Paseo fotográfico por el Cementerio de los Placeres de Lisboa

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Un paseo en blanco y negro en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

El Cémiterio dos Prazeres (en castellano Cementerio de los Placeres) es a la ciudad de Lisboa lo que Père-Lachaise a París, La Recoleta a Buenos Aires o San Isidro a Madrid. Camposanto de ilustres que quisieron hacerse eternos en la fría piedra de sus túmulos, en esos panteones convertidos en hogares que albergaran la que fue su vida antes de apagarse definitivamente. Una devastadora epidemia de cólera forzó el levantamiento en 1833 de un cementerio en lo alto de una colina de Campo de Ourique, con vistas al río Tajo, muy cerca de donde vivía la aristocracia portuguesa, así como quienes se habían hecho ricos o habían pasado a ser verdaderas celebridades en el primer cuarto del siglo XIX. A diferencia del Cemitério do Alto de São João, en la parte oriental y más humilde de la ciudad, los Placeres se convirtieron el último reposo de pudientes lisboetas que buscaron alcanzar la inmortalidad refugiados en la fría piedra de sus jazigos o panteones.

Detalle del Cementerio de los Placeres de Lisboa

Una ruta más allá de lo típico de la capital portuguesa nos llevó a conocer el Cementerio de los Placeres de Lisboa de manera guiada y explicada por locales. Os propongo hacer con nosotros un lento paseo fotográfico en blanco y negro en busca de los símbolos de la vida pasada, la muerte y la eterna saudade

El Cementerio de los Placeres: origen, nombre y visitas guiadas

¿Por qué los placeres?

No voy a negar que no se me ocurre nada más ocurrente y original para denominar a un cementerio. Los placeres son algo que van bastante alejados, a priori, de cualquier concepto fúnebre que se precie. Pero entonces, ¿por qué se llama cementerio de los placeres el más bello de los camposantos de Lisboa? En realidad la respuesta es sencilla puesto que se trata de una mera casualidad por asimilación de nombre anterior. Al parecer los terrenos donde se edificó el Cémitero dos Prazeres habían formado parte de la conocida como Quinta dos Prazeres. Esta freguesía, recordemos, fue uno de los lugares más concurridos por la clase alta lisboeta durante los comienzos del siglo XIX. Y de ahí que durante la epidemia de cólera del aquellos años se iniciaran las obras in situ del que sería el cementerio de ilustres y conocidos de la capital portuguesa.

Ángel en el cementerio de los placeres de Lisboa (Portugal)

Personajes de la política, la literatura o el arte son ya parte de este cementerio, puesto que tienen incluso una zona denominada como «rincón de los artistas» del renombre del pintor Mário Cesaryni de Vasconcelos, el poeta António Gedeão, el dramaturgo Bernardo Santareno o la cantante Cándida Branca Flor. Incluso la fadista más famosa y reconocida de Portugal, Amália Rodrigues, estuvo enterrada varios años en Los Placeres antes de llevársela definitivamente al Panteón Nacional de ilustres portugueses. Lo mismo que el gran Pessoa, aunque más tarde terminara en el Monasterio de los Jerónimos.

Cementerio de los Placeres (Lisboa)

Para quienes venimos de fuera y no estamos tan acostumbrados a las celebridades lusas, aparecen nombres que nos suenan de algo. Como, por ejemplo, el de António Augusto Carvalho Monteiro, el artífice en Sintra de la inimitable Quinta da Regaleira. Y con él, saltan continuamente innumerables seguidores de la masonería que dejaron sus símbolos en los túmulos y jazigos en los que reposan sus restos.

Una visita no convencional (pero muy recomendable) en Lisboa

Resulta curioso que en muchos de los viajes y escapadas que se hacen a Lisboa se omita este lugar tan esencial para comprender la Historia y la manera de mirar tanto la vida como la muerte en aquel tiempo. Si Père-Lachaise es uno de los lugares más célebres París, el camposanto de Lisboa no es menos que éste en su particular belleza lúgubre. Y además se puede llegar fácilmente en el celebérrimo tranvía número 28 que lleva a cabo un completísimo recorrido por la ciudad del Tajo.

Tranvía 28 al Cementerio de los Prazeres (Lisboa)

Me decanté por hacer de manera guiada y en castellano una ruta magnífica por los entresijos del Cementerio de los Placeres. Ruta en la que podía acceder además, al panteón más grande de toda Europa. Casi nada.

NOTA PRÁCTICA: El Cementerio de los Placeres abre a diario de 9 a 17:00 horas (entre octubre y abril) o de 9:00 a 18:00 horas (entre mayo y septiembre). No permite la entrada media hora antes del cierre.

Paseo fotográfico en Cémiterio dos Prazeres

A pocos metros de donde deja el tranvía 28 con su reconocible color amarillo, tornamos la mirada hasta quedarnos únicamente con los colores blanco y negro. Modificada la cámara de fotos a esta modalidad accedemos por una avenida principal que nos hace intuir que esta visita, si uno quiere, puede requerir de varias horas. O, por lo menos, de incontables regresos. Algo parecido me sucede cada vez que voy al Cementerio de San Isidro en Madrid, el más ilustre de los desconocidos de la capital española, que siempre encuentro detalles nuevos que me invitan a volver. En ambos siempre llevo la cámara en modo blanco y negro, porque no se me ocurre otra manera mejor que reflejar los detalles fúnebres y aparentemente lúgubres que pueblan este tipo de camposantos con bastante paralelismo entre sí.

Angelote en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

A mano izquierda a pocos metros de entrar destaca la suntuosidad de la tumba de Carvalho Monteiro, más conocido por el sobrenombre de Monteiro dos milhões (Monteiro de los millones) y quien tras hacerse rico en Brasil se afincó en Portugal. Todo su ideario masónico lo reflejó en la Quinta da Regaleira de Sintra, una de las mayores locuras arquitectónicas y paisajísticas jamás construidas en territorio portugués. Y su jazigo (como se les denomina a los panteones en Portugal) en Los Placeres resulta ser una extensión de dicha Quinta. De hecho hizo que la cerradura que diera a su tumba fuera la misma que la de su casa en Quinta da Regaleira y su palacio en Lisboa. La simbología aquí, por tanto, está muy relacionada con la masonería y la manera de entender tanto la vida como la muerte en este acaudalado personaje. Una abeja transporta una calavera (las abejas representan la organización y diligencia de los miembros masones), el búho, considerado sabio por éstos, también forma parte del jazigo. Incluso destaca un relieve de flores que no son en absoluto azarosas. Se tratan de adormideras, las flores de la planta del opio, que representan el eterno descanso, la muerte a la que no se puede esquivar.

Tumba de Carvalho Monteiro en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Búho en la tumba de Carvalho Monteiro en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Otra flor que se deja ver, y mucho, en los túmulos y jazigos del Cementerio de los Placeres, es la del la alcachofa. La tradición considera al esta planta  portador de un mensaje de nostalgia, de la conocida como eterna saudade. Esa tristeza y melancolía que acompaña siempre a la muerte forma parte, y en no pocas ocasiones, de la simbología mostrada en este camposanto lisboeta.

Flor de cardo en el Cementerio de los Placeres. Símbolo de la Eterna Saudade

Obeliscos, manos estrechándose sobre las tumbas y el inconfundible binomio de cartabón y compás (el símbolo masón por antonomasia) nos hace divagar por este recorrido preguntándonos si en realidad Los Placeres es uno de los mayores elementos de la masonería de todo Portugal. Toda una idiosincrasia representada en un camposanto en el que absolutamente nada se rige por la casualidad.

Manos estrechándose, símbolo masón en el Cementerio de los Placeres

Jazigo de los Duques de Palmela

A medida torcemos y bajamos por el sendero de la derecha más pegado al muro que separa el cementerio de las casas arribamos al considerado el panteón más grande (y probablemente excesivo) del continente europeo. Si decíamos que había figuras masónicas en la tumba de Carvalho Monteiro, en el jazigo de los Duques de Palmela se alcanza el súmmum de la simbología de esta sociedad secreta y considerada «enemiga de la Iglesia católica». Este panteón, a diferencia de otros del cementerio, tiene un pequeño terreno vallado. Es de carácter privado, dentro de un entorno municipal, pero la familia permite el acceso sólo de manera guiada y con petición previa a través del cementerio o de empresas de guías como City Guru.

Jazigo dos Duques de Palmela (Cémiterio dos prazeres en Lisboa)

Tras subir ocho escalones (eran siete antiguamente, número «masón», pero la nieta del duque, contraria a la masonería, lo añadió) hay un sendero de unos cien metros antes de llegar a una fachada extraordinaria. Consta de una pirámide inacabada sobre un templo de apariencia griega, la cual está coronada por ángel de la muerte. A los lados de dicho sendero hay tumbas de piedra, muy modestas, que corresponden a los enterramientos de los sirvientes que trabajaban para los duques.

Jazigo de los Duques de Palmela (Cementerio de los Placeres, Lisboa)

Al abrir la puerta con una gran llave se accede a una especie de salón cuya penumbra es sólo soliviantada por tímidos vanos de cristal. Allí los conjuntos escultóricos son ciertamente hermosos, con una representación de la tristeza de una madre que perdió a su hijo (probablemente el angelote con sexo que tiene justo encima), como pocas veces se ha podido transmitir en el arte. Esculturas llorosas que representan a la duquesa, entre ellas una (la primera nada más entrar) elaborada por el escultor italiano Antonio Canova (autor de El amor de Psique que se expone en el Louvre de París), rellenan un espacio frío y solemne.

Tumba de la Duquesa de Palmela (Cementerio de los Placeres, Lisboa)

Estatua del jazigo de los Duques de Palmela (Lisboa)

Pero la pirámide no se queda únicamente en la planta de acceso. Se puede bajar por unas escaleras y rodear las tumbas de los distintos miembros de la familia ducal que han sido enterrados en este jazigo en los últimos dos siglos. Se calcula que el panteón familiar está preparado para albergar a más de doscientos miembros, aunque actualmente debe haber en torno a un centenar de personas enterradas en la pirámide inacabada que el Gran Duque de Palmela, se empeñó en que fuera la última morada de los suyos. Para ver la parte de abajo, además de ir acompañados, es necesario llevar literna porque la oscuridad es casi completa. Tan sólo unos minúsculos vanos en las esquinas rompen con la negrura total. Mientras tanto grandes cajas de madera ocultan los cadáveres de quienes formaron parte de una de las casas nobles más importantes de Portugal.

En busca de lúgubres curiosidades

Una visita al Cementerio de los Placeres nos aproxima a un submundo de rostros en piedra, simbología de vida, muerte y eternidad, que se envalentona por cada paso que damos. No pasan desapercibidas las figuras de un niño llorando junto a una calavera y un reloj de arena, las anclas rotas como inicio de partida y un océano de calaveras con fémures cruzados que recuerdan a las de los estandartes piratas.

Detalle del cementerio de los placeres de Lisboa

Ancla rota en el Cémiterio dos Prazeres de Lisboa (Portugal)

El tiempo vuela

Calavera en el Cémiterio dos Prazeres de Lisboa

Un recuerdo a los bomberos municipales caídos en acto de servicio se convierte en uno de los epitafios más espectaculares del cementerio. La escena cuenta no sólo con los aparejos utilizados por los «bombeiros» sino además con una estructura destrozada por el fuego. Por encima una gran cruz sobresale sobre un viejo casco perfectamente modelado. Y más abajo, una calavera nos devuelve de nuevo al más innegable de los destinos.

Monumento a memoria de los bomberos municipales de Lisboa

Dijo una vez Fernando Pessoa lo siguiente: «A mí, cuando veo un muerto, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único que había vestido». Y precisamente en Los Placeres, donde reposaran sus restos durante algún tiempo, hallamos esos trajes de quienes ya se fueron, pero en mármol y no en tela. Es lo único que queda y quedará de ellos, de aquella cohorte de músicos, dramaturgos, poetas y empresarios de sangre lusa que se hicieron ricos en las viajas colonias en América o África.

Apenas un velo transparente cubre el rostro triste de la dama que sostiene el rostro del difunto en sus propias manos, como si fuera una máscara de teatro (algo que tiene que ver con la persona a la que está dedicado el monumento). Se trata de una escultura de apariencia fantasmagórica colocada en mitad de una de las avenidas de jazigos. Y, probablemente una de las más hermosas del Cémiterio dos Prazeres.

Estatua en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Son las mujeres las que llevan la voz cantante en este camposanto de ilustres. Algunas damas muestran su desnudez en piedra sin ocultar sus lamentos. Otras, en cambio, son hieráticas como esfinges, capaces de infringir temor a quien las mira a esos ojos blancos sin pupilas. Plañideras carentes de gesto amable despiden sin pasión a las almas dormidas que se escaparon de sus jazigos para siempre, pero que tienen un lugar donde se recuerde quiénes fueron y qué hicieron en la vida.

Escultura de mujer francesa en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Detalle del Cementerio de los Placeres de Lisboa

Estatua de plañidera en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Bomberos, policías, carpinteros, costureras o navegantes tienen sus símbolos destacados en las lápidas. Un ancla e incluso una tumba convertida en mesa de carpintería muestran las profesiones de los fallecidos. En ellas su vida pasada aparece moldeada como un recuerdo del que siempre se sintieron orgullosos y orgullosas. También hay quien quiso llevarse con él a la tumba a su compañero más fiel. Y me estoy refiriendo a su perro, como no podía ser menos. Las tijeras, en cambio, muestran una vida cortada.

Detalle del Cementerio de los Placeres de Lisboa

Tumba del carpintero en el Cementerio de los Placeres (Lisboa)

Tumba de perro en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Divagando por el Cementerio de los Placeres en una tarde en la que empieza a llover me encuentro con una tumba con forma de castillo, otra imitando una casa tradicional portuguesa del siglo XIX (con azulejería típica). Y por supuesto con los jazigos más corrientes, con tímidos visillos que impiden la entrada de luz pero no de que a pie de calle se vean las tumbas de madera acostados sobre las paredes.

Tumba-castillo del Cementerio de los Placeres de Lisboa

Jazigo del Cementerio de los Placeres con forma de casa tradicional portuguesa

Pájaro negro sobre una tumba en el Cementerio de los Placeres de Lisboa

Un gato negro sale corriendo para escapar del aguacero. Mientras tanto un pájaro también negro se apoya sobre una cruz de piedra sin inmutarse apenas de la lluvia. Se aproximan las cinco de la tarde y están a punto de cerrar. O nos vamos o nos quedamos dentro. Y, aunque particularmente lo haría, nos siguen esperando otros secretos de esa Lisboa que no dejará de sorprenderme nunca. Secretos, además, que no pienso llevarme a la tumba…

Sele

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