La Tumba de Humayun, una premonición del Taj Mahal

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La tumba de Humayun en Delhi, una premonición del Taj Mahal

He oído en más de una ocasión que cuando se viaje a la India hay que escapar de Delhi cuanto antes, salir en el primer avión, tren o rickshaw a cualquier otro lugar menos caótico, ruidoso, contaminado y deprimente.  Son insensateces porque, aunque es cierto que la capital de India es anárquicamente confusa (y confusamente anárquica), posee lugares que merecen realmente la pena. Uno de ellos, que incomprensiblemente se escapa como celebridad inexcusable, es el mausoleo mogol sobre el que se soñó el Taj Mahal para rematar la perfección más absoluta. La joya de mármol tiene un antecesor digno en la Tumba de Humayun, donde yace el segundo monarca del Imperio Mogol. Como en forma de premonición, adelanta un estilo que halló la exquisitez en Agra décadas más tarde.

Tumba de Humayun (Delhi, India)

Resulta extraño que la Tumba de Humayun no haya recibido demasiados focos ni atenciones. Pero también es verdad que eso me permitió en una ocasión entrar a solas por sus puertas arqueadas y sentarme frente al monumento para quedarme atónito contemplando aquel sueño de arenisca y mármol.
Venía de unos días terribles de gastroenteritis o lo que fuera eso que me devoró las tripas y el estómago. Algo había tomado en la ciudad de Benarés, probablemente un lassi en mal estado, que me había dejado fuera de partida. Yendo solo el mayor miedo que tenía era ponerme enfermo, algo que además en viajes a la India no deja de ser  frecuente. Y me encontré tan mal que tras unas horas deambulando por la estación de trenes de Delhi decidí no subirme al transporte que tenía que llevarme a la Reserva atural de tigres Corbett. No me atreví a marcharme a la selva en semejante estado y me busqué un modesto y tranquilo hotelito en la ciudad para recuperarme. Eso provocó que mis planes cambiaran a la fuerza, que tuviera que posponer mi sueño de tratar de observar tigres y, por tanto, que pudiese dedicar más tiempo a Delhi una vez me sentí mejor.

Foto del Fuerte Rojo (Delhi)

El viaje a la India llevaba soñándolo muchos años. Me costó dar el paso y lanzarme a la aventura. Por eso tuve la posibilidad de documentarme e inspirarme para cuando pudiera realizar este viaje, preferentemente en solitario. Y cuando supe de la Tumba de Humayun no dudé un segundo en incluirla dentro de mi ruta. Delhi no debe estar tan mal como dicen – pensé cuando tomaba notas de otros viajeros en foros y blogs de viajes, quienes me sirvieron de ayuda en la cimentación de esta nueva aventura.

Frente a frente con la tumba de Humayun

El día que vi que ya tenía controlada la juerga que se había dado mi cuerpo me escapé una tarde. A bordo del rickshaw conducido por uno de esos locos que adelantan cuando no deben pero saben perfectamente salir indemnes del tráfico caótico de la ciudad de Delhi, me dirigí hacia el mausoleo levantado para albergar los cuerpos de Humayun y otros miembros de su larga familia.
La primera sorpresa que me llevé fue ver que no había turistas alrededor, por lo que pagué mi entrada (precio: 250 Rupias, aprox 3´50€) y me apresuré a acceder al monumento antes de que llegara algún bus atiborrado de coreanos que pudiese restarle magia a la visita (algo que no sucedió en toda la tarde).
Cuando me situé frente a frente de la Tumba de Humayun me quedé sin palabras. Mi mente se paseó por la silueta y el fulgor blanquecino del Taj Mahal que había podido ver  y llorar una semana antes. Es inevitable que esto sucediera, ya que las emociones entienden de paralelismos y el edificio que tenía delante de mis ojos era el mejor de los preludios de la maravilla del mundo que se encuentra en Agra. Pero era diferente, el paso previo… y resultaba magnífico vislumbrar aquí tan extraordinario origen.

La Tumba de Humayun (Delhi, India)

Humayun era hijo de Babur, el primer Emperador Mogol, sangre timúrida proveniente de Asia Central. Descendía del mismísimo Tamerlán y, por tanto, Genghis Khan, la Leyenda guerrera de la estepa que esparció su semilla dinástica muchos siglos después de su muerte. Babur, nacido en el Valle de Fergana dentro de la actual Uzbekistán, había sobrevivido a la extinción de la estirpe, por lo que tuvo que huir, rehacerse y establecerse en  Kabul, desde donde partió atacar al Sultán de Delhi y hacerse en 1527 con el poder en India del Norte.
Su hijo Humayun se encontró con la resistencia de los Rajás y, derrotado, padeció su propio destierro. Terminó en Persia, protegido por el Shah, y como hiciera su padre, reunió un poderoso ejército y regresó a la India para recuperar su trono y vencer a su hermano traidor en territorio afgano y pakistaní. Era 1555, habían pasado 15 años desde su huida de Delhi y se erigía triunfal, manteniendo así la continuidad de un Imperio que se extendería durante un largo tiempo en el país.

Sele en la Tumba de Humayun (Delhi, India)

Lo que mil batallas no hicieron, lo hizo el afán de leer de Humayun. Un año más tarde de volver a ocupar su lugar como Emperador pereció de la forma más insólita. Fue a auparse en una escalera para buscar uno de los libros de su biblioteca y se cayó al suelo, con tan mala suerte que murió al instante del golpe. Años después su apenada esposa Hamida Begum, la cual era persa, se ocupó personalmente de construir un mausoleo a su amado. A diferencia del Taj Mahal, la iniciativa partió de una mujer viuda y no al contrario.

Tumba de Humayun (Delhi, India)

Se desconoce su fecha de construcción exacta pero se calcula que fue levantado aproximadamente 75 u 80 años antes que el Taj Mahal. Se trata del primer ejemplo de tumba-jardín en India, algo que a partir de entonces no sería tan extraño de encontrar, ya que los mogoles gustaban de este tipo de panteones. Las influencias son claramente persas, indias y árabes, retrotrayéndonos al antepasado Tamerlán, y a su mausoleo timúrida  en Samarkanda (Gur-e Amir), que recuerda en algunas líneas a lo que se considera un paso más hacia la perfección.
En la Tumba de Humayun nos encontramos una estructura octogonal en la que la arenisca roja tiene un idilio con el mármol blanco y negro. Sobre ellos sobresale una cúpula blanquecina, que es la que finalmente da un respiro de altura al sepulcro en el que descansa el Emperador Mogol. La simetría es la gran aliada de una construcción destinada a pervivir en el tiempo hasta hacer inmortal a su yacente, su familia y a ella misma.

Tumba de Humayun (Delhi, India)

La miré una y otra vez, di varios rodeos, entré a ver un interior que, aunque algo descuidado, presume de ser excelso en detalles.  Y me pregunté cómo la Tumba de Humayun podía ser una gran olvidada y pasar tan desapercibida. Está a dos pasos de tuk tuk, como quien dice, y resulta extraño pensar que muy a menudo es pasada de largo.

Tumba de Humayun (Delhi, India)

Todo aquello es, además, un complejo con otras tumbas y mezquitas, edificios congelados en sí mismos, que armonizan bajo los calores de Delhi y la humedad de la hierba que tapiza el suelo por donde uno pisa.

Alrededores de la tumba de Humayun (Delhi, India)

Hay rincones como la Tumba del Barbero, en la que se desconoce quién está sepultado, o la de Isa Khan, donde sobresale un minarete y descansa un hombre de confianza del Emperador Humayun. En Nili Chhatri, más estropeado que los demás, hay otro personaje de la corte del Emperador Akkbar, hijo de Humayun y Hamida Begum.

Alrededores de la Tumba de Humayun (Delhi, India)

La visita al complejo funerario se puede alargar lo que uno desee puesto que los motivos para hacerlo son más que suficientes. Allí traté de captar energías, de volver a la mecánica de un viaje a la India que se había torcido en la última curva pero que aún podía terminar de la mejor manera.

Existen tours organizados en español que combinan la visita a la Tumba de Humayun con el Templo de Loto, los Jardines Lodhi así como el increíble templo de Akshardham. Con traslados, entradas incluidas y guía. Y se pueden reservar online con antelación.

Alrededores de la tumba de Humayun (Delhi, India)

La India… se ama o se odia. Delhi… se visita a fondo o se huye de ella. No hay término medio. En mi primera incursión al país asiático, mi corazón se encamino hacia las primeras opciones.  Y haré lo posible por regresar en cuanto pueda, pero no tengo las vidas de un gato para tratar de verlo todo.
En la Tumba de Humayun se consolidó mi idilio con India…
Sele
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