El arte de perderse (o dejarse perder) en Bangkok
He tardado un mundo en ir a Tailandia. Quizás demasiado. Y creedme, no comprendo el porqué de semejante eternidad. Tuvo que ser en una larga escala de varios días antes de partir a Myanmar para eliminar de una vez por todas pretextos vacuos y así poder por fin mirar a los ojos a una ciudad como Bangkok. El mero hecho de viajar a la capital thai ha permitido que me perdiera entre callejones y khlongs, caminar entre estatuas de Buda y pinturas del Ramayana en las paredes, asomarme a grandes rascacielos y navegar a cualquier hora en una barca larga por los últimos recodos del Chao Phraya, el conocido como río de los reyes. He de reconocer que jamás en la vida me hubiera imaginado que una ciudad pudiera absorberme tanto el seso hasta olvidarme incluso de quién era. Porque Bangkok me ha seducido por completo. Y deduzco que para siempre.
El arte de perderse (o dejarse perder) en Bangkok es la razón de ser de una de las experiencias viajeras más hilarantes y menos sujetas a tu propio control. Cuando te quieres dar cuenta de las cosas, la ciudad de los mil mundos se ha instalado en tu azotea.
Bangkok, ciudad de ciudades… universo de universos
Lo primero que eliminé de mi cabeza cuando aterricé en Bangkok fue un enorme saco de expectativas. Siempre he considerado que las expectativas van, en ocasiones, ligadas a los prejuicios y, sobre todo, a las decepciones. A pesar de haber viajado bastante por Asia no tengo duda de que la ciudad de Bangkok se sale por completo de lo previsible, de cualquier presuposición y presunción de inocencia. Allí “lo esperado” no existe. Lo que se lleva más bien es la sensación de ser incapaz de asimilar lo que están viendo tus ojos. Bangkok no sólo es Asia, sino el mundo mirado a través de un caleidoscopio donde se funden la tradición, el futuro y lo imprevisible hasta componer una imagen irrepetible.
Bangkok disfraza el caos de divertimento hasta hacerte perder la razón. Nada es lo que parece… y lo que parece no es tan siquiera razonable. Cada día pasado allí se basaba en una sucesión de contrastes infinita, un auténtico bucle de sensaciones dispares. En un instante podía estar perdido en un laberinto de canales y casas-palafito en la tradicional Thonburi a maravillarme con el tejado dorado y perfecto de uno de los grandes templos budistas de Ko Ratanakosin, el distrito de la realeza. O pasar de oler a sopa de noodles, a incienso y tubo de escape en la ajetreada Chinatown a esquivar el ruido desde lo más alto de un rascacielos de Sukhumvit 11 mientras rebuscaba con los palillos entre un delicioso plato de sushi variado. De regatear por cuarenta cochinos bahts en el mercado nocturno de Patpong a acariciar las sedas de la casa de Jim Thomson o a observar cómo la gente practica Tai Chi en el Parque Lumphini con las primeras luces del alba. Así todo el tiempo…
Bangkok tradicional
La Bangkok que recoge el testigo del Reino de Siam o de Ayutthaya para formar una nueva capital en la desembocadura del Chao Phraya se halla en Ko Ratanakosin. Es el área más monumental de la ciudad, lo imprescindible durante todo primer viaje a Bangkok que se precie. Allí nace el Gran Palacio Real, visita que se hace conjunta con Wat Phra Kaew, el mítico Templo del Buda esmeralda. Es probable que no haya en la capital tailandesa un lugar más transitado de turistas que éste, pero esto se justifica con la belleza de los tejados y estupas, de las figuras de oro que juntan sus manos en un entorno totalmente sacralizado. El escenario de Wat Phra Kaew y del Palacio Real es difícil de comparar con cualquier lugar levantado en el continente asiático en los dos últimos siglos. Grandes figuras aguardan al viajero para llevar a cabo un tránsito hacia un mundo donde la realidad se transforma en antiquísimas leyendas que son la Fe de un pueblo muy apegado a sus creencias y tradiciones.
Muy cerca, casi sin enterarnos, pasamos a Wat Pho para admirar el que personalmente considero templo con más encanto de Bangkok. El mismo que alberga un Buda reclinado de nada menos que 46 metros de longitud. Más descongestionado de Wat Phra Kaew, se trata de uno de esos lugares extraordinariamente fotogénicos. Y donde es posible relajar el cuerpo dándose un masaje en la Escuela Tailandesa de Masaje y Medicina Tradicional (Aunque conviene ir sobre aviso de que el masaje tailandés es igual de duro que reconfortante a posteriori).
Para culminar la trinidad de los lugares sagrados de la capital hay que pagar unos pocos bahts para cruzar en barco a la otra orilla del río y disfrutar del detalle escultórico del prang central de Wat Arun, de estilo jemer y con 77 metros de altura. Por la noche ofrece la mejor foto de la Bangkok de siempre, aunque lleva años de minuciosa restauración y los andamios componen su traje antes de volver a dejarse llevar por las luces de oro que lo convierten en el simbólico faro del Chao Phraya.
Perderse (y dejarse perder) en Bangkok… esa es la cuestión
Una vez visitado el trío de imprescindibles de Bangkok siempre le quedan tres opciones al viajero. La primera, romper los mapas y descubrir la ciudad a través de un sondeo de sus barrios, dejándonos llevar por la palabra soi (sólo las avenidas principales tienen nombre, de ellas salen callejones numerados, que son precisamente los sois) y por la intuición. La segunda, recopilando información y consejos de libros, guías y blogs, para encontrar ese puesto de comida tan especial, ese maravilloso templo confucionista escondido en Chinatown o el rooftop más chic de Sukhumvit. Y la tercera, una mezcla de ambos. Es decir, ser meticulosos con la zona que vamos a ver para después guiarnos por nuestro propio instinto. Lo que sí recomiendo en Bangkok es tratarla como si fuera una mandarina e ir gajo a gajo, no marchando caprichosamente a meros puntos inconexos y a una distancia tal que nos pasemos el día de taxi en taxi. Mejor barrio a barrio, soi a soi…
Hay tantas posibilidades para moverse en Bangkok que la única duda radica en el tiempo que vamos a tardar en llegar. Sea en taxi (¡Exigir siempre que enciendan el taxímetro!) o en tuk tuk (aquí se negocia duro), en MRT (metro subterráneo) o BTS (Skytrain o metro aéreo) como muestra de un moderno y eficaz sistema público de transporte metropolitano. Aunque el medio preferido por todos los viajeros que amamos esta ciudad es el barco. Los expresos que navegan por el Chao Phraya comunicando muelles y khlongs son la sangre de la arteria principal que no deja de bombear en la ciudad. Ir a Taksin Bridge, el embarcadero con mayúsculas, permite llegar por el agua a casi cualquier parte de la ciudad que queramos. Bangkok, aunque a veces perdamos esa noción, se trata de una ciudad que está por completo sobre el agua. El gran río de los reyes, infinidad de canales de la que para muchos es lícito denominar como “Venecia surasiática” y múltiples pantanos y humedales hacen de la capital tailandesa algo más que una jungla meramente urbana.
Sin el agua, por tanto, no comprenderíamos Bangkok. Ni tampoco sin sus muchos khlongs donde el asfalto no existe ni se le espera. La experiencia en Thonburi en estrechas canoas con el motor fueraborda regala escenas muy auténticas de la ciudad de verdad, la ciudad de la gente, donde los niños se bañan mientras sus madres lavan la ropa o los monjes repiten de memoria y a toda velocidad los saberes del budismo mientras echan migajas a los peces.
En barco, por ejemplo, se puede llegar a Chinatown y encontrar una nueva ciudad. Caminando de Ratchawong a Chroen Krung Road uno se pregunta si se encuentra en un barrio de Shanghai o si en realidad aquello es Tailandia. ¡Y por supuesto que lo es! Porque esa es la clave de esta ciudad enloquecida, hacerte traspasar por distintas puertas a todos sus mundos. Y el del barrio chino es uno de los más divertidos, con mercados inacabables, puestos de especias por doquier, letreros luminosos en grande y los mismos templos solitarios detrás de calles sin nombre que te hacen pasar del más absoluto caos a gozar de una paz aromatizada con incienso. Wat Mangkon Kamalawat es uno de los lugares religiosos más destacados del distrito para la enorme comunidad china que allí reside, pero hay muchos más donde lugares anónimos que no aparecen en las guías y donde hieráticos leones de piedra flanquean una doble puerta esmeralda a lo desconocido. Surgen entonces infinidad de dioses de los que jamás uno ha oído mencionar jamás y sería incapaz ni tan siquiera de pronunciar.
Chinatown, que es un excelente reflejo de Bangkok y sus muchos contrastes, me hizo hallar tras un buen consejo el mejor y más variado Dim Sum de la ciudad en el restaurante tipo años veinte del hotel Shanghai Mansion (481 Yaowarat Rd) donde, además, por las noches el jazz se convierte en una inusitada banda sonora. Por supuesto, que no pude irme de tan sonado distrito sin observar brillar al gran Buda de oro macizo de Wat Traimit.
Más adelante, sin otra frontera que la olor a pollo tandoori masala hurgar en la pequeña India que es Phahurat Road se convierte en otro viaje y otro juego en el que siempre vencen los colores. Hindúes, budistas y sikhs con barba y turbante son los anfitriones de una particularidad apasionante, de un escenario sin Ganges pero con Shiva y Visnú.
¡Cuántas cosas me enseñó Bangkok!
Ir a caballo entre las recomendaciones y las improvisaciones de las que soy un absoluto fanático me mostró muchas más caras de Bangkok. Porque esta ciudad es, cuando quiere, lo mejor de Tokyo, de Shanghai e incluso de Manhattan, pero sin perder en absoluto su toque satay. Basta con admirar unas vistas “neoyorkinas” desde el Sirocco (rooftop que aparece en la segunda parte de la saga “Resacón”) al Cloud 47 o directamente salir a buscar sitios diferentes donde seguir sorprendiéndose. En Sukhumvit 11, uno de los barrios más modernos de la ciudad, sumergido en un mar de rascacielos y locales de moda con música en directo, disfruté de una de las experiencias más cosmopolitas y a la vez más surrealistas de este viaje a Bangkok. Una reserva en el skybar Above Eleven (38/8 Soi Sukhumvit 11) me abrió las puertas a degustar la mejor comida nikkei (una fusión de la alta cocina japonesa con la peruana) que he probado en toda mi vida. Situado en una terraza situada en la planta 33 del edificio Fraser Suites me emborraché a piscos y, sobre todo, con las vistas extraordinarias del skyline de Bangkok. El sushi, el ceviche y los anticuchos con salsa teriyaki hicieron el resto en una velada rompedora que acercó el centro de Lima al distrito más alocado y fashion de la capital tailandesa.
Y de lo chic de Sukhumvit 11 a lo irreverente en Patpong Night Market bastan unos minutos de transición (ya con el taxímetro apagado) donde lo mismo te ofrecen a 40 bahts una camiseta de recuerdo que aparecen de la nada con unos flyers anunciando un espectáculo de chicas bailando sin ropa en una barra de bar y la posibilidad de ser testigo de las maneras más insospechadas de utilizar una pelota de ping-pong. Por supuesto existe la Bangkok de los bajos fondos, una decadente sucursal asiática de la gótica y oscura Gotham City de tantos cómics y películas de ese caballero oscuro llamado Batman.
Si no queremos encontrarnos con el Joker y requerimos por unos instantes de un poco de orden en el caos aprendí que en Asiatique The Riverfront (Mercado al que se puede llegar en diez minutos tomando un barco gratuito en el embarcadero Taksin Bridge) uno viaja de repente al Fisherman’s Wharf de San Francisco con una noria luminosa como la de London´s Eye y una cantidad de tiendas coquetas y boutiques donde el regateo es una mera anécdota. La cantidad de restaurantes en el night market “más occidental” del continente asiático es proporcional unos precios que poco o nada tienen que ver con los de Chinatown o Khaosan Road, el barrio mochilero por excelencia. Pero donde uno se topa de frente con una de las facetas más elegantes de una ciudad con mil mundos que mostrar y que no deja de crecer y cambiar de manera acelerada.
El último día de viaje recuerdo que fue de nuevo en dos mundos separados por unos pocos metros. Por un lado hice la visita más que recomendable a la Casa de Jim Thompson, uno de los personajes de los cuales no se puede comprender Bangkok. Jim Thompson fue un norteamericano enviado por los Estados Unidos a Tailandia en plena II Guerra Mundial que se enamoró tanto de la ciudad que ya no quiso regresar más a su país. Fue el máximo impulsor de la seda tailandesa a nivel mundial y, por tanto, una de las personas más ricas que residieron en el Sudeste Asiático durante los años cincuenta y sesenta. Se convirtió en un gran coleccionista de arte asiático, comprando auténticas obras de arte no sólo de Tailandia sino también de Camboya, Myanmar, Vietnam o Laos. Llegó a traer seis casas de madera sostenidas por pilotes para formar su hogar y, en definitiva, su mundo. En 1967 desapareció en las selvas de Malasia en extrañas circunstancias y su cuerpo nunca fue hallado. Hay quien dice que fue un espía hasta el final de su vida y que esa fue la razón por la que nunca regresó a su casa, la misma y que en la actualidad está considerada como uno de los museos de mayor interés que ofrece la ciudad.
Del arte sobre madera y los jardines llenos de vida de Jim Thompson al Centro Comercial con mayúsculas de Bangkok hay sólo cinco minutos de distancia. Al otro lado de la carretera el conocido como MBK Center cuenta con más marcas y tiendas de falsificaciones de las que cualquiera sería capaz de asimilar. Para los aficionados a las compras compulsivas puede resultar una locura en la que más vale mantener a buen recaudo los bahts y las tarjetas de crédito, aunque quienes nos den alergia los centros comerciales (como es mi caso) la experiencia puede tornarse en pesadilla. Lo mejor es que después de recorrer tiendas como locos espera en el último piso un auténtico edén para los amantes de la comida oriental, sobre todo japonesa, ya que hay tantas opciones para elegir que ese lugar que Bangkok podría pasar perfectamente por Osaka.
Contrastes y más contrastes, un bucle sin fin. Así son los mundos que posee una sola ciudad que no debemos tratar de comprender. Porque resulta imposible. Es desearla y amarla lo único que resulta inevitable de todo este varapalo emocional.
Aunque en este artículo os he contado lo que pasó por mi cabeza durante el tiempo pasado en Bangkok tengo que decir que Rebeca, mi mujer y gran compañera de viaje, asegura haber encontrado su ciudad preferida. Y eso es mucho decir. Juntos disfrutamos de un gran idilio tailandés, de unos días preciosos de los que estoy orgulloso haber compartido con ella.
Cuando viajaba en el skytrain al aeropuerto para pasar dos semanas en Myanmar me percaté de que más que perderme en Bangkok como había previsto, Bangkok se había perdido en mí. Y que siempre se quedaría conmigo, por lo que desde entonces regresar se ha convertido en el único objetivo viable.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
PD: No os perdáis esta Guía de primerizos en Bangkok (qué ver y hacer). Os puede servir de ayuda si vais por primera vez a la ciudad.
PD: Para tener mucha información actualizada de Bangkok, así como de otros destinos de Tailandia, os recomiendo echarle un ojo a la web oficial de turismo tailandés www.turismotailandes.com.
15 Respuestas a “El arte de perderse (o dejarse perder) en Bangkok”
Gran artículo sobre Bangkok, una ciudad llena de contrastes que tiene mucho por descubrir y que sin duda nunca deja indiferente. Saludos
Muchas gracias Nacho! Me volvió loco Bangkok y espero regresar 😉
Saludos,
Sele
Bonito relato y bonitas fotos que hacen justicia a una ciudad como Bangkok. Estuvimos hará unos 25 años, casi nada!!! por lo que ya tocaría volver. A ver si me animo a visitar Myanmar o Laos y aprovechamos para hacer una parada larga en Bangkok. Me ha hecho gracia ver que también visitásteis la casa de Jim Thomson, a mí me encantó y creo que no es un lugar donde se suela ir.
Un abrazo, feliz año y feliz noche de Reyes.
Hola Maria Teresa. Feliz año a ti y a los tuyos, guapa!
Me da que Bangkok ha vivido un cambio radical en 25 años. Sobre todo ha crecido en las alturas, se ha modernizado un montón y recibe muchos más turistas que entonces. Pero sigue manteniendo muchas cosas intactas y la gente sigue siendo estupenda.
Bangkok es una escala perfecta para después moverse por Asia, así que toca volver.
Un besazo muy fuerte!!
Sele
Desde luego que Bangkok es una ciudad que te atrae, te atrapa, y a la vez te deja ir con la condición de volver. La primera vez que estuve en el 2009 me fascinó, volví en el 2013, 2014, un sitio increíble, cada día es un día lleno de sorpresas y nuevos sitios en el epicentro del sudeste asiático. Qué recuerdos, quien no haya ido, que vaya!
Un saludo Sele, y gracias por este post!!
Hola Raúl, se ve que eres un absoluto fan de Bangkok. Ya tres veces!! Debes conocer muchos rincones alucinantes.
Espero volver yo también. Además en Asia me siento en casa.
Gracias a ti por leerme y comentar el post!
Sele
Muy buen resumen de lo que es Bangkok, Sele. Reconozco que yo tengo una relación amor-odio con esta ciudad, que fue mi primer destino en el sureste asiático, y el lugar donde tomé por primera vez un auténtico curry tailandés. Eso deja huella.
Por una parte, me encanta el río, los canales, la comida y los templos. Por otra, me parece una ciudad con muchas zonas mal comunicadas entre sí y con un tráfico y una polución infernales.
Estoy de acuerdo, no obstante, en que es una ciudad que merece mucho la pena visitar.
Gracias por tu comentario Fernando.
El caos, la polución y la locura son inherentes a Bangkok, pero una vez te haces a la idea empiezas a disfrutar de sus muchos aspectos. A mí me vuelven loco también los canales, los templos y la comida (es probablemente la ciudad donde mejor he comido). Merece la pena uno y mil viajes, ir lentamente degustando sus rincones. Calle a calle, soi a soi…
Un fuerte abrazo,
Sele
Bangkok me atrae desde hace mucho y nunca he ido. Tu entrada me da aún más ganas! Espero sea un destino que pueda cumplir en 2016. Saludos desde Colombia 😉
Paula, espero que se cumpla ese propósito en este año y puedas contarnos qué tal tu experiencia en Bangkok.
Mucha suerte y saludos a uno de mis países preferidos en este mundo.
Sele
Yo quiero ir. Me atrae mucho. Que tal el tema de la prostitucion.A muchos, mi hermana y una amiga por ej, les resulto chocante. O sera aparte o parte del encanto? Estupenda manera de contar lo que les transmitio la ciudad!!
Hola Abel, qué bueno leerte. Veo que en las últimas horas has dejado muchos comentarios. Y te lo agradezco muchísimo.
Sobre lo que me preguntas, claro que hay prostitución y otras cosas negativas en Bangkok. Pero toda ciudad tiene su lado sórdido. Con no hacerle caso basta. Bangkok tiene demasiado como para fijarse sólo en un punto negro.
Lo dicho, tienes que ir!
Un fuerte abrazo,
Sele
gracias Sele, eso mismo pense,
con tu opinion me basta,
saludos
[…] uno de los mejores conjuntos arqueológicos del Sudeste Asiático y su cercanía con Bangkok la convierten en uno de esos lugares imprescindibles en territorio tailandés. Un espacio […]
[…] al confort de cuando te acomodas en tu propio sofá. Arranca así un viaje apasionante al gran Bangkok, a la ciudad de los mil mundos donde perderse se vuelve arte y donde no está permitido echar la mirada atrás. No lo pienses más, por mucho que lo intentes […]