Postales de Belchite viejo, el pueblo fantasma de la Guerra Civil española
En la provincia de Zaragoza, a escasos veinte kilómetros de la cuna de Francisco de Goya, Fuendetodos, las ruinas del pueblo viejo de Belchite viven en prolongada contienda con su ya único rival, el tiempo. En agosto de 1937 se apagaron todas las luces de un pueblo convertido en un campo de batalla entre sublevados y republicanos. La sangre derramada por ambos bandos (la lista de bajas civiles y militares superó con creces el número cinco mil) es hoy tatuaje imborrable de calles vacías, abandonadas y rotas por los bombardeos o los disparos que, de día y de noche, marchitaron para siempre este enclave con notables huellas del mudéjar aragonés, las cuales se intuyen todavía campanarios y techumbres erguidas de puro milagro.
La visita a Belchite viejo, el pueblo fantasma de la Guerra Civil española, permite tocar la aldaba de una puerta que se abre directa a la memoria de un momento turbio y doloroso de la historia de un país extenuado y repleto de cicatrices del ayer. Viajar, al fin y al cabo, es recordar. Y compartir una serie de instantáneas del tiempo detenido en este rincón zaragozano, la misión del presente artículo/serie fotográfica con la que regresar a lo ha quedado de aquellos días.
BELCHITE, UNA HISTORIA VIVA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
¿Qué sucedió en Belchite?
El asedio de Belchite
Uno de los episodios más recordados y estudiados de la Guerra Civil española (1936-1939) fue la batalla de Belchite. Junto a las renombradas batallas del Ebro, de Brunete o del Jarama, así como el asedio al Alcázar de Toledo, Belchite forma parte del imaginario colectivo relacionado con un cruento conflicto entre hermanos. Esta tuvo lugar entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937. El Ejército Popular, con la misión de mitigar el continuo avance de las fuerzas sublevadas desde el norte marchó hacia Zaragoza para arrebatarles la plaza, entonces perdida, en la capital aragonesa. Pero la localidad de Belchite reducto donde, a más de 40 kilómetros de la capital aragonesa, permanecía el bando nacional, se transformó de repente en el gran foco de atención durante la contienda. En este antiguo pueblo amurallado se parapetaron militares y civiles, quienes tenían las mínimas posibilidades de resistir el asedio republicano. Aunque sólo hacía falta tiempo. Y muchas víctimas. De hecho Belchite se rindió tras perder en tan sólo dos semanas más de 5000 personas de ambos bandos. También hubo un total 2.411 fueron detenidos.
Por esa parte los republicanos lograron una victoria con renombre, sumado al control de un amplio territorio. Pero rendir Zaragoza no lo consiguieron, puesto que dieron tiempo suficiente a sus enemigos a reforzarse en la ciudad del Ebro. De hecho este episodio distanció a varios altos mandos del Ejército Popular, sabedores de que habían ganado una batalla pero que quizás la guerra se les había complicado.
Las ruinas del pueblo destruido… se dejan como están
De hecho, apenas unos meses después, en marzo de 1938, Belchite fue recuperada para el bando nacional. Y con el fin de la Guerra Civil el General Franco prometió a los ciudadanos del pueblo destrozado que volvería a alzarse uno nuevo sobre sus ruinas. Algo que precisamente no cumplió. Finalmente lo que se decidió es dejar Belchite tal y como está y construir Belchite Nuevo justo al lado. De ese modo se podría recordar la barbarie allí sucedida. Convirtiéndose, de ese modo, en un elemento propagandístico durante la dictadura. El lugar no quedó abandonado de la noche a la mañana, como se ha contado o pudiera parecer, sino que harían falta un par de décadas para que los últimos vecinos se resistiesen a dejar su casa. El tiempo hizo mella, tanto o más que la metralla, y durante un largo periodo se pudo acceder al pueblo sin regulación o protección alguna, algo que contribuyó a que mucho de lo conservado se viniera completamente abajo. Belchite saltó una vez más a la fama, pero por las misteriosas psicofonías y testimonios que decían escuchar voces e incluso el ruido de los aviones y las bombas que durante el conflicto estallaron en este lugar. Y empezó a acudir más gente, quizás atraída por la faceta esotérica de estar en un pueblo de la Guerra Civil española donde, quién sabe, sucedían cosas.
Por lo tanto se tomó la decisión, creo que sabia, de cercar las ruinas de Belchite y permitir su visita organizada y con guías. Un método mucho más seguro y donde, al menos, los belchitanos pudieran obtener cierto beneficio de la llegada de turistas y curiosos venidos de todas partes tanto de España como del mundo. Sin contar la gran cantidad de veces que ha servido como escenario de películas, series y anuncios de televisión.
PASEO FOTOGRÁFICO POR EL PUEBLO VIEJO DE BELCHITE
Hoy día las visitas se organizan a diario con dos salidas diurnas, mientras que los viernes, sábados y domingos se añade una visita nocturna con cada vez más adeptos. Por un módico precio es posible recorrer las calles del pueblo con gente experta en el asedio de 1937, pudiendo conocer algunos de los avatares más interesantes y curiosos acaecidos en el viejo Belchite antes, durante y después de la contienda civil. Una visita en absoluto cargada de ideología y narrada a través de la recopilación de vivencias que los belchitanos trasladaron a sus descendientes. Y, por supuesto, de lo que siguen contando hoy día multitud de historiadores en sus escritos sobre esta época tan compleja de la Historia de España.
Hace algún tiempo tuve la ocasión de hacer esa visita con mi familia. Y de ahí vienen estas fotos que resumen lo que pudimos ver en Belchite, el pueblo que en sí mismo es una herida vista de la Guerra Civil español. Así como, por supuesto, lo que pueden encontrar los nuevos pasajeros a esta especie de viaje a finales de los años treinta.
Arco de la villa (punto de encuentro): Prohibida la blasfemia
En el conocido como arco de la villa iniciamos la visita a Belchite viejo. Durante siglos fue el principal punto de entrada a esta localidad fortificada. Un mensaje nos trasladó enseguida hacia otro tiempo. Prohibida la blasfemia.
Cañón apuntando a la calle Mayor
Cerradas las puertas del Arco de la villa se observa cómo un cañón apunta hacia la calle principal. Es una imagen que sugiere demasiadas cosas. Encierro, miedo, el ruido continuo de los disparos… Las sensaciones que se tienen desde el primer instante sólo las mitiga el silencio, la fortuna de ser sabedores que Belchite viejo está vacío y duerme con placidez.
¿Y si observamos otro ángulo de este mismo lugar pero a través de una fotografía realizada en blanco y negro? Sin duda podría ser la imagen de un día cualquiera a finales de agosto de 1937 en la villa de Belchite. O casi de cualquier guerra.
Primeros pasos en un pueblo devastado
Paso a paso la calle Mayor, vertebradora de Belchite, nos va mostrando fachadas desvencijadas. Algunas se han librado de su propio derrumbe. Otras, en cambio, prosiguen en su particular corredor de la muerte esperando lo inevitable.
Calle Mayor… y atemporal
Caminando por la castigada calle Mayor de Belchite pienso en que resulta tan diferente el escenario que se nos presenta de lo que hoy día podría ser Alepo, Idlib y muchas de esas ciudades asoladas por una guerra actual. La atemporalidad de las imágenes es triste, desesperanzadora y enervante.
Heridas de guerra
Son no pocas las fachadas del pueblo viejo de Belchite que muestran evidentes cicatrices de las balas, los obuses y la metralla. Algunas viviendas apenas muestran su esqueleto herido. He aquí una silueta casi de papel que ha resistido todos los embistes posibles. Y aún así se mantiene erguida.
La ventana desnuda
Las ventanas de las casas de Belchite se abren a cielo batido. Sin cristales ni cortinajes, al menos aportan luz después de un largo periodo de penumbra.
El Pianista, Polanski y Belchite
Durante algunos instantes, mientras seguíamos caminando por la calle principal del pueblo, me vinieron a la cabeza las imágenes de un jovencísimo Adrien Brody encarnando al músico polaco Władek Szpilman en la película «El pianista», dirigida por el oscarizado Roman Polanski en 2002. Justo la escena en la que el personaje protagonista deambula solo y apesadumbrado por una calle de Varsovia absolutamente rota por la guerra.
La torre del reloj ya no da la hora
La torre del reloj marcaba las horas a un costado de la Plaza vieja. Un gran agujero recuerda este hecho. Es, en realidad, el único resto del que sería el campanario de la inexistente iglesia de San Juan, que después pasaría a ser teatro de las Pampas. Los ornamentos zigzagueantes en el ladrillo delatan que forma parte del preciado legado mudéjar en Aragón.
Una gran cruz de hierro recuerda a los caídos por ambos bandos.
Escalera a ninguna parte
Ya no se escucha a nadie bajar por esas escaleras de madera que, en realidad, no se dirigen a ninguna parte. Forman parte de la casona más grande y moderna del pueblo, la casa Domi, situada en la Plaza Nueva y que fuera propiedad de Dominica Fanlo. Sus cuatro plantas durante la guerra sirvieron como sede de la Jefatura Falangista, hospital de campaña e incluso farmacia. Justo en los muros que tiene al frente, se llevaron a cabo numerosos fusilamientos.
En la Plaza Nueva sobreviven los restos de un pozo al que acudían a por agua belchitanos y belchitanas. Los supervivientes a la tragedia contaban que precisamente en esta plaza (también en la vieja), donde se hallaba el edificio del ayuntamiento, fueron apilados y posteriormente incinerados numerosos cadáveres a los que no podían dar sepultura.
El camino a la iglesia
El final de la calle Mayor permite alcanzar por fin ese torreón con chapitel piramidal que se contempla durante todo tiempo. Se trata de San Martín de Tours, la iglesia principal del pueblo. A un costado el convento de San Rafael. La plazoleta que precede a ese templo católico sirvió como punto de reunión de los vecinos de Belchite durante muchos siglos. Era, sin duda, uno de los lugares más animados. Cada 14 de septiembre, durante las fiestas patronales, fue testigo de danzas, vítores y escenas jocosas, que contrastan con la imagen actual.
San Martín de Tours
La bóveda de la nave central de la iglesia gótico-mudéjar de San Martín de Tours no existe. Sólo se mantiene el de pocas capillas laterales (derecha, no izquierda). Fue un lugar muy dañado durante el asedio, cuando llegó a funcionar como hospital de sangre e incluso sirvió como refugio desesperado ante los constantes lanzamientos de obuses y morteros.
A techo abierto en el templo
En lo que fuera una capilla profusamente ornamentada es posible leer los paños ornamentales que el mudéjar dejó en la dañada torre de la propia San Martín de tours. Frisos zigzagueantes y romboidales de lo que imita un alminar almohade, permiten recordar que nos encontramos en una región regada por el ingenio de los grandes artistas de un estilo arquitectónico singular en la Península Ibérica.
La capilla barroca
La única capilla lateral que mantiene su esplendor en San Martín de Tours tiene al barroco como infatigable compañero. Su preciosa cúpula, a pesar de los daños, conserva notables rastros de su anterior policromía en la que predominaba el color azul. Hay quien dice, no falto de sorna, que aquí se encuentra la «Capilla Sixtina» de Belchite.
Ya no te rondan zagales…
Natalio Baquero fue uno de los últimos vecinos que en en 1964 tuvo que dejar el pueblo viejo para marcharse al nuevo. Un día, colapsado por la rabia y la impotencia, tomó un trozo de yeso del suelo y escribió en las paredes de la iglesia de San Martín de Tours un texto que se graba fuego en la mente de quien lo lee por primera vez: Pueblo viejo de Belchite. Ya no te rondan zagales. Ya no se oirán las jotas que cantaban nuestros padres. NB
Natalio Baquero nació un 1 de septiembre de 1937. Fue uno de los tres bebés que nacieron en un refugio subterráneo del pueblo en pleno asedio militar. Justo después de que las campanas de la iglesia de San Martín de Tour repicaran por los inminentes bombardeos aéreos.
Convento de San Rafael
Junto a San Martín de Tours hubo un convento dominico levantado el el siglo XVIII del que se conserva su fachada tardobarroca de ladrillo y mampostería. Las monjas aquí cuidaban a las niñas huérfanas o que habían sido abandonadas por sus padres.
Peligro de derrumbe
Uno de los motivos que propició que las visitas a las ruinas de Belchite fueran todas guiadas y con cierta organización se debe a que muchos de los edificios del pueblo están en unas condiciones tan deplorables que pueden venirse abajo en cualquier momento. Por eso se tapiaron puertas y algunas ventanas, controlando el acceso de la gente. Antes de que así fuera resultaba corriente que personas venidas de muchos lugares de España (y el mundo) se lo tomaran como un juego e incluso decidieran pernoctar junto a las paredes apuntaladas de las casas.
La iglesia de San Agustín
Otra de las joyas arquitectónicas que posee Belchite, aunque en preocupante estado de ruina, es la iglesia de San Agustín. Los arcos de una bóveda casi desnuda son el objetivo de muchos fotógrafos que buscan retratar el monumento bajo una noche estrellada (algo que se puede hacer únicamente durante las visitas nocturnas). Junto al templo se hallaba lo que hoy día son apenas cimientos de las dependencias de los padres agustinos.
Un obús sin explotar
La fachada de San Agustín no está exenta de ornamentos geométricos. Este templo tiene una suma elevada de estilos artísticos que la convierten en un lugar esencial en toda visita a Belchite viejo. Y aunque no se aprecia en la imagen, el torreón tiene un agujero con un obús sin explotar.
Escenario de películas de renombre
Las ruinas de Belchite (sobre todo el entorno de San Agustín o San Martín) han formado parte de numerosos rodajes de películas, series, documentales e incluso anuncios de publicidad. «Las aventuras del Barón Munchausen», «El laberinto del fauno», «Incierta gloria» son algunos de los títulos en los que aparece este pueblo zaragozano. Es muy apreciable la bóveda de San Agustín en la última entrega de Spiderman (Lejos de casa). Y todavía muchos lugareños recuerdan cuando se encontraron con Arnold Schwarzenegger, quien acudió a Belchite para protagonizar del anuncio del juego Mobile Strike.
Hay rodajes en Belchite durante casi todas las semanas del año, por lo que sus ruinas las hemos visto más veces de las que podamos imaginar.
Regreso al punto de partida. Fin de la visita a Belchite.
Regresamos al arco de la villa. Una hora y media de visita con una carga de una intensidad que se mantiene mucho después de abandonar el pueblo. Desde allí, en la puerta, volvimos a contemplar por última vez la soledad devastadora de la calle Mayor de Belchite.
¿Cómo visitar Belchite viejo? Horarios, rutas y precios para conocer el pueblo fantasma.
Tal como comenté al comienzo, para visitar Belchite y sus muchas ruinas de la Guerra Civil, es necesario contratar una visita organizada a través de la oficina del pueblo. Se puede hacer de dos maneras, de manera presencial en la calle Becu nº2 de Belchite Nuevo (abren de 9:30 a 13:30 y de 15:00 a 19:00 horas, tel. 976 830 771) o, muchísimo más fácil, a través de internet. En la página web belchite.es/entradas/ es posible adquirir las entradas de manera online para las distintas visitas diurnas que se hacen de lunes a domingo (6€ por persona) o las nocturnas que se realizan normalmente los fines de semana* (10€ por persona) con un enfoque más de misterio y leyenda negra. *Horarios específicos a continuación.
Los horarios son diversos en función de la época del año pero a día de hoy según la información ofrecida en la propia web (o en este folleto descargable) serían los siguientes:
VISITAS DIURNAS
- De septiembre a marzo (ambos inclusive) a las 12:00 y 16:00 todos los días de la semana (lunes a domingo).
- De abril a junio (ambos inclusive) a las 12:00 y 16:00 de lunes a jueves. Mientras que viernes, sábados y domingos se añade otra visita a las 18:00 horas.
- Julio y agosto todos los días de la semana a las 12:00, 17:00 y 19:00 (lunes a domingo).
VISITAS NOCTURNAS
- De octubre a marzo (ambos inclusive) a las 20:00 horas los viernes y sábados.
- Abril, mayo, junio y septiembre tanto los viernes como los sábados a las 22:00 horas.
- Julio y agosto todos los días a las 22:00 horas.
Para las visitas, sobre todo si se han contratado de manera online, tienen como punto de encuentro el conocido como «Arco de la villa».
Llevamos, en el caso de mi familia, unos cuantos años que nos escapamos a la provincia de Zaragoza. Como mínimo un fin de semana al año. A veces más. Y aprovechamos a conocer lugares distintos. El último fue Belchite. Antes fueron Quinto y su estupendo museo de momias desenterradas y exhibidas en una iglesia mudéjar, Calatayud o Daroca y las maravillas alrededor de la Laguna de Gallocanta. Sea para aprender, para visitar monumentos, joyas de la naturaleza, sin duda Zaragoza tiene mucho que ver.
¿Cuál será el próximo? Allí estaremos… y os lo contaremos.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: No te pierdas la sección RINCONES DE ESPAÑA con muchos artículos dedicados a este país.
3 Respuestas a “Postales de Belchite viejo, el pueblo fantasma de la Guerra Civil española”
Precioso paseo…interesantisimos comentarios…!
Otra seguidora😉
Este lugar ya está en mi lista de lugares por visitar una vez que se nos permita viajar otra vez. Tus fotos reflejan el «alma» que tuvo este pueblo así que solo puedo imaginarme lo que se puede sentir viéndolo en persona.
Gracias por enriquecer nuestro conocimiento y hacernos conocer otro lugar tan especial de España.
Unai está hermoso y creciendo a pasos agigantados, felicitaciones! se nota que es un niño feliz.
Estaré pendiente a tu próximo destino.
[…] Visita a Belchite, el pueblo fantasma de la Guerra Civil | El rincón de Sele […]