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5 lugares que ver en Noruega… y que me fascinan

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¡Silencio, que los trolls del bosque nos escuchan! Un viaje a los recuerdos que me trae Noruega, el país de Europa con la naturaleza más deliciosamente definida que he visto hasta el momento, sobrevuela fiordos, lenguas de hielo, lagos solitarios y paisajes alucinógenos en los que las criaturas del bosque no sólo existen en la imaginación. Mi mente me lleva a los escenarios de esos primeros viajes en los que el país escandinavo supo mostrarme su autenticidad con el paso firme y el pulso de unas imágenes capturadas en la retina que invitan a pensar en que al verbo viajar le faltaría una de sus letras si Noruega no existiera.

Foto de Stavanger (Noruega)

Pero por fortuna Noruega existe… Noruega no para de pronunciar un discurso capaz de eclipsar todo lo que nos hayan contado. Y me hace volver a ese recuerdo incesante, a esos lugares que me enseñaron a ser un poco más viajero.

NORUEGA, FORJADORA DE UN SUEÑO VITAL

Tuve la suerte de que el primer gran viaje de mi vida me llevó hasta Cabo Norte, el punto más septentrional de la Europa continental, a divisar el mítico Sol de medianoche que durante el verano le devuelve a los escandinavos la luz que les robó durante el invierno. Fue un largo viaje en tren desde Madrid utilizando el billete interrail y en el que el objetivo, el sueño, estaba a miles de kilómetros de distancia, en ese punto en el que no existe la noción ni del espacio ni mucho menos del tiempo. París, Bruselas, Brujas, Ámsterdam o Copenhague fueron los aperitivos de una gran explosión de sabor que pude vivir junto a buenos amigos en el momento en el que pasamos la frontera con Noruega y las casas de madera solitarias y coloridas que parecía imposible que estuvieran habitadas, nos dibujaron un escenario en el que debíamos olvidar todo lo visto anteriormente.

Casa de Stavanger (Noruega)

A partir de ese instante nos envolvió la frescura innata de unos paisajes deslumbrantes, la fragilidad de aquellas casitas de colores y las historias de trolls y gnomos que acabas creyendo que son ciertas mientras en el frío norte se pasea un grupo de renos de los que aparecen en los cuentos de Navidad. Noruega nos impresionó tanto a todos que aquel viaje a Cabo Norte lo recuerdo como un paso necesario para aprender a viajar sin menguar un ápice la ilusión y la facultad de sorprenderse. De hecho tuve la suerte de regresar en cuatro ocasiones más y seguir indagando en la incredulidad de unos horizontes que se salen de lo corriente.

Si te interesa también escaparte con un poco de frío a este país no te pierdas esta serie de ideas para viajar a Noruega durante el invierno. Como cazar auroras boreales, montar en trineo de perros, calentarse las manos junto a los samis o dormir en un hotel de hielo.

5 lugares que visitar en Noruega y que me volvieron loco

Noruega me incita a la locura, a morderme los labios y mirar hacia otro lado. Tenías ganas de escribir sobre este país, sobre algunas de las cosas que me mostró viajando por él. Para abrir boca me gustaría llevaros conmigo, viajeros y viajeras, a esos cinco lugares que recomiendo ver en Noruega en los que recordar es regresar.

Stavanger y el Preikestolen

Deseo empezar por los rincones que protagonizaron mi último viaje a tierras noruegas. Fue en Stavanger donde aprendí a valorar la palabra vértigo, sobre todo cuando subí hasta El Púlpito, el mítico Preikestolen, en el que una plataforma rocosa agrietada se asoma a un fiordo como Lysefjord como si le fuera la vida en ello. Es allí donde 600 metros de altura marcan las distancias entre la realidad y la locura. Como si fuese la proa del Titanic el Preikestolen te hace sentir el rey del mundo, aunque cueste abrir los brazos a lo Di Caprio cuando se está justo en el filo del precipicio. La valentía en casos así está sobrevalorada cuando la lengua de agua del Fiordo de la luz (ese es el significado de Lysefjord) brilla en días soleados y se deja fotografiar desde un amplio margen territorial.

Preikestolen (El Púlpito, Noruega)

Pero Stavanger, y que nadie lo ponga en duda, es mucho más que el púlpito. Esta ocasional parada de cruceros cada vez mejor comunicada vía aérea con España ofrece no sólo su versión más natural con las montañas surtidas de senderos para hacer trekking o un fiordo espléndido para navegar por él sino también esa una faceta urbana suficientemente interesante para tenerla en cuenta. Su barrio viejo (Gamle Stavanger) conserva, por ejemplo, algo más de 150 viviendas de madera de los siglos XVIII y XIX que se caracterizan por su color blanco y sus tejados a dos aguas.

Casas de Stavanger (Noruega)

Muy cerca está el muelle en el que antiguos edificios que servían para almacenar o salar el pescado se han convertido en restaurantes, discotecas y curiosas tiendas. Realmente es una ciudad para vivirla, tanto de día como de noche, en la que los veranos son una auténtica sesión continua.

Stavanger (Noruega)

Desde España, concretamente Barcelona, existen vuelos directos de Vueling tanto a Stavanger como a Bergen con buenos precios si se reservan con tiempo. Desde Madrid sale Norwegian. Luego estando ya en la propia Noruega una buena idea es alquilar un vehículo para irla recorriendo con tranquilidad por carreteras panorámicas que son una auténtica locura.  Si queréis ver precios de coches de alquiler en Noruega a través de un comparador que ofrece descuentos hasta del 15% rebuscando entre compañías internacionales aquí tenéis la posibilidad de hacerlo:

Bergen, la llave de los fiordos

A pesar de que estoy enamorado de Stavanger o Trondheim, esta última con una catedral maravillosa como es la de Nidaros, tengo que reconocer que mi corazoncito lo tiene Bergen. No me importa que sea una de las ciudades más lluviosas de Europa (al parecer es la que más) porque es la mayor joya urbana y probablemente histórica de Noruega. Sólo presenciar la calle de las casas de colores junto al puerto (Bryggen, el barrio de comerciantes de la Liga Hanseática), que es la postal más célebre de Bergen, hace que merezca la pena el trayecto hasta allí. Son más de sesenta viviendas del siglo XVIII las que dan pábulo a los comentarios y flashes de los viajeros.

Bryggen de Bergen (Noruega)

En su momento llegué a ella desde Oslo en tren en un viaje en el que fui incapaz de despegar la cara de la ventanilla por la magnitud de unos paisajes que merecen la pena. Ahora se puede arribar a este núcleo de la Noruega más occidental también a través del avión tanto desde la propia Oslo como de numerosos destinos europeos en los que también está España.

Bergen (Noruega)

El lado más histórico está en la Torre Rosenkrantz, que se puede subir para disfrutar de unas vistas magníficas de la ciudad. Sin duda es una de las paradas obligadas en Bergen y, probablemente, de las más conocidas. Igualmente su mercado de pescado (Fisketorget) en el que venden el mejor salmón del mundo o incluso carne de ballena.
Pero Bergen, además es la llave de los Fiordos, lo que muchos venimos buscando en Noruega.

Fiordos noruegos a bordo de un barco

Mi tercera selección noruega me lleva a no moverme demasiado de Bergen o Stavanger. Bueno, o sí, porque cuando se habla de fiordos uno puede salir a buscarlos de sur a norte y perderse en una costa accidentada en la que el agua del mar se mezcla con la dulzura gélida de valles, montañas y glaciares que juntos originan uno de los grandes espectáculos paisajísticos del planeta. En realidad la palabra “fiordos” cuesta verla separada de “noruegos” porque, aunque los hay en otros rincones del mundo, parece que fueron inventados en Escandinavia por el mismísimo Odín para envidia del mundo.

Lysefjorden (Stanvanger, Noruega)

Si Lysefjord es toda una caricia a Stavanger la Reina Madre de los fiordos es Sognefjord, el Fiordo de los sueños, accesible desde la ciudad de Bergen. Aquí los adjetivos sobran cuando durante 200 km cualquier barco se convierte en la lágrima surcando tibiamente unas mejillas desconsoladas. Escoger entre Aurland y Naeroy, las dos partes en que se divide este camino de agua, es como escoger si se quiere más a un padre o a una madre. ¿No podría quedarme con los dos?
Pero los fiordos van más allá de Bergen. Realmente suben hasta penetrar en el Círculo Polar Ártico donde se forjan con el martillo de las temperaturas extremas. Aquí cada meridiano cuenta y nos recuerda que paso a paso nos vamos acercando al polo. Fiordos como Trollfjord (El Fiordo del Troll) retan a barcos míticos como Hurtigruten a pasar por él sin chocar con sus paredes rocosas que podrían partir el casco de sólo un soplido. El momento de atravesarlo lo recuerdo como si fuera hoy mismo. La sopa caliente que trataba de sorber de una taza se puso tan fría como mi pulso mientras me preguntaba cómo demonios estábamos pasando por allí.

Barco Hurtigruten en los fiordos noruegos

Islas Lofoten

Decir paralelo 66, que es donde nace el Archipiélago de las Lofoten, es lo mismo que decir que estamos de lleno en el Círculo Polar Ártico. Y ahí la rudeza no está reñida la belleza. Al revés, no hay isla sin su paisaje idílico de picos nevados, lagos, fiordos y, por supuesto, pueblos de pescadores con casitas de colores que parecen sacadas de un cuento de Andersen. Realmente las Lofoten son de otro mundo. Y aunque se pueden hacer ya prácticamente en coche, ya que están bien comunicadas con la Noruega más continental, no hay nada mejor que pasar de un punto a otro en barco. Y si es durante el estío, con el sol resignándose a decir adiós, las islas se vuelven, aún si cabe, más resplandecientes.

Paisaje de Islas Lofoten (Noruega)

De las Lofoten me vienen a la mente los secaderos de bacalao. De hecho podría olerlos ahora mismo. O las maderas rojas de casas que parece mentira permanezcan habitadas y no sean museos al aire libre. Pero de ninguna manera lo son. Allí vive gente, familias relacionadas desde generaciones con la pesca en baja y alta mar. De estas islas ha salido infinidad de balleneros de arpón certero que atrapaban en el Océano la base y la cima de su pirámide alimenticia. Realmente son pueblos vivos, y muy laboriosos. Svolvær, Leknes y las poblaciones más pequeñas de Lofoten son una especie de Valhalla para los pescadores de toda la vida.

Nusfjord (Islas Lofoten, Noruega)

En Islas Lofoten he tenido la ocasión de estar dos veces. Y en una de ellas de asistir a una noche mágica de auroras boreales en esa joyita de Laponia Noruega. O, muy cerca, hacer una travesía en trineo de perros.

Si quieres contemplar la belleza del archipiélago más espectacular de Noruega no te pierdas el reportaje: Postales de una primavera en Islas Lofoten.

Cabo Norte

Para el final no podría poner otro que Nordkapp, el legendario Cabo Norte. Tocar la latitud 71°10′21 suponer acariciar el punto más septentrional de Europa (bueno, en realidad justo al lado hay un sitio que en realidad lo es) y mirar no sólo al Mar de Barents sino también a lo que bien parece el lugar donde se acaba todo. O comienza, quién sabe.

Grupo Interrail 2001 en Cabo Norte (Noruega)

Llegar a este lugar en invierno ofrece muchas probabilidades para observar la aurora boreal pero hacerlo en verano supone que durante el 100% del día el cielo siempre se encuentra iluminado. El fenómeno del Sol de Medianoche es el motivo por el que los viajeros que vamos en busca de los muchos fines del mundo que hay en nuestro Planeta consideramos este Cabo como uno de esos topes dignos de mencionar en nuestro cuaderno de bitácora. Este observatorio a 300 metros sobre las gélidas aguas del Barentshavet permite contemplar un horizonte curvo, un agónico final que nunca llega cuando el astro solar se permite besar las olas retando a la lógica y devolviendo a la noche sus muchas afrentas invernales.
Cabo Norte (Noruega)
Nunca podré olvidar que dormí sobre las rocas de Cabo Norte con un saco estirado que daba lo justo para taparse del frío. Que lo hice con amigos en un largo viaje desde Madrid. Que las gafas de sol eran necesarias incluso a las dos de la madrugada. Y a las tres y a las cuatro…
Noruega me enseñó parte de lo que soy hoy en día porque me extendió sus caminos como si fuese una larga alfombra. Creo estar todavía caminando por ella, alumbrado por los focos del sol de media noche reflejándose en picos, lagos y fiordos.
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