Postales del otoño en el castañar de Casillas
A finales del mes de noviembre el otoño alcanza las cotas cromáticas más altas en lugares donde lo caduco se tiñe de amarillos, ocres y rojos, componiendo un puzzle desordenado de hojas que llueven al son del viento para cubrir la tierra de hermosos tapices. Cada año por estas fechas me gusta descubrir rincones en los que hacer una ruta fotográfica tras las huellas pictóricas de ese otoño fulgurante y vistoso. De ese modo me escapo con la cámara de fotos y busco paisajes en los que dejarme llevar por el crujir de las hojas secas y así traer conmigo escenarios que, aunque recomendables durante todo el año, tienen en la otoñada su mejor cara. Esta vez, hace apenas un par de días, me fui a conocer el entorno natural de Casillas, un pequeño pueblo de montaña en pleno valle del Tiétar (Ávila) rodeado de castaños centenarios que se ponen de forma elegante sus últimos trajes del año antes de rendirse al frío invierno. Son precisamente sus extensos castañares quienes le dan todo el sentido a una ruta por los senderos de uno de esos otoños dignos de ver y ser fotografiados.
Os propongo una escapada o paseo fotográfico por el castañar de Casillas para que que veáis lo que a uno le espera en la cumbre del otoño. Un paisaje deslumbrante a tan sólo 80 kilómetros de Madrid que deja con la boca abierta. ¿Queréis saber por qué? Adelante, pasad y sentiros cómodos, que comienza el viaje.
¡Viva el otoño!
Me apasiona el otoño. Comienza con el ruido de la berrea de los ciervos y poco a poco empieza a teñir de hermosos colores aquellos árboles y bosques caducifolios que se cambian de vestimenta por cada estación. Justo antes de apagarse para quedarse durante meses como un esqueleto de ramas desnudo y congelado hacen un alegato de dignidad y llenan de color un sinfín de escenarios que viven entonces su momento de gloria. El gran Albert Camus definió en una ocasión al otoño como «una segunda primavera en la que cada hoja es una flor». Y es que existe algo en esta estación del año que perfuma la mente con el aroma de las castañas asadas, los paseos en el bosque y un universo iluminado por una luz tímida que no se atreve a volar más alto.
Hace algún tiempo fui testigo de la otoñada en el Valle del Jerte, un lugar conocido por muchos por la floración de los cerezos en primavera pero que tiene el que probablemente sea uno de los mejores otoños de toda España con sus árboles más legendarios enrojeciendo hasta quedar extenuados. Otro año Navaluenga (Ávila), situado en las estribaciones de la Sierra de Gredos, viví una maravillosa experiencia otoñal de chimenea y bosques enmascarados frente a la ventana. Para éste, en uno de esos días en los que buscaba escapar de la rutina, me decanté por los extensos castañares de Casillas, apenas a una hora en coche desde Madrid y de los que que reconozco no había escuchado hablar apenas una semana antes (Bendito internet, benditos blogs). Conmigo me llevé a una de las mejores compañeras de viaje posibles, mi madre, quien lo mismo se viene a conocer a Egipto que se pone a cruzar los ríos piedra a piedra para seguir avanzando. Es una auténtica todoterreno y cuando le propuse viniera conmigo a fotografiar este nuevo otoño no se lo pensó dos veces. Y yo tan orgulloso de que así fuera.
El castañar de Casillas, una agradable sorpresa en el valle del Tiétar
Por la M-501, la conocida como «Carretera de los pantanos» pocos kilómetros después de San Martín de Valdeiglesias apareció un desvío que indicaba que se trataba de la carretera a Casillas. El cruce de la línea imaginaria con Ávila y, por tanto, Castilla y León, es del todo invisible nada más superar por nuestra derecha el Embalse de los Morales (que tiene un sendero muy recomendable también en esta época del año). Avanzamos y cambia el paisaje, entramos directos al otoño después de haber dejado atrás una amplia zona de pinares. Nos damos cuenta que aquí el otoño ha hecho efecto de forma plena, que la carretera es algo así como un túnel de hojas secas con los árboles cercándonos a ambos lados. La situación vertiginosa de Casillas, un balcón poblado en plena montaña, es lo suficiente aislada como para pasarse por alto si no se va a propósito y nos mantenemos inalterables en la carretera que atraviesa el valle del Tiétar y que si continuamos arribaremos a la extremeña ciudad de Plasencia. Por eso desviarse hacia Casillas es una de las mejores decisiones que podemos tomar si queremos perdernos en paisajes sorprendentes que no copan los reportajes en los medios de comunicación. Aquí hay premio seguro.
Aunque Casillas está rodeado de castañares, cruzamos el pueblo por completo y seguimos las señales que llevan hacia la piscina municipal. Es lo que nos recomendaron unos lugareños, que pasada la piscina buscáramos la ermita situada en una basta pradera preparada con sillas y mesas, así como lugares para hacer barbacoas. Allí, camináramos donde camináramos, íbamos a hallar lo que buscábamos, los escenarios naturales de un otoño entre castaños en los que no se escucha un alma más que el del viento y nuestras pisadas. Dejamos el coche y tras conversar con una pareja que venía de recoger setas y níscalos, nos percatamos de que nos encontrábamos en el lugar apropiado. Aquella ermita estaba situada en un lugar muy hermoso y solitario y los colores otoñales se reflejaban en un pequeño estanque que había en el centro de aquel prado de césped. A partir de ese momento sólo debíamos dejarnos llevar…
Fotografías del otoño en el corazón de un castañar
Podría deciros que fuimos buscando el sendero del puerto, que si a derecha o a izquierda. Pero ni yo mismo recuerdo los caminos que tomamos, puesto que preferimos no atarnos a más lógica que la de la improvisación total. Nuestras señales eran las alfombras de hojas en el suelo, los umbríos corredores que separan las fincas de ganado, el sonido de un riachuelo cualquiera o las propias castañas en el suelo que hacían de migas de pan a lo Hansel & Gretel hacia ningún lugar. Cuando se trata de salir a fotografiar el otoño nada mejor que guiarnos por el instinto, la búsqueda de colores y matices que ofrece el entorno en el que nos encontramos. Es cierto que tampoco abundan las indicaciones y mapas en los diversos senderos, pero sí se puede decir que existe la suerte de que que el camino que menos esperamos nos deja en rincones excepcionales sin nombre al que nunca hubiésemos podido llegar aposta.
El día era perfecto, sol y nubes pero nada de lluvia, temperatura agradable y, como suele suceder siempre a finales de noviembre, la mejor época para disfrutar del otoño en plena naturaleza. No podíamos pedir más y toda una mañana nos tiramos haciendo fotografías, identificando lugares y momentos, paseando en una de las escapadas más recomendables a las afueras de Madrid sin más compañía que la de esas flores convertidas en hojas de las que nos hablaba Camus. Aquello era literatura pura, una metáfora de la vida escrita con tinta de castaño en renglones que llevan irrevocablemente al mismo punto.
Pero dejémonos de palabras y que sean las fotografías las que hablen por sí solas y nos narren lo que puede dar de sí un otoño en el castañar de Casillas:
Puzzle de colores en el bosque de castaños
Abrigo otoñal en los castañares
Alfombra de hojas secas
Cielo, nubes y amarillo…
El ocaso de los castaños
¿Tomamos el camino hacia ningún lugar?
¡La otoñada os sienta tan bien!
La ladera de los árboles de fuego
Desfile de otoño en los castañares de Casillas
Espero este breve pero intenso paseo fotográfico os haya gustado tanto como a mí. Animo a salir a descubrir los mejores otoños, apreciar los paisajes que tenemos cerca y de los que, a menudo, no nos percatamos. Este de Casillas es uno más, pero si seguimos ahondando en el valle del Tiétar seguiremos encontrando rincones fabulosos. Y no sólo aquí, son muchos los bosques del mundo los que claman su otoñada particular. De nosotros depende salir a descubrirlos.
Debo destacar que todas las fotografías que acabáis de ver las realicé con la última cámara bridge de Pananonic Lumix, el modelo FZ1000. Las primeras pruebas que he podido hacer con esta cámara fotográfica de una marca de la que soy fiel desde hace muchos años creo que han sido positivas, aunque debo seguir aprendiendo a manejarla para optimizar los resultados. Y es que en lugares como los de este reportaje hay fotos que se toman solas.
¿Conocíais esta parte del Tiétar? ¿Qué os ha parecido? Si puedo, regreso el año que viene a seguir caminando por esas alfombras de hojas secas en las que la sombra de los castaños siempre es alargada.
¡Feliz otoñada!
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
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9 Respuestas a “Postales del otoño en el castañar de Casillas”
Wow, que escenarios tan hermosos nos da la naturaleza en otoño especialmente, estas imágenes para los que nos encanta viajar está increíble, justo por eso tengo mi membresía Fiesta Americana Vacation Club super recomendable si sus intenciones es viajar a donde quieran!! :3
Muy bonitas las fotos! Por curiosidad, qué procesado les haces?
Gracias de antemano!
Gracias Cristóbal! Toqué un pelín el contraste, pero te aseguro que este lugar se fotografía por sí solo 😉
Me alegra que te gusten las fotos!!
Un abrazo
Sele
¡Buenas!
Qué preciosidad, increíbles paisajes y colores. Nos guardamos este post porque nos encanta el senderismo y este lugar es idóneo para perderse por la naturaleza rodeado de auténtica belleza otoñal.
Un saludo.
Gracias!!
Sin duda es un rincón ideal para pasear (y fotografiar) el otoño. Una maravilla.
Un saludo,
Sele
Gsacias Sele:
Después de leer muchísimo artículos tuyos me atrevo a escribir. El otoño es tan bonito y calcarlo como tu lo haces
solo falta los olores que la tierra impregna.
Un saludo.
Muchas gracias Amparo. Espera que me quite el sonrojo que tengo en las mejillas ahora mismo 😉
Gracias, de verdad.
Sele
Hola, buenos dias. Te escribo desde un periódico comarcal en el Valle del Tiétar. Me ha gustado tu paseo por Casillas, tendrias algun incoveniente que lo publicara en octubre?. Logicamente citando la procedencia.
Un saludo
Vito Rosella
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