Escapada de invierno a Saint-Lary sin ponerme los esquís
Érase un viaje al corazón del Pirineo francés en pleno enero sin tener la más mínima idea de esquiar. Érase una escapada a Saint-Lary, considerada la más importante de las estaciones pirenaicas en Francia para quienes practican deportes de invierno, a apenas veinte kilómetros del túnel de Bielsa y la frontera española. No era mi intención, ni mucho menos, ponerme unos esquís pero sí disfrutar de las muchas propuestas que tiene para ofrecer este hermoso pueblo de montaña. Un paisaje mayúsculo de valles nevados y picos que te retan desde arriba, una arquitectura de piedra con bellísimos ejemplos de hace siglos, la soledad de las aldeas que permanecieron practicamente aisladas hasta no hace demasiado tiempo, senderismo del bueno con raquetas en una rugosa alfombra de nieve, el eco de los ladridos del gran mastín y una gastronomía contundente pero elaborada con la que quitarse el sombrero son algunas de las excusas que me prestó Saint-Lary en uno de los primeros fines de semana del año.
Los Pirineos son una obra de arte que la Naturaleza le ha regalado a Europa y que nada entienden de límites fronterizos trazados de forma artificial. Son Patrimonio de todos y cada uno de nosotros, un largo suspiro acompañado con aire puro y uno de los escenarios viajeros que más entusiasmo generan, aunque sea invierno y no se sepa (o quiera) esquiar.
¡A Saint-Lary sin esquís!
Siempre he pensado que hay lugares muy relacionados con la práctica del esquí a los que da la impresión no se le saca el suficiente partido con otro tipo de actividades. La nieve se puede vivir de muchas maneras y que sea invierno no es óbice sino aliado para descubrir lugares con una pátina de blanco reluciente o degustar unas cumbres sobre las que parece se ha espolvoreado azúcar desde el cielo. Y todo ello sin necesidad de tirarse con unos esquís o una tabla de snow.
Saint-Lary es la Estación invernal más grande y preparada de los Pirineos franceses. Pegada a la provincia de Huesca, a poco más de dos horas desde Zaragoza y seis desde Madrid en coche (o una hora y media si se viene desde la francesa Toulouse) cuenta con más de 100 kilómetros de pistas y unas infraestructuras excelentes (hoteles, restaurantes, tiendas, etc..). Pero lo mejor es que todo se ubica en un pueblo acogedor que conserva su esencia, sus casas empedradas (algunas muy antiguas), una visión magnífica de lo que son los Altos Pirineos (Haut Pyrénées) y, sobre todo, mucho… pero mucho que hacer.
Cuando me surgió la posibilidad de venir a este lugar y conocerlo tuve la proposición de ir a esquiar, o al menos aprender. Y sé que nunca es tarde para hacerlo pero no me apetecía, no es algo que me haya llamado nunca la atención. Igualmente estaba convencido de que en este viaje de fin de semana iba a sacar muchos motivos por los que Saint-Lary valía la pena. Si ser la Champions League del esquí y el snow pirenaico era algo sobradamente conocido, ¿por qué no salir a buscar diferentes formas de disfrutar de la zona?
Un pueblo de montaña que vale por dos…
Saint-Lary-Soulan (que ese es su nombre completo) se basa en dos pueblos de alta montaña. Saint-Lary es el más grande, con calles comerciales, numerosísimos hoteles, tiendas, restaurantes y de donde parten los remontes que suben a la estación de esquí. Y por otro lado Soulan, prácticamente una aldea a mitad de camino de la estación y fotogénicamente muy pero que muy interesante. En ambas predomina la arquitectura de los pueblos de alta montaña, con grandes casonas de piedra y una supervivencia prodigiosa del románico que contagió su estilo en gran parte de la cordillera de los Pirineos.
Saint-Lary
Basta con salir a caminar un poco por Saint-Lary para observar cómo se deslizan en el horizonte distintos edificios realmente antiguos. Quizás lo más destacado es el conjunto que forma la Maison Fornier (la casa Fornier) con la Tour d´Agut (la torre de Agut). Ambas son de épocas diferentes pero actualmente son un todo en uno, la resistencia de una arquitectura basada en la piedra obtenida de la propia montaña. La Maison Fornier es del siglo XVII perteneciente a una familia noble durante siglos y a quien fuera el Embajador del Rey de España, Bertrand Fornier, aunque actualmente sea sede del ayuntamiento. En cambio la Tour d´Agut se remonta a la época medieval, formando parte de otro palacio familiar que ya no existe. Entre medias la cabeza de un oso proyecta agua de las montañas en una fuente que es de por sí todo un icono en esta localidad.
Salvo excepciones, Saint-Lary se basa en la armonía de sus construcciones y no se ha pasado de histriónica. Incluso muchos de los edificios más modernos del centro no se han olvidado de ese equilibrio que la hace tan personal. De esa forma Saint-Lary, a pesar de contar con cientos de miles de turistas cada año, mantiene su razón de ser.
Soulan
El alter ego de Saint-Lary, la minúscula Soulan, es la muestra perfecta de esa clase de lugares por los que no pasan los años. Salvo por la carretera asfaltada que pasa a su lado para subir a la Estación de esquí, no se ha movido un ápice de su ser. Las casas se encajan como pueden en la pared de la montaña, a bastante altura, y con una apariencia absolutamente medieval. La iglesia parroquial de Saint-Pierre de Soulan conserva su pose románica y junto a ella permanece el antiguo lavadero sobre el que cae el agua proveniente de las frías cumbres pirenaicas.
El lavadero me recordaba a un pequeño portal de Belén en mitad de la montaña, pero sin figuritas y con unos adornos medievales provenientes con mucha probabilidad de la antigua iglesia adyacente. Conviene fijarse en en los detalles figurativos que podrían formar parte de los capiteles de cualquier construcción románica.
Soulan, además, es un balcón fabuloso hacia las montañas, en las que pararse a tomar fotografías es Ley. Si se suben las escalinatas que salen de Saint-Pierre uno se encuentra en un pequeño cementerio con vistas absolutamente deslumbrantes.
Encuentro con el Rey de los Pirineos
Estaba haciendo fotos en Soulan con Carlos Olmo (Vagamundos.net), mi gran compañero de viaje en prácticamente todas las idas y venidas de esta escapada invernal (otros amigos se habían ido a esquiar), y de pronto un ladrido voluminoso y ensordecedor llamó nuestra atención. Carlos se adelantó y yo, que me había quedado rezagado visitando el cementerio, miré hacia delante preguntando si era verdad que acabábamos de encontrarnos con el Rey de los Pirineos.
Así era, un ejemplar enorme del gran Mastín del Pirineo, permanecía subido a la tapia de una casa. Erguido, con la cabeza alta y ladrido fuerte, acompañaba un movimiento rápido de rabo que para los que tenemos o hemos tenido perro significa estar contentos y querer llamar la atención. Esta raza canina es todavía un milagro, puesto que procede de la zona (es autóctono de los pirineos aragoneses) y han sido de siempre los mejores acompañantes de los pastores que durante la trashumancia se tenían que topar con osos u lobos. El Mastín del Pirineo es el único perro capaz de disuadir que estos se acerquen al rebaño y la manera más “natural” de cuidar a la ganadería y mantener alejados a lobos o a los osos sin tener que usar una estúpida y cobarde escopeta.
Este mastín de mirada limpia y elegante resumía en sí mismo lo que supone viajar a Saint-Lary Soulan. Es la fuerza de la naturaleza bien contenida, el respeto a las tradiciones locales y el orgullo de un fortachón que en realidad lo que quería era que acariciaran su lanuda cabellera. Ni aunque fuera de grande como un caballo nunca podría tenerle miedo alguno a un Mastín del Pirineo, en el que la nobleza se da por supuesta.
De remonte en remonte hasta Lac de l´Oule
Ya en la Estación de Saint-Lary, con nuestras tarjetas que daban acceso a funiculares y telesillas, hicimos una buena ruta pasando de remonte en remonte. Llegamos a superar los 2200 metros de altura, lo que nos ponía en mitad de la nieve en un mes de enero que había comenzado bastante flojo en cuanto a nevadas. Las temperaturas estaban siendo más altas de lo normal, pero desde allí todo se veía más blanco que la espuma del mar. Divisamos exultantes paisajes sobre los que se deslizaban esquiadores, snowboarders y algunos de nosotros, que nos disponíamos a surcar aquel prodigio desde las alturas y sujetos a una barra fría como el hielo.
Haciendo un funicular hacia arriba y dos telesillas hacia abajo llegamos hasta el Lac de l´Oule (Lago del Oule), donde se encontraba un pequeño restaurante de madera frecuentado por esquiadores y excursionistas en el que aprovechamos para comer y entrar en calor. Desde ese área en verano se hacen múltiples rutas que pasan por varios lagos de la cuenca del Oule y que están a 1800 metros de altura sobre el nivel del mar. En invierno permanecen abiertos distintos senderos para quienes gusten caminar con raquetas de nieve. Lo único que en esta época los caminos eran más hielo que nieve, por lo que no andaban demasiado transitados, lo que no quitó que el lago fuese objetivo de nuestras cámaras de fotos.
Ir de remonte en remonte, aunque no se tenga ni la más mínima idea de esquiar, merece la pena para observar las montañas. Contemplar los Pirineos es la mejor excusa para hacerse un viaje de este tipo. Y si algo me quedó bien claro es que me encantaría regresar en verano para hacer senderimo por la zona…
Arquitectura de montaña en los alrededores de Saint-Lary
Tomar un vehículo y perderse por carreteras curvas que uno no sabe dónde llevan… es también una de las propuestas que mejor sabor de boca me dejaron de este viaje. Realmente pasé por pueblitos aledaños que reconozco no me quedé ni con el nombre. Ni falta que hacía. La montaña esconde muchos tesoros de silencio, piedra y agua que nos llevan a los orígenes de unas aldeas que durante siglos vivieron aisladas. Son absolutamente recomendables los escritos de viajeros que antaño cruzaron a pie los Pirineos y hablaban de una sociedad rural y absolutamente medievalizada que apenas tenía contacto con uno u otro lado de la frontera natural más perfecta de Europa.
Calles solitarias, torreones con aroma a románico, fuentes en mitad de una plaza desierta, miradores que se asoman a panoramas endiabladamente hermosos del corazón del Pirineo francés, la delicia de escuchar tus propios pasos por el suelo empedrado y ver cómo cruje la madera de las contraventanas… Da igual donde sean y cómo se llamen, basta con dejarse llevar por unas carreteras que se han aliado con quienes nos gusta llegar a semejantes rincones perdidos de siempre.
Los graneros de Lurgues
Un bonito paseo por la arquitectura rústica de la alta montaña la encontramos en Lurgues, una pequeñísima aldea del Valle de Aure, a la que pertenece el municipio de Aulon. Allí se emplaza un buen número de caserones de piedra que durante siglos utilizaran los pastores como refugio durante la trashumancia (para la primavera y el otoño, antes y después de los veranos en que buscaban otros pastos). Estas casas pastoriles se restauraron recientemente, e incluso algunas se reconvirtieron en viviendas. Lo curioso es que formaron un barrio que se ha conservado hasta hoy y desde el que salen algunas rutas de senderismo.
Caminando con raquetas de nieve por el Valle de Badet
Para tener otra visión de la zona, saliéndonos de la estación de Saint-Lary, nos fuimos hasta otra base, la de Piau, a 1850 metros de altitud y perteneciente al Parque Nacional de los Pirineos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (también con Ordesa y Monteperdido, en Aragón) no sólo como paraje natural sino también como espacio cultural entre aldeas de alta montaña de España y Francia que conservan particularidades comunes.
Al amigo Carlos Olmo y a mí nos esperaba uno de los senderos más hermosos de la cordillera pirenaica tanto en verano como en invierno. Dada la altura a la que estábamos no faltaba nieve y, por tanto, la caminata la haríamos con raquetas, el medio más práctico y, si se me apura, más lógico para las marchas por esta zona. El Valle de Badet y la cara norte de varios “tresmiles” graníticos forjaron una de las mejores experiencias de todo el fin de semana.
Fue en Andorra cuando practiqué por primera vez la caminata con raquetas. Pero nada comparable con lo vivido esta vez en Francia. Badet nos regaló el día invernal más perfecto que jamás hubiésemos imaginado. La nieve como una alfombra suave sobre la que se sostenía el hierro de nuestras suelas, pero acompañada de un sol radiante y un cielo teñido de un azul de inigualable pureza y profundidad. Aquel escenario no tenía nada que envidiar a ninguna otra cadena montañosa del mundo… a ninguna. Las postales que teníamos frente a nosotros eran las de una especie de paraíso cubierto de blanco.
Os aseguro que podía escuchar el silencio, únicamente interrumpido por el crujir de los pastos nevados y del hielo arañado por las raquetas. No me quería ir nunca de allí. ¿Para qué? Los peñascos del fondo, un valle inmenso retorciéndose para alcanzar picos demasiado altos atraían tanto como esa luz del túnel pero sin que hubiese final. Muchas veces, como ésta, el regalo no es la llegada sino el camino.
La gastronomía de la tierra
Cuando aprieta el frío y se camina mucho nada mejor que probar buenas viandas con las que hacer otro viaje bien diferente. El concepto terroir se aplica a esos productos de la tierra que son sencillamente atemporales, que tienen parte del sol, la lluvia, el viento y se asocian a lo más autóctono y tradicional. Ciertamente la gastronomía de la zona es contundente pero con una elaboración exquisita no exenta de modernidad.
El cerdo negro de Bigorra (porc noir de Bigorre) todavía se deja ver (y comer) por esta zona en la que los embutidos, la carne o los patés de este animal tan curioso son la razón de ser de muchos restaurantes a la carta o tiendas de alimentación. La Ferme Vignecoise, al otro lado del puente del río Graoues es una granja que vende los mejores productos elaborados con los cerdos negros, que normalmente están detrás de la casa. Se pueden comprar tambien, a un coste algo más bajo, en el mercado de los sábados de Saint-Lary, que tuvimos la ocasión de visitar y catar.
Restaurantes de Saint-Lary
Durante todo el fin de semana apostamos por llevar el término terroir hasta las máximas consecuencias. Y realmente dimos con lugares que merece la pena tomar nota:
+ La Grange (13 rte Autun): Un lugar en el que el cerdo negro es una religión y distintas opciones de menú se basan en este animal. La preparación es exquisita y el espacio realmente acogedor.
+ La Pergola (25 Rue Vincent Mir): Lo utilizamos para comer en un par de ocasiones. Cuenta con menús bastante completos a precios asequibles y está en el mismo centro del pueblo.
+ L´Authentique Vignecois (2, Rue Principale, Vignec): Decir que no se encuentra exactamente en Saint-Lary sino en Vignec, el pueblo que hay al otro lado del puente. A tan sólo 5 minutos de La Ferme Vignecoise siguiendo por la carretera. Sea como fuere, particularmente en L´Authentique fue donde más disfruté de la cena. Para los amantes de la raclette (el queso se funde sobre embutido o patatas) este es su sitio. Y ha sido el restaurante donde he probado la mejor hamburguesa gourmet en mucho tiempo, aunque el tartar de salmón también me rompió los esquemas. Es un acierto seguro, en trato y, por supuesto, en lo delicioso que están sus platos.
Quien me conoce bien sabe de sobra que no soy de los de platos degustación con medio guisante y reducción de quisquilla. En los tres comí muy bien y si tengo que elegir uno solo me quedo con el tercero de los mencionados.
El mejor secreto para reponer fuerzas
Para los largos días de esquí (o caminatas en mi caso) existe un lugar en Saint-Lary-Soulan que viene de perlas para relajarse. Justo debajo del Hotel Mercure (nosotros estábamos en Les Arches, de 3 estrellas) hay un balneario con aguas de manantial conocido como Sensoria Rio Thermalisme & Spa. Está muy frecuentado, sobre todo en temporada alta y fines de la semana, por esquiadores y muchas familias. No es muy grande y está decorado como si fuese un cañón en mitad de los Pirineos, con cascadas por las que cae el agua y uno puede ponerse debajo hasta perder la noción del tiempo.
Es ideal para pasar un rato, calentarse en el hammam y relajarse en algunos de los jacuzzis que tiene. Da gusto mirar tras el cristal cómo fuera hace un frío tremendo, se va haciendo de noche y allí a uno le baja la tensión tanto que los relojes pierden todo su sentido. El precio va entre los 13 euros y los 17 (en temporada alta y fines de semana), aunque tienen tarifas más bajas para los niños pequeños y sus familias. Por supuesto es accesible a todo el mundo y no es necesario estar hospedado en el hotel que hay arriba.
Un consejo importante: En todos los balnearios franceses (y, por tanto, en este también), no dejan pasar con bañadores tipo bermudas que van hasta las rodillas. La razón la desconozco pero hay que entrar con trajes de baño más cortos y ajustados (sin necesidad de llevar el tapa-rabos de tarzán). Los venden allí mismo por si alguien desconoce esta normativa y desea darse un baño.
Cómo llegamos a Saint-Lary
Por segunda vez en un año volví a utilizar los servicios de la compañía aérea Air Nostrum para volar a Francia y, en concreto, a Toulouse. Ya que apenas hay 90 minutos con Toulouse, es una buena base para escaparse a los Pirineos. Por número de destinos y frecuencias es una buena idea para dar saltos entre España y Francia, y además es un vuelo del que ni te enteras (menos de una hora).
Conclusión final del viaje a Saint-Lary
En defintiva, el de Saint-Lary ha sido un viaje que me ha entusiasmado. Desde pequeño que no volvía a los Pirineos franceses y me he encontrado con una cara que me ha fascinado. Es una escapada ideal para cualquier época del año, por supuesto en invierno, aunque no se sepa esquiar. Creo que aquí he desgranado distintas razones en forma de experiencias con las que volvería a Saint-Lary una y otra vez. La caminata con raquetas de nieve por el Valle de Badet me ha picado, y tengo ganas de escuchar de nuevo el ladrido de un mastín del Pirineo.
Saint-Lary sin esquís, aunque la nieve te cubra las rodillas… es alucinante.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
9 Respuestas a “Escapada de invierno a Saint-Lary sin ponerme los esquís”
Super completo el reportaje Sele, ¡me has ahorrado hacer el mío! 🙂
Un rincón que desconocía. Lo tendremos en cuenta. Desde luego los Pirineos, a ambos lados de la frontera, hay un montón de rincones por descubrir.
Saludos!
Como me ha recordado a nuestro viaje por Andorra y que bien nos lo pasamos jejeje! Como siempre sacando lo parte diferente de los sitios de esquí, un abrazote!!
He pasado varias veces por este pueblo francés y te puedo asegurar que no lo conozco ( pasar en ruta por carretera).
Me has animado y lapróxima vez que esto ocurra…LO VISITARE CON MAS DETENIMIENTO.
Gracias por la idea.
Saludos
[…] destapando sus encantos en los próximos meses. De hecho el primer viaje de este año ha sido a Saint-Lary, en el Pirineo francés, y donde supe lo que es un invierno sin tener la menor idea de […]
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