agosto, cuando el clima es más suave y las horas de luz se extienden considerablemente, permitiendo explorar la naturaleza y los paisajes de manera óptima. Durante estos meses, las temperaturas suelen oscilar entre los 10 y 15 grados, lo cual resulta ideal para hacer senderismo, disfrutar de los impresionantes acantilados, las cascadas y la rica avifauna, especialmente los frailecillos (presentes desde mayo hasta finales de agosto). Además, el verano es cuando se celebran la mayoría de los festivales locales, lo que ofrece una oportunidad única para experimentar la cultura feroesa en su máxima expresión. Aunque el clima puede ser impredecible en cualquier época del año, el verano ofrece las condiciones más favorables para disfrutar de todo lo que las islas tienen para ofrecer. Lo que no quita que la lluvia, la niebla y el viento entren en juego, sea el mes que sea.
- ¿Cómo tener internet en el móvil desde el principio? –> En mi caso me llevé una eSIM (tarjeta virtual que dejé ya instalada en el teléfono móvil antes de salir) para funcionar aquellos días. ¡Y tenía buena red en todas partes! Puedes adquirirla aquí con rebaja. Eso sí, añade el código descuento elrincondesele. para que aplique un descuento.
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No me gustaría cerrar este escrito sin agradecer, por un lado, la confianza de X-Plore en este proyecto, el saber y buen hacer de mi amigo Roberto López así como los conocimientos y actitud del guía ártico David Boix. Y, cómo no, la actitud y amistad del grupo de grandes personas que acudieron a este viaje y, sin las cuales, nada hubiera sido posible. Amparo, Ascen, Carmen, Esther, Estrella, José María, Rosa, Marga, Juanjo, Laura, Maite, Toni, Ofelia… para vosotros va dedicado este artículo/guía para futuros viajeros a las Islas Feroe.
¡Salud y viajes!
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: Complementa esta información con la guía de 30 consejos prácticos para organizar un viaje a Islas Feroe.