Tras las huellas del leopardo en Botswana - El rincón de Sele

Blog

Tras las huellas del leopardo en Botswana

Print Friendly, PDF & Email

No cabe duda de que uno de los depredadores más escurridizos y complicados de ver en cualquier safari que se precie es el leopardo. Durante nuestro último viaje en Botswana hicimos diversos rastreos para dar con tan elegante felino y observarlo en su estado natural. Si bien es cierto que el leopardo requiere de una dedicación especial y una buena pizca de suerte, la recompensa de mirar esos ojos brillantes y tener la posibilidad de fotografiarlo merece mucho la pena. Su mera presencia es uno de los trofeos más preciados de quienes coleccionan esos momentos increíbles que proporciona de la naturaleza, y no cabezas disecadas de animal como algunos desaprensivos cazadores. Basta con contemplar su silueta durante unos segundos para valorar que has tenido delante a uno de los seres más hermosos de la vida salvaje.

Leopardo en Moremi (Botswana)

En Botswana vivimos alguna que otra clase maestra de rastreo del leopardo digna de añadir a los ingredientes que resultan necesarios para hacer un buen safari.

Hay que recordar que el leopardo es el felino salvaje que mejor se adapta a diversos hábitats. A pesar de que no comulga demasiado con leones y hienas, el ser humano, que lo caza por diversión o para vender sus apreciadas pieles, se ha convertido en su peor enemigo. El perfecto camuflaje que le proporcionan la manchas de su pelaje y esa capacidad para esconderse y pasar desapercibido le han ayudado a no desaparecer ni de la sabana africana, ni de espesas selvas, ni tan siquiera de las nieves de Siberia. En Botswana se deja ver en cierta manera, pero a base de insistir y, por supuesto, de una suerte que siempre resulta importante. La probabilidad de ver un leopardo en libertad es mucho menor que la de toparse con una manada de leones (o varias). Lo dicho, es muy escurridizo. Y quizás por dicha razón se entienda que uno de los mejores momentos de un safari es salir a su encuentro y tener esa fortuna de llegar verdaderamente hasta él (Leer «Especies animales que ver y fotografiar en un safari en Botswana»)

Leopardo fotografiado en el Parque Kruger de SudáfricaLa última ocasión en que pude fotografiar al leopardo antes de regresar a Botswana tuvo lugar en la Reserva Sabi Sands de Sudáfrica, dentro del famoso Parque Kruger

El gran leopardo de Moremi

Tras un par de días en Moremi (uno de los mejores parques naturales que ver en Botswana durante un safari) donde habíamos avistado bastantes leones, cebras, jirafas o elefantes, estábamos entusiasmado con salir a buscar al leopardo. Había parte del grupo perteneciente a este safari móvil en Botswana que no lo había visto nunca, por lo que el reto era, cuanto menos, ilusionante. En mi caso había tenido la fortuna de observarlo y fotografiarlo tiempo atrás en la propia Botswana, en el Parque Kruger de Sudáfrica y en el Parque Yala de Sri Lanka. De hecho, en el salón de mi casa preside una fotografía en un árbol de mi primer encuentro con este depredador. Pero una vez en Moremi, en mi regreso a una de las reservas más hermosas del continente africana, me tomé este rastreo como si jamás lo hubiese contemplado antes.

Leopardo fotografiado en mi primer viaje a BotswanaImagen del primer leopardo que vi en mi vida (Localización: Próximo a Mababe Gate, entre Moremi y Chobe, Botswana). Leer historia completa en el relato titulado Noche de hienas.

Al otro lado de la pista de avionetas de Xakanaxa surge lo que se conoce como Paradise Island, una porción de tierra regada por inmensos humedales donde además de las grullas, jabirúes, jacanas o águilas pescadoras, vienen a probar su lecho acuático diversas especies de antílopes como impalas, lechwes o waterbucks. En definitiva, un buen paraje donde el plato preferido del leopardo se sirve en bandeja. Y donde no se suelen ver apenas vehículos oteando la zona.

Paradise Island (Moremi, Botswana)

Huellas de leopardo pueblan el sendero

Tras un amanecer digno de enmarcar (algo habitual) los miembros del equipo expedicionario organizado por Mopane Game Safaris fuimos a parar a esa zona. Cuando es temprano la eficacia de una de las fases más importantes del rastreo de animales, observar e interpretar huellas, se vuelve mucho mayor. A los leopardos y otros depredadores les gusta recorrer largas distancias y utilizar los caminos de arena para hacerlo. Y esa mañana precisamente, descubrimos las huellas recientes de la hembra de un leopardo que iba con su cría, así como de un macho solitario. Eran tan frescas que su paso podía haber sucedido apenas unos minutos antes. Dos horas como máximo.

La huella fresca de un leopardo

Partiendo de cero contábamos con varios puntos a nuestro favor para tratar de alcanzar el éxito en el safari matutino por Moremi. La zona en la que estábamos era territorio del leopardo, nuestro rastrador Willie lo había avistado allí en diversas ocasiones y además existían huellas que probaban que había transitado su camino entre la noche y la salida del sol. Pero a veces, más de las que desearíamos, no es suficiente con eso. En los árboles, las hierbas secas altas y los arbustos un leopardo (o cien si los hubiera) podría pasar perfectamente desapercibido. El norte de Botswana, en comparación con Kenia o Tanzania, es bastante frondoso y hace falta algo más que suerte para encontrarse con ciertas fauna. Pero eso le otorga un factor motivacional más que interesante.

Rastreo de huellas de los guías de Mopane Game Safaris en Moremi (Botswana)

Willie empezó a transmitir su obsesión al grupo que iba en el todoterreno. Se bajaba del coche, analizaba las trayectorias de las huellas e icluso llegó a mostrarnos el trazo de su cola en la arena. Según él, tras haber bebido agua, se había sentado durante unos instantes. La marca estaba ahí y eso le hacía estar más seguro de que lo encontraríamos.

Las hipótesis del termitero

Las huellas que aún no habían sido desfiguradas por las rodadas de ningún vehículo nos llevaron hasta un termitero. Y allí desaparecieron. Parecía que el leopardo se había metido en el agua casi por completo y,  mojado, para después quedarse en la parte trasera de esta especie de chimenea de barro creada por las hormigas y que es tan característica en el África subsahariana. Según Willie había debido estar vigilando desde allí a su posible presa. Y es que a unos 100 metros un grupo números de lechwes (sus favoritos) así como impalas, pastaban plácidamente con las patas ligeramente sumergidas en el agua del humedal. Una posibilidad es que hubiese ido a por uno de ellos. Y otra, la que sostenía a base de intuición nuestro avezado conductor, es que les estuviese tendiendo una trampa… en ese preciso instante.

Jacana en un humedal (Botswana)

Todos estábamos enganchados a esta búsqueda como nunca. En aquel momento no había nada ni nadie que nos importara más que encontrarnos con el leopardo. Y la historia que estábamos desarrollando con su seguimiento parecía el guión de una película de suspense. Por un lado sabíamos de la dificultad de la empresa. Pero por otro algo nos decía que acabaríamos viviendo uno de los momentazos del viaje.

Rastreo intensivo con el 4×4

Para descartar posibilidades la decisión tomada fue la de ir haciendo círculos sobre el mapa de la zona. Aún eran gruesas las dimensiones que debíamos rastrear, pero podía servir para filtrar la búsqueda un poco más. Además el otro coche de Mopane, cuyo equipo dirigía Costa, un bosquimano que también se las sabía todas, estaba siempre en contacto por radio con Willie. Entre los dos todoterrenos éramos trece personas en total, veintiséis ojos. Aunque los de nuestros guías os aseguro que valían por cien. Ellos lograban ver animales donde otros hubiésemos visto una piedra…

Todoterreno de Mopane Game Safaris en Botswana

Entramos allá donde los senderos perdían su nombre. El terreno estaba repleto de obstáculos entre agujeros, zonas de agua que había que vadear así como por la gran cantidad de ramas secas o troncos caídos que debíamos sortear. Pudimos acceder a varios puntos desde los cuales se observaba la gran charca de los antílopes. No parecían estar alerta ni en tensión, como a menudo habíamos encontrado a los impalas, miembros de una especie que extrapolándolo a la vida mundana nos llevaría a compararlos con el fast food de los depredadores. Permanecían tranquilos, aunque muy probablemente fueran ajenos a que un leopardo, que caza a base de velocidad, agilidad y mucha paciencia, estaba viéndolos desde alguna parte con la que no éramos capaces de dar.

¡Suenan las alarmas!

Cuando volvimos al sendero original apareció un coche de otra empresa de safaris. Lo conducía un sudafricano, algo bastante habitual en Botswana. Probablemente era de un lodge cercano de los de a mil dólares la noche. Sus ocupantes parecían los pacientes de honor de un geriátrico, rozando todos la ochentena. Y Willie, que era más bueno que el pan y, sobre todo, muy buen compañero, le contó la jugada a aquel guía. Así que éste se puso también a seguir las huellas de nuestro felino.

Pudo pasar cerca de una hora sin recoger ningún fruto pero algo cambió la cara de nuestro conductor. Había un ruido desmesurado cuando minutos antes no se escuchaba apenas nada. Los pájaros estaban formando un gran alboroto sobre las ramas de un árbol despoblado de hojas. Parecían alterados y sus graznidos sonaban un tanto histéricos. Lo que a Willie no le dejaba duda alguna. Aquello se trataba de algo que sucede en la naturaleza en múltiples ocasiones. Nada más y nada menos que una alarma provocada.

Toco de pico rojo (Fotografiado en Botswana)

Hay especies que, aunque no tengan absolutamente que ver entre ellas, lanzan sonidos de advertencia cuando se hallan ante un posible enemigo. Y se avisan los unos a los otros como un gesto de compañerismo encomiable. No debía ser extraño, en absoluto, que aquellas aves supieran que el leopardo andaba cerca y por ello se encontraran avisando a otros animales. Pero es que no sólo en los pájaros había cambiado la actitud. Las ardillas parecían más nerviosas de lo normal y emitían también sonidos, los monos se habían subido repentinamente a lo más alto de los árboles y los grupos de impalas y lechwes se habían puesto en posición de alerta.

Lechwe en Moremi (Botswana)

Los dos prismáticos que había en nuestro coche se pusieron a trabajar. Centímetro a centímetro buscamos alguna señal para conocer si los avisos espontáneos de la naturaleza, de los animales más débiles alertando a las posibles presas del depredador, estaban en lo cierto. De repente David, miembro de nuestro equipo, gritó un “¡Está ahí!”. Todos volvimos la cabeza hacia donde señalaba, una zona de arbustos y hierba alta donde aseguraba haber visto el lomo moteado del que no podía ser otro que un leopardo.

David buscando al leopardo con los prismáticos en Botswana

Nos acercamos velozmente a la zona señalada y en esta ocasión fue Reyes quien, también con ayuda de los prismáticos, vio perfectamente las manchas de nuestro amigo. Justo en ese instante en animal se metió más adentro, al otro lado de una zona espesa de arbustos, para perderlo de vista nuevamente.

Leopardo fotografiado en el KrugerDe esa guisa debieron ver nuestros compañeros del coche al leopardo antes de volver a esconderse (Fotografía tomada durante un safari el Parque Kruger de Sudáfrica)

Menguan las esperanzas de volverlo a ver

Sólo hay algo peor para el ocupante de un vehículo haciendo un safari que no advertir la presencia de un animal al que tiene inmensos deseos de contemplar. Y es que lo vea otro. Esto se acentúa además si lo tienes sentado junto a ti. A pesar de que habían sido tan sólo unos segundos, saber que había estado tan cerca de mirar al felino más elegante y hermoso del continente africano, me dejó con una sensación rarísima de envidia (sana, por supuesto) que no podía sofocar de ninguna manera.

El sol empezó a elevarse cada vez más y el tiempo entonces se puso a jugar en nuestra contra. Con calor, el leopardo buscaría probablemente de forma inmediata una sombra donde aliviar los rigores del termómetro. Y en ese caso no se movería del sitio durante horas. Sin movimiento, las probabilidades de avistar el animal se reducían severamente. Y con ellas, nuestras esperanzas.

Escena cotidiana en el safari que hicimos en Botswana con Mopane Game Safaris

Definitivamente volvió a pasar cerca de otra hora. Y dejamos de escuchar a los pájaros montar jarana como había sucedido antes. Decidimos otear otra zona para ver otras escenas de animales y, lo reconozco, bajamos los brazos. Pero la adrenalina todavía recorría nuestro cuerpo, de los dedos de los pies a la cabeza. Sabíamos que, aunque sin demasiado éxito, acabábamos de asistir a una clase magistral de rastreo. Lo habíamos hecho todo pero ya se sabe, cuando Madre Naturaleza no quiere mostrarte a alguno de sus miembros, sólo hay que aceptar el veredicto, encomendarse a la suerte y al rabioso “otra vez será”. Aunque no sea un consuelo, no todos los días uno tiene la posibilidad de entrar a la morada del leopardo. Eso, visto desde lejos, ya se trata de un gran honor.

Todoterreno de Mopane Game Safaris en Moremi (Botswana)

¡Leopardo! ¡Leopardo!

Nos detuvimos a hacer unas fotografías a un grupo cercano de impalas. El chip del leopardo lo habíamos dejado atrás definitivamente. Quedaba aún mucha mañana como para no seguir disfrutando de esa colección de hábitats que es la Reserva de Moremi, uno de los lugares preferidos de los viajeros que visitan Botswana.

Impalas en Moremi (Botswana)

Pero de repente la voz de Willie, normalmente algo débil, nos sonó como un auténtico rugido. Se puso a señalar nervioso a nuestra derecha. Y de su boca sólo pudo salir una palabra en inglés: LEOPARD!

Efectivamente, aquello era un leopardo caminando por la hierba seca. Y además llevaba algo consigo. Tras unos segundos de duda nos dimos cuenta de que arrastraba un macho de impala muerto que había debido cazar hacía apenas unos minutos. ¡¡Lleva un impala!! – no dejábamos de repetir mientras el corazón latía al 200%.

Leopardo en Moremi (Botswana)

El felino nos dedicó alguna que otra mirada fija. Parecía agotado. Era normal, puesto que la energía perdida tras cazar la pieza le había dejado exhausto. Mientras jadeaba pensaba tan sólo en una cosa, desaparecer de allí y esconderse bien junto a su presa antes de que otros depredadores y carroñeros, sobre todo las hienas, le arrebataran el trofeo que tanto le había costado conseguir.

Leopardo en Moremi (Botswana)

Prosiguió su camino y, lentamente, pudimos ir junto a él hasta que utilizó como atajo un humedal para seguir arrastrando al impala. Nunca olvidaré la última vez que nos miró a los ojos. Nos dejó seriamente hipnotizados. Aquella figura moteada nos estaba regalando, sin saberlo, uno de los momentos más extraordinarios de nuestro safari en Botswana. Y de ese modo se ocultó con la pieza. Lo normal es que lo subiera a un árbol más adelante para comérselo sin peligro de que le molestaran otras alimañas. El impala cazado era macho, por tanto con cuernos, y en ese caso los leopardos utilizan la cornamenta de los mismos para enganchar al animal en una rama gruesa. Y de ese modo pueden estar casi tres días alimentándose de su presa hasta que no queda más que un fantasmagórico esqueleto a merced de los buitres.

Leopardo arrastrando impala en Moremi (Botswana)

Lo sucedido aquel día era la constatación de que contemplar la belleza salvaje de un animal en libertad es comparable con nada o casi nada. Y de que nos había faltado sólo un tema a tratar en la clase magistral de rastreo emprendida horas atrás: La paciencia. Cuando se va de safari no hay que rendirse jamás. En África, así como en cualquier lugar del planeta bajo el dictado de la naturaleza, las cosas pueden suceder de repente, cuando uno menos se lo espera. Por eso mismo hay que llevar dentro del equipaje una buena dosis de aguante y ese inconformismo que puede convertir un safari normal en el mejor safari de toda tu vida.

Leopardo en Moremi (Botswana)

El vídeo del rastreo del leopardo en Botswana

Os animo a ver el vídeo en el que Isaac (Chavetas) y yo os contamos cómo fue aquel día en Botswana. Toda esta historia y todas estas imágenes toman forma y movimiento para narrar una experiencia inolvidable:

Más leopardos en Botswana

Seguiríamos buscando en leopardo. Tanto en Moremi como en el Parque Chobe. Y tendríamos suerte. En el área de Savuti una cría de leopardo separada de la madre para que ésta pudiera cazar y, de ese modo, alimentarla, se cruzó en nuestro camino. Días más tarde nos encontraríamos con la madre escondiéndose tras una rocas en una jornada en que los leones merodeaban su territorio. Y en el Chobe Norte, detrás de un termitero, descubriríamos un leopardo bien camuflado que esperaba tranquilamente a que se marchara el sol y, por tanto, el calor.

Cría de leopardo en Savuti (Chobe, Botswana)

En Botswana aprendimos una vez más la lección de que no conviene olvidar que la naturaleza te muestra a sus hijos sólo cuando ella quiere. Y, para ello, uno debe ser merecedor de dicho privilegio. Conocimiento del medio, trabajo en equipo, positividad, echarle muchas horas, una buena dosis de suerte y, sobre todo, la paciencia, son los ingredientes necesarios para tener éxito a la hora de rastrear y localizar un objetivo en su entorno natural.

Rostro de leopardo en Moremi (Botswana)

¿El premio? La mirada profunda y radiante de un leopardo. ¿Os parece poco?

Sele

+ En Twitter @elrincondesele

+ Canal Facebook

+ Instagram @elrincondesele

Todos los artículos del último viaje a Botswana en safari móvil

5 Respuestas a “Tras las huellas del leopardo en Botswana”

  • Deja un comentario