El día que hice la visita salvaje a Cabárceno
El Parque de la Naturaleza de Cabárceno desde bastidores, esa era la propuesta de la denominada visita salvaje que tuve la ocasión de realizar en uno de los lugares más populares de Cantabria. Ya había estado anteriormente de pasada pero esta vez recorrería el parque de otro modo junto a cuidadores y entrenadores para conocer de primera mano el funcionamiento de este valoradísimo modelo de conservación y concienciación natural. Durante una jornada completa aprendí de la labor que se realiza en el parque, lo que no se ve, y tuve más cerca que nunca elefantes, rincocerontes, jirafas, gorilas, tigres, guepardos, osos o incluso grandes rapaces.
Sin duda la visita salvaje a Cabárceno fue de esas experiencias que me dejaron huella. Una manera muy distinta de disfrutar y comprender el parque tras las bambalinas.
CABÁRCENO, EL ARCA DE NOÉ DE CANTABRIA
El Parque de la Naturaleza de Cabárceno, situado en Cantabria en lo que era un vasto territorio dedicado a la minería y el hierro, es lo más diferente a un zoo que uno se pueda imaginar. Porque en un zoológico en su concepto más tradicional los animales no miden su espacio en hectáreas ni los osos pueden retirarse a hibernar a sus propias oseras. Realmente es algo más, un concepto que dedica sus esfuerzos a la conservación, el cuidado de las especies y la más que necesaria mentalización ciudadana por medio de la presencia de turistas venidos de todas partes e incluso de niños en las clásicas excursiones escolares. De ese modo se ha logrado crear un modelo convertido en un recurso turístico natural y educativo de primer nivel a tan sólo 20 kilómetros de Santander.
Animales en semilibertad, un paisaje kárstico que de por sí merece la pena conocer, así como las actividades encaminadas a la investigación, la preservación y la educación medioambiental son motivos suficientes para acercarse a este parque en cualquier modo. Más aún cuando se logra ver el otro lado, lo que permanece a la sombra, a través de la visita salvaje.
¿Qué es la visita salvaje?
La visita salvaje es una propuesta que hace Cabárceno para que un número reducido de personas tengan la posibilidad de realizar una ruta en 4×4 junto a un guía que vaya contando cómo se trabaja en el parque. Y no sólo eso, que permita acercarse a los animales, alimentarlos, conocer cómo los entrenan para que se dejen curar en caso de estar heridos o enfermos y acceder a rincones del recinto reservados exclusivamente a los trabajadores. La persona experta que los acompaña explica comportamientos de las distintas especies y los ejemplares que viven en el parque y un sinfín de curiosidades que engrandecen aún más si cabe la vivencia en Cabárceno. Por último uno de sus fuertes es la posibilidad de acceder al recinto de los osos pardos en el momento en que los alimentan, lo que supone llegar a tener cerca cerca de setenta miembros de esta especie a apenas un palmo de distancia.
Mi experiencia realizando la visita salvaje a Cabárceno
Tenía especiales ganas y, sobre todo, curiosidad por lo que me depararía esta versión salvaje de una ruta normal por Cabárceno. Había tenido la oportunidad de ver de otra manera Bioparc y el Oceanográfico en Valencia pero sabía que el parque de la naturaleza cántabro me traería nuevas experiencias. El que sería el guía que me acompañaría toda la jornada, Edu, me esperaba a las nueve en punto de la mañana justo a la entrada al parque. Sin duda sería esencial su presencia este viaje al corazón de Cabárceno pues no sólo tenía el conocimiento de las cosas, sino que sabía contarlas y transmitir esa pasión tan fuerte y a la vez tan tierna que tenía con los animales, en especial con los gorilas, que era seguro la especie que más admiraba.
Edu desde el coche me fue poniendo al día con los datos esenciales del parque, como por ejemplo las 750 hectáreas de extensión en un paisaje kárstico utilizado durante décadas como mina de hierro, los aproximadamente 30 km de carretera de la ruta que puede hacerse dentro con el coche y la fórmula de Cabárceno como un lugar en el que viven los animales en semilibertad. Así como los muchos cuidados que se realizan y la intensa y desconocida labor de estudio (y reproducción) que se practica con numerosas especies que en libertad hoy en día corren grave peligro por la degradación de su hábitat y la inacabable caza furtiva (y permitida).
Con los elefantes africanos
La primera parada de esta «visita salvaje» tuvo lugar en el recinto de los elefantes africanos. Aquí los miembros de esta especie viven en un terreno de nada menos que 25 hectáreas, lo que traducido al lenguaje de la calle serían 25 campos de fútbol, con su propio lago y la posibilidad de alejarse cientos de metros de cualquier mirada desde la carretera. Pero como esto no consistía en ver las cosas desde la barrera, accedimos con el coche a la parte en la que trabajan los cuidadores y veterinarios quienes se ocupan de monitorizar, educar y tratar a los animales en caso de que estén enfermos. Aunque esto realmente es quedarnos cortos.
Por ejemplo está una simpática elefanta de nombre Cristina que fue rechazada por su madre al poco de nacer y además tuvo la mala suerte de perder un ojo con una herida que le provocó una rama. Con ella los esfuerzos son titánicos y los trabajos diarios para volverla a reintroducir al grupo requieren que sea así. Asociar los miembros, lograr que retomen su confianza en sí mismos y entrenarlos para que se dejen tratar por los veterinarios (para curar una herida, poner una inyección…) son un día a día en la que la paciencia, constancia y cariño son algo más que un lema.
Tuve la suerte de ver con mis propios ojos cómo acostumbraban a un elefante a dejarse mirar las patas y, en definitiva, a que cogiera confianza a sus cuidadores y veterinarios. Todo siempre con un premio de comida que fui yo quien se ocupó de darle a mi amiga Cristina, la cual pudo comerse más de veinte manzanas. De la trompa a la boca y tiro porque me toca…
La lengua de las jirafas
Tras estar suficiente tiempo con los elefantes pasamos a otro recinto, el de las jirafas, especie que me resulta realmente simpática y que durante mi viaje al sur de África en 4×4 pude fotografiar en numerosósimas ocasiones. Pero en Cabárceno no me limitaría a verlas de lejos sino que conocería muchos de sus secretos mientras tres de ellas vendrían al son de la caja de zanahorias que llevaba conmigo.
Y es que hay dos maneras de que te cuenten las particularidades de una jirafa como que es incapaz de dormir más de dos horas del día para no ser presa de una manada de felinos hambrientos. Una es que te lo muestren en el colegio o en un libro de animales. La otra es que sepas que si tienen una lengua que mide 50 centímetros sea porque te haya chuperreteado mientras les das de comer. Desde ahora soy consciente de la insaciabilidad de las jirafas y de lo que pude disfrutar teniendo tres cuellos larguísimos a un palmo de mi cara.
En casa de Don Rinoceronte y familia
Curar a un rinoceronte es un asunto de alto riesgo, pero en Cabárceno tienen la manera de hacerlo mientras come alfalfa. Se trata de una máquina que logra casi abrazarlo y resistir sus nervios mientras los veterinarios le tratan cualquier problema que pueda tener. Pero para ello le acostumbran a que acuda allí y se lo tome de manera natural. Durante mi visita salvaje al Parque de la Naturaleza de Cabárceno pude hacer algo que nunca hubiese imaginado, que un rinoceronte comiera de mi mano, poder tocar su cuerno y acariciar su dura piel acicalada con barro para evitar las picaduras de los mosquitos. Y a pesar de tener cerca de dos toneladas de pura fuerza, no fue nada difícil sentir la ternura en el enorme mamífero africano.
Aún recuerdo cuando me encontré con varios rinocerontes blancos en la Reserva Nacional Hlane de Swazilandia y cómo viví ese momento. En Cabárceno vagaba plácidamente una familia con la última cría nacida en cautividad en territorio europeo. Además de una vez por todas aprendí a diferenciar el rinoceronte blanco del negro. Y no es en el color, ya que esta denominación poco tiene que ver con el tono de la piel. El rinoceronte blanco tiene una boca muy ancha y plana, tanta como el amigo de la foto que se pone delante del objetivo. El negro, en cambio, la tiene mucho más puntiaguda.
Gorilas en Cabárceno
En el recinto de los gorilas de llanura teníamos muy claro que nos detendríamos todo el tiempo que fuera necesario. Aquí Edu, quien se ocupaba de sus cuidados, nos enseñó muchísimo de los seis ejemplares que posee Cabárceno. Desde el lomo plateado Nicky a la última cría nacida hace tan sólo unos meses. Realmente son animales admirables e inteligentísimos y allí nos contaron muchos ejemplos de ello, como cuando a un guarda se le cayó un teléfono móvil al suelo y los gorilas se lo guardaron con sumo cuidado. En vez de reventarlo contra la pared o desmenuzarlo le pidieron comida como rescate, pero no la de siempre, sino mucha más. Como si fueran conscientes del valor que ese aparato tenía para él.
Las historias que hay detrás de algunos de estos gorilas pone los pelos de punta. Uno de ellos fue encontrado hace años escondido en un garaje de Madrid, cuyos propietarios que lo habían comprado a una red de comercio ilegal de animales, no sabía cómo hacerse con él. Otro vivió sus primeros años en un circo. Son animales que ya no podrían sobrevivir en estado salvaje devolviéndolos a las selvas de llanura de Gabón, Camerún o Guinea Ecuatorial, y este tipo de centros se ocupan de hasta el más mínimo detalle para que se encuentren a gusto. Esa es una de las funciones más esenciales de Cabárceno que le alejan totalmente de cualquier concepto de zoológico que cualquiera tenga en la cabeza.
Fotografiando a los grandes felinos
La elegancia de los felinos formó también parte de esta visita que me faltó en mi apresurada primera vez en Cabárceno. Soy un enamorado de los grandes depredadores de nuestro planeta y en este parque tienen unos cuantos de los que se puede disfrutar viéndoles correr, juguetear o rugir. Un caso excepcional es la llegada hace pocas semanas de un grupo de cinco guepardos a Cabárceno procedentes de un zoológico suizo, a los cuales tuve la fortuna de fotografiar muy al poco de soltarlos por primera vez al que será su recinto definitivo. La misión del parque, en este caso, va a ser reproductiva, ya que muy pronto se les unirá una hembra. En mi caso nunca les había visto ni en libertad ni en cautividad, por lo que fue todo un honor observar tan de cerca (y hacer fotos) al felino más rápido del mundo.
Y lo mismo me sucedió los leones de África o los jaguares de las tupidas selvas de América latina. Aunque creo que lo que más ilusión me hizo visitar y fotografiar fue a los tigres de bengala. Uno de los sueños que quiero cumplir alguna vez en la vida es poder ver en libertad a un tigre. Mi primera intentona en India fue fallida pero nadie dijo que fuera fácil y pienso volver. Mientras tanto siempre me quedarán los elegantísimos Shere Khan que tienen en este rincón inigualable de Cantabria.
El recinto de los osos a la hora de comer…
El concepto de semilibertad de los animales de Cabárceno cobra todo su sentido cuando se llama a la puerta de «la casa de los osos pardos». En ningún lugar de Europa de este tipo existe la posibilidad de observar a más de sesenta osos, ni mucho menos que los mismos dispongan tanto espacio como para hacerse sus propias oseras e hibernar en los meses más fríos del año tal cual harían en las montañas. Y es que estos animales cuentan con un territorio que supera las 35 hectáreas (vuelvo a hacer la comparativa de 1 hectárea = 1 campo de fútbol como el Bernabéu o el Camp Nou), aprovechando el fabuloso paisaje kárstico del parque.
Personalmente aquí, con los osos, viví la experiencia más impresionante de mi visita salvaje a Cabárceno. Y es que tuve la oportunidad de entrar, con Edu al volante, allá donde habita cerca de una setentena de osos pardos en la hora en que les ponían la comida (pan, carne, verduras, etc…). Pasar la alambrada con el coche me trajo a la memoria el momento en el que el Doctor Alan Grant y compañía accedieron a Jurassic Park en el famosísimo film de Spielberg. Sólo faltó escuchar la banda sonora de John Williams para empezar a hablar como un loco de la teoría del caos y del ADN extraído de un mosquito atrapado en ámbar.
Una furgoneta con comida se puso delante nuestra. Detrás se quedó un coche de seguridad, por si acaso. De repente nos encontrábamos rodeados por completo de osos que corrían, arramplaban con sus comida y se ocultaban después al otro lado de las rocas. Aquello era una visión indescriptible, imposible de repetir o experimentar en cualquier otro lugar del mundo. Uno de los animales más admirables y perseguidos del planeta (en España están encaramados unos pocos a la cornisa cantábrica) se desplazaba por decenas a sus anchas rozando incluso la puerta del vehículo aunque sin inmutarse de nuestra presencia. Éramos totalmente transparentes a sus ojos.
Recorrimos el territorio del oso en Cabárceno con una fascinación tal que mi mente se había olvidado de todo lo demás. Únicamente existía aquel lugar, aquellos osos que despedazaban su comida con grandes garras o que hacían demostraciones de fuerza y virilidad. Era el territorio del oso y nosotros espectadores de excepción.
Siempre he pensado que asomarse a ver los osos pagaba por sí sola la entrada a Cabárceno. No se me ocurre mejor labor de concienciación a las generaciones futuras que ver de esa manera a un animal cuya presencia es cada vez más delicada en los bosques del mundo (ni que decir de los españoles) debido a la falta de hábitat y la caza indiscriminada para llevárselos como trofeo a su salón o vender sus pieles a un postor con monedas ensangrentadas. Quizás sea demasiado tarde cuando nos demos cuenta que tiene más valor un oso vivo que cien muertos. Lo mismo sucede con el caso del lobo ibérico, el lince y otras muchas especies que es esencial regresen al territorio del que nunca debieron (ser obligados a) marcharse.
Las últimas cebras de Grévy
La cebra de Grévy es uno de esos animales abocados a una irremediable extinción. Ya casi desaparecida de Somalia, sobrevive únicamente en algunas reservas naturales de Kenia o Etiopía. Diferente de la cebra de montaña, que es la que más se acostumbra a ver, se le reconoce, entre otras cosas, por la finura de las rallas que recorren su cuerpo. En Cabárceno es en uno de los pocos parques en que se puede observar a este tipo de cebras en un estado de semilibertad. Y en la visita salvaje se las puede dar de comer algo de pan (que les encanta) mientras conoces los porqués de su número capidisminuido en las tierras fértiles y no tan fértiles de África.
Elegante y a su vez asustadiza (razones tiene), la cebra de Grévy es a mi juicio uno de los animales más fotogénicos que nos ha regalado la naturaleza. Y en Cabárceno uno puede tenerla realmente cerca para quedar deslumbrado con sus líneas y su mirada.
El espectáculo de las rapaces
Y todo esto sin solución de continuidad, con una pausa para comer en la que tras el cristal podíamos ver correr a los avestruces como pollos sin cabeza. Pero aún quedaba otro de los platos fuertes del día, el espectáculo de las rapaces. Desde el graderío vimos planear e incluso cazar a las águilas o a los halcones. O rapiñar a un enorme ejemplar de buitre leonado. Aunque a diferencia de otros shows de este tipo las aves volaron al ras de nuestras cabezas. Nunca lo había visto hacer tan cerca y tan bien explicado, con el viento de las alas enfriando la piel en una sobremesa caracterizada por el calor.
El espectáculo de las rapaces de Cabárceno es otro de esos motivos que pagan por sí solos la entrada, y en este caso la labor didáctica de sus entrenadores, es digna de mención. Me parecía escuchar la voz del mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente comentando el modo de planear de las águilas reales o las pescadoras de cabeza blanca.
Este es un show que tiene lugar todos los días en Cabárceno (si el viento o la lluvia no lo impiden), pero el privilegio de quienes se inscriben en la visita salvaje está en poder convertirse en cetreros por un día y que se pose en el brazo un fabuloso ejemplar de águila calva, emblema de Estados Unidos. O un águila real que todavía sobrevuela los cielos de muchos lugares de la Península Ibérica sin que nos percatemos de su presencia.
Mirar a los ojos a un águila con apenas unos centímetros de separación no es algo que pueda hacerse todos los días. Y en Cabárceno tuve el inmenso placer de estudiar al detalle los ojos amarillentos de una gran rapaz que es capaz de localizar una presa a kilómetros antes de llegar hasta ella en cuestión de segundos.
Ese fue, sin duda, otro de los puntos más fuertes y que más emoción me provocaron en la visita salvaje a Cabárceno, que exprimiría hasta la hora del cierre. Todo ello estuvo siempre acompañado de las sabias explicaciones de Edu, que se desvivió porque absorbiera al máximo mi estancia en el parque y a quien no puedo sino agradecer semejante dedicación. Personalmente me sentí con la ilusión de cuando tenía seis años y me llevaron por primera vez a ver animales. Disfruté con toda la pasión, hice todas las fotos que quise (y más) y me olvidé por unas horas del día en el que estaba. Del planeta no, porque si algo tiene el Parque de la Naturaleza de Cabárceno es que te pone los pies en el suelo y te muestra esas maravillas del mundo cuyo corazón late igual que el tuyo y nunca deberían desaparecer. Por mis hijos, por tus hijos y los hijos de tus hijos, por todos… la Naturaleza es el motor que mueve el mundo. Y no nosotros, no nos equivoquemos… Nosotros llegamos los últimos.
Y así fue la visita salvaje a Cabárceno. Aquí os dejo un poco de información práctica para preparar vuestra visita. ¡Que lo disfrutéis!
Información útil del Parque de la Naturaleza de Cabárceno:
Consulta toda la información sobre Cabárceno (horarios, precios, fauna, mapas, etc..)
Tarifas y requisitos para la visita salvaje
Sele
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16 Respuestas a “El día que hice la visita salvaje a Cabárceno”
Que buen post, es ua¿na gran experiencia estar inmerso en esa bonita labor, saludos!.
Marcello, fue realmente una gran experiencia. Sobre todo ver cómo trabajan por el bien de los animales.
Un honor verte por este rincón,
Sele
me guaria que lo mande por correo le tronico el viodio de cantabtia
Increible el artículo y las imagenes macho.
Un saludo
He estado un par de veces y me encanta, en especial el espacio de los osos. Volveré una tercera seguro!
Abrazos Sele!
Qué maravilla de sitio, en cuanto vaya a Cantabria hago una parada. Estupendas fotografías, por cierto.
Un saludo!
Fui de pequeño al poco de abrir el parque y hace unos años con Lena y es un lugar que me encanta. Para mi 100% recomendable.
Por cierto, menuda pasada poder tocar a un rinoceronte!
Un abrazo Sele.
Hay rebaja en la entrada para parados???
Un poco de historia de los comienzos:
LA ULTIMA SEMANA SANTA y EL PUENTE DEL PRIMERO DE MAYO se han establecido de nuevo «récords» en el número de visitantes al Parque de la Naturaleza de Cabárceno y ante esa avalancha CANTUR se ha atrevido a poner el cartel de «completo» ya que aceptar más visitantes hubiese terminado en un caos. Los atractivos que presenta Cabárceno para los turistas y visitantes son muchos, hasta el punto de que propios y extraños alaban las instalaciones y sus grandes atractivos, mientras que la clase política que en su día denunció el proyecto, considera aunque sea en voz baja que la inversión ha sido a la larga rentable.
Cabárceno fue una idea atrevida de un gobernante llamado Juan Hormaechea, un presidente que al margen de sus errores -que los tuvo y pagó por ellos- demostró inteligencia política para aportar a Cantabria lo que se necsitaba: buenas carreteras, atractivos turísticos como Cabárceno o mejora genética de la gandería con el discutido Sultán que al final fue un negocio para Cantabria, tanto en la calidad de nuestra cabaña como en la venta fuera de nuestra comunidad de sus dosis.
Hormaechea tuvo la idea y la desarrolló hasta que le deajaron. Le sucedio en la presidencia un mediocre como Martínez Sieso que no comprendió nunca el valor de Cabárceno y de muchas de las medidas modernizadoras puestas en marcha. Pero Cabárceno no podía ir para atrás y la inercia permitió que poco a poco se desarrollara hasta llegar a lo que es hoy, después de actuaciones más atrevidas cuando los gobernantes que tanto criticaron el proyecto se dieron cuenta de su eficacia para el sector turístico cántabro.
Se podría escribir largo y tendido sobre este proyecto y señalar a quienes pidieron públicamente que se suspendiera. Pero no merece la pena. Hay que mirar adelante y reconocer lo que se proyectó como bueno y los hechos así lo han demostrado. Cabárceno es, hoy, una espléndida realidad que da riqueza a la zona en la que está enclavado y es motor turístico, un atractivo de primer orden que da personalidad a Cantabria. Y guste o no guste, las cosas son así. Y los hechos.
El mes próximo se cumplirán los 25 años de su inauguración.
Saludos Sele,
Nos ha impresionado tu experiencia tan directa en Cabarceno, sin lugar a dudas después de leer tu relato aventurero dan muchas ganas de conocerlo en persona, sobre todo desde la perspectiva en la que lo presentas tu. Para nosotros es uno de los destinos que tenemos apuntados en nuestra lista, esperamos ir pronto y disfrutar y aprender tanto como tú. Gracias por compartir tu experiencia de forma tan sencilla, entretenida y didáctica, siempre es un placer leerte. Un abrazo viajero!!!
Donde puedo encontrar la info para la visita salvaje? Gracias!
Los años que hace que no voy, me gustaria …
Hola¡¡¡
Leí tu entrada hace un tiempo y me encantó.
Hace dos semanas he estado de vacaciones en familia en Cantabria y por supuesto fui a Cabárceno. No hicimos la visita salvaje pero aún así me pareció increíble y los niños alucinaron con los animales.
Una visita imprescindible¡¡¡
Un saludo y un fuerte abrazo.
El pasado día 15 de Octubre, fuimos cuatro personas mayores, exclusivamente a visitar el parque desde Madrid con muchísima ilusión tras los muchos comentarios oidos y leidos sobre sus extraordinaria fauna y belleza y entorno, con el cómodo y panorámico telesférico.
Pronto nuestra ilusión se frustó, porque tan solo pudimos ver la line I del telesférico y al llegar a la estación del intercambiador para ver através de la linea II del telesférico, nos obligaron a volver al punto de partida, porque hacia viento que les impedia a los responsable, continuar con la visita, me parece oportuno si es unas características excesivas que con el viento que en ese momento hacia y dado sus modernas instalaciones, que no se hayan previsto vientos más intensos, lo peor fué el mal trato y comportamiento del personal del parque, nos decian que las normas requerian no continuar , pero estas normas no nos la pudieron nunca mostrar(acaso las tienen en algún lugar para ser leidas por el usuario del parque). Me parece una falta de cortesía que si no dejan realizar la vcisita de los telesféricos, no entregen el cliente que no ha podido hacer el uso a que su dereche le un vale por un % del precio de la entrada, que siendo mayores de 68 años, nos costó la cantidad no despreciable de 120 €. De aquí mis quejas en el mal trato y poca cortesia amen de no poner precios especiales para jubilados uyna verdadera verguenza.
Por otra parte tuvimos que realizar parte del recorrido en coche , y la verdad es que vimos un hipopotamo, tres lobos dos camellos metidos en su cuadra y ya cansados nos fuimos.
Espero mejoren en atenciones y cortesia si el cliente no puede disfrutar lo que su alto precio le debiera dar.
[…] el lugar donde se ubican estas grutas se mantiene un parque de naturaleza que recuerda a Cabárceno, aunque con fauna procedente del continente europeo. La visita se puede hacer con guía en un […]